EN LA UNIVERSIDAD DE TRES DE FEBRERO:
PINTURAS Y GRABADOS DE SEOANE
EN UNA AMBICIOSA MUESTRA


La exposición rinde homenaje al artista, de cuyo nacimiento se cumplieron cien años.

La Siesta (1962) / Foto Gentileza Untref


Julieta Molina LA NACION

Luis Seoane fue un artista polifacético; "en él, la idea de arte y vida fue una ecuación indisoluble que sostuvo con vitalidad y pasión hasta el final de sus días", describió la curadora Laura Buccellato. Realizó murales, ilustraciones en periódicos y libros; grabados, pinturas y tapices. Además fue diseñador gráfico, escritor, editor y abogado. Siempre vanguardista, su arte se nutrió de las costumbres culturales de las dos tierras donde vivió: la Argentina y España. Un siglo después de su nacimiento, ocurrido en 1910, Buenos Aires le rinde homenaje con la exposición Seoane . Con más de 130 trabajos, la muestra, organizada por la Universidad de Tres de Febrero (Untref), expone la producción del artista en grabado, pintura y murales. La curaduría fue realizada por Laura Buccellato, directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) y responsable de la primera retrospectiva de pinturas de Seoane, realizada en Art Gallery International en 1968. La exposición, que puede visitarse hasta fin de mes, fue organizada con la colaboración del Mamba, el Museo Nacional de Grabado, la Fundación Espigas, el Museo de Emigración Gallega (MEGA) y la Biblioteca Nacional, instituciones que cedieron las obras para la muestra. Seoane nació en la Argentina, pero vivió desde pequeño en España. Es reconocido no sólo por su impecable calidad como artista, sino también por su compromiso político, que lo obligó al exilio al estallar la Guerra Civil Española.


Ahora descansan en el polvo (1958). / Gentileza Untref


De vuelta en la Argentina, dibujó para el diario Crítica, trabajó en la editorial Losada e ilustró libros de Aldous Huxley, Jean-Paul Sartre y Federico García Lorca, entre muchos otros. La muestra de la Untref recorre sus trabajos iniciales en pintura y exhibe su producción en xilocollage. Las distintas obras muestran la búsqueda que desarrolló en grabado, que impresiona por la habilidad para lograr innumerables texturas disímiles, plasmadas en trabajos de 30 centímetros por 40 o en pequeña escala. Además, el juego con los colores y la intención explícita de rehuirle con ellos al formato de las figuras grabadas cautivan al espectador. En la exposición puede apreciarse también un video realizado por el Centro de Producción Audiovisual de la universidad, que muestra los murales realizados por Seoane entre 1954 y 1972. Estas obras de arte a gran escala se encuentran ubicadas en edificios porteños, como el Teatro General San Martín, la Sociedad Hebraica Argentina, Galerías Santa Fe y numerosos edificios de departamentos. La muestra puede visitarse hasta el 30 de abril en la Universidad de Tres de Febrero (Valentín Gómez 4838, Caseros), de lunes a sábados, de 11 a 20, con entrada libre y gratuita. Los sábados, a las 15.30, se realizan visitas guiadas y, a las 17, talleres para niños; además, el profesor Gustavo Fernández, del Museo Nacional del Grabado, demuestra cómo se realiza un grabado.


Fuente: lanacion.com

ASENTAMIENTOS DEL NEOLÍTICO



Son los más antiguos de Alemania.


BERLIN.- Arqueólogos afirmaron haber hallado los asentamientos más antiguos pertenecientes al neolítico de Alemania. Los restos de las casas desenterradas en un sitio arqueológico cercano a Salbitz tienen 7500 años de antigüedad, y contienen restos de cerámica.


Fuente: lanacion.com


LA RECOLETA, A VUELO DE PÁJARO


El barrio de la Recoleta, que no es de los más antiguos de Buenos Aires, aparece a fines del siglo XVIII, cuando las extensas chacras y quintas que lo formaron, empezaron a sub-dividirse y a ser edificadas. Toma su nombre del Convento de los Recoletos Descalzos, que fue levantado en una chacra llamada "De Los Ombúes", que recibió el vecino fundador y primer alcalde, Don Rodrigo Ortiz de Zárate, en el reparto de tierras que hiciera en 1583, el General Juan de Garay, segundo fundador de Buenos Aires en 1580. Por consiguiente, el barrio se hallaba fuera de la traza de la Ciudad, y al momento de fundarse el Monasterio correspondía al pago de Monte Grande, luego San Isidro, siendo por muchos años uno de los arrabales, con características rurales por lo despoblado y solitario. El río llegaba hasta ahí nomás.


Un plano cercano de una de las iglesias más bonitas de Buenos Aires, la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, que empezó a ser construida en el año 1715. El 11 de junio de 1580, Juan de Garay fundó la ciudad de la Santísima Trinidad a orillas del Río de la Plata y en homenaje a Pedro de Mendoza le puso el nombre "Santa María de Buenos Aires" al puerto. El 24 de octubre realizó el reparto de suertes, parcelas de tierra con límites, 6 de las 65 futuras quintas estaban ubicadas en el actual barrio de la Recoleta. La suerte número 5 correspondió a Rodrigo Ortíz de Zárate. Le puso por nombre Quinta de los Ombúes. Tenía por límites la barranca hacia el río y las actuales calles Ayacucho, Azcúenaga y Arenales aproximadamente. La zona era conocida como "Pago del Monte Grande". Pago se lo llamaba porque había viñedos y Monte Grande se debía a los numerosos bosques de altura baja, los cuales llegaban hasta San Fernando. Los montes eran de baja altura y madera pobre, donde había muchos ombúes. En 1606, Rodrigo Ortiz de Zárate vende la chacra a Francisco de Beaumont y Navarra, y en 1608 pasa a ser propiedad de Juan Domínguez de Palermo quien estaba ampliando sus tierras. Diez años después la adquiere Martín Dávila y Villavicencio, pasa por herencia a Enrique de Mendoza, quien la vende a Inés Romero de Santa Cruz y a Isabel Frías de Martel. Luego la obtiene Juan de Herrera y Hurtado, quien deja la quinta a su hija Gregoria, casada con el capitán Fernando de Valdez e Inclán, quienes ceden la parte más elevada de su chacra a Juan de Narbona, para que éste edificara una iglesia y un convento para los frailes Recoletos de la orden franciscana, recién llegados de España en 1708. Fueron el fray Pedro de la Torre, el cabildo y el gobernador los que solicitaron permiso a Su Majestad el rey Felipe V para construir un templo para los frailes de la Recolección de San Pedro de Alcántara en la Trinidad, hoy Buenos Aires. Para ésto, contaban con una donación muy fuerte de Pedro de Bustinza. En 1716 fray Diego de Cevallos, lego del convento, hace una nueva gestión ante la Corte logrando la real cédula autorizándolo. Para entonces ya habían muerto tanto fray Pedro como el donante. Es cuando aparece Juan de Narbona, quien hace un nuevo legado y construye una modesta capilla y cuatro celdas para los franciscanos. Como el nuevo donante era devoto de la Virgen del Pilar de Zaragoza, pone como condición que la iglesia permaneciera bajo su advocación. La iglesia Nuestra Señora del Pilar En 1717 se firma la escritura de compromiso entre el comerciante Juan de Narbona y el capitán Valdez e Inclán. Los frailes Recoletos construían sus conventos en zonas apartadas, ya que se dedicaban a la oración. De manera que tenían un particular interés por instalarse en la antigua quinta de Los Ombúes. Según algunos historiadores, los planos se deben a los hermanos jesuitas alemanes Juan Kraus y Juan Wolf. Otros piensan que fueron los hermanos jesuitas Bianchi o Blanqui y Prémoli, autores de importantes obras en Buenos Aires como la antigua Catedral, el Cabildo, la Iglesia de San Ignacio y Nuestra Señora de la Merced. En Córdoba construyeron la Catedral también. Como en aquella época había muy pocos arquitectos y éstos tenían experiencia, se les confiaba la mayoría de los edificios. También estaba la posibilidad de que todos ellos trabajaran en la construcción de la iglesia y el convento en distintos períodos o de que sólo colaborasen en el diseño de algunos planos. Las obras comienzan 1715 y en 1718 estaba terminado el primer claustro. En 1721 se terminó el segundo claustro. En 1725 se termina la iglesia siendo posible que la fachada haya sido obra del padre Bianchi. Mientras se edificaba el templo, Narbona construía su casa al lado, donde hoy funcionan las oficinas del Cementerio y bajo su solado se encuentran las ruinas de la antigua vivienda de catorce cuartos. Fray Diego de Cevallos viaja a España en 1721 y regresa con ocho religiosos. El altar mayor fue obra de Domingo Mendízabal, Ignacio de Arregui y Miguel de Careaga. En 1731 se colocó la campana San Antonio de Padua en la espadaña. Se termina la torre de 30 metros y se inaugura la iglesia el 12 de octubre de 1732. Es la iglesia más antigua de nuestra ciudad conservada en su estilo original barroco. San Ignacio, que es anterior, sólo conserva de su construcción una torre y la fachada. En 1779 se modificó la fachada para ubicar el Altar de las Reliquias y el Baptisterio enfrente, creando un atrio cerrado. En 1821 el Gobernador Martín Rodríguez y su Ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, expulsaron a los frailes de la Recolección, expropiando todos sus bienes, quedando cerrada la iglesia por varios años y en la antigua huerta se creó el Cementerio de la Recoleta. En 1834 se destinó el Convento a asilo de mendigos y luego de ancianos. Recién en 1866 se colocó el reloj inglés en la espadaña y la actual reja en lugar de un muro de ladrillos. En 1881, el arquitecto Buschiazzo construye la fachada del cementerio. En 1891 se amplió el templo y a comienzos del siglo veinte se hacen modificaciones que dañan su estilo exterior e interior, pintándose frescos en los techos del templo y agregándose estatuas en su fachada. En 1932, gracias al arquitecto Millé, la iglesia vuelve a su estilo original. En 1936 el Papa Pío XI la eleva a basílica y el 21 de mayo de 1942 se la declaró monumento histórico nacional. A partir de 1994 se inicia la restauración definitiva de la iglesia recuperando el color blanco en su fachada, como la puesta en valor de cada altar. El Pilar, tiene interesantes cosas para ver, entre otras: la Capilla de San Pedro Claver, el Altar de las Reliquias, los Claustros Históricos, el Altar Mayor, varios altares menores, etc. El campanario de la Basílica remata en cerámicos Pas de Calais azules y blancos (ver la nota en este blog).


En primer plano, el Paseo Chabuca Granda recuerda a la cantautora peruana. Es la continuación peatonal de la Avenida Presidente Quintana, que nace en Cinco Esquinas y muere en la Recoleta. La Avenida Quintana, antiguamente era la Calle Larga de la Recoleta. Y se llamaba así porque, desde Cinco Esquinas hasta Callao, no tenía ninguna calle que la cruzara. Hoy en día, lo hacen las calles Parera, Montevideo y Rodríguez Peña. Más tarde, Quintana llegaba hasta el frente mismo de la Basílica del Pilar y del Cementerio por lo que los entierros entraban y llegaban hasta el Cementerio por la citada avenida. Hasta la década de 1950 los coches fúnebres eran tirados por lustrosos caballos zainos negros de la raza rusa Orloff, cuyos cascos herrados resonaban de manera muy particular, característica, contra el empedrado de adoquines hechos uno a uno.


En primer plano, el edificio del Centro Cultural Recoleta y de la sede delegación de la Organización de los Estados Americanos, O.E.A. El Centro Cultural Recoleta acaba de cumplir sus primeros treinta años. En ese lugar funcionó antes un Asilo de Mendigos y el Hogar de Ancianos "General Viamonte". El antiguo edificio fue reformado y adaptado para su uso actual por tres arquitectos y artistas plásticos: Clorindo Testa, Luis Fernando Benedit y Jacques Bedel. El edificio, también rojizo, que se ve en un segundo plano semioculto por las copas de los árboles, es el del Museo Nacional de Bellas Artes, nuestro museo más importante, y más atrás, se pueden ver los tres enormes cubos del Canal 7 de Televisión, la televisora estatal, que fueran construidos ahí con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, que se jugó en la Argentina y que ganó nuestro país. Se le restó una plaza entera a la Ciudad.


La imponente copa del gomero más grande de todos los de la Recoleta, el que generó más temores y discusiones cuando se hizo la playa de estacionamiento subterránea. El árbol, gomero o Ficus Elástica, es un verdadero monumento viviente. Abajo, a su izquierda, se ven las mesas de la confitería La Biela, cuyo nombre alude a que ése, en el pasado fue lugar de encuentro de varios corredores de autos. Se le ha hecho a este árbol una salvaje poda en su parte inferior como para poder avanzar con las mesas de La Biela por abajo de esas ramas y en dirección a su tronco y raíces.


Por atrás de la copa del gigantesco gomero, se ven las cúpulas de las bóvedas del célebre Cementerio de la Recoleta, que tiene obras de famosos escultores y que todos los días es muy visitado por turistas de todo el Mundo. Muchos fundadores, próceres, héroes, ex-presidentes y personajes de la historia argentina están enterrados en él. En la zona de la Recoleta se da esa curiosa mezcla del Cementerio y lo religioso, lo turístico y lo cultural, lo gastronómico y la diversión nocturna, etc.



El monumento a Ramón L. Falcón, fue hecho por el excelente escultor argentino Alberto Lagos.
Lagos fue también autor, entre otros, del Arquero de San Sebastián que está en la Plaza República de Chile, en la esquina de Avenida del Libertador y Mariscal Ramón Castilla, frente al Palacio Errázuriz, sede del Museo Nacional de Arte Decorativo, y de los relieves del frente del edificio del Automóvil Club Central, a ambos lados de la entrada principal, de los monumentos a George Canning, a Luis María Drago y Al Inmigrante y de El Pescador y su Alma.
La cabeza de Lagos, su autorretrato escultórico fundido en bronce a la cera perdida, está emplazado en la esquina de las calles Guido y Presidente Roberto M. Ortiz, muy cerca de lugares donde tuvo varios restaurantes su nieto, el cocinero Carlos Alberto "Gato" Dumas.
Alberto Lagos nació en La Plata, Buenos Aires, el 15 de octubre de 1885.
Murió en Buenos Aires, el 2 de febrero de 1960.
Escultor y ceramista. Se inició estudiando en el Instituto libre de Segunda Enseñanza donde fue compañero de Ricardo Güiraldes y Tito Cittadini. Con algunos otros compañeros formó el “Grupo Parera” que solían reunirse en el taller de Alejandro Bustillo donde hojeaban libros de arte, discutían sobre música y ópera, sobre Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Rubén Darío o Mallarmé y comentaban las novedades de la patria y de Europa.
Estudió arquitectura en Buenos Aires, hasta que Torcuato Tasso lo lleva a iniciarse en la escultura. En 1909 el gobierno de la provincia de Buenos Aires le otorgó una beca con la cual viajó a París. Fue premiado en Francia, por lo que a su regreso al país realiza el monumento a Falcón.
En 1926 presentó en Buenos Aires los retratos de Enrique Larreta, Pedro Chutro, Carlos Reyles y Ninon Vallin.
Fue profesor de escultura en la Academia de Bellas Artes y de dibujo en la Escuela Nacional de Artes Decorativas de Buenos Aires. En Paris integró el “Nouveau Groupe” junto a los escultores Paul Paulin y Paul Landowski. Fue presidente de la Sociedad de Acuarelistas, Pastelista y Grabadores. Integró la comisión Nacional de Bellas Artes. Fue miembro de la Dirección de Bellas Artes. Perteneció al directorio del Teatro Colón.
Obtuvo premios y menciones en innumerables exposiciones y salones de escultura.



El coronel Ramón Lorenzo Falcón (1855-1909) fue un político, militar y policía argentino. Se destacó por su dureza como jefe de la Policía Federal Argentina, reprimiendo con mano de hierro los movimientos obreros de comienzos del siglo XX. Tras la llamada Semana Roja de 1909, en la que el enfrentamiento entre la policía y los manifestantes del 1º de mayo se cobró la vida de varios obreros anarquistas y llevó al cierre de asociaciones y locales sindicales, fue asesinado en un atentado por el joven obrero Simón Radowitzky.
El 14 de noviembre, cuando Falcón regresaba del funeral de otro policía acompañado de su secretario Lartigau, en la esquina de Quintana y Callao, Simón Radowitzky, un joven anarquista de 18 años recién llegado de Rusia, actuando solitariamente, arrojó una bomba de fabricación casera contra el carruaje en que viajaba, y Falcón murió pocas horas más tarde. Está enterrado en el Cementerio de la Recoleta, en la sección 20, sobre el muro de la calle Azcuénaga, en un imponente sepulcro, obra del escultor León Ernest Drivier, también autor de L'Homme Parlant, que puede verse en la Plaza Intendente Alvear, frente al monumento al General Alvear de Bourdelle.




En primer plano, a la izquierda, la entrada a la playa de estacionamiento subterránea que fue hecha durante la intendencia del Brigadier Osvaldo Cacciatore y que suscitó tantas controversias por la parte estética y por los efectos nocivos que se temío que pudiera tener sobre los célebres gomeros de la Recoleta. Al centro, el encantador monumento a Don Torcuato de Alvear, primer Intendente Municipal de la capital de la República Argentina. Fue inaugurado en el año 1900, y es obra de A. Jons y Juan Lauer. Consiste principalmente en una columna de estilo dórico, hecha en granito gris, la cual finaliza con una estatua alada representando "la gloria", en actitud de avanzar triunfante, con una corona de laureles en una mano. En el tercio inferior de la columna, sobre el fuste y hecho en mármol de Carrara, se halla el busto del Intendente Alvear y bajo él, una corona de laureles hecha en metal, mientras que cada una de las caras de la base cuadrada presenta un motivo distinto, tres de ellas poseen relieves en donde se representan "La Apertura de la Avenida de Mayo", "La Pavimentación de la Ciudad", y el "Arreglo de la Recoleta", las tres obras más destacadas de su gobierno. La última cara presenta una gran inscripción con el nombre y fecha de vida del político. La obra en sí está sobre tres peldaños de piedra, a la cual se accede desde una pequeña escalera. Varios de los bronces originales de la figura han sido robados. Esas serpenteantes veredas se pueblan los sábados, domingos y feriados de puestos de venta de la feria artesanal que transcurre ahí y se saturan de gente que, hablando en multiples idiomas, recorren la feria en busca de algún recuerdo original de su paso por Buenos Aires. La mayoría de los árboles son nativos de nuestro norte subtropical que se han adaptado muy bien al microclima urbano de Buenos Aires. La copa que se ve sobre la mano derecha y enseguida del monumento al Intendente Alvear, corresponde a un ombú. El ombú, cuyo nombre científico es Phytolacca Dioiica, es el símbolo vegetal más típico de nuestras pampas, y desde el punto de vista botánico, no está considerado un árbol sino un herbáceo gigante. Su nombre deriva de la voz en lengua guaraní "umbú", que significa sombra o bulto oscuro.





En primer plano, la copa de una Grevillea Robusta de la Plaza Presidente Ramón J. Cárcano. Semioculta, inmediatamente atrás, a la izquierda, la copa de un enorme gomero al que hubo que intervenir quirúrgicamente para intentar detener el acelerado proceso de degradación que estaba sufriendo. Técnicos especializados de Kew Gardens de Londres debieron hacerle una poda terapéutica, personal municipal de la Ciudad de Buenos Aires le "desasfaltó" el entorno inmediato, buscando que sus raíces respiraran mejor, y la empresa proveedora de gas debió subsanar una pérdida que tenía un caño que pasaba cercano a sus raíces. Fue una iniciativa de D.A.R.A., Decoradores Asociados de la República Argentina que patrocinó YPF, Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Los autos y colectivos vienen entrando al tramo recto de la Avenida Alvear desde la Avenida del Libertador. La "proa" rojiza que se ve sobre la mano derecha, por detrás de la copa de una alta araucaria, es el basamento del Monumento al Brigadier General Don Carlos María de Alvear, hecho por Antoine Bourdelle, que fuera diseñado por el pintor, arquitecto y escultor Alejandro Bustillo. Y, por atrás del monumento a Alvear y el Palais de Glace, el resto de los autos de Libertador, se van hacia la Avenida 9 de Julio, Retiro y el centro, San Telmo, Barracas... Más atrás, en línea con la parte posterior de la Facultad de Derecho, el Centro Municipal de Exposiciones.


Un primer plano con copas de árboles, inmediatamente el imponente edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y, más atrás, terrenos e instalaciones ferroviarias y depósitos portuarios y por fin, la Avenida Costanera y el Río de la Plata.


Fotos y textos: P. L. B.


TREINTA AÑOS TRAS LA PISTA DE UN VAN DYCK



"La Virgen y el Niño con los pecadores arrepentidos", de Van Dyck


El profesor e investigador de Historia del Arte Matías Díaz Padrón llevaba treinta años tras la pista de un copia de Van Dyck que permanecía "arrinconada" en el sótano de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Tras las tareas de limpieza y restauración y varios años de investigación, Padrón concluye que 'La Virgen y el Niño con los pecadores arrepentidos' es un auténtico Van Dyck. Díaz Padrón explica este descubrimiento como una "aventura" que empezó en los años 70 durante la elaboración de su tesis doctoral en la Universidad Complutense y visitando fondos de museos. "Cuando menos te lo imaginas, puedes encontrarte una joya", alega este investigador, que también trabaja como conservador del Museo del Prado. Además de 'La Virgen y el Niño con los pecadores arrepentidos', este investigador ha descubierto en la academia un boceto y un dibujo preparatorio de Van Dyck. "Antes no teníamos ningún Van Dyck y ahora tenemos tres", destaca este investigador, quien prepara una estudio 'Van Dyck en España', que publicará Prensa Ibérica.

HILANDO PISTAS

La obra, de la que se acaba de verificar su autoría, se había creído copia de Van Dyck desde principios del siglo XIX. Pero Sánchez Padrón advirtió que esta copia tenía la "calidad suficiente" para pertenecer a un gran maestro. Hilando pistas y revisando las grandes colecciones, Díaz Padrón consiguió componer la historia de este cuadro durante tres siglos. Así encontró referencias de su presencia en El Escorial, donde lo cita Velázquez en su 'Memoria' de 1656 y el Padre Santos en su 'Descripción', siempre con grandes elogios. Un siglo después, esta obra formaría parte del lote de cuadros de pintura española que José Bonaparte quería regalarle a su hermano Napoleón. En este lote la obra de Van Dyck se le atribuía erróneamente a Mateo Cerezo, pintor que habitualmente se confunde con Van Dyck, precisa Sánchez Padrón. A partir de entonces se quedó en la Academia y profesores y estudiosos pasaron por delante de este cuadro, considerándolo una copia, según explica el profesor Matías Díaz Padrón. Así figura en un inventario de 1964 de la Academia como "copia antigua de Van Dyck". Esta 'Virgen con el Niño y los pecadores arrepentidos' muestra a María Magdalena, el Rey David y, entre ambos, el hijo pródigo. Postrados ante María y Jesús, son un símbolo del arrepentimiento. Según Padrón, el cuadro es un ejemplo del énfasis que la Contrarreforma católica pone en el sacramento de la penitencia.

"EL BRILLO DE LOS OJOS"

Asegura que la mirada de la Virgen y el "brillo de sus ojos" fue clave para determinar que era obra de un gran pintor. Tras proceder a una limpieza y restauración, que ha durado seis meses, Díaz Padrón y la Academia de Bellas confirmaron que se trataba de un auténtico Van Dyck. La gran calidad de su estilo y técnica permite catalogar la obra en el periodo italiano de Van Dyck. Un pintor "desconcertante", según Díaz Padrón, que en sus obras de juventud consiguió un refinamiento inusual. "Es una obra refinada de su primera época", argumenta Díaz Padrón y comenta que existe otra versión "idéntica" en Tarazona. Este cuadro, unido a otras obras de gran interés, se pueden ver en la exposición 'Ecos de Van Dyck' patrocinada por la Fundación Cajamurcia (1 abril - 8 mayo) y en las salas de la Academia, durante los meses de mayo y junio.

Fuente: europapress.com

LA CONSTITUCIÓN, SEGÚN ROUX



Patrimonio artístico / Impactante creación para Santa Fe El destacado pintor trabajó tres años en la obra que se presentó anoche; "es un llamado a tomar conciencia", dijo

"Siento que es el momento del país para decir algo", afirmó Roux, en su taller, al mostrarle a LA NACIÓN la obra. / Eduardo Carrera / AFV

Alejandra Rey - LA NACIÓN

Corta el aliento. Guillermo Roux abre la puerta de su taller minimalista blanco y negro, y su obra La Constitución guiando al pueblo penetra los sentidos como un beso apasionado. Como si se tratara de un principiante, el maestro Roux espera los comentarios de LA NACIÓN sobre ese cuadro de siete metros por tres y medio que parece un mural. Pero no salen palabras: la obra, de tan perfecta, corta el aliento. Y tiene un movimiento vertiginoso, colores elaborados con la minuciosidad de un obsesivo, rostros serios, pero sin tristezas, y una mujer en el centro, vestida de blanco, sensual, con los pechos bellos, que es la única que parece caminar: "ella", la que no tiene nombre en el cuadro, es la Constitución, femenina, cálida, firme, irreductible, deseable, como debe de ser la suma de los derechos de un país. "Estuve trabajando en la obra tres años sin parar, a veces, hasta ocho horas por día -cuenta Roux, de 81 años, en forma exclusiva a LA NACIÓN-. Para mí fue un honor que el presidente de la Legislatura de Santa Fe, Eduardo Di Pollina (ver aparte), me ofreciera hacer la obra y, aunque sabía que a mi edad era una aventura, nunca dudé en realizarla. Y comencé los bocetos rápidamente."

La imagen de la pintura de Roux transmite emociones.

Dicho así, parece fácil, pero en el taller de Roux se aprecia el trabajo del maestro para llegar a la obra: varias maquetas, maniquíes en miniatura vestidos como luego estarían en la tela, frascos de colores con el nombre del personaje que iba a inmortalizar y el equipo de música por el que Chopin o Mozart lo ayudaban al pincel con el piano. Un montacarga eléctrico, donde cabe una silla; una mesa pequeña para poner la paleta, y los pinceles, acompañan a Roux hasta el cielo del cuadro, que es gris, porque representa al río Paraná, y más abajo los colores de la Bandera y ese pueblo en movimiento que quiere que los derechos se cumplan. ¿Por qué no hay sonrisa en los rostros? "Porque no es ni una manifestación ni un piquete, es un llamado a tomar conciencia. Es el pueblo que entra a su casa, la Legislatura, a exigir que se cumpla con lo que marca la Constitución", dice Roux. ¿Y esos rostros? ¿De dónde salieron? Porque no son próceres, claro que no. "Son gente común -dice-, gente que vi en la calle y otros son personajes que usted conoce. Mire", invita el maestro. Y entonces aparece el rostro, bien atrás, con la boca abierta, el único en posición de hablar. "Soy yo -dice-, es un autorretrato y estoy gritando que nos escuchen y que legislen bien, grito: «Constitución». Y en la punta derecha está Franca -su mujer desde hace 40 años- y Mary, la asistente..."

El momento en que era desvelada la pintura.

También hay modelos profesionales, aunque el "Centro", es decir, la Constitución, es una junta de muchos rostros, de facciones amigas, conocidas y desconocidas, lo mismo que el cuerpo armonioso. Roux está orgulloso de su obra. Se sienta y la mira desde lejos. "Ves que todos están vestidos en forma común. Los pinté como venían a posar porque no quería ninguna distinción de clases sociales." -¿Está conforme? -Qué pregunta. ¿Cuándo uno está conforme? La obra me gusta mucho; sí, me gusta. Mirá, hice traer el lienzo de Bélgica, es lino puro sin costuras; y la pintura, de Francia, es una témpera vinílica que no se disuelve con el agua. -¿La mujer que usted llama "Centro" siempre fue así? -No, al principio ella venía con un cartel, que llevaba escrito parte del Preámbulo. Pero al final me decidí por las cintas. Si te fijás, es la única que tiene movimiento, que tiene un pie en el aire como para entrar. -¿Logró lo que se propuso? -Sí. Quería un lenguaje claro, contundente y para todo el mundo. Yo no estoy trabajando para la crítica. Y lo hice porque siento que es el momento del país para decir algo.

"Acontecimiento histórico"

José E. Bordón Para LA NACIÓN


El imponente cuadro está en la cabecera del recinto de Diputados. / Gentileza Diario El Litoral

SANTA FE.- En un "acontecimiento histórico" para la provincia, como fue definido por las autoridades del gobierno santafecino, desde ayer luce en la cabecera del recinto de sesiones de la Cámara de Diputados de Santa Fe La Constitución guía al pueblo, el cuadro confeccionado por el laureado pintor Guillermo Roux. El acto fue presidido por el gobernador Hermes Binner, acompañado por la vicegobernadora Griselda Tessio, y funcionarios de los tres poderes del Estado provincial. Eduardo Di Pollina, presidente de la Cámara baja, recordó que "el edificio mismo fue proyectado para colocar en la cabecera del recinto de la Cámara de Diputados de la provincia una pintura de grandes dimensiones que homenajeara un hecho patriótico histórico". Recordó el trabajo Los Constituyentes de 1853, de Antonio Alice, que llevó doce años de confección y hoy se encuentra en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional: "Fue ofrecido a nuestra provincia en 1934, pero no quisieron comprarlo. Cuatro años después el Congreso Nacional lo adquirió y a pesar de los intentos de recuperación, la Nación, lógicamente, no quiso desprenderse de ese patrimonio", explicó. Recordó que a fines de 2007, optó por proponer la adquisición de un cuadro nuevo. Todos los legisladores estuvieron de acuerdo en ello y comenzaron las actuaciones. "Consultamos a especialistas y coincidieron en que Guillermo Roux es el muralista de mayor relevancia a nivel mundial. Es uno de los mejores del mundo", apuntó el diputado. Según dijo, no fue fácil convencerlo porque "tenía 79 años cuando se lo pedimos y se sorprendió porque le iba a llevar mucho tiempo". "Sin embargo, después de varias reuniones, accedió a hacer esta expresión artística contemporánea que homenajea a la Constitución", detalló. La imponente obra fue montada en el recinto la semana pasada.


Fuentes: textos y foto 1: lanacion.com/ resto fotos: lellitoral.com - Pablo Aguirre


VUELVEN A EXHIBIR EL MANDYLION DE EDESA,
EL PRIMER ÍCONO CRISTIANO


El Museo Británico obtuvo permiso para hacer una exposición. Hace años que no está a la vista del público. Es un lienzo con el que Jesús se secó y allí quedó impresa su cara.


EXPO. El Mandylion de Edesa, una imagen sobre lino, considerada la representación más antigua conocida del rostro de Jesús. (EFE)


Es uno de los grandes íconos del cristianismo. El primero, dicen. Y uno de los que más celosamente se ha guardado. De hecho, esta reliquia descansa en la capilla privada del Papa en el Vaticano. Pero ahora, el Mandylion de Edesa, una pieza de tela en la que, según la tradición, quedó impreso milagrosamente el rostro de Jesús, verá la luz. El Museo Británico de Londres obtuvo permiso para exhibir el Mandylion o Lienzo de Edesa, cuya última aparición masiva data del año 2000 cuando fue expuesto en el pabellón de la Santa Sede en la Expo de Hannover (Alemania). En junio, informó hoy el Museo Británico, el famoso ícono estará en la exposición titulada "Tesoros del Cielo", que reunirá diversas reliquias cristianas. En la muestra abundan los objetos supuestamente relacionados con Jesús como la Sábana Santa de Turín, el llamado "Santo Prepucio", conservado en Amberes (Bélgica), Chartres (Francia) y la ciudad italiana de Calcata, los "clavos santos", la lanza utilizada en la crucifixión o fragmentos diversos de la cruz. El Mandylion de Edesa surgió, según la tradición, después de que el rey Agbar de Edesa (hoy la ciudad turca de Urfa) pidiese a un pintor desconocido que viajase a Tierra Santa para retratar a Jesús. El pintor no pudo captar su imagen al quedar deslumbrado por la luz, pero Jesús se secó entonces el rostro con una toalla y dejó su imagen en el paño. Algunos creen que el icono del Vaticano es el original mientras que otros afirman que es una copia creada en el siglo V. Una leyenda árabe cuenta también que la toalla, que desapareció durante la conquista sasánida de Edesa en 609, fue arrojada a un pozo en lo que hoy es la Gran Mezquita de la ciudad y, según la tradición cristiana, el paño fue intercambiado en el año 944 por un grupo de prisioneros musulmanes. La imagen de Edesa se llevó a Constantinopla y fue recibida con todos los honores por el emperador Romano I, que la depositó en el Palacio Imperial, donde permaneció hasta que los cruzados saquearon la ciudad en 1204 y se llevaron gran parte de los tesoros a Occidente.


Fuente: clarin.com


LA CINTURA ESPEJADA QUE CAUTIVA A MÉXICO



Un paseo por la nueva sede del Museo Soumaya, que exhibe la colección de arte del millonario Carlos Slim. Reúne más de 60 mil obras: desde arte precolombino a Rivera, Rodin y Dalí.

El edificio, cubierto por 16 mil espejos hexagonales, mide cuarenta y tres metros de altura.


A la distancia, 16.000 espejos hexagonales brillan: reflejan el azul del cielo como una enorme proa sin mar en plena Ciudad de México. Son cuarenta y tres metros de piel plateada que se levantan desde el concreto de una plaza con pocos árboles y construcciones en proceso. La geometría de la nueva sede del museo del multimillonario Carlos Slim tiene que ver con la de los bustos del escultor francés Auguste Rodin, el favorito del empresario, quien posee la colección más grande de su obra fuera de Francia. Si le preguntan al hombre más rico del mundo si antes de casarse sabía de arte, dirá que no. Fue Soumaya quien desde su luna de miel lo arrastró a su pasión de coleccionar. Este museo es el recuerdo de ella, su única esposa, con quien tuvo seis hijos y vivió 33 años, hasta que falleció en 1999. Ella le pidió que abrieran su colección al mundo y tal vez por eso la entrada es gratuita. La armadura del Museo Soumaya es un “contenedor de arte”, describió el arquitecto del museo, Fernando Romero, un joven de 39, casado con Soumaya, hija menor del magnate. En un diseño futurista, solo 28 columnas de diferentes espesores y curvaturas detienen las fachadas exterior e interior. El sexto nivel, dedicado a los papás de Slim, no tiene columnas: el techo está suspendido. “El museo sorprende por dentro y por fuera”, opinó asombrado el periodista estadounidense Larry King, invitado por Slim a la inauguración el 1° de marzo pasado. También estuvo el colombiano Gabriel García Márquez. El museo está en la plaza Carso, el corazón financiero de la Fundación de Slim. La plaza se llama así porque es una combinación de las primeras letras de los nombres de Carlos y Soumaya y el terreno mide 17 mil metros cuadrados: casi la superficie de la Plaza de Mayo. A pasos de la puerta de cristal giratoria, se encuentra “El Pensador” de Rodin, en un vestíbulo de sillones aterciopelados, pisos de mármol griego y olor a madera noruega. El resto de las más de 60 mil piezas de arte de Slim se distribuyen en los seis pisos en espiral que dan continuidad entre el espacio y las obras. El primero está dedicado a las monedas: virreinales, republicanas y del segundo imperio mexicano. El segundo, al retrato mexicano del siglo XIX y las artes aplicadas. Desde aquí comienzan las curvas del edificio, paredes blancas interminables y rampas. El tercer nivel es para los antiguos maestros europeos y novohispanos. El cuarto para el paisaje mexicano, el impresionismo y primeras vanguardias. Convergen Tintoretto, El Greco, Rubens, Picasso, Renoir, Gibran. Y en el quinto se exhiben esculturas mesoamericanas y arte mexicano del siglo XX. Aquí destacan un magnífico mural de David Siqueiros y las obras de Jesús Helguera, rodeados de vasijas y platos precolombinos. Finalmente, la enorme sala principal, con el nombre de Julián y Linda Slim, alberga los Rodin y los Salvador Dalí. En fin, se exhiben obras de diversos tiempos y geografías: el ecléctico museo de un millonario que quiere compartir el amor al arte que aprendió de Soumaya.


Fuente: Revista Ñ Clarín