"PENSÉ QUE IBA A VOLVER A VIVIR A LA ARGENTINA,
PERO ME DESILUSIONÉ MUCHO"

El pintor cordobés Antonio Seguí reside en Francia desde hace 50 años. Eligió quedarse, resultado de una decepción -según cuenta- por el maltrato que él y su obra recibieron en su tierra natal. 

Antonio Seguí



El mensaje. “Una vez que el cuadro esta hecho, me interesa que cada espectador se construya su propia historia con esa imagen”, dice Seguí.


Paris. Corresponsal 

Por María Laura Avignolo


El Maestro cordobés Antonio Seguí ha decidido que París es el lugar donde va a vivir para siempre. Al cumplir 50 años en esta ciudad y cuando sus esculturas se exhiben por primera vez en la Galería de la Embajada argentina en París, tomó “hace poco tiempo” una resolución dolorosa y fruto de una desilusión. Francia será su casa. Córdoba, el lugar de su infancia, de donde extraña sus olores, sus sabores, sus amigos, le dio la espalda a su exposición mas importante: la de toda su obra. No quisieron llevarla, en un gesto mezquino, de estudiado desinterés, cuando ya estaba exponiéndose en Argentina y sus provincias. Una decisión que le molesta y le duele. La misma suerte corrió su fundación cordobesa, a donde había donado su colección personal, grabados, obras de sus amigos artistas, parte de su colección valiosa de arte primitivo africano, precolombino y de Oceanía y hasta habían conseguido una casa para hacer un centro de arte contemporáneo en Córdoba. “No se interesaron ni los artistas” dice con bronca y perplejidad. “Hasta robaron algunas cosas, según dicen los diarios”, cuenta. En su atelier de Arcueil, entre sus pinturas, pinceles y su última serie, al tema se lo saca de adentro, como una confesión a sí mismo:”Yo vivo en París. En una época pensé lo contrario”.
¿Qué lo decidió?

Tuve que elegir un día y no pensar más que iba a volver a la Argentina. Lo pensé muchas veces y me desilusioné mucho más de lo que yo creo merecer.
¿Vive en París y sus visitas en Argentina son vacaciones?

No tanto vacaciones. Hago cosas que no hago acá. Pero no tengo vocación de turista tampoco. Además tengo necesidad de los olores de allá, de los lugares donde pasé mi infancia, que tanto me han marcado.
Pero esa sensación que todos tenemos de que un día vamos a poder volver, ¿usted la resolvió?

No hace mucho tiempo.
¿Y qué fue lo que lo decidió?

Muchas cosas. Yo pensé siempre que, por el hecho de haberme construido mi infancia en ese lugar, debería colaborar con algo, hacer algo positivo. Y yo llegué en la época de Angeloz (en Córdoba) después de 10 años de no poder ir. Hablé con la gente que estaba en ese momento en el gobierno. Quise hacer un centro de arte contemporáneo. Conseguí muchas obras de mi gente, compañeros y artistas. Les di una colección de grabados. Conseguí que el gobierno de Mitterrand me regalara una gran caja de ejemplares, que se hicieron para el sesquicentenario. Se hicieron 30 ejemplares, que se repartieron a 50 museos del mundo y uno fue Cordoba. Los laboratorios Pfizer hicieron una colección de 25 grabados enormes de una gran calidad, de los que se hicieron 10 ejemplares y uno fue a Córdoba. Quería hacer allí algo positivo. Creía que en Argentina no hay un lugar para ver lo que se hizo en la prehistoria nuestra. Yo tenía cosas peruanas y me dije : “¿por qué no hacer una sala con arte precolombino, arte africano y arte de Oceanía y dedicarle el resto a la pintura joven?”. Pero que sea un lugar de experimentación, con atelier. Conseguimos la casa y no me ayudaron ni los artistas.
¡Qué decepción ...!

Y creo que sí. Fue una gran decepción. Y a esa se sumó que, hace cinco años, hicieron en Buenos Aires mi exposición en Recoleta y en la Fundación Borges. Eran cuadros desde 1954 hasta ahora. Muchos prestados. Es decir: es una exposición que no puedo volver a armar. Fue a Rosario, a Neuquén. Y yo pensaba que iba a ir a Córdoba. Y el gobierno de Córdoba dijo que no les interesaba.
¿Cómo quiere mostrar sus obras, su herencia cultural?

Yo lo he previsto, porque toda mi obra plástica se la he ido dando al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
¿Usted cree que ese proyecto en Córdoba podría volver a repetirse?

Sí, pero a mí no me gustaría ser más cómplice. La gente con mi carácter … Che!
Usted está presentando sus esculturas en la pequeña galería de la embajada argentina en París. Esta vez sus hombrecitos se escaparon del cuadro. ¿Qué pasó?

Yo hice escultura siempre de joven. En un momento dado no podía hacer las dos cosas juntas. Últimamente me encontré con una técnica que me convenía mucho, que son más que esculturas, perfiles. Y me he divertido mucho haciéndolo.
¿Por qué pinta usted?

Es lo que más me divierte.
En sus obras aparece el sombrero, el traje, el hombrecito ¿Qué significan?

Yo digo muy seguido que la memoria de mi infancia está muy presente en mi trabajo. Cuando me preguntan por qué no hay muchas mujeres en la calle, yo les digo: porque en mi época las mujeres no salían. ¿Por qué usan sombrero los hombrecitos? Yo no me acuerdo haber visto a mi padre o a mi abuelo salir sin sombrero.
¿El humor es fundamental en su obra?

De eso no soy responsable. Hagan responsable a Córdoba, el lugar donde nací.
Usted ha pasado de la denuncia fuerte de los ‘60 al humor ...

Yo he tenido siempre necesidad de cambiar de todas formas. Aunque siento que en mi trabajo hay un hilo comunicante. Pero generalmente he trabajado por series. Trato de que cada serie tenga matices diferentes. Eso me pone mejor. Me rejuvenecen espiritualmente los ‘60. En ellos esa denuncia está más escondida, pero está el mismo mensaje.
¿Y qué es lo que quiere decir cuando pinta?¿O no le interesa tanto el mensaje?

No, yo quiero hacer cuadros. Una vez que el cuadro está hecho, lo que me interesa es que cada espectador se construya una historia con la imagen que le estoy presentando.
Su amor por su colección africana de arte primitivo o precolombino ¿influyó en su decisión de inclinarse más por la escultura?

No, para nada. En ningún momento ni una ni la otra han tenido influencia en mi trabajo. Pero yo me alimento con ellos. Forman parte de mi vida desde hace muchos años. Yo no le puedo dar una explicación razonable pero no puedo vivir sin esos bichos. Y ahora la pobre Clelia tiene que acostumbrase a convivir con ellos y conmigo, ¡que los dos somos bravos!!
¿La inspiración es muy importante para usted?

La inspiración no existe. Es un mito popular. No, yo creo que cuando generalmente uno tiene un don para algo y ese don uno no lo sabe cultivar, no sirve para nada. Pero hay días en que uno se levanta y le sale todo bien. Y eso no es porque llegó el hada, que me tocó con la varita, sino porque el día anterior y el anterior estuve haciendo cosas que no me salieron tan bien como quería. Es como en el fútbol: hay días en que los jugadores hacen esas maravillas, que duran 90 minutos, y al partido siguiente han perdido la gracia, la eficacia .
¿Cómo es su rutina para pintar?

Depende de los días. Generalmente estoy acá temprano. Empiezo a las 9, almuerzo y después vuelvo acá hasta la noche, sábado y domingo incluído. Soy un esclavo de la cultura (risas) ¿Pero usted interrumpe o pinta frenéticamente?

No. Generalmente no rompo nada. Antes rompía mas.
¿Cuáles son las series más importantes de su obra?

Yo nunca hago croquis ni dibujos de lo que voy a hacer. La serie me pasa por la cabeza y plum, empiezo una. Y hago el número que le corresponde. Pueden ser 24, 50 o pueden ser 80.
¿Cómo influye en su obra la realidad: la dictadura, la crisis, la inmigración?

Ahora podría ser que no me tocan demasiado.
¿Y antes?

Sí. Yo hacía cosas de denuncia muy evidente, que siempre fue parte de mi trabajo y que espero tener una misma idea hasta que acabe. Yo dejo, de repente, traslucir esas cosas en mi trabajo gráfico. Creo que ahí pongo en evidencia la evidencia misma, en mi trabajo gráfico.
¿Y su vida personal? Si está bien, ¿influye?

Cuando estoy bien, estoy regio!!! (risas).
Eso se ve.

Seguramente. Tengo una mujer encantadora, 12 nietos, 6 chicos. Hacemos la fiesta de Navidad y ya somos 25. Este año 2013 se han cumplido 50 años que llegué a este lugar.
¿Y cómo aterrizó en París?

En 1962 hice una serie que expuse en la Bienal del ‘63, que es una especie de historia que se llama Felicitas Naón. Era la historia de una niña de la sociedad, que se transforma hasta llegar a ser un mono, con retratos de familia. Con eso en Buenos Aires no pasó nada pero hizo una buenísima crítica Manucho Mujica Láinez. La traje acá y eso es lo que me hizo quedar en París. Se vendieron todos los cuadros en La Bienal y por eso conseguí las dos galerías acá y Nueva York. Esos dos cuadros son responsables de que me haya asentado por acá.
Todos sus personajes están en movimiento. ¿Cuál es la razón?

La poca comunicación que tienen los unos con los otros.
¿Qué valor tiene para usted el Mural de la Independencia, las grandes obras en Córdoba? ¿Las hace para vincularse con el país?

Todas esas cosas son producto del azar. Un buen día Rubén Martí, el intendente de Córdoba entonces, tuvo que ir a una conferencia de municipios que se hacía en Bogotá y vio las esculturas que me había pedido el presidente de Colombia, (César) Gaviria. Alguien le dijo que el escultor era de Córdoba y él no tenía idea de que yo era cordobés. Y me pidió que hiciera, cerca de la Terminal de ómnibus, el Hombre Urbano. Y les hice una cosa que me salió bastante bien. Les divirtió tanto que en otro centro neurálgico me pidieron que hiciera la Mujer Urbana y les hice la Mujer Urbana. Ahora son como hitos de Córdoba. Al principio, las chicas que se casaban iban a sacarse fotos detrás del Hombre Urbano (Risas). Y ahora las chicas jóvenes van delante de la Mujer Urbana porque tiene grandes pechos.

El pintor cordobés que halló, lejos, su lugar en el mundo


Cuando Antonio Seguí se levanta en su casona de Arcueil, a 5 km. de París, lee La Voz del Interior por Internet. En su atelier, prolijo como pocos y con una parrilla para sus míticos asados, sus cuadros se alinean en un perfecto orden. En su larga mesa, él devora todos los libros sobre la actualidad argentina, que trae en pilas, cada vez que viaja a Buenos Aires.
Aunque nunca quiso ser un pintor argentino, su vínculo emocional con su país es más fuerte que sus deseos. Por eso su decisión de considerar a París su casa es tan fuerte y al mismo tiempo, un caso que se repite en la historia argentina con sus próceres, sus artistas y sus grandes.
Seguí no tiene rencores. Sólo decepciones. Por eso cedió sus esculturas para mostrarlas en una exposición en la Galería de la embajada argentina en París, que durará hasta septiembre.“Tiene un valor afectivo este gesto. Me pareció que darle una mano era algo positivo”, contó. La mansión que pertenecía a Emile Raspail, Seguí la reparó piso a piso. Allí vive con Clelia, su mujer y curadora, más su espectacular colección de arte precolombino, exhibido como en un museo, y sus centenares de piezas de arte primitivo africano. Una pasión que descubrió en Francia y que hoy lo convierte en uno de los grandes coleccionistas del mundo.

Copyright Clarín, 2013.

Fuente: clarin.com

POLÉMICO TRASLADO:
LA PELEA POR EL MONUMENTO PODRÍA LLEGAR A LA CORTE

patrimonio porteño

Una ONG afirma que apelará ante el máximo Tribunal si la Nación insiste con sacarlo. Hace 49 días que está recostado sobre una tarima y aseguran que podría sufrir graves daños.
Por el suelo. En los pies y la cabeza todavía se ven las sogas que se usaron para desmontar la estatua. En la plaza se observan pocos trabajos de restauración. /PEPE MATEOS
Por Romina Smith

Está así desde hace 49 días. Acostada sobre una tarima de madera. Cubierta por tiras y en manos de un equipo de restauración que aparece de a ratos. Sigue custodiada para que no se la lleven: pero pese a las denuncias por su estado y modos de conservación, deberá ser la Justicia la que defina, finalmente, de quién es y dónde quedará la estatua de Cristóbal Colón que, desde 1921 hasta junio pasado, estuvo en pie en la plaza que lleva su nombre, detrás de la Casa Rosada. En la pelea, que podría llegar hasta la Corte Suprema, de un lado están la Ciudad, las sociedades protectoras del patrimonio y la comunidad italiana que la donó. Del otro, el Gobierno nacional, que quiere reemplazarla por la figura de Juana Azurduy.
El conflicto ya era inédito por los motivos y por los plazos: desde principios de este año que la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, viene insistiendo en que “Juana Azurduy es la indicada para estar en ese lugar”: nada más y nada menos que la plaza que da a la parte de atrás del edificio desde donde gobierna, y que está enrejada desde 2007 por un convenio que se firmó ese año con la Ciudad. Desde entonces el debate gira alrededor de la escultura de Colón, que fue bajada de su base pese a una orden judicial y sin aviso. Y puede ser un debate cada vez más largo si llega hasta la instancia máxima que tiene la Justicia del país.
Así lo anticiparon ayer desde la Asociación Civil proteccionista Basta de Demoler –que impulsó un amparo contra el traslado– y varios de los grupos afectados. “Acá es la Justicia la que tiene que resolver el asunto de fondo: saber de quién es el monumento: la Ciudad lo tiene inventariado desde 1926 en la Dirección de Paseos y en el departamento de Monumentos y Obras de Arte (MOA), pero el Gobierno nacional se atribuyó el derecho de sumarlo al inventario del Museo del Bicentenario el 24 de mayo de 2011, totalmente arbitrariamente, y ahí está el debate”, detalló María del Carmen Arias Usandivaras, abogada de Basta de Demoler. Y fue aún más a fondo: “Si la Justicia falla negativa vamos a ir a la Corte Suprema. O hasta donde sea necesario para que Colón se quede ahí”.
Para que la pelea llegara a esta instancia hubo mucho que discutir y reclamar (ver El conflicto...). Hoy, la certeza es que no se ven trabajos fuertes sobre la escultura. Por ahora, rige un amparo que impide el traslado de la figura, pero tiene una fecha límite para el 12 de septiembre, y si no hay una nueva resolución judicial la Nación podría quitar la estatua y llevarla a Mar del Plata, como pretende la Presidenta. Pero eso es lo que se va a pelear con un nuevo pedido para ampliar la cautelar. Mientras tanto, los expertos advierten que en esa posición, recostada, la obra podría sufrir daños en su estructura, que tiene 60 toneladas de piedra. Mientras tanto, otros siguen discutiendo. La colectividad italiana, por su parte, pide una solución: “Si hubiesen sido claros, o informado mejor la necesidad de restauración o de mudarla a otra parte de la Ciudad, no esta acción arbitraria ni caprichosa, la colectividad hubiese tratado el tema de otra manera, pero así está muy dolida”, lamentó Julio Croci, secretario de la Federación Calabresa.
La ONG Salvemos las estatuas también se expresó. “El mármol carrara fue esculpido para estar en posición vertical. Es riesgoso que esté acostado, eso profundizará las grietas y hendiduras”, se quejó Graciela Fernández, de la agrupación. Desde que se inició el conflicto, la Ciudad, que se opone a la mudanza, mantiene una guardia alrededor del monumento para asegurar que no sea trasladado. Y, ahora, además, convoca a una audiencia pública el 27 de agosto en la Legislatura porteña para debatir sobre el reemplazo de la figura y su reciente declaración como patrimonio cultural. Pero esa audiencia es “tardía y redundante” para los grupos proteccionistas, que, adelantaron, hablarán de la “inacción de los dos gobiernos” en el tema.
Desde la Casa Rosada dijeron a Clarín que “al menos hasta el momento” la idea es mover la estatua cuando pierda vigencia el amparo y que, a pesar de la guardia de la Ciudad, la orden de traslado “será cumplida”. Pero ahora habrá que esperar si la Justicia lo avala. O si obliga a sus autoridades a devolver a Colón a su lugar.

Informe: Maestría Clarín

Fuente: clarin.com

CON PLASTILINA, MONDONGO ALUDE A LOS CICLOS DE LA VIDA

Arte

Un paisaje de Entre Ríos de 45 metros de largo, compuesto por 15 paneles, es la estrella de la muestra en el Mamba.



Por María Elena Polack  | Para LA NACIÓN

"Siempre tenemos opiniones muy distintas sobre cómo abordamos el trabajo y hay momentos en que trabajamos sin hablarnos." La confesión de Manuel Mendanha, uno de los integrantes de Mondongo sobre el proceso de creación, no deja de sorprender.
Después de cinco años de ausencia en el circuito cultural porteño, la dupla Mendanha-Julieta Laffitte, los actuales líderes de Mondongo, confirma la inspiración y el impacto visual que genera en quienes recorren Paisaje de Entre Ríos , una instalación circular de 45 metros en 15 paneles y que les demandó cuatro años de trabajo.
La plastilina, bastante parecida a la que usan los chicos en la escuela, pero manejada de manera profesional, es la gran protagonista de este recorrido geográfico que inspiró a Mendanha y a Laffitte tras un breve descanso que tomaron en Entre Ríos, luego de nueve años de trabajo intenso y sin vacaciones.
"El ambiente es más abstracto del que estábamos acostumbrados", admitió Laffitte, ante el público al que guió junto con Mendanha, hace muy pocos días por la sala del segundo piso del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba), avenida San Juan 350, donde se exhibe la instalación hasta el 15 del mes próximo.
En realidad, los paneles son "una ensoñación" hilvanada por la imaginación de Mondongo desde una lúgubre cárcava seca hasta las orillas del río Uruguay. Así como se ve la instalación, que parece una foto panorámica, el paisaje no existe en la realidad.
En varios paneles hay detalles para reflexionar. "Puede considerarse un ciclo de crisis y reconocimiento, también puede entenderse como la pequeñez de la humanidad", indicó Laffitte a su público mientras invitaba a descubrir las zapatillas colgadas en una rama, a Keto (un hombre al que conocieron en esa geografía y vieron vivir de un modo ermitaño); hay calaveras agrupadas entre ramas y tenebrosas ánimas en el último panel.
En sí, la obra nació como el recuerdo de una caminata por la geografía entrerriana, pero tiene una simbología más cargada que la de un simple paseo. De hecho, el descanso de los artistas sucedió cerca de una Navidad y el paisaje plasmado en la instalación arranca en un otoño y tiene un lento paso hacia la primavera, con un estanque natural colorido y una ribera lúgubre. "Hay una alusión alegórica a los vuelos de la muerte durante la dictadura, al sufrimiento, al narcotráfico, a las crisis [sociales que ha sufrido el país]", contó Laffitte.
El público trata de tocar los troncos de los árboles y las ramas porque está convencido de que son reales. Pero toda la instalación está hecha en plastilina, con elementos que contribuyen a soportar el sobrerrelieve. "La plastilina es uno de los mejores aliados. Es como un óleo corpóreo, permite pintar y hacer alto y bajo relieve", afirmó Mendanha al recordar que artistas que concurren al taller de Mondongo han participado en la tarea, incluso niños que trabajaron con sus manos los tréboles que aparecen en uno de los paneles.


 
Ánimas en el estuario. Foto: Fabián Marelli
El plato fuerte de la muestra, que fue curada por Kevin Power, obviamente, es la instalación de plastilina, pero en el primer piso del Mamba, Mondongo recibe al público con una serie de grandes retratos en hilo de algodón, su ya mítico Lucian Freud, realizado con chacinados y quesos con resinas, cuatro túneles en plastilina y un costillar efectuado en monedas de 5 y 10 centavos. Para tener una idea de la dimensión, alcanza con decir que reúne $ 7000.
Los retratos de Laffitte, de Mendanha con la cara tapada, de la hija de ambos, Francisca, y de la madre y la abuela de Mendanha, son impactantes por el manejo de la técnica y por el tamaño. En la misma técnica, también quedó retratado el escritor Rodolfo Fogwill, amigo de la pareja creativa. "Lo hicimos en una noche", recordó Mendanha.
"Trabajamos como astronautas porque el pegamento es muy tóxico", reveló Mendanha, al advertir que los retratos familiares forman parte de su colección privada.
La muestra puede verse de martes a viernes, de 11 a 19; los sábados, domingos y feriados, de 11 a 20. La entrada cuesta $ 5.

Fuente: lanacion.com

¿KIRCHNER POR ROCA?

El lindo monumento ecuestre a Julio A. Roca, obra del uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, de Diagonal Sur y Perú. Se ven los rastros de las agresiones con bombas de pintura.


La intención de sustituir, en Río Gallegos, la estatua del dos veces presidente argentino por la de Néstor Kirchner no es sino otra muestra de intolerancia. La costumbre argentina de emprenderla con los muertos en una suerte de necrofilia sin mirada hacia el futuro parece tan arraigada que hace temer con respecto a nuestra capacidad de construir sin necesidad de demoler. Una vez más, la figura histórica del general Julio Argentino Roca es presa de la intolerancia. En Santa Cruz, donde su nombre fue erradicado ya de un de las avenidas principales de Río Gallegos para ser sustituido por el de Néstor Kirchner, se quiere quitar ahora su estatua con el fin de poner en su lugar la de un mandatario provincial y nacional muerto hace menos de tres años,lapso sumamente breve para rendir un homenaje que hubiese requerido el paso de un tiempo mayor para permitir una ponderación desinteresada y serena. Roca es, sin lugar a dudas,el fundador del Estado moderno argentino, que integró territorialmente a la Nación y consolidó cada una de las instituciones de la República, por lo que cabe preguntarse por qué se lo ha constituido en una especie de "bestia negra" de la historia oficial actual. Se lo llama genocida, porque para el "relato" eliminó pueblos originarios enteros; se lo señala como el representante más cabal de una oligarquía que gobernó a espaldas del pueblo, y se lo considera el arquetipo del militar prepotente y del gobernante sin límites en su acción. Sin embargo, el hombre que ocupó dos veces la presidencia de la República respetando celosamente los mandatos de la Constitución, sin insinuar siquiera la posibilidad de una reelección, estuvo muy lejos de sostener, como afirmó una concejala del Frente para la Victoria de Río Gallegos, "una política racista". Dentro de los parámetros de la época, buscó integrar a las tribus que dejaron de dominar vastas extensiones ocupadas casi sin víctimas al resto de la comunidad, y fue el mandatario que tuvo la visión de abrir las puertas del país a la inmigración de los pueblos de Asia.
Supo respetar la división de poderes, subordinarse a las decisiones del Poder Judicial y discrepar civilizadamente con los adversarios; encarriló definitivamente a las Fuerzas Armadas en su papel específico, dotándolas de reglamentos y doctrinas adecuados, y erradicó en los militares su papel de caudillos, para convertirlos en soldados subordinados a las autoridades de la Constitución. Realizó por fin una ingente labor educativa, siguiendo la línea que colocó a la Argentina entre las naciones más avanzadas del mundo, lugar que se ha perdido, y mantuvo una política exterior cuyo único norte fue la soberanía nacional.
Parece que este deseo de destruir lo mejor del pasado no se detiene en una figura señera como la de Roca, porque, semanas atrás, también el busto del intendente Torcuato de Alvear, en la porteña plaza Intendente Alvear, de la Recoleta, fue objeto de vandalismo: derribado por desconocidos de su emplazamiento, a unos cuatro metros de altura, se rompió en pedazos al caer. No sabemos cuál habrá sido la razón para una acción tan despreciable, sobre todo cuando al primer intendente porteño la ciudad de Buenos Aires le debe innumerables obras; entre otras, la apertura de la Avenida de Mayo, la pavimentación de la ciudad y la parquización de la Recoleta.
Decisiones desafortunadas ha habido ya en otros momentos de la historia argentina, de cambio de nombres de calles o monumentos aun levantados en vida de sus destinatarios, pero eso no justifica perseverar en ellas. Lo enunciado anteriormente debería resultar suficiente para mantener en el extremo sur argentino gracias a la política sostenida por Roca- ese nombre en la avenida principal de Río Gallegos y aventar la idea de cambiar su estatua por la de un mandatario a quien, si se lo quiere honrar cuando todavía falta tiempo para obtener un juicio imparcial de la historia, se le pueden dedicar otros espacios públicos.

Fuente texto: lanacion.com



El escultor Andrés Zerneri, que fue el autor del monumento al Che Guevara de Rosario, está trabajando en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, en dos monumentos que el PEN quiere instalar lo antes posible: el de Juana Azurduy de Padilla, con el
que quiere reemplazar al de Cristóbal Colón, y en el de la mujer originaria, con el que seguramente va a querer sustituir al del Gral. Julio A. Roca, de la Diagonal Sur y Perú.
Ese lindísimo monumento ecuestre, que junto con el Sarmiento de Auguste Rodin, es uno de los más agredidos y vandalizados del país, es obra del gran escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, que ganó el concurso nacional e internacional al que se llamó cuando se decidió erigirlo.
Zorrilla, también autor del monumental José Gervasio de Artigas de la Plaza República Oriental del Uruguay, era hijo del escritor Juan Zorrilla, autor de "Tabaré", y el padre de la actriz Concepción "China" Zorrilla.
Zorrilla trasladó su taller a Buenos Aires para hacer el monumento a Roca in situ.

Aunque no tiene jurisdicción específica sobre los monumentos que integran el patrimonio escultórico de la Ciudad de Buenos Aires, la presidenta de la Nación seguramente, importándole un bledo de toda la historia anterior, cosa habitual en ella, va a querer borrar esa obra de José Luis Zorrilla de San Martín de la faz de la Tierra y también va a querer antes de terminar su período de gobierno, dejarnos instalado en su lugar el monumento a la mujer originaria.
Creo que tanto el monumento a Juana Azurduy como el de la mujer originaria pueden perfectamente tener cada uno su lugar dentro de la Ciudad de Buenos Aires, sin que éso implique tener que eliminar previamente a los monumentos a Cristóbal Colón y al Gral. Julio A. Roca.
Hay lugar para todos: para Cristóbal Colón y para Juana Azurduy.
También para la mujer originaria y para el Gral. Julio A. Roca.
Deberían estar unos y otros.

No se trata de "unos u otros", la opción que por lo general plantea este gobierno pretendidamente revisionista.
Todos son parte de nuestra historia.
Pueden perfectamente ser "unos y otros".
Deberían serlo.


P.L.B.

LA MALDICIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN ENTRE NOSOTROS


El monumento a Cristóbal Colón cuando todavía estaba en pie en la plaza homónima, antes del desguace
al que fue sometido, cumpliendo órdenes de la presidenta de la Nación.

Por William J. Connell - HISTORIADOR
Seton Hall UNIVERSITY OF SOUTH ORANGE, NEW JERSEY, EE.UU.

Mi primer pensamiento cuando vi la bella estatua de Colón de Arnaldo Zocchi, apoyada sobre la tierra en la plaza que está detrás de la Casa Rosada, fue “¡Otra vez no!”. El resto del mundo puede no saberlo, pero existe una respetada tradición entre los marineros genoveses en el sentido de que Colón -el marinero que creía haber descubierto Japón pero se encontró en realidad con La Española, el almirante de los océanos que volvió a España con cadenas- era una víctima del mal de ojo, un iettatore en italiano.
La creencia en esta maldición perduró hasta los tiempos modernos. En los años 1950, cuando la línea italiana de cruceros quería llamar Cristóforo Colombo a un nuevo transatlántico, hubo protestas en Génova. El barco nunca fue un gran éxito, los pasajeros se mantenían lejos de él y en 1956 la maldición se confirmó (aunque de manera transversal) cuando su barco mellizo, el Andrea Doria, naufragó en el Atlántico frente a las costas de Massachusetts.
En 1992, la maldición volvió a hacerse realidad en Génova cuando muchos menos turistas que los esperados se hicieron presentes para los festejos por el quinto centenario de Colón.
El alcalde exageró los números y falsificó recibos y finalmente fue obligado a renunciar. Sin embargo, todo el mundo lo atribuyó a la maldición, no al alcalde. Es posible -por extraño que parezca- que esta sea la mejor forma, también, para pensar con respecto a los crímenes contra la humanidad o genocidio de los que Colón fue acusado muchas veces en los últimos años: una suerte de maldición trágica e inevitable.
El contacto que Colón inició entre ambos hemisferios hubiera tenido lugar de todos modos. A pesar de que los historiadores siguen haciendo evaluaciones más refinadas del daño hecho, no cabe duda de que iban a haber enormes muertes y que se iban a cometer grandes injusticias teniendo en cuenta la época y pueblos involucrados.
Colón habría iniciado el proceso, pero esto no es lo mismo que decir que fue moralmente responsable.
En 1492 -tal como lo fue todavía en 1892 y a principios de los 1900- Colón era un gran héroe. Fue el hombre que había resuelto el acertijo de los Vientos de Comercio. Para 1992, se convirtió en un paria, en el hacedor de sacrilegios.
El monumento en Buenos Aires es el más bello, de los muchos que quedan en el mundo, del Gran Navegante.
Es una obra maestra hermosamente compuesta y, a su vez, un importante recordatorio de la contribución que hizo la comunidad italiana durante la construcción de un magnífico país. Mientras la presidente (Cristina Fernández de) Kirchner sigue presionando con su proyecto para restaurar y retirar el monumento, algunos de nosotros estaremos observando atentamente más manifestaciones de la maldición de Colón.

Traducción de Silvia Simonetti.

Fuente texto: clarin.com

LA DISPUTA POR LA MEMORIA

Colón o Juana Azurduy


La decisión del Gobierno de reemplazar la estatua del genovés por la de la heroica luchadora de la independencia profundiza divisiones que, desde unitarios y federales, promueven que un grupo destruya lo hecho por el otro



El encarnizamiento contra estatuas y monumentos viene de larga data y forma parte de la lucha entre memoria y olvido. En esa disputa se inscribe el desmantelamiento de la estatua de Colón ordenado por el gobierno nacional para trasladarla a otra ciudad y erigir en ese sitio una de Juana Azurduy. Como otros asuntos relacionados con el patrimonio urbano, se trata de un tema delicado que pone al descubierto las tensiones que articulan y dinamizan una sociedad.

En el Egipto milenario los faraones destruían las imágenes de sus predecesores para que su recuerdo no los opacara; los animistas hacían lo mismo temerosos de que de éstas brotara una dýnamis que les fuera adversa. Roma practicó también esa política salvo que, con el tiempo, su pragmatismo hizo que, en lugar de destruir totalmente las estatuas de antiguos magistrados, quitaran sus cabezas colocando otras en el cuerpo de las ya existentes. El deseo de obliterar era un modo de censura que practicaron con frecuencia.

El revisionismo histórico de lo que otrora fue la URSS destruyó restos e imágenes de antiguos funcionarios; así, los de Stalin. Italia para olvidar demolió bustos y placas en honor del Duce, pero aún restan inscripciones con su nombre en el Estadio Olímpico de Roma, en el Foro Itálico; quizá, dentro de dos milenios perduren como marcas del pasado. ¿Acaso Roma no conserva estatuas de Nerón?

Hace unos años vimos con mi mujer, en un imponente teatro griego construido próximo a Heildelberg durante el gobierno de Hitler, una placa que recuerda su emplazamiento por iniciativa del entonces ministro de Propaganda Joseph Goebbels. ¿Es razonable evocar el nombre de este funesto personaje a propósito de un hecho respetable de su gestión como puede serlo el construir un teatro? ¿No sería prudente añadir junto a esa placa otra que recuerde que Goebbels -al igual que Hitler, Himmler y otros jerarcas nazis- se suicidó para evitar ser juzgado? Del famoso juicio de Nuremberg sólo por su participación en la Conferencia de Wannsee, en la que se propuso la "Solución final al problema judío", su persona no habría salido indemne.

La destrucción de obras de regímenes anteriores llegó también hasta nosotros. Los ejemplos son numerosos. En 1889, Roca mandó dinamitar la quinta de estilo colonial, obra del ingeniero Felipe Senillosa, que Rosas había hecho construir en Palermo de San Benito como residencia oficial del gobierno bonaerense, ocupada luego de Caseros por Urquiza. Sitio emblemático donde Rosas se reunía con amigos, correligionarios y en la que su sobrino carnal Lucio V. Mansilla cierta vez debió esperar con pánico horas interminables para que éste lo recibiera; según Lucio, la quinta era "algo más que un santuario". Entiendo que fue un error haberla demolido.

Unitarios y federales, a su turno, destruyeron símbolos e imágenes de sus adversarios. Esta entropía patológica, esta barbarie malsana reaparece como lamentable emblema del país ya que periódicamente se repite: un grupo destruye lo hecho por el otro. Sin ir tan lejos, por ejemplo, por decreto de la Revolución Libertadora se echó abajo el palacio Unzué, un caserón afrancesado afectado para residencia presidencial (circulaba la versión de que en él, donde murió Eva Duarte, erigirían un santuario). Perón siguió ocupándolo hasta que fue derrocado (en ese solar hoy se alza la Biblioteca Nacional, obra de Clorindo Testa). En la diagramación de sus jardines intervino Rubén Darío. Esta demolición, condenable, parecía la respuesta a un abuso ideológico donde todo era peronismo: Chaco había pasado a ser Provincia Presidente Perón; La Pampa, Provincia Eva Perón; la ciudad de La Plata, Eva Perón; la numismática, las medallas y la filatelia lo mostraban a diario. No hubo puente, calle, avenida u hospital que no fuera bautizado con esos nombres. Por reacción, la Revolución del 55 de un plumazo canceló todo, más aún, ocultó durante quince años en un cementerio de Milán el cadáver de Eva Perón. Con el tiempo, sine ira et studio, "sin rencor y sin parcialidad", como sugiere Tácito (Anales, I, 1, 40), el cadáver fue debidamente restituido -ahora descansa en el cementerio de la Recoleta- y el nombre del ex presidente Perón, cuyas manos desconocidos profanadores cercenaron en su tumba en Chacarita, designa hoy un tramo de la calle Cangallo.

Cuando el doloroso episodio de Malvinas, un grupo de enardecidos desgajó y arrojó a las aguas de nuestro río la estatua de un funcionario británico. Después fue recuperada y vuelta a erigir en el mismo sitio donde estuvo emplazada. Dañaron también la Torre de los Ingleses, réplica del Big Ben de Londres, donada por los residentes británicos a nuestra república. Periódicamente, salvajes de uno y otro bando arruinan con grafitis paredes, estatuas, monumentos, a muchos, estropeándolos hasta condenarlos a ese pozo negro que llamamos olvido.

Vándalos anónimos acaban de destruir el busto del intendente Torcuato de Alvear en la plaza homónima frente a la Recoleta. ¿Sabrán quién fue Alvear? ¿Habrán pensado que el dinero que demandará su restauración podría haber sido destinado a escuelas u hospitales? ¿A qué obedece tanto odio, a qué tanta barbarie?

Hoy asistimos al desmantelamiento de la estatua de Colón y la erección en ese sitio de una a Juana Azurduy. Considero justo homenajear a esa luchadora por la independencia, que, en una ocasión, actuó bajo órdenes del general Belgrano, pero entiendo caprichoso desmontar la de Colón, quien, merced a su intuición, perseverancia y arrojo, posibilitó el encuentro de dos mundos. Por él Europa descubrió las "Indias orientales" y éstas, a su vez, descubrieron Europa. Se adujo que no era razonable que ocupara un sitio de privilegio -a pocos metros de la Casa de Gobierno- alguien vinculado con el tráfico de esclavos, comercio vil, condenable desde todo punto de vista. No lo eximo de ese oprobio, pero lo que en él se valora es el descubrimiento de un continente que amplió y universalizó la cartografía planetaria y nuestro horizonte mental. Si aplicamos ese criterio habría que desplazar también, por ejemplo, los de Mendoza y Garay, fundadores de nuestra Buenos Aires, ya que sus empresas fueron amparadas por una monarquía que entonces toleraba la esclavitud. El tema del patrimonio urbano, como se dijo, forma parte de la eterna lucha entre memoria y olvido. Exige por tanto un debate sereno y reflexivo en el que prime un sentido ecuánime "sin rencor y sin parcialidad".

Fuente: lanacion.com

HACE 50 AÑOS, JÓVENES PERONISTAS ROBABAN EL SABLE DE SAN MARTÍN

Historia

Permaneció en la clandestinidad durante 15 días; la agrupación peronista buscaba recuperar protagonismo.

Eran cinco jóvenes, y poco antes de las 19 del 12 de agosto de 1963 -durante la frágil presidencia de José María Guido y cinco días antes del 113er. aniversario de la muerte del general José de San Martín- dejaron el bar donde se habían reunido y rumbearon hacia el parque Lezama. Al llegar a Defensa al 1600, uno de ellos bajó de un auto y golpeó la puerta del Museo Histórico Nacional, que acababa de cerrar. El sereno pensó que era su relevo y le abrió, pero se encontró con alguien que, amablemente, le dijo: "Perdón, llegué tarde. Soy un estudiante tucumano y quisiera hablar con el director".
"Se acaba de ir. Estoy yo solo", le respondió el custodio.
Acto seguido, el muchacho cambió de actitud y, ostentando un revólver, entró en el lugar seguido por tres de sus compañeros, que esperaban en la vereda.
"Quedate piola, viejo. Venimos a llevarnos el sable del Libertador y no queremos problemas", le advirtieron.
Luego de llevarlo a un rincón, se dirigieron al ala derecha de la antigua casona, que uno de ellos había inspeccionado días antes, y sin dejar huellas dactilares rompieron el cristal de una vitrina, extrajeron la espada y la envolvieron en un poncho.
Volvieron al coche, que conducía el quinto joven, y se esfumaron en la invernal noche porteña. Pero antes se encargaron de dejar un sobre con un comunicado donde, entre otras cosas, exigían el fin de la proscripción del peronismo, la vuelta de Juan Perón al país, la devolución del cadáver de Eva Duarte y el castigo a los responsables de los fusilamientos del 56.
"Desde hoy, el sable de San Lorenzo y Maipú quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista [...] El pueblo argentino no debe albergar ninguna preocupación: el corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestras madres; Dios quiera que pronto podamos reintegrarlo a su merecido descanso. Dios quiera iluminar a los gobernantes", rezaba el manifiesto.
El operativo buscaba un golpe de efecto que levantara la moral del movimiento, que venía de varios traspiés: la anulación de las elecciones a legisladores y gobernadores de marzo del 62, que lo habían visto ganador tras levantarse su proscripción, y, con los descamisados otra vez prohibidos, el triunfo del radical Arturo Illia en las presidenciales de julio del 63.
Osvaldo Agosto, responsable de la parte operativa del atraco y años después jefe de prensa del asesinado jefe de la CGT José Ignacio Rucci, recuerda: "Además de levantar el espíritu del movimiento, que era una lágrima, queríamos aglutinar a la Juventud Peronista, que funcionaba de modo bastante anárquico. Por eso decidimos usar la sigla JP a secas, porque veníamos de distintos sectores".
Agosto actuó junto a Alcides Bonaldi, hoy fallecido; Luis Sansoulet, desaparecido durante la dictadura; Manuel Gallardo, un ex oficial de la policía bonaerense que había participado del frustrado levantamiento del general Juan José Valle, y un joven de nombre Emilio, el más enigmático del grupo, porque nunca quiso que se supiera su apellido y que ofició de chofer.
Ese robo era parte de un plan más ambicioso que no pudo ser. La idea contemplaba el envío del sable a Perón, exiliado en Madrid; un simbólico desembarco en Malvinas, y la recuperación de las banderas capturadas por Francia en el combate de La Vuelta de Obligado de un museo parisino con agentes árabes incluidos.
Tras el saqueo se dispersaron y la espada pasó de Agosto al encargado de ocultarla: Aníbal Demarco, dueño de una cooperativa de seguros y que en los 70 sería el último ministro de Bienestar Social de Isabel Perón.
El sable fue escondido en una estancia camino a Mar del Plata, cerca de Maipú, tras peregrinar por varios sitios de la ciudad. El martes 13, desafiando toda superchería, estuvo a metros de la Casa Rosada, donde Demarco estacionaba su auto para ir a su oficina de la calle Florida. Así, el depositario, al bajar del vehículo, llegó a decirle a un policía: "Cuídemelo bien, que tengo el sable en el baúl". A lo que el agente asintió con una sonrisa y un saludo.
Por la misteriosa estancia pasaron contingentes de la JP para jurarles lealtad a la reliquia, a Perón y a Evita, aunque antes de llegar se les tapaban los ojos para evitar que reconocieran el lugar.
Esa mística, sin embargo, duró poco, ya que el viernes 16 cayó preso otro comando integrado por Gallardo. Luego le tocó a Agosto, pero sin oficializarse su detención. "Fueron días de unas palizas bárbaras e incluso me hicieron un simulacro de fusilamiento en un basural, aunque no pudieron sacarme nada", cuenta el otrora cabecilla, y agrega: "No es de guapo que uno se la aguanta. Yo pensé que sólo me estaban apretando. «¿Cómo me van a matar si en definitiva no están seguros?», me decía".
En su legalización influyeron las denuncias de la CGT y de varios legisladores electos. "Eso nos salvó. Si hubiese sido antes, «cantábamos» o nos mataban, pero como faltaba poco para la asunción de Illia ya no podía haber otro Felipe Vallese", sostiene Agosto, en referencia al militante de la JP secuestrado y asesinado en 1962.
Con Gallardo y Agosto presos, Demarco y el grupo marplatense que protegía el sable consultaron qué hacer con él a Adolfo Phillipeaux, un militar dado de baja por el levantamiento del 56. El ex capitán acababa de ver a Perón y traía la orden de conectar a las organizaciones de la Resistencia y pasarle la información a Héctor Villalón, delegado del líder. Phillipeaux, militar al fin, se enojó y dijo que había que devolverlo de inmediato. Algunos creen que buscó así poner fin a las detenciones y torturas. Como sea, ahí concluyó todo.
La entrega se hizo el miércoles 28: "Nuestro objetivo era dárselo a Perón -afirma Agosto-. La devolución fue una frustración, pero lo que buscábamos en parte se consiguió, porque armamos un lío bárbaro".

Fuente: lanacion.com