LAS RAZONES DE UN PRECIO RÉCORD

Una de las cuatro versiones de "El grito", de Edvard Munch, se vendió por cerca de 120 millones de dólares.
"Se trata de dinero, no de arte", asegura el autor de la nota.



Por Eduardo Villar

Nunca estuve en vivo frente a “El grito” de Edvard Munch. No sé lo que se siente. En los útimos días mis probabilidades de vivir esa experiencia se han reducido bastante, ya que alguien decidió pagar casi 120 millones de dólares por una de las cuatro versiones de la obra –y sospecho que no lo hizo para ponerla frente a la vista de gente común como yo.
Muchos están escandalizados: ¿cuál es la razón –se preguntan– para que una pintura se venda en ese valor, completamente inalcanzable para cualquier museo del mundo (el lugar donde sería bueno que esté)? Algunos expertos buscan la clave en el hecho de que “El grito” es una obra icónica, lo mismo que la “Mona Lisa”, de Leonardo, el “David”, de Miguel Angel o –salvando las kilométricas distancias– el tiburón de Hirst. Es una obra instantáneamente reconocible –dicen–, que define la modernidad. Es cierto: “El grito” es un punto alto en la historia del arte. Tanta es su potencia, que no la afecta el hecho de que no mucha gente sea capaz siquiera de nombrar otra pintura de Munch. Sin duda, es una gran obra de arte. Pero eso no es suficiente para explicar su precio exorbitante.
Las razones de los 120 millones (casi) de dólares están menos en la obra que fuera de ella. Con el permiso de Perogrullo, se pagaron 120 millones (casi) porque hubo alguien dispuesto a pagar (casi) esa cifra. Quienes presenciaron la subasta en Sotheby’s de Nueva York dicen que todo ocurrió en doce minutos. Los números se movieron rápidamente hacia arriba y enseguida quedaron unos pocos jugadores –no más de media docena– que hacían sus ofertas telefónicamente. Tal vez desde Rusia, desde Pekín, desde París, desde Dubai. Pronto abandonaron todos menos dos. La atmósfera se tensó en la sala repleta y la gente dejó de sorber sus copas de champagne. La puja telefónica y anónima siguió hasta que uno de los oferentes dijo “es mucho” y el otro –dicen que es el Emir de Qatar– se impuso. Tenía 120 millones y necesitaba ubicarlos. Quiero decir que se trata de dinero, no de arte.

Fuente texto: Revista Ñ Clarín

WILLIAM PETTY, EL PRIMER LADRÓN DE ARTE




Uno de los escasos retratos que existen de William Petty.



Por Javier García Blanco / Arte secreto


No hay duda de que el cine y la literatura han contribuido a crear una imagen un tanto idílica y amable de los ladrones de arte, a quienes solemos imaginar como cultos y seductores rufianes cuyos delitos resultan inofensivos y, casi, hasta admirables.
Por norma general, ficción y realidad suelen coincidir pocas veces pero, por extraño que parezca, ésta es una de ellas.
William Petty, nuestro protagonista, vino al mundo en 1587 en una  familia humilde de campesinos del condado de Westmorland, en la entonces peligrosa zona fronteriza entre Inglaterra y Escocia.
Desde joven mostró un gran interés por los estudios y la antigüedad —le gustaba escarbar en los alrededores del muro de Adriano en busca de piezas antiguas— y, no sin esfuerzo, logró ingresar en la prestigiosa Universidad de Cambridge, donde no sólo estudio latín, matemáticas e historia, sino que se convirtió en reverendo de la fe anglicana.
Durante algún tiempo —aunque escaso— llegó a ejercer sus funciones religiosas en la localidad de Beverly, en Yorkshire, pero sus ansias de conocimiento y aventuras no tardaron en llevarlo lejos de allí. Mucho más de lo que nunca había imaginado.
Thomas Howard, conde de Arundel, retratado por Rubens (Wikipedia).
Fue así como en 1613 entró al servicio, como preceptor, de la poderosa familia Arundel. El conde, Thomas Howard, no tardó en darse cuenta de las excelentes aptitudes intelectuales de aquel joven religioso.
Se daba la circunstancia de que Thomas Howard, 21º conde de Arundel, era uno de los mayores coleccionistas de arte de toda Inglaterra. Una actividad que ejercía no sólo por su innegable gusto artístico, sino como medio de prestigio social y como forma de competir con su enemigo, el conde de Buckingham.
Así pues, Arundel "adiestró" a Petty para que desarrollara un refinado gusto artístico, con la finalidad de que trabajara para él como "agente de arte", un eufemismo para definir lo que en realidad no era sino una "cacería" de pinturas, esculturas y todo tipo de antigüedades.
El primer destino de Petty como agente de Arundel fue Italia, y no tardó en hacerse con una gran reputación, aunque no siempre positiva, claro.
William Petty se convirtió pronto en un asiduo visitante de los más famosos burdeles, ya fuera en Roma o en Venecia. Y tampoco hacía ascos a las casas de juego, preferiblemente aquellas frecuentadas por miembros de la aristocracia.
Era en estos últimos establecimientos donde, gracias a su astucia, desplumaba a gran parte de los ricos hombres del momento, siempre escogiendo cuidadosamente a quienes poseían importantes colecciones de arte.
Cuando estos nobles quedaban arruinados, Petty se presentaba de noche en sus casas, embozado por una máscara o una capucha, y les ofrecía un "justo" trato: él compraría sus valiosas obras de arte, y de ese modo evitaban la vergüenza de que sus iguales supieran que lo habían perdido todo.
Lógicamente, Petty ofrecía cifras muy inferiores a las reales, y así adquiría grandes obras de arte que enviaba rápidamente a su señor, el conde de Arundel.
Normalmente, esta práctica tenía varios riesgos, pero uno de ellos sobresalía por encima de todos: las leyes de Venecia, por ejemplo, castigaban con pena de muerte que los aristócratas de la Serenísima vendieran sus obras de arte a extranjeros.

'El castigo de Marsias', de Tiziano
'El castigo de Marsias', de Tiziano, una de las 'compras' de Petty (Wikipedia)Para evitar el temible castigo, Petty ofrecía una rápida solución: se harían falsificaciones de las pinturas, sustituyendo a las originales para que nadie notara su desaparición.
Esta práctica ha generado en los últimos tiempos no pocos quebraderos de cabeza a los especialistas en arte, pues algunas de estas falsificaciones tenían tanta calidad y se realizaron en fechas tan próximas a las originales que muchas veces supone un gran esfuerzo cuál de ellas es la auténtica.
Después de romper corazones y saquear colecciones de arte tras su paso por buena parte de Italia, el conde de Arundel le encomendó una misión aún más peligrosa: viajar al este, hasta los dominios del Imperio Otomano, y conseguir para él antigüedades de la Grecia clásica.
Aquella tarea habría acobardado a muchos, pues que un cristiano se adentrara en los territorios dominados por los turcos —y en especial con intención de llevarse riquezas—, era casi una garantía de acabar muerto o convertido en esclavo.
Sin embargo, Petty era un tipo audaz, deseoso de vivir aventuras, así que en 1624 emprendió viaje hacia oriente. Aquella travesía se prolongó por espacio de ocho años, y en ese tiempo recorrió lugares como Esmirna, Constantinopla, Atenas y las islas del Peloponeso.
Portada de una novela de Alexandra Lapierre dedicada a la figura de Petty.
En todos esos lugares rastreó, excavó y compró piezas antiguas, muchas de ellas bellos mármoles clásicos que hoy forman parte de lo que se conocen como los "mármoles de Arundel", conservados en el Ashmolean Museum de Oxford.
A su vuelta a Europa William Petty fue enviado de nuevo a Italia siguiendo órdenes de su señor. Por espacio de cinco años, y hasta casi el momento de su muerte en 1639, siguió practicando lo que mejor sabía hacer: ampliar la colección artística del conde de Arundel. A cualquier precio.
Gracias a su astucia, su audacia y su poder de persuasión, Petty consiguió para el conde una buena colección de pinturas de Veronés, Giorgione y Tiziano —de este último destacan, por ejemplo, 'El escarnio de Cristo' o 'El castigo de Marsias'—, y otras muchas piezas antiguas.
Suyo fue, por ejemplo, el mérito de "descubrir" el célebre obelisco de la Piazza Navona de Roma, que languidecía olvidado junto a la Via Appia. Cuando ya estaba preparándolo todo para llevárselo a Londres, el pontífice descubrió sus movimientos y ordenó que lo requisaran.
La muerte alcanzó al reverendo William Petty en 1639, mientras estaba en la tierra que le vio nacer, en el mismo lugar del que había partido en busca de aventuras. En su testamento establecía que sus escasas riquezas fueran repartidas entre los pobres del pueblo.
No en vano, Petty nunca quiso riquezas ni fama —de hecho cayó pronto en el olvido, atribuyéndose a su patrón buena parte de sus logros—. Siempre tuvo más que suficiente con disfrutar de los placeres de la vida y vivir mil y una aventuras.


Fuente: BLOGS Y! NOTICIAS - ARTE SECRETO

LOS DOS "CARPINTEROS" CUBANOS
QUE CONMOVERÁN PUERTO MADERO



Obras de gran dimensión, desde el jueves, en el Faena Arts Center.
El binomio “Los Carpinteros” y su arte crítico.
Exponen con el argentino Ameztoy.


Por Ana María Battistozzi

Un intenso contrapunto refuerza el vínculo de los dos proyectos que se muestran desde el jueves en el Faena Art Center más allá de la espectacularidad que comparten. Por un lado, en la sala Los Molinos del primer piso del edificio de Puerto Madero, el binomio cubano Los Carpinteros hace pie por primera vez en Buenos Aires con Avión, El Barrio y Alumbrado Público, tres piezas monumentales y fuertes que dan cuenta de su reconocido ingenio, su mirada crítica pero sobre todo de una aguda percepción del curso de nuestra civilización.
Por otro lado, la sala Catedral de la planta baja ha sido invadida por los Paraísos desplegables del artista argentino Manuel Ameztoy (1973), un bosque de maravillas hecho de calados y transparencias en variaciones de color que se superponen y expanden hasta abarcar 600 metros cuadrados. La obra es de una sutileza pocas veces vista en la producción de nuestro país, al menos a semejante escala.
Luego de la presentación de O bicho, la gran telaraña tejida del brasileño Ernesto Neto que inauguró el espacio en septiembre pasado, ésta es la segunda apuesta de la institución por proyectos de envergadura que dialogan con el espacio. Lo de ahora es un emplazamiento de piezas de gran tamaño. Tres instalaciones que se vinculan entre sí y al mismo tiempo son autosuficientes.
Así, Barrio es un montaje de casitas de cartón; especie de módulos habitacionales modernistas apilados en un equilibrio inestable (algo que a los porteños seguramente evocará el precario crecimiento hacia arriba de la Villa 31). En tanto Alumbrado público se presenta como una línea de luminarias de acero, similares a las de las autopistas, cuyas bases se extienden y proliferan como raíces de árboles. Ambas traducen la idea de un crecimiento urbano imparable, al límite de lo surreal, en la línea de lo que gustan frecuentar estos artistas. Todo eso contrasta con Avión, un Piper Comanche, a escala real atravesado por flechas de aborígenes amazónicos.
La obra, que fue presentada originalmente el año pasado en San Pablo, anima una situación bastante enigmática.
¿Un avión derribado por flechas? El mito bíblico de David y Goliat sobrevuela esa abrupta aparición. Y, sobre todo, la idea de que la tecnología no siempre lo puede, algo que ha animado desde muy temprano la obra del binomio cubano.
Tan temprano como desde comienzos de los 90, cuando todavía eran tres –Marco Castillo, Dagoberto Rodríguez y Alexandre Arrechea–, mucho antes de que este último se apartara del grupo (en 2003) y cuando recién empezaban a hacerse conocidos. Hoy la globalización ha convertido a Los Carpinteros en figuras de renombre internacional; reparten su vida entre Madrid, Europa y su Cuba natal. Nacidos a fines de los 60 y comienzos de los 70, representan la generación que se crió y formó artísticamente en medio de la crisis más severa que padeció Cuba, tras la caída del Muro y la Unión Soviética durante los 80 y los 90.
El ingenio punzante del que hacen gala, su desparpajo y la sólida formación política que poseen tributa a esa circunstancia.

AIRES ENTRERRIANOS. La obra de Ameztoy, inspirada en los humedales.
AIRES ENTRERRIANOS. La obra de Ameztoy, inspirada en los humedales.
¿Cuál es el encanto de ser civilizado? Pareciera ser la pregunta que hilvana estos tres trabajos. Y de algún modo también conecta con la reflexión que proponen los Paraísos de Ameztoy en la planta baja del FAC, convertidos en un caleidoscopio que envuelve al visitante desde perspectivas infinitas, de luz, espacio y color.
Esta obra implicó un importante desafío en la ascendente trayectoria de Ameztoy. “Fue una oportunidad de poner en práctica ideas a una escala mayor”, comentaba ayer, confirmando por qué trabajos como éste son tan infrecuentes en el arte argentino. La intervención se complementa con un video de performances realizadas en los humedales de Entre Ríos, la gran fuente de inspiración para todo esto y donde trabaja desde 2006.

FICHA

Lugar: Faena Arts Center, Aimé Paine 1169.
Fecha: Del 17/5 a agosto.
Horario: De miércoles a domingos de 12 a 19.
Entrada: $25.



Revista Ñ Clarín

NUEVA YORK SE MIRA EN LOS MURALES
QUE DIEGO RIVERA LE PINTÓ EN 1931



En plena crisis, el mexicano imprimió en las obras su visión critica de la ciudad, que ahora se pueden ver en una muestra en el Museo de Arte Moderno de la Gran Manzana.




Por Mercedes Pérez Bergliaffa . Nueva York Especial

Acá, en pleno Manhattan –el corazón caliente de Nueva York–, las salas del primer piso del Museo de Arte Moderno (MOMA) están llenas. Y se escucha hablar, por todos lados, en inglés y español. El público bilingüe es muchedumbre, y va, viene, se instala frente a cada cuadro, golpeándose codo a codo, desesperado por ver estas superficies coloridas, raras, de contenido fuerte. No es casual, que haya latinos y anglófonos fascinados en esta muestra. Nadie quiere perderse la exposición del mexicano Diego Rivera: por primera vez en 80 años el MOMA muestra el conjunto de murales que el artista pintó en Nueva York, por comisión de este mismo museo en la década del ‘30.
Y los murales son excepcionales por varias razones: primero, porque son portátiles . Segundo, porque en esa época la ciudad se encontraba en plena construcción: todas esas torres por la que es hoy tan conocida –esa arquitectura decó que la hace tan especial–, estaba en aquél momento a medio hacer, naciendo; y estas obras dan testimonio de ello. Tercero: el auge de la construcción que ocurría entonces se debía a la inmensa, profundísima crisis que el país norteamericano estaba pasando: la Gran Depresión. Debido a ella, había una enorme cantidad de mano de obra desocupada dando vueltas por ahí, ávida de trabajo. Y ella fue empleada en la construcción de la nueva ciudad.
Por eso, cuando Rivera llegó a Nueva York y percibió todo este panorama, se dio una panzada de mirada crítica y de sorpresa visual-industrial. La ciudad y sus procesos lo deslumbraron. Él mismo describió, más tarde, sobre esto: “A diferencia de México –dijo Rivera– Estados Unidos era, en esa época, un país verdaderamente industrial, tal como yo había imaginado, el sitio ideal para el mural moderno.” Por lo que para Rivera esa Nueva York significó la posibilidad de pintar algo que había estado esperando hacía tiempo: los procesos modernos de industrialización y del capitalismo acelerándose; y los desfasajes sociales que eso acarreaba.
Pero vayamos por partes: ¿cómo llegó Rivera a ser invitado a hacer estos murales, ni más ni menos que para el MOMA, uno de los museos más importantes del mundo? ¿Y cómo hizo para pagarse su estadía en Nueva York? La cosa fue así: Rivera viajó en 1927 a Moscú, como miembro de la delegación oficial del Partido Comunista de México –donde, como es sabido, él militaba–, con motivo del décimo aniversario de la Revolución Rusa. En ese entonces, el pintor tenía tanto renombre, que presenció los festejos desde una plataforma especial en el mausoleo de Lenin, a muy poca distancia del propio Josef Stalin. Fue en ese momento, también, cuando conoció a Alfred Barr, quien dos años más tarde sería el director del museo que se inauguraría en 1929 en Nueva York (el MOMA).
Barr, sabiendo de la importancia de Rivera, lo invita a viajar a la ciudad norteamericana para producir una serie de obras para el flamante museo. ¡Imagínense ustedes la importancia de Rivera, que tan sólo un artista más había sido invitado hasta ese entonces a exponer de manera individual en el MOMA, y era Henri Matisse…! Mientras, la presencia del mexicano en Moscú produjo una marca grande en el mundo del arte soviético, y generó un renacimiento de la pintura mural. En paralelo, Rivera realizó, durante su estadía en Rusia, toda una serie de bocetos muy rápidos, de paleta reducida –algo atípico en su obra–, en una libretita de apuntes (que también se encuentra exhibida actualmente en la muestra del MOMA, que termina mañana).
Fue esta “libretita” ( sketchbook ), la que más tarde el millonario norteamericano Abby Rockefeller le compró al artista para ayudarlo a financiar su viaje como muralista a Nueva York. En ese entonces –fines de los años ‘20– Rockefeller pagó por ella unos 2500 dólares, que significaba, para los standares de la época, una suma impresionante.
Rivera llegó a Nueva York en 1931 y pinto ocho murales. Cinco de ellos se exponen ahora en el MOMA. El más original y simbólico de todos –y también el más controvertido y ambicioso– es “Fondos congelados” ( Frozen assets ). En él pueden verse tres realidades simultáneas, organizadas en tres “capas” en orden vertical (reforzando las fuerzas verticales que tiene la edificación de la ciudad). En la capa superior, se ubica el paisaje de Nueva York, casi como lo conocemos hoy en día. Allí se pueden reconocer tres edificios emblemáticos: el “Daily News”, el “Mc Graw Hill” y el “Rockefeller Center”. Por sobre la parte intermedia, se ve un puente, y masas de personas caminando por él, yendo a trabajar. En un plano anterior al puente, se observa una bodega: es el interior del muelle municipal de la calle 25 de Manhattan, y quienes están durmiendo allí son los trabajadores desposeídos que estaban haciendo posible el crecimiento vertiginoso de la ciudad (si se observa bien esa parte del mural, se notará: parecen muertos).
En la última “capa” del mural, Rivera pintó la sala de espera de un banco y su bóveda. Aparecen allí varias figuras: un guarda, un empleado, y un par de clientes “ansiosos” por inspeccionar sus bienes.
El texto ubicado al lado de esta obra, sobre la pared del MOMA, dice: “las masas avanzan con dificultad. Los desposeídos son embodegados. Los ricos atesoran su dinero”. De más está decir que, de todos los murales pintados por Rivera en Nueva York, éste especialmente, tocó una fibra muy sensible de la sociedad local. Los defensores del fresco decían que lo que Rivera hacía era una declaración social certera. Los detractores, en cambio, decían que era un extranjero insolente.
Toda esta historia que rodea a los murales realizados por Rivera para su exhibición en el MOMA en 1931, pone de relieve sobre todo una cosa: el papel fundamental que el pintor mexicano tuvo, a nivel mundial, en las discusiones sobre el papel social y político del arte.
Tenía que ser un latinoamericano el que diera el puntapié crítico inicial en el mundo del arte moderno de América.

Fuente: Revista Ñ Clarín

TRES AÑOS CON DA VINCI




Artista, científico e inventor, Leonardo es el arquetipo del humanismo renacentista. Los historiadores argentinos José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski acaban de traducir sus cuadernos, una tarea monumental que comparten aquí.


Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Tengo modos de hacer puentes muy livianos y fuertes y aptos para ser transportados con facilidad, seguir con ellos y huir alguna vez del enemigo, y otros seguros e inatacables por el fuego y la batalla (…) Tengo también modos de hacer bombardas muy cómodas y fáciles de transportar, y arrojar con ellas piedras pequeñas casi a semejanza de una tempestad (…) Y cuando sucediese encontrarse en el mar, tengo modos de hacer muchos instrumentos muy aptos para atacar y defenderse (…) Cuando fracasare la operación de las bombardas, fabricaré catapultas de diversos tipos (…) En tiempos de paz creo muy bien resistir la comparación con cualquier otro en la arquitectura, en la composición de edificios públicos y privados, y en conducir el agua de un lugar a otro. Item haré en la escultura, de mármol, de bronce y de terracota, lo mismo en pintura, todo cuanto puede hacerse en comparación con cualquier otro, sea quien quiera.” Así era el currículum de Leonardo da Vinci (1452-1519), escrito por él mismo, comprendiendo diez o doce ítems en los que detalla sus habilidades como inventor, ingeniero y constructor, y mencionando –sólo al pasar y al final–, brevemente sus capacidades como artista. Esta era la manera cómo se presentaba el Vinciano al llegar a una corte y buscar trabajo allí, y esta es la manera como nos lo presentan ahora, los historiadores José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski quienes, luego de tres años y medio de investigación y de traducir del italiano renacentista al castellano contemporáneo el grueso de los textos de Leonardo, acaban de publicar en dos volúmenes Leonardo da Vinci. Cuadernos de arte, literatura y ciencia.

El reconocido historiador Burucúa y el joven historiador Kwiatkowski dedican prácticamente todo el primer libro a una exhaustiva introducción en la que detallan la biografía de Da Vinci, sus características como pintor, artista, científico, ingeniero e inventor de máquinas; su relación con la filosofía y la imaginación poética, e inclusive algunos estudios sobre la recepción del mito de Leonardo. Los autores incluyen también, en este primer tomo, las características que tiene la propia traducción que llevaron a cabo, así como ciertos detalles de los manuscritos trabajados. Las imágenes  de la obra pictórica completa de Leonardo también forman parte de este primer tomo. 

Pero es en el segundo volumen donde reside la sorpresa: allí se encuentran los escritos originales de Leonardo, en vivo y en directo. Traducidos respetando –¡gracias a la divinidad que correspondiera!– la antigua manera italiana. La sintaxis es, por eso mismo, deliciosa, al igual que su contenido. La pintura y las artes visuales, la filosofía, las ciencias y el mundo natural, las técnicas y las máquinas, la poesía, los textos personales, y hasta el listado de los libros presentes en la biblioteca de Da Vinci, todo esto se detalla allí. Es difícil seleccionar algún fragmento; pero vale el intento: “La fuerza no es más que una virtud espiritual”, escribía Leonardo, “una potencia invisible, que es creada e infundida por violencia accidental que ejercen los cuerpos sensibles sobre los insensibles, y que da a estos últimos semejanza de vida. La lentitud la hace grande y muere por la libertad. Vive por la violencia y muere por la libertad. Transmuta y obliga a cada cuerpo a cambiar de lugar y de forma. Una gran potencia le da deseo de muerte. Rechaza con furia lo que se opone a su ruina. Transmutadora de varias formas. Siempre vive con desasosiego de quien la tiene. Siempre se contrapone a los deseos naturales. De pequeña se amplifica con lentitud y se dota de una horrible y maravillosa potencia. Y obligándose a sí misma, obliga a todas las cosas.” ¿Es ésta, acaso, la poesía de Da Vinci? No, es uno de sus escritos referido al mundo natural, dedicado –específicamente– a los fundamentos de la Mecánica. Así de rica es su escritura, su imaginería; y así de compleja y maravillosa nos resulta a nosotros, desde nuestra percepción lectora contemporánea –harto habituada a ciertas tipologías–, bucear en los modos textuales del Renacimiento italiano.

Pero son Burucúa y Kwiatkowski quienes más saben del tema. Por eso es que durante una larga tarde de domingo, recibieron a Ñ en una charla bien doméstica, realizada en la casa de Burucúa. Allí la luz del atardecer era mejor, coincidimos todos. Fue entonces cuando, apasionadamente, los historiadores discutieron sobre pintura, luz, gravedad, anatomía, duques, Papas, homosexualidad, Freud, matemáticas y filosofía. Es decir, sobre Leonardo Da Vinci.    

-¿Estos textos de Da Vinci no estaban traducidos al español?
-Kwiatkowski: Estos textos, así completos, no estaban traducidos todos juntos al español. Había fragmentos de los textos de Leonardo traducidos en otras ediciones, desde otras editoriales. Pero no concentrados en un solo volumen. Eso no existía.
-Burucúa: El “Tratado de la pintura” se tradujo muchas veces. Después, de lo que podríamos llamar “escritos literarios” de Leonardo, también había algún volumen dando vueltas. Respecto de la ciencia y de su pensamiento filosófico, existían volúmenes, pero habían sido hechos por diferentes traductores, con criterios completamente distintos. Lo que propusimos fue unificar todas estas vertientes del personaje que fue Leonardo. Porque entonces los problemas lingüísticos y de traducción que nos iba planteando Da Vinci –Burucúa aquí y muchas veces hablará como si toda la investigación hubiera sido, en realidad, un tête à tête con Leonardo–, y las soluciones que podíamos llegar a encontrar, fueran acumulativas. Y esto se proyectó también en los textos. 

-¿Cuáles fueron las mayores dificultades con las que se encontraron, a medida que iban metiéndose en los textos de Leonardo y en su traducción?
-B: Sobre todo problemas lingüísticos, los que puede llegar a presentar un italiano de 500 años. 

-¿Cómo hicieron para acceder a los escritos de Leonardo que no se encuentran en la Argentina?
-B: Kwiatkowski viajó, yo viajé. 
-K: Viajar fue importante para que el estudio introductorio estuviera más o menos al día con la bibliografía. 
-B: Así y todo, nuestro trabajo quedó un poco desfasado, porque se tardó bastante en la edición. Entre que nosotros pusimos el punto final –en febrero de 2009–, y ahora, se produjeron dos o tres descubrimientos leonardianos absolutamente claves. 

-¿Cuáles fueron estos nuevos descubrimientos?
-K: Entre otras cosas, dos cuadros suyos que no se conocían.
-B: O suyos o de alguien muy cercano a él. Uno es el Salvador del mundo, del que se acaba de organizar una exposición en la National Gallery de Londres. Es un cuadro que estaba en manos privadas, que entró en el circuito de ventas, hasta que se lo reconoció como de Leonardo. Estaba muy deteriorado, debido a las restauraciones y limpiezas, pero igualmente pueden reconocerse dos detalles que son verdaderamente de Da Vinci.

-¿Cuáles son esos detalles típicos del artista?
-B: Uno es una mano que tiene los dedos tal cual como los pintaba Leonardo. Y el otro detalle, es la otra mano sosteniendo una esfera transparente, que es el mundo. Porque se trata del Salvador del mundo, de Cristo. Y aunque la cara de Cristo está muy deteriorada, esos detalles son determinantes. 
-K: Además, la forma de pintar el pelo del Cristo –que es un pelo largo y ondulado–, es muy semejante a los bocetos de cabellos ondulados que había hecho Leonardo muchas veces.
-B: Y después está lo que se ha descubierto en el Museo del Prado, la famosa Gioconda del Prado, que ya se conocía, pero que luego de una limpieza, una restauración y un análisis físico-químico de pigmentos y de sus capas de pintura y barniz, se demostró que es de la época de Leonardo, y se atribuyó, actualmente, a alguno de los discípulos del taller de Leonardo. Porque además tiene una serie de detalles, que son anteriores a los arrepentimenti – yerros que el artista dejó en la obra, que pueden entreverse porque no han sido totalmente eliminados– del propio Leonardo. Es decir, que esto tiene que haber sido copiado antes de que Leonardo hiciera esas enmiendas y correcciones. Tiene que haber sido hecho en el taller. 
-K: Además, un análisis de los pigmentos demostró que algunos colores estaban hechos de los mismos pigmentos que usaba Leonardo, en la misma proporción. 
-B: Estas obras son dos elementos fundamentales.

-Las pinturas son sus obras más conocidas, ¿pero cuál es el corpus más importante?
-B: “¡El dibujo, el dibujo…

-¿Qué dibujos? ¿Sus bocetos?
-B: Dibujos de todo, porque él todo lo que investigaba lo volcaba en dibujos. Son miles de folios manuscritos con dibujos, los que realizó. Era un trabajo cotidiano. Yo creo que no debe de haber pasado un solo día sin dibujar Leonardo. “Nula die sine linea!” (Ni un día sin una línea, menciona Burucúa, citando a Plinio). Risas generales.

-¿Qué fue lo que los sorprendió,  a medida que iban metiéndose en toda la obra de Da Vinci, lo que no esperaban encontrar? 
-B: Su búsqueda de las palabras para poder dar cuenta de cómo iba progresando su conocimiento sobre las cosas. Ese empleo que él logra hacer, ese refinamiento progresivo que fue alcanzando con el lenguaje, para dar cuenta, primero, de cómo pensaba, cómo se aproximaba a los problemas y trataba de encontrarles una solución. Y después, cuando encontraba la expresión, las palabras que elegía, es decir, la transparencia que adquirieron finalmente esas palabras respecto del fenómeno. Eso a mí me deslumbró. Y la minucia, el detalle con el que él fue desglosando la naturaleza, y fue encontrando cada uno de los eslabones que componen un fenómeno natural. Me pareció deslumbrante.
-K: A mí me sorprendió mucho la capacidad de Leonardo para aceptar que estaba equivocado, y de cambiar a medida que iba intentando generar algo nuevo, investigando. Me sorprendió su experiencia en relación con el hacer, que le demostraba que lo que él pensaba no era lo correcto. La capacidad que tenía de desmentirse a sí mismo y de aceptar que se había equivocado; de cambiar, incluso, cosas muy fundamentales de su pensamiento. Creo que muestra ese carácter de gran sabio que él tenía.

-¿Podrían dar ejemplos de estas características de Leonardo que les sorprendieron?
-B: Sí. Por ejemplo, él renunció a una idea muy arraigada, que sostenía que el proceso de la visión podía explicarse a partir del concepto de una pirámide visual que tenía su vértice mayor en el fondo del ojo. Leonardo pensó y desplegó la perspectiva a partir de esa idea. Pero después, en un momento, se da cuenta de que en el fondo del ojo tiene que haber también un ángulo, tiene que producirse una pequeña dispersión de los rayos de luz. Se tiene que formar una superficie para que un objeto se haga visible. Entonces él, a partir de determinado momento, rechaza esa vieja y acendrada idea del vértice de la pirámide visual, para pensar, más bien, en una superficie visual que se proyecta en el exterior del ojo. Y tenía razón.
-K: Durante buena parte de su vida, Leonardo pensó que los fenómenos del “mundo grande” –de la Naturaleza– y del “mundo pequeño” –del cuerpo humano– se tenían que explicar por las mismas formas de funcionamiento. Esto se debía a que había una larga tradición de pensamiento occidental que sostenía que existía una analogía entre los dos “mundos”. Leonardo pensó esto hasta que, conduciendo estudios sobre el funcionamiento de los sistemas de ríos, mares y lagos, y habiendo hecho algunos estudios anatómicos sobre el funcionamiento de la circulación de la sangre en el cuerpo humano, se dio cuenta de que esa analogía no funcionaba. Y cuando él se dio cuenta por la experiencia misma de estudiar los ríos y los lagos y los mares y las venas y las arterias y el corazón y otros órganos, de que esa analogía no andaba, decidió –en vez de decir “lo que yo veo está mal porque la teoría me dice que lo que debería de ver es tal analogía”–, él decidió, en cambio, renunciar a la teoría y dejar de pensar en una analogía entre microcosmos y macrocosmos (analogía que él había sostenido durante toda su vida y que le había dado bastante éxito para algunos de sus estudios sobre filosofía natural, e incluso para la construcción de máquinas y cosas).

-¿Cómo era la vida afectiva, emocional de Leonardo?
-K: Era, sobre todo, un artista de corte, alguien que trabajaba para los príncipes. Durante buena parte de su vida lo fue.  

-¿Durante casi toda su vida tuvo el apoyo político y económico de las cortes?
-B: Sí, e inclusive de una República que no era cortesana, como la República de Florencia. En un momento determinado, los florentinos expulsaron a los Medici  y fundaron una República. Y esa República estuvo entre los mayores comitentes de Leonardo. O sea: podríamos decir que lo apoyaban los poderosos.
-K: Sin embargo, Leonardo tuvo, en realidad, algunos problemas, porque la vida de las cortes y de las ciudades-estado italianas era bastante agitada en aquella época, en lo político y lo militar. Y  cuando alguna corte caía, Leonardo tenía que salir a buscar otro trabajo.

-De esto no se habla: ¡un Leonardo Da Vinci desocupado, que tiene que enviar currículums!
-B: Bueno, Da Vinci andaba y buscaba nuevos comitentes. Estuvo diecisiete años al servicio de Ludovico el Moro, duque de Milán. Después, a la caída de Ludovico, abandonó Milán y se fue a Venecia. Allí incluso hizo algún trabajo –técnico sobre todo– para la República de Venecia. 
-K: Cuando Leonardo se quedaba sin trabajo porque había problemas en alguna corte, sí, hacía lo que hace cualquier persona hoy: mandaba su currículum.

-Da Vinci era entonces un hombre que iba por las cortes, haciendo su propio marketing…
-B: Y también lo iban a buscar, a medida que su fama crecía. El empezó trabajando en el taller de su maestro, Andrea del Verrocchio. En esa época, estaba, aparentemente, en contacto con el círculo del famoso Lorenzo el Magnífico. Ahora, no sabemos muy bien por qué –hay varias hipótesis–, entre 1481 y 1482 empezó a pensar en abandonar Florencia.

-¿Cuáles son esas hipótesis que se barajan acerca de la mudanza de Leonardo?
-B: Hay dos, básicamente: una es que Lorenzo el Magnífico buscaba una alianza con Ludovico el Moro, y entonces le ofrece Leonardo a Ludovico. Y entonces ahí Leonardo envía su currículum. Es decir, sería como una especie de “homenaje” que le hace Lorenzo a Ludovico. Esta sería una posibilidad. De hecho, Leonardo va a ser como un embajador de Lorenzo en Milán. Llega allí con un arpa –que él mismo había fabricado–, y se pone a cantar. Y parece que su canto y su belleza –tenía una belleza magnética, parece, así como una personalidad muy amable y risueña–, fascinó a la duquesa. Otra hipótesis tiene que ver con un juicio que Leonardo había tenido en Florencia, por sodomía, que le amargó la existencia. Esta se consideraba una falta gravísima: si se probaba, era la muerte. Y aunque a Leonardo no lo condenaron sino que lo absolvieron, el asunto le molestó muchísimo. Tanto, que esa puede haber sido una de las razones que lo hicieron dejar Florencia e irse a Milán. 
-K: En Milán hizo puestas escenográficas para obras de teatro, organizó grandes mascaradas para las fiestas y las bodas…
-B: Y después hizo La última cena, ¿no? Luego partió hacia Venecia. Allí asesoró a la República acerca de cómo defenderse –con algunos dispositivos hidráulicos–, de una posible invasión de los turcos. 

-¿Cuánto vivió Leonardo?
-B: 67 años. No es tanto.

-Durante ese tiempo, ¿tuvo algún tipo de familia?
-B: El siempre estuvo muy ligado a su padre, un notario. Pero Leonardo era bastardo, no era hijo legítimo de su padre, quien lo tuvo siendo muy joven, un adolescente soltero, con una campesina.

-¿Quién crió a Da Vinci?
-B: Al principio, vivió con la madre. Pero después, cuando su padre  –que vivía en Vinci–, se trasladó a Florencia, estaba ya casado con una mujer que era estéril. Entonces lo adoptaron y se lo llevaron allí. Y el padre lo mandó al taller de Andrea del Verrocchio. Tiempo después, su padre enviuda y se vuelve a casar. Y tiene varios hijos, sus medio hermanos. Con ellos Da Vinci tuvo grandes dificultades cuando su padre murió, debido a la herencia.  

-Tenía bastante familia…
-B: Sí. Tuvo dos madres, y las quiso a las dos. Cuando la madre campesina murió, dejó un registro: “E morta la Caterina”.
-¿Eso sólo?
-B: No dice mucho más.

-Bastante escueto…
-B: No se estilaba mucho más que eso.

-Y de ahí en adelante, ¿qué más se sabe, de su vida afectiva?
-B: Ese juicio por sodomía a él lo paralizó. No se le conoce una vida sentimental. 
-K: Bueno, tuvo discípulos, a uno de los cuales –Francesco Melzi– le dejó en herencia sus manuscritos. Gracias a él se conservaron.
-B: Melzi y Salai eran sus dos discípulos predilectos, quienes estuvieron más tiempo con él. 
-K: Sus discípulos se iban mudando con él. 
-B: El los quería mucho, como a hijos. Melzi se volvió a Milán con todos sus manuscritos, que atesoró hasta el fin de sus días. Aunque los hijos de Melzi comenzaron luego a  venderlos. 

-¿Tuvo hijos Leonardo?
-B: No.

-¿Parejas?
-B: No. Todo el mundo presupone que era homosexual… No se puede decir que lo era, porque no hay documentos sobre su vida íntima. Es posible, pero no hay rastros.
-K : Freud especuló mucho sobre su relación con Salai; pero no hay pruebas. Son suposiciones. No hay rastro de que tuviera una vida sexual muy activa.
-B: Ese juicio por sodomía lo mortificó, y pareciera que a partir de ahí Leonardo pudo reprimir esa parte de su vida, ¿no? Aunque cada tanto tuviera alguna forma de expresión en su relación con los discípulos, a quienes él tanto quería. Hasta los dibujaba… 
-K: En sus pinturas, también, podría encontrarse algo de esa homosexualidad reprimida.
-B: O de esa ambigüedad sexual. Como en el San Juan Bautista, un personaje bastante andrógino. Pero bueno, de todas maneras, el análisis de Freud es extraordinario. Aunque no creo yo que esa cuestión sea algo definitorio en lo que podría ser la caracterización de su arte o de su estilo, como hay otros artistas en los que la homosexualidad sí fue determinante, como en Caravaggio.

-¿A qué edad Leonardo hace el “gran salto” hacia el reconocimiento?
-B: Creo que su gran fama la construyó durante su primera estancia en Milán. Era el más grande artista de la corte de Ludovico, una de las más grandes cortes europeas. 
-K: Aparte de los retratos y esculturas que hizo ahí –que causaron bastante impresión– le empezaron a llover pedidos de otras cortes, cuyos duques y duquesas querían que él pintara sus retratos.

-¿Qué tenían de particular los retratos de Da Vinci?
-B: Tenían una vida particular, que estaba dada por la captación del registro momentáneo, del movimiento congelado y resumido. La Gioconda marcó precisamente la inestabilidad de la expresión. Lo que la Gioconda trasunta es un cambio que está ocurriendo en el interior de la persona retratada. Eso es él, Leonardo, el primero que lo representa.
-K: Cuando ves la Gioconda no sabés si se ríe, si viene de reírse, si está calmándose, si está en un estado de cierta melancolía…
-B: No sabés. Puede ser cualquier sentido. Lo que eso sí demuestra es que hay un movimiento interior, los movimientos del alma; y Leonardo es el primero que los pinta. No es una expresión congelada. Es siempre algo pasajero, que no sabemos cómo va a seguir ni de dónde viene. Y que ahí está. Eso es lo que le permite decir a uno: bueno, esto es como la vida, ¿no? Siempre están, las personas, en estado transitorio. Leonardo, para sus retratos importantes, buscó eso.

-¿Qué implicó para ustedes  este proceso de acercamiento y redescubrimiento de Leonardo, a nivel personal?
-B: En un mundo como este, en el que todo está bajo sospecha, en el que hasta lo más bello parece estar transido de su opuesto, encontrar a este personaje que a lo largo de toda su vida buscó la verdad y la conjunción con la belleza, no deja de ser algo deslumbrante y esperanzador. Haber podido frecuentar a Leonardo durante tres años y medio, fue una de las cosas más maravillosas que me sucedieron como investigador: el contacto con un personaje  absolutamente excepcional.

Fuente: Revista Ñ Clarín

CHORIZO TAMBIÉN ES UNA CASA




 Típica. Con espacios amplios. La mayoría ya fueron recicladas.
Por Miguel Jurado*
* EDITOR ADJUNTO ARQ

Yoshi está fascinado con las casas chorizo, quiere conocer todas la variantes que existen. Yoshiharu Tsukamoto es japonés, doctor en Arquitectura y profesor en Tokio. Vino a Buenos Aires a dar un curso en la Universidad de Palermo y quedó fascinado por las casas chorizo, un tipo de vivienda que le parece increíblemente adaptable. Le traduzco en inglés la palabra chorizo y se mata de risa con Taku Sakaushi, el otro profesor que vino a Buenos Aires por el curso. Dicen algunas palabras en su idioma y vuelven a reírse repitiendo: chorizo, chorizo . Les explico que la palabra viene de la semejanza que tiene la sucesión de cuartos en un lote con el embutido atado con piolín. Me escucho y yo mismo no me lo creo ¿Quién habrá inventado una historia tan absurda? Yoshi y Taku vuelven a reírse.
Digo que la casa chorizo es un producto rioplatense que viene de la casa romana con patio central y de la colonial con tres patios sucesivos. Los japos me miran asombrados, cada tanto emiten una especie de ¡oh! Me parece que los he cautivado. Empiezo a contarles de la Ley de Indias, de la fundación de ciudades cuadriculadas durante la colonización española y del lote de 10 varas que da los 8,66 de nuestros terrenos. Los profesores ya no se ríen ni hacen ¡oh! Creo que los estoy aburriendo.
Yoshi y Taku son expertos en arquitectura, describen el desarrollo de Tokio mostrando tres generaciones de vivienda. Con lo poco que les explico de Buenos Aires, esbozan un teoría generacional de las viviendas porteñas. La primera generación, la etapa colonial. La segunda, la de las casas chorizo. Desde las iniciales con patio adelante y limonero, galería y patio atrás con la higuera, hasta los largos pehache de dos y tres pisos con patios sucesivos y largos pasillos. La tercera generación corresponde a los edificios racionalistas construidos entre el 30 y el 50, con frentes blancos, ambientes espaciosos y materiales nobles. La cuarta generación llega hasta hoy desde los edificios de departamentos construidos por ingenieros en los 60, con balcones corridos y barandas de fierritos verticales. Me quedo asombrado por la lucidez de su análisis.
Les prometo ir a ver una casa chorizo en vivo y en directo. Pienso en llevarlos a la casa de Berto que es arquitecto y va a entender el interés de los visitantes. Pero en esta época del año, el sol no llega al patio de la casa y Berto se deprime. Pienso en la casa de Male y Fabián pero me da no sé qué caerle con los japos y sus cámaras. Decido llevarlos a casa, un pehache reciclado en onda moderna pero que conserva carpinterías, paredes y pisos originales.
Yoshi llega con Momoyo Kaijima, su mujer, arquitecta y profesora también. Les muestro la casa y el pasillo que lleva a los departamentos del fondo. Momoyo hace un largo ¡oh! Y saca fotos. Les cuento que todas las casas chorizo tienen cuartos de 4 x 4 metros y entre 3,5 y 4 metros de alto. Que la mayoría de las ciudades argentinas fueron construidas con este tipo de vivienda entre 1890 y 1930. Les explico que el sistema para construirlas estaba increíblemente estandarizado, con carpinterías iguales y colecciones de ornamentos que elegía cada propietario a gusto y piacere.
Con cada afirmación mía, los japoneses emiten unos largos ¡oh! Los tengo fascinados. Los llevo a ver unos restaurantes de Palermo construidos en viejas casa chorizo. Yoshi y Momoyo sacan fotos a repetición. Los dejo en una parrilla para que degusten la carne argentina y les digo que ahora iban a probar los verdaderos chorizos. Yoshi y Momoyo dicen una palabras en japonés y se matan de risa. Sonrío y me voy.
Vuelvo a casa y le digo a mi hijo Emilio que los japoneses se súper entusiasmaron con el cuento de las casas chorizo, que no salían de su asombro y que todo el tiempo decían ¡oh! Emilio que salió un tiempo con una descendiente de japoneses, me explica que esa expresión es pura cortesía, un gesto de educación. Elijo no creerle.

Fuente: clarin.com

VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS CRISTIANOS
EN PELIGRO EN IRAK




Un encargado de excavaciones iraquí camina por un sitio arqueológico en el que se encontraba un monasterio cristiano preislámico, en la ciudad de Najaf, en Irak, el pasado 23 de abril.

Por Mohamad Ali Harissi

Descubiertos pero abandonados por las autoridades de un país más preocupado en la reconstrucción que en la arqueología, antiguos sitios del centro de Irak donde había vestigios cristianos están en peligro de desaparición, según expertos locales.
Tres de estos enclaves, cerca de ciudad santa chií de Najaf, 150 km al sur de Bagdad, formaron parte en el pasado de la ciudad de Hira, capital de la tribu preislámica de los lajmides, árabes beduinos cristianos. Hira fue su capital en los siglos V y VI. Lo que queda son sólo ruinas.
"Es un área de importancia histórica, ya que es rica en antigüedades, en particular ruinas de iglesias, monasterios y palacios", señaló Shakir Abdulzahra Jabari, quien dirigió varias excavaciones en 2007, 2009 y 2010.
"Actualmente, desde hace un año las antigüedades son descuidadas y no reciben ninguna atención, a pesar de que muchos países occidentales están interesados en la historia de Hira, principal puerta de entrada del cristianismo en Irak", subrayó.
Hira era célebre por sus palacios y monasterios, y los cimientos de sus abadías aún son visibles entre las ruinas. "Los cristianos vivieron un largo período en la región de Hira, donde representaban una tercera parte de la población de la ciudad: la tribu Al Abad era la más conocida de sus comunidades", dijo Yahya Al Kadhim Sultani, un profesor de Universidad de Kufa, cerca de Najaf.
"Hira se caracterizaba por un cierto número de iglesias y por la práctica de diversas actividades, tanto científicas como culturales", añadió.
Estos sitios demuestran la importancia de la presencia cristiana en Irak, en un momento en que su comunidad es objeto de ataques violentos por parte de extremistas, que han empujado al exilio a cientos de miles de ellos.
Hira siguió siendo la capital hasta el siglo VII, cuando las fuerzas leales al general árabe musulmán Jalid Bin al Walid la conquistaron por orden de Abu Bakr, sucesor directo del profeta Mahoma.
Varias series de excavaciones han sido realizadas en las últimas décadas, subraya Jabari. Investigadores de la Universidad de Oxford exploraron el sitio en los años 30, y expertos en antigüedades iraquíes hicieron excavaciones en 1938, 1956 y 1957.

Un encargado de excavaciones iraquí muestra un pedazo de unos restos arqueológicos de un monasterio cristiano de la era preislámica, el pasado 23 de abril en la ciudad de Najaf, en Irak.

Sin embargo, tras la invasión del país por parte de Estados Unidos, en 2003, y la caída de Sadam Husein, la investigación arqueológica está ahora lejos de ser una de las prioridades del Gobierno, a pesar de los 12.000 sitios identificados en el país.
Los equipos extranjeros tuvieron que renunciar a explorar en Irak debido a la violencia, que se ha reducido pero que sigue de actualidad. Los que han llegado se quedan confinados en el Kurdistán, región iraquí autónoma del norte mucho más estable que el resto del país.
"Las excavaciones en la zona se reanudaron en 2007, cuando las obras de ampliación del aeropuerto en Najaf se pusieron en marcha. El primero de los tres sitios fue descubierto entonces" y "hemos trabajado para preservarlo del proceso de ampliación", indicó.
Desde entonces, nuevas excavaciones en una superficie de 3.000 metros cuadrados revelaron los cimientos de varias estructuras de barro, cruces talladas en las paredes y un bloque de mármol con la inscripción: "Bendiciones de Dios y Dios perdona a los discípulos de Cristo".
En 2009, el servicio a cargo de las antigüedades en la provincia de Najaf anunció el descubrimiento de 2.100 objetos arqueológicos como monedas, trozos de cerámica y edificios que datan de la época de la dinastía lajmide.
"Sin embargo, la exploración cesó hace un año, al terminar el proyecto por falta de dinero. Desde entonces, ningún trabajo de mantenimiento se ha hecho en los sitios", agrega Jabari, que advierte que de continuar esta negligencia se va a la "destrucción" pura y simple de esas antigüedades.

Fuente: AFP