LA RAZÓN Y LA BELLEZA DE LOS OBJETOS


La conflictiva relación de la industria con el arte aflora en dos muestras de Diseño Industrial Argentino en El MAMBA y en la UADE. Se exhiben unas 200 piezas de diseño de distintas épocas del país, muchas de ellas convertidas en objetos populares que dejaron huella en el imaginario colectivo.


No es frecuente que se exhiban objetos de diseño industrial en un museo de arte. Menos aun si se trata exclusivamente de piezas de diseño argentino, cuya historia se vincula estrechamente con nuestra vida cotidiana y con la realidad del país. Por eso es tan significativo que en este momento no una, sino simultáneamente dos muestras de diseño industrial en espacios de exhibición de arte de Buenos Aires. Con curaduría del arquitecto Ricardo Blanco y de Laura Buccelatto, en el MAMBA se exhibe Diseño Industrial Argentino , una muestra de unas 80 piezas, de las cuales la mitad pertenecen a la colección permanente del museo. A pocas cuadras, en UADE Art, Diseño Argentino Contemporáneo reúne 150 objetos, también con curaduría de Blanco. La de UADE Art es en rigor la muestra itinerante que se exhibió por primera vez en 2010, acompañando la presencia argentina en la Feria del Libro de Frankfurt, en el Museo de Artes Aplicadas de esa ciudad alemana. Además, simultáneamente con la muestra del MAMBA, se presentó el lujoso libro Diseño Industrial Argentino , en el que Blanco compendia un centenar de objetos icónicos.
Ricardo Blanco, protagonista fundamental de casi cinco décadas de diseño industrial en el país, que enhebra las dos muestras y la publicación del libro, también fue quien introdujo la disciplina en el MAMBA, a fines de los 90.
“Yo tenía algunas piezas, aunque nunca fui un coleccionista, y como entendía que ese patrimonio les podía interesar, lo propuse y me lo aceptaron” cuenta, y agrega que exhibir este tipo de objetos en un museo de arte es algo relativamente nuevo, con unos pocos antecedentes como el MoMa de Nueva York. Como ocurre con cualquier manifestación de la cultura, la “historia” del diseño industrial que se puede apreciar en esta colección es también, inevitablemente, una historia del país en que esta producción –tanto intelectual como material– tuvo lugar.
Defensor a ultranza del “diseño de autor”, Blanco asegura que el diseño es para él, en primer lugar, “lo que hacen los diseñadores”, y aclara que eso que puede sonar a perogrullada o incluso a una visión elitista, en realidad no lo es: a eso se debe que el libro esté ordenado por autores y no por períodos históricos. 
Luego, completa la definición del diseño industrial como “el arte de lograr que un objeto útil sea también algo bello”, a diferencia de lo que podría considerarse un diseño anónimo y meramente utilitario. De allí que, tanto en la muestra del MAMBA como en el libro, es posible leer una historia del talento individual que, en diálogo permanente tanto con la industria como con otras disciplinas y expresiones artísticas, engendró piezas de diseño a lo largo de los años.

Mate Mateo, de Estudio Cherny-Demarco.
Mate Mateo, de Estudio Cherny-Demarco.
De hecho, el producto más antiguo –y al mismo tiempo el más célebre– de la muestra es el sillón BKF, un producto típico de la actividad de las elites intelectuales y artísticas vernáculas en contacto con sus pares de Europa. 
Con su esqueleto de metal y funda de cuero, esta pieza casi escultórica –que también forma parte de la colección del MoMA de Nueva York– fue diseñada en 1938 por los arquitectos Antonio Bonet (catalán), Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy para equipar su no menos vanguardista edificio de atelieres en la esquina de Paraguay y Suipacha, sin ninguna intención de hacer de él un mueble de producción masiva, como ocurrió más tarde.
“Creo que el éxito del BKF se debe a que significó un cambio de uso: el sentarse de cualquier manera en una nueva arquitectura, y coincidió con la aparición de un nuevo usuario compuesto por los jóvenes”, comenta Blanco, quien, además, se cuestiona sin complejos si el BKF resulta cómodo para sentarse. El mismo responde: “Frente a un objeto bello, el usuario se esfuerza para aprovecharlo bien y lo ayuda a que funcione mejor”. Con lo cual deja planteado, de paso, el interrogante sobre si el verdadero diseño debe dar respuesta a las costumbres ya establecidas o, al revés, proponer nuevos usos y estilos de vida para un mundo nuevo.
Algo parecido ocurre con la silla W, creada en 1946 por César Janello. Blanco explica que fue inspirada por el BKF, pero que se diferencia de éste por el hecho de que su esqueleto está resuelto con “una sola pieza continua de metal (en el BKF son dos) que va y viene, sin ninguna soldadura”. Y explica que esto constituye “un acto de racionalidad mucho mayor”. 
Blanco, que fue alumno de Janello en la facultad, establece también una relación de contemporaneidad entre este producto y la corriente escultórica que por entonces empezaba a “trabajar con alambres doblados”, de la que el santafecino Enio Iommi se convirtió poco después en su máximo exponente. Es interesante recordar que Janello fue uno de los arquitectos del puente de Figueroa Alcorta y Pueyrredón junto a Silvio Grichener, quien diseñó en 1971 la calculadora de escritorio Cifra, otro de los objetos exhibidos en el MAMBA.
Siempre atento a los cruces entre disciplinas, Blanco toma distancia respecto de cierta concepción ortodoxa del diseño industrial según la cual éste debería ocuparse sólo de concebir productos para ser fabricados en serie y en forma masiva. Recuerda sus viejas polémicas con otro de los pioneros: el ingeniero, escritor y crítico de arte Basilio Uribe, que a principios de los 60 trabajaba en la empresa de plásticos Plastiversal, donde despachaba cantidades literalmente industriales de tapas de inodoro inyectadas, y fue el gerente de Promoción del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
Riguroso al extremo, a pesar de su formación humanística, Uribe se animó a bajarle el pulgar nada menos que a la célebre Lounge Chair 670, del británico Charles Eames, con el argumento de que no era un diseño industrial cien por ciento porque tenía… ¡dos soldaduras hechas a mano! Fue precisamente Uribe quien organizó en 1963 la primera exposición internacional de diseño industrial en la Argentina, y en la que, aunque el fuerte eran los productos de los “países desarrollados”, como se los llamaba entonces, también tuvo cabida por primera vez el diseño argentino. “Era un momento en que se creía en la industria nacional y en la industrialización del país. Esa visión marcó una manera de pensar el diseño en función de la producción masiva que después, lamentablemente, no se hizo realidad”, opina Blanco con la perspectiva histórica que brinda el medio siglo transcurrido.

BKF 2000, 2001, de Juan Doberti y Carlos Rimoldi.
BKF 2000, 2001, de Juan Doberti y Carlos Rimoldi.
Militantes modernos

Si se parte de una concepción bien ortodoxa del diseño industrial como la creación de productos que puedan ser fabricados en serie y en forma masiva, el imaginario que rodea al acto de diseño remite a las esperanzas puestas en el advenimiento de una nación moderna e industrializada. Un ideal de progreso económico que, en el caso argentino, casi siempre se pareció a ese espejismo del asfalto mojado en la ruta: cercano y al mismo tiempo inalcanzable; o directamente lejano y utópico, en las épocas más funestas: ¿cómo olvidar esa propaganda oficial de los tiempos de Martínez de Hoz en la que un usuario sólo podía sentarse cómodamente en una silla con el letrero “made in”? Genocidio de la industria y también del diseño.
Cabe aclarar que en la época de oro de la sustitución de importaciones, a mediados del siglo XX, la industria nacional se había nutrido en general de diseños extranjeros reproducidos con licencia, como las multiprocesadoras Kenwood o las máquinas de escribir Olivetti, por citar dos casos típicos. Fue recién durante los años 60 y 70 que existió en la Argentina un gran desarrollo del diseño industrial que acompañó a la creciente expansión del consumo. Aunque Blanco asegura que alcanzan los dedos de una mano para contar las empresas que apostaron al diseño local (Siam, Aurora, Noblex), es indudable que, durante una década y media, un puñado de diseñadores pioneros tuvo la oportunidad de crear, con excelentes resultados, productos de consumo masivo como electrodomésticos y artefactos electrónicos de audio y televisión que quedaron grabados en la memoria popular y hoy se pueden reencontrar en el MAMBA.
Así fue como, en 1968, el talentoso y autodidacta Hugo Kogan diseñó para Aurora el primer encendedor autónomo de cocinas, “sin pilas ni cable ni piedra”, primero del mundo en su tipo, bautizado Magiclick y con garantía por 104 años. 
Su mecanismo se basaba en el impacto de dos piezas cerámicas que ya era utilizado en Japón pero estaba incorporado en las hornallas, según cuenta Kogan, y agrega que el éxito comercial del producto fue tan grande que la empresa, para poder abastecer la demanda, tuvo que abrir nuevas fábricas, incluso en el extranjero. Con el tiempo, el producto sufrió modificaciones en su aspecto exterior a cargo de otros diseñadores, como Carlos Garat y Héctor Compaired (conocido como Kalondi en su faceta de humorista gráfico), y durante varios años el Magiclick salió a la venta con forma de revólver, reducido a su tamaño mínimo o con el caño de metal a la vista, aunque sin alterar su principio de funcionamiento.
Por esos años, algunos profesionales consiguieron imponer en las empresas el cargo inédito hasta entonces de gerente o director de diseño, en igualdad de condiciones con los responsables de las otras áreas. “En la concepción de los productos era necesario interactuar con distintos sectores de la empresa, como los de ingeniería, producción o comercialización, para lograr proponer y desarrollar una idea estructural y estética que fuera viable en todos los aspectos. Y esto hubiese sido muy difícil de controlar en una vinculación free lance”, explica Roberto Nápoli, quien tuvo esa función en Noblex. Para esa firma, creó en 1975 otro de los grandes hitos del diseño nacional: el televisor portátil Micro 14, con su innovadora carcasa de plástico envolvente, generada a partir de la curvatura de la pantalla, que le daba un aspecto casi futurista para la época.
Nápoli recuerda hasta qué punto debían remar contra la corriente: “Eramos militantes de la modernidad y queríamos imponer un diseño con una estética fuera de lo convencional. Por suerte, vivíamos en un país con una población de buen nivel cultural, y muchos productos de diseño avanzado llegaron a convertirse en objetos populares”, agrega. 

Sillón Mooby, 2005, de Ernesto Quaglia y Claudia Koen.
Sillón Mooby, 2005, de Ernesto Quaglia y Claudia Koen.
Con el Noblex Micro 14 sin duda se cumplió ese objetivo. Provisto con una simple manija tipo maletín para poder transportarlo, miles de argentinos lo encontraron ideal para llevarlo a la quinta los fines de semana o en las vacaciones; preferentemente el de color rojo furioso, el más vendido en un país que buscaba deshacerse de sus hábitos pacatos. 
Blanco observa que los diseñadores de esa época pueden ser clasificados por especialidades: los de los “objetos”, como los recién mencionados, y los de los “muebles”, entre quienes eran mayoría los arquitectos, cosa bastante natural, ya que todos los grandes maestros de la arquitectura, desde Le Corbusier hasta Clorindo Testa en la Argentina, incursionaron en el diseño de mobiliario, y en especial en las sillas. 
También pertenecía a esa profesión Reinaldo Leiro, quien ideó en 1970 uno de los muebles más emblemáticos de la modernidad argentina: el sillón Rolo, con sus tres cilindros o rollos giratorios montados en un esqueleto metálico (dos de asiento y uno de respaldo). Lúdico y minimalista, Rolo se erigió en un producto absolutamente innovador; representante genuino del espíritu de una época signada por el afán de vanguardismo y la ruptura de las convenciones formales. “Rolo introdujo el caño cromado en las casas de la gente joven, y desalojó con cierto desenfado el ornamento clásico y las vetas de la madera en este tipo de objetos”, asegura su autor. 
Varios años antes, Leiro había fundado su propia empresa fabricante de muebles, Buró, y así se convirtió en uno de los primeros diseñadores industriales en apostar por la autoproducción como la estrategia más eficaz para llegar con sus diseños al público. Esto marcaba una diferencia respecto a quienes diseñaban para las empresas, con o sin relación de dependencia, sin que les pasara por la cabeza la posibilidad de convertirse en emprendedores de sus propios productos. En definitiva, esa fue la opción que recién décadas más tarde terminó por imponerse como casi la única posible en la Argentina, y que de hecho asumieron también varios de los diseñadores más reconocidos del mundo, como el inglés Tom Dixon o el francés Philippe Starck (interiorista del hotel de Alan Faena en Puerto Madero).
“Nosotros nos equivocamos, y toda América Latina se equivocó en creer que los empresarios iban a usar a los diseñadores, como pasó en Italia. Después tuvimos que ser los diseñadores los que tratamos de usar a la industria”, reflexiona Blanco, que en 1973 diseñó para la firma Indumar la muy sintética silla plegable Placa, resuelta íntegramente a partir de la caladura o el troquel de una placa de madera. “Fue interesante como desafío proyectual, porque en su posición de reposo o guardado volvía a ser una placa”, explica. Pero la empresa que la producía también bajó la persiana unos años más tarde, mientras que otras, en tiempos de “apertura económica”, optaron por dejar de producir y reconvertirse en importadoras. En definitiva, la historia del diseño industrial –o de los diseñadores industriales– en la Argentina es también la de una tensión entre el talento ávido de manifestarse y las circunstancias externas que, a través del tiempo, les despejaron el camino o se lo sembraron de piedras. 

Televisión Barret, 1968, de Roberto Napoli.

Recuerdos del presente

Esto se manifiesta también en la producción más reciente, la que encontró su lugar bajo el sol después del apocalipsis de 2001, realizada por profesionales jóvenes que, a diferencia de los pioneros, cuentan con un título de diseñadores industriales y accedieron desde su formación a las técnicas de diseño asistido por computadora (CAD) o modelización 3D. Una nueva camada que tiene para aportar una mirada fresca e informal, plasmada en productos que ya están dejando una huella en el imaginario colectivo.
Un buen ejemplo de innovación material y tecnológica sobre un tema tradicional es Mateo, el primer mate de silicona flexible. Fue concebido por el estudio Cherny-Demarco en el contexto histórico de una Argentina invadida por turistas extranjeros ávidos de productos típicos, pero rápidamente conquistó también al usuario local joven, y hoy se producen 7.000 unidades mensuales. Mateo es un mate liviano, informal, económico, fácil de vaciar (se da vuelta como una media) y de transportar; sus autores, Laura Cherny y Nicolás Demarco, explican que la silicona “no fija hongos, es irrompible e indeformable, y mantiene la temperatura de la bebida sin transmitir calor a la mano”.
Otro producto del talento joven es el Washing Kart diseñado por Miki Friedenbach, en este caso bajo la forma de servicio profesional a una empresa. Se trata de un carrito aerodinámico de polietileno que contiene todo lo necesario para el lavado de autos en los estacionamientos de centros comerciales. 
Su autor lo concibió en 2002 para la empresa de lavado de autos ProntoWash, fundada un año antes en Buenos Aires, y Blanco lo elogia como un “buen ejemplo de cómo inventar de la nada algo que no existe, y que ahora se está exportando a todo el mundo”. Ambos productos integran la colección permanente del MAMBA.
Otra vertiente del diseño industrial cada vez más visible es la del mobiliario urbano. Por caso, cientos de porteños posan cada día sus asentaderas sobre los “BKF” de cemento en las plazoletas de la 9 de Julio, las veredas de la avenida Bullrich y muchos otros sitios, sin necesidad de conocer la reflexión sobre la propia historia del diseño industrial que contiene este producto diseñado hace una década por Juan Blas Doberti. Tantos otros interactúan en su vida cotidiana con las creaciones del Estudio Cabeza, que ganó por concurso la realización del equipamiento urbano para la Ciudad de Buenos Aires; desde las estaciones del Metrobus –en una frontera lábil entre el diseño de objetos y la arquitectura– hasta los diversos bancos instalados en Puerto Madero o en la ciudad de Córdoba, innovadores por su imagen alejada de todo estereotipo formal y sus múltiples posibilidades de uso. “Lo que buscamos con estos elementos de descanso es que sean soportes neutros e indeterminados para que el usuario elija su forma de uso y se los apropie”, explica Diana Cabeza, titular del estudio.
En tanto, los jóvenes e iconoclastas socios del estudio Bondi, Iván López Prystajko y Eugenio Gómez Llambí, proponen una interesante combinación de usos, significados y referencias cruzadas con su producto Hielos Argentinos, que consiste en una cubetera que hace hielos con forma de Islas Malvinas. Con su primera producción lista para lanzar al mercado, los Bondi admiten que aún no ha decidido si prefieren que se venda en supermercados o en tiendas de los museos de arte. Si es que consideramos que ambos lugares son tan distintos, claro.
FICHA

Diseño Industrial Argentino
Lugar: MAMBA (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires)
Av. San Juan 350
Fecha: hasta fin de mayo
Horario: martes a viernes, 11 a 19; sab, dom y feriados, 11 a 20
Entrada: $ 2

Diseño Argentino Contemporáneo
Lugar: UADE Art
Independencia 1183
Fecha: hasta el 20 de abril
Horario: lunes a viernes , 12 a 20
Entrada: gratis

Fuente: Revista Ñ Clarín

DEVORANDO LA PASIÓN



Se realiza en Río de Janeiro una muestra de Tarsila Do Amaral, la autora de “Abaporu”, pintura clave en la génesis del Movimiento Antropofágico, que integra la colección del Malba y que Brasil buscó recuperar en 2011.

El 27 de enero de 1922 un movimiento sísmico sacudió el corazón de Brasil. No fue fruto de un choque entre placas tectónicas, sino de rajaduras de una misma placa. Resultó un acontecimiento anticipatorio de lo que sucedería en el campo intelectual pocos días después, como lo señala Marcos A. Gonçalves en 1922, a semana que nâo terminou, que acaba de publicar Companhia das Letras. Entre el 11 y el 18 de febrero de ese año se celebró la Semana da Arte Moderna, un “terremoto estético” y en verdad una experiencia de vanguardia que marcó un devenir cultural.
Tarsila do Amaral estaba entonces en Europa, pero pronto se acopló al movimiento, introducida por Anita Malfatti, y se convirtió en una figura insustituible. Los 90 años del quiebre Modernista son una excusa para Percurso afetivo, la exhibición de Tarsila que puede verse hasta el 29 de abril en el Centro Cultural Banco do Brasil, de Río de Janeiro. Pese a la enorme importancia de la artista en la historia del arte brasileño, sorprendentemente es su primera muestra en la ciudad desde 1969.
Tarsila vivió entre Río y San Pablo muchos años, antes de instalarse en S. P. definitivamente. Y expuso en Río muchas veces, sobre todo en el tiempo de su amor con Luís Martins, escritor 21 años más joven que ella con quien convivió 18 años. Tarsila fue un escándalo para su tiempo, y una mujer de un charme irresistible, discreta e inteligente. Otro de sus amores, Oswald de Andrade, fue su compañero durante los años del Modernismo, del período Pau - Brasil de su arte (el más celebrado), y el creador del Manifiesto Antropofágico, aquella sucesión de ideas acerca de quien gustoso deglute al otro, aunque ese otro vaya a modificarlo radicalmente. Mario de Andrade, también enamorado de la artista, diría años después: “todo consumíamos, y a nosotros mismos, en el cultivo amargo, casi delirante del placer.”
Podemos ver en el grupo algunos paralelos con nuestras vanguardias, con el Borges de entonces, aunque el afán primitivista y nacionalista de los brasileños llevó la experimentación por otros caminos.
Si el Modernismo fue una revuelta contra la Inteligencia Nacional, no fue casual que surgiera en San Pablo. Por ese tiempo explosiva en su crecimiento, vivía el Futurismo en carne propia. Río era la sede de academias pesadas, a diferencia de hoy, en que quizás encarna un giro más experimental que una San Pablo pendiente del desarrollo del mercado de arte.
 
MANACA 1927, óleo sobre tela, 76 x 63,5 cm.
Percurso afetivo presenta sobre todo obras de los años 20, entre ellas, muchas de las mejores de Tarsila. “Antropofagia” es el pilar sobre el cual gira la muestra, que el curador Abdalla organizó en diálogo con el diario íntimo de Tarsila: caótico, atiborrado de anotaciones al margen. También así se presenta la exhibición que ocupa dos salas del soberbio edificio neoclásico de 1880. Además de las pinturas, se exponen una serie de objetos personales que movilizan la idea del diario; boletos de tren, entradas al teatro, pinceles...
En pocos casos como en el de Tarsila, el período trascendente de su arte está acotado tan claramente a un momento. Tras su viaje a la URSS y el fin de la relación con Oswald, algo se apagó; primero en aras de los parámetros estéticos del comunismo; luego las cenizas no pudieron reactivarse. Mucho de esto se vio en Tarsila viajera, exhibida en el Malba en 2008.
“Abaporu”, su famosa pintura en la colección de ese museo, es una ausencia clave en Percurso afetivo. Mucho se habló hace un año, en ocasión de su préstamo para una muestra en Brasilia, de la posibilidad de que Abaporu se quedara en Brasil y fuera la piedra basal para la construcción de un nuevo museo. Fue la  pintura que generó la idea de la creación del Movimiento Antropofágico.
Hoy Abaporu está a préstamo en el Museum of Fine Arts de Houston, dentro del programa de intercambios de esa institución con el Malba que tanto resalta el interés del MFAH y de la curadora Maricarmen Ramírez por el arte latinoamericano, como por contraste señala el desinterés de casi todo el resto de las instituciones primermundistas por lo que acontece en estos lares. 

Fuente: REvista Ñ Clarín

JOHANNES Y SU LEY DEL TALIÓN


Muralista y dibujante, Jo Johannes realizó su primera muestra de fotografía artística, entre la fauna del mítico KimNovak y la toma directa. OjoxOjo cierra el sábado 14 en Galería P.O.P.A. de La Boca, escenario que varias veces retrató.


Cuando era chico le preguntaron qué deporte quería practicar. Su madre esperaba una respuesta poco convencional: no fútbol o vóley, quizá natación o judo. Pero él contestó “dibujo”. Y así empezaron sus estudios informales de arte. Jo Johannes (Buenos Aires, 1967) no dejó de dibujar desde entonces ningún día de su vida, aunque cuando tuvo que encarar su educación formal se decidió por la arquitectura y desde muy joven desplegó su trabajo en el área de dirección de arte en cine (fue director de arte de Happy together, la película de Won Kar Wai rodada en Buenos Aires) y más tarde la dirección de filmes publicitarios. Un desarrollo natural de su afición por el dibujo derivó en la pintura, especializándose concretamente en murales, ya fuera por encargo específico (como el del restaurante Lotus Thai, en Belgrano) o en paredes que puede tomar por asalto en la calle. Hoy vive en La Boca y al menos cuatro paredes, incluso la del fondo de su casa, fueron intervenidas por su pincel.
“Siempre saqué fotos”, dice mientras recorre ahora su muestra OjoxOjo en la Galería P.O.P.A, de la que es dueño junto a Marcelo Bosco, y que constituye su primera muestra de fotografía artística. Así es, la muestra da cuenta de esta afición pero también del nacimiento de la elección de un nuevo soporte para expresarse artísticamente.
En la sala del fondo, la que da al patio de la galería, se exhibe la mirada de Johannes como testimonio de casi cualquier momento de su vida. Así como siempre lo acompañó un lápiz para dibujar, desde su adolescencia siempre lo acompañó una cámara. “Tengo guardadas todas las cámara que tuve –cuenta– desde la Kodak fiesta”. En esa sala más de entrecasa, se exponen las fotografías sin otra pretensión que no fuese el registro de algún momento. Allí se puede apreciar un recorrido más o menos reciente de los hábitats por los que transitó Johannes y por la “fauna” que lo rodea, siempre extravagante y osada. 

EAST VILLAGE. En un baldío de Nueva York, apostó a la toma directa, como estas flores artificiales.
EAST VILLAGE. En un baldío de Nueva York, apostó a la toma directa, como estas flores artificiales.
Entre 2003 y 2009 fue uno de los dueños del mítico club de la noche KimNovak y parte de los registros pegados en las paredes dan cuenta de los visitantes de aquella esquina de Godoy Cruz y Güemes, y de quienes lo siguieron como fans fieles y ahora son parte de cada inauguración de P.O.P.A. 
En la sala del ingreso Johannes expone los resultados de su nueva elección y también decisión de vida: adoptar a la fotografía como arte. Las pocas y cuidadas obras allí expuestas empezaron a cocinarse en un viaje a New York en 2011, cuando la mirada de Johannes decidió pasar el mero registro atrevido de la vida atrevida que iba sucediendo y animarse a trasladar el atrevimiento a los ojos que encuadran y subvierten una realidad concreta, hasta borrarle esos límites bien concretos impuestos por la cosa a fotografiar.
De este modo, apenas de distinguen que son flores recicladas con plásticos de colores vivos tomadas de un baldío del East Village, varias de las obras expuestas en esta muestra. Johannes apuesta a la toma directa, esperando la luz exacta que por sí misma le ofrezca los colores que espera y recorta/manipula el objeto al que encuadra hasta convertirlo en una mancha de luz y color estallados. “Me interesa llegar a cierta abstracción con mis fotos”, explica.
El mismo procedimiento aplica a los edificios de su barrio que hacen de modelos al resto de las obras expuestas. Los que se encuentra arriba, él lo pone abajo y si busca el Riachuelo y alguno de los icónicos edificios que se alzan a su vera, quien mira tardará un rato en descubrir que hay detrás de la luz, los colores y las formas. Nuevamente la toma directa, la ausencia de trabajo en Photoshop (se agradece, por fin, ver otra paleta de colores que se despega claramente de las fotos artísticas con gamas cromáticas calcadas, productos de la excelencia en el uso del último software).
En cambio, Johannes con paciencia imagina su foto y con su cámara se sienta a esperarla, a que su mirada y la luz precisa –esa que diseñó como un concepto previo– pueda por fin armarse en la toma y ser digitalizada.
Las obras que construyen la muestra OjoxOjo fueron, inesperadamente para él, vendidas casi en su totalidad el día de la inauguración. Parece que no sólo Johannes eligió la fotografía como nuevo soporte sino que la fotografía también lo eligió a él.

OjoxOjo
Galería P.O.P.A
Lamadrid 882, La Boca
Martes a sábado de 15 a 20
Entrada gratuita
Hasta el 14 de abril


Fuente: Revista Ñ Clarín


SPILIMBERGO: UN MAESTRO EN SAN JUAN



El Museo Franklin Rawson acierta mostrando con intimidad y espectacularidad obras del pintor en las que se ve su profundo vínculo con la provincia.

Un maestro en San Juan

Por Ana María Batistozzi

A fines de 1921 Lino Spilimbergo llegó a San Juan. Tenía 24 años, un asma crónica y la recomendación médica de buscar un clima adecuado para preservar su salud. Siete años antes había obtenido el título de profesor de diseño en la Academia Nacional de Bellas Artes, pero aún no había podido darse el lujo de vivir de él. Un puesto en la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos era lo que realmente le permitía vivir. También lo que le ayudó a trasladarse a San Juan y sostenerse hasta que pudo concretar la aspiración de todo joven artista latinoamericano: el viaje a Europa, cuna del “gran arte universal”.
Spilimbergo se instaló en la histórica localidad de Desamparados, al oeste de la ciudad de San Juan. En ese sitio retirado se concentró en los campesinos, en el paisaje que lo rodeaba y en la experimentación de nuevos procedimientos pictóricos, dibujos y monocopias. Pero nunca perdió contacto con sus compañeros artistas de Buenos Aires, muchos de los cuales habían partido ya a París. Con ellos mantuvo siempre una correspondencia acerca de las novedades que los sorprendían allá luego de la aparición del cubismo. Fue también en San Juan que Spilimbergo realizó la primera muestra individual que marcó el comienzo de su carrera en 1921, y allí mismo empezó a poner en práctica un método personal, rigurosamente pautado de la mañana a la noche, para producir diariamente.
Un capítulo fundamental de su obra tiene anclaje en la geografía sanjuanina, que habitó durante dos estadías; una previa y otra posterior al viaje a Europa, que realizó entre 1925 y 1928. De aquellos años son “Vieja puyutana”, “El ciego” y “Paisaje andino”, tres obras de un naturalismo social que presentó en el Salón Nacional de 1925 y que le permitieron ganar el Premio Unico al Mejor Conjunto. Reconocimiento que le llegó después de que “Seres humildes I”, la obra que presentó en el Salón Nacional de 1923, obtuviera el tercer premio.
 
Un maestro en San Juan
Así, el vínculo de Spilimbergo con San Juan es lo suficientemente trascendente para la provincia y el artista como para justificar la muestra que el recién estrenado Museo Franklin Rawson le dedica en la apertura de la primera temporada en su deslumbrante nuevo edificio. Nada más oportuno para posicionar la institución, definir un perfil y una línea de trabajo que la decisión de la directora del Museo Virginia Agote, curadora también de la exhibición, de apelar a uno de los mayores maestros argentinos en cuya obra están presentes rasgos ligados a la comunidad local.
Paisajes sanjuaninos, escenas reconocibles y personajes del lugar habitan la obra exhibida que interpela al espectador desde un profundo sentido local. Todo esto distingue a la exhibición, que ocupa una de las principales salas de planta baja y el primer piso del soberbio museo –inaugurado en octubre pasado– con pinturas, dibujos y monocopias. Un conjunto integrado por obras pertenecientes a la colección del propio Museo Rawson, a colecciones privadas, instituciones como el Fondo Nacional de las Artes y museos como el Castagnino de Rosario y el Sívori de Buenos a lo que se suma el fundamental aporte de la colección de la familia, a través de la Fundación Spilimbergo.
La muestra combina una dosis de espectacularidad e intimidad al mismo tiempo. Una gigantografía del conocido retrato del artista que le realizó Grete Stern en 1937, cubre una de las pocas paredes del hall vidriado a la entrada. Al ingresar a la sala que reúne las grandes pinturas, un pequeño autorretrato del artista joven de 1930 parece construirse a sí mismo, proyectándose en la tela con la melancolía de la época. Preludio intimista para la sucesión de telas de gran formato que pintó en San Juan y en el Noroeste del país, que ya en aquellos primeros años de la década del 20, ponen en escena la particular vocación del artista por la escala mayor que más tarde conducirá su interés hacia la pintura mural.

Un maestro en San Juan
En esa sala se exhiben juntas, “Seres humildes I” y “Seres humildes II”, dos grandes telas que despuntan este rumbo. Mientras la primera composición, que le valió el tercer premio del Salón Nacional de 1923, deriva de una observación directa de las figuras y el paisaje que anuncia una toma de distancia del naturalismo académico de los primeros años, la segunda pone en evidencia la marca radical de la experiencia europea. Pintada en 1929 a su regreso de París, “Seres humildes II”, más que una observación del natural, es la repetición de un tema usado como excusa para reflexionar sobre el color y la forma, crecientemente afectados por las búsquedas pre y postcubistas que conoció en Europa.
A esta última tónica responden “Paisaje de San Juan con burrito” y “Paisaje de San Juan”, ambas de 1929. No cabe duda de que la estadía en Europa transformó producción en un sentido fundamental. El recorrido que inició en Vigo y continuó por el norte de Italia, Florencia, Padua, Arezzo, Roma y concluyó en París, donde asistió al taller de André Lhote, como Bigatti, Raquel Forner y Héctor Basaldúa, se advierte en las diversas fuentes que fueron alterando su imagen. La influencia italiana del cuatrocento se cruza con el tratamiento cezaniano de la forma que procede seguramente de lo aprendido en el taller de Lhote. Luego está también la influencia de la pintura metafísica, valori plastici y el aporte de la figuración de novecento con sus enigmáticos climas. Sobre todo en la carga melancólica que invade sus figuras en los años 30. En la planta superior un espacio acotado reúne dibujos, acuarelas, monocopias, fotos y documentos que permiten el reconocimiento de lugares, presencias e influencias.
Otro núcleo de la exhibición, que apunta a jerarquizar las piezas de la colección del museo, hace eje en la figura humana. Tema central en la producción del artista, aquí pone de relieve a “Figuras”, una pieza de gran porte de 1939 que da cuenta de la importancia por muchos desconocida del patrimonio institucional. En esa misma dirección y en consonancia con el rescate del período sanjuanino de Spilimbergo, se exhibe “Belleza y estilos”, una selección de pinturas de paisajes, naturalezas muertas y retratos que fueron rescatados de los depósitos del museo por los investigadores sanjuaninos Silvina Martínez y Eduardo Peñafort.
La muestra se propone dar visibilidad a la obra de artistas sanjuaninos muy poco recordados y de escasa proyección nacional. La iniciativa, coherente con la filosofía de la exhibición, también importa como dato de los interesantes objetivos que se está planteando la institución.

Fuente: Revista Ñ Clarín

HALLAN EN BELGRADO
UN CUADRO DE CÉZANNE ROBADO EN SUIZA





La policía serbia anunció el arresto de cuatro sospechosos, tras el descubrimiento en Belgrado de un cuadro valuado en 100 millones de euros del pintor francés, robado en Suiza en 2008. 

El ministro de Interior serbio, Ivica Dacic (izq), ante la prensa mientras dos policías custodian la obra 'Muchacho con un chaleco rojo' del francés Paul Cézanne en Belgrado el jueves 12 de abril.


Por Alexa Stankovic


La policía serbia anunció el jueves que había descubierto en Belgrado un cuadro del pintor francés Paul Cézanne, robado en Suiza en 2008, y que había arrestado a cuatro sospechosos.
"Ayer en la noche (miércoles), en una operación del departamento de lucha contra el crimen organizado, cuatro sospechosos fueron detenidos", declaró en una conferencia de prensa el ministro del Interior, Ivica Dacic. Los cuatro son ciudadanos serbios.
La autenticidad del cuadro fue confirmada el mismo día por un experto procedente de Suiza y su valor estimado en 100 millones de euros, declaró a los periodistas el fiscal Miljko Radisavljevic.
El cuadro 'Muchacho con un chaleco rojo', que data de 1888-89, había sido robado en febrero de 2008 en Suiza a la Colección E.G. Bührle de Zurich al mismo tiempo que otras tres telas de Edgar Degas, Vincent van Gogh y Claude Monet.
El robo fue calificado como el más importante cometido en Europa.
El cuadro fue hallado escondido bajo el forro del techo de un automóvil.
Además del cuadro de Cézanne, las telas robadas el 10 de febrero de 2008 son 'Las amapolas cerca de Vétheuil' de Claude Monet (1879), 'El Conde Lepic y sus hijas' de Edgar Degas (1871) y 'Rama de castaño en flor' de Vincent Van Gogh (1890).
El 19 de febrero de 2008, la policía suiza había anunciado haber encontrado en Zúrich dos de los cuatro cuadros, el Monet y el Van Gogh. Las dos obras estaban en el asiento trasero de un automóvil estacionado en el parqueadero del hospital psiquiátrico de Zurich.
Según el ministro serbio del Interior, el cuadro de Degas fue ubicado en 2009.


Fuente: AFP

EL VERDADERO GRAN HERMANO





El cineasta y actor estadounidense Tim Robbins presenta en Buenos Aires su puesta teatral de 1984, el clásico de George Orwell. 


El verdadero Gran Hermano


1984, la pesadilla surgida de la pluma del escritor británico George Orwell, que imaginó una sociedad sometida al terror y vigilada por un “Gran Hermano”, gana el escenario porteño del Teatro San Martín. Llega a Buenos Aires la versión teatral de la novela, encabezada por el actor y director estadounidense Tim Robbins –más extensamente conocido por su trayectoria cinematográfica.
Orwell imaginó un Estado de terror y vigilancia, en una novela con parte de denuncia y parte de anticipación: “Cada frase que he escrito (…) fue orientada, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor de lo que considero socialismo democrático”, escribió el autor.  Reflejo de su posición es, además de 1984, otro clásico: Rebelión en la granja.
El ex marido de Susan Sarandon y ganador del Oscar Tim Robbins se sintió subyugado por la adaptación y decidió montar la pieza que hoy lo trae hasta Buenos Aires al frente de la compañía Actors' Gang: “¿Por qué 1984? ¿Por qué ahora? Recibí la adaptación teatral de Michael Gene Sullivan hace años. Me entusiasmó tanto su enfoque, su habilidad para hacer resonar el material, que sospeché que, como dice uno de los personajes de la obra, ‘estaba inventando todo’. Yo había leído la novela hacía tiempo y, francamente, no recordaba mucho. Inmediatamente la leí de nuevo y quedé impresionado por su relevancia, por sus advertencias y, lamentablemente, comprendí que hoy más que nunca resulta indispensable.”

Fuente: infobae

ESCULTURAS DE PEDRO ARIEU EN GALERÍA EL SOCORRO







PEDRO ARIEU                ESCULTURAS


INAUGURACIÓN

11 de abril de 2012  a las 19,00 hs

 Exposición:

 del 11 al 23 de abril de 2012

 Horario:

 Lunes a viernes de 11,00 a 20,30 hs
 Sábados de 11,00 a 13,00 hs  

AUSPICIA
        
 AMBASSADE DE FRANCE EN ARGENTINE                               

 PUESTA EN VALOR: PEDRO BALIÑA
   GALERÍA  EL SOCORRO 
   Suipacha 1331 - Tel 4327-0746 /17
  Buenos Aires