EL ARTE QUE SERÁ:
CUANDO LOS JÓVENES VIENEN PINTANDO

 
Cinco artistas de menos de 35 años, convocadas por una galerista muy joven.




Por Mercedes Pérez Bergliaffa

“Son jóvenes, y nada comunes”, explica la curadora Lucía Mara, acerca de las artistas de la exposición Cuatro + una. Ellas, cinco mujeres de menos de treinta y cinco años, son quienes a partir de hoy mostrarán sus obras en la galería Mara-La Ruche. Se trata de Marcolina Dipierro, Carola Dinenzon, Victoria Dobaño, Valeria Traversa y Julia Andreasevich, pintoras, dibujantes y fotógrafas.
Esta exhibición marca un cambio de rumbo en la galería Mara-La Ruche: la incorporación de un arte muy joven, fresco, poco conocido. Hasta ahora, la reconocida galería trabajó con artistas bien instalados. Sin embargo, parece que llegó el momento de la renovación. O, en otras palabras, llegó la hora de ceder un poco el timón a la nueva generación, no sólo de artistas, sino también de galeristas: es Lucía Mara, la hija de Jorge Mara, la responsable de los cambios.
“La idea es hacer una fórmula, que haya un Cuatro + una este año, que haya otra exposición de igual formato el año que viene... Es, también, una manera de integrar artistas jóvenes a la galería”, comenta Mara Jr.
¿Pensás que sos la nueva generación “galerística” de los Mara? Y, sí. Mi intención es esa, y también incorporar algunos cambios en el guión general de la galería.
Recorriendo el lugar se observan obras de cinco artistas muy diferentes. La única que se despliega en el espacio, la única que se sale de la bidimensión, es la de Marcolina Dipierro. Series de módulos intercambiables –“una obra lúdica”, la llama ella– se ubican sobre la pared principal de la galería, blanco sobre blanco. Otra pieza de la artista, en madera, proyecta dos sombras distintas (ellas también son parte de la obra). ¿Pero son pinturas desplegables o son esculturas, las de Dipierro? “Voy hacia el espacio”, contesta ella, enigmática. Las obras hablan por sí solas.
“Yo hago foco en el color”, comenta Carola Dinenzón. Eso se nota en la serie de pinturas colgadas cerca de la entrada: fondos barridos como paisajes apurados, neblinosos, casi vistos desde la ventanilla de un auto pasando a gran velocidad; y unas pocas figuras geométricas plenas, planas, de un solo color rotundo, ubicadas por encima. “Todo a mano alzada, quiero que se note la torpeza del trazo”, comenta la artista.
También hay dibujos de tamaño mediano, abstractos, en esta exposición. Son obras de Valeria Traversa. “Las trabajo como si fueran una investigación gráfica”, explica Traversa. “Me interesa buscar diferentes maneras, texturas, grafismos…” Sin dudas, se trata de una búsqueda formal, no narrativa.
A medio camino entre la pintura y el dibujo se ubican los trabajos de Julia Andreasevich. “Son una especie de diario de viajes”, explica la artista, “anotaciones”. Eso sí: no tienen un orden, ni cronológico ni nada. Son apuntes dispersos al tun-tún del caos, organizados compositivamente con total libertad.
En la sala más pequeña de la galería están las fotografías de Victoria Dobaño, la más joven de las cinco artistas y la excepción a la regla (ella sería la “una” que da remate al título de la exposición). Fotógrafa –pero también diseñadora textil–, en sus trabajos se nota este cruce de saberes. Se trata de dos series, una de fotos analógicas en blanco y negro y otra de fotografías digitales color. En las dos se observa lo mismo: cuerpos de mujeres desnudas, que tienen una rara piel, como cubierta de flores, plumas o manchas. “En las fotos analógicas hice exposición doble, superponiendo el cuerpo de las modelos –son amigas y mi propia madre– con texturas visuales que me interesaban”. Los cuerpos parecen, así, estampados. Tienen un denominador común: ninguna muestra el rostro, ninguno mira de frente. Son, casi todos, nucas. Cinco búsquedas personales, artísticas. Más la de la propia curadora. Un rico recorte generacional.

Fuente. clarín.com

PRIMER PASO
PARA AMPLIAR EL MALBA BAJO UNA PLAZA


El museo de Palermo tendrá 3.800 m 2 más
Lo aprobó la Legislatura por unanimidad. 
Crecerá hacia la plaza Perú y podrá mostrar más obras de arte.



Por Daniel Gutman 

La Legislatura porteña dio anoche el primer paso para autorizar un ambicioso plan de expansión que el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) tiene desde hace al menos seis años: la ampliación del 50% de su superficie, en el subsuelo de la Plaza República del Perú, sobre Figueroa Alcorta al 3400, en Palermo.
Los diputados porteños aprobaron ayer, por unanimidad de todos los sectores políticos, la cesión gratuita a la institución, por el término de 30 años, de 3.800 metros cuadrados de subsuelo. El objetivo es sumar salas a un museo que hoy es una referencia en la vida cultural de Buenos Aires y que, con sus 7.500 metros actuales de superficie, no tiene lugar suficiente para exhibir toda su colección, considerada una de las más importantes del mundo en arte latinoamericano. Hoy sólo el 30% de las obras del museo están exhibidas.
Al cabo de los 30 años, la propiedad de todas las salas que se construyan debajo de la plaza pasará a la Ciudad de Buenos Aires.
De todas maneras, para convertirse en ley, la iniciativa deberá ser sometida a audiencia pública y luego votada nuevamente en la Legislatura, según establece la Constitución porteña, porque incluye una modificación del Código de Planeamiento Urbano.
Se trata de una obra de entre 6 y 8 millones de dólares que llevaría unos dos años de trabajo, según explicó ayer a este diario Eduardo Costantini, creador del museo y presidente de la fundación que lo mantiene, que lleva su apellido.
La financiación no está totalmente resuelta, según reconoció el empresario: “Tenemos que terminar de resolverlo. Parte de la plata la pondrá la fundación y para la otra parte buscaremos ayuda de la sociedad civil, de empresas e incluso del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)”.
Costantini explicó: “Es una obra muy importante para el futuro del Malba. Nos permitiría construir un taller para los chicos, que ahora trabajan en un corredor del primer piso. También, dos auditorios para extender los programas de literatura y cine, más el patio de esculturas”.
Justamente el patio de esculturas será el espacio central de la parte nueva del Malba, porque está previsto que un techo de cristal de 500 metros cuadrados, que permitirá que el recinto cuente con luz natural y que las obras expuestas se vean desde la plaza.
El primer proyecto presentado en la Legislatura preveía, en cambio, la construcción de una pirámide de cristal para albergar las esculturas. Finalmente se consensuó autorizar solamente un techo de cristal, para que sea menor la invasión sobre el espacio público.
El diseño del proyecto de ampliación es del arquitecto uruguayo Carlos Ott, célebre por la construcción de la Ópera de la Bastilla en París. Además se prevé un proyecto paisajístico para la Plaza República del Perú, a cargo del estudio Burle Marx.
El conocido arquitecto y paisajista brasileño Roberto Burle Marx había construido en los años 70 una escultura de hormigón de forma espiralada, justamente en esta plaza. Burle Marx murió en 1994 y un año más tarde el entonces intendente Jorge Domínguez ordenó demoler la escultura, debido a quejas de vecinos de Palermo Chico que sostenían que se había convertido en “un aguantadero de linyeras y drogadictos”. En consecuencia, el diseño de un nuevo proyecto paisajístico a cargo del estudio Burle Marx se considera una especie de reparación histórica.

Fuente: clarin.com

UN ENCANTO ANTIGUO EN LA CHINA MODERNA



The New York Times


Por Justin Bergman
The New York Times Syndicate

A sólo más o menos 400 kilómetros al oeste de los centelleantes rascacielos de Shanghái, está una ventana hacia un mundo de cientos de años de antigüedad. A pesar de la dramática agitación provocada por las guerras, la Revolución Cultural y la industrialización, el caserío de Xidi, en la montañosa provincia de Anhui, junto con otras aldeas en la zona, se las ha arreglado para permanecer prácticamente intacto desde finales de la dinastía Ming y principios de la Qing, hace cientos de años. Si se deambula por los estrechos y laberínticos senderos y uno se asoma a los patios al aire libre de casas grandiosas, con ventanas con celosía de madera, jardines con piedras, rollos con acuarelas y caligrafía, se puede sentir que uno se desliza en el tiempo hasta la época de los emperadores chinos.
Conforme son cada vez más los chinos que se mudan a las ciudades, las pequeñas aldeas de Anhui ofrecen un respiro. Y, quizá aún más sorprendente, los jóvenes artistas y emprendedores están abrazando estos sitios con un renovado sentido de orgullo por su escala modesta y sentido tangible de la historia.
Después de que el sol comienza a hundirse detrás de las paredes encaladas de las casas de Xidi y los excursionistas de un día abordan los autobuses para regresar a sus casas, los estudiantes de arte, que llegan de visita desde la enorme capital provincial de Hefei y otras ciudades cercanas, se quedan a pasar la noche o el fin de semana. Detrás de caballetes en los senderos de baldosas de granito o en rocas en los arroyos poco profundos que pasan por la aldea, parecen inspirados por la arquitectura clásica, que ya casi desapareció en sus ciudades repletas de rascacielos.
''No es típico que a los jóvenes les guste esto; prefieren la cultura de la gran ciudad’', notó Wang Nanyan, de 18 años, de Hefei. ''Pero yo soy diferente. Soy un artista; me gusta este tipo de edificios’'.
Dos razones por las que estas aldeas – unas 20 a las cuales vale la pena visitar, se extienden en el sur de Anhui, una zona aproximadamente del tamaño de Bélgica – han conservado su encanto de siglos de antigüedad son la ubicación y la economía: se encuentran muy dentro del campo, en una de las provincias más pobres de China, donde los habitantes han carecido de recursos para derribar lo viejo y empezar de nuevo.
Sin embargo, los preservacionistas han tenido una función clave, también. En 2000, la Unesco declaró a Xidi (se pronuncia shii-dii) y a la cercana aldea de Hongcun patrimonio de la humanidad. En lugar de obligar a salirse a los habitantes, funcionarios de Xidi, prudentemente, diseñaron un plan para garantizarles una parte de las ganancias de los boletos para entrar en el pueblo (104 renminbi, unos 16.60 dólares a 6.25 renminbis por dólar), siempre que mantuvieran el aspecto tradicional de sus propiedades.
Al ver oportunidades, emprendedores de otras partes de China empezaron a llegar poco a poco, adquiriendo propiedades destartalas para renovarlas y convertirlas en tiendas y posadas. El resultado es que hay un auge en el turismo, en parte también por la proximidad de las aldeas a la Huangshan (Montaña Amarilla), pero principalmente gracias a su atractivo histórico y estético.
Xidi, en particular, tiene una historia ilustre. Fundada en 1047 por la familia Hu, Xidi empezó a enriquecerse como un centro comercial durante la dinastía Ming (1368-1644). A medida que aumentó la población, los Hu ganaron poder como funcionarios imperiales y construyeron intrincados complejos de dos pisos y arcos gigantescos, uno de los cuales aún está a la entrada del pueblo.
La fortuna del pueblo comenzó a decaer después de finalizar la dinastía Qing (1644-1911), pero aún abundan los signos de la antigua gloria de Xidi. (Por ejemplo, cerca de 80 por ciento de los habitantes comparte el apellido Hu.)
Aún impresiona el tamaño de muchas de las casas que pertenecieron a los comerciantes. Las más majestuosas se construyeron en los años 1600 y se diseñaron en el tradicional estilo Huizhou (como se conoció alguna vez a la región).
Salones para reuniones formales, donde están colgados los retratos de los antepasados en los puntos más elevados de las paredes, se abren hacia los patios interiores, llenos de plantas y pequeños estanques para peces. Casi todas las superficies, ya sean de madera o de piedra, están labradas meticulosamente – los marcos de las puertas, las abrazaderas que sostienen a las vigas del techo, los balcones del segundo piso. Sin embargo, la característica quizá más distintiva es ''las paredes de cabeza de caballo’' que sujetan a los techos, así llamadas porque los extremos volcados hacia arriba de los muros de múltiples niveles se asemejan a la cabeza de un caballo.
A Li Guoyu, una artista de Shanghái, la atrajo la elegante arquitectura cuando empezó a buscar una propiedad para convertirla en posada a principios de los años 2000. Con la que se quedó no era nada grandiosa como otras en Xidi porque había sido la casa de un maestro en la dinastía Ming y cuando la encontró se usaba como pocilga. Sin embargo, Li vio potencial en la propiedad de 400 años de antigüedad.
''Muchas personas sueñan con encontrar un paraíso, pero realmente nunca encuentran un lugar así’', comentó. ''Pero yo sí’'.
En 2006, abrió la posada El cielo de los cerdos, llamada así en honor a la función que tuviera el edificio. El hotel es modesto en tamaño, con cinco habitaciones, un pequeño patio y jardín, y un salón en el tercer piso con vistas impresionantes de los techos de tejas negras de la aldea. Sin embargo, la carencia de espacio se compensa con su personalidad: Li terminó con esmero los interiores con cofres, sillas y palanganas antiguos, así como con toques alegres, como espejos pintados con imágenes de las estrellas de la Opera de Pekín, papel tapiz floral de época, y linternas y jaulas para pájaros que cuelgan de las vigas.
Poco tiempo después, Li compró una segunda propiedad en la cercana aldea de Bishan – la casa de un comerciante de la dinastía Qing -, la cual transformó en una posada de nueve habitaciones y abrió en 2008. Peinó el campo en busca de antigüedades interesantes (incluida una cama espectacular para boda, roja y dorada, de la época Qing, para una habitación), colgó obras de arte de su hijo Mu Er en las paredes y sembró un huerto orgánico en la parte trasera.
Cree que su trabajo de restauración inspiró a sus vecinos a arreglar también sus propiedades.
''Las casas viejas tienen recuerdos’', notó. ''Cuando sea vieja y le dé esta casa a mi hijo, él recordará su infancia aquí. Si regreso y busco la casa de mi infancia, ya no la encontraría porque ya no está’'.
La mayoría de los turistas se centra exclusivamente en Xidi y Hongcun debido a su estatus en la Unesco y su proximidad una de la otra, pero hay otros caseríos en las montañas de Anhui que tienen una arquitectura igualmente exquisita y, más importante, una fracción de los visitantes. Una es Zhaji, a dos horas en coche al norte de Xidi.
La pequeña aldea también tiene casas encaladas con techos de teja negra que sobresalen a la rivera de un arroyo lodoso, pero son mucho más sencillas porque, en su mayor parte, pertenecían a campesinos. Hay pocas tiendas y restaurantes, y ningún estudiante de arte. Los lugareños ponen cacahuates a secar al sol en gigantescas cestas de bambú y fabrican su propio tofu. Xidi se siente como Shanghái en comparación.
Este idilio rural era exactamente lo que buscaba Julien Minet cuando se convirtió en casateniente en la zona, a principios de los 2000. Minet, francés, había recorrido Anhui durante años, elaborando un estudio etnográfico sobre las aldeas antiguas para la Unesco, y llegó a gustarle tanto Zhaji que compró una casa abandonada, de la época de la dinastía Ming, en 2003 por el increíblemente bajo precio de 10,000 renminbi (unos 1,570 dólares). Huelga decir que necesitaba reparaciones.
''Vivían pollos adentro’', dijo. ''Pero entonces vi las montañas afuera. El panorama es simplemente maravilloso’'.
Tras tres años de ardua renovación – que incluyó encontrar antigüedades de la zona y agregar una pequeña alberca resguardada con bambú, esencial para los veranos ardientes de la región -, abrió Chawu, su casa de huéspedes con tres habitaciones, en 2006. Atiende en su mayoría a turistas franceses, incluido el ocasional VIP (un ministro francés de educación se hospedó ahí alguna vez), Minet tiene el propósito de brindar una tradicional experiencia de Anhui a sus huéspedes, con un recorrido personal por la aldea y ''comida campestre’' preparada por uno de sus vecinos. Sus únicas concesiones al siglo XXI y su nativa Francia: Wi Fi gratuito y el anís que sirve bajo un castaño en el jardín al atardecer.
Aunque depende de los visitantes para ganarse la vida, Minet está consciente del impacto que el turismo puede tener en la fragilidad de la región. De hecho, cuando un escritor de la guía turística Lonely Planet lo contactó, le pidió que no mencionara a la aldea, y por ello es que Chawu no aparece en ella.
''En otros lugares, toda la actividad gira en torno al turismo, pero aquí la gente todavía vive como siempre lo ha hecho’', expresó. ''No todo se trata del dinero. Eso es muy importante’'.

BAILARINA... Y ESTRELLA



Subasta en Nueva York 


Se esperan cifras de adquisición récord. 
                                                                                                                                      
Fuente: lanación.com

PAGAN CASI 40 MILLONES DE DÓLARES
POR UN CUADRO ROBADO DURANTE EL NAZISMO


La obra del pintor austríaco Gustav Klimt, titulada Litzlberg am Attersee, fue pintada en 1914 y robada en 1941 por los nazis. 
El lienzo superó las expectativas de la casa de subastas de Nueva York.


La obra "Litzlberg am Attersee" (Litzlberg en el Attersee), del pintor austríaco Gustav Klimt, se vendió por 36 millones de dólares en una subasta de arte impresionista y moderno que celebró la casa de subastas Sotheby's en Nueva York.
"La calidad y la rareza de este paisaje de Klimt son sensacionales", dijo el responsable del departamento de arte impresionista y moderno de Sotheby's, Simon Shaw, en un comunicado de prensa, sobre esta obra pintada en 1914 y robada en 1941 por los nazis, y cuya estimación inicial era de 25 millones de dólares.
El lienzo de Klimt (1862-1918) muestra los exhuberantes alrededores del lago Attersee (Austria), con la paleta suntuosa propia del pintor.
En la obra se observa una fina franja de agua y unas casas a la orilla del lago que se recortan en un fondo de tupida vegetación, y perteneció a la colección del magnate austríaco Viktor Zuckerka, a quien le fue confiscado por la Gestapo en 1941.
"Litzlberg am Attersee" formó parte desde 1945 de las colecciones de diversos museos, entre ellos el Museo de Arte Moderno de Salzburgo, el último que lo tuvo en su poder.
Después de años de investigaciones, en julio pasado el cuadro le fue devuelto a uno de los descendientes de la familia, que donará al museo de Salzburgo parte de lo que recaude la venta, según informó Sotheby's.
Esa misma firma ya adjudicó en febrero de 2010 otra obra de Klimt de la misma colección, "Church in Cassone - Landscape with Cypresses", que con un precio de martillo de 43,2 millones de dólares supuso un récord para un paisaje del pintor.

Fuente: infobae.com


El paisaje 'Litzlberg am Attersee', del pintor Gustav Klimt, es exhibido por la casa Sotheby's de Nueva York el 28 de octubre, días antes de ser subastado. 

Foto:Emmanuel Dunand/AFP

ÚLTIMO DÍA PARA VER LA INSTALACIÓN
DE HANS-PETER FELDMANN
EN EL GUGGENHEIM MUSEUM DE NEW YORK




Hoy es el último día para ver la instalación del artista Hans-Peter Feldmann con 100.000 billetes de 1 dólar, ganadora del Hugo Boss Prize 2011, que está expuesta en el Solomon R. Guggenheim Museum de New York.


Hans-Peter Feldmann ha pasado más de cuatro décadas llevando a cabo una profunda investigación sobre la influencia del entorno visual de nuestra realidad subjetiva. La composición de imágenes y objetos en los archivos de serie, combinaciones extrañas, y otros nuevos contextos de iluminación, su obra descubre las asociaciones latentes y los sentimientos contenidos en el paisaje de la vida cotidiana. Como ganador del Hugo Boss Prize 2010, un premio bianual que reconoce los logros importantes en el arte contemporáneo, Feldmann recibió un honorario de $ 100.000. Para su exposición individual en el Museo Guggenheim, ha elegido fijar esta cantidad exacta a las paredes de la galería en una cuadrícula de superposición de billetes de un dólar.
La instalación, que utiliza dinero que previamente ha estado en circulación, se extiende en la obsesión de toda la vida del artista con la recolección de material familiar en grupos sencillos que revelan un juego de matices de similitud y diferencia. A lo largo de su práctica, Feldmann a menudo se reparte un total aparente en componentes separados, que ha fotografiado a todos los elementos en el armario de una mujer (Toda la ropa de una mujer, 1973), presenta las imágenes individuales de las frutillas que forman una libra de fruta (Una libra de frutillas, 2005), y creó una secuencia de 100 retratos que muestran los individuos de todas las edades en un colectivo de vida útil de un siglo (100 años, 2001).
Feldmann también tiene una historia de resistencia a las estructuras comerciales del mundo del arte, la emisión de su trabajo en las ediciones sin firmar, sin límite y de retirarse de la creación artística en conjunto durante casi una década en la década de 1980, momento en el que regaló o destruyó el resto de las obras en su poder. Billetes de banco, como obras de arte, son objetos que no tienen valor intrínseco más allá de lo que la sociedad se compromete a invertir con ellos, y en el uso de ellos como su medio, Feldmann plantea preguntas acerca de las nociones de valor en el arte. Pero su interés principal en la pantalla de serie de la moneda no reside tanto en su condición de símbolo del exceso capitalista que en su ubicuidad como una imagen de producción masiva y un material con el que entramos en contacto todos los días. En su esencia, este experimento formal presenta una oportunidad de experimentar un concepto abstracto, una cifra numérica y las posibilidades económicas que conlleva, como un objeto visual y un entorno físico inmersivo.

Katherine Brinson, curadora asistente

Esta exposición es posible gracias a HUGO BOSS.
Vista de la instalación:

El premio Hugo Boss 2010: Hans-Peter Feldmann, Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York, mayo 20 a noviembre 2 2011. 
Foto: David Heald

ANALIZAN EL MANTEL DE LA ÚLTIMA CENA




Por Cáceres (España). EFE

Investigadores del Turin Shroud Center de Colorado, en EE.UU., y del Centro Español de Sindonología comenzaron un estudio científico del mantel de la última cena de Jesucristo , una reliquia atribuida a Jesús de Nazaret que se encuentra en la Catedral de Coria, en España.
Una de las líneas científicas, impulsada por el investigador norteamericano John Jackson, relaciona la Sábana Santa, conservada en Turín (Italia), y el mantel de Coria , según explicó el delegado en Extremadura del Centro Español de Sindonología, Ignacio Dols. Parte de la premisa de que la sábana que envolviera el cuerpo del Jesucristo, podría ser, supuestamente, un mantel ritual que permaneció extendido encima del mantel de Coria.
Ambas telas tienen unas dimensiones parecidas (4,32 por 0,90 metros, aproximadamente) y son de lino puro.
El mantel de Coria es la única reliquia expuesta en el mundo que afirma corresponder a la tela utilizada en la sagrada cena (inmortalizada por Leonardo da Vinci en su obra La última cena) por Jesús de Nazaret y los doce apóstoles.
John Jackson, ex miembro de la NASA, dirige al equipo estadounidense que investigó la sabana de Turín y el santo sudario de Oviedo, unos trabajos minuciosos en los se utiliza material microscópico y técnicas fotográficas de última generación. A estos trabajos, se unen las investigaciones del Centro Español de Sindonología, la rama científica que se ocupa del estudio de las reliquias que están relacionadas con Jesucristo y la Sábana Santa.

Fuente: clarin.com