A FIN DE MES, SE INAUGURA
UN MUSEO DEL LIBRO Y DE LA LENGUA


En un piso, se verá el desarrollo tecnológico del libro. En otro, las tensiones de la lengua.

MUSEO. FUE DISEÑADO POR CLORINDO TESTA Y FRANCISCO BULLRICH, ARQUITECTOS DE LA BIBLIOTECA NACIONAL

Por Susana Reinoso, ESPECIAL PARA CLARÍN

Sumergirse en la historia del libro y de la lengua puede suponer el inicio de un debate sobre la identidad. De eso se trata el Museo del Libro y de la Lengua, que será inaugurado el 30 de septiembre en avenida Las Heras entre Agüero y Austria, como un organismo de la Biblioteca Nacional.
Serán 1500 metros cuadrados de una obra diseñada por Clorindo Testa y Francisco Bullrich, los autores del edificio de la Biblioteca Nacional, con una inversión de 12,3 millones de pesos. El Ministerio de Planificación aporta 10 millones para la infraestructura y el resto, a cargo de la Secretaría de Cultura, es para el equipamiento.
El nuevo Museo argentino abreva en los modelos del Museo de la Lengua Portuguesa, ubicado en San Pablo, y el Museo del Caribe, situado en Barraquilla. Ambos proyectos creados por el artista brasileño Marcello Dantas, están destinados a poner en valor el idioma y los distintos registros autóctonos, así como a rescatar a los escritores que han contribuido a la expansión de la cultura tanto brasileña como colombiana.
El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González –miembro del grupo de intelectuales kirchneristas “Carta Abierta”– dijo a Clarín que el proyecto del Museo “ha estado flotando aquí durante mucho tiempo aunque con otro nombre. Nosotros dimos un paso para colocarlo en el cuadro cultural del país. Esto obligará al visitante a preguntarse sobre sí mismo y sobre la trama de la lengua que habla”. Quiénes somos cuando hablamos y cómo puede enriquecerse nuestro idioma son cosas que el museo procurará responder.
María Pía López –doctora en Ciencias Sociales, discípula y colaboradora de David VIñas e integrante de “Carta Abierta”– es la directora del nuevo organismo: “Habrá mucha presencia de artistas poniendo el eje del libro y el de la lengua en obras plásticas, videoinstalaciones. Además, la propuesta tendrá un carácter lúdico para adultos y chicos”.
En la inauguración, dos obras apuntarán a los objetivos del Museo. La primera es una videoinstalación interactiva de Albertina Carri –directora, entre otras películas, de Los Rubios – “que expone varias situaciones lingüísticas: la tensión entre el español y las lenguas originarias, la heterogeneidad de las formas del habla en la Argentina y la necesidad de autonomía de la lengua en el Río del Plata frente al español de España”, dice la directora del Museo.
Primera dificultad que enfrentaron los responsables del proyecto: no hay un mapa de la lengua ni de las lenguas autóctonas en el país.
En relación con la representación del libro, será Roberto Jacoby el encargado de darle forma. El artista –que participó de “Tucumán arde” en 1968, que viene de exponer en el Museo Reina Sofía de Madrid y que en 2008, durante el conflicto por la resolución 125, hizo varias performances criticando al campo– eligió la Constitución Nacional como experiencia de lectura.
No sólo habrá una exposición del libro en “distintos hechos de imprenta y de circulación de la Historia y momentos tecnológicos salientes”, como señaló María Pía López, sino 40 obras que se integrarán a una vitrina, seleccionadas con distintos criterios. Así, estarán Ficciones de Borges; El derecho de matar, de Raúl Barón Biza; El contrato social, de Rousseau traducido por Mariano Moreno, entre otros.
El Museo tendrá tres pisos. El ingreso será por la planta inferior, destinada a la lengua. El primer piso será el espacio de la historia del libro. En el segundo piso se harán exposiciones temporarias y en el subsuelo, actividades literarias y de pensamiento.
Los murales que fueron rescatados de Galerías Pacífico en 1991 y hoy están en una dependencia del organismo, serán restaurados ante el público en el nuevo Museo.
El proyecto se completa con una pequeña construcción en vidrio al fondo de la Plaza del Lector, que albergará el Museo del Sitio, donde estará la historia del predio y de la Biblioteca Nacional. Este espacio se conectará con el Museo del Libro y de la Lengua a través de un puentecito.

Números

En el Museo trabajarán 14 personas, que hoy pertenecen al plantel de la Biblioteca.

Su presupuesto para 2012 es de 3,5 millones de pesos, que saldrán del presupuesto general de la Biblioteca. Este año, ese presupuesto fue de 58 millones, pero para el año que viene estiman tener 75.

Fuente: clarin.com

PÁEZ VILARÓ
LE RINDE UN EMOCIONADO HOMENAJE A TIGRE


En el Museo de Arte municipal. 
Una muestra recorre tres décadas de trabajo del artista uruguayo, también afincado en la zona.



"Lo más importante de Tigre es su geografía humana. Más que las islas, es el abrazo de su gente." Así resume el artista uruguayo Carlos Páez Vilaró el espíritu que anima la muestra "¡Gracias,Tigre!", inaugurada ayer y que reúne los trabajos que realizó durante las últimas tres décadas que tuvieron a ese lugar como principal fuente de inspiración.
Pintor, ceramista, escultor, muralista, escritor, compositor y constructor de la ya mítica Casapueblo, en Punta Ballena, Páez Vilaró, de 87 años, muestra en el colorido y el trazo fuerte de sus obras, la impronta que le marcó el lugar donde también se afincó en la década del 80. Y también la temática del candombe y la comparsa afro-oriental, reflejo de sus raíces uruguayas.
Presentado por la directora del Museo de Arte Tigre (sede de la exposición), Diana Saiegh, y por el intendente de Tigre, Sergio Massa, ("Esto no es gracias, Tigre; es gracias, Carlos", lo homenajeó), Páez Vilaró recordó su instalación en la zona en una vieja casa de madera (a la que añadió otra construcción, Bengala, una "escultura viviente" como la de Punta Ballena), y su amor por el lugar.
"Tigre es como una prolongación de lo que había hecho en Uruguay. No diría que es un gran final, porque soy optimista y me gustaría vivir unos cuantos años más, pero la etapa de Tigre es una que considero definitiva, en la cual, sin dejar de pensar en el amor por la gente, el abrazo con los vecinos de este lugar maravilloso, pongo toda mi polenta para ir para adelante con mis colores", dijo Páez Vilaró a LA NACION.
El artista uruguayo sostuvo que Tigre le dio inspiración para volver a pintar tras haber padecido algunos problemas de salud en los últimos años. En ese sentido, fue una suerte de terapia adicional.
"Un poco en broma y otro poco en serio, siempre digo que mirando un cuadro se cura un dolor de muelas. Creo que, en mi caso, la pintura me da deseos de vivir", apuntó Páez Vilaró, quien recordó especialmente la atención que recibió en el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, especialmente de los médicos Fernando Botto y Daniel Navia.
"Tuve la oportunidad de volver a vivir. Cuando me llevaban en camilla, vi pasar en el techo todas las escenas de los momentos felices que había vivido. Y me di cuenta de que esto era inapreciable, y que debemos tomar cada minuto para ser felices. Les debo a ellos la posibilidad de seguir creando. Toda esta obra es para ellos."
- Su admirado Pablo Picasso tenía una frase muy elocuente al respecto: "La calidad de un pintor depende de la cantidad de pasado que lleve consigo?".
-Tenía razón. Yo tuve oportunidad de conocerlo, de abrazarlo, de darme cuenta de que era un gitano como yo. El acopio de los episodios vividos, de los países tocados, como en mi caso, que tengo todavía los dolores de un casi naufragio en la Polinesia, de mi paso por el Congo, donde por poco fui fusilado en Brazzaville? eso te acompaña. Todas esas vivencias te dan fuerzas para expresarte después en las telas. Cada obra es una especie de alcancía en la cual están depositados todo esos estados de ánimo.
Finalmente, Páez Vilaró dejó un reconocimiento especial para Horacio Butler, Xul Solar y el padre Edel Torreli, también pintor. "A todos ellos les agradezco poder caminar sobre las huellas que dejaron. Ellos pasaron antes que yo por esta maravilla que es el Tigre, donde lo más importante es la geografía humana. Más que las islas, es el abrazo con la gente, la solidaridad, el hecho de poder tocar un timbre y que se abra una puerta mágicamente para atenderte, para decirte: por favor, pase... El Tigre mantiene ese señorío que sólo se hereda."
La muestra, curada por María Dezuliani, podrá visitarse hasta el 2 de octubre, de miércoles a viernes, de 9 a 19, y los sábados, domingos y feriados, de 12 a 19. Entrada de 10 pesos (los menores de 12 años y vecinos de Tigre ingresan gratis).

Fuente: lanacion.com

BUSCAN PROTEGER EL PENSADOR, DE RODIN


Tras el vandalismo.
El Senado debe aprobar su traslado.


Con la intención de proteger la escultura El pensador , de Auguste Rodin, se aprobó anteayer sobre tablas en la Legislatura porteña una solicitud para enrejar la obra de arte, situada en la plaza Lorea, ubicada frente al Congreso. El pedido se realiza dos días después de que amaneciera pintada de rosa y con su basamento cubierto de grafitis.
"Quiero manifestar la importancia del cumplimiento de la ley 2932, sancionada en 2008, para trasladar a las escalinatas del Palacio del Congreso la obra de Rodin", dijo el legislador Sergio Abrevaya, de la Coalición Cívica anteanoche en la Legislatura. "El gobierno salió a limpiarlo rápidamente y no sabemos si lo hizo de manera correcta o no, pero la realidad es que la obra agredida en parte ha sufrido daños porque no fue trasladada a tiempo a donde correspondía", prosiguió Abrevaya.
"Con esta manifestación, quiero dejar sentada la necesidad de que la Legislatura le pida al Poder Ejecutivo que acelere el trámite en el Congreso, para que se traslade la obra", finalizó.
Se leyó más tarde una declaración del legislador Fernando Sánchez, de la misma agrupación política, que fue aprobada y pide que se enreje el perímetro de la escultura en tanto no se cumpla la ley del 2008, pendiente de aprobación en el Senado.
"La Legislatura vería con agrado que se procediera a enrejar el perímetro circundante de la obra y se implementara el conjunto de medidas que permitieran la correcta visualización de la pieza, para garantizar al mismo tiempo su seguridad física de acuerdo con el valor absoluto y relativo que reviste dicha obra, única en su tipo en América del Sur", señala la declaración.
La escultura fue creada por Rodin en 1880 como parte del conjunto Las puertas del infierno , basado en La divina comedia , de Dante. La obra iba a ser emplazada en un museo parisiense que jamás se construyó. En 1909 fue adquirida por el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, gestión a cargo del director en aquel momento, Eduardo Schiaffino.
 
Fuente: lanacion.com

UNA MUESTRA DE SURREALISMO Y MAGIA

   
 
El tarot, la alquimia y las mesas en la lectura poética del versátil artista plástico.



Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Toda la mágica noche está en el marco, la noche entera de los encantamientos”, decía el surrealista André Breton. Y eso es lo que podrá palparse a partir de hoy al mediodía, cuando inaugure la exposición del artista Kirin (Carlos Dell ‘Agostino, 1953) en la galería Jorge Mara- La Rouche. Mucha alquimia, algo de tarot y varios extraños “objetos –mesas”.
Y la verdad es que no hay nada más apropiado que nombrar a Breton cuando se trata de un artista como Kirin, que comenzó siendo surrealista pero que luego se fue volcando a un extraño tipo de arte, lleno de una simbología relacionada con la magia.
“Aunque, en verdad, no me interesa tanto lo adivinatorio como su poesía”, explica el propio artista. “Por eso es que intento hacer una lectura poética de lo misterioso”. Kirin hace por medio de obras sobre papel, algunas telas y varios objetos que despliega en los espacios de la galería.
Llena de citas a la gráfica antigua de viejos libros de magia impresos sobre recortes de telas pegadas en las obras, de grandes planos de grafito denso que forman figuras abstractas condensadas– y de líneas y chorreados que abren las formas geométricas al espacio, a la composición, la muestra podría dividirse en dos sectores: la primera sala, con las obras recientes, más libres, y los objetos; y la segunda, en la que se muestran unas impecables figuras del Tarot. La estrella, la templanza, la sacerdotisa, la torre, el diablo, el ermitaño, la rueda de la fortuna, el carro, la fuerza, los “arcanos mayores” del Tarot. Como se sabe, el Tarot es un juego de cartas que se usan para la adivinación. Sin embargo, Kirin ve en todo esto otra cosa. Y para ratificarlo, lee un cita que ama: “La literatura alquímica es de una belleza tal, que hubiera valido la pena inventar la alquimia nada más que por el esplendor de sus metáforas y los hallazgos de su escritura mitológica” (el texto es de Sarane Alexandrian, filósofo y crítico francés que fue el último secretario de Breton).
Cuatro mesas de madera –cruza de objeto surrealista y mini-monumento simbólico–, se ubican cerca de la puerta de entrada a la galería. Una está realizada en blanco y negro y presenta un sombrero, un libro y una mesita ubicada por encima de la mesa-base, a manera de escalera al cielo, o zigurat. La segunda es amarilla, y contiene libros, pequeños elementos geométricos y de laboratorio, e imágenes de anatomía. La tercera es, nuevamente, en blanco y negro, y lleva un título: “La embarazada”. En ella, dos zapatitos de niño se ubican a los costados de un viejo libro. La cuarta es en blanco y gris y contiene compases, reglas, rayas y un gran dibujo de una mosca.
Justamente, son estos tres colores los únicos que están presentes a lo largo de toda la muestra: la tríada de amarillo, blanco y el gris de un grafito condensado.
“Es el amarillo de cadmio claro, junto con el gris del grafito y el uso del blanco como soporte, los colores que elegí para trabajar en esta serie nueva”, detalla el artista.
Un cuidadísimo catálogo, con diferentes tipos de papeles en su interior, acompaña la exposición: una muestra del amor del galerista Jorge Mara no sólo por el arte, sino también por los libros.

Fuente: clarin.com

LA MUJER QUE DEJÓ A PICASSO



A Pablo Picasso le gustaba que sus mujeres fueran devotas y sometidas. 
Pero Françoise Gilot, colega suya y su amante desde 1943 hasta 1953, rompió el molde. 
A los 90 años, Gilot habla con franqueza de su relación con el pintor malagueño.




"Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado -declara Françoise Gilot, con una sonrisa desenfadada y desafiante-. Soy la única que aún está viva para contarlo. Después de todo, mire lo que les ocurrió a las otras -continúa, con sus cejas circunflejas enarcadas-. Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline se suicidaron [la primera se ahorcó; la segunda se pegó un tiro], Olga se volvió histérica y casi loca. Dora Maar enloqueció."
Françoise Gilot, la esbelta belleza que a los 24 años Picasso inmortalizó como La Femme-Fleur , tiene ahora casi 90. Retrepada en una silla de salón Luis XV, en su departamento neoyorquino lleno de obras de arte, su diminuta figura irradia fuerza. Mientras habla, con un seductor acento francés, sus manos -de uñas pintadas de un rosa brillante- gesticulan con elegancia. Gilot sigue siendo la mujer enérgica, de inteligencia aguda y espíritu independiente que compartió una década apasionada con Picasso, desde 1943 hasta 1953.
Cuando se conocieron, ella tenía 21 años y era una novata estudiante de derecho, artista y escritora. Picasso tenía 61 y era el ardiente español celebrado como el genio modernista que reinaba en calidad del artista que más vendía en el mundo. Gilot le dio dos hijos notables: Claude y Paloma Picasso.
"Pablo era una persona maravillosa para estar con él? era como fuegos de artificio -recuerda Gilot-. Asombrosamente creativo, tan inteligente y seductor? Si estaba de humor para fascinar, era capaz de hechizar hasta a las piedras. Pero también era muy cruel, sádico y despiadado con los demás y consigo mismo. Todo debía ser como él decía. Una estaba allí a disposición de él: él no estaba a disposición de nadie. Pablo creía que era Dios, pero no era Dios? ¡y eso lo irritaba! Fue el amor más grande de mi vida, pero había que tomar medidas para protegerse. Yo lo hice: me fui antes de terminar destruida. Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y pagaron un precio muy alto."
Cuando se marchó con sus hijos, en 1953, Picasso le advirtió: "Nadie deja a un hombre como yo". Gilot y sus hijos también pagarían un precio muy alto. En 1964, Gilot publicó La vida con Picasso , un estudio de aguda percepción sobre cómo este artista perpetuamente inventivo metamorfoseaba las ideas en obras de arte, y sobre su volcánica energía, su espíritu travieso y su lado oscuro, siempre al acecho. Gilot también describió a Picasso como un "Barba Azul" y habló de sus constantes enredos con su sucesión de esposas/amantes/musas/modelos. El libro enfureció tanto al reservado Picasso que para castigar a Gilot cortó todo contacto con ella, Claude y Paloma, y se negó a verlos o hablarles hasta que murió, a los 91 años, en 1973.
Durante varios días, Gilot habló conmigo con sorprendente candor sobre Picasso y sobre los demás integrantes de "la tribu Picasso", sus otras mujeres e hijos. "Le estoy contando cosas que nunca antes dije abiertamente, pero ahora sólo me queda tiempo para la verdad", me advirtió. Sin embargo, hizo falta todo un proceso para llegar a ese punto. El disparador fue una invitación a escribir sobre una exhibición importante, Picasso: Masterpieces from the Musée National Picasso , que viene a la Art Gallery de Nuevo Gales del Sur en el mes de noviembre. Si había alguien a quien yo quería entrevistar, era a Gilot. ¡Imposible!, me dijeron.
Así que rastreé a John Richardson, ahora dedicado a compilar el cuarto volumen de su magistral biografía de Picasso, y él fue quien me sugirió que le escribiera a Gilot. Como mi carta no recibió respuesta, me arriesgué a llamarla por teléfono. Ella me informó en tono altivo que se niega a todos los pedidos de entrevistas: "Es un desperdicio de mi precioso tiempo. Picasso fue una parte importante de mi pasado, pero yo no vivo en el pasado. Tengo la mente puesta en mi propia obra y pinto todos los días", replicó. Cuando ella estaba a punto de colgar, le mencioné que recordaba que había hablado en el Festival de la Semana de Escritores de Adelaida, en 1984. "Ah, sí? me gustó Australia. Además la pintura aborigen de ustedes me resultó tan interesante, porque es como un encuentro, de origen tan antiguo pero muchas obras se ven tan contemporáneas." Esto entreabrió una puerta para la conversación que, sorprendentemente, duró toda la hora siguiente, y luego vino la concesión: podría aceptar una entrevista si le enviaba por fax una lista de nuevas preguntas.
"Me niego a hablar de cualquier cosa que haya escrito o dicho antes: eso es una pérdida de mi tiempo. A mi edad, puedo mostrarme displicente con esa clase de cosas", advirtió. Le dije que la entendía y que podía ser directa con los australianos. "Pero soy francesa, y también soy directa", respondió, riéndose. Cuando le mandé las preguntas por fax, me sentía como si estuviera rindiendo un examen. A la una y media de la madrugada sonó mi teléfono: "Soy Françoise, okay, puede verme en Nueva York, durante dos horas. Pero nada de fotógrafos".
No sé bien si el portero anunciará "Madame dice oui " o "non" cuando llego al gracioso y antiguo edificio de departamentos donde vive Gilot, cerca de Central Park. Es oui (alivio) y un amigable pero cauto bonjour a las diez de la mañana, cuando ella abre la puerta y me guía a través de sus grandes habitaciones de techo alto, revestidas de libros y en general, de sus propias y coloridas pinturas abstractas, y una obra favorita de Georges Braque. Ningún Picasso.
"Sólo tuve un único Picasso, La Femme-Fleur , pero lo vendí hace años, porque sentí que me traía mala suerte -comenta Gilot sin que se lo pregunte-. Nunca acepté más pinturas, porque Picasso hubiera dicho: ?¡Ah, ya ves, eres igual que todas las otras!'. Así que no acepté nada, seguí siendo independiente. Además, sabía que si una le aceptaba cosas a Picasso, quedaba en deuda con él y había que pagarla de otra manera. Él quería que yo fuera sumisa, como las otras mujeres, pero nunca fui sumisa."
Educada para ser abogada, una confiada hija única de una familia de la alta burguesía, Gilot le aclaró a Picasso que no quería que la pintara. "No quería hacerme famosa como ?el período Gilot' -dice- después de los períodos Fernande/Eva/Olga/Marie-Thérèse/Dora Maar. Sabía que la manera de Picasso de eliminar una mujer tras otra era pintar sus retratos", agrega con una risa musical. De hecho, Picasso pintaba retratos despiadados cuando una mujer perdía su favor: por ejemplo, Olga con dientes de navaja, vagina con filo de sierra, cuerpo retorcido, mientras en el fondo se cierne una seductora imagen de su reemplazante de 17 años, Marie-Thérèse.
"La tragedia de esas otras mujeres -explica Gilot- es que les complacía que el famoso Picasso las pintara todo el tiempo, porque eso las hacía sentirse importantes. Se sentían halagadas, pero estaban atrapadas y vivían a través de él. Pero como yo también soy pintora, ¡creo que eso es una estupidez! Como sabemos perfectamente todos los artistas, aunque Picasso estaba pintando el retrato de una mujer, siempre se trataba de su propio autorretrato. Todas las pinturas de Picasso son un diario de su vida."
La Femme-Fleur floreció después de que Picasso llevó a su nueva relación amorosa a visitar a su viejo amigo Matisse. "Le gusté a Matisse, quien anunció: ?Voy a hacer un retrato de Françoise, su cuerpo será azul pálido y su cabello verde hoja' -recuerda Gilot-. Cuando nos fuimos, Picasso estaba indignado. Sólo había hecho dibujos de mí, y ahora dijo que él me pintaría primero. Mi retrato se convirtió en la mujer-flor, con rostro azul pálido y cabello semejante a una hoja."
Muy pronto resulta claro: el exquisito dilema de Gilot es que la enorgullece y al mismo tiempo la irrita que la definan como una de las mujeres de Picasso. Insiste en que es una persona por derecho propio y enumera detalladamente su larga carrera artística con justificado orgullo. Un ingenio agudo y el sentido del humor animan su conversación; sin embargo, se irrita fácilmente si una se mete en el sitio inadecuado, y no vacila en hacerlo saber.
Pero una vez que alguien forma parte de la leyenda de Picasso, se queda allí, y su mente ágil parece disfrutar analizando sus años con Picasso como una festividad histórica, y también examinando las paradojas del genio de Picasso.
"Mi relación con Picasso fue un romance de época de guerra, las circunstancias extremas nos unieron de una manera que nunca se hubiera dado en épocas de paz -admite con franqueza-. Era la Segunda Guerra Mundial, en el París ocupado por los alemanes, una época de gran peligro y desastre absoluto. Picasso era un héroe para mi generación: había pintado Guernica y era un símbolo de resistencia contra el fascismo y el régimen de Franco. Implicaba gran coraje de su parte quedarse en París en vez de escapar a América. En cualquier momento podían arrestarlo, pero ésa era su manera de decirle no a la opresión. Varios miembros de mi familia estaban en la Resistencia, y los mataron. A mí me habían arrestado en una manifestación estudiantil y mi existencia también era precaria. Los alemanes odiaban a los estudiantes de derecho, así que yo había cambiado la abogacía por mi verdadera pasión: el arte. Todos podíamos morir mañana: eso me volvió intrépida. Conocía la reputación de Picasso con las mujeres, y sabía que irme a vivir con él podía ser una catástrofe? pero decidí que se trataba de una catástrofe que no quería perderme."
Muy pronto ya estaba alternando con el círculo habitual de artistas y escritores amigos de Picasso: Braque, Léger, Miró, Giacometti, Cocteau, Colette, Gertrude Stein y Alice B. Toklas, el poeta Paul Éluard. Picasso, que tenía una veta sádica, le pidió a Gilot que leyera las obras de marqués de Sade, tal como se lo pedía a todas sus mujeres, pero ella se negó de plano: "Le dije a Pablo que la crueldad del marqués de Sade estaba por todas partes en esa guerra, y que no necesitaba leer más de eso", dice. Y agrega, con tono hosco: "Muchas mujeres muy femeninas tienen una faceta masoquista, así que a Picasso le resultó perfecto con las mujeres que me precedieron?el sádico con la masoquista. Pero yo no era masoquista ni sádica? simplemente, no jugaba ese juego".
Sonriendo una vez más, Gilot recuerda que en sus largas y animadas conversaciones con Picasso, con frecuencia él le preguntaba: "¿Por qué siempre me contradices?". "Le contesté: ?Debe de ser porque tenemos un diálogo, no un monólogo. Todo el mundo te dice siempre que sí, como la corte que rodea a un rey, así que a mí me toca decir no'. Eso le gustó. Cuando todo el mundo te dice que sí, posiblemente te sientas poderoso, pero también te sientes muy solo. Yo me di cuenta de que Pablo era una figura muy solitaria."
A Gilot la asombró mucho descubrir que el magistral artista había engañado a todos para que creyeran que su confianza en sí mismo era suprema. Sí, Picasso sabía que en unas pocas horas en su estudio podía hacer cualquier cosa que quisiera, dice Gilot. Pero al mismo tiempo, también padecía una ansiedad suprema, porque quería encontrar una nueva verdad, un nuevo camino en el arte. Como artista joven, a ella le pareció maravilloso que alguien que había creado una obra maestra tras otra aún padeciera esa inquietud. "Picasso siempre se sentía solo, en peligro; nadie comprendió eso -cuenta Gilot-. Me dijo que yo tenía una clase especial de sabiduría y de equilibrio que lo tranquilizaba, y yo creí que podía ayudarlo."
Su rutina diaria era que Picasso se despertaba tarde, alrededor de las diez de la mañana, de talante pesimista. "Pablo solía quejarse de que la vida era insoportable: para qué tenía que levantarse, no tenía sentido intentar pintar nada -relata Gilot-. Yo lo convencía de que después de todo las cosas no eran tan malas, porque seguramente hoy pintaría algo maravilloso. Venían de visita algunos amigos, Pablo ganaba alguna discusión, recargaba sus baterías, volvía a convertirse en rey. Finalmente, alrededor de la una de la tarde empezaba a trabajar en su estudio, de buen humor."
Picasso trabajaba hasta las diez de la noche -siempre en silencio, sin música, sin asistentes- y entonces paraba para cenar. Fumaba 40 cigarrillos por día, pero nunca bebió. Podía volver a trabajar y se iba a la cama a las dos de la mañana. Al día siguiente, repetía la misma rutina. "Era agotador -recuerda Gilot- pero toda mi vida aumenté mi nivel de autoexigencia. Era una jinete experta? ¡así que verdaderamente tenía buen equilibrio!"
Las dos horas que me había asignado se estiraron a tres, luego Gilot amablemente me invitó a quedarme a almorzar. Se dirige al comedor con la espalda tan erguida como si todavía estuviera adiestrándose en su caballo, en el Bois de Boulogne. La mesa está tendida formalmente, con un mantel de hilo francés y platería de época, y Anna Maria, su jovial criada, ataviada con un uniforme azul, nos sirve un centelleante salmón ahumado, huevos y ensalada de palta con vino blanco. Durante el almuerzo, Gilot habla, casi siempre con empatía y amabilidad, sobre las otras mujeres de Picasso. "Es como las siete esposas de Barba Azul, una sabe que están allí colgadas de la pared? ¡y que finalmente también a una le ocurrirá lo mismo!"
Gilot no conoció a la primera pareja duradera de Picasso, Fernande Olivier, la artista y modelo que vivió con él desde 1904 hasta 1912, ni tampoco a su sucesora, Eva Gouel, quien murió de tuberculosis en 1915, pero sí conoció a las otras. "Picasso les mentía infinitamente a todas -dice- para mantenerlas orbitando a su alrededor, de una manera perversa y posesiva."
En 1918, Picasso se casó con la bailarina rusa Olga Khokhlova y ambos compartieron diez años cada vez más conflictivos. Picasso pronto empezó a aborrecer la obsesiva escalada social y la creciente neurosis de Olga, pero no podía divorciarse dado que el divorcio era ilegal en España. Olga lo persiguió hasta el día en que murió, presuntamente demente, en 1955. El hijo de Picasso y Olga, Paulo, nacido en 1921, murió a los 54 años, víctima de un trágico alcoholismo.
"Yo conocía bien a Paulo; ambos éramos de la misma edad. Era un encantador joven que sufrió una vida muy difícil debido a sus dos padres -dice Gilot-. Picasso nunca quiso que su hijo llegara a nada; lo menospreciaba y lo convirtió en su chofer [Picasso no conducía]. Cuando nos mudamos al sur de Francia, Paulo nos llevaba en auto a las corridas de toros, que Picasso adoraba, porque para él la vida era una corrida, una sangrienta lucha con la muerte. Se identificaba con todos los protagonistas de la plaza de toros, incluyendo al toro."
Rebobinemos hasta 1927, cuando Picasso vio a Marie-Thérèse Walter, de 17 años, comprando un cuello de Peter Pan, y puso su mirada magnética y todo su encanto al servicio de seducirla. "Marie-Thérèse fue la más física de las relaciones de Pablo -cuenta cándidamente Gilot-. Las pinturas que hizo de ella son extremadamente sensuales, líricas y suaves, en colores pálidos, oceánicos. Siento simpatía por ella, porque era tan inocente? no muy inteligente, pasiva, agradable y bella. Ella lo adoraba, no tenía otra cosa en su vida, y en 1935 dio a luz a la hija de ambos, Maya."
Pero el afecto de Picasso pronto se marchitó y en 1936 conoció en un café a la fotógrafa surrealista Dora Maar, que clavaba un cuchillo entre sus dedos, sacándose sangre. Picasso se sintió atraído por los aspectos perversos y salvajes de Maar, dice Gilot sin tapujos, y agrega: "Ninguna de las otras mujeres de Picasso eran muy inteligentes; provenían de familias pequeñoburguesas y no habían tenido una buena educación. Dora era la más inteligente; sin embargo, no entendió a Picasso y entró en juegos sádicos con él. Tenía problemas psicológicos y para 1943 Picasso ya había decidido que estaba completamente loca".
Dora Maar fotografió el Guernica mientras Picasso lo pintaba, y soportó la pesada carga de la furia y el horror del artista ante la guerra y el sufrimiento. Gran parte de esa furia se descargó en las pinturas que hizo de ella: Mujer que llora . En La vida con Picasso , Gilot escribe que en 1943 Picasso le aseguró que sus relaciones con Marie-Thérèse y Dora Maar estaban concluidas, aunque seguía haciendo dos vistas semanales a Maya y a su madre. ¿Gilot pensaba que esas visitas eran algo más que paternas?, me atrevo a preguntarle.
Ahora Gilot admite: "Oh, claro, probablemente. Eso era parte de su vida. Yo no lo consideraba una amenaza. Después de todo, ¿qué cambiaba si volvía a tener relaciones sexuales con Marie-Thérèse otra vez? Era algo que había hecho desde 1927? ¡y ya estábamos en la década de 1950! Mi relación con Pablo era completamente diferente. No estaba celosa de Marie-Thérèse ni de Dora Maar. Las dos aparecían en la obra de Picasso, y la mejoraban. Sabía que Picasso era como un gran río que arrastraba en su corriente restos y esqueletos. Necesitaba mucho sexo, ese impulso primario era parte de su constitución". Como estamos hablando del tema, me atrevo a preguntar si Picasso era un gran amante. "Sí, lo era, cuando quería", responde, con una risa alegre.
Cuando estaban viviendo en el sur de Francia, recuerda Gilot, Picasso la convenció de tener hijos diciéndole que los unirían como pareja y la completarían como mujer. "Me preocupé porque Pablo todavía estaba legalmente casado con Olga, pero él prometió que siempre amaría y cuidaría a nuestros hijos", subraya. Claude y Paloma nacieron en 1947 y 1949 respectivamente.
Gilot creía que conocía mejor a Picasso que el resto de sus mujeres. "Sabía que el artista que había pintado Guernica no era ningún angelito -reconoce-. No se podían aplicar los mismo valores éticos a un artista muy creativo y a una persona corriente de clase media." Picasso no podría haber pintado como lo hizo sin experimentar altibajos extremos, en diversos aspectos. Su conducta podía llegar a ser muy primitiva. "Pablo tenía la cruda curiosidad de un niño que toma un reloj y lo destruye para ver lo que tiene adentro -asegura Gilot-. Hacía lo que se le antojaba en cualquier momento, sin pensar en las consecuencias." La conducta de Picasso se hizo cada vez más injusta y cruel, y la preocupación de Gilot sobre los efectos que eso tendría sobre sus hijos se profundizó.
A Gilot le resultó cada vez más difícil mantener una relación familiar en la que, define, "Picasso era un dios, y yo y mis hijos, meros seres humanos". Picasso se había jactado de que gozaba haciendo sufrir a las personas que lo amaban. "Una vez le pegunté a Pablo por qué era tan malo con Sabartés, su leal secretario, que lo veneraba. Picasso respondió: ?Sólo soy malo con la gente que amo. Con la gente que no me importa, soy amable'. Típico de él: lo que hacía era poner a prueba nuestro afecto. Todos los días tenía que enzarzarse en algún combate y ganarlo. ¡Picasso era cualquier cosa menos racional!"
Gilot piensa que las pinturas de ella que hizo Picasso durante ese período son reveladoras. "Pablo pintó una serie de caballeros medievales con armadura, de cinturas finas, a caballo? todos ellos son yo. Se quejaba de que yo nunca me quitaba mi armadura. ¡Sí, porque no quería resultar muerta! También pintó muchas langostas? también son yo, con esa coraza protectora."
Aunque había entregado completamente su vida a amar y comprender a Picasso, a Gilot le resultó cada vez más claro que él nunca había llegado a conocerla. Cuando Picasso la cortejaba, ella estaba tan arrobada con él que escribió: "Había momentos en que parecía una imposibilidad física respirar si él no estaba presente". Pero ahora anhelaba calidez humana y sabía que jamás podría provenir de Picasso. "La idea del amor de Picasso era principalmente física y posesiva, nada que ver con dar. Al mismo tiempo, su lado bueno era tan inteligente que cuando una estaba con él, escuchando sus ideas y viéndolo pintar, solía ser tan asombroso que una sentía que era testigo de un milagro. Eso era lo que daba. Si una podía apreciarlo, eso era lo que recibía de él."
Ninguna mujer había abandonado nunca a Picasso y él echaba chispas, colmado de incredulidad, cuando Gilot se llevó a Claude, de 6 años, y a Paloma, de 4, a París, a un departamento que había comprado con una herencia de su abuela. "Yo tenía dinero y una carrera propia, una familia y un círculo de amigos propio que me ayudarían a reconstruir mi vida", explica Gilot. Después, Claude y Paloma pasaron cada vacación escolar con Picasso, que seguía viviendo en el sur de Francia.
El rechazado genio de 71 años pronto eligió a una nueva mujer bien dispuesta: la asistente de alfarería Jacqueline Roque, de 27 años, y se casó con ella tras la muerte de Olga. Gilot habla de Jacqueline con absoluto desdén: "Jacqueline era una mujer vacía, una estúpida pequeñoburguesa que carecía de inteligencia, muy posesiva con Picasso. Pablo estaba feliz porque otra vez tenía una mujer sumisa, que le decía que todo lo que él hacía era maravilloso y que nunca lo criticaba". Y agrega, con tono desafiante: "Los mejores años de la pintura de Pablo ya habían terminado cuando conoció a Jacqueline. Antes, con frecuencia había pintado imágenes eróticas, pero nunca pornográficas, y ahora empezó a poner vaginas y anos en cada pintura".
Gozando perversamente con la idea, Gilot confía: "Escuché decir que Picasso había empezado a tener problemas con su virilidad. Conmigo aún era muy potente, pero se estaba haciendo viejo. Aunque hubiera querido dejar a Jacqueline, debe haberlo irritado que su cuerpo lo obligara a ser más fiel que su mente. ¡Ja, ja!"
Gilot dice que hasta Jacqueline, "todas las mujeres y niños de la tribu Picasso habían dejado espacio para los otros. Yo sabía que las otras mujeres le seguían enviando a Pablo cartas de amor, y que él les contestaba. Yo siempre había invitado a Maya a pasar las vacaciones escolares con nosotros, y siempre alenté a Maya, Paulo, Claude y Paloma a que fueran amigos. Pero Jacqueline quería a Picasso todo para ella".
El derrumbe llegó en 1964, con la publicación de La vida con Picasso , de Gilot. Claude Picasso, que tiene un departamento ultramoderno en Nueva York al lado del de su madre, con espléndidos Picasso y Matisse, retoma la historia al día siguiente. Bajo y robusto como su padre, Claude tiene la inconfundible mandíbula cuadrada y los profundos ojos negros de Picasso. Todo su cuerpo delata su dolor mientras recuerda el día que vio a su padre por última vez, en 1964, cuando era un estudiante de 16 años.
"Eran las vacaciones de Pascua. Paloma y yo tomamos el tren hacia el sur de Francia, fuimos a la casa que nuestra madre conservaba allí y luego llamamos a la casa de mi padre. ¿Podía venir a buscarnos el auto, como siempre? No vino nadie. Esperamos durante días, no vino nadie. Finalmente, nos encontramos con Pablo y Jacqueline? ella fue la que más habló. Dijo que Pablo había sido despiadadamente herido por el libro de mi madre y que era culpa nuestra, porque Paloma y yo tendríamos que haber impedido que lo escribiera. Dejaron claro que mi padre había terminado con nosotros. Yo me enojé con mi padre, pensé que se estaba comportando como un viejo tonto y débil. Paloma estaba devastada, se sentía completamente rechazada. Llamamos, escribimos cartas, todo inútil. Él tenía 83 años, vivía como un recluso. Cada año yo iba al sur e intentaba verlo. Trepé los muros de su casa, para verlo, pero nunca lo vi."
Más tarde Gilot continúa: "Picasso demandó a mi editor francés, perdió el caso; apeló y volvió a perder. El día que se anunció el veredicto, me llamó por teléfono. ?Ganaste, bravo, te felicito.' Típico? admiraba al ganador. En ese juego yo había sido mejor que él, pero si hubiera perdido? ¡me habría despreciado!"
El genio suele hacérselas pagar caro a los que lo rodean, tal como trágicamente lo aprendieron los más próximos a Picasso. Cuando murió, su funeral se celebró en un château rodeado por altos muros, Vauvenargues, en Provenza, donde está sepultado. Jacqueline se negó a permitir que Claude y Paloma tributaran sus últimos respetos a su padre o que asistieran al funeral. Claude recuerda: "Nevaba, después llovió. Paloma y yo permanecimos ante las puertas del castillo durante tres días, esperando que nos permitieran entrar, pero Jacqueline había dado la orden de que nos dejaran afuera". El hijo de Paulo Picasso, Pablito, tampoco pudo entrar. Se fue a su casa y se tomó una botella de lavandina. Sufrió una desdichada muerte tres meses más tarde. Pocos años después, incapaces de vivir sin Picasso, tanto Jacqueline como Marie-Thérèse se suicidaron.
Picasso, que temía la muerte, no dejó testamento, y eso causó un caos tras su deceso. Según la ley francesa de ese momento, los hijos nacidos fuera del matrimonio no tenían derecho a la herencia. Gilot, con su fervoroso sentido de justicia, había iniciado antes los procedimientos para que les concediera el apellido Picasso a sus hijos. "Fui Claude Gilot hasta los 12 años, y luego me apellidé Picasso", dice Claude.
Disfrutando en cierto sentido de la ironía, Gilot cuenta que usó lo que ganó con su libro para ayudar a Claude y Paloma a iniciar un juicio para convertirse en herederos legales de Picasso. "Llevó años, la ley estaba a punto de cambiar. Pero a consecuencia de la publicidad que rodeó nuestro caso, cambió inmediatamente y Claude, Paloma y Maya pudieron heredar de su padre." Picasso aún vivía cuando iniciaron el juicio. "Lo enfureció -asegura Gilot- pero había dado su palabra de que amaría y protegería a sus hijos, y no cumplió su promesa."
Ahora, Claude está a cargo de la Administración Picasso en París, que se ocupa de los derechos y otros asuntos legales. Es un inventario andante de la obra de Picasso. Admite que ser el guardián de la producción del padre que lo abandonó es una compleja situación emocional: "La vida te enseña a perdonar y te da responsabilidades", dice con suavidad.

Traducción: Mirta Rosenberg
© 2011 FAIRFAX SYNDICATION; DISTRIBUTED BY TRIBUNE MEDIA SERVICES

Adios a la mujer flor
 
Gilot accede a una sesión fotográfica y para nuestra siguiente visita está vestida de azul, con un arco iris en su chaqueta y en su echarpe. "Soy una colorista y adoro la manera en que los colores, uno junto al otro, disputan o cantan", confiesa. Subimos seis pisos en el ascensor de 1893 para ver el estudio bastante espartano que usa para dibujar. Ventanas altas dan sobre el techo del edificio vecino, donde se ven seis colmenas. "Las abejas consiguen polen de las flores de Central Park y regresan volando aquí para hacer miel", dice con deleite.
El gran estudio donde pinta, situado junto a su departamento, está repleto de sus coloridas pinturas abstractas, y hay más sobre los atriles. "A Picasso le gustaba mi obra", acota con orgullo. Los anaqueles trepan hasta el techo y, aunque Gilot no tiene obras de Picasso, sí tiene docenas de libros sobre su obra. Tentativamente le pregunto si podemos abrir uno donde esté la imagen de La Mujer Flor para una de sus fotografías. Gilot alza enfurecida la cabeza, lanzando chispas. "Absolutamente no. ¡Eso es el pasado!", nos espeta.
También se niega a posar junto a su colección enmarcada de fotos familiares, que incluyen varias de sus años con Picasso. "Podría parecer triste, y yo no estoy triste", afirma. Sin embargo, sí acepta posar con sus orquídeas Phalaenopsis, que están en flor. Mientras sitúa su cara serenamente junto a las flores, le pregunto cómo describiría su color? parece muy prosaico escribir "púrpura". "Exactamente. Un pintor lo llamaría magenta o fucsia", asiente con una sonrisa.
Expresa cierta preocupación por nuestras entrevistas anteriores. "Picasso es una deidad pública y no quiero que crean que lo critico. No me arrepiento ni de un instante del tiempo que pasé con él. Su arte es brillante, pero el hombre tenía defectos, y he sido honesta sobre el tema -explica-. Sé algunas cosas sobre Picasso que no sabe nadie, y podría decir cosas que lo enfurecerían."
Hizo varias cosas que enfurecieron a Picasso, agrega. Más tarde se casó dos veces, con hombres más próximos a su propia edad. Gilot contrajo matrimonio primero con el artista francés Luc Simon, con quien estuvo casada desde 1955 hasta 1962; la hija de ambos, Aurelia, es arquitecta. En 1970, Gilot desposó a otro "león", Jonas Salk, el descubridor de la vacuna contra la polio. Habla con profundo afecto de los 25 años que compartieron hasta que él murió, en 1995.
Con un brillo triunfal en los ojos, Gilot concluye: "Pablo dijo que mi vida estaría acabada cuando lo dejé, que para mí no habría nadie más que él. Pero me casé dos veces. ¡Eso fue un sacrilegio! Se suponía que sacrificaría el resto de mi vida a él, y entonces hubiera sido la historia perfecta de Barba Azul. ¡Yo la arruiné!".

Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN

EDGARDO GIMÉNEZ POR ÉL MISMO



Artistas / El libro de un pintor
Publicará Carne valiente, una autobiografía en la que cuenta su historia desde los tiempos del Di Tella


Por Luciana Olmedo-Wehitt  | Para LA NACIÓN



El artista plástico Edgardo Giménez publicará antes de fin de año su autobiografía, Carne valiente , de cuatrocientas páginas más un CD con la voz del autor. "Es el primer libro antidepresivo de la historia plástica argentina. En la página que lo abras, te salva el día." El recuerdo más temprano viene de la niñez: "Cuando era muy chico, pensaba que los grandes lo sabían todo. A los cuatro años estaba haciendo un dibujo, y como no me parecía perfecto le pedí a mi madre que me ayudara. Me devolvió un desastre. Eso me provocó una gran decepción. Ahí me di cuenta de que yo, tan chiquito, dibujaba mejor que mi madre".
En Carne valiente se habla de la influencia que tuvo sobre Giménez el crítico y docente de arte Jorge Romero Brest, que dirigió el Instituto Di Tella. "Muchas veces se confunde cultura con acumulación de información. Romero Brest decía que era posible ser culto con o sin conocimiento, con o sin dinero, porque ser culto es ir aprendiendo a vivir. Esa lección me ha acompañado siempre. La gente común tiene una sabiduría especial y una capacidad para la felicidad mucho más desarrollada que los intelectuales. Logran sostener ese estado con naturalidad. Además, las verdades no son más verdades porque se digan en serio. Si la verdad es importante y tiene peso propio, se puede decir en medio de una carcajada. El humor no resta", dice Giménez.
Para él, los verdaderos artistas son los que no miden las consecuencias de lo que hacen, los que simplemente hacen, "los que no saben qué significa la palabra ridículo". Dice que se identifica con esta frase del caricaturista Charles Crumb:"Qué perfectamente delicioso es todo, sin duda", y que a pesar de que el mundo está patas para arriba todavía se puede ser muy feliz pintándolo.
Giménez ganó dos veces el premio Konex en la categoría de diseño gráfico. Son célebres las imágenes que produjo para los afiches del Teatro San Martín. Hizo también decorados para cine y teatro, tapices, muebles y esculturas.
"No creo que lo valioso esté en un solo lugar, sino que estamos rodeados de maravillas que nos acompañan todo el tiempo -dice Giménez-. Sólo hay que sintonizarlas sin prejuicios y comprobar que todo es ganancia. Uno aprende a vivir cuando no se priva de nada. Todo cuanto nos rodea sirve para nuestro deleite y formación. Me interesa lo que provoca la gente. Mi lista de favoritos incluye a Mae West, Albert Einstein, Moria Casán, Groucho Marx, Elizabeth Taylor, Jorge Romero Brest, Carmen Barbieri, Oscar Wilde, Olinda Bozán, Gilles Lipovetsky, Lewis Carroll, Fellini, Ramona Galarza, Andy Warhol, Tom de Finlandia, Miguel Ángel, Rita Hayworth, Walt Disney, Tita Merello, Philip Glass, Cecil B. DeMille y Doris Day. Estos ejemplos son suficientes para imaginar cómo funciona mi banco de sabiduría: todos los elegidos sirven para mechar ese peceto que es la vida. Puedo pasar naturalmente de lo refinado a lo simple, sé saborear una auténtica obra de arte. El secreto de la vida se pone a prueba estando en soledad. Cuando uno está solo y de todas formas se siente feliz, ha encontrado el secreto del éxito."
 
Edgardo Giménez

Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN

RESTAURAN EN PARQUE AVELLANEDA
UNA CASONA CONSTRUIDA EN 1838

 


Por Silvia Gómez

Después de años de intensos reclamos vecinales, el Parque Avellaneda recuperó la que fue la residencia de la familia Olivera: una importante casona que funciona como centro de exposiciones y muestras, pero cuya estructura padeció la falta de mantenimiento durante mucho tiempo. Tanto, que los vecinos temieron perderla.
Ayer reinauguraron la casa el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, el director del parque, Roque Saccomandi, y Enrique Olivera, ex Jefe de Gobierno porteño y bisnieto de Domingo Olivera, que construyó la casona en 1838 como casco de la Chacra de los Remedios. Más tarde, Olivera le vendió los terrenos a la Ciudad para que hiciera el parque, actualmente llamado Avellaneda.
“La casa fue expropiada a la familia y durante mucho tiempo estuvo en estado de abandono. Para 2000 se hizo un trabajo muy importante de restauración, pero después no se realizó el mantenimiento y se vino abajo otra vez”, relató Olivera. Memorioso, confirmó que existían túneles debajo de la casona, pero que lejos de los orígenes misteriosos que se les confieren, se usaban para ir de un lugar al otro del campo en épocas de mucho frío.
Rodeado de una frondosa arboleda y de una decena de palmeras, el casco de estancia recobra su majestuosidad. Fueron recuperados los pisos originales, en la planta baja y en la galería, el cielo raso, el gran balcón del primer piso y una escalera de madera con una doble circulación en el hall de ingreso a la casona. En el mismo parque también hay un tambo y lo que fue el primer natatorio de la Ciudad, inaugurado en 1914. Santilli dijo que, a través de un padrinazgo, también intentarán recuperar un tren de trocha angosta que se usó en el parque.

Fuente: clarin.com