Sin coartada para borrar la estatua de Colón
Esta historia es fácil de contar pero difícil de comprender. O tal vez no tanto. Estaba Hugo Chávez en el despacho de Cristina Kirchner y al mirar la estatua en la plaza que está detrás de la Rosada le dijo: “¿Qué hace ahí ese genocida?”. El genocida era Cristóbal Colón.
Eso pasó en el 2011. Dos años antes, Chávez había retirado de un parque en Caracas la última estatua de Colón que había en la ciudad. “Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza sino un genocidio... ahí hay que poner un indio”. Eso fue lo que dijo.
A menudo Cristina piensa también por consignas y copió los pasos de Chávez o está tratando de copiarlos. Mandó sacar a Colón y reemplazar su estatua por otra de Juana Azurduy. Pero tuvo y tiene un problema: esa plaza no es el patio trasero de la Rosada ni el monumento es de su propiedad. Son de los vecinos de Buenos Aires.
Por cuenta y orden de ella, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, firmó un convenio para mudar a Mar del Plata al ahora indeseable Colón. En el kirchnerismo hay obsecuencia para regalar y Parrilli pica siempre en punta. Pero acá metió la pata: la Ciudad y la colectividad italiana que donó el monumento frenaron el traslado ilegal en la Justicia.
¿Qué hizo el Gobierno? Lo desmontó igual, con el pretexto de que debían repararlo y que eso no lo impedía el amparo judicial. Otra metida de pata: ahora se sabe que a comienzos del 2007 había sido ya restaurado y sin necesidad de desmantelarlo. Y que entonces se hicieron reparaciones similares a las que dicen el monumento precisa hoy.
La estatua, tallada en Italia en mármol de Carrara por el escultor Arnaldo Zocchi, yace desde hace cinco meses acostada sobre su espalda.
La Historia, así con mayúscula, es compleja y no se articula nunca con el simplismo de los populismos. Colón aproximó a dos mundos y fue la avanzada de una conquista primero sangrienta y envuelta en el infierno de la codicia y enriquecedora después.
Con sus viajes el almirante concretó la verificación astronómica de Galileo y de Copérnico y probó que la Tierra era efectivamente redonda. El mismo volvió a España encadenado y fue a la cárcel, acusado por los personeros de la Corona de gobernar mal el Nuevo Mundo.
Si profundizáramos la iniciativa chavista de Cristina de borrar a Colón, habría que cambiarle el nombre a un país, Colombia, y a innumerables pueblos y localidades en toda América. A la ciudad de Colón en Entre Ríos, por ejemplo y al club Colón. También, al Teatro Colón y a la avenida Paseo Colón y así todo hasta barrerlo de los mapas.
Hay en todo esto una ideología rudimentaria y un capricho de no dar el brazo a torcer y persistir en el error. Pero, pasados los siglos, no es improbable que la historia olvide a Cristina Kirchner. Y a Chávez. Difícilmente, a Colón.
Fuente texto: clarin.com
Fuente texto: clarin.com
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