¿PUEDE SER ESTE CUADRO UNA OBRA DE DA VINCI?

La tela tiene más de 500 años. Ya la vieron expertos y la mandaron a analizar.


El posible Da Vinci. En la obra hay indicios que remiten a otros cuadros del pintor o a alguno de sus alumnos.
Estuvo a punto de terminar en la basura. Pero el regalo que el médico escocés George McLaren obtuvo de uno de sus pacientes en la década del sesenta y luego legó a su hija Fiona podría ser un cuadro perdido de Leonardo Da Vinci: si los estudios lo confirman, sería una obra de unos 156 millones de dólares.
El primer gran sorprendido fue Harry Robertson, director de la casa de subastas Sotheby’s en Escocia, cuando se enfrentó al cuadro en una de las paredes de la granja familiar de los McLaren. “Quedó boquiabierto y sin palabras”, definió Fiona, que lo invitó a tasar la obra cuando sobrevinieron los problemas financieros.
Detrás de Robertson, otros expertos en el trabajo del célebre maestro italiano analizaron el cuadro, según informó el diario inglés Daily Mail. Sebastian Thewes, ex director de la casa de remates Christie’s en Escocia, compartió las sensaciones de su colega.
La virgen de las rocas. El niño aporta algunas pistas.
Otros especialistas, desde la Universidad de California, creen que el cuadro puede ser de alguno de los discípulos de Leonardo.
El cuadro, una madonna con un bebé en brazos, tiene “pistas” que llevan a otras obras del genio florentino, como La Última Cena, hoy exhibida en Milán, y La Virgen de las Rocas, una obra de la que hay dos versiones, una en París y otra en Londres. 
Estas pistas (ver Las posibles claves) alientan las expectativas de los más optimistas, aunque los resultados finales de los análisis especializados, que hará la Universidad de Cambridge, se conocerán el año que viene.
La última cena (fragmento). Un clásico de Leonardo.
En el reverso del cuadro hallado hay una bula papal atribuida a Paulo V, que dirigió la Iglesia Católica durante el siglo XVII. En ese texto, según la propietaria, puede leerse “Magdalena”: esto acompaña su teoría de que Leonardo no estaría retratando a la Virgen María y Jesús, sino a María Magdalena y a su hijo. El rojo del vestido abona esta teoría.
La tela, descuidada en una habitación londinense durante años, tiene una antigüedad estimada de 500 años. Si en 2013 se confirma que se trata de un Da Vinci, Fiona, la enfermera británica hija del médico escocés, tendrá sus problemas económicos solucionados.

Las posibles claves

El niño que está en brazos se parece al de “La Virgen de las Rocas”.
La “V” en el cabello de la mujer es similar a la que se forma entre ella y Jesús en “La última Cena”.
Una flor de lis apenas visible detrás de la cabeza del bebé sería el emblema del Priorato de Sion.
El hombro de la mujer está sin terminar, algo habitual en los trabajos de Da Vinci. El segundo dedo del pie del bebé es más largo que su dedo gordo, otra característica del pintor.

Fuente: clarin.com

LA CORDILLERA EN LOS OJOS

Carlos Gómez Centurión fue, vio y pintó. El bello resultado se exhibe ahora en una muestra que incluye documentos de esa expedición.

Esa escisión, profundizada de manera dramática es la que retorna en la producción de muchos artistas contemporáneos. Quienes hoy recuperan y replantean la cuestión del paisaje, tras el largo período en que el paisaje desertó de gran parte de producción artística del siglo XX, vuelven para destacar sobre todo la experiencia de dimensiones. Que excede al hombre y lo sitúa ante su propia pequeñez temporal y espacial en un momento en que la ilusión moderna de dominar la naturaleza se revela un boomerang de altísima peligrosidad. El caso de Carlos Gómez Centurión y su proyecto de largo aliento que se despliega en la exhibición del Palais de Glace, tiene además que ver con una historia personal. Con la voluntad de desplazar el propio hecho artístico hacia la montaña misma que habita y frecuenta desde su niñez.
Plantarse en medio de la cordillera y desde allí mismo elaborar una visión que capta y reinterpreta su dureza, la dificultad de llegar a ella y sobre todo se pregunta por su verdadera esencia, más allá de los detalles, son motivaciones suficientes como para encarar el proyecto plasmado en esta muestra.
Digo la Cordillera, el viaje como obra, que así se llamó, abarcó expediciones a tres lugares: el cerro Mercedario, en San Juan; el Espinazo del diablo, en la Puna  jujeña, y el Fitz Roy, en la Patagonia. La exhibición –que incluye pinturas, instalaciones, dibujos y videos de carácter artístico y documental– fue posible gracias a equipos de trabajo que coincidieron en que una real aproximación a la experiencia de la naturaleza andina desde perspectivas y escenarios diversos exige esfuerzos y abordajes complejos tanto en lo físico como en lo conceptual. De ella participaron baqueanos conocedores de cada zona, transportes a tracción mecánica y a sangre, pero también teóricos, el curador Fernando Farina y el semiólogo Cristian Varela. También para ellos la experiencia fue de interés no sólo para pensar el arte desde nuevos modos de producción, sino también para comparar el modo en que la aproximación a la naturaleza ha tomado forma o ha sido codificada por distintos sistemas de signos y lenguajes.

FITZ ROY I, 2012. Técnica mixta sobre tela, 160 x 260 cm.
FITZ ROY I, 2012. Técnica mixta sobre tela, 160 x 260 c
Los videos fueron fundamentales también para registrar el trabajo de campo del equipo en su totalidad, y para dar testimonio de la naturaleza en toda su inmensidad, generar aproximaciones de media distancia y correspondencias con los dibujos y pinturas.
“Tomé el Mercedario, el Espinazo del diablo y el Fitz Roy porque cada uno tiene su personalidad. Aunque el paisaje sea en realidad un pretexto”, confiesa el artista, que vive en la precordillera sanjuanina y se despierta cada día con una mole de piedra que la luz y el clima modifican ante sus ojos de la mañana a la tarde. “Empiezo con una mancha a partir de distintos materiales y la voy trabajando hasta que la domestico” explica, y asegura que ninguna de esas grandes abstracciones pictóricas que ocupan ahora el amplio espacio del Palais se hubieran manifestado jamás como forma, color o textura de no haberse parado directamente ante el cerro. “Antes iba arriba –dice– hacía registros a mano alzada y sacaba fotos, que me ayudaban a evocar, pero esta  vez la evocación no fue necesaria. Sólo me basé en lo que había visto. Me dejé llevar por la persistencia del paisaje en la memoria y esto es porque, al fin, uno va a llegando a aprehender la esencia”.
Esto se advierte muy bien en la serie El espinazo del Diablo: grandes dibujos realizados en el lugar sobre un soporte precario, un bloc sobre una roca. Otros, más pequeños, fueron hechos en el taller en una sola tarde. Treinta dibujos en un rato, casi una escritura automática. La imagen que describe la línea, aun cuando elemental, tiene la virtud de describir sintéticamente las impresiones que perduran en la mente del artista.
Son estos apuntes los que vinculan su obra a la tradición de los artistas viajeros del siglo XIX, con quienes se lo ha conectado. Y sobre todo con Rugendas; el alemán, que evocó César Aira, acompañó una de las expediciones de Humboldt, pasó por Chile y cruzó la Cordillera registrando el paisaje mucho antes que Gómez Centurión. Los dos tienen en común haberse enfrentado a esa desmedida geografía. Los separa nada más ni nada menos que la mirada propia de un tiempo y un territorio cultural de pertenencia.

FICHA
Carlos Gómez Centurión.
Digo la Cordillera / El viaje como obra

Lugar: P. de Glace, Posadas 1725.
Fecha: hasta el 12 de agosto.
Horario: Mar a vier, 12 a 20. Sab y dom, 10 a 20.
Entrada: gratis.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EN LA CALLE NO SE VE

Dani Yako expone en el Borges lo que todos los días se expone y se oculta en el paisaje de Buenos Aires.



Por Eduardo Villar


Es difícil recorrer la muestra La calle, de Dani Yako, en el Centro Cultural Borges, como a veces se hace difícil recorrer las calles de Buenos Aires. Es lo que hizo Yako durante dos años para llevar adelante este proyecto: caminar Buenos Aires en sus recorridos habituales –nada especial– con una pequeña cámara analógica –“nada digital”, responde cuando se le pregunta si en la toma o en las copias hay algo que lo sea– y tomar fotos como las que ahora se exhiben en el Borges: gente durmiendo en la calle, cubriéndose del frío, de la luz y de las miradas. Tomó casi setenta fotos, seleccionó 32, que son las de la muestra: 32 copias en papel de 28 x 35 cm. que hizo él mismo.
Hay una antigua foto de Yako que no se exhibe en La calle, pero que de alguna manera anticipa esta serie. Esa manera es rara. Porque “Plaza Italia”, la foto de 1991, que se reproduce aquí, es muy diferente. Un grupo de chicos duerme, cada uno buscando abrigo en los cuerpos de los otros y en el aire caliente que exhala la ventilación del subte. Se los ve. Otro chico, de perrito y uniforme de colegio privado, los mira y los ve. Nosotros los vemos. Al grupo de durmientes, al chico, al perro. Hay sujetos, personas.
En estas nuevas fotos las personas no se ven. Son cuerpos tapados con mantas, con bolsas, con pedazos de alfombra, con lo que haya, que no suele ser mucho. Casi todos duermen solos. Algunos parecen bultos de basura en la basura. Otros, cadáveres, gente accidentada o asesinada en la calle y cubierta con lo que la policía tuvo a mano. Los dibujos de las mantas que los tapan se han vuelto híper triviales.
Los títulos de las fotografías no aportan nada sobre lo que ahí abajo respira: apenas un lugar y una fecha sin mayores precisiones, “Palermo, 9/10”, “Calle Arenales, 6/10”. No se adivina sexo, edad ni apariencia de lo que duerme. A veces, sobresalen unos pies de eso acurrucado y tapado, nunca una cabeza, un rostro, ni siquiera una mano.
Ninguna cara. Fue una consigna que se impuso Yako para hacer estas fotos. Fue la primera vez, dice, que tomó fotos sin el consentimiento de la gente. Y dice que eso no le gusta, que le genera conflictos, pero qué iba a hacer: ¿despertarlos?
Los cuerpos velados de Dani Yako revelan no que hay gente que vive y duerme en la calle. Lo que revelan, y por eso se hace cuesta arriba mirarlos en las paredes blancas del Borges, es que están todos los días en la calle y son invisibles. Muestran que el de la gente de la calle es un asunto perfectamente naturalizado. En una maniobra de desocultamiento que le llevó dos años, Yako expone en el Borges lo que está expuesto y oculto cada día en la calle. Y pone frente a los ojos de todos lo que esa naturalización encubre. Ese, me parece, es el extraordinario valor de estas fotos de Yako: más allá de su valor estético, de sus texturas, de sus composiciones, de sus negros profundos y sus grises infinitos, nos muestran nuestra mirada. Aun así, habrá quien no verá. Pero ese es otro tema. Muestran también, cómo ha cambiado nuestra mirada desde aquella foto del 91, en la que todo se mira y todo se ve.
En la última foto del recorrido de la muestra se ve la sombra de Yako cubriendo el trapo que cubre al que duerme. Y uno piensa que sí, que claro, que no la sombra de Yako sino Yako mismo o cualquiera de nosotros podría el que duerme ahí. Y la silueta humana de esa sombra recuerda que eso que duerme ahí es gente, que nosotros somos gente. Aunque a veces se haga el esfuerzo de olvidarlo.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EL BOOM DEL ARTE EN UNA BÓVEDA SEGURA

Ginebra, una ciudad que ahora es un paraíso fiscal para tesoros, alberga un museo en una vieja bóveda donde los comerciantes y colecciionistas solían guardarlas.
Por David Segal - The New York Times

Simon Studer inició su carrera en la bóveda de un subsuelo en un complejo de depósitos cerca del corazón de la ciudad, famosa por los bancos internacionales y los precios escandalosos.
Era un trabajo extraño. Todos los días, alguien abría la bóveda y lo encerraba adentro hasta que llegaba la hora del almuerzo. Entonces, estaba autorizado a salir de la bóveda y, después de comer, volvían a encerrarlo hasta que llegaba la hora de irse a su casa.
Estaba haciendo el inventario para uno de los galeristas más famosos de Suiza, que alquilaba el espacio. "Verificaba tamaños, condición, buscaba una firma", comenta Studer al recordar su trabajo de hace 25 años, "me aseguraba de que la obra estuviera bien medida".
Lo que evaluaba y medía eran las artesanías de Pablo Picasso.
Miles de piezas. Fue el primer contacto de Studer con la asombrosa riqueza amontonada dentro de los Geneva Freeport, tal como se conoce a este complejo de depósitos.
El segundo contacto se produjo cuando tomó conciencia de lo que hacía el tipo en la bóveda de al lado: un recuento de una habitación repleta de barras de oro.
"Eso es el Freeport", dice Studer, que actualmente dirige su propia galería.
Pese a ser poco conocida fuera del mundo del arte, esta serie asombrosamente monótona de edificios es famosa entre los comerciantes y coleccionistas como el lugar óptimo para guardar sus obras más valiosas.
Llegan por la seguridad y se quedan por el trato fiscal. Pues durante el tiempo que los bienes permanecen almacenados allí, los dueños no pagan ni impuestos ni derechos de importación, que en muchos países varían del 5 al 15 por ciento. Si la obra se vende en el Freeport, el dueño tampoco paga impuesto sobre las transacciones.
Sólo una vez que sale del establecimiento se deben impuestos, en el país donde termina la obra.
El Freeport es un paraíso donde el clima ­financiero y otros- es ideal para los individuos con un patrimonio elevado y para sus activos.
¿Cuántas obras de arte están apiladas en los 40.400 metros cuadrados del Geneva Freeport? El cantón de Ginebra, que es propietario de una participación del 86 por ciento del Freeport, no lo sabe, tampoco lo sabe Ports Francs et Entrepôts de Genève SA, la sociedad que paga al cantón por el derecho de servir como casero del Freeport.
Los funcionarios de la aduana suiza presumiblemente lo saben, pero no hablan. Los comerciantes de arte, asesores y aseguradores están convencidos de que hay suficientes obras amontonadas aquí como para crear uno de los grandes museos del mundo.
"No creo tener un papel lo suficientemente ancho como para escribir todos los ceros", dijo Nicholas Brett, director de emisión de seguros de AXA Art Insurance de Londres, cuando le pidieron que hiciera una suposición del valor total de las obras en Freeport. "Es una cifra enorme pero desconocida".

La cifra está a punto de crecer.

En el Freeport se ha iniciado la construcción de un nuevo depósito de 12.000 metros cuadrados que se especializará en almacenar obras de arte. La inauguración está prevista para fines de 2013.
Pronto, los coleccionistas y los comerciantes también dispondrán de una variedad de otras opciones.
Luxemburgo está construyendo un puerto franco de 20.000 metros cuadrados, que será inaugurado en 2014 en su aeropuerto. En marzo, comenzó la construcción del Puerto Franco de la Cultura de Beijing en el Aeropuerto Internacional de esa ciudad. También se habla de duplicar las dimensiones del puerto franco en Singapur.
Este pequeño boom de la construcción es una forma novedosa de calibrar la rápida recuperación del mercado del arte de una caída precipitada en 2008, cuando las ventas en subastas, el barómetro del sector, se contrajeron después de la Gran Recesión. Las ventas globales en 2011, tanto en subastas como en acuerdos privados, fueron estimadas en US$ 64.100 millones, según Clare McAndrew, una economista del área del arte. Ese total roza el récord máximo de US$ 65.800 millones establecido en 2007 ­y está muy por encima de la depresión de 2009 de US$ 39.400 millones.
En tiempo récord, la caída del mercado del arte de 2009 dio paso a nuevas ansiedades relativas a precios excesivamente inflados.
Una de las razones importantes, dice McAndrew, es la llegada de compradores chinos en grandes cantidades, además de compradores de Rusia y Oriente Medio. Por otra parte, hay entre los coleccionistas de todo el mundo una renovada sensación de que el arte es un producto inteligente para comprar en medio de la turbulencia económica".En general, el arte mantiene su valor en el tiempo, y en algunos casos éste aumenta", dijo McAndrew.
Los negocios en el extremo más bajo del mercado también están en pleno auge. Wendy Goldsmith, directora de Goldsmith Art Advisory de Londres, describe un diálogo con un artista que "no tiene calidad de museo", con 8 obras recién producidas y una lista de espera de 81 personas. "¿Qué me sugiere que haga?". le preguntó el artista a Goldsmith, con cierta desesperación.
Las colas para los nombres contemporáneos de marca son más largas todavía. "Compré un Gursky para un cliente", dice Goldsmith, refiriéndose a Andreas Gursky, cuyas fotos asombrosas de gran tamaño tienen precios asombrosos de gran tamaño. "Tuve que escribirle a Gursky una carta sobre la colección de mi cliente. Tuve que explicarle por qué mi cliente quería tanto esa foto. Y esta obra cuesta más de US$ 1 millón. Era como entregar un recién nacido.
Las maquinaciones son fascinantes", agrega. "También se están volviendo incontrolables".
La diferencia entre una sala de Picassos y una pila de barras de oro no es lo que era.
Algunos usuarios del puerto franco llevan años coleccionando, simplemente por pasión, y de golpe encuentran que las obras que compraron hace décadas ahora valen sumas tan inmensas que guardarlas en su casa es un riesgo. Lo más típico son coleccionistas que necesitan espacio de almacenamiento y alivio fiscal porque nunca pensaron en exhibir lo que compraban.
El Geneva Freeport está situado a unos tres kilómetros del centro de Ginebra. Los medios rara vez recorren el Freeport, aunque en los últimos años lo hacen con más frecuencia ya que el gobierno y la empresa que dirige el servicio se esfuerzan por tranquilizar a la opinión pública mostrando que allí no se lleva a cabo nada inescrupuloso.
En parte, esto es una resaca de 2003, cuando las autoridades suizas anunciaron que devolverían centenares de antigüedades robadas de sitios de excavaciones arqueológicas en Egipto. Se informó que algunos de los objetos habían sido pintados en colores estridentes para poder contrabandearlos como souvenirs baratos.
El episodio contribuyó a promover algunos cambios en las regulaciones, como una norma que exige a los ocupantes llevar un inventario utilizando una plantilla específica.
En un recorrido por el Freeport una tarde de junio, la primera parada es una bodega de vinos repleta hasta arriba de cajones apilados con nombres estampados como Château Mouton Rotschild, Dom Pérignon y Château Petrus.
Resulta que el arte es simplemente una categoría más de los valores almacenados en estos edificios. También aparecen cigarros, Lamborghinis, jabón y Porsches.
Hay, asimismo, un silo lo suficientemente grande como para guardar 40 toneladas de granos.
Es la última prueba de que cuando el Freeport original abrió aquí en 1888, no era para activos escasos. Fue diseñado para productos agrícolas, como escala en su tránsito de una parte a otra del país. Sin embargo, lo positivo de la "exención de impuestos y derechos durante un lapso ilimitado" como se lo llama, atrajo a un grupo de gente de nivel más alto.
La concentración de tantas obrasfantásticas en un solo lugar empieza a poner nerviosas a las compañías de seguros. ¿Qué pasaría si sobreviniera un desastre? "La hipótesis de pesadilla es un accidente de avión, o un incendio o una inundación", dice Adam Prideaux, agente de seguros de Blackwall Green en Londres.
Es algo pertinente ahora que las nuevas políticas para el Freeport tienen costos prohibitivos o imposibles de suscribir agrega Prideaux.
Durante años, todo el movimiento vinculado al arte aquí consistía en la carga y descarga de camiones. En los últimos años, en cambio, han surgido un puñado de galerías, y la primera, tres años atrás, pertenecía nada menos que a Studer, el comerciante que catalogó los Picasso en el subsuelo.
¿Por qué el Freeport? No viene nadie a mirar vidrieras porque vidrieras no hay. El propio Studer dice: "No es divertido, no es sexy.
Es negocio, lisa y llanamente. Es un lugar suizo muy gris, muy aburrido, oscuro". Pero al entrar, "uno se lleva sorpresas", dice.
Además, el alquiler es barato comparado con lo que se paga en el centro de Ginebra. Y, dice Studer, "si una persona está dispuesta a venir al Freeport, es porque se toma la compra en serio".

Fuente: Revista Ñ Clarín

UN ESTILO PARA CADA TIEMPO

"El diseño es un saber mutante", dice el autor de esta nota sobre las corrientes nuevas del diseño gráfico y los requerimientos actuales del siglo XXI.
Wolkowicz fue vicedecano de la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo UBA y hoy es profesor titular de Diseño Gráfico FADU/UBA; profesor titular Multimedia Universidad Maimónides; coordinador académico de la carrera de Multimedia Universidad Maimónides. Aquí se refiere al diseño contemporáneo.
-¿El diseño gráfico se adapta a los requerimientos de hoy; hay un diseño particular para el siglo XXI?
-Quizás sea la disciplina que más ha mutado en los últimos 20 años, después de siglos de diseñar para un mismo soporte físico, analógico, la tecnología transforma los medios de comunicación en digitales e interactivos. Si bien la esencia conceptual del proyectar no varió, la necesidad de comprender nuevos soportes, características y habilidades de los usuarios, obligó a replantear la forma en que el diseño opera en una página web, un teléfono celular, una tableta o una proyección gigantográfica interactiva. Los estudios de diseño ya no se conforman sólo por diseñadores, hoy incluyen programadores, especialistas en branding y profesionales de “proyectos colaborativos integrales”. El diseño es un saber mutante, que se nutre de la evolución que se despliega en el cruce entre arte, tecnología y diseño en tanto innovación.
-¿Qué expectativas traen los alumnos?
-En general el imaginario de los alumnos difiere de la realidad de la carrera, los planes de estudio se pensaron en los 80 y la realidad ha superado por lejos la proyección pensada en su momento. El alumno está más familiarizado con los videojuegos, las redes sociales y el chat, los canales de tv satelitales y la interacción que con la Bauhaus y la gráfica suiza. Curiosamente formamos profesionales que inician una carrera sin saber cómo será su profesión cinco años después, cuando egresen. Los estudiantes, habituados a los nuevos medios y la tecnología, quieren ser partícipes protagónicos de la construcción comunicacional que se ha transformado en el paradigma del Homo interactus de nuestro siglo.

Fuente: Revista Ñ Clarín

SUPERAMOS LAS 400.000 VISITAS A NUESTRO BLOG
DESDE TODAS PARTES DEL MUNDO


Melchior d'Hondecoeter, Escuela Holandesa, C. 1635 - 1695
"The Floating Feather", "La pluma que flota", C. 1680
Óleo sobre tela, 159 X 140 cm
Rijksmuseum, Amsterdam, Holanda

 
En el día de hoy, 7 de agosto de 2012, hemos superado las 400.000 visitas a nuestro blog desde todas partes del Mundo.
Saludamos con ese motivo a todos quienes nos visitan y les agradecemos que nos lean y consulten.
Su fidelidad nos estimula, obliga y compromete a seguir cada día tratando de superarnos, consiguiendo más y mejor material - textos e imágenes - y a cuidar de manera muy especial la parte visual de nuestro blog.

Pedro L. Baliña........................
www.puesta-en-valor.com................
www.puesta-en-valor.blogspot.com.........

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UNVERTIR EN ARTE. UN REFUGIO SEGURO
EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE MUNDIAL

CRISIS ECONÓMICA INTERNACIONAL
Las subastas totales en 2011 fueron estimadas en 64.000 millones de dólares, contra 39.000 millones de 2009.
Subasta. “Las costureras”, de Edouard Vuillard, en Londres. El negocio de las artes es multimillonario. AP


Por Ginebra. The New York Times


Vienen por la seguridad y se quedan por el tratamiento impositivo que le dan en Ginebra, Suiza. Mientras la mercadería esté almacenada aquí, los dueños no pagan tasas de importación ni derechos de aduana, que en muchos países tienen un rango del 5 al 15 por ciento. Si la obra se vende allí, el dueño tampoco paga impuestos por la transacción. Una vez que la obra sale de las instalaciones –ya sea porque ha sido vendida o porque el dueño original la ha trasladado– hay que pagar impuestos en el país adonde va a parar. Son los Freeport (Puertos libres, especies de free shop de las artes), que en estos tiempos de crisis económica, crecen a la par del incremento del negocio de las obras de arte, como reaseguro para inversiones .
Apenas unos pocos años atrás, en realidad el Freeport no era parte de Suiza oficialmente. Desde entonces las construcciones recibieron la nacionalidad de este país, pero tanto ellos como un puñado de otros freeports menos conocidos en diferentes lugares de Suiza siguen siendo lo más cercano a las Islas Caimán que el mundo del arte puede ofrecer. Se trata de un refugio en el que el clima —financiero y en otros sentidos— resulta ideal para individuos de gran riqueza y para sus activos.
¿Cuántas obras de arte hay acumuladas en los 40.413 m2 del Freeport de Ginebra? El cantón de Ginebra, que posee una participación del 86 por ciento en el puerto franco, no lo sabe, como tampoco lo sabe Geneva Free Ports and Warehouses, la compañía que le paga al cantón para oficiar de propietaria del Freeport. Es de suponer que los funcionarios de la aduana suiza lo saben, pero no hablan. Baste decir que existe una vasta creencia entre art dealers, asesores y aseguradores de que aquí hay suficientes obras de arte escondidas para crear uno de los grandes museos del mundo. “Dudo de que tenga usted un papel del ancho suficiente para anotar todos los ceros”, dice Nicholas Brett, director de evaluación de riesgos de AXA Art Insurance en Londres, al pedirle que calcule el valor total de las obras de arte de Freeport. “Es un número enorme pero desconocido.” El número está próximo a aumentar. En el Freeport ha comenzado la construcción de un nuevo depósito de 12.000 m2 que se destinará especialmente a almacenamiento de obras de arte. Está programado que abra a fines de 2013. Este pequeño boom de construcciones es un modo nuevo de medir la recuperación impresionantemente veloz del mercado del arte desde su precipitosa caída en 2008, cuando las ventas en las subastas, el índice de esta industria, se contrajeron dentro de las repercusiones de la Gran Recesión. Las ventas globales en 2011, tanto en subastas como en tratos privados, fueron estimadas en u$s 64.100 millones , según Clare McAndrew, economista especializada en arte. Ese total está apenas por debajo del récord de u$s 65.800 millones de 2007, y bien por encima del bajón de 2009 de 39.400 millones.
En tiempo récord, la caída del mercado del arte de 2009 ha cedido paso a nuevas preocupaciones por los precios sobredimensionados. Una razón mayor, dice Clare McAndrew, es la llegada de compradores chinos en gran número, así como compradores de Rusia y Oriente Medio. Entonces aparece la flamante sensación entre los coleccionistas de todo el mundo de que el arte es un commodity interesante para comprar en medio de una conmoción económica. “La gente se ha dado cuenta de que el arte es un refugio seguro para sus activos cuando otros mercados tienen un desempeño pobre”, dice McAndrew. “En general, las obras de arte mantienen su valor a través del tiempo, y en algunos casos ese valor aumenta”. Algunos usuarios de puertos francos son gente que ha estado coleccionando durante años, puramente por pasión, y de repente ven que las piezas que compraron décadas atrás ahora valen sumas tan inmensas que tenerlas en su casa es un riesgo gratuito. Pero más típicos son los coleccionistas en busca de un sitio para almacenar y alivio impositivo, porque nunca se propusieron exhibir lo que habían comprado.
“El negocio del arte ahora atrae a gente que está estacionando dinero, que está especulando y que quiere status social”, dice Michael Findlay, uno de los directores de Acquavella Galleries y autor de El valor del arte . “La falla en el pensamiento de esa gente es que desde una perspectiva histórica, las grandes colecciones privadas fueron reunidas por personas que compraban arte porque podían pagarlo y les gustaba. Cuando estas personas gastaban dinero en arte, lo consideraban gastado y tenían algo para disfrutar el resto de sus vidas. Las obras de arte no perdían tiempo en un freeport.”


Fuente: clarin.com