¿USTED SE ATREVE A EXPLICAR EL ARTE?


Opinión
Tribuna

Este debate, que cruza toda la historia de la cultura, se reactualiza con una vieja ópera de Phillip Glass que se considera ya obra maestra y que causa furor hoy en Estados Unidos, con escenas de la vida nada menos que de Albert Einstein.

 

¿Usted se atreve a explicar el arte?
Por Alberto Rojo, músico y físico. Investigador y profesor de la Oakland University.
La música es repetición. El tono musical es la repetición de vibraciones y el ritmo es la reiteración de pulsos a una razón cientos de veces más lenta que el tono.
El género que lleva la repetición a un extremo para algunos irritante y aburrido y para otros hipnótico y fascinante es el minimalismo. Y dentro de ese género, el músico más celebrado es Phillip Glass, que llegó a su estilo en los tiempo que tomaba clases de composición en París con Nadia Boulanger (profesora también de Astor Piazzolla). En esos tiempos, Glass trabajó transcribiendo la música de Ravi Shankar a notación occidental y de esa experiencia surge una imagen que gravitó sobre su música: mientras en Occidente dividimos el tiempo total cortándolo como si fueran rodajas de pan, en la música de la India uno toma pequeñas unidades, o pulsos, y los va encadenando hasta llegar a la extensión de la obra . Uno escucha la música de Glass y esa fórmula resulta evidente: fragmentos sonoros que van brotando de un organismo que se define a medida que crece, en lugar de ser partes que tributan a un todo orgánico, como en la composición tradicional. Quizá por eso Glass funcione tan bien en bandas sonoras - El Ilusionista, Pasaje a la India, Los sueños de Casandra, El Truman Show -, donde uno no le pide a la música que le cuente una historia sino que acompañe y complemente la secuencia.
La obra de Glass, donde la idea minimalista de repetición, y de una trama que no es trama, aparece en su máxima expresión, es Einstein en la playa (Einstein on the beach), la ópera experimental en cuatro actos que estrenó en 1976, y que compuso junto a Robert Wilson, con coreografía de Lucinda Childs.
Desde entonces, la ópera fue puesta sólo un puñado de veces pero tiene una justificada reputación de obra maestra.
La semana pasada tuve el gusto de disfrutar de una serie de eventos en los que participaron Glass, Wilson y Childs, y que culminó con tres funciones de Einstein a sala cubierta. La puesta fue en el Power Center de Ann Arbor, y es la primera vez que se muestra en EE.UU. fuera de Nueva York.
Fui a la tercera función con mi amigo Michael Gould, profesor de percusión de la Universidad de Michigan, y entré preparado a una maratón musical. La ópera dura cinco horas, sin intervalo. En una de las charlas previas, Wilson aclaró que uno puede salir cuando quiera de la sala, tomarse una cerveza y volver, y que en realidad no se perdería nada. Pero, salvo por una fugaz escapada al baño, no pude levantarme de la butaca. A Michael no le pasó lo mismo. “Voy a salir un rato”, me dijo en un momento, “estoy exhausto de contar ritmos”.
La música de Glass es una pesadilla para los músicos de orquesta , que están acostumbrados a contar compases, pero siempre dentro de una música basada en cambios y desarrollo. Mi atención en cambio estaba en los motivos musicales, que ya tienen el sello Glass de hoy, y sobre todo en la aparición de iconografías einstenianas.
Si bien la obra es una yuxtaposición de imágenes sin un hilo, aparecen imágenes de Einstein y alusiones a su ciencia.
Al principio, junto a una foto de infancia, aparecen trenes a vapor, seguramente en alusión al libro de 1920, donde el gran Albert explica la simultaneidad con rayos de luz que van de una punta a la otra de un tren. Mientras Einstein se sienta con su violín en el costado izquierdo del escenario y toca un increíble motivo que parece un algoritmo de notas que dura más media hora , aparecen suspendidos un reloj y una brújula (el espacio-tiempo, me digo). Luego un eclipse, y dos puntos de luz a cada lado del círculo negro, en alusión a la primera comprobación de la teoría de la gravitación en 1919: la gravedad curva a la luz y un planeta puede ser una lente. Al final aparecen ascensores y la explosión de la bomba nuclear. Pero en el medio hay otras imágenes, alusiones a la justicia criminal, al amor verdadero y a los supermercados con aire acondicionado.
Lo cierto es que la ópera no tiene significado, y ahí está la calve de su éxito.
Si la obra tuviera sentido no habría tenido el éxito que tuvo.
Aquí no hay nada que entender.
Si bien hay que evitar la noción de entender una obra de arte en general, es inevitable establecer una correspondencia entre lo que uno está viendo y escuchando con objetos y experiencias anteriores.
¿Pero qué pasa cuando aparece algo nuevo que no se vincula, o que se vincula poco con lo anterior? La pintura abstracta, por ejemplo, no representa nada. Una pintura figurativa puede representar un árbol, pero el árbol mismo no representa nada. Y así como el arte abstracto no reproduce lo visible sino que hace visible, la música minimalista nos invita a ver -como en las olas del mar- variaciones en lo repetitivo, a que la mente misma cree la variación, como en famoso enunciado de la literatura, que mencionó Glass en una charla previa: no es lo mismo decir “las hojas caerán en otoño” que decir “las hojas caerán en otoño”. Las palabras son las mismas, pero entre una frase y la otra el universo cambió y por ende cambió el significado.


Fuente: clarín.com

ESAS MISTERIOSAS TORRES
QUE GUARDA LA CIUDAD




Torre. La de La Boca tiene una leyenda sobre una bella pintora


Por Berto González Montaner
EDITOR JEFE ARQ 

Detrás de cada edificio suele haber una historia. Algunas pueden ser de lo más comunes; otras, apasionantes. Tanto que pueden disparar y echar a correr las más variadas y extrañas leyendas y mitos urbanos.
Sobre el Palacio Barolo se ha especulado mucho. Cuentan que esta obra maestra que se erigió en la Avenida de Mayo a principios del siglo pasado, mediante una excepción a los reglamentos que le permitió llegar a los casi 100 metros de altura, fue construida como un posible mausoleo para Dante Alighieri. Tal es así que dicen que está inspirado en su Divina Comedia. Creer o reventar. Vale la pena darse una vuelta por este primer rascacielos porteño diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti. La planta del edificio responde a la sección áurea y al número de oro. El alzado del edificio está compuesto por un basamento, un desarrollo y un remate en correlato con la estructura del poema: el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. También los 22 metros que tiene coinciden con las 22 estrofas del poema. Y los 100 metros de largo del pasaje, que conecta una calle con otra, aluden a los 100 cantos de este clásico de la literatura.
Si uno entra al monumental espacio central, están en latín muchas estrofas de los versos. Y si miramos a la cúpula también podemos ver la figura del Dante y su amada Beatrice. Más allá de las huellas de la Divina Comedia que dejó Palanti en el Barolo, lo cierto es que su autor era un fascista convencido, con aspiraciones megalómanas. Y que su fantasía fue crear junto al Palacio Salvo, otro edificio con características similares que construyó en Montevideo, dos faros que iluminen y que marquen el portal de acceso del Río de la Plata.
Otra historia curiosa es la que le atribuyen al edificio Otto Wulf, en la esquina de Perú y la avenida Belgrano en el barrio de Monserrat. En el mismo enclave, donde hace poco anunciaron –no sin previa polémica– que instalarán una cafetería de la cadena Starbucks. Esta mole pétrea tiene en su piano nobile una serie de gigantes que parecieran sostener el cuerpo del edificio. Pero lo más curioso y significativo es su remate en dos cúpulas yuxtapuestas. La leyenda cuenta que su dueño fue don Nicolás Mihanovich, cónsul del Imperio Austrohúngaro, y que allí funcionó su delegación hasta 1918. En esta línea, las dos cúpulas representan al Kaiser Francisco José I, la más alta, coronada con un sol; y la otra, que tiene una corona y una luna que perdió, es la Emperatriz Isabel de Possenhofen, Reina de Baviera, Austria.
Sin embargo la arquitecta e historiadora Alejandra De Marco nunca se creyó el cuento. ¿Por qué entonces se llama Otto Wulf? De su investigación surgió que el nombre pertenecía al dueño real, un comerciante acaudalado de Hamburgo que se hizo millonario en la Argentina vendiendo durmientes de ferrocarril y, como hacían mucho los de su clase, lo reinvertían en ladrillos.
Otro condimento se le agrega a esta historia, ahora que está en debate qué se debe preservar y qué no. Para hacer este fantástico edificio, su arquitecto, el danés Morten F. Rönnow, se tuvo que cargar la famosa Casa de la Virreina Vieja, lugar donde vivió la esposa del Virrey del Pino. Fue una de las mejores casas que tenía la Ciudad de Buenos Aires y uno de los últimos ejemplos de arquitectura civil del siglo XVIII. Su gran novedad residía en que no tenía techo de tejas coloniales, sino que tenía azotea plana.
Más doméstica es la leyenda que circula sobre el Castillo de La Boca, en las intersecciones de la avenida Almirante Brown y las calles Wenceslao Villafañe y Benito Pérez Galdós. Los vecinos aseguran que el fantasma de la torre sigue paseándose por las habitaciones del edificio construido para María Luisa Auvert Aur- naud, una poderosa estanciera que lo habitó a principios del siglo pasado y luego lo dedicó a la renta. Resulta que Clementina, una bella pintora muy querida en el barrio, tenía su atelier en la curiosa torre proyectada por el arquitecto catalán Guillermo Alvarez; pero un día, misteriosamente, desapareció. Algunos dicen que se suicidó; otros, que fue empujada por unos duendes desde lo alto de la torre. Y quienes se inclinan por un final menos novelesco, aseguran que terminó sus días en un geriátrico. Lo cierto es que Enrique Cáceres, uno de sus actuales habitantes, asegura que suelen suceder cosas raras, hay cosas que desaparecen, otras sorpresivamente cambian de lugar. No obstante, afirma con una inquietante sonrisa, conviven lo más bien con los fantasmas y los duendes.

Fuente: clarin.com

LA MEJOR FOTO DE LA TIERRA





Es en HD y se pueden ver los auténticos colores.

ALTA DEFINICIÓN. Homenaje a la foto que sacó el Apolo 17.

ALTA DEFINICIÓN. Homenaje a la foto que sacó el Apolo 1
 

El nuevo satélite de observación de la NASA Suomi CM tomó unas espectaculares fotos en alta resolución de la serie "Blue Marble" (Canica azul), en la que se aprecian los auténticos colores de la Tierra. La fotografía, que muestra nuestro planeta en una imagen compuesta a partir de varias franjas, supone una mirada nueva e impresionante del único hogar que, por el momento, tiene el ser humano.
La agencia espacial bautizó la imagen como "Blue Marble 2012", un homenaje a la legendaria fotografía tomada el 7 de diciembre de 1972 por la tripulación de la nave espacial Apolo 17, posiblemente una de las imágenes de la Tierra tomadas desde el espacio más famosas de la historia.

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El satélite está situado a una altura de 824 km sobre la Tierra y tiene una visión completa de la misma todos los días. La imagen está compuesta por el trabajo del instrumento VIIRS del satélite, que fotografía la superficie del planeta en capas de 3.000 kilómetros de ancho cada una. Las franjas de cada sucesiva órbita se superponen entre sí, de forma que, al final del día, el sensor tiene una vista completa del mundo.

Fuente: tn.com.ar

EXPONEN 300 DIBUJOS DE RODIN,
HECHOS DE 1890 A 1917




Hasta el 1ro. de abril, puede visitarse la Exposición 'La saisie du modèle' en el Museo Rodin de Paris.

La tapa del catálogo.


Estos dibujos, fueron hechos por Auguste Rodin, desde 1890 hasta el año de su muerte, en 1917.



































PAGARON 42.000 DÓLARES
POR UN CUADRO PINTADO POR HITLER





OBRA. La pintura fue vendida por la familia de un pintor eslovaco.

El “Paisaje marino nocturno” fue pintado en 1913, cuando el dictador pasaba sus horas como artista, en Viena. No revelaron la identidad del comprador.
Un cuadro pintado por el genocida Adolf Hitler durante su juventud fue vendido por 32.000 euros (unos 42.000 dólares) a un comprador anónimo, en una subasta organizada por una casa eslovaca.
El precio de apertura de la obra, titulada “Paisaje marino nocturno”, fue de 10.000 euros (13.100 dólares), pero su valor se estima en 25.000 (32.725 dólares), según informó Jaroslav Krajnak, propietario de la casa de subastas Darte.
En el lienzo, de 60 x 48 centímetros, se ve una enorme luna llena reflejada en el mar. Hitler lo pintó en 1913, a sus 24 años, en la época en la que pasaba sus horas como artista en Viena, Austria.
"La pintura fue vendida por la familia de un pintor eslovaco que probablemente conoció personalmente a Hitler en la capital austríaca y fue adquirido en la época de la Primera República Checoslovaca (1918-1938)", abundó. El comprador pidió que no se revelara su identidad.
"Todos lo conocemos como un déspota. Entonces no se suponía que se convertiría en uno de ellos. Quería ser artista", afirmó Krajnak sobre quien fue el cerebro del Holocausto.
"Para mí, en 1913, Hitler era sólo un artista. No sabía en qué se iba a convertir decenas de años más tarde", agregó el dueño de la casa de subastas, que el año pasado vendió por 10.200 euros (13.350 dólares) otra pintura del dictador perteneciente a esta misma familia. 
 Fuente: clarin.com

BUENOS AIRES
CELEBRA LOS 200 AÑOS DE CHARLES DICKENS




Con motivo del 200 aniversario del nacimiento del escritor británico Charles Dickens, el próximo 7 de febrero personalidades de la cultura realizarán lecturas, interpretaciones y narraciones inspiradas en sus obras más importantes, en el barrio porteño de San Telmo.

Buenos Aires celebra los 200 años de Charles Dickens


"Oliver Twist", "David Copperfield", "Grandes esperanzas", "Historia de dos ciudades", son algunas de las obras del novelista británico que serán interpretadas y narradas por artistas como Ana Padovani, Malena Solda, Martín Kohan, Fernando Noy, María Rosa Lojo, Marikena Monti, Ana María Shua, Ingrid Pelicori, Horacio Peña, Rodolfo Rabanal y Daniel Amiano.
En el encuentro también participarán los dibujantes Max Aguirre y Sabina Alvarez Schürmann, que realizarán ilustraciones en vivo, inspirándose en algunos de los clásicos de Dickens.
El homenaje, organizado por el British Council y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se da en el marco de una celebración internacional que propone recorrer el universo de uno de los íconos más relevantes de Inglaterra y el mundo, reflejando así su enorme legado literario.
"El trabajo de Dickens trasciende su tiempo, la lengua y la cultura. Sigue siendo una gran influencia contemporánea en todo el mundo, y sus escritos siguen inspirando películas, programas de televisión, arte, literatura, artistas y académicos. Dickens 2012 es un programa internacional rico y diverso en eventos que tendrán lugar durante el año en distintos países del mundo", invita la gacetilla.
Dickens (Portsmouth, Inglaterra, 7 de febrero de 1812 - Gads Hill Place, 9 de junio de 1870) es uno de los novelistas más reconocidos de la literatura universal y uno de los más influyentes de la era victoriana.
Sus obras y su peripecia personal, íntimamente relacionadas, plasmaron no sólo el pulso social de su época, sino también el terrible estado moral de una sociedad atrapada en la desigualdad y las convenciones.
El encuentro cultural se realizará a las 19 en el comedor de la Basílica de San Francisco, Alsina 380, con entrada libre y gratuita.

Fuente: infobae.com

LAS CALLES PORTEÑAS,
UN MUSEO AL AIRE LIBRE




Paisaje urbano / El fenómeno del street art

Durante la última década se expandió esta tendencia artística; jóvenes de todo el mundo intervienen los muros de Buenos Aires.



 Foto: LA NACION / Maxie Amena

Por Leonardo Tarifeño / LA NACIÓN                

La mejor prueba de que la ciudad tiene vida propia es que sus muros cambian todo el tiempo. Durante la crisis de 2001, cuando el centro porteño amanecía con la leyenda "que se vayan todos" en cada rincón, un grupo de artistas callejeros se propuso intervenir el espacio público con imágenes y mensajes ajenos al escepticismo que imponía el desastre. Ante la violencia y la agresión del latigazo político, Tec, Tester, Defi y otros graf iteros respondieron con trazos y dibujos que abrían una puerta de alegría incipiente a través de los ladrillos. Desde entonces, Buenos Aires se ha convertido en una de las grandes capitales mundiales del street art , un auténtico museo al aire libre donde las obras aparecen, deslumbran y se borran en absoluta sintonía con el vertiginoso ritmo de lo que no siempre se alcanza a ver.
Las "salas" más atractivas de ese museo son Colegiales, Palermo y Villa Crespo, no en vano los barrios por donde transcurre el tour organizado por Graffitimundo ( www.graffitimundo.com ), que muestra y cuenta la historia detrás de los principales trabajos que brillan en esa zona de la ciudad. Mientras tanto, en Buenos Aires como en el resto del mundo, el street art parece haber alcanzado su mayoría de edad. El fenómeno desatado por el ¿inglés? Banksy (una figura secreta a la que nunca se le ha visto el rostro) ha hecho que el mercado del arte pague más de 300.000 euros por pintadas suyas y que la Academia de Hollywood nomine al Oscar su documental Exit through the gift shop .
Del mismo modo, a mitad de camino entre la aceptación y la clandestinidad, los gra fiteros porteños participaron en la primera bienal latinoamericana del género (Graffiti Fine Art, en São Paulo), recibieron a colegas de otros países (el colombiano Rodez, el francés Jonone, el brasileño Flip) y, sobre todo, reinventaron el paisaje urbano de una ciudad que ya los acepta como el más inesperado de sus motivos de orgullo. Antes, no hace mucho, los muros porteños exigían una transformación urgente; ahora, de manera (casi) inadvertida, ese cambio toma la forma de un arte al servicio de una escenografía vital y renovadora, en absoluta sintonía con el ritmo de lo que siempre vale la pena aprender a ver. Como todo porteño sabe, en Buenos Aires no es extraño hablarle a la pared; lo extraordinario, en este caso, es que la pared responde.

UNA CIUDAD TOLERANTE



El arte observa en el puente de Libertador y Juan B. Justo. Foto: Patricio Pidal, Maxie Amena, Marcelo Gómez
 
La cada vez más extendida presencia del grafiti en Buenos Aires va de la mano con la tolerancia que buena parte de la sociedad manifiesta hacia los artistas callejeros. Y esa tolerancia social se refleja en la ley 2991, registro de muralistas y creadores de arte público, impulsada por los legisladores Avelino Tamargo (Pro) y Facundo Di Filippo (ARI).
Según esa normativa, para que una pared pueda ser pintada con fines artísticos "sólo se necesita la aprobación del dueño de la propiedad". De esa manera, el grafitero sabe que puede trabajar principalmente sobre muros abandonados y que cuando quiera hacerlo en el frente de una propiedad privada se verá obligado a pedir el permiso correspondiente. La ley porteña es tan tolerante que muchos artistas callejeros de distintos lugares del mundo vienen a Buenos Aires porque saben que aquí no serán perseguidos como en los Estados Unidos o en algunos países de Europa..

Opinión 

DECORACIÓN DE EXTERIORES

Por Guido Indij / Para LA NACIÓN


 
Cuando comencé a fotografiar, clasificar y editar libros con detalles urbanos de esta ciudad en 2001, Buenos Aires era una ciudad más gris. Su única paleta de colores era la que estaba pintada en las carrocerías de los colectivos. Hoy son menos los colores de los colectivos y los microbuses tienen el color del gobierno de turno, el amarillo.
Fueron diez años de registro que van cobrando importancia documental, en tanto su objeto va modificándose. La mayor parte de carteles, stencils y grafitis que he publicado fueron blanqueados o ya integran el palimpsesto dinámico de las paredes porteñas. Pero han sufrido otro tipo de modificaciones: los stencils y las pintadas han crecido. No sólo los artistas atrás de los sprays, pinceles y brochas han madurado y se han multiplicado. Lo que antes era un pequeño stencil (una señal dispuesta sólo al peatón más atento) ahora son murales de rodillo y pastings. No son pocos los stencileros y grafiteros que se han transformado en muralistas. Asimismo, ha crecido el intercambio con artistas de otras latitudes. Los más consagrados de entre los locales han mostrado afuera y los adelantados de otros países, enterados a través de libros, notas gráficas, blogs y el "boca a boca", se han acercado a conquistar esta ciudad orillera. La idiosincrasia porteña que nos hace movernos tan controversialmente, pero con cierta comodidad entre lo púbico y lo privado, entre la tolerancia y lo que puede ser considerado vandalismo cuando se lo mira con la lente de la propiedad, ha convertido a Buenos Aires en el laboratorio para el desarrollo de variadas técnicas y la meca del street art.

El autor es editor e investigador en arte urbano. Su último libro,escrito en colaboración con Gonzalo Doblej, es Buenos Aires Street Art (La Marca Editora). 














Foto: LA NACIÓN / Maxie Amena


Fuente: lanacion.com