Ginebra, una ciudad que ahora es un paraíso fiscal
para tesoros, alberga un museo en una vieja bóveda donde los
comerciantes y colecciionistas solían guardarlas.
Por David Segal - The New York Times
Simon Studer inició su carrera en la bóveda de un subsuelo en un
complejo de depósitos cerca del corazón de la ciudad, famosa por los
bancos internacionales y los precios escandalosos.
Era un trabajo
extraño. Todos los días, alguien abría la bóveda y lo encerraba adentro
hasta que llegaba la hora del almuerzo. Entonces, estaba autorizado a
salir de la bóveda y, después de comer, volvían a encerrarlo hasta que
llegaba la hora de irse a su casa.
Estaba haciendo el inventario
para uno de los galeristas más famosos de Suiza, que alquilaba el
espacio. "Verificaba tamaños, condición, buscaba una firma", comenta
Studer al recordar su trabajo de hace 25 años, "me aseguraba de que la
obra estuviera bien medida".
Lo que evaluaba y medía eran las artesanías de Pablo Picasso.
Miles
de piezas. Fue el primer contacto de Studer con la asombrosa riqueza
amontonada dentro de los Geneva Freeport, tal como se conoce a este
complejo de depósitos.
El segundo contacto se produjo cuando tomó
conciencia de lo que hacía el tipo en la bóveda de al lado: un recuento
de una habitación repleta de barras de oro.
"Eso es el Freeport", dice Studer, que actualmente dirige su propia galería.
Pese
a ser poco conocida fuera del mundo del arte, esta serie asombrosamente
monótona de edificios es famosa entre los comerciantes y coleccionistas
como el lugar óptimo para guardar sus obras más valiosas.
Llegan
por la seguridad y se quedan por el trato fiscal. Pues durante el
tiempo que los bienes permanecen almacenados allí, los dueños no pagan
ni impuestos ni derechos de importación, que en muchos países varían del
5 al 15 por ciento. Si la obra se vende en el Freeport, el dueño
tampoco paga impuesto sobre las transacciones.
Sólo una vez que sale del establecimiento se deben impuestos, en el país donde termina la obra.
El
Freeport es un paraíso donde el clima financiero y otros- es ideal
para los individuos con un patrimonio elevado y para sus activos.
¿Cuántas
obras de arte están apiladas en los 40.400 metros cuadrados del Geneva
Freeport? El cantón de Ginebra, que es propietario de una participación
del 86 por ciento del Freeport, no lo sabe, tampoco lo sabe Ports Francs
et Entrepôts de Genève SA, la sociedad que paga al cantón por el
derecho de servir como casero del Freeport.
Los funcionarios de
la aduana suiza presumiblemente lo saben, pero no hablan. Los
comerciantes de arte, asesores y aseguradores están convencidos de que
hay suficientes obras amontonadas aquí como para crear uno de los
grandes museos del mundo.
"No creo tener un papel lo
suficientemente ancho como para escribir todos los ceros", dijo Nicholas
Brett, director de emisión de seguros de AXA Art Insurance de Londres,
cuando le pidieron que hiciera una suposición del valor total de las
obras en Freeport. "Es una cifra enorme pero desconocida".
La cifra está a punto de crecer.
En
el Freeport se ha iniciado la construcción de un nuevo depósito de
12.000 metros cuadrados que se especializará en almacenar obras de arte.
La inauguración está prevista para fines de 2013.
Pronto, los coleccionistas y los comerciantes también dispondrán de una variedad de otras opciones.
Luxemburgo
está construyendo un puerto franco de 20.000 metros cuadrados, que será
inaugurado en 2014 en su aeropuerto. En marzo, comenzó la construcción
del Puerto Franco de la Cultura de Beijing en el Aeropuerto
Internacional de esa ciudad. También se habla de duplicar las
dimensiones del puerto franco en Singapur.
Este pequeño boom de
la construcción es una forma novedosa de calibrar la rápida recuperación
del mercado del arte de una caída precipitada en 2008, cuando las
ventas en subastas, el barómetro del sector, se contrajeron después de
la Gran Recesión. Las ventas globales en 2011, tanto en subastas como en
acuerdos privados, fueron estimadas en US$ 64.100 millones, según Clare
McAndrew, una economista del área del arte. Ese total roza el récord
máximo de US$ 65.800 millones establecido en 2007 y está muy por encima
de la depresión de 2009 de US$ 39.400 millones.
En tiempo récord, la caída del mercado del arte de 2009 dio paso a nuevas ansiedades relativas a precios excesivamente inflados.
Una
de las razones importantes, dice McAndrew, es la llegada de compradores
chinos en grandes cantidades, además de compradores de Rusia y Oriente
Medio. Por otra parte, hay entre los coleccionistas de todo el mundo una
renovada sensación de que el arte es un producto inteligente para
comprar en medio de la turbulencia económica".En general, el arte
mantiene su valor en el tiempo, y en algunos casos éste aumenta", dijo
McAndrew.
Los negocios en el extremo más bajo del mercado también
están en pleno auge. Wendy Goldsmith, directora de Goldsmith Art
Advisory de Londres, describe un diálogo con un artista que "no tiene
calidad de museo", con 8 obras recién producidas y una lista de espera
de 81 personas. "¿Qué me sugiere que haga?". le preguntó el artista a
Goldsmith, con cierta desesperación.
Las colas para los nombres
contemporáneos de marca son más largas todavía. "Compré un Gursky para
un cliente", dice Goldsmith, refiriéndose a Andreas Gursky, cuyas fotos
asombrosas de gran tamaño tienen precios asombrosos de gran tamaño.
"Tuve que escribirle a Gursky una carta sobre la colección de mi
cliente. Tuve que explicarle por qué mi cliente quería tanto esa foto. Y
esta obra cuesta más de US$ 1 millón. Era como entregar un recién
nacido.
Las maquinaciones son fascinantes", agrega. "También se están volviendo incontrolables".
La diferencia entre una sala de Picassos y una pila de barras de oro no es lo que era.
Algunos
usuarios del puerto franco llevan años coleccionando, simplemente por
pasión, y de golpe encuentran que las obras que compraron hace décadas
ahora valen sumas tan inmensas que guardarlas en su casa es un riesgo.
Lo más típico son coleccionistas que necesitan espacio de almacenamiento
y alivio fiscal porque nunca pensaron en exhibir lo que compraban.
El
Geneva Freeport está situado a unos tres kilómetros del centro de
Ginebra. Los medios rara vez recorren el Freeport, aunque en los últimos
años lo hacen con más frecuencia ya que el gobierno y la empresa que
dirige el servicio se esfuerzan por tranquilizar a la opinión pública
mostrando que allí no se lleva a cabo nada inescrupuloso.
En
parte, esto es una resaca de 2003, cuando las autoridades suizas
anunciaron que devolverían centenares de antigüedades robadas de sitios
de excavaciones arqueológicas en Egipto. Se informó que algunos de los
objetos habían sido pintados en colores estridentes para poder
contrabandearlos como souvenirs baratos.
El episodio contribuyó a
promover algunos cambios en las regulaciones, como una norma que exige a
los ocupantes llevar un inventario utilizando una plantilla específica.
En
un recorrido por el Freeport una tarde de junio, la primera parada es
una bodega de vinos repleta hasta arriba de cajones apilados con nombres
estampados como Château Mouton Rotschild, Dom Pérignon y Château
Petrus.
Resulta que el arte es simplemente una categoría más de
los valores almacenados en estos edificios. También aparecen cigarros,
Lamborghinis, jabón y Porsches.
Hay, asimismo, un silo lo suficientemente grande como para guardar 40 toneladas de granos.
Es
la última prueba de que cuando el Freeport original abrió aquí en 1888,
no era para activos escasos. Fue diseñado para productos agrícolas,
como escala en su tránsito de una parte a otra del país. Sin embargo, lo
positivo de la "exención de impuestos y derechos durante un lapso
ilimitado" como se lo llama, atrajo a un grupo de gente de nivel más
alto.
La concentración de tantas obrasfantásticas en un solo
lugar empieza a poner nerviosas a las compañías de seguros. ¿Qué pasaría
si sobreviniera un desastre? "La hipótesis de pesadilla es un accidente
de avión, o un incendio o una inundación", dice Adam Prideaux, agente
de seguros de Blackwall Green en Londres.
Es algo pertinente
ahora que las nuevas políticas para el Freeport tienen costos
prohibitivos o imposibles de suscribir agrega Prideaux.
Durante
años, todo el movimiento vinculado al arte aquí consistía en la carga y
descarga de camiones. En los últimos años, en cambio, han surgido un
puñado de galerías, y la primera, tres años atrás, pertenecía nada menos
que a Studer, el comerciante que catalogó los Picasso en el subsuelo.
¿Por
qué el Freeport? No viene nadie a mirar vidrieras porque vidrieras no
hay. El propio Studer dice: "No es divertido, no es sexy.
Es
negocio, lisa y llanamente. Es un lugar suizo muy gris, muy aburrido,
oscuro". Pero al entrar, "uno se lleva sorpresas", dice.
Además,
el alquiler es barato comparado con lo que se paga en el centro de
Ginebra. Y, dice Studer, "si una persona está dispuesta a venir al
Freeport, es porque se toma la compra en serio".
Fuente: Revista Ñ Clarín