LONDRES:
SOTHEBY'S BATE RECORDS EN LAS VENTAS DE ARTE

El cuadro "Boulevar Montmartre, Primavera" del pintor Camille Pissarro, es sostenido el 29 de enero de 2014 por empleados de la casa Sotheby's de Londres


El cuadro "Boulevar Montmartre, Primavera" del pintor Camille Pissarro, es sostenido el pasado 29 de enero por empleados de la casa Sotheby's de Londres. La obra de Pissarro hizo 32,10 millones de dólares.




Sotheby's logró la mejor venta en una subasta de arte impresionista, moderno y surrealista de su historia, un día después de que su rival Christie's consiguiese la mayor venta jamás lograda por una casa de subastas en la capital británica.
Los precios del arte de alto nivel se han disparado en los últimos años, debido a un creciente número de coleccionistas de arte millonarios en mercados emergentes y ejecutivos con acceso a mucho dinero.
Sotheby's dijo que compradores de 44 países se llevaron 79 obras de artistas como Picasso y Van Gogh, por un valor total de 163 millones de libras (266 millones de dólares).
La venta incluyó 37 obras de una colección privada de un superviviente del Holocausto, Jan Krugier, que incluían piezas de Picasso, Goya, Degas y Giacometti, y se vendieron por 53 millones de libras.
La pieza que encabezó la venta fue un lienzo del impresionista francodanés Camille Pissarro, "Le Boulevard Montmartre, matineé de printemps" (El bulevar Montmartre, mañana de primavera).
El cuadro de Pissarro (1830-1903) fue vendido por 19,9 millones de libras esterlinas (32,1 millones de dólares), cinco veces más que el precio de salida y récord absoluto para una obra del artista. Pintado en 1897, fue calificado por la casa de subastas como "una de las obras más importantes del impresionismo que se puso en venta en más de una década".
El precio pagado anoche fue cuatro veces más que los siete millones de dólares pagados en 2009 por "Le Pont Boieldieu Et La Gare D'Orleans Rouen, Soleil" (1898).
El récord previo para una obra de Pissarro había sido 14,6 millones de dólares pagados en 2007 por cuatro trabajos denominados "Les Quatre Saisons" (Las cuatro estaciones).
La pintura había sido comprada originalmente por Max Silberberg, un industrial judío de Breslau, que formó una de las colecciones de arte más importantes del siglo XIX y XX, con obras de Manet, Monet, Renoir, Cezanne y Van Gogh, entre otros.
Sotheby's, fundada en 1744, dijo que el número de postores el miércoles fue el mayor jamás registrado en Londres en una venta de arte moderno e impresionista. Las ventas de la sede en Nueva York aumentaron casi un 20 por ciento, convirtiéndola en la casa de subastas con mayor crecimiento de 2013.

Agencias Reuters y ANSA.

Foto: AFP / Andrew Cowie

UN PICASSO EN MACO 2014

Aspecto de la obra "Le peintre et son modéle", del artista español Pablo Picasso expuesta en la XI Feria Internacional de Arte Contemporáneo 2014 (Maco 2014) en Ciudad de México. EFE


Aspecto de la obra "Le peintre et son modéle", del artista español Pablo Picasso expuesta en la XI Feria Internacional de Arte Contemporáneo 2014 (Maco 2014) en Ciudad de México.

Foto: EFE


OTROS HALLAZGOS EN EGIPTO

Un ataúd de madera abierto muestra a una momia en su interior, el 2 de marzo de 2005 en un lugar de excavación en la región del Saqqara al sur de El Cairo

Un ataúd de madera abierto muestra a una momia en su interior, el 2 de marzo de 2005 en un lugar de excavación en la región del Saqqara al sur de El Cairo.

Foto: AFP / Archivo

Fotografía sin fechar facilitada por el Ministerio de Antigüedades de Egipto que muestra restos de columnas y un mausoleo sobre los que se observan inscripciones jeroglíficas, hallados en la zona de A

Fotografía sin fechar facilitada por el Ministerio de Antigüedades de Egipto que muestra restos de columnas y un mausoleo sobre los que se observan inscripciones jeroglíficas, hallados en la zona de Al Asasif, en la provincia meridional de Luxor (Egipto).

Foto: EFE

ART NOUVEAU HASTA EN EL CEMENTERIO DE LA RECOLETA

El estilo que se destaca en la Ciudad se encuentra en múltiples puntos importantes, inclusive en la necrópolis más antigua.
ART NOVEAU. La bellísima bóveda que recuerda a Rufina Cambaceres en la Recoleta (David Fernández).

Por Berto González Montaner

 

Días atrás la Asociación Art Nouveau de Buenos Aires (AANBA) presentó un proyecto para que la Ciudad sea declarada Capital Latinoamericana del Art Nouveau. Una propuesta que para el arquitecto Luis Grossman, decano del periodismo de arquitectura en la Argentina y hoy director general del Casco Histórico, es “una misión justa”. “La Confitería El Molino o la Galería Güemes fueron primicias para toda Latinoamérica. Buenos Aires fue vanguardia en el tema arquitectónico”. La AANBA acompañó la iniciativa con el lanzamiento de un mapa que identifica 50 edificios representativos de esa corriente estilística y organiza cinco recorridos para visitarlos: los circuitos San Telmo, Recoleta, Balvanera, Congreso y Centro.
“El objetivo es difundir estas construcciones, para que de esa manera sean revalorizadas y preservadas, posicionándolas como un bien cultural que pertenece a todos”, señala Willy Pastrana, presidente de esa entidad.
Entre los edificios incluidos hay algunos muy conocidos, como los ya mencionados o el Yatch Club Argentino, el Palacio Barolo y el Club Español. También hay otros menos nombrados, como la Casa Calise, el Palacio de los Lirios o el de los Pavos Reales. Pero lo cierto es que el Art Nouveau en sus diversas versiones, Liberty, Floreale, Jugendstil, Modernista (según el país de origen), no solo dibujó los frentes de los edificios de la nueva burguesía inmigrante. También inundó con “su festival de formas, sus curvas látigo, sus bajorrelieves con floras y faunas exóticas, con cuerpos semidesnudos y con transparencias, texturas y colores los interiores de las casas de barrio: los picaportes de sus puertas, el dibujo de sus carpinterías, las cerámicas de sus zaguanes, las arañas, veladores, los muebles y el diseño de los más variados objetos domésticos. Y no solo eso, hasta dejó su huella inconfundible en los cementerios, esas ciudades en miniatura que son un compendio de las modas arquitectónicas que se disputaron el gusto de la gente a lo largo del tiempo.
El cementerio de la Recoleta, ex Cementerio del Norte, el más antiguo que se conserva en la Ciudad, depara no pocas sorpresas. Si uno lo recorre atentamente va a encontrar gran cantidad de bóvedas Art Nouveau. Curiosamente, muchas de estas construcciones parecieran haber salido de un catálogo que tendría un modelo base y opcionales con diseños que se irían complejizando según las aspiraciones de las familias. En estas criptas, muchas firmadas por Hermanos Ferro Construcciones, con una estructura formal similar pueden variar las reparticiones curvilíneas de la puerta de acceso, de hierro ojival; la profusión de “enredaderas” que trepan por sus fachadas; o la calidad y nobleza de los materiales utilizados, desde el revoque símil piedra a los mármoles y granitos.
Pero, si estas tumbas llaman la atención por sus similitudes, por su estandarización, por su anonimato; la famosa bóveda de Rufina Cambaceres en la Recoleta sorprende justamente por su singularidad: por su impactante arquitectura y su asombrosa e intrigante historia.
Cuentan que el día en que Rufina Cambaceres cumplía sus 19 años, el 31 de mayo de 1902, la encontraron desvanecida en su cuarto, sobre la cama. El médico que la revisó la declaró muerta. Así fue que inhumaron a la bella joven, hija del escritor Eugenio Cambaceres y de la bailarina italiana Luisa Baccichi, en la capilla del cementerio. Al día siguiente el personal encontró el ataúd desplazado. Los familiares pidieron abrir el cajón y hallaron que el rostro de Rufina estaba rasguñado, las manos amoratadas y sus uñas marcadas en el féretro. Rufina había sufrido un ataque de catalepsia para luego morir de asfixia y desesperación.
La desgarradora historia se encuentra bellamente reflejada en la bóveda y escultura que los Cambaceres hicieron construir en la Recoleta al escultor alemán Richard Aigner, que inmortalizó en mármol a la joven Rufina apoyando suavemente su mano sobre el picaporte de la puerta de la bóveda. Esta joyita se encuentra en una destacada esquina del cementerio. Es del más puro Art Nouveau, de la versión estilo látigo. Sobre la ochava está la gran escultura y sus frentes de mármol blanco están adornados profusamente con tallos, hojas y capullos. A sus costados otras dos puertas de hierro negro son el acceso a la bóveda familiar y al ataúd de Rufina.
Como decía el arquitecto e historiador Federico Ortíz, el Art Nouveau “tocó todo el ambiente humano, desde la ciudad a la cuchara”. En mi casa, las mayólicas del zaguán son Art Nouveau. Son de color verde y tienen en contraste el dibujo de unas flores bien características. ¿Y saben quién es mi vecino? Rufino, pariente de sangre de la mismísima Rufina Cambaceres.

* Editor General ARQ

Fuente: Revista Ñ Clarín

UN PRÍNCIPE ARGENTINO

                                                                                                
 Manuel Belgrano
                    Juan Manuel de Rosas                     

 Pedro Pablo Rosas y Belgrano


Por Rolando Hanglin

Nuestro país es incurablemente plebeyo. Al mismo tiempo que declaraba su independencia de España, suprimió los títulos de nobleza. En realidad, hubo una breve transición. Desde las Invasiones Inglesas (1806-1807) hasta la Revolución de Mayo (1810) la autoridad española no volvió a consolidarse en territorio argentino. Después del fugaz gobierno de William Beresford en Buenos Aires, sobrevino la Reconquista y Santiago de Liniers fue nombrado conde de Buenos Aires por el Cabildo (dato que es difícil certificar) lo que no impidió que la propia revolución fusilara al héroe, pocos años después.

A lo que íbamos. Los títulos de nobleza se heredan según la sangre. Si un individuo como el coronel Pedro Rosas y Belgrano lleva, al mismo tiempo, estos dos apellidos históricos, es lo más parecido a un príncipe que haya nacido en esta tierra. En realidad, don Pedro Pablo fue hijo de los dos próceres: adoptivo de Rosas y natural de Belgrano. Esto sugiere que hubo una relación personal entre Belgrano y Rosas, dato incómodo para la historia oficial. Tan incómodo como la evidente admiración mutua entre San Martín y Rosas. Tanto como el detalle de que Mariquita Sánchez de Thompson (la Madre de la Patria) fue también amiga de Rosas, desde chica, y se mostró encantada por las invasiones inglesas. A la hora de mostrar a Rosas como el malo de la película, la historia real siempre molesta.

Manuel Belgrano nació en 1770, en Buenos Aires, y murió en 1820: contaba sólo 50 años. Belgrano había contraído la sífilis en Europa, durante su juventud, y tuvo mala salud. Nunca se casó, aunque tuvo dos hijos.

Si un individuo como el coronel Pedro Rosas y Belgrano lleva, al mismo tiempo, estos dos apellidos históricos, es lo más parecido a un príncipe que haya nacido en esta tierra

En España había cursado estudios de Leyes y luego, en Buenos Aires, fue secretario del consulado (una especie de asesoría general de gobierno) durante nueve años, antes de la Revolución de Mayo. Es decir, no sólo fue un español cabal, sino también funcionario colonial. Durante mayo de 1810, se lo consideraba una especie de mediador entre el Mariano Moreno jacobino, propenso al Terror, y conservadores como Saavedra. Otros sugieren que se ocupó de moderar un cierto anticlericalismo del general San Martín. De cualquier modo, San Martín fue su maestro en las artes militares ya que Belgrano, técnicamente, nunca fue un verdadero general. "En punto a milicia no es Bonaparte, pero sí lo mejor que tenemos en América" decía el Libertador.

Belgrano había tenido una noviecita casi infantil llamada María Josefa Ezcurra. Esta niña fue casada por los padres con un pariente español, José Esteban Ezcurra, de Pamplona, que rechazó la Revolución de Mayo y se volvió a España. Josefa no quiso seguirlo.

Belgrano era un muchacho buen mozo, de modales refinados, hijo de un comerciante próspero (Domenico Belgrano Peri, de Oneglia) y frecuentaba las tertulias de la alta sociedad de Buenos Aires. Cuando marchó al Norte encabezando el Ejército Auxiliar del Perú, María Josefa lo siguió. De esta relación nació un varón, en 1813, al que llamaron Pedro Pablo. Para salvar el honor de María Josefa, que era casada aunque estaba separada del marido, el niño fue dado en adopción a su hermana, Encarnación Ezcurra, y a su marido Juan Manuel de Rosas. El niño fue anotado como huérfano en la catedral de Santa Fe. Se ignora si llegó a conocer a su padre biológico.

Pedro Rosas fue un hijo muy querido por el Restaurador, que lo tomó de secretario privado y mano derecha. Era más de confianza que el propio hijo carnal de Rosas, su primogénito, llamado Juan. En los archivos se conservan cartas de Pedro transmitiendo órdenes del Restaurador para Juan, que nunca tuvo afinidad con su padre.

Cuenta una versión que, apenas mayor de edad, Pedro acompañaba a su padre, recorriendo campos a caballo. En una de estas cabalgatas, Rosas le dijo: "En realidad, Pedro, usted es hijo de don Manuel Belgrano. Es un apellido honroso. Si usted quiere, lo puede llevar". Pedro respondió: "Los dos son apellidos honrosos, tata, los llevaré juntos". Desconozco si esta conversación se produjo en estos términos exactos o si los dos hombres iban a caballo. Tampoco he podido constatar si Pedro Pablo alguna vez firmó sólo Pedro Rosas o Pedro Belgrano. La historia registra sólo su paso como estanciero, juez de paz y militar de Azul, ciudad que era un epicentro de la política aborigen, y el progreso agrario. Cuando tenía 38 años, se casó en la iglesia de Azul con Juana Rodríguez. Tuvieron 16 hijos.

Pedro Pablo Rosas y Belgrano se consagró -nada menos- que al Negocio Pacífico con los Indios. Esto es: el gobernador había establecido un sistema de regalos - incluyendo 1000 yeguas para cada cacique, paños para poncho, yerba, azúcar, caña, naipes, camisas, botas fuertes y hasta violines o acordeones - a cambio de que los caciques abandonaran sus malones. Y en caso de no poderlos evitar, que castigaran a sus autores. Por eso, en los documentos de la época, se hablaba sólo de "indios ladrones" o "indios amigos" sin referencia especial a ninguna tribu. El proyecto de Rosas consistía, evidentemente, en rodear a los pueblos y fortines de una población estable de indios amigos, que fueran un cinturón defensivo, a la vez que se iban incorporando a los hábitos y costumbres de los cristianos. El artífice de este minucioso bordado fue Pedro Pablo Rosas y Belgrano, que se ocupaba de las raciones para Ignacio Coliqueo, Juan Calfucurá, Cipriano Catriel , Painé, Cachul y otros temibles jefes de indiada, con quienes trataba personalmente para ajustar las paces en largos parlamentos.

Tampoco he podido constatar si Pedro Pablo alguna vez firmó sólo Pedro Rosas o Pedro Belgrano.

Tras la caída de Rosas (3 de febrero de 1852, Caseros) Pedro Pablo siguió actuando como juez de paz y jefe militar en Azul. Pero sufrió persecuciones intermitentes. Le confiscaron once estancias (donación de su padre, Rosas) y lo acusaron de distintos cargos, entre otros el de cambiar de bando, porque trabajó todavía varios años a las órdenes del general Hilario Lagos. Se retiró de la milicia, desilusionado: falleció en Buenos Aires en 1863.

Sabemos de la existencia de un coronel Rodolfo Rosas y Belgrano en el Ejército Argentino, hacia 1970. Y fuimos compañeros de estudios, en el Colegio Nacional de Buenos Aires, de una niña muy mona, algo más joven que nosotros, llamada Marta Rosas y Belgrano. De manera que aquel gran protagonista criollo ha dejado descendencia entre nosotros.

Pedro Pablo tuvo también una hermana, hija de Manuel Belgrano con una señorita Helguero. Su nombre: Manuela Mónica Belgrano. Tuvo afectuosa relación con Pedro Pablo.

Se conservan en el Archivo General de la Nación, en el Archivo Histórico del Ejército, en el Archivo del General Mitre, innumerables cartas de don Pedro Pablo Rosas y Belgrano a su padre, el gobernador Rosas, y a su superior el general Hilario Lagos, en tiempos de Urquiza, mientras su padre Rosas se exilaba en Southampton. Pero las referencias sobre su vida familiar y política son oscuras y contradictorias. Un cuidadoso estudio sobre su vida fue publicado en Tapalqué (Ediciones Patria, 1973) con el título "Pedro Rosas y Belgrano, el hijo del General" , firmado por Rafael Darío Capdevila. Este autor recibió informes del coronel Rodolfo Rosas y Belgrano, bisnieto de Pedro Pablo. Pero toda la historia nos deja más preguntas que respuestas.

 
Fuente: lanacion.com

EL PUENTE QUE CUMPLE 100 AÑOS

Es el Nicolás Avellaneda. Tenía un transbordador que en 5 minutos cruzaba el Riachuelo.
Símbolo de la Ciudad. En los 90 quisieron desarmarlo y venderlo como chatarra. Ahora hay un proyecto que busca restaurarlo. /DANIEL FELDMAN
Por Eduardo Parise

Está en La Boca y a punto de cumplir cien años. Y aunque lo desactivaron en 1960, igual se mantiene en pie. Es cierto: no en el mejor estado. Pero igual sigue firme sobre el Riachuelo. Se trata del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, una construcción que ostenta una marca importante: de los ocho puentes de este tipo que todavía existen en el mundo, es el único que hay en América. Los otros siete están en el Reino Unido, Alemania, Francia y España. La gran diferencia a favor de los demás es que todos aún están en uso.
Inaugurado en forma oficial el 30 de mayo de 1914 (se había previsto hacerlo en marzo de ese año, pero luego la ceremonia se postergó) el Transbordador, como se lo conoció popularmente, fue clave para la zona, en ambas márgenes del río. Por aquellos tiempos, esa área todavía tenía alguna actividad como puerto de la Ciudad. Y los muelles que estaban en ambas márgenes aún eran importantes. Entonces, el movimiento de trabajadores de una orilla hacia la otra resultaba vital para los astilleros, las carboneras y el frigorífico Anglo, que llegó a tener 15.000 obreros.
Por eso, hacia 1908, se autorizó a la gente del Ferrocarril del Sur a construir unos puentes para los trenes y se les facilitó el uso de muelles. Como retribución encararon la construcción del Transbordador. El diseño del proyecto estuvo a cargo de la Dirección de Navegación y Puerto, dependiente del Estado. El puente de hierro lo hizo la fábrica inglesa Earl of Datle Steel (el nombre aún está impreso en algunos sectores de la estructura) y se fue enviando por partes para ser armado en Buenos Aires. Mientras, aquí, se construían los cimientos de cada torre: se hicieron unos cuadrados con ladrillos de casi un metro de espesor, luego rellenados con hormigón. Llegan a una profundidad de 24 metros y en algunos sectores hasta se usó dinamita para poder hacer el pozo.
El puente mide 52 metros de alto y el ancho de cada base es de 27 metros. El ancho total de un extremo a otro supera los 77 metros. Pero lo más interesante es que de la viga superior se sostiene el carro del transbordador, una especie de canasta que mide 8 por 12 metros y es capaz de soportar una carga de hasta 50 toneladas. Con esa plataforma, además de la gente, cruzaban de una orilla a la otra carros, camiones y hasta tranvías. El recorrido duraba cinco minutos y el servicio era gratuito. Funcionaba de 6 a 21 y, en caso de que se cortara la luz, podía moverse con guinches especiales que se accionaban manualmente. El costo total de la obra fue de cien mil libras esterlinas.
En 1994 la ola privatizadora propuso desarmarlo y venderlo como chatarra. Pero el reclamo de vecinos y algunas entidades lo salvó. Ahora la Fundación x La Boca (una ONG integrada por empresarios, profesionales, artistas y vecinos del barrio) tiene como principal objetivo la puesta en valor y la recuperación del Transbordador y su área de influencia en ambas orillas. Inclusive, en 2008 se presentó un plan para la conservación y uso correcto del monumento y su área. Y aspiran a que sea declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda es uno de los símbolos de la Ciudad y su imagen alcanzó difusión mundial desde que un gran artista lo incluyó en su obra. El pintor había trabajado junto a esos muelles descargando carbón de los barcos. Y justamente en la carbonería de sus padres adoptivos (Manuel Chinchella y Justina Molina) fue donde empezó a dibujar. Para hacerlo usaba trozos de esa carbonilla. El artista se llamaba Benito Juan Martín, aunque el mundo lo conoce como Benito Quinquela Martín, benefactor y prócer de La Boca. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

MÉDICOS Y HERIDOS DEL COMBATE DE SAN LORENZO


La popularidad en tiempos de los próceres

  Foto: Ilustración: Isabel Aquino



Por Daniel Balmaceda / Para LA NACIÓN
La asistencia a los heridos del combate de San Lorenzo (al amanecer del 3 de febrero de 1813) estuvo a cargo del sacerdote Julián Navarro -párroco de Rosario-, asistido por los voluntariosos franciscanos del convento de San Carlos. Por la noche arribó el cirujano de San Nicolás, José Ribes, valenciano de 65 años, confinado en la hacienda de Juana Benegas por considerárselo sospechoso de mantener trato con los realistas. Luego sería indultado.
Por su parte, el gobernador de Santa Fe, Antonio Luis Beruti (sí, el compañero de French), convocó al cirujano santafecino Manuel Rodríguez y Sarmiento. La noche del 3 golpearon la puerta de su casa y le comunicaron  que debía viajar de urgencia a curar heridos. Se buscó el medio más veloz que lo transportara. Sin dudas, nada había más rápido que buenos caballos que galoparan con ritmo y firmeza. Sin embargo, el médico era muy obeso. Demasiado, incluso, para la resistencia equina, ya que pesaba como un Rodríguez más un Sarmiento. Por lo tanto, marchó -o marcharon- en carretilla, que era un carro con capacidad para dos personas (o una de grandes dimensiones) arrastrada por un caballo, que cubriría el trayecto con buenos promedios, siempre y cuando se realizaran varios cambios de cabalgadura.
Para completar el cuadro de médicos que permitió salvar 10 de las 20 vidas que estaban en peligro, debemos mencionar a dos bonaerenses: el padre betlemita Bernardo de Copacabana (curaba en San Telmo) y Francisco Cosme Argerich, quien salió disparado con dos criados el día 5, cuando se recibió la noticia en Buenos Aires. Gracias a la investigación que realizó Francisco Cignoli -uno de los grandes historiadores de la labor médica en campos de batalla- podemos saber que el gobierno rentó un transporte para el doctor. Cuenta Cignoli que Argerich hizo el viaje "en un coche alquilado a doña María, viuda de Belmonte, a razón de ocho pesos diarios". Como partió el 5 de febrero y regresó el 6 de marzo, debería haber cobrado 240 pesos. Sin embargo, "la dueña del vehículo al gestionar después el pago de la cuenta respectiva, 'teniendo en cuenta que fue para un objeto tan digno', se conformó con que se le mandara abonar veinte pesos por semana", aclara Cignoli.
El malherido de mayor rango fue el capitán Justo Bermúdez. Tenía dos lesiones graves, una física y otra moral. Además del balazo en la rodilla que obligó a que Argerich le amputara la pierna, estaba dolido por su impericia al mando de la columna que debía complementar el ataque de San Martín. Recordemos que mientras el comandante avanzó derecho al enemigo, Bermúdez debía dar un rodeo para encerrarlos. Pero tardó demasiado y comprometió la victoria.
Tal vez, y esto es una suposición personal, entró en un estado de melancolía por la amputación. Lo concreto es que 11 días después del combate todos dormían en el improvisado hospital dispuesto en el comedor del convento y Bermúdez -casado con María Dominga Rosas y padre de una recién nacida- se aflojó el torniquete a propósito. Murió desangrado.


Fuente: lanacion.com