LOS NOVIOS DE MARY GORMAN


CUADERNOS PRIVADOS

Los novios de Mary Gorman

Por Laura Ramos


Por Laura Ramos
Los padres de Mary Gorman, la primera maestra norteamericana reclutada para trabajar en San Juan, se opusieron a que su hija viajara sola a través del Atlántico. Su padre, un clérigo bautista, se empecinó en que debían encontrar a un matrimonio respetable que oficiara de chaperón durante el viaje en barco. En octubre de 1869 la pareja Hazen Springs, que vivía en Buenos Aires y estaba de visita en ese momento en Boston, anunció que estaba a punto de regresar y se ofreció a acompañarla. Poco antes, en un crucero por el Caribe, Mary Gorman había conocido a un pariente de los Hazen, el joven John Bean, de Maine, que también aspiraba a viajar a Sudamérica. Su esperanza era hacer fortuna con un tío radicado en la ciudad, el banquero Andrew Bean.
Mientras en Boston se organizaba el viaje, Sarmiento esperaba impaciente: “¡Cuánto lamento que la señorita Gorman no haya llegado! Tengo suficientes para ella y dos más. Cuento con ella” le escribió a su amiga Mary Mann. Entretanto, había persuadido a las autoridades de San Juan para que construyeran un edificio modelo para la primera escuela normal. Mientras se encontraba en misión diplomática en Estados Unidos envió los planos y dirigió la obra por correspondencia: llegó a mandar por barco escritorios, relojes, mapas, cuatro máquinas de coser, un gran piano, libros y semillas para plantar en los jardines. La escuela se alzó en un solar ubicado frente a la tienda donde él había trabajado como dependiente cuando era un jovencito.
Según informa Alice Houston Luiggi en su libro 65 valientes , apenas llegó al puerto de Buenos Aires Mary Gorman fue invitada por la familia Bean a hospedarse en su quinta de la avenida Alvear, cuyos jardines eran famosos por un ombú de tronco diez veces más ancho que los comunes y descendían hasta el Río de la Plata. Pero la influencia de la familia Bean sobre Mary Gorman, en particular la de su enamorado John Bean, no fue beneficiosa para el proyecto de Sarmiento. Los miembros de la comunidad norteamericana se escandalizaron ante la perspectiva de que la joven emprendiera la travesía. Un viaje de quince días en diligencia, a través de caminos semipoblados y asechados por indios y saltadores les parecía inapropiado. En un artículo del 3 de agosto de 1869, el mismo año en que viajó Mary, el diario la Nación informaba que los indios estaban invadiendo Mendoza, Santa Fe y Córdoba. “El degüello es una plaga en la Argentina, como la fiebre amarilla en otras partes”, escribía Sarmiento dos años antes a la viuda de su amigo Alberastain.
Desde que Mary Gorman se resistió a viajar a San Juan, toda la simpatía que había despertado en Sarmiento se disipó: “No he de ser más cuidadoso de Miss Gorman que de mis hermanas y familia que viven en San Juan”, decía, según consigna Jorge Crespo en Las maestras de Sarmiento . A la espera de una plaza en una escuela pública de Buenos Aires, Mary rechazó varios ofrecimientos para trabajar en escuelas privadas, pero Sarmiento se había desentendido de ella, muy ofuscado. Por fin, decepcionada por no dirigir una escuela normal, en enero de 1870 asumió la conducción de la escuela primaria N° 12, pero los sueldos no llegaron a hacerse efectivos. Juana Manso explicó en una carta a Mary Mann que las razones eran: “1. Porque era gringa; 2. Porque esa gringa son los ojos de Juana Manso. Muchas veces he visto a la pobre señorita Gorman, pálida y abatida, a pesar de su resignación angelical, traicionando ese mudo pesar la tristeza de su corazón al verse maltratada y desconocida…”. A fines de junio aún no había cobrado. Su novio, desde la estancia Tatay donde trabajaba, le escribió: “Cuando nos casemos mi primer esfuerzo será devolverle la alegría que tenía cuando nos encontramos”. Mary Gorman recuperó la alegría, pero no junto a John Bean, que murió atacado por la fiebre amarilla antes de que pasara un mes. Mary recobró los colores con su mejor amigo, John Sewall, un joven cambista inglés.
La epidemia se había desatado en enero de 1871, con tal furor que en cinco meses se cobró a uno de cada diez mil habitantes de Buenos Aires. Mary, también enferma, cuidó a once afectados, entre miembros de la familia y sirvientes. La quinta de los Bean atraía naturalmente a las nubes de mosquitos que ascendían desde el cercano Río de la Plata. Murieron siete personas y se salvaron cuatro, Mary entre ellos. A fines de 1872 renunció a su cargo en la escuela, reabierta después de la epidemia, y al año siguiente se casó en la iglesia anglicana.
Su marido dirigía la estancia Curumalán, situada entre Buenos Aires y Bahía Blanca, que pertenecía a los Baring Brothers, unos banqueros no muy honestos, según la pluma afilada de mi padre. Unos años después, los Sewall compraron su propia estancia y, de acuerdo con el diario de otra maestra, Sara Eccleston, “vivieron aquí veintidós años e hicieron fortuna”. La Escuela Normal de San Juan tuvo que esperar a su directora norteamericana unos años más.


Fuente: clarin.com


TODAS LAS VIDAS Y LAS IMÁGENES DE TINA MODOTTI


"Fotógrafa y revolucionaria", la muestra con más de cien imágenes de artista italiana convertida en mito que se exhibe en el CC Borges, pone foco en el período en que “hace espejo con México”, abraza el comunismo y logra su mayor contribución: el uso de los símbolos políticos en la fotografía.




Por Marcela Mazzei

Su fotografía fue mutando al paso de una vida presurosa, que ancló en mito. Tina Modotti fue artista autodidacta a principios del siglo XX, dueña de una subjetividad que magnificó el compromiso social que había abrazado al conocer el México posrevolucionario, que imprimió en su obra carácter documental y en ella la ideología que la acompañó hasta la muerte. De manera irreparable, el mito entró en competencia con la artista, nacida en Italia en 1896, que emigró sola a los 16 años a Estados Unidos detrás de su padre. Allí, advertido su perfil de femme fatale clásica trabajó de modelo, filmó películas mudas en Hollywood, se convirtió en musa primero del pintor Roubaix de L´Abrie Richey y luego del padre de la fotografía pura, Edward Weston, quien le enseñó el oficio a cambio de cuidar de su casa y su pequeño hijo. Con el tiempo, se convirtió en su amante y juntos llegaron a México.
“Jamás ha anidado en ella la idea de construir ningún tipo de personaje, todo lo opuesto”, desafía Blanca María Monzón, curadora junto al alemán Reinhard Schultz de Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria, la muestra con más de cien imágenes de la artista que hasta julio se exhiben en el Centro Cultural Borges. Por eso, más allá de lo fascinante de su vertiginosa vida y de la gente que Modotti conoció, prefiere hablar del sujeto textual y social que da lugar a este sujeto histórico llamado Tima Modotti. “Ergo, detesto absolutamente todos los mitos y mentiras que rodean su figura, porque realmente fue una mujer no convencional para su época, de una ductilidad y capacidad de aprendizaje poco frecuentes”.
En las paredes de CC Borges, el recorrido por las fotografías es cronológico, en función de la línea curatorial: una vida intensa en hechos, personajes y rumbos que se manifiesta en la evolución de su obra. Allí están las imágenes que Modotti y Weston tomaron en la carpa de un circo ruso: para entonces ya habían disuelto su relación personal y Modotti se emancipó también de su maestro para desarrollar una forma de expresión propia. Mientras Weston disparó a las estructuras del techo, la aprendiz integró a las personas sentadas en las gradas. En esta primera fase de su carrera, Tina Modotti creó algunas de sus obras más famosas como "Flor de manita", de la serie Flores y plantas, y "Rosas", la fotografía que en 1991 adquirió la feminista Susie Tomkins en 165 mil dólares en disputa con Madonna, coleccionista también de Frida Kahlo. Dos años después, “Calas” –de la misma serie– se vendió en Christie’s Nueva York en 189.500 dólares, un precio récord hasta el momento.
Organizada por la Galería Bilderwelt de Berlín, la muestra tuvo a Reinhard Schultz, su curador, presente en la inauguración. Experto aficionado, investigador y coleccionista de la obra de Modotti, Schultz comparte datos casi secretos de la biografía y su pesquisa personal detrás de las huellas de Modotti, en dosis iguales. Hacia un lado de la sala, iluminada por la calidez del anaranjado de algunas paredes, la atmósfera mexicana de la década de 20 se aparece en un puñado de retratos de campesinos, pescadores, una pila de heno, un niño trabajador… por la misma época en que Diego Rivera y Frida Kahlo estaban vivos y artistas e intelectuales del mundo entero se involucraban con el movimiento revolucionario y conformaban la vanguardia.
“No mucha gente sabe esto –advierte Reinhard Schultz–, pero Modotti era fotógrafa de los muralistas. Cuando Rivera mostró por primera vez su trabajo, las fotos eran de ella. El año pasado se exhibieron 60 de estas fotos que tomó de Rivera y su trabajo, que nunca se habían mostrado antes”. Contó que Modotti realizó este trabajo junto al enigmático escritor alemán B. Traven, que son más que meras fotografías de obra y que 120 de ellas están en poder de la viuda del autor que se había interesado en ella como él y tantos otros, cuando por casualidad se toparon con el enigma y convirtieron esa búsqueda en un pilar de sus vidas. En 1989, Schultz compró en México la primera foto de ella, pero su interés se remonta a 1982, cuando la galería White Chapel de Londres organizó la primera exposición de Tina Modotti en Alemania, junto a Frida Kalho. “Entonces un amigo mío hizo una película de una hora sobre ella para la televisión; y otra amiga, también interesada, escribió una biografía que investigó durante 10 años, y viajó a México, a Italia fuimos juntos, y esta biografía se publicó en 1989. Después continué haciéndome de sus fotos a medida que estaban disponibles”.
Todavía en México, Tina Modotti documentó las condiciones de extrema pobreza del pueblo en el barrio Colonia de la Bolsa, como un antecedente del paso siguiente. Su creciente compromiso la llevó a sumarse en 1927 al Partido Comunista Mexicano, hecho que tuvo correlato en la fotografía. Después de los estudios formales que habían sido los edificios y las plantas de sus primeros trabajos, hacia fines de la década del 20 Modotti se dedicó a documentar la obra de la Revolución –allí se inscriben las imágenes de asambleas de campesinos y su empleo en el periódico El Machete, hasta la síntesis de sus emblemáticos bodegones con martillos, hoces, sombreros, guitarras y mazorcas de maíz.   
Señalando una de las imágenes de esta serie, el curador alemán es categórico: “Es el estado político más fuerte al que alguien puede llegar, y nadie había usado este tipo de simbolismo político en fotografía antes de ella; es una contribución única”. Con los resultados políticos de la revolución mexicana todavía vívidos, su “bodegones” también funcionan como propaganda política: “Todo el mundo en México utilizaba símbolos muy claros porque es más fácil de comprender que si haces un discurso largo y lo escribes”, agregó Schultz sobre su perfil militante.

SINTESIS. Modotti usó símbolos políticos en el contexto de su trabajo para el PC, y ese fue su gran aporte a la fotografía.

El año en que todo cambió
En enero de 1929, revolucionario cubano Julio Antonio Mella –cofundador del PC de ese país– y amante de Modotti, fue asesinado a tiros delante de ella en plena calle. Una campaña mediática la acusó de cómplice. “El fue el gran amor de su vida, Tina Modotti sufrió mucho esa pérdida…con lo idealista que era ella, estar con alguien con ese grado de idealismo… una figura actualmente absolutamente revalorizada”, evalúa Blanca Monzón, mientras destaca un breve manifiesto en la misma pared que exhibe el rostro sin vida de Mella retratado por su amada, uno de los escritos de su puño y letra que se incluyeron en la muestra: “Una mañana revisábamos cosas viejas que se dejan aquí en algunos baúles, he destrozado muchas cosas, esto duele a veces, pero bendito sea el nada. (…) Desde ahora en adelante todas mis propiedades solo tendrán que ver con la fotografía; el resto, incluso cosas que amo, cosas concretas, las someteré a una metamorfosis, las transformaré de cosas concretas en cosas abstractas para así poder poseerlas para siempre en el corazón”.
A finales de 1929, realizó su primera exposición individual, y probablemente la más importante, en la Biblioteca Nacional de la Ciudad de México. Para 1930 ya había sido acusada de conspiración contra el presidente mexicano, encarcelada durante 12 días y luego expulsada del país. Se exilió en Berlín y de allí deambuló por Moscú, París y España, antes de su regreso a México en 1939. Durante su estancia en Berlín, el fotógrafo Lotte Jacobi organizó una importante exposición de sus obras y según Pablo Neruda, Tina Modotti lanzó su cámara Graflex al río Moskva, cuando vivía en Moscú.
“El movimiento comunista se convirtió en un factor dominante en la vida de Tina Modotti, porque no tenía a dónde ir en 1930. En Berlín no tenía ingresos –tampoco de la fotografía– ni amigos que cuidaran de ella, pero en Moscú estaba el partido comunista que la tomó, la integró, le dio un trabajo, un lugar donde quedarse. Trabajó para el Socorro Rojo sobre todo en Moscú, y por ellos fue también a la Guerra Civil Española, donde cuidó niños hasta el final de la guerra, cuando regresó a México”, revela el curador alemán. En esos años se hace amiga de Pablo Neruda, Rafael Alberti, Miguel Hernández.
Según Blanca Monzón, “hay ciertos detalles cuasi dramáticos en su vida que hacen que las leyendas oralmente vayan transformando y distorsionando los hechos”. Una “lamentable” película sobre Frida Kahlo donde aparece su personaje es el ejemplo más cabal. Pero hay más. El rumor de que Modotti había sido espía rusa se expandió alimentado por el silencio. “Nadie sabe con quién ella se relacionaba en Moscú, en cuántas misiones participó… porque iba en misiones secretas con el Socorro Rojo a otros países como Austria y aunque fuimos a Moscú no pudimos hallar esta información”, relata Schultz. “Pero nunca fue una espía rusa, ni participó del asesinato de Trostky… Hay una increíble confusión, pero el origen de la mayoría de esos errores son las controvertidas posiciones políticas que la gente tiene. No están basadas en hechos”.
En Viena, donde Modotti alguna vez estuvo en misión secreta, un curador escribió a propósito de la visita de esta misma muestra. "Aunque fue el cielo de México el que le dio luz a las fotografías de Tina Modotti, no es mérito de esta luz el hecho de que de su cámara fotográfica saliesen cuadros perfectos. El secreto de sus obras está en el hecho de que con la mirada de la bondad estas obras hacen más visible el mundo. Esta mirada quiso que los paisajes del trabajo, los productos del trabajo y los medios de producción, las plantaciones de caña de azúcar, la hoz mexicana, las ollas de terracota, las manos con una pala, las guitarras, los sombreros, las mazorcas de maíz tengan más gracia que las verdes praderas de la suiza. Sólo que la gente de este mundo no está feliz, ¿por qué? Es esta la pregunta contenida en su fotografía”.
Además de gran parte de la obra conocida de Tina Modotti, se exhiben fotografías de ella tomadas por el genial Weston, esas que la muestran en pose tan femenina; y en la misma sala se puede ver una de las dos películas mudas en las cuales actúa Tina Modotti; más un documental canadiense de 2009 que comparte ideales con los curadores y se proyecta los domingos después de una visita guiada.
Terminada la Guerra Civil Española, Tina Modotti regresó a México y pocos años después murió mientras viajaba en un taxi. Muchos años después, su historia revive en forma de mito y permite la perma. Una artista con sólo tres niveles de la primaria que realizó en solo siete años un aporte personal y único a la historia de la fotografía, una obra que a otros artistas, en caso que lo consigan, les lleva toda una vida y que sigue enamorando a los amantes del arte que siguen su huella en busca de alguna respuesta sobre este mundo. 

Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria
Del 23 de mayo al 7 de julio
Centro Cultural Borges
Viamonte esq. San Martín
Entrada 15 pesos

MUESTRA DEL ARTISTA HÚNGARO QUE CREABA MUNDOS EN UNOS TRAZOS




Lajos Szalay nació en Hungría pero vivió años en Tucumán. Para Picasso, era el mejor después de él.
Aguafuerte porteña. Plaza de Mayo según Szalay 
Por Julia Villaro
La misma línea nerviosa habita todas las obras: si Lajos Szalay desenvainara su pluma como un cuchillo, todos sus dibujos vivirían de un mismo toque de gracia.
Szalay nació en Hungría en 1909 y en 1930 estaba en París estudiando con Picasso. Le fue bien: cuenta la leyenda que Picasso dijo que Szalay era “el más grande dibujante, después de mí”.
En 1948 ganó una beca Unesco y se vino para la Argentina, donde enseguida estaba enseñando en la Universidad Nacional de Tucumán. Con él había gente como Lino Enea Spilimbergo y Pompeyo Audivert. Entre sus alumnos estaba, por ejemplo, Carlos Alonso. Aquí editó tres libros de imágenes. Uno, Impresiones de un inmigrante, da cuenta de su mirada de Buenos Aires.
En 1960 se fue a los Estados Unidos, pero cuando murió, en 1995, estaba otra vez en Hungría. Y ahora sus obras se exponen acá, en el Museo Sívori, frente al puente del Rosedal.

Una mirada a la historia. El dibujo se titula “Marx y Engels”.
El dibujo de Lajos es esencial: tinta negra sobre hoja blanca. Pero su esencia es descarnada, dislocada, sus líneas son cuerdas, tendones, arterias, sus anatomías imposibles puestas ahí, arrojadas a la existencia, se retuercen en una mueca tormentosa pero atractiva.
Szalay expone su drama, que más allá del de las guerras y las injusticias es el drama de la existencia humana, su necesidad de sacrificarse, de rebelarse y de creer en un dios.
En su obra hay lugar para múltiples mitologías y su trabajo como ilustrador no hace más que intensificar su necesidad de crear una cosmogonía propia, un relato personal de cómo empezó el Universo. 
Este es el lado claro de un dibujante que, a primera vista, puede parecer oscuro, con sus personajes deformados, o con ojos que en la misma línea mutan en lágrima, pero que sostienen el sol en una mano y la luna en la otra.

Una mirada a la historia. El dibujo se titula “Marx y Engels”.
Desde su llegada a la Argentina, Szalay ejerció una importante influencia sobre el panorama artístico: su trabajo no sólo ayudó a conceder al dibujo la importancia que merece como práctica artística en sí misma –y no sólo mero preliminar de la pintura– sino que muchos de los protagonistas más importantes del arte argentino del siglo XX aprendieron de sus quiebres, de su “línea mosca, que zumba alrededor de las formas”, como él mismo la definía.
Cuesta comprender algunas imágenes, pero si le damos el tiempo necesario las formas emergen y el relato se impone. La reiteración educa el ojo del espectador, que a lo largo del recorrido aprende cómo encarar las obras de este artista y entonces comprendemos el sentido de una muestra tan vasta.
Si cada trazo de tinta en una hoja en blanco abre un mundo, el universo del dibujante húngaro Lajos Szalay se vuelve presencia a lo largo de nuestro recorrido por las salas de un museo acá, frente al Rosedal.


Fuente: clarin.com

"EL PASADO NO EXISTE
PORQUE LO INTERPRETAMOS HOY Y AQUÍ"


Dice que los objetos antiguos tienen valor no por los objetos en sí, sino porque son referentes de nuestra identidad. Para algunos son cosas incómodas porque nos explican a nosotros mismos.
Daniel Schávelzon, arqueólogo urbano

Daniel Schávelzon, arqueólogo urbano.
Por Daniel dos Santos

Qué hay de nosotros bajo tierra? La pregunta puede ser inquietante, pero la respuesta tal vez la supere: más de lo que imaginamos. Daniel Schávelzon no hace magia negra ni resucita a los muertos. Es un arqueólogo urbano, investigador principal del Conicet, director del centro de Arqueología Urbana (FADU, UBA) y del Area de Arqueología Urbana en el gobierno de la Ciudad. Excava el suelo de esa ciudad originaria de quince cuadras por cinco que fue la Buenos Aires bebé, después de la segunda fundación de ese pequeñísimo aglomerado convocado por el conquistador Juan de Garay.
Claro que no es fácil cuando lo único literalmente sano que quedó fue la cuadrícula de esa gran aldea, con centro en la plaza de Mayo. Lo demás, derruído, derrumbado, perdido, borrado. Pero no todo, aunque -como dice él- el proceso de recambio urbano o, mejor, la velocidad de destrucción de la ciudad reconoce magnitudes impensadas. Un edificio tapa a otro y aquél es sepultado por el próximo, en capas sucesivas como una cebolla con tiempo quizás para las lágrimas pero no para la memoria.
¿Hay que conservar lo antiguo por el sólo hecho de serlo?
Los objetos antiguos tienen valor porque son referentes materiales de la identidad. Son las cosas que nos explican a nosotros mismos. Por eso se deben conservar, no por el objeto en sí -eso sería caer en fetichismo- sino por lo que explica. Y sólo explica lo que tiene contexto.
Una sociedad como la nuestra que invisibiliza a los ancianos ¿cómo trata los vestigios del pasado?
En una sociedad que no pudo superar la etapa aluvional, esa visión del progreso indefinido que le inculcó la generación del ochenta, los objetos del pasado resultan al menos incómodos. En esa visión, si se los puede hacer desaparecer (lo que nunca estuvo), mejor.
¿Y en el caso contrario?
Se puede reconstruir el pasado y, por lo tanto, la identidad.
¿Un ejemplo?
Los pozos de basura a partir del siglo XVIII en adelante muestran que la gran mayoría de los objetos de la vida doméstica eran importados. Y este fenómeno atravesaba a todas las clases sociales. También el facón, el poncho y hasta el cinturón de los gauchos, que eran mayoritariamente de raza negra, venían de afuera. Al ver ese contexto se puede entender cómo es el modelo de sociedad en el que vivimos. Entonces, esos objetos no se ven con agrado, porque son referentes de la memoria.
¿Desde los pozos de basura se puede inferir cómo se vivía en una época?
Sí, pero el proceso es largo.
Si dentro de 500 años, algún arqueólogo del futuro revisara nuesta basura ¿qué descubriría?
Si se incluyeran los restos materiales de las construcciones, aseguraría que esta sociedad rayana en la incoherencia del recambio y el consumo es casi esquizoide, en aras de intereses económicos que favorecen las distancias sociales. Aunque también vería que se investiga y se preserva.
Dicen que el psicoanálisis resignifica el pasado al ver los hechos desde otra óptica. ¿La arqueología hace lo mismo?
Sí. Diría que el pasado no existe porque lo hacemos hoy. Lo interpretamos desde este lugar y desde este tiempo. Por eso las interpretaciones del pasado van cambiando.
¿Cuál es el mayor misterio que esconde bajo tierra Buenos Aires.
Por qué no descubrimos antes que había que sacar a la luz lo enterrado. Por qué no hicimos lo que otros países hacen desde hace más de cien años. Lo mismo, por aquella velocidad que contaba al principio, esta será la última generación que podrá buscar restos materiales de hace 400 años bajo tierra.
Prometeo -un titán en la mitología griega cuyo nombre quiere decir “mirar adelante”- tenía un hermano, Epimeteo, “mirar atrás”. Sin el designio de los dioses a sus espaldas como esos hermanos, Schávelzon se siente en una encrucijada cuando se le pregunta hacía dónde usaría una máquina del tiempo: “Para satisfacer deseos personales iría hacia adelante sin duda, pero para regocijo intelectual iría hacía atrás, para ver si lo qué hacemos e interpretamos está bien o mal”.
Propio de un obsesivo compulsivo por el trabajo, Schávelzon no sólo sigue su actividad sábados y domingos, sino que se angustia y presenta signos de ansiedad (abstinencia) cuando no cumple con ese deber ser autoimpuesto. Por suerte para él, su mujer, restauradora, le sigue el tren. Pero, en realidad, no hay por qué sentir lástima por él. “No es trabajo, sino un placer enorme”, dice ahora metido en la excavación del patio de la casa del virrey Liniers en pleno centro de la ciudad.
Y sin que se le pregunte, cuenta que donde se siente más feliz es al lado de un pozo, encorvado y aunque se le doble la espalda de dolor a los 61 años, mojado y con frío como hace tres meses le pasó en Ushuaia, junto a sus compañeros de excavación, pero -eso sí- con tiempo suficiente para hacer un mínimo asado. “
Con una infancia vivida en el barrio de Once, mal alumno e irreverente, ninguno de sus profesores de los muchos colegios secundarios que pasó hubieran previsto, ni con la ayuda de la máquina del tiempo, que se recibiría de arquitecto en la UBA, y obtendría una maestría y un doctorado en preservación de monumentos históricos en la Universidad Nacional Abierta de México (UNAM). Una forma de aprovechar los años de exilio que pasó en ese país, en Guatemala y Ecuador.
¿Cómo un arquitecto se metió a arqueólogo?
Nunca me sentí arquitecto, aun cuando tengo el título. No sabría construir un edificio ni mi propia casa. Yo quería seguir Antropología, pero Onganía cerró la carrera. Para no perder el año empecé arquitectura, pero desde siempre me fascinó la historia de la ciudad como catalizadora de cultura.
Porque al fin de cuentas, si la gente no se juntara otra sería la película.

Sueños

Hay gente como Daniel Schávelzon que convierte los sueños en desafíos o en deudas a pagar. Él tiene uno. Excavar en un lugar de esclavitud, una casa donde hayan vivido, un mercado donde fueron vendidos. Pero no es fácil, primero habría que ubicar dónde hacerlo. Mientras tanto, recuerda que Buenos Aires fue uno de los más importantes puertos negreros del continente.

Fuente: clarin.com

LECTURAS PROFANAS

Arte / Muestras

Religión, violencia y erotismo se combinan con irreverencia en las obras que León Ferrari exhibe en Malba; realizadas a lo largo de tres décadas, integran su primera exposición individual en el museo Viaje, 1987, collage sobre papel Vista de la muestra en Malba.





La era vikinga se inicia el 8 de junio de 793, cuando estos guerreros asaltaron a sangre y fuego el monasterio de Lindisfarne, al norte de Inglaterra. Nunca antes la cristiandad había sufrido un ataque a sus recintos sagrados y a partir de entonces una nueva plegaria se comenzó a recitar: "De la furia de los hombres del norte, líbranos Señor". Los ataques a la Iglesia cristiana -independientemente de sus razones- se fueron repitiendo a lo largo de la historia con más o menos virulencia; se objetaba haber perdido el norte señalado por el mensaje de Jesús, su alianza con el poder temporal, su enriquecimiento y su corrupción.
Las críticas provienen de todos los frentes, desde los no creyentes, los fieles, facciones internas de la Iglesia, e incluso desde el arte; aquí se inscriben las series Brailles y Relecturas de la Biblia que presenta León Ferrari en Malba, con curaduría de Florencia Battiti, y un catálogo con un texto de Daniel Link.
Viaje, 1987, collage sobre papel.
Nacido en 1920, Ferrari ha recibido innumerables distinciones nacionales e internacionales, entre ellas el León de Oro de la Bienal de Venecia de 2007, y no en vano. Es paradójico que el artista más profano, el que se ha lucido por sus ataques a la Iglesia católica, haya devenido en una intocable vaca sagrada del arte.
Su trayectoria se inicia cuando ayudaba a su padre Augusto a decorar iglesias cordobesas y porteñas, y sus puntos de inflexión fueron dos obras emblemáticas del conceptualismo: La civilización occidental y cristiana (un Cristo de santería adosado a un avión de guerra), de 1965; y Juicio Final (palomas vivas defecando sobre una reproducción del Juicio Final de Miguel Ángel), de 1985.
En las dos series de Malba, Ferrari arremete contra la Iglesia no como un vikingo sino como un erudito teólogo e historiador del arte, y lo hace con la imagen y la escritura, aunque ésta sea en braille. Los puntos en relieve de la escritura para ciegos son inaccesibles para un vidente que no conoce el código y también para un no vidente que no puede tocar la obra resguardada por el vidrio (a excepción de cuatro designadas a tal fin). Esta contradicción es la misma que subyace en las Sagradas Escrituras: cómo explicar un Dios de amor y perdón frente a las torturas de la Inquisición o los tormentos del infierno anunciados por la Iglesia.
Sin título, 1986, collage sobre papel. Foto: GENTILEZA MALBA
La gramática visual de Ferrari se basa en una técnica utilizada por dadaístas, cubistas, futuristas y surrealistas a principios del siglo XX, el collage ; en estos trabajos conviven imágenes del arte de Occidente y Oriente, erotismo e historia sagrada, los manuscritos del Beato de Liébana, la Cicciolina y la explosión atómica de Nagasaki. Todos son alegatos contra la violencia.
Los rechazos a la obra de Ferrari y las bataholas difundidas por la prensa en muestras anteriores no son episodios aislados del contexto internacional. En los años 80 y 90 estallaron los escándalos entre arte y religión; basta recordar el Piss Christ , de 1987, de Andrés Serrano; o La Santa Virgen María , de 1996, hecha con bosta de elefante por Chris Ofili. Para entonces, la religión dogmática iba por un lado y la espiritualidad por otro.
Pronto se difundió la creencia de que si los artistas se apropiaban de símbolos religiosos era para demostrar su animadversión, aunque no siempre era así; de hecho, Ofili es católico practicante. Extrañamente, la derecha religiosa interpretó las obras como una mofa, pero también críticos y curadores, aun cuando los artistas lo negaran.
Estas presunciones llevaron a los artistas creyentes a camuflar sus temas o, por el contrario, a expresar directa y abiertamente su devoción. También están quienes desafían a la religión organizada, como es el caso de Ferrari, y aun frente a la indiferencia o resistencia del mainstream del arte hay artistas -como Anish Kapoor, Wolfgang Laib, Kiki Smith y Mariko Mori, entre otros- que siguen inspirándose en fuentes religiosas y creencias espirituales.
 
Ficha. León Ferrari-Brailles y relecturas de la Biblia en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), hasta el 2 de julio
adn Ferrari
Buenos Aires, 1920 


Es uno de los artistas argentinos con mayor proyección internacional. En 2007 ganó el León de Oro en la 52ª Bienal de Venecia, donde se exhibió su obra más emblemática, La civilización occidental y cristiana, de 1965. Autodidacta, hijo del pintor, fotógrafo y arquitecto Augusto Ferrari, inició su producción artística como escultor, en Roma. De regreso en Buenos Aires, donde vive y trabaja, exploró además con collages, dibujos, heliografías,
videotexto, instrumentos musicales, arte postal, grabados y ensamblaje. Todos los recursos le sirvieron para criticar el poder político y religioso. En 2005, una retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta desató una polémica con sectores ultracatólicos.

 Fuente: adn Cultura LA NACIÓN

MONASTERIO COLONIAL EN PELIGRO



Monumento histórico nacional, Santa Catalina corre riesgo por la construcción de una torre de 18 pisos en la misma manzana.




La preservación de destacados enclaves que caracterizan la rica arquitectura de nuestra ciudad entra muchas veces en colisión con los intereses económicos de algunos sectores inmobiliarios. No hay duda de que en los últimos años ha crecido la conciencia sobre la importancia de proteger y cuidar a aquellos edificios de indudable valor histórico, gracias a la acción de numerosas ONG y ciudadanos que han sabido alertar a tiempo sobre, por ejemplo, demoliciones que dejan como saldo irrecuperables pérdidas del patrimonio urbanístico.
Resulta imprescindible a estos fines mejorar la comunicación entre los diferentes organismos del gobierno de la ciudad, para que el trabajo conjunto alcance los mejores resultados. A nadie se le ocurriría destinar un grueso presupuesto a la preservación de un espacio para que, con la venia de alguna otra oficina municipal, se autorice, por ejemplo, una megaconstrucción en el terreno lindero que atente contra ese mismo patrimonio que se busca preservar.
Esto parece estar ocurriendo con la iglesia y el monasterio Santa Catalina de Siena, que ocupan parcialmente la manzana delimitada por San Martín, Viamonte, Reconquista y Córdoba, en el microcentro porteño, y que fueran declarados monumento histórico nacional en 1942 y en 1975, respectivamente.
Aparentemente, el proceso se habría iniciado con una audiencia pública a la que sugestivamente no fueron invitadas las autoridades eclesiásticas. Llama la atención también que, en marzo de 2011, el gobierno de la ciudad autorizara la construcción de una torre de 60 metros con 18 pisos en la referida manzana, justo antes que la Legislatura porteña aprobara una ley de ampliación de los límites del área histórica que incluye el convento y la iglesia, cuyo origen se remonta a 1745. Con la vigencia de dicha ley, hoy no se habría podido conseguir la autorización.
El proyecto inmobiliario contempla el desarrollo de un hotel, viviendas, oficinas y subsuelos para cocheras. Cualquier emprendimiento de las proporciones mencionadas tendrá nefastos efectos. Por su antigüedad, los cimientos y la estructura de Santa Catalina son sumamente vulnerables y no resistirían los movimientos y vibraciones que las excavaciones y la posterior construcción acarrearían. Además, subyacen allí las ruinas de una enfermería y un cementerio que el gobierno porteño debería preservar en tanto órgano de aplicación de la ley de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico.
Hay que consignar también que en medio de la vorágine cotidiana, muchos llegan a Santa Catalina en busca de actividades, atención espiritual o del simple y reparador sosiego que ofrece su patio de añosos árboles. No menos importante resulta considerar el impacto visual negativo que afectará irremediablemente la escala urbana del colonial conjunto edilicio y que, además, dejará sin el sol necesario a la antigua estructura que verá amenazada su conservación por las humedades propias de un edificio histórico.
Vecinos y representantes de la ONG Basta de Demoler, de la Fundación Ciudad, de la revista Todo es Historia y del rectorado de Santa Catalina presentaron un recurso de amparo en oposición a la construcción mientras que el Ministerio de Desarrollo Urbano de la Ciudad niega las acusaciones y refiere que los planos fueron debidamente aprobados.
Somos también los ciudadanos quienes debemos alzar la voz ante la desaprensión de las autoridades para evitar atentados contra un patrimonio arquitectónico y arqueológico que nos pertenece a todos y que tenemos la obligación de preservar para las futuras generaciones.


Fuente texto: lanacion.com 
SANTA CATALINA

Santa Catalina, fundado en 1745, fue en sus orígenes un Monasterio y una Iglesia de monjas dominicas contemplativas de clausura. Declarado en 1942 Monumento Histórico Nacional, hace treinta años fue legado al Arzobispado de Buenos Aires. En 2001 el Monasterio fue renovado con el fin de ponerlo al servicio de su nueva misión: atender las necesidades espirituales de las personas que trabajan en el microcentro porteño, sin exclusiones.
Hoy Santa Catalina atiende a quienes se acercan en busca de una escucha personalizada contando para ello con un calificado grupo de sacerdotes y laicos especializados en el acompañamiento espiritual, servicios de asesoría jurídica, de orientación laboral y de acompañamiento en el duelo. Desde su identidad católica, no sólo ofrece talleres y seminarios sobre temas religiosos, sino también cultiva el camino espiritual de la belleza mediante la promoción del canto, la música, la danza, las artes visuales y la restauración de pinturas e imágenes.

Santa Catalina
San Martín 705
www.santacatalina.org.ar

 

LA PSICODELIA IMPACTA EN EL BELLAS ARTES


Cultura / La exposición más ambiciosa del museo en una década

La mayor muestra de arte cinético desde los tiempos del mítico Di Tella reúne 70 obras de artistas argentinos, como Le Parc y Polesello.



 
Mouvements chromocinétiques, de Martha Boto, una de las piezas que más atrajeron al público durante la inauguración oficial. 

Por Loreley Gaffoglio / LA NACIÓN

Imagine al mayor templo de las artes plásticas sumido en la penumbra, con sus paredes pintadas de negro. Luego, imagine la activación mancomunada de 70 portentosas obras cinéticas que hicieron historia en los años 60. Aquellas "situaciones visuales nuevas" que mediante simples o complejos engranajes producen movimiento, se desplazan, tienen luces, aguas danzantes, despiden fulgores y formas geométricas multicolores. Piense también en obras inmóviles -lienzos y objetos- pensadas para "marear" al ojo y engañar la percepción. El viejo "ardid" del arte óptico.
Quien recorra los 1000 metros del anexo del Museo Nacional de Bellas Artes asistirá a la más deslumbrante sinfonía cinética de producción nacional: una danza de destellos psicodélicos y de frecuencias lumínicas programadas como no se veía desde la época del Instituto Di Tella.
"Real/ Virtual. Arte cinético argentino en los años 60", es el título del imperdible envío, que se inaugura hoy, a las 19, y que el público podrá visitar hasta el 19 de agosto con entrada libre y gratuita. Curada por María José Herrera, esta apuesta fuerte y costosa, solventada por la Asociación de Amigos del MNBA, invita a una aproximación lúdica con el arte, a un tipo de contemplación que, alejado de lo intelectual, estimula la fantasía, desafía la imaginación del espectador y lo incluye como partícipe necesario. De paso, recrea la efervescencia en la inventiva de los años 60. Toda una época signada por la indagación experimental, aliada del desarrollo industrial y los nuevos materiales, como el acrílico. Y que tuvo en ese agitador cultural que fue Jorge Romero Brest al principal impulsor de las artes visuales en el país.
En parte gracias a él, que dirigió el museo de 1955 a 1963 y fue un "vector" para las vanguardias, hoy el Bellas Artes cuenta con un patrimonio importante de obras cinéticas, que se expande con los préstamos de otras instituciones y colecciones.
Ary Brizzi, puro movimiento.

Las 70 obras revelan con afán historiográfico el abanico de gramáticas abonadas al cinetismo, a partir de sus más conspicuos exponentes: los artistas instalados en París Boto y Vardánega; los aglutinados en el Groupe de Recherche d'Art Visuel (GRAV), Le Parc, García Rossi y Sobrino, y los que descollaron aquí con esas poéticas: Brizzi, Tomasello, Polesello, Kosice con su hidrocinetismo, Bedel, Silva, Espinosa, Dadive, Demarco, Rodríguez, Durante, Bangardini, Benveniste, Gamarra, Fioravanti y la dupla de Guisiano y Schneider.
En su faz dual, el guión curatorial también les habla a los estudiosos del arte y contribuye a su historiografía a partir de un libro-catálogo de 350 páginas que indaga en el surgimiento y legitimación del cinetismo como vanguardia festejada por el público general. Pero para ambos públicos la muestra supone también un recorrido por obras consagradas, surgidas de los diferentes premios que estimularon las exploraciones ópticas-cinéticas.
"El Bellas Artes cumplió un rol fundamental en la difusión del cinetismo -acota Herrera-. Se venía de la abstracción geométrica, con el arte concreto y Madí, cuando Romero Brest, que quería dar a conocer los valores de la modernidad internacional, trajo una muestra del artista francés Víctor Vasarely. Esta fue determinante para los artistas por el uso de la metodología serial y geométrica, que en fuertes contrastes de blancos y negros acentuaban las leyes de la óptica."
 
Hidroactividad H-13, de Gyula Kosice.
Hay, al menos, cuatro puntos altos que ayer, durante la presentación a la prensa especializada, ganaron en adhesión: las obras históricas de los "franceses" se situaron en la pole position. En algunos casos, anticipan los grafismos digitales que se ven hoy en las computadoras.
Las obras cautivan por el ingenio de sus mecanismos y sus indómitos efectos y entramados ópticos, ya sea dentro de cajas lumínicas o a partir de proyecciones sobre la pared. Los diminutos resortes con espejos en sus extremos para irradiar la luz -instalación de Le Parc- son un buen ejemplo. Lo secundan el "plasma", de ajedrez multicolor de García Rossi y las secuencias lumínicas temporales en las cajas de Vardánega y de Boto.
Polesello, junto a una de sus obras (Lupalente, Prisma).
Otro núcleo remite al futuro y lo que hoy se cifra como pura entelequia: el agua en movimiento iluminada por el neón y encerrada en gotas pentahédricas o el mural de sendas tapas acrílicas con la que Kosice logra atrapar a la lluvia.
Otra instalación imperdible es el Premio del Salón Nacional de 1968, Generador de imágenes, que consagró a Eduardo Giusiano y Jorge Schneider. Mediante un espejo cóncavo y filtros de colores desplazables, la dupla logró dibujar sobre la pared grafismos y formas etéreas sin parangón.
Otro baluarte es la instalación Lux 2, de Nicolás Schöffer, uno de los máximos exponentes del luminocinetismo internacional. Y aquí otra vez aparece el aporte de Romero Brest, quien primero la vislumbró en la Bienal de San Pablo en 1961. Tres años más tarde, ingresó como patrimonio del Bellas Artes.

Fuente: lanacion.com /Fotos: Fernando Massobrio