RETRATO DE UN PADRE AGONIZANTE




Cuando Lucian Freud yacía en su lecho de muerte, su hija Jane McAdam Freud hizo esculturas y bocetos de su padre. En momentos en que estas obras se exponen en el Museo Freud en Londres, la artista habla de la asombrosa relación que los unió. El hombre que marcó su vida.

Jane McAdam Freud observa una escultura de su padre, Lucian. Vista de un lado, está muerto; los ojos y la boca cerrados, serenos. Del otro lado, está despierto: los ojos penetrantes, la boca concentrada, el rostro animado. Desde el frente, tiene un aspecto feroz. Jane califica la escultura –para la que Lucian posó (o yació) mientras agonizaba– de tríptico. Es un trabajo bello, fresco, conmovedor, extraño.
Lucian posó por primera vez para su hija en 1991. En aquel entonces, Jane lo esculpió a él y él la esculpió a ella, y todo el tiempo se movieron con nerviosismo en torno a su modelo. Acababan de reencontrarse. Esta vez era diferente. Ella tenía el control de sí. Jane comenzó esos trabajos como una forma de hacer una crónica de la vida de su padre. Luego se convirtieron en un acto de recuerdo, pero nunca había considerado una exposición hasta que el conductor televisivo Jon Snow los vio y le dijo que sería egoísta mantenerlos alejados del público. De todos modos, su padre había dicho que terminarían por exponerse. “Me dijo: ‘Jane, conozco tu trabajo y es bueno, y todos los buenos trabajos se hacen públicos.’ Siempre hacía esos elogios ambiguos.” La exposición del Museo Freud (en homenaje a su bisabuelo, Sigmund) de Londres, consiste en retratos de una variedad de materiales: desde dibujos intimistas hasta monedas de cobre grabadas, desde impresiones en plastilina hasta ese tríptico gigante de terracota reflejado en un espejo.
Jane vive en una casa de aspecto modesto con su esposo y dos hijos adultos en la zona noroeste de Londres. Se entra a un ambiente que sorprende por lo espacioso y que da a un enorme estudio. Jane tiene algo que la hace querible de inmediato: es cálida y conversadora, graciosa y vulnerable, vertiginosa y simple: sería un gran personaje de Mike Leigh. Al igual que su padre, tiene cierto aire de ave de presa: rostro aguileño, penetrante mirada de halcón. En su escritorio hay una cita del reformador de la educación estadounidense Horace Mann: “Hay que avergonzarse de morir hasta que se haya ganado alguna victoria para la humanidad.” Sonríe. “No tiene que ser una gran victoria”, dice. “Basta con algo chico.” Desde la muerte de Lucian, Jane dedicó su trabajo a él, en buena medida como forma de explorar su relación, que sin duda fue asombrosa. Hasta que Jane cumplió ocho años, Lucian, de quien se sabe que engendró por lo menos catorce hijos, fue una parte muy importante de su vida. Fue una de los cuatro hijos de Lucian y Katherine McAdam, que se conocieron en el Central Saint Martins College of Art. El comienzo de su relación fue un clásico de Freud: Katherine había ganado el certamen de la alumna más bella de la institución de Londres, y Lucian pensó que tenía derecho a bailar con ella. Nunca se casaron, pero fue lo más cerca que llegó el pintor de tener una relación estable.
Katherine y sus cuatro hijos tenían una casa en Paddington, en el oeste de Londres, y Lucian vivía cerca. Siempre estaba presente. Cuando no lo estaba, los chicos pensaban que estaba en su estudio. A la pequeña Jane le parecía que todo estaba bien. Sus padres nunca discutieron, dice, pero hacia el final de su relación se hizo evidente que algo andaba mal.
Katherine, que era una artista talentosa, hizo carrera como diseñadora. Un día preparó las valijas sin previo aviso, se llevó a los chicos a Roehampton, en el sudoeste de Londres, y Jane no volvió a ver a su padre hasta que tuvo treinta y un años. “¡Veintitrés años!” exclama. Está perpleja. Vuelve a contar de ocho a treinta y uno. “Sí, veintitrés años.” Su madre eliminó el Freud del nombre familiar y les dijo a sus hijos que tenían que rehacer su vida. “Cuando nos mudamos, lloré y pataleé. No quería irme.” Poco a poco, sin embargo, fue descubriendo cómo había sido su padre y por qué su madre había tomado una decisión tan drástica.
“Recuerdo que hablaba con mi madre de eso, de esas cosas complicadas, y ella era muy clara. Decía: “‘Sin duda era muy intenso, Jane. No podía vivir con él porque no me habría quedado nada de energía. Demasiado intenso.’” Por otra parte, también estaban las aventuras. Para su madre, la relación era monógama. Para Lucian, en absoluto. “Mi madre no pudo seguir soportándolo: los engaños, otras mujeres, otros hijos.” Durante muchos años se la conoció como Jane McAdam. Es simple, dice: negaba la parte Freud. Como Jane McAdam descubrió el arte, fue a St Martins, luego al Royal College of Art, hizo una maestría y tuvo becas en todo el mundo. En la actualidad tiene cincuenta y tres años, y sabía que quería ser artista desde los tres, cuando jugó por primera vez con agua en un arenero y descubrió la escultura (aunque no supiera que se llamaba así).
A su madre el nombre Freud le resultaba agobiante, no tanto por la relación con Lucian, que aún era un pintor poco conocido cuando se separaron, sino por Sigmund. Katherine quería que sus hijos vivieran la vida en sus propios términos. A medida que Jane tenía éxito, se fue convenciendo de que no necesitaba nada más. “Estaba ocupada con mi trabajo y mi éxito por derecho propio. No necesitaba nada más. Vivía por y para el arte.” ¿Entonces no pensó en su padre durante esos años? Me lanza una de sus intensas miradas freudianas. “Bueno, leía cada vez más sobre él en la prensa. Me sentía en medio de un torbellino.” ¿Por qué? “Porque era mi padre y nadie lo sabía. Vivir así era una tortura.” ¿Por qué quería que la gente lo supiera? “No quería eso, sino ser yo misma. Quería sentir quién era. Quería restablecer mi relación con él.” ¿Qué sentía? “Nostalgia, añoranza”, dice. Fantaseaba sobre su reencuentro. Se sentía incompleta, deshonesta, desconcertada.
Lucian no hizo ningún intento de contactarse con sus cuatro hijos a través de Katherine. Ellos tampoco trataron de comunicarse con él. Jane dice que la posibilidad de un rechazo la aterraba.
En 1991 se concedió a Jane el Freedom of the City of London por su trabajo. Para recibir el premio tuvo que presentar su partida de nacimiento, que no sólo documentaba su nombre completo, sino también el nombre y la ocupación de su padre. La consiguiente atención de la prensa fue una suerte de bendición ambigua. Lo raro fue que empezó a resultarle más difícil conseguir encargos y muestras. La gente que antes admiraba su trabajo empezó a dudar de ella, a pensar que en cierto modo estaba influenciada por su padre o que estaba aferrada a él. Por otro lado, la situación la llevó a abrazar su nueva identidad y a redescubrir a su padre.
Se reunieron a cenar. Jane estaba aterrada y no pudo comer nada. El se limitó a observarla. Ella lo adoraba, lo admiraba, pero pronto entendió a qué se refería su madre cuando hablaba de su intensidad. “La intensidad es algo fantástico, emocionante, pero se termina agotada.” ¿Su padre hablaba mucho? ¿Era demandante? No, dice: eran sus ojos, su mirada. “Eso consumía cada pulgada del otro. Una quedaba atrapada en esa mirada que cambiaba constantemente. Como hacía largas pausas en lo que decía, una se sentía a la espera.” ¿Cuándo tomó conciencia de esa mirada? “¡Siempre! Bueno, mis novios han sido reencarnaciones. Es la divina atracción del daño.” Después de esa primera reunión, le pidió que posara para ella, lo que llevó a un año de esculpirse mutuamente. ¿Se sentía enojada ante su abandono? “No. Soy una soñadora, y también una optimista. Philip Pullman dijo que tenemos la responsabilidad moral de ser más de un 50 por ciento positivos, y pienso que es verdad.” ¿Le preguntó cómo se sintió él ante la ausencia? “Se limitó a decir que no tenía una vida familiar.” Sonríe. Ambos pensamos en los catorce hijos. “Es un enigma, ¿verdad?” Lo gracioso, dice, es que ella piensa que le habría gustado establecerse con una sola mujer. “Creo que era muy vulnerable.” ¿En qué sentido? “No le gustaba despedirse. Es difícil estar con alguien que no quiere que nos vayamos. Eso fue algo que sentí mucho, sobre todo al acercarse el final. Por eso uno se sentía tan importante cuando estaba con él. Creo que la gente lo adoraba porque él necesitaba en verdad a los demás.” Se controla. “Pero uno cambia, ¿verdad? En un momento se necesita a los demás y al minuto siguiente ya no se los necesita.” Miramos el tríptico mientras hablamos. “Tiene algo de reptil”, dice. “Es como una cobra. Algo que muda de piel. No se lo puede encasillar. Se decide algo y luego se cambia de opinión.” Lo que le gusta de la escultura, señala, es que tiene un ojo abierto y otro cerrado, como él cuando pintaba.
El reencuentro con su padre le cambió la vida. Entre otras cosas, descubrió que tenía diez medios hermanos. La reunión también tuvo un efecto drástico en los hermanos de Jane, tres de los cuales decidieron cambiar de carrera y proclamaron que pasaban a ser artistas. Jane está orgullosa de lo que han hecho, pero considera que ella es la mejor. “Hacen falta miles de horas para entender quién se es, que se está haciendo y cuál es el eje del propio trabajo.” Es extraño, dice, descubrir cuántas cosas tenían en común ella y su padre: la mirada, la forma en que cerraban los puños, sobre todo cuando caminaban. ¿Y como artistas? Reflexiona y recuerda que cuando se le preguntaba a Lucian qué relación tenían sus retratos con las personas retratadas, éste contestaba: “Son ellas”. Jane comparte ese deseo de abrazar la realidad.
En 2001 se le encargó a Jane la creación de un retrato en forma de medalla. “Le pregunté si podía hacer uno suyo. Me contestó: ‘Van a pensar que soy un vanidoso. Sería mejor hacerlo más adelante, cuando tenga sentido como memento mori.’ Yo no pensaba que fuera sobre él, sino nosotros dos y el vínculo.” En 2011, cuando agonizaba, por fin aceptó. Mientras trabajaba, hablaron de sus vidas, la pasada y la presente, la que hicieron juntos y la que llevaron separados.
Saca su caja de los tesoros y me muestra su contenido: un recorte de diario de su madre cuando era una estudiante, sus abuelos (el hijo de Sigmund y su esposa), cartas de su padre con su característica escritura infantil. Vuelve a guardar todo con amor y timidez. Luego dice que le gustaría mostrarme algo muy especial: fotos de Lucian tomadas unos días antes de su muerte: demacrado, barbudo, parecido a Cristo, no muy diferente de la máscara mortuoria de Turner.
Fue apenas unos meses antes de su muerte, en julio, que Jane se puso a trabajar y reprodujo imágenes de su padre en una serie de formas. Le complace que todo ese trabajo se haya convertido en una muestra, pero insiste en que nunca lo planeó. “No pensaba en exponer. Era un trabajo privado, parte del proceso del duelo.” Sí, se siente orgullosa, pero sabe que fue un mecanismo de defensa. Por otra parte, al conocer a su padre se conoció mejor a sí misma. Cuando murió, sintió que se había caído un gran árbol. A través de ese proyecto ha logrado darle sentido. “Trabajé para ayudarme”, dice.

© The Guardian, 2012.
Traducción de Joaquín Ibarburu

Fuente: Revista Ñ Clarín

EL CUADRO MÁS CARO DE LA HISTORIA:
US$ 250 MILLONES POR UN CÉZANNE


Se trata de “Los jugadores de cartas”. Lo compró la familia real de Qatar a un coleccionista privado.
 
RECORD. "Los jugadores de cartas"

La familia real de Qatar que lidera el emir Hamad bin Jalifa Al Thani pateó el tablero del mercado internacional de arte. Pagó 250 millones de dólares por Los jugadores de cartas, de Paul Cézanne. La compra se realizó en 2011, pero recién trascendió en los últimos días y sin demasiados detalles. La revista norteamericana Vanity Fair dio la primicia el jueves pasado. Desde el fin de semana diversos medios de todo el mundo –incluido Clarín – se hicieron eco de los rumores y acreditaron el nuevo récord, que desde 2006 y hasta ahora ostentaba la pintura #5 de Jackson Pollock.
Sin embargo, ni las autoridades qataríes ni sus voceros confirmaron públicamente la compra. El último propietario conocido de la obra es el magnate griego George Embiricos, fallecido el año pasado y dueño de una de las colecciones privadas de arte más valiosas de todo el mundo. Según Vanity Fair, antes de que la familia demostrara interés en el cuadro, dos marchantes de primera línea como William Acquavella y Larry Gagosian llegaron a ofertar 220 millones de dólares por la pintura. Entre los intermediarios de la compra –que con impuestos y comisiones se calcula en más de US$ 300 millones– se cuentan Lionel Pissarro, nieto del pintor Camille Pissarro; el distribuidor Segalot Philippe; y Guy Bennett, ex jefe de arte impresionista y moderno de la casa de subastas Christie´s.
Ahora se presume que Los jugadores de cartas compartirá espacio con obras de Mark Rothko, Damien Hirst y Andy Warhol, entre otras piezas multimillonarias, en el imponente Museo Nacional de Qatar, que reabrirá sus puertas al público en 2013. La revista The Art Newspaper calificó a la familia real como “los mayores compradores de arte contemporáneo del mundo”. La publicación especializada señaló que la hija del emir, Mayasa, pretende “convertir el rico estado petrolero del desierto en un centro cultural capaz de rivalizar con París y Nueva York”. Ella y Mozah, la segunda esposa del emir dirigen desde la Autoridad de Museos de Qatar (QMA) la política cultural del reino. “Estamos haciendo de Qatar el lugar para ver, explorar y debatir las creaciones de artistas árabes de la era moderna y de nuestro tiempo”, señaló Mayesa en declaraciones recogidas por el diario El País. Entre sus principales consejeros a la hora de invertir en arte se cuentan el ex director de la National Gallery de Londres, Jacob Rothschild, y el antiguo director de Christie’s, Edward Dolman.
La revista de negocios Forbes, en tanto, recordó que en 2005 el hijo del emir, Saud Al-Thani, que entonces tenía 38 años– fue detenido e investigado por “malversación de fondos públicos” por sus adquisiciones de obras arte que superaron los mil millones de dólares.
La distancia entre el nuevo récord que marcó el cuadro de Cézanne y el anterior –de Pollock– llamó la atención de los especialistas. Algunos criticaron por lo bajo la paradoja que supone exponer Los jugadores de cartas en un país en el que las leyes islámicas prohiben el juego y las bebidas alcohólicas, dos elementos que sobresalen en la pintura.

CÉZANNE BÁSICO

Aix (Francia) 1839–1906. Hacia 1872 entró en contacto con el movimiento impresionista, aunque abandonó esta corriente para construir una obra más personal. Cézanne no quiso que su pintura reflejara la realidad tal como se presenta, lo que pretendió fue “transmitir la estructura profunda de los objetos, figuras o paisajes”. La crítica y el público de su tiempo lo ignoraba. Sólo fue apreciado por algunos impresionistas y por las nuevas generaciones. Algunas de sus obra se encuentra en los museos más prestigiosos del mundo como Orsay (París), National Gallery (Londres) y Thyssen (Madrid).

Fuente: clarin.com

MURIÓ ANTONI TAPIES,
MAESTRO DE LA VANGUARDIA DEL SIGLO XX




Una enfermedad había disparado su carrera artística que lo llevó por la abstracción, atravesó la posguerra con experimentación en los materiales y se acercó a la cultura oriental. Tenía 88 años.

El artista español Antoni Tàpies, uno de los grandes referentes mundiales del arte abstracto, murió hoy a los 88 años, según informaron medios españoles. Tàpies (Barcelona, 1923) era pintor, escultor y teórico del arte. A lo largo de su carrera expuso en instituciones como el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Serpentine Gallery de Londres, la Neue Nationalgalerie de Berlín, el Centre Pompidou de París o el Museo Reina Sofía de Madrid, entre otros muchos.
Miembro de una familia burguesa, culta y catalanista, el joven Tàpies comenzó a tantear el dibujo y la pintura durante una convalecencia por una enfermedad pulmonar y acabó abandonando completamente sus estudios de Derecho para dedicarse al arte.
En su carrera, que lo convirtió en uno de los máximos exponentes del informalismo, expuso sus primeras obras en la década del 40. Tras la experiencia de la II Guerra Mundial y la bomba atómica de Hiroshima, Tàpies desarrolla como otros artistas de la época una sensibilidad mayor que expresará mediante la experimentación y con un interés por la materia y la utilización de materiales ajenos al arte de la época.
Su mensaje, desarrollado ya plenamente en las décadas del 50 y el 60, se centrará en la revalorización de lo que se considera bajo y muchas veces elegirá temas considerados desagradables. En su trabajo de los 60 y los 70 se aprecia también su compromiso político contra la dictadura de Francisco Franco.
Ya en los 80 experimenta con goma espuma y la técnica del aerosol, entre otras. A finales de esa década se refuerza su interés por la cultura oriental, que irá influyendo cada vez más en la filosofía de su obra. La de sus últimos años son muchas veces una reflexión sobre el dolor, tanto el físico como el espiritual. En línea con el budismo, cree que un mayor conocimiento del dolor permite amortiguar sus efectos.
Entre las obras escritas que deja se encuentran "La práctica del arte" (1971), "Memoria personal" (1983), "La realidad como arte. Por un arte moderno y progresista" (1989) y "Valor del arte" (2001).

Fuente: Revista Ñ Clarín / Agencia DPA.

CIERRA EL MUSEO GUGGENHEIM DE BERLÍN




El museo Guggenheim de Berlín, uno de los cinco que la fundación estadounidense tiene en diversas ciudades del mundo, cerrará sus puertas inesperadamente a fin de año.


Referente ineludible en el circuito del arte contemporáneo en la capital alemana, el Guggenheim funcionaba desde 1997 gracias a un acuerdo de cooperación entre la fundación Guggenheim y el Deutsche Bank.
El acuerdo vence a fin de año y "ambas partes decidieron de común acuerdo cerrar la sala de exposiciones", señaló un funcionario de la entidad financiera en Berlín.
Las hasta ahora 57 exposiciones que pasaron en estos años por el Guggenheim atrajeron a 1,8 millones de visitantes.
El edificio en la histórica avenida Unter den Linden será ocupado ahora por un foro de diálogo entre economía, política, cultura y sociedad, señaló el director ejecutivo del Deutsche Bank, Josef Ackermann.
Richard Armstrong, director de la fundación Solomon R. Guggenheim y del museo Guggenheim en Nueva York, destacó por su parte el resultado de los 14 años de cooperación con el banco.
"Esta magnífica cooperación creó un sitio de exposiciones importante y dinámico en una de las ciudades más pujantes del mundo", señaló.
La fundación Guggenheim fue creada por el coleccionista estadounidense Solomon R. Guggenheim y gestiona los otros museos con su nombre en Venecia, Bilbao y Nueva York, además del que se abrirá en Abu Dabi.

Fuente: Revista Ñ Clarín / Agencia Télam.

SALAS
PARA VER DE NUEVAS MANERAS EL ARTE




Finalmente, el Metropolitan Museum of Art le concedió sala propia a la pintura estadounidense. Es la última etapa de un proyecto de US$ 100 millones.


Por Carol Vogel - The New York Times

Las pinturas estadounidenses, largamente consideradas como hijas adoptivas del arte europeo, no llegaron a tener su propio departamento en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York hasta mediados de los años 1930, y tuvieron que pasar 50 años más para que la institución dedicara espacio a salas de pintura estadounidense.
Desde que se inauguraron en 1980, estas salas fueron sin embargo algunas de las más populares del museo, visitadas por alrededor de un millón de personas al año. Y en general se habían mantenido sin cambios.
No obstante, después de permanecer cerradas durante cuatro años, reabrieron el 16 de enero luego de una renovación total. Es la tercera y última etapa de un proyecto con un costo de 100 millones de dólares que incluye nuevas salas dedicadas al arte neoclásico de los EE.UU. y una remodelación de las salas de época y el Charles Engelhard Court, un pabellón lleno de luz donde se destaca la fachada estilo Greek Revival del Branch Bank of the United States de Martin E. Thompson. Las galerías neoclásicas abrieron en 2007, y las salas de época y el patio reabrieron en 2009.
"Las salas de pintura eran horribles", dijo Morrison H. Heckscher, presidente del Ala de Pintura Estadounidense. "No tenían forma, eran espacios cavernosos que no eran compatibles ni respondían a la escala de la obra". También estaban repartidas en dos pisos.
Ahora todo está en un solo piso, y Heckscher, su equipo de curadores y los arquitectos de Nueva York Kevin Roche John Dinkeloo & Associates vaciaron y reconfiguraron el espacio, agregando 306 metros cuadrados y creando 26 salas dedicadas principalmente a pinturas y escultura. El diseño es moderno pero no estéril, con techos curvos o abovedados y algunos espacios iluminados con luz natural.
Inspiradas en las proporciones del Beaux-Arts del siglo XIX, las paredes presentan cornisas y pedestales, recreando el sentido de las proporciones grandiosas y familiares que constituyeron el telón de fondo original de muchas de estas telas.
Las nuevas galerías están organizadas cronológica y temáticamente de una forma que, como explicó Heckscher, "cuenta la historia del arte estadounidense y, por consiguiente, la historia del país".
Por ejemplo, las salas están dedicadas a la Revolución americana, a la época de la Guerra Civil, a los retratos coloniales y a la Escuela del Río Hudson. Y vuelven a estar expuestos cuadros que son viejos favoritos, como los muy queridos "Madame X" de Sargent y "Daniel Crommelin Verplanck" de John Singleton Copley, junto a "Prisoners from the Front" de Homer y "Champion Single Sculls" de Thomas Eakins. A la entrada de las galerías hay colgada un águila dorada monumental tallada por William Rush entre 1809 y 1811.
Fue un encargo de la Iglesia Luterana Evangélica de San Juan en Filadelfia. En 1847, fue retirada de la iglesia e instalada en el Salón Independencia, donde permaneció hasta 1916, colgada cerca de la Liberty Bell sobre la estatua de George Washington realizada por Rush. Llegó al Met en 2001.
El águila no es simplemente un ancla visual. Ilustra la evolución de los gustos, las modas y las percepciones en el arte estadounidense.
Esta particular escultura "pasó de ícono religioso a emblema patriótico para convertirse en obra de arte", dijo Heckscher. Otra galería está destinada al mobiliario Colonial, exhibido en plataformas como esculturas cuidadosamente talladas.
En la sala contigua se encuentra el único interior doméstico del piso, del Van Rensselaer Hall en Albany, creado entre 1765 y 1769.
Todas las galerías de pintura fueron diseñadas como para que los curadores puedan reconfigurar las instalaciones, pero una fue creada específicamente para una obra de arte, y es la más grandiosa de todas. En la pared central está colgada la monumental tela de 1851 realizada por Emanuel Gottlieb Leutze "Washington Crossing the Delaware". La pintura, de 3,60 metros por casi 3 metros, fue restaurada para las nuevas galerías, habiéndose recreado su marco dorado a partir de una fotografía que fue hallada recientemente. "Pienso que aquí la gente bajará la voz", dijo Heckscher.
Debido a la evolución de los gustos, se ha dado nuevo énfasis a partes de la colección que años atrás se consideraban insignificantes. "Es extraordinario cómo han cambiado nuestras miradas", dijo Heckscher. "Cada generación ve las cosas de diferente manera".
En la nueva instalación, la última sala ya no termina con el Impresionismo estadounidense. La galería está dedicada ahora a la Escuela Ashcan, con obras de artistas como William Glackens, John Sloan y Everett Shinn, que retrataron las penurias de la vida urbana desde el año 1900 hasta la década del 20.
Con espacio propio, ahora ofrecen un capítulo totalmente nuevo y más completo sobre esta forma siempre distinta en que vemos el arte estadounidense.

Fuente: Revista Ñ Clarín

NORMAS CLARAS PARA EL PATRIMONIO


 
Miles de inmuebles están catalogados preventivamente, pero no por ley. Así, es posible retirarlos de esa condición a partir de reconsideraciones. Falta la catalogación definitiva de los bienes patrimoniales de la Ciudad.

HOSPITAL ESPAÑOL. Se demolió parte del edificio origina
 
HOSPITAL ESPAÑOL. Se demolió parte del edificio original.

Por María Carmen Arias Usandivaras *

El patrimonio porteño comprende el patrimonio arquitectónico-cultural-ambiental, concepto que implica englobar también sus espacios públicos exteriores con sus objetos artísticos y naturales incluidos, como así también sus parques, plazas y monumentos. La Nación delegó por mandato la guarda de esos bienes en los habitantes de nuestra Ciudad. La identidad y la memoria de los barrios de las que habla la Constitución de la CABA en su artículo 32 son, asimismo, los lugares donde se desarrollaron episodios de relevancia, edificios donde vivieron nuestros antepasados destacados, y la cultura popular que subyace en la música, el teatro y en todas las expresiones de nuestra porteñidad.
La Ley 2548, promulgada en el año 2007, estableció un régimen de protección al patrimonio edificado antes de 1941. Fecha de ninguna manera arbitraria pues fue el primer catastro de la ciudad –documentado con fotografías aéreas– y sólo protegía un pequeño polígono de la misma; las sucesivas prórrogas la extendieron a todo Buenos Aires. Su espíritu fue que, una vez evaluados la totalidad de esos inmuebles, estimados como el eslabón más débil de la cadena patrimonial, se consolidaría parcialmente el inventario general de la Ciudad, y para completarlo debían ser incluidas como política de estado, la totalidad de los edificios que, a posteriori de esa fecha, se consideran con valores para integrar este inventario.
Desde su origen llamó la atención que una ley perdiera vigencia anualmente pero, ante tanta presión ejercida transversalmente en todos los bloques con representación en la Legislatura, donde la corporación de arquitectos y desarrolladores inmobiliarios actuaron de manera mancomunada, ésta fue la única forma de proteger, un poco más, el patrimonio valioso edificado. Esta ley sólo establece un procedimiento de evaluación de los inmuebles para su demolición o modificación (previa solicitud de un particular) por el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, organismo compuesto con representantes del Ejecutivo y del Legislativo, así como varias instituciones cuyos miembros son en su mayoría arquitectos, faltando de esta manera la dimensión simbólica de los bienes culturales, donde la diversidad es lo que hace la diferencia y en la que seguramente se encontrarían otros elementos de valoración para su evaluación. Recalcamos que esta ley no inmoviliza a la Ciudad sino que evalúa lo que debe ser preservado. Con esta ley, las decisiones del órgano asesor son vinculantes: si consideran que el inmueble tiene valores, envían esa información al Ministerio de Desarrollo Urbano, Subsecretaría de Planeamiento, quien debe incorporarlo a un catálogo preventivo y comunicar esta restricción a la DGROC para que se inhiba la parcela. Luego pasa a la Legislatura para su tratamiento de catalogación. Constitucionalmente estas leyes son de doble lectura y audiencia pública entre ambas.
En la historia de Buenos Aires las demoliciones han sido una constante. Existen numerosos libros sobre “Buenos Aires Demolida” escritos, muchos de ellos, por funcionarios que debieran haber preservado más, y no sólo legarnos fotos. El tema “patrimonial” no existía en la opinión pública hasta que los ciudadanos vimos como día a día desaparecían piezas valiosas y nos unimos en organizaciones no gubernamentales para tratar de poner un coto a tanta destrucción, coincidiendo con la sanción de la Ley 2548. Antes de ella, se podía demoler todo… Es cierto que si la ley no se prorrogaba comenzaban otra vez las demoliciones indiscriminadas. La ley fue sólo un trámite más para algunos pues, aún con ella, no pararon las demoliciones de edificios históricos de manera ilegal. Distintos medios atestiguaron que en el conjunto de los actores de la industria de la construcción estaban esperando el 1º de enero del 2012 para proceder a demoler lo que hasta ese momento no se podía. Tampoco están establecidas las penalidades para quien destruye ilegalmente.
No son ciertas las estadísticas aportadas por el Ministro Daniel Chain, que se manifiestan en falacias. Existen 140.000 edificios anteriores a 1941 y sólo están catalogados alrededor de 3.000, fuera de aquellos que integran un Área de Protección Histórica. Otros 2.500 están en el Catálogo Preventivo del Ministerio de Desarrollo Urbano y, como interpretamos que de manera maliciosa, no los envía a la Legislatura para convertirlos en ley, están en una zona peligrosa y fácil de retirarlos del catálogo por medio de reconsideraciones del mismo CAAP que ya una vez se expidió por su catalogación. Otro mecanismo, ilegal, es la descatalogación por ese Ministerio, siendo que solamente se puede realizar por una ley específica.
Hemos insistido en estos años que se finalizara con la evaluación de todos estos inmuebles, sin éxito. No nos consta que se haya celebrado un convenio con la FADU-UBA para la confección del catálogo definitivo. En los siete tomos de los Atlas publicados por el Gobierno porteño, figuran inmuebles ya demolidos (como el asilo San Vicente de Paúl, en Bustamante y Pacheco de Melo, o el garage de Carlos Calvo 1456) y otros con resoluciones pero sin haberse convertido en ley, o sea no protegidos. Eso sí, todos magníficamente ilustrados.
Desde la publicación “Salvemos Buenos Aires”, que editamos junto con Fundación Ciudad, proponemos una mayor participación ciudadana en la defensa del patrimonio; un cuerpo normativo claro y de cumplimiento ineludible; un modelo de gestión coordinada y participativa a cargo de profesionales idóneos, elegidos por concurso público y con integración de las organizaciones sociales que trabajan en el tema. Y, por último, la definitiva y completa catalogación de todos los bienes patrimoniales de la ciudad.

*Abogada, presidenta de la Asociación Basta de Demoler.



Fuente: ARQ Clarín

PASIÓN POR EL DISEÑO


  

Un libro revela que el escritor inglés Charles Dickens tenía una obsesión por la decoración, que se vio reflejado en los cambios que operó en distintas casas que habitó. El 7 de febrero su cumplen 200 años del aniversario de su nacimiento.
ANIVERSARIO. El 7 de febrero se cumplen 200 años del natalicio de Charles Dickens. 


Sólo cuando leí su artículo sobre decoración de paredes me di cuenta de un aspecto hasta el momento no apreciado de Charles Dickens: su interés por la decoración de interiores. Charles Dickens en Casa, el libro que yo estaba escribiendo acerca de las casas y áreas donde él había habitado, adquirió un sentido mucho más literal.
Ese artículo, "Escenario del Hogar”, para Palabras sobre el Hogar, la revista que Dickens lanzó en 1850, abarcó 6.000 palabras sobre todo tipo de decoración de paredes desde tapices a gutapercha (tipo de goma parecida al caucho que ofrece una solución para la aparición de humedad), pero se concentró fundamentalmente en el empapelado, teniendo en cuenta más aspectos de los que uno puede haber imaginado. Era una de las piezas del “proceso” de la revista, sobre la fabricación de artículos domésticos familiares tales como la cerámica. No obstante, también exhibió su gusto personal, aludiendo a “lo que le debemos a los diseñadores de decoración de paredes”, e incluyendo sus impresiones de las modalidades estadounidenses de empapelados, extraídas del viaje que hizo junto a su esposa, Catherine, en 1842.

1 MILE END TERRACE. En la casa en la que nació Dickens se recrearon los espacios como hubieran sido en 1812.

Dickens relataba cómo tanto él como su esposa se quedaron “perplejos contemplando la pared de nuestro cuarto”, meditando acerca de las uniones mal realizadas y la desconsideración por combinar los estampados. Él llegó a dar su propia idea sobre un diseño de decoración de pared: "un tapiz que, siendo oscuro cerca del piso, gradualmente se aclarara hacia el techo". "En el presente", siguió, "los decoradores dependen de una alfombra oscura y un techo claro para dar el efecto indicado por el principio decorativo y requerido por el ojo entrenado, con alguna ayuda del zócalo de madera, y una cornisa de luz y colores brillantes; pero no parece haber razón por la cual los tapices de las paredes no deban hacer su contribución”.
Dickens tenía más que un interés periodístico en el tema. Desde que habitó su primera casa en el número 48 de la calle Doughty, convertida ahora en el Museo Charles Dickens en el centro de Londres, se hicieron manifiestas sus opiniones sobre decoración de interiores.

ESCRITORIO. Hay una réplica del lugar de trabajo del escritor.

Su orgullo en su hogar contrastaba con el caótico período de su infancia tardía, en la que se mudó a diferentes hogares en Londres cuando su padre escapaba de los acreedores. El hábito de Dickens de reacomodar el mobiliario dondequiera que estuviera, aún por una sola noche, sin duda indicaba su necesidad de control. Pero su placer y atención por el detalle en decoración era llamativo. En 1845, escribió desde Italia, donde su familia estaba viviendo por un año, a Thomas Mitton, su amigo y abogado, con instrucciones sobre 1 Devonshire Terrace, la casa en la que él había mudado a su creciente familia en 1839.
“Me gustaría que el zócalo se pinte imitando la madera satinada y que el piso tenga un delicado rosa. También quisiera que se pinte una pequeña corona de flores alrededor de la lámpara. El papel debe ser azul y oro o púrpura y oro, para combinar con los muebles y las cortinas; y desearía que fuera alegre y animado. No le he dicho nada de esto a la Sra. D, deseando que sea una sorpresa, si es que al final lo hago. Las molduras doradas redondean el papel (decorativo)”. Él quiso que se pintara el exterior de "un verde alegre, agradable y brillante"; el hall y la escalera deberían ser de un color similar, "un buen verde: por supuesto, no demasiado decidido como para arruinar el efecto del estampado”.

COMEDOR. El espacio donde comía la familia Dickens.

En 1851 tuvo una nueva oportunidad de practicar su arte luego de mudarse a Tavistock House, e impulsó un mega-plan de mejoras. Dando instrucciones desde su residencia veraniega en Broadstairs, Dickens disparaba exigencias en toda dirección: a los Shoolbreds, a los constructores, y a los carpinteros sobre cómo reparar los muebles y recubrir de dorado los espejos. Se involucró él mismo en todo desde la posición de las campanillas del dormitorio a los artefactos de cocina, y maquetas de estanterías, encargó una puerta giratoria en su estudio, con “una lista jocosa” de títulos como Vidas de Gatos en nueve volúmenes.
En 1856, compró su última casa en Kent, cerca de la vivenda de su niñez. Gad's Hill Place fue concebida como una residencia veraniega, pero luego de que terminara su matrimonio, se mudó allí en forma permanente y se dedicó a su pasatiempo favorito: la creación de "un inmenso número de pequeñas invenciones”. Su hija Mamie escribió que “nunca fue más feliz que cuando iba por la casa con un martillo y unos clavos realizando algún maravilloso trabajo de carpintería". 

ESCRITORIO. La mesa donde el escritor creó algunas de sus obras más memorables.

Se ocupó de un programa renovable de refacciones en la casa, pasando por la construcción de nuevos cuartos por encima del techo, una extensión del comedor y una nueva escalera: el descanso de arriba “embutido en un banquete de maderas preciosas" – todos los cuales pasó entusiastamente a amigos.
Su logro final fue un invernadero. Por mucho tiempo había ansiado uno y ahora tenía una gran estructura con ventanas arqueadas. El 7 de junio de 1870 se lo mostró a su hija más chica, diciendo: "Bueno, Katie, decididamente vos podés ver la última mejora en Gad's Hill." Había puesto farolitos chinos y se sentó ahí a fumar un cigarrillo, disfrutando de su última y largamente deseada adquisición. Al día siguiente se lo llevaron enfermo y el 9 de junio murió con su familia a su alrededor… Un rayo de sol que iluminaba el lugar desde el invernadero.

 
DORMITORIO. También se hizo una réplica del cuarto del escritor.

 
Fuente: ARQ Clarín