Muestra itinerante. Artistas seleccionados del Programa Interactivos De Fundación Telefónica muestran sus trabajos en el Museo Castagnino.
La magia se esconde en mecanismos simples con un gran impacto que logran seducir y conmover al espectador. |
Por Marina Oybin
Estamos en Variaciones Tecnológicas II , en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, en Rosario, donde con curaduría de Marcelo Marzoni se exhiben las obras de seis jóvenes artistas argentinos seleccionados en el Programa Interactivos 2011 y 2012. Las obras, producidas por el Espacio Fundación Telefónica, integran un proyecto de muestra itinerante que recorrerá distintas ciudades del país. Con la coordinación de Rodrigo Alonso y Mariano Sardón, los artistas trabajaron en un proyecto de su autoría, desarrollando tanto el eje conceptual como la potencialidad de realización a nivel técnico y expositivo.
En un ambiente en penumbras, una serie de nidos de hornero iluminados con LEDS generan colores diferentes de acuerdo al tiempo en cuatro ciudades de nuestro país. Día a día, el pronóstico se actualiza en tiempo real. Según el sol o la lluvia, el nido muta a rosa o celeste. “4 nidos de horneros”, que integra la serie (volver a casa) , surgió de una dolorosa experiencia que vivió Fabián Nonino, el creador de esta obra: esos cuatro nidos simbolizan las cuatro ciudades donde fueron enviados Nonino –cuando apenas tenía diez años– y sus hermanos cuando su padre murió. Su madre, cuenta el artista, los separó sin decirles dónde estaban los otros hermanos. “Cuando hablábamos entre nosotros el primer tema de conversación era el clima”, recuerda. Así surgió su poético programa “Meteorón”, un dispositivo ideado para rastrear el clima en distintos sitios.
En un ambiente en penumbras, una serie de nidos de hornero iluminados con LEDS generan colores diferentes de acuerdo al tiempo en cuatro ciudades de nuestro país. Día a día, el pronóstico se actualiza en tiempo real. Según el sol o la lluvia, el nido muta a rosa o celeste. “4 nidos de horneros”, que integra la serie (volver a casa) , surgió de una dolorosa experiencia que vivió Fabián Nonino, el creador de esta obra: esos cuatro nidos simbolizan las cuatro ciudades donde fueron enviados Nonino –cuando apenas tenía diez años– y sus hermanos cuando su padre murió. Su madre, cuenta el artista, los separó sin decirles dónde estaban los otros hermanos. “Cuando hablábamos entre nosotros el primer tema de conversación era el clima”, recuerda. Así surgió su poético programa “Meteorón”, un dispositivo ideado para rastrear el clima en distintos sitios.
“Pensé en la casa ideal para ellos. Estos nidos de hornero satisfacen para siempre toda la carencia que alguna vez imaginé”, dice el artista, que encontró los nidos en los postes de los alambrados de Morrison, un pueblo de Córdoba de unos tres mil habitantes donde nació, y en el que volvieron a reencontrarse los hermanos.
Hay también un autorretrato de su padre hecho con papeles. En cada hoja de color registró un día y un recuerdo inventado y deseado: diálogos e imágenes que le gustaría que hubiesen existido conforman este retrato efímero y al mismo tiempo potente. Uno se encuentra con amorosas conversaciones entre padre e hijo, fechadas y con su potencial pronóstico de tiempo. “Con la muerte de mi papá, se borraron todos mis recuerdos de él”, confiesa el artista, que luego siguió trabajando con la figura de su padre en otras obras tan conmovedoras como ésta.
“AQUÍ. Una canción en la superficie hipertemporal” es una canción interactiva, una obra realizada por los artistas sonoros Hernán Kerlleñevich y Mene Savasta Alsina, quienes recibieron una mención honorífica en el Prix Ars Electronica 2013 (Austria). Además, este colectivo artístico estuvo a cargo del diseño y edición de sonido de la instalación que Nicola Costantino presentó este año en la Bienal de Venecia.
Para hacer esta obra, los artistas se preguntaron qué pasaría si los sonidos ocuparan un espacio: la instalación propone una canción interactiva que requiere del movimiento del espectador para ser compuesta de múltiples maneras. Hay tantas creaciones musicales como posibles recorridos: el visitante se transforma en una especie de cursor, y varios espectadores crean una polifonía singular.
La instalación avanza en el cruce de distintas disciplinas, incluyendo el trabajo del compositor y el artista visual. Un dato a tener en cuenta: está hecha con software libre, accesible para cualquiera.
Seguimos. Con monitores, reproductores de DVD, cables y parlantes, “Canción dormida/tríptico para el tesorero de la noche” es la instalación de Leonello Zambón. La idea surgió cuando Zambón escuchó a una amiga tocar al piano “Gaspar de la nuit”, de Ravel: “Una pieza oscura, taciturna. Pero a la vez compleja, bella y ambiciosa. Hoy pienso esta pieza como una suerte de premonición sobre la enfermedad que paulatinamente le impediría escribir música. En sus últimos años de vida, la afasia le haría perder la capacidad de leer y escribir. Ravel podía seguir escuchando música nueva en su cabeza, ya no podía traducirla a un lenguaje y una estructura formal reconocibles. Poco a poco su cuerpo también se disolvería en medio de esta disolución del lenguaje”, dice Zambón.
En “Las seis ideas” (2013), Juan Rey trabaja con placas de circuito impreso con la imagen de seis bollos de papel descritos por delgadas líneas de cobre, pequeños paneles fotovoltaicos y LED. Ante una fuente de luz, el sistema adquiere vida: los paneles generan un pulso eléctrico que circula por las líneas de cobre. Sólo con una pequeña fuente de luz natural o artificial se completa el circuito. La tecnología electrónica deviene textura visual. Con elementos tecnológicos y en formato clásico (se conserva el marco del cuadro tradicional), Rey utiliza dispositivos simples que no necesitan estar conectados a la red.
“Dandelion” es una escultura sonora automática de madera con tubos de cobre. En esta bella obra flotante, Oliverio Duhalde trabajó con tecnología de principios de siglo XX. Inspirado en la semilla del dandelion, por estas pampas conocido como “panadero”, Duhalde desató una escultura sonora pensando en el comportamiento celular. Con la presencia del espectador, la obra cobra vida: la escultura empieza a sonar a través de la ejecución de un algoritmo basado en conceptos biológicos. Sonidos como campanadas se propagan en la sala. Cada vez que alguien entra, la secuencia de sonidos que se genera es diferente. Después de un rato, exhausto, el organismo descansa: impera el silencio.
En las salas del Museo de Bellas Artes Castagnino, hay que caminar, detenerse, dejar que el cuerpo juegue libre. Escuchar. Uno descubre que en las obras expuestas las tecnologías aplicadas no son complejas ni sofisticadas. La magia se esconde en mecanismos simples con un gran impacto: logran seducir y conmover al espectador.
FICHA
Varios artistas. Variaciones tecnológicas.
Lugar: Museo Castagnino. Av. Pellegrini 2202, Rosario.
Fecha: Hasta el 15 de diciembre.
Horario: Lunes, miércoles, jueves y viernes de 14 a 20. Sábados y domingos de 13 a 19.
Entrada: Adultos $7. Menores de 12, gratis.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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