El magnífico estilo desarrollado entre
fines del siglo XIX y comienzos del XX va perdiendo exponentes en la
Ciudad por la tardía llegada de la conciencia patrimonial.
HOY. PARTE DEL HOSPITAL EN BELGRANO Y LA RIOJA CONSERVA RASGOS DE SU ARQUITECTURA, PERO LA NUEVA EDIFICACION ARRASO CON EL DISEÑO.
PorBerto González Montaner *
* Editor Jefe Arq
* Editor Jefe Arq
No siempre la noción de patrimonio tuvo el mismo valor. No fue
hace tanto que Le Corbusier, formuló un plan para París que se cargaba
media ciudad. No solo eso, luego lo propuso para Buenos Aires aunque sin
demasiado éxito. Soñaba con una ciudad llena de verde, aire y luz. Para
lograrlo, proponía destruir muchos de los abigarrados edificios
porteños y reemplazarlos por torres sobre manzanas convertidas en
parques. Así de radical y utópico era el urbanismo del llamado
Movimiento Moderno. Bajo esa ideología muchos obras de Buenos Aires se
perdieron. Otras languidecen. Veamos el caso de varios edificios Art
Nouveau, ese estilo que alegró con sus curvas, texturas y colores las
fachadas de las primeras décadas del siglo pasado. Al Hospital Español,
obra de Julián García Nuñez sobre la Avenida Belgrano, sólo le queda el
40 por ciento de su frente original. La amputación da para llorar. El
edificio que ocupaba toda la cuadra sobre la avenida estaba jalonado
entonces por tres cúpulas acebolladas y tenía un luminoso acceso
principal. Pero con la sesgada mirada modernista, el valor estético del
edificio no pudo competir con los nuevos valores funcionalistas: para
ampliarlo, lo más práctico y económico fue tirar abajo todo lo que
molestaba.
La conciencia patrimonial recién apareció en los años
80. Y claro que tuvo interpretaciones de lo más diversas. El edificio de
Tucumán y Talcahuano, una de las más interesantes obras del Alfred
Massué, fue salvado de una forma que despertó no pocas polémicas.
Mantuvieron el motivo icónico principal, el cuerpo de la esquina
coronado por una trabajada cúpula, y completaron el edificio con
arquitectura contemporánea.
Hay otras dos obras emblemáticas del
Art Nouveau porteño que están en estado de emergencia. La Societá Unione
Operai Italiani, en Sarmiento 1374, de Virginio Colombo, es uno de los
casos más potentes del estilo florearle, la versión italiana del estilo
Art Nouveau. Además de su valor arquitectónico, esta obra tuvo gran
significancia social y cultural. Allí hacían su primera escala los
inmigrantes italianos hasta conseguir su radicación definitiva. Además
tenía un majestuoso salón de música y baile donde se reunía la
colectividad. Después de un incendio y un derrumbe parcial sufrido en
2006, sus techos no fueron reparados.
La otra gran víctima es la
Confitería del Molino. La obra de Francisco Gianotti es un monumento al
descuido nacional. Hace más de 10 años recorrí sus interiores con un
grupo de inversores dispuestos a hacer algo por recuperarla. El negocio
no cerró: no hubo acuerdo entre lo que pedían los propietarios y lo que
estaban dispuestos a pagar los inversores. La visita fue impactante: los
subsuelos de gran altura, todos con azulejos blancos donde funcionaba
la panadería. Las máquinas y enseres envueltos en polvo estaban como si
de un día para el otro la hubieran abandonado. La Confitería destruida
me recordaba –haciendo esfuerzos– aquellos magníficos salones que alguna
vez conocí. Y los pisos de arriba, con sus paliers y habitaciones con
pisos, revoques, molduras, puertas y ventanas en ruinas, parecían un
edificio en demolición.
ORIGINAL. EL HOSPITAL ESPAÑOL, OBRA DIRIGIDA POR EL ARQUITECTO JULIAN GARCIA NUÑEZ EN 1906, TAL COMO SE VEIA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.
No han faltado proyectos parlamentarios
para rescatar esta joya porteña. El último, ahora en manos de la
Comisión de Hacienda, reúne varias iniciativas. En líneas generales
proponen expropiar el edificio, restaurarlo, dedicar sus pisos altos a
museo y centro cultural y reabrir su planta baja y sótanos,
concesionando la legendaria confitería. En contrapartida, al pobre
edificio de Unione Operai solo le llegó el cartel de venta. Por suerte,
desde 2008 el edificio tiene una catalogación estructural, lo que en
criollo significa que no se puede cambiar ni su fachada ni los
principales espacios interiores. Pero tanto en el caso del Molino como
de Unione Operai, como en el de otros tantos edificios abandonados de la
Ciudad, si se siguen dejando las ventanas abiertas o con vidrios rotos y
los techos sin reparar, las lluvias terminarán destruyéndolos por más
ley que los proteja.
Fuente: clarin.com