Por Mercedes Pérez Bergliaffa
El no viajó a Buenos Aires pero sus obras sí. Son ciento
veintidós grabados que el gran artista argentino Antonio Seguí donó
recientemente al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA). Y es
allí donde se están exponiendo ahora, en el marco de la exhibición Antonio Seguí. Grabados 1996-2001.
Como el pintor no pudo asistir, relató vía telefónica a Clarín, desde París –ciudad donde vive ya hace más de cuarenta años– el por qué de la donación.
“La
razón es muy simple: hace tiempo me encontré con Laura Bucellato
–coordinadora directiva del MAMBA–, quien me habló de la importancia de
que un museo en Argentina concentrara mi obra. Y la verdad es que me
convenció fácilmente”, sostiene Seguí, riendo (es de humor afable y
sonrisa fácil, Seguí).
Usted ya había realizado anteriormente una
donación grande de obras al MAMBA, ¿no es así? Sí, en 2001 había donado
unos trescientos treinta grabados. Con esta segunda donación completo y
actualizo esa colección.
¿Podría decirse que el MAMBA posee toda
su obra gráfica? Se muestra una gran parte de la obra gráfica que
produje desde los años ‘52,’53. Digamos que el MAMBA tiene el setenta
por ciento de mi obra gráfica.
Entrando al museo, inmediatamente
se percibe el despliegue de los personajes de Seguí, esos hombrecitos
con sombrero tan característicos suyos, esos “hombrecitos-hormiga”
urbanos. Ellos lo inundan todo: las calles de las ciudades dibujadas,
sus casas, y ahora, también, hasta las paredes de este museo de San
Telmo. Son casi como personajes de historieta; divertidos, simples,
livianos. Mostrando alegría de vivir.
Hay un hombre entregando un pescado a una mujer: una ofrenda (El regalo). Hay otro hombre que observa fijamente a una pareja descansar bajo una palmera (En el Caribe). Hay un hombre y una mujer haciendo contacto visual, a pesar de no tener ojos (Historia de amor). Todos estos son grabados de trazos simples, sintéticos y realizados en blanco y negro con una técnica poco usual: el carborundum
. Se trata de una técnica bastante nueva –fue inventada a fines de los
años ’50– en la que se dibuja con un material específico –una laca o
adhesivo mezclado con el polvo de un metal, el carborundum –
sobre una superficie. Luego eso se entinta, se pone un papel encima, se
pasa por la prensa, et voilà! ¡Nació un grabado! La técnica fue muy
utilizada por grandes artistas como Joan Miró y Antoni Tápies. “Me
interesa mucho la textura que da ese material”, explica Seguí. “Siempre
me gustaron las materias pastosas y fuertes.” En la exposición también
hay litografías, serigrafías, aguafuertes y aguatintas. Pero la novedad
son, sin dudas, las impresiones al carborundum.
¿Piensa
volver a vivir a la Argentina? Lo intenté varias veces, pero no sé si en
alguna estuve realmente convencido. Aquí, en Francia, nació mi hijo,
tengo mis nietos… Esperábamos verlo en la inauguración de su muestra,
Seguí.
Estuve pensando en ir, hasta tenía el boleto en la mano;
pero no, no tuve tiempo. Tengo dos o tres libros que editar –uno con
textos de Alberto Manguel–, estoy preparando una exhibición para fin de
mes, en una capilla cercana a Tolouse; otra exposición en Miami… Igual,
usted ya sabe: soy de los que creen que está bien mostrarse poco Esto
dice el artista, desde su taller en París. Y hasta por teléfono se le
adivina la risa a Seguí, el hombre de mirada amable, el pintor de los
hombrecitos.
Antonio Seguí básico.
Antonio Seguí básico.
Córdoba, 1934.
Pintor. Integró la vanguardia de los 60.
Se instaló en París en 1963 y trabajó en el taller de Antonio Berni.
Ganó el Gran Premio del Instituto Di Tella. Colaboró en la creación del
Centro de Arte Contemporáneo en el Chateau Carreras.
Fuente: clarin.com
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