Es el Nicolás Avellaneda. Tenía un transbordador que en 5 minutos cruzaba el Riachuelo.
Símbolo de la Ciudad. En los 90 quisieron desarmarlo y venderlo como chatarra. Ahora hay un proyecto que busca restaurarlo. /DANIEL FELDMAN |
Por Eduardo Parise
Está en La Boca y a punto de cumplir cien años. Y aunque lo desactivaron en 1960, igual se mantiene en pie. Es cierto: no en el mejor estado. Pero igual sigue firme sobre el Riachuelo. Se trata del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, una construcción que ostenta una marca importante: de los ocho puentes de este tipo que todavía existen en el mundo, es el único que hay en América. Los otros siete están en el Reino Unido, Alemania, Francia y España. La gran diferencia a favor de los demás es que todos aún están en uso.
Está en La Boca y a punto de cumplir cien años. Y aunque lo desactivaron en 1960, igual se mantiene en pie. Es cierto: no en el mejor estado. Pero igual sigue firme sobre el Riachuelo. Se trata del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, una construcción que ostenta una marca importante: de los ocho puentes de este tipo que todavía existen en el mundo, es el único que hay en América. Los otros siete están en el Reino Unido, Alemania, Francia y España. La gran diferencia a favor de los demás es que todos aún están en uso.
Inaugurado en
forma oficial el 30 de mayo de 1914 (se había previsto hacerlo en marzo
de ese año, pero luego la ceremonia se postergó) el Transbordador, como
se lo conoció popularmente, fue clave para la zona, en ambas márgenes
del río. Por aquellos tiempos, esa área todavía tenía alguna actividad
como puerto de la Ciudad. Y los muelles que estaban en ambas márgenes
aún eran importantes. Entonces, el movimiento de trabajadores de una
orilla hacia la otra resultaba vital para los astilleros, las carboneras
y el frigorífico Anglo, que llegó a tener 15.000 obreros.
Por
eso, hacia 1908, se autorizó a la gente del Ferrocarril del Sur a
construir unos puentes para los trenes y se les facilitó el uso de
muelles. Como retribución encararon la construcción del Transbordador.
El diseño del proyecto estuvo a cargo de la Dirección de Navegación y
Puerto, dependiente del Estado. El puente de hierro lo hizo la fábrica
inglesa Earl of Datle Steel (el nombre aún está impreso en algunos
sectores de la estructura) y se fue enviando por partes para ser armado
en Buenos Aires. Mientras, aquí, se construían los cimientos de cada
torre: se hicieron unos cuadrados con ladrillos de casi un metro de
espesor, luego rellenados con hormigón. Llegan a una profundidad de 24
metros y en algunos sectores hasta se usó dinamita para poder hacer el
pozo.
El puente mide 52 metros de alto y el ancho de cada base es
de 27 metros. El ancho total de un extremo a otro supera los 77 metros.
Pero lo más interesante es que de la viga superior se sostiene el carro
del transbordador, una especie de canasta que mide 8 por 12 metros y es
capaz de soportar una carga de hasta 50 toneladas. Con esa plataforma,
además de la gente, cruzaban de una orilla a la otra carros, camiones y
hasta tranvías. El recorrido duraba cinco minutos y el servicio era
gratuito. Funcionaba de 6 a 21 y, en caso de que se cortara la luz,
podía moverse con guinches especiales que se accionaban manualmente. El
costo total de la obra fue de cien mil libras esterlinas.
En 1994
la ola privatizadora propuso desarmarlo y venderlo como chatarra. Pero
el reclamo de vecinos y algunas entidades lo salvó. Ahora la Fundación x
La Boca (una ONG integrada por empresarios, profesionales, artistas y
vecinos del barrio) tiene como principal objetivo la puesta en valor y
la recuperación del Transbordador y su área de influencia en ambas
orillas. Inclusive, en 2008 se presentó un plan para la conservación y
uso correcto del monumento y su área. Y aspiran a que sea declarado
patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El Puente Transbordador
Nicolás Avellaneda es uno de los símbolos de la Ciudad y su imagen
alcanzó difusión mundial desde que un gran artista lo incluyó en su
obra. El pintor había trabajado junto a esos muelles descargando carbón
de los barcos. Y justamente en la carbonería de sus padres adoptivos
(Manuel Chinchella y Justina Molina) fue donde empezó a dibujar. Para
hacerlo usaba trozos de esa carbonilla. El artista se llamaba Benito
Juan Martín, aunque el mundo lo conoce como Benito Quinquela Martín,
benefactor y prócer de La Boca. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com