La estatua de Colón sigue tirada en el suelo por disposición del Gobierno. |
ADOLFO BIOY CASARES:
"ESCRIBIR, DA SENTIDO A LA VIDA"
Del archivo / Entrevista publicada en ADN cultura el 28 de febrero de 2009
Esta entrevista, realizada en 1987, se publicó en 2009; el escritor habla de sus comienzos en las letras, los juicios a los militares, la vejez y la muerte, tras la cual sólo preveía un vacío, más allá de la trascendencia de su obrainShare
Fue mi primera
entrevista con Adolfo Bioy Casares y me sorprendió que el entrevistado
tuviera más miedo que el entrevistador. Aquella mañana de abril de 1987,
el flaco y alto caballero de 72 años, ya un poco encorvado, me hizo
sentir cómodo e inteligente en su enorme escritorio del quinto piso de
Posadas y Schiaffino. Sin la falsa modestia de Borges, habló de sus
luchas con las palabras y las tramas, y del placer de la escritura.
-De joven fue buen jugador de fútbol, rugby y tenis. ¿Cómo se convirtió en escritor?
-Sí, casi es inexplicable para mí también, porque mi actividad y hasta mis ensoñaciones eran deportivas. Pero cuando algo me golpeaba mucho, mi reacción era planear un libro. Estaba enamorado de una chica y no me llevaba el apunte, y entonces, sufriendo, pensaba escribir un libro.
-¿A qué edad?
-A los doce años.
-¿Cuántos años tiene?
-Setenta y dos... Qué asco.
-Se lo ve muy bien.
-Eso dicen los que están afuera. Yo, que estoy adentro. Cuando me dicen que no me quitan lo bailado, yo digo, "pero sobre todo no me lo devuelven", que es lo único que me interesa. Haberlo bailado... [sonríe]
-¿No se siente recompensado por tener una obra reconocida?
-Mire, uno se deja convencer un poco, pero en el fondo sabe cómo la hizo.
-¿Cómo la hizo?
-Escribir me cuesta trabajo. Si bien cuando concluyo un libro creo que ya sé escribir y escribiré el próximo rápidamente, cuando lo empiezo tengo las mismas dificultades de siempre y debo descubrir cómo escribirlo. Muchas veces he dejado libros inconclusos porque iban por mal camino. A los 17 o 22 años era lógico, pero me sucede ahora.
-¿Corrige mucho?
-Hago muchísimas correcciones, y no me gustan mucho los reportajes porque llevan a la publicación de borradores, y mis borradores son malos, lo sé. Alguien dijo alguna vez: "Denme un borrador y podré escribir un buen libro". Creo en eso.
-A algunos escritores no les gusta hablar de sus dificultades.
-No es fácil escribir, no es fácil. He escrito tantos relatos que, aunque tengo las dificultades de siempre, por lo menos no tengo la sensación de estar viéndome desde afuera cuando escribo. Últimamente tuve que escribir un prólogo para una antología de relatos fantásticos rioplatenses y me costó muchísimo. Con los relatos estoy más en mi terreno y escribo con más naturalidad. Empecé a escribirlos, como le dije, a los doce años, y estoy escribiendo relatos.
-¿El estilo le preocupa?
-Muchísimo, pero creo que el argumento es parte de la técnica porque, ¿en qué consiste la técnica? En cómo contar las cosas, ¿en primera o en tercera persona? La técnica es: ¿frases largas o frases cortas? Pensé muchísimo en la técnica del cuento y la novela y creo que ante cada cuento hay que pensar qué técnica le conviene a uno para ese cuento. Casi hay que inventarla. Hay buenas recetas y casi todas vienen de Horacio: las unidades son verdad. No sé por qué, pero conviene que un argumento tenga un tema central, conviene que tenga un héroe, conviene que la historia sea contada por una persona. Ya sé que están La piedra lunar y otros buenos libros contados por muchas voces, pero parecería que es más fácil acertar contando las cosas con una sola voz. Si en una historia está el campo, las cosas deben mirar al campo; si hay una creación musical, deben mirar hacia la realidad musical. Y tiene que haber sorpresas, pero no muy grandes como para ser increíbles. Tienen que estar preparadas, pero no como para que el lector diga: "Sabía que venía esto". Es una cuestión de tino. La verdad se aprende. Los candidatos a aprendices pedimos que se nos acorte el camino, y en nada se puede acortarlo. Hay que tener malas experiencias y aprender de ellas.
-Usted no tiene el drama de los escritores pobres de ideas.
-Por suerte, eso no me falla. Parece una pedantería, pero la compenso diciendo que me cuesta escribir y que tardo muchísimo en escribir un libro más o menos simple. Pero invento con rapidez. Ahora, no siempre me precipito a escribir lo que he inventado. A veces sí, cuando tengo una especie de compulsión y siento una suerte de placer que me dan los personajes, la situación, todo. Pero hay veces en que un argumento me acompaña quince años o más. Y veo con alegría y perplejidad que son los que salen mejor.
-¿Escribió el cuento En memoria de Paulina al poco tiempo de surgir la idea o la dejó madurar?
-No, fue más bien una inspiración concentrada. Nunca he hecho mucha vida social-literaria, pero en aquel momento fui un poco a reuniones literarias y encontré personajes que me sugirieron el personaje que le roba la amante al protagonista del cuento.
-¿Tuvo alguna intención catártica ante alguna situación personal? Perdón si es un poco íntima la pregunta.
-Nooo, ¿por qué? A mí me asombran los escritores que no quieren hablar de algunas cosas. Escribir consiste en hablar de todo. Pienso que todo lo que he escrito está escrito para ser publicado, y lo que no está escrito para ser publicado es demasiado malo [ríe]. Probablemente sí, probablemente sería de algún amor desdichado.
-Parecería que tuvo una vida amorosa desdichada, pero creo que no es así.
-No, no, pero la más interesante como tema para la literatura es la desdichada. Y mis primeras armas en el amor fueron desdichadísimas. Un novelista, un cuentista, es un antropófago que, además, se come a sí mismo. Uno aprovecha todo.
-Y goza al escribir.
-Ah, lo disfruto, y si cuento cosas atroces, estoy contentísimo. si me salen bien.
-Y al mismo tiempo le cuesta escribir.
-Sí, al principio tengo la perplejidad de no poder contar la historia. Nunca sufro el pánico a la hoja en blanco. Un pánico menos. Siempre tengo cosas que poner en la hoja. Lo que a veces no encuentro es la manera de ponerlas gratamente, porque pienso en el lector y tengo en cuenta que la primera frase no desemboca de modo fluido en la segunda, y además no estoy diciendo exactamente lo que quiero. Conozco todas esas torpezas.
-Me decía antes de empezar que está triste o enojado con la Argentina.
-He vivido en una Argentina que miraba con compasión a la Europa aquejada de pobreza incurable, y ahora veo esa Europa llena de juventud y prosperidad, y nosotros estamos vetustos y desanimados. La Argentina nos ofrece la tentación de creer que estamos en un destino del que no podemos salir.
-¿Cree en el destino?
-No, para nada. Tenemos una cantidad de prejuicios que no nos permiten reaccionar.
-¿Cuáles?
-La Argentina fue grande mientras creyó que era un país abierto. Creía que su tradición era la de Europa. Éramos los europeos del Sur. Y de pronto hemos querido ser folklóricos con un mínimo folklore argentino y hacer una civilización de ese mínimo folklore. Me parecía un país incontenible la Argentina. Recuerdo venir de Europa y ver Buenos Aires magnífica, limpia y generosa. Esos trabajadores habían hecho un país rico en el que la movilidad social era real. Las personas que venían pobres pasaban de una clase social a otra. Bueno, todo eso se podía hacer, y nada de eso puede hacerse.
-¿Cuál es el verdadero país? ¿Aquél o éste?
-Pero por qué va a ser éste el verdadero cuando Italia y España padecían en un destino de pobreza y guerras. Vivimos una novela de Eça de Queiroz. Somos bastante inteligentes, nos reímos de las cosas y estamos en la decadencia [ríe].
-¿Qué opina de los juicios a los militares?
-Qué lastima que me pida hablar de eso porque es un jardín de odios. Ahí se riega un odio y otro odio. Creo que los militares fueron muy crueles con sus prisioneros. De algún modo, revivieron la Mazorca de Rosas. Ahora, creo que los terroristas son los padres de los militares que han hecho todas esas cosas. Porque sin terrorismo no se hubiera sentido la necesidad, o la aparente necesidad, de estos represores.
-La Justicia sostiene que al tener los militares el poder estatal, tendrían que haber actuado con la ley.
-Desde luego, creo que la Justicia tiene toda la razón, pero no sé cómo vamos a terminar con esto. Ni las víctimas tienen ganas de perdonar, ni los castigados por la Justicia ni sus sucesores van a tener ganas de perdonar. Viviremos en un mundo de odios como en Sicilia: dos bandos de mafia.
-¿Le parece que la mayoría de la gente tiene grandes resentimientos?
-Ojalá que no, porque es como si el odio hubiera encontrado muy justificados estímulos en este país a lo largo del tiempo, pero los estímulos pasan y el odio queda. En un tema en el que hay gente que tiene muertos no quiero decir una cosa que parezca frívola, que no parezca pensada. No me importa que me condenen por lo que pienso. Pero lo que no quisiera es ofender por una especie de frivolidad que da la espontaneidad y la necesidad de salir del momento.
-Usted es alguien importante y su opinión sobre los juicios es importante.
-Hay que tener cuidado de no ser frívolo, salvo que uno haga una frivolidad que se convierta en una especie de literatura o paraliteratura, como hizo Borges. Pero las cosas que Borges decía siempre correspondían a su pensamiento sincero, que podía estar enfatizado por la exageración, y por eso podía extralimitarse y ser injusto. Pero siempre tenía una gracia que hacía que uno debiera perdonarlo. No digo que lo hayan perdonado, pero uno debe perdonar, porque es como una contribución a la literatura, una cosa inteligente. Borges nunca dijo zonceras. Yo no puedo aspirar a eso porque no tengo esa libertad de pensar rápidamente una cosa y que salga como salía en Borges.
-Eso le trajo problemas a Borges.
-Es secundario que las cosas traigan problemas o no. En el diccionario de Borges se dice: "Pinochet era un caballero" o "Yo he tenido un gran placer de darle la mano". Cómo no van a traer consecuencias esas cosas con media humanidad aborreciendo a Pinochet. Pero de algún modo, Borges lo decía a sabiendas porque no le importaba ser injusto: que se joroben. Pero yo no tengo esa capacidad ni la aptitud de ver las cosas así. Yo. estoy más convencido de la realidad de la vida, aunque en el fondo pienso que vamos a desaparecer todos, los Pinochet y nosotros y Dante y Shakespeare, y que se acabará el mundo y será como si no hubiéramos existido de ninguna manera, pero de ninguna manera. Parecería que las reglas del juego consisten en creer que las cosas tienen trascendencia y que esta vidita ridícula que tenemos hay que tomarla en serio y no hay que decir ciertas cosas. Mi criterio en general es tratar de no apenar a personas por una frivolidad mía, porque el sentimiento existe y la pena es real mientras se tiene. Ya el mundo es bastante duro. No soy sentimental, pero creo que ese pequeño sentimentalismo hay que admitirlo para que no sea tan inhospitalario el mundo. Son como cortesías. Se prescinde del prójimo totalmente. Claro, en un país en el que hemos perdido absolutamente la fe en los gobiernos y creemos que los gobiernos son estúpidos o mentirosos, cada argentino hace lo posible por sobrevivir como puede. Una sociedad así no puede andar. Esa es una de las razones por las cuales seguramente la Argentina no marcha, porque no puede marchar una sociedad en la que cada persona trata subrepticiamente de hacer lo que le conviene. Creo que los políticos son muy desleales, lo que quieren es llegar ellos, cada uno, y los pactos y la lealtad al amigo se van al diablo, ¿no?
-Usted dice que los políticos son los únicos autorizados para mentir.
-Todo el mundo sabe que mienten, pero eso no los desacredita, y al resto de la población sí. Tratamos de tener una coherencia en la vida, y ellos no. Los gobernantes tienen algo inexplicable para mí que es el ansia de poder, algo horrible y muy estúpido que los lleva a cometer esas tonterías.
-El político honesto busca otra trascendencia, distinta de la del escritor, que vuelve a vivir cuando lo leen.
-Pero ¿a quién engañan con eso? Si me van a leer cuando yo esté muerto, voy a aprovechar poquísimo.
-No cree en esa trascendencia .
-[Exaltado] Será el fin del mundo para mí, porque el fin del mundo para cada persona ocurre con su muerte. Soy suficientemente honesto y buena persona como para desear que este mundo sea lo mejor, pero no tan orgulloso como para creer que mi obra va a mejorar al mundo. Mi obra me puede traer satisfacción cuando estoy vivo, cuando la hago, es tan agradable.
-En cierta medida no habrá muerto del todo cada vez que alguien lo lea.
-Esa cierta medida es mínima. Bioy Casares va a haber muerto [ríe]. Salvo para los lectores, sí, sí [concediendo], pero es una fantasmagoría decir que yo también he sido amigo de Wells, de Stendhal, de Lucio Mansilla. Bueno [ríe], soy bastante amigo de ellos, pero ellos no saben de mi amistad. No, ésas son ilusiones. O casi una ambición de poder.
-¿Por qué escribe?
-Uno empieza a escribir porque le gusta, nada más. Y después tiene la revelación de que escribir da... sentido a la vida. Además [conmovido], da mucha fuerza. Pienso que hasta las cosas desagradables que me pasan, si son interesantes, se transforman en algo grato porque me permiten escribir y contarlas.
-¿Escribir es vivir otras vidas?
-Es como tener otra vida, puede ser. Otra vida hecha con la misma vida. Agregamos cuartos a nuestra casa. A veces, a las casas de los demás. Alguna vez dije que para soportar la historia contemporánea lo mejor era escribirla. Con la vida tal vez pasa algo así. Quiero decir que si no tuviéramos el consuelo de comentarla, la vida sería más dura.
-¿Así se da sentido a la...?
-No, el sentido de la vida me parece que es vacío.
-¿Porque no hay nada después de la muerte?
-Porque no hay nada después y todo se borrará.
-Sí, casi es inexplicable para mí también, porque mi actividad y hasta mis ensoñaciones eran deportivas. Pero cuando algo me golpeaba mucho, mi reacción era planear un libro. Estaba enamorado de una chica y no me llevaba el apunte, y entonces, sufriendo, pensaba escribir un libro.
-¿A qué edad?
-A los doce años.
-¿Cuántos años tiene?
-Setenta y dos... Qué asco.
-Se lo ve muy bien.
-Eso dicen los que están afuera. Yo, que estoy adentro. Cuando me dicen que no me quitan lo bailado, yo digo, "pero sobre todo no me lo devuelven", que es lo único que me interesa. Haberlo bailado... [sonríe]
-¿No se siente recompensado por tener una obra reconocida?
-Mire, uno se deja convencer un poco, pero en el fondo sabe cómo la hizo.
-¿Cómo la hizo?
-Escribir me cuesta trabajo. Si bien cuando concluyo un libro creo que ya sé escribir y escribiré el próximo rápidamente, cuando lo empiezo tengo las mismas dificultades de siempre y debo descubrir cómo escribirlo. Muchas veces he dejado libros inconclusos porque iban por mal camino. A los 17 o 22 años era lógico, pero me sucede ahora.
-¿Corrige mucho?
-Hago muchísimas correcciones, y no me gustan mucho los reportajes porque llevan a la publicación de borradores, y mis borradores son malos, lo sé. Alguien dijo alguna vez: "Denme un borrador y podré escribir un buen libro". Creo en eso.
-A algunos escritores no les gusta hablar de sus dificultades.
-No es fácil escribir, no es fácil. He escrito tantos relatos que, aunque tengo las dificultades de siempre, por lo menos no tengo la sensación de estar viéndome desde afuera cuando escribo. Últimamente tuve que escribir un prólogo para una antología de relatos fantásticos rioplatenses y me costó muchísimo. Con los relatos estoy más en mi terreno y escribo con más naturalidad. Empecé a escribirlos, como le dije, a los doce años, y estoy escribiendo relatos.
-¿El estilo le preocupa?
-Muchísimo, pero creo que el argumento es parte de la técnica porque, ¿en qué consiste la técnica? En cómo contar las cosas, ¿en primera o en tercera persona? La técnica es: ¿frases largas o frases cortas? Pensé muchísimo en la técnica del cuento y la novela y creo que ante cada cuento hay que pensar qué técnica le conviene a uno para ese cuento. Casi hay que inventarla. Hay buenas recetas y casi todas vienen de Horacio: las unidades son verdad. No sé por qué, pero conviene que un argumento tenga un tema central, conviene que tenga un héroe, conviene que la historia sea contada por una persona. Ya sé que están La piedra lunar y otros buenos libros contados por muchas voces, pero parecería que es más fácil acertar contando las cosas con una sola voz. Si en una historia está el campo, las cosas deben mirar al campo; si hay una creación musical, deben mirar hacia la realidad musical. Y tiene que haber sorpresas, pero no muy grandes como para ser increíbles. Tienen que estar preparadas, pero no como para que el lector diga: "Sabía que venía esto". Es una cuestión de tino. La verdad se aprende. Los candidatos a aprendices pedimos que se nos acorte el camino, y en nada se puede acortarlo. Hay que tener malas experiencias y aprender de ellas.
-Usted no tiene el drama de los escritores pobres de ideas.
-Por suerte, eso no me falla. Parece una pedantería, pero la compenso diciendo que me cuesta escribir y que tardo muchísimo en escribir un libro más o menos simple. Pero invento con rapidez. Ahora, no siempre me precipito a escribir lo que he inventado. A veces sí, cuando tengo una especie de compulsión y siento una suerte de placer que me dan los personajes, la situación, todo. Pero hay veces en que un argumento me acompaña quince años o más. Y veo con alegría y perplejidad que son los que salen mejor.
-¿Escribió el cuento En memoria de Paulina al poco tiempo de surgir la idea o la dejó madurar?
-No, fue más bien una inspiración concentrada. Nunca he hecho mucha vida social-literaria, pero en aquel momento fui un poco a reuniones literarias y encontré personajes que me sugirieron el personaje que le roba la amante al protagonista del cuento.
-¿Tuvo alguna intención catártica ante alguna situación personal? Perdón si es un poco íntima la pregunta.
-Nooo, ¿por qué? A mí me asombran los escritores que no quieren hablar de algunas cosas. Escribir consiste en hablar de todo. Pienso que todo lo que he escrito está escrito para ser publicado, y lo que no está escrito para ser publicado es demasiado malo [ríe]. Probablemente sí, probablemente sería de algún amor desdichado.
-Parecería que tuvo una vida amorosa desdichada, pero creo que no es así.
-No, no, pero la más interesante como tema para la literatura es la desdichada. Y mis primeras armas en el amor fueron desdichadísimas. Un novelista, un cuentista, es un antropófago que, además, se come a sí mismo. Uno aprovecha todo.
-Y goza al escribir.
-Ah, lo disfruto, y si cuento cosas atroces, estoy contentísimo. si me salen bien.
-Y al mismo tiempo le cuesta escribir.
-Sí, al principio tengo la perplejidad de no poder contar la historia. Nunca sufro el pánico a la hoja en blanco. Un pánico menos. Siempre tengo cosas que poner en la hoja. Lo que a veces no encuentro es la manera de ponerlas gratamente, porque pienso en el lector y tengo en cuenta que la primera frase no desemboca de modo fluido en la segunda, y además no estoy diciendo exactamente lo que quiero. Conozco todas esas torpezas.
-Me decía antes de empezar que está triste o enojado con la Argentina.
-He vivido en una Argentina que miraba con compasión a la Europa aquejada de pobreza incurable, y ahora veo esa Europa llena de juventud y prosperidad, y nosotros estamos vetustos y desanimados. La Argentina nos ofrece la tentación de creer que estamos en un destino del que no podemos salir.
-¿Cree en el destino?
-No, para nada. Tenemos una cantidad de prejuicios que no nos permiten reaccionar.
-¿Cuáles?
-La Argentina fue grande mientras creyó que era un país abierto. Creía que su tradición era la de Europa. Éramos los europeos del Sur. Y de pronto hemos querido ser folklóricos con un mínimo folklore argentino y hacer una civilización de ese mínimo folklore. Me parecía un país incontenible la Argentina. Recuerdo venir de Europa y ver Buenos Aires magnífica, limpia y generosa. Esos trabajadores habían hecho un país rico en el que la movilidad social era real. Las personas que venían pobres pasaban de una clase social a otra. Bueno, todo eso se podía hacer, y nada de eso puede hacerse.
-¿Cuál es el verdadero país? ¿Aquél o éste?
-Pero por qué va a ser éste el verdadero cuando Italia y España padecían en un destino de pobreza y guerras. Vivimos una novela de Eça de Queiroz. Somos bastante inteligentes, nos reímos de las cosas y estamos en la decadencia [ríe].
-¿Qué opina de los juicios a los militares?
-Qué lastima que me pida hablar de eso porque es un jardín de odios. Ahí se riega un odio y otro odio. Creo que los militares fueron muy crueles con sus prisioneros. De algún modo, revivieron la Mazorca de Rosas. Ahora, creo que los terroristas son los padres de los militares que han hecho todas esas cosas. Porque sin terrorismo no se hubiera sentido la necesidad, o la aparente necesidad, de estos represores.
-La Justicia sostiene que al tener los militares el poder estatal, tendrían que haber actuado con la ley.
-Desde luego, creo que la Justicia tiene toda la razón, pero no sé cómo vamos a terminar con esto. Ni las víctimas tienen ganas de perdonar, ni los castigados por la Justicia ni sus sucesores van a tener ganas de perdonar. Viviremos en un mundo de odios como en Sicilia: dos bandos de mafia.
-¿Le parece que la mayoría de la gente tiene grandes resentimientos?
-Ojalá que no, porque es como si el odio hubiera encontrado muy justificados estímulos en este país a lo largo del tiempo, pero los estímulos pasan y el odio queda. En un tema en el que hay gente que tiene muertos no quiero decir una cosa que parezca frívola, que no parezca pensada. No me importa que me condenen por lo que pienso. Pero lo que no quisiera es ofender por una especie de frivolidad que da la espontaneidad y la necesidad de salir del momento.
-Usted es alguien importante y su opinión sobre los juicios es importante.
-Hay que tener cuidado de no ser frívolo, salvo que uno haga una frivolidad que se convierta en una especie de literatura o paraliteratura, como hizo Borges. Pero las cosas que Borges decía siempre correspondían a su pensamiento sincero, que podía estar enfatizado por la exageración, y por eso podía extralimitarse y ser injusto. Pero siempre tenía una gracia que hacía que uno debiera perdonarlo. No digo que lo hayan perdonado, pero uno debe perdonar, porque es como una contribución a la literatura, una cosa inteligente. Borges nunca dijo zonceras. Yo no puedo aspirar a eso porque no tengo esa libertad de pensar rápidamente una cosa y que salga como salía en Borges.
-Eso le trajo problemas a Borges.
-Es secundario que las cosas traigan problemas o no. En el diccionario de Borges se dice: "Pinochet era un caballero" o "Yo he tenido un gran placer de darle la mano". Cómo no van a traer consecuencias esas cosas con media humanidad aborreciendo a Pinochet. Pero de algún modo, Borges lo decía a sabiendas porque no le importaba ser injusto: que se joroben. Pero yo no tengo esa capacidad ni la aptitud de ver las cosas así. Yo. estoy más convencido de la realidad de la vida, aunque en el fondo pienso que vamos a desaparecer todos, los Pinochet y nosotros y Dante y Shakespeare, y que se acabará el mundo y será como si no hubiéramos existido de ninguna manera, pero de ninguna manera. Parecería que las reglas del juego consisten en creer que las cosas tienen trascendencia y que esta vidita ridícula que tenemos hay que tomarla en serio y no hay que decir ciertas cosas. Mi criterio en general es tratar de no apenar a personas por una frivolidad mía, porque el sentimiento existe y la pena es real mientras se tiene. Ya el mundo es bastante duro. No soy sentimental, pero creo que ese pequeño sentimentalismo hay que admitirlo para que no sea tan inhospitalario el mundo. Son como cortesías. Se prescinde del prójimo totalmente. Claro, en un país en el que hemos perdido absolutamente la fe en los gobiernos y creemos que los gobiernos son estúpidos o mentirosos, cada argentino hace lo posible por sobrevivir como puede. Una sociedad así no puede andar. Esa es una de las razones por las cuales seguramente la Argentina no marcha, porque no puede marchar una sociedad en la que cada persona trata subrepticiamente de hacer lo que le conviene. Creo que los políticos son muy desleales, lo que quieren es llegar ellos, cada uno, y los pactos y la lealtad al amigo se van al diablo, ¿no?
-Usted dice que los políticos son los únicos autorizados para mentir.
-Todo el mundo sabe que mienten, pero eso no los desacredita, y al resto de la población sí. Tratamos de tener una coherencia en la vida, y ellos no. Los gobernantes tienen algo inexplicable para mí que es el ansia de poder, algo horrible y muy estúpido que los lleva a cometer esas tonterías.
-El político honesto busca otra trascendencia, distinta de la del escritor, que vuelve a vivir cuando lo leen.
-Pero ¿a quién engañan con eso? Si me van a leer cuando yo esté muerto, voy a aprovechar poquísimo.
-No cree en esa trascendencia .
-[Exaltado] Será el fin del mundo para mí, porque el fin del mundo para cada persona ocurre con su muerte. Soy suficientemente honesto y buena persona como para desear que este mundo sea lo mejor, pero no tan orgulloso como para creer que mi obra va a mejorar al mundo. Mi obra me puede traer satisfacción cuando estoy vivo, cuando la hago, es tan agradable.
-En cierta medida no habrá muerto del todo cada vez que alguien lo lea.
-Esa cierta medida es mínima. Bioy Casares va a haber muerto [ríe]. Salvo para los lectores, sí, sí [concediendo], pero es una fantasmagoría decir que yo también he sido amigo de Wells, de Stendhal, de Lucio Mansilla. Bueno [ríe], soy bastante amigo de ellos, pero ellos no saben de mi amistad. No, ésas son ilusiones. O casi una ambición de poder.
-¿Por qué escribe?
-Uno empieza a escribir porque le gusta, nada más. Y después tiene la revelación de que escribir da... sentido a la vida. Además [conmovido], da mucha fuerza. Pienso que hasta las cosas desagradables que me pasan, si son interesantes, se transforman en algo grato porque me permiten escribir y contarlas.
-¿Escribir es vivir otras vidas?
-Es como tener otra vida, puede ser. Otra vida hecha con la misma vida. Agregamos cuartos a nuestra casa. A veces, a las casas de los demás. Alguna vez dije que para soportar la historia contemporánea lo mejor era escribirla. Con la vida tal vez pasa algo así. Quiero decir que si no tuviéramos el consuelo de comentarla, la vida sería más dura.
-¿Así se da sentido a la...?
-No, el sentido de la vida me parece que es vacío.
-¿Porque no hay nada después de la muerte?
-Porque no hay nada después y todo se borrará.
bio
Profesión: escritor
El amor esquivo, la vejez, la muerte y el anhelo de inmortalidad son los temas con los que Bioy Casares tejió algunos de las mejores novelas y cuentos fantásticos contemporáneos, como los relatos "En memoria de Paulina" y "La trama celeste", y las novelas "La invención de Morel", "Plan de evasión" y "El sueño de los héroes", que es una feroz pintura de la veta violenta de la Argentina.
El amor esquivo, la vejez, la muerte y el anhelo de inmortalidad son los temas con los que Bioy Casares tejió algunos de las mejores novelas y cuentos fantásticos contemporáneos, como los relatos "En memoria de Paulina" y "La trama celeste", y las novelas "La invención de Morel", "Plan de evasión" y "El sueño de los héroes", que es una feroz pintura de la veta violenta de la Argentina.
Fuente: lanacion.com
ORDENAN DEVOLVER CUADROS CONFISCADOS
BAJO SOSPECHA DE HABER SIDO ROBADOS POR LOS NAZIS
Cornelius Gurlitt haciendo compras |
La Justicia alemana ordenó sorpresivamente devolver de inmediato
400 de los 1.400 cuadros encontrados y confiscados en una vivienda de
Munich al hombre que los tenía en su poder. Cornelius Gurlitt debe
recuperar cuanto antes aquellas obras que “le pertenecen fuera de toda
duda” y que no están siendo investigadas como posibles casos de cuadros
robados por los nazis a coleccionistas judíos, señaló el fiscal general
de Augsburgo, Reinhard Nemetz.
El fiscal ordenó crear un equipo de
expertos que investigará y esclarecerá el origen de los cuadros de la
valiosa colección, que Gurlitt heredó de su padre, un conocido marchante
con buenos contactos con el régimen nazi.
Según el estado actual
de la investigación, algo más de 400 obras fueron adquiridas de forma
legal y pertenecen a Gurlitt. El origen del resto debe ser aclarado para
determinar si fueron robadas a judíos o confiscadas a museos por los
nazis como “arte degenerado”.
En una entrevista publicada el fin
de semana por el semanario “Der Spiegel”, Gurlitt, de 80 años, dejó
claro que no devolvería de forma voluntaria ni uno solo de los cuadros y
reclamó que le fuesen devueltos de inmediato.
El inusual hallazgo
del tesoro en poder de Gurlitt fue difundido a principios de mes por
una revista, pero se produjo en febrero de 2012, cuando la policía
aduanera encontró por casualidad un total de 1.406 pinturas de grandes
maestros en una casa del anciano, en Munich.
La colección incluye
obras de Pablo Picasso, Paul Klee y Hénri Matisse, algunas de ellas
hasta ahora desconocidas. Los cuadros fueron confiscados y la fiscalía
de Augsburgo investiga a Gurlitt por sospecha de evasión fiscal y
desfalco.
Pese al anuncio del fiscal del caso, la devolución de
las obras a Gurlitt plantea diversos problemas legales y prácticos,
según diversos expertos. Gurlitt no podría volver a guardar las obras en
su casa porque no tiene seguridad suficiente para protegerlas de robos.
Su dirección ya es bien conocida y las piezas tienen un inmenso valor.
Las primeras estimaciones consideraban que la colección completa vale
alrededor de 1.000 millones de euros (unos 1.300 millones de dólares).
Los herederos del conocido marchant judío Alfred Flechtheim reclamaron
una ley que regule la devolución de obras de arte robadas por los nazis.
Fuente texto: clarin.com
TECNOLOGÍA Y POESÍA SE CRUZAN EN ROSARIO
Muestra itinerante. Artistas seleccionados del Programa Interactivos De Fundación Telefónica muestran sus trabajos en el Museo Castagnino.
La magia se esconde en mecanismos simples con un gran impacto que logran seducir y conmover al espectador. |
Por Marina Oybin
Estamos en Variaciones Tecnológicas II , en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, en Rosario, donde con curaduría de Marcelo Marzoni se exhiben las obras de seis jóvenes artistas argentinos seleccionados en el Programa Interactivos 2011 y 2012. Las obras, producidas por el Espacio Fundación Telefónica, integran un proyecto de muestra itinerante que recorrerá distintas ciudades del país. Con la coordinación de Rodrigo Alonso y Mariano Sardón, los artistas trabajaron en un proyecto de su autoría, desarrollando tanto el eje conceptual como la potencialidad de realización a nivel técnico y expositivo.
En un ambiente en penumbras, una serie de nidos de hornero iluminados con LEDS generan colores diferentes de acuerdo al tiempo en cuatro ciudades de nuestro país. Día a día, el pronóstico se actualiza en tiempo real. Según el sol o la lluvia, el nido muta a rosa o celeste. “4 nidos de horneros”, que integra la serie (volver a casa) , surgió de una dolorosa experiencia que vivió Fabián Nonino, el creador de esta obra: esos cuatro nidos simbolizan las cuatro ciudades donde fueron enviados Nonino –cuando apenas tenía diez años– y sus hermanos cuando su padre murió. Su madre, cuenta el artista, los separó sin decirles dónde estaban los otros hermanos. “Cuando hablábamos entre nosotros el primer tema de conversación era el clima”, recuerda. Así surgió su poético programa “Meteorón”, un dispositivo ideado para rastrear el clima en distintos sitios.
En un ambiente en penumbras, una serie de nidos de hornero iluminados con LEDS generan colores diferentes de acuerdo al tiempo en cuatro ciudades de nuestro país. Día a día, el pronóstico se actualiza en tiempo real. Según el sol o la lluvia, el nido muta a rosa o celeste. “4 nidos de horneros”, que integra la serie (volver a casa) , surgió de una dolorosa experiencia que vivió Fabián Nonino, el creador de esta obra: esos cuatro nidos simbolizan las cuatro ciudades donde fueron enviados Nonino –cuando apenas tenía diez años– y sus hermanos cuando su padre murió. Su madre, cuenta el artista, los separó sin decirles dónde estaban los otros hermanos. “Cuando hablábamos entre nosotros el primer tema de conversación era el clima”, recuerda. Así surgió su poético programa “Meteorón”, un dispositivo ideado para rastrear el clima en distintos sitios.
“Pensé en la casa ideal para ellos. Estos nidos de hornero satisfacen para siempre toda la carencia que alguna vez imaginé”, dice el artista, que encontró los nidos en los postes de los alambrados de Morrison, un pueblo de Córdoba de unos tres mil habitantes donde nació, y en el que volvieron a reencontrarse los hermanos.
Hay también un autorretrato de su padre hecho con papeles. En cada hoja de color registró un día y un recuerdo inventado y deseado: diálogos e imágenes que le gustaría que hubiesen existido conforman este retrato efímero y al mismo tiempo potente. Uno se encuentra con amorosas conversaciones entre padre e hijo, fechadas y con su potencial pronóstico de tiempo. “Con la muerte de mi papá, se borraron todos mis recuerdos de él”, confiesa el artista, que luego siguió trabajando con la figura de su padre en otras obras tan conmovedoras como ésta.
“AQUÍ. Una canción en la superficie hipertemporal” es una canción interactiva, una obra realizada por los artistas sonoros Hernán Kerlleñevich y Mene Savasta Alsina, quienes recibieron una mención honorífica en el Prix Ars Electronica 2013 (Austria). Además, este colectivo artístico estuvo a cargo del diseño y edición de sonido de la instalación que Nicola Costantino presentó este año en la Bienal de Venecia.
Para hacer esta obra, los artistas se preguntaron qué pasaría si los sonidos ocuparan un espacio: la instalación propone una canción interactiva que requiere del movimiento del espectador para ser compuesta de múltiples maneras. Hay tantas creaciones musicales como posibles recorridos: el visitante se transforma en una especie de cursor, y varios espectadores crean una polifonía singular.
La instalación avanza en el cruce de distintas disciplinas, incluyendo el trabajo del compositor y el artista visual. Un dato a tener en cuenta: está hecha con software libre, accesible para cualquiera.
Seguimos. Con monitores, reproductores de DVD, cables y parlantes, “Canción dormida/tríptico para el tesorero de la noche” es la instalación de Leonello Zambón. La idea surgió cuando Zambón escuchó a una amiga tocar al piano “Gaspar de la nuit”, de Ravel: “Una pieza oscura, taciturna. Pero a la vez compleja, bella y ambiciosa. Hoy pienso esta pieza como una suerte de premonición sobre la enfermedad que paulatinamente le impediría escribir música. En sus últimos años de vida, la afasia le haría perder la capacidad de leer y escribir. Ravel podía seguir escuchando música nueva en su cabeza, ya no podía traducirla a un lenguaje y una estructura formal reconocibles. Poco a poco su cuerpo también se disolvería en medio de esta disolución del lenguaje”, dice Zambón.
En “Las seis ideas” (2013), Juan Rey trabaja con placas de circuito impreso con la imagen de seis bollos de papel descritos por delgadas líneas de cobre, pequeños paneles fotovoltaicos y LED. Ante una fuente de luz, el sistema adquiere vida: los paneles generan un pulso eléctrico que circula por las líneas de cobre. Sólo con una pequeña fuente de luz natural o artificial se completa el circuito. La tecnología electrónica deviene textura visual. Con elementos tecnológicos y en formato clásico (se conserva el marco del cuadro tradicional), Rey utiliza dispositivos simples que no necesitan estar conectados a la red.
“Dandelion” es una escultura sonora automática de madera con tubos de cobre. En esta bella obra flotante, Oliverio Duhalde trabajó con tecnología de principios de siglo XX. Inspirado en la semilla del dandelion, por estas pampas conocido como “panadero”, Duhalde desató una escultura sonora pensando en el comportamiento celular. Con la presencia del espectador, la obra cobra vida: la escultura empieza a sonar a través de la ejecución de un algoritmo basado en conceptos biológicos. Sonidos como campanadas se propagan en la sala. Cada vez que alguien entra, la secuencia de sonidos que se genera es diferente. Después de un rato, exhausto, el organismo descansa: impera el silencio.
En las salas del Museo de Bellas Artes Castagnino, hay que caminar, detenerse, dejar que el cuerpo juegue libre. Escuchar. Uno descubre que en las obras expuestas las tecnologías aplicadas no son complejas ni sofisticadas. La magia se esconde en mecanismos simples con un gran impacto: logran seducir y conmover al espectador.
FICHA
Varios artistas. Variaciones tecnológicas.
Lugar: Museo Castagnino. Av. Pellegrini 2202, Rosario.
Fecha: Hasta el 15 de diciembre.
Horario: Lunes, miércoles, jueves y viernes de 14 a 20. Sábados y domingos de 13 a 19.
Entrada: Adultos $7. Menores de 12, gratis.
Fuente: Revista Ñ Clarín
DAVID HOCKNEY REGRESA CON UN ESTALLIDO DE COLORES
A los 76 años, y después de un año sombrío que incluyó un ACV y la muerte de uno de sus asistentes en su propia casa, el pintor inglés exhibe en California su retrospectiva 'David Hockney: A Bigger Exhibition', en la que regresa al color.
Tras un ACV, una renovada inspiración. |
Por JORI FINKEL
The New York Times
Sería difícil darse cuenta ante semejante volumen de trabajo, pero David Hockney, que tiene actualmente 76 años, ha vivido un año complicado. En octubre pasado, el celebrado artista británico tuvo un accidente cerebrovascular que durante un tiempo lo dejó totalmente incapaz de completar sus frases. En marzo, uno de los asistentes de su estudio, East Yorkshire, parte de un círculo muy estrecho de colaboradores, ayudantes y ex amantes, murió en la casa de Hockney después de beber limpiador para desagües tras una borrachera. Y lentamente pero sin pausa, la sordera hereditaria de Hockey ha ido progresando al punto de hacerlo depender considerablemente de audífonos y aun así debe inclinarse para poder seguir las conversaciones.
De modo que no sorprende del todo que Hockney, uno de los coloristas más grandes después de Matisse, terminara trabajando exclusivamente en blanco y negro. Dejó de usar su iPad como diario visual en el que realizaba bocetos llenos de color que hacía circular para deleite de sus amigos. Hasta su descripción de la llegada de la primavera en el campo de East Yorkshire resultó bastante sombría, con los árboles empinados y sus delgadas sombras grises representados con carbonilla en vez de la exuberante paleta verde y violeta que había utilizado para el mismo paisaje y la misma estación, apenas dos años antes.
Sin embargo, parte del encanto de Hockney como pintor –y como persona– es cierta resiliencia, una resistencia a abandonar el placer y la belleza de cara a los problemas. Y su regreso a California este verano, después de haber vivido y trabajado principalmente en Inglaterra durante los últimos ocho años, se ha visto acompañado por una vuelta al color: no a cualquier color, sino a algunos de los cerúleos y cobaltos de sus clásicas pinturas de piscinas de los años 1960.
“Los Ángeles tiene ese efecto en mí”, dijo Hockey. “La luz es 10 veces más brillante que en cualquier otra parte. Por eso Hollywood nació aquí. La luz natural fue fundamental para el cine en 1910.” Recientemente, Hockney estaba sentado en una sala en el Young Museum observando la instalación de su enorme retrospectiva. “David Hockney: A Bigger Exhibition”. La muestra, que permanecerá hasta el 20 de enero, presenta más de 300 obras realizadas desde 2002. “Siempre pensaba en volver por la muestra”, dijo Hockney, que ha conservado su casa en Hollywood Hills. “Pero es bueno estar otra vez en California. Me quedaré un tiempo.”
De modo que no sorprende del todo que Hockney, uno de los coloristas más grandes después de Matisse, terminara trabajando exclusivamente en blanco y negro. Dejó de usar su iPad como diario visual en el que realizaba bocetos llenos de color que hacía circular para deleite de sus amigos. Hasta su descripción de la llegada de la primavera en el campo de East Yorkshire resultó bastante sombría, con los árboles empinados y sus delgadas sombras grises representados con carbonilla en vez de la exuberante paleta verde y violeta que había utilizado para el mismo paisaje y la misma estación, apenas dos años antes.
Sin embargo, parte del encanto de Hockney como pintor –y como persona– es cierta resiliencia, una resistencia a abandonar el placer y la belleza de cara a los problemas. Y su regreso a California este verano, después de haber vivido y trabajado principalmente en Inglaterra durante los últimos ocho años, se ha visto acompañado por una vuelta al color: no a cualquier color, sino a algunos de los cerúleos y cobaltos de sus clásicas pinturas de piscinas de los años 1960.
“Los Ángeles tiene ese efecto en mí”, dijo Hockey. “La luz es 10 veces más brillante que en cualquier otra parte. Por eso Hollywood nació aquí. La luz natural fue fundamental para el cine en 1910.” Recientemente, Hockney estaba sentado en una sala en el Young Museum observando la instalación de su enorme retrospectiva. “David Hockney: A Bigger Exhibition”. La muestra, que permanecerá hasta el 20 de enero, presenta más de 300 obras realizadas desde 2002. “Siempre pensaba en volver por la muestra”, dijo Hockney, que ha conservado su casa en Hollywood Hills. “Pero es bueno estar otra vez en California. Me quedaré un tiempo.”
La primavera en East Yorkshire, con los árboles empinados y sus delgadas sombras grises representados con carbonilla. |
Con el paso de los decenios, Hockney trabajó a fondo en distintas series, cambiando de una técnica a otra –de pinturas a Polaroids, de escenografías a dibujos de línea intimistas, a acuarelas e imágenes digitales en iPads. Algunos de los nuevos trabajos, como un retrato de un amigo de Los Ángeles, Richard Sassin, son joviales. Pero en su mayoría transmiten una expresión más sombría. Y el primer retrato en color que hizo cuando regresó a California en julio constituye una fuerte manifestación de pesar. Muestra al principal asistente de su estudio, Jean-Pierre Gonçalves de Lima, hundido en una silla con la cabeza entre las manos y los codos apoyados sobre las piernas. La pose del modelo está inspirada en Van Gogh, a partir de su retrato de 1890 “En el umbral de la Eternidad” y una litografía anterior de un veterano de guerra. Hockney dijo que eligió esa postura para su modelo pensando en Dominic Elliott, su asistente de 23 años que murió en marzo.
“Esa primera pintura de Jean-Pierre con la cabeza entre las manos, todos nos sentíamos así en ese momento”, dijo. “Tuvimos una tragedia y sabíamos lo que era.”El plural queda flotando en el aire. ¿La pintura fue acaso una suerte de autorretrato? Después de una pausa, admitió “Pienso que fue un autorretrato”. Luego, quizás ansioso por pasar a otro tema, se volvió hacia otra pared donde había un cuadro posterior de Gonçalves de Lima, donde éste mira de frente al espectador con un cigarrillo en la mano. Sí, Hockney, famoso por sus enérgicas diatribas anti-anti-tabaquismo, admitió que sigue fumando.
“En el umbral de la eternidad” de Van Gogh justamente puede verse en la exposición. Al lado de cientos de otras obras que van desde 1350 hasta 1900, fue fotocopiada y pegada en lo que se conoce como “el Gran Muro” –una serie de paneles de 21 metros de largo que Hockney construyó en su estudio como ayuda visual cuando hacía la investigación para su libro publicado en 2011 “Secret Knowledge”. El libro argumenta que una amplia gama de pintores, desde Van Eyck hasta Caravaggio, utilizaron dispositivos como espejos curvos y la cámara oscura, que cambiaron el rumbo de la pintura en Occidente. Bailey dijo que el “Gran Muro”, que nunca había sido exhibido antes, le parece fascinante a la luz de los nexos de Hockney con los antiguos maestros y su gama de técnicas.
Una exuberante paleta verde y violeta para el mismo paisaje dos años antes. |
“A medida que envejece pienso que su comprensión y su compromiso con el arte del pasado no hace más que aumentar”, dijo Bailey. “Siente verdadero amor por la mirada atenta, profunda”. Hockney, naturalmente, tiene otra razón para exhibir “El gran Muro”: celebra cualquier oportunidad de exponer su teoría sobre óptica, que inicialmente resultó muy controversial.
Algunos académicos la rechazaron por falta de documentación histórica salvo raras excepciones, pero otros fueron más solidarios, y a él sigue pareciéndole que las pruebas visuales son contundentes. “No tiene más que mirar las sombras en las pinturas occidentales que se volvieron tan grandes en tiempos de Caravaggio”, a comienzos del siglo XVII, dijo entusiasmado. “No había sombras en el arte chino, japonés, persa o indio. Estoy seguro de que viene de la óptica”, agregó, señalando que los lentes requieren de una fuente de luz potente.
Su interés por la tecnología de la producción de imágenes también puede verse en sus dibujos en el iPhone y el iPad de estos últimos años, que han generado una admiración generalizada y una crítica puntual. El crítico londinense Adrian Searle escribió en una oportunidad “Hockney confunde, creo, tecnología con modernidad”. (Consultado sobre este comentario, el artista replicó con sequedad: “¿Qué es la modernidad? Seguramente sabe más que yo al respecto”.)
¿Hay alguna perspectiva de que David Hockney se retire?
“No”, dijo enfático. “Seguiré hasta que me caiga.”
Y a los pocos minutos, junto a su asistente, abandonó la sala como un chico: se iba a fumar un cigarrillo.
Fuente: Revista Ñ Clarín
MUCHO MÁS QUE UNA CASA JUNTO AL RÍO
La sede del Club de los Pescadores y su muelle, una historia y una postal de la Ciudad.
Chalet de estilo anglonormando. El proyecto de la sede en el Río de la Plata arrancó en 1926 con los socios juntando fondos. Se inauguró en 1937. |
Por Eduardo Parise
Si se lo encara como una cuestión de imagen y desde un punto de vista fotográfico, Buenos Aires tiene símbolos que la identifican. El Obelisco, el Puente Transbordador de la Boca, el Planetario, la Plaza de Mayo, el Palacio de las Aguas Corrientes son algunos de los que integran esa lista. Pero también hay otro edificio que forma parte de esos íconos porteños. El próximo 16 de enero cumplirá 77 años y, a pesar de unas cuantas sudestadas históricas (se recuerdan las de 1940, 1956, 1958, 1963 y 1989), sigue firme en el Río de la Plata y en la Costanera Norte. Es el edificio del Club de Pescadores.
Si se lo encara como una cuestión de imagen y desde un punto de vista fotográfico, Buenos Aires tiene símbolos que la identifican. El Obelisco, el Puente Transbordador de la Boca, el Planetario, la Plaza de Mayo, el Palacio de las Aguas Corrientes son algunos de los que integran esa lista. Pero también hay otro edificio que forma parte de esos íconos porteños. El próximo 16 de enero cumplirá 77 años y, a pesar de unas cuantas sudestadas históricas (se recuerdan las de 1940, 1956, 1958, 1963 y 1989), sigue firme en el Río de la Plata y en la Costanera Norte. Es el edificio del Club de Pescadores.
La inauguración oficial se hizo el 16 de enero de 1937, pero la primera gestión para construirlo ya se había realizado en julio de 1924. Es que los socios del club buscaban tener la sede y el muelle que reemplazara al primero que habían tenido a la altura de la calle Ayacucho. En ese lugar, al que se conocía como “el muelle de los franceses” (lo usaba una empresa carbonera de ese país para bajar sus cargas y llevarlas en tren hacia la zona de Retiro), se había fundado el club el 3 de agosto de 1903. Pero dos años después, una sudestada terminó con el muelle y la casilla que usaban.
En 1926 empezó la campaña para juntar fondos y así encarar el proyecto de la nueva sede, ya en la Costanera Norte, un sector de la Ciudad para el que el paisajista francés Jean Claude Forestier había pensado el desarrollo de un parque costero, desde Puerto Nuevo hasta el límite de la avenida General Paz. El plan sólo cumplió su primera etapa con la construcción de más de cinco kilómetros de costa con hormigón armado y el respectivo rellenado con tierra para hacer la avenida.
Así, en el Club de Pescadores deciden armar un Empréstito General Interno y Obligatorio para los 715 socios. La cuota social pasó de 3 a 10 pesos; se creó una única cuota obligatoria y extraordinaria de 50 pesos (se podía hacer en 10 pagos de 5 pesos) y se creó la categoría de Socio Vitalicio que, para serlo, debía abonar una cuota única de 500 pesos. Era mucha plata: un auto costaba mil pesos. Algunos socios decidieron dejar el club. Pero los que quedaron no aflojaron. El muelle ya era una realidad. Lo habían construido con pilotes de quebracho. Y la actividad crecía tanto que desde 1931 un colectivo llevaba a los socios desde Plaza Italia y un año después, el club había comprado en 700 pesos un Buick 11 con carrocería para verano e invierno, que hacía el mismo recorrido.
El chalet, dicen los especialistas, es de estilo anglonormando, más refinado que el viejo Tudor, originario de los finales de la arquitectura medieval. De todas maneras, se destacan sus puertas y ventanas altas y los techos con importante pendiente, una característica en ese tipo de construcción. El muelle mide 512 metros, luego de la extensión que se hizo con los últimos trabajos de rellenado destinados a ampliar la avenida Costanera. Por eso, el edificio ya casi no tiene agua debajo. Esa extensión se inauguró en agosto de 2010.
La sede del Club de Pescadores fue declarada Monumento Histórico Nacional el 11 de junio de 2001 (el presidente era Fernando De la Rúa). Allí, además de trofeos y otras colecciones, existe un importante acuario con especies típicas del Río de la Plata. También funciona un restaurante especializado en cocina mediterránea. Quienes lo frecuentan coinciden: tiene una vista al río que es espectacular. En la Ciudad hay otro chalet histórico con vista espectacular, pero más urbana. Es el famoso “chalecito” normando que Rafael Díaz, el dueño de una mueblería que llevaba su apellido, hizo construir sobre el edificio con entrada por Sarmiento 1113. El “chalecito” es vecino del Obelisco y aún se ve desde algunos sectores de la avenida la 9 de Julio. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.
CÓMO HACER ARTE CON UN CONTAINER QUE NO CABE
Está, incómodo, en una salita del Museo de Arte Moderno. Hace sentir la falta de lugar. |
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Enorme. Un prisma gigante atraviesa el espacio entero de una pequeña sala de museo. Como un barco encallado en la arena cuyos ángulos hacen tope con las paredes y se incrustan en ellas hasta dejar su volumen fijo, suspendido en el espacio.
¿Qué pasa cuando querés colocar algo en una habitación y no entra, y lo hacés igual pero de una manera estrambótica, totalmente disfuncional?
Pregunta Jorge Macchi y la respuesta está ahí, en el segundo subsuelo del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; se llama Container y es una instalación que el artista estará presentando hasta el 9 de febrero.
La idea es sencilla: una sala pequeña y completamente blanca alberga –como puede– un contenedor azul intenso. Uno de esos que fueron pensados para cruzar distancias trasladando objetos de un lugar a otro y que ahora, puesto que todos sus ángulos entraron inevitablemente en contacto con las paredes, el piso y el techo de la sala, resulta imposible mover. Uno de esos que acostumbran contener otros objetos dentro y que –aventuramos– ahora sólo contiene espacio vacío.
A Jorge Macchi le gusta cuestionar el espacio con estas paradojas; un objeto al límite se vuelve rígido, pero dinamiza nuestra propia percepción del espacio que ocupamos. Nos hace registrar cómo la presencia –y el tamaño- de otros cuerpos nos re-define, nos incomoda. Nos hace pensar en qué nos sucede cuando nos encontramos visual y corporalmente arrinconados.
“No me hubiera interesado poner simplemente una forma, es absolutamente necesaria esa experiencia con la realidad” cuenta el artista haciendo referencia a la condición contenedora del objeto entronizado: ha sido justamente su carácter utilitario el que permitió percibir la inutilidad –en esta ocasión– del container; como un impedimento, una obturación.
Tampoco resulta arbitrario que esta instalación se lleve a cabo en un museo –primero en el Kunstmuseum Luzern de Lucerna, Suiza y ahora en el de Arte Moderno de Buenos Aires–. Un museo es también, de alguna manera, una caja, un contenedor –a veces un tanto voraz– de objetos.
Container es entonces una experiencia rara y probablemente decepcionante para todo aquel que busque obtener de ella un sentido único, una moraleja.
Sin nada en la sala para escrutar más allá de las superficies lisas y ordinarias del objeto, es a su propia sensación de cuerpo a la que el espectador, absorto, se enfrenta ante la caja. Entonces la paradoja vuelve hacia nosotros con más fuerza: como si algo o alguien lo hubiera robado, en esa caja-museo a la que generalmente entramos olvidados de nuestro cuerpo, concentrados en nuestra cabeza –más precisamente en nuestros ojos, censores y medida de todas las cosas– otra caja, una incómoda, pero con la rotundidad y el desenfado que sólo las cosas enormes pueden tener, nos devuelve en la opresión de la falta de espacio, el cuerpo que somos.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
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