Figurín realizado por Renata Schussheim para Child Alice (1988), de Oscar Aráiz, estrenada en Ginebra Gentileza Renata Schussheim
Daniel Gigena
Existe una rica tradición de artistas argentinos que aportaron su creatividad y esfuerzo al mundo de la ópera. El fundador del taller de escenografía del Teatro Colón fue, antes de eso, un reconocido artista plástico: la labor de Rodolfo Franco (Buenos Aires, 1889-1954) no sólo ahorró costos al teatro (que importaba todo de Europa) sino también estableció una escuela a la que convocó a varios artistas: Martín S. Noel, Alfredo Guttero, José María Aguirre, Vladimiro Acosta. "En aquellos años en que el Teatro Colón utilizaba los desteñidos y enmohecidos decorados que se compraban en Europa, Franco bañó de color el escenario de nuestro primer coliseo, aportando con su nueva visión de las formas escénicas una verdadera revolución escenográfica que aún hoy no ha sido superada", escribía en 1950 Mario Vanarelli (Buenos Aires, 1917-2005), uno de sus discípulos.
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Boceto de Rodolfo Franco para la ópera Ollantay.
"Los primeros escenógrafos
argentinos fueron artistas plásticos -dice Cora Roca, autora del libro Homenaje a la escenografía
argentina (Eudeba)-. Franco,
fundador de las carreras de escenografía en la Escuela Superior
de Bellas Artes (1923), de una similar en el Teatro Argentino de La Plata (1924) y del taller de
escenografía del Teatro Colón (1924), en su gestión como director escenográfico
del teatro entre 1924 y 1931 convocó a artistas plásticos que luego de
experiencias europeas eran atraídos por el teatro, como José María Aguirre,
Héctor Basaldúa, Antonio Berni, Guido Bonomi, Horacio Butler, Pío Collivadino,
Armando Chiesa, Juan Del Prete, Guillermo Facio Hebequer, Raquel Forner,
Alfredo Guido, Gori Muñoz, Lino Spilimbergo, Abraham Vigo. Ellos integran la
lista de los tantos nombres de pintores que llevaron sus cuadros a escena,
realizando decorados de inusitado valor plástico que sentaron las bases de la
escenografía argentina en el siglo XX."
Franco, que renunció a ese cargo en el Colón en ocasión del primer golpe de
Estado, había contribuido a la "argentinización" de la ópera con
trabajos para Ollantay, Tabaréy Lázaro, entre otras. Hizo más
de 380 escenografías, además de exposiciones, murales e ilustraciones. Su obra
plástica integra la colección de museos nacionales como el Sívori, el Quinquela
Martín y el Museo de San Rafael en Mendoza. Vanarelli trabajó con Franco en el Teatro Odeón y, para el
Colón, hizo decorados increíbles para Tannhäuser,
de Richard Wagner, en 1960, y para Tosca, de Giacomo Puccini, en 1974; también
colaboró para teatros líricos extranjeros. Por supuesto, Saulo Benavente y Luis
Diego Pedreira son nombres insoslayables de la escenografía para ópera elevada
a la categoría de arte.Además de pintar la cúpula del Teatro Colón, Raúl Soldi (Buenos Aires,
1905-1994) hizo las escenografías de La Bohéme, de Puccini,
en los años 60, y Elixir de
amor, de Donizetti, en los años 70 y 80 (la segunda vez, con régie de Onofre Lovero). Eduardo
Lerchundi (Buenos Aires, 1926), formado en la Escuela Superior
de Bellas Artes Ernesto de la
Cárcova, también fue discípulo de Franco. Además de docente,
integró los equipos de varios teatros oficiales y, para el Colón, diseñó el
vestuario de La Traviata, de
Giuseppe Verdi, en 1965, y para la encantadora ópera de Maurice Ravel El niño y los sortilegios, en
1972. Los trabajos de estos artistas representan un acervo cultural tan valioso
como innovador; no obstante, en muchos casos, no fueron preservados y sólo
existen bocetos o registros fotográficos.
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Boceto de Mario Varanelli para la ópera La Bohéme, de Puccini, 1978 |
Creadores contemporáneos
Una de las artistas más consecuentes en la experimentación con trabajos para ópera es Renata Schussheim (Buenos Aires, 1949). Creadora de múltiples facetas, sus decorados y vestuarios para óperas como El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, para el Teatro Real de Madrid, y Carmen, de Bizet, y El ruiseñor, de Stranvinski, para el Teatro Colón de Buenos Aires, representan hitos insuperables de delicadeza, delirio y sensualidad. Este año, Schussheim diseñó el vestuario de la puesta de Don Giovanni, de Mozart, en el Colón.Para averiguar qué otros artistas plásticos participaron en las producciones de ópera, es recomendable visitar la página www.operas-colon.com.ar, que si bien no es oficial del Teatro Colón, sí es muy confiable y posee un excelente buscador. Entre los resultados, se consigna la colaboración de Guillermo Kuitca para el Colón, en 2003, con su escenografía fantasmal y etérea para la ópera El holandés errante, de Wagner, con dirección de Daniel Suárez Marzal. El artista nacido en Buenos Aires -quien diseñó el telón actual del teatro, junto con Julieta Ascar- ya había abordado en 1961 la obra del compositor alemán con una serie de cuadros. "La ópera como un campo de batalla es uno de los lugares más interesantes del arte, y no solamente por la confluencia de disciplinas -declaró en ocasión del estreno de esa ópera, en 2003-. Mi ojo no es necesariamente el del escenógrafo, me sigue interesando pensar la escenografía como una especie de instalación dramática."
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