CIENTO TRECE METROS DE ARTE ROSARINO, EN EL CORAZÓN DE RÍO

La monumental obra, dice el artista, se alimenta de Internet, de la televisión, de la biotecnología y de los graffitis.








Recorrido. Como una serpiente, el trabajo de Marcaccio atraviesa el edificio donde está....


La ciudad de Río de Janeiro deslumbra: a partir de hoy, en la exquisita Casa Daros se expondrá –por primera vez en el continente americano– la famosa pintura gigante Paintant Stories (Historias con Pintantes) del artista argentino Fabián Marcaccio), dentro de la muestra que lleva ese mismo nombre.
Una “pintante” es una obra que combina distintas técnicas y en la que el arte desborda en la arquitectura. En Buenos Aires dejó huella una que se expuso, en 2005, en la terraza del Malba: medía 30 metros, se llamaba Ezeiza y retrataba la violencia del día en que Perón volvió del exilio.
La Paintant… que se ve en Río pertenece a la colección suiza Daros, una de las colecciones de arte latinoamericano más grandes del mundo. Mide 113 metros de largo por 4 de alto y entra y sale del edificio de Daros como si se tratara de una serpiente gigante. Así, el trabajo de Marcaccio (Rosario, 1963) actúa como pintura. Pero también es una intervención urbana que irrumpe en el paisaje de la ciudad, que en este barrio, Botafogo, tiene palmeras, autopistas, altos edificios blancos y grises, una bahía y, por supuesto, muchos morros sobre los que hoy cuelgan las nubes.
Clarín recorrió la pintura gigante junto al artista y también presenció el taller que Marcaccio brindó para los estudiantes de arte de Brasil.
En acción. Marcaccio pintó 100 metros en Nueva York y 13 en Río.

El pintor les comenta a los futuros artistas: “La obra original tenía 100 metros de largo pero acá, en Río, pinté casi 14 metros más. Acabo de terminar”. Y a medida que habla mira una y otra vez su Paintant. En la sección de la muestra llamada “Lab” (donde expone, como en un laboratorio, partes del proceso de Paintant) detalla: “Estos objetos de silicona que pueden ver son, en realidad, la materialización de algo que no existe: de una idea. Son una situación filosófica”. Los jóvenes miran. Asombrados, fotografian y tocan.
Residente en Nueva York desde hace tres décadas, el artista es uno de los pocos pintores argentinos de las generaciones medianas que se ganó una trayectoria internacional realmente importante, a fuerza de pura pintura, discurso –tiene formación en Filosofía– y una originalidad arrasadora. Y este no es un dato menor, en tiempos en los que la pintura, después de una época de haber estado relegada y mantenida al margen por el mercado y la moda, vuelve ahora con toda su fuerza.
Exponer la gigante Paintant de Marcaccio en Daros es reafirmar que la pintura nunca muere y que, al contrario, se va renovando de acuerdo a los tiempos que corren. Esto dice el pintor: “Yo soy, en realidad, un artista híbrido. Me relaciono con lo que llamo “artistas esquizofrénicos”.
Y se escapa por la ventana. La obra se escabulle por espacios arquitectónicos.

Hay pintores que son muy puros en lo que hacen, pero yo no, yo necesito ser híbrido porque todo el tiempo busco conexiones. Mi pintura se alimenta de Internet, de la televisión, de la biotecnología, de los banners de la calle, de la propaganda, de lo digital, del graffiti, de las imágenes. Esa es mi grandeza y mi debilidad”.
Marcaccio mezcla un poco de todo en sus obras: técnicas digitales, resinas, siliconas, pigmentos, collages. Creó lo que él llama una “pintura expandida”. Con ella pretende hacer “una pintura tan rica y tan llena de contenido como la Internet misma”. Intenta expandir las posibilidades de la pintura.
Las Paintant Stories estarán exhibidas en Río hasta agosto. Pero en estos últimos días, en Daros, corrió un rumor por lo bajo, entre los invitados, periodistas y críticos: parece que pronto podríamos llegar a ver una Paintant grande del artista en Buenos Aires. ¿Quién se animará a trasladar la obra, cómo…? Bueno, los murmullos dicen que una institución importante está comenzando charlas con Marcaccio. La idea sería exhibir su obra al aire libre. Crucemos los dedos para que esta innovadora forma de pintura, bien del Siglo XXI, pronto pueda verse en la Argentina.
Por ahora, Río de Janeiro tiene ese privilegio.

Fuente: Revista Ñ Clarín

NI EL GOBIERNO NI LA UNESCO FINANCIARÍAN VILLA OCAMPO

Patrimonio.
La decisión de Cristina Kirchner de dar marcha atrás con un convenio fue celebrada por personas ligadas al centro cultural.



Por María Pagano / LA NACIÓN

La noticia de que Cristina Kirchner ordenó dar marcha atrás con un convenio con la Unesco para que el Gobierno se hiciera cargo de Villa Ocampo fue celebrada por personalidades de la cultura que habían advertido que la cesión vulneraba el deseo expresado por Victoria Ocampo de preservar la propiedad de los "vaivenes políticos".
La Presidenta tomó esa determinación, según indicó en un comunicado el secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli, molesta por un artículo del viernes pasado publicado en LA NACION, en el que distintos intelectuales cuestionaban que el convenio contradecía los términos de la donación a la Unesco realizada en 1973.
En el comunicado publicado anteanoche en la página web de la Casa Rosada, Parrilli calificó de "malintencionada" la nota de LA NACIÓN e informó que la Presidenta había instruido al secretario de Cultura, Jorge Coscia, para dejar sin efecto el convenio que proponía la creación en Villa Ocampo del Centro Internacional sobre Políticas de Diversidad Cultural, Desarrollo y Creatividad.
"Casi al final de la nota -sostiene Parrilli en su comunicado- se relata que en 2003 se emprendió la restauración de Villa Ocampo, financiada por la Unesco y el Gobierno". Según el funcionario, no se aclaraba si se trataba del "gobierno nacional, provincial o municipal". El funcionario apoyó su crítica en ese detalle para argumentar que "LA NACIÓN oculta y con mala intención silencia que desde 2003 y hasta el año 2006, durante la presidencia de Néstor Kirchner, se realizó la obra de restauración de Villa Ocampo, financiada totalmente por el gobierno nacional".
Fabio Grementieri, especialista en patrimonio y quien, junto con otras personalidades vinculadas a la historia de Villa Ocampo, había expresado su preocupación por la decisión de la Unesco, celebró el anuncio del Gobierno. "Me parece bien lo que dijo la Presidenta de respetar la voluntad de Victoria Ocampo, es algo inteligente", sostuvo. Y agregó: "La Unesco no se puede abrir así como así después de 40 años de gestión porque atraviesa una fase de «reingeniería financiera»".
A su vez, afirmó que "los fondos con que se financia la Villa se pueden reunir con la colaboración de fondos privados y públicos" y sostuvo que "incluso el Gobierno podría participar", aunque no como administrador ni gestor, sino como "huésped", o un miembro más de una junta directiva plural. Además, subrayó que "el Gobierno de hecho ya llevó adelante, junto con la Unesco, una restauración que fue ejemplar" y "cumplió con su compromiso tras haber declarado a Villa Ocampo Monumento Histórico Nacional".
Sonia Sheber, vicepresidenta de la Asociación de Amigos de Villa Ocampo, opinó que actualmente las actividades de la Villa se sostienen con aportes de alrededor de 100 socios y de donantes privados y públicos, y que la administración futura "se podría llevar adelante como ya lo hacemos con estos proyectos". "No sabemos cómo se va a resolver el financiamiento anual, pero esperamos que quien venga respete las normas de preservación y patrimonio", aseguró.
Sonia Berjman, restauradora ad honórem del jardín de Villa Ocampo desde hace más de diez años, agregó: "Con esta novedad nos pondremos a trabajar en esta nueva etapa, esperando que la Unesco respete también su voluntad y nos respalde en este trabajo que venimos haciendo desde hace más de 10 años".
En tanto, Silvana Mazzalan, coordinadora del Proyecto Villa Ocampo/Unesco, aseguró que, tras el anuncio de Parrilli, no recibieron ninguna comunicación oficial por parte del organismo con sede en París. "Las actividades en la Villa siguen, se desarrollan normalmente y la asignación de recursos por parte de la Unesco sigue siendo habitual como todos los años", dijo.
El 7 de marzo pasado la Unesco firmó un convenio con el Gobierno para cederle la administración de Villa Ocampo. En ese documento la Unesco señaló que "se concederá al Gobierno de la Argentina un contrato de préstamo de uso (comodato)", sobre la base de la necesidad de utilizar Villa Ocampo de forma más estratégica y con una mejor relación costo-eficacia. La realidad es que la Unesco transita por un momento financiero delicado y, por eso, decidió ofrecerle al Gobierno que afrontara los aproximadamente 500.000 dólares de costos anuales de mantenimiento de la propiedad y el centro cultural.
En el comunicado, Parrilli instó con un tono que destila ironía a que "las autoridades de LA NACIÓN y todas las personalidades que se sienten depositarias del legado de Victoria Ocampo no dejen en el abandono y la desidia la Villa Ocampo y sepan proteger y cuidar también los importantes fondos que todos los argentinos aportaron a la preservación de la memoria de todos los argentinos, sin importar la matriz ideológica o política".

CRONOLOGÍA DE UN CONVENIO

El 7 de marzo pasado la Unesco firmó un convenio con la secretaría de Cultura de la Nación para cederle la administración de la finca histórica.
La Unesco recibió la propiedad de Victoria Ocampo en 1973 tras una donación en la que la propietaria había expresado que deseaba preservar el lugar de los "vaivenes políticos". La Unesco, tras casi 40 años, decidió entregarla en comodato por problemas financieros.

Fuente texto: lanacion.com

FRANCIA CONDECORÓ A QUINO


Joaquín Lavado, Quino, el creador de la célebre “Mafalda”, en la 34 ª Feria del Libro “Salon du Livre de París”, donde la Argentina fue la invitada de honor, recibió la Legión de Honor, la máxima condecoración francesa, de manos del embajador de Francia en Buenos Aires.


Foto: AFP

REMATAN UN STRADIVARIUS

La “viola más perfecta” de Stradivarius, “Macdonald”, creada en 1719 por el renombrado lutier Antonio Stradivari (1644-1737), que Sotheby’s sacará a subasta. EFE



La “viola más perfecta” de Stradivarius, “Macdonald”, creada en 1719 por el renombrado luthier Antonio Stradivari, 1644-1737, que Sotheby’s sacará a subasta.


Fuente: EFE

EL ESCULTOR CHINO LIU BOLIN EXPONE EN PARÍS

 Visitantes caminan junto a la escultura titulada “Iron Fist” del artista chino Liu Bolin, durante la inauguración de la Feria del Arte de París, Francia, el 26 de marzo del 2014. (EFE/Etienne Laurent)

Visitantes caminan junto a la escultura titulada “Iron Fist” del artista chino Liu Bolin, durante la inauguración de la Feria del Arte de París, Francia, el 26 de marzo del 2014.


Foto: EFE/Etienne Laurent

UN MENÚ MUY IMPORTANTE:
INVESTIGAN QUÉ SE COMIÓ DURANTE LA ÚLTIMA CENA

Los expertos partirán del análisis de las comidas palestinas de hoy para tratar de llegar a las del siglo I.
Versión renacentista. La Ultima Cena según la imaginó Leonardo Da Vinci entre 1494 y 1497, cuando la pintó.

Por Mauro Pianta

¿Cuáles fueron los platos de la Última Cena? ¿Qué cenaron Jesús y los Apóstoles durante el que fue uno de los momentos fundamentales del Cristianismo? Son las preguntas a las que pretenden dar respuesta dos arqueólogos turineses (Generoso Urcioli y Marta Bergogno), que viajarán en abril a Tel Aviv y después a Jerusalén con el objetivo de descubrir el antiguo menú. Viajará con ellos la periodista y fotógrafa Sarah Scaparone.
 El estudio forma parte del proyecto de divulgación científica “Arqueorecetas”, cuyo objetivo es justamente reconstruir las costumbres alimenticias de las civilizaciones de la antigüedad. “Nuestras fuentes –explicó a Vatican Insider Generoso Urcioli– son los datos arqueológicos, desde la iconografía hasta el análisis del contexto histórico y las técnicas cada vez más sofisticadas para analizar materiales, mediante las que es posible entender cómo se preparaba un determinado alimento en un contenedor de cerámica”. Para costear esta investigación, que no cuenta con financiamiento, los aventureros abrieron un sitio para recibir fondos (www.indiegogo.com/projects/ultima-cena).
Los especialistas parten de las comidas palestinas actuales e intentan remontarse a las de hace dos mil años. En el estudio de los arqueólogos de la comida ya hay algunas certezas: “Jesús y los suyos –recuerda Urcioli– eran judíos y seguían la tradición. Lo cual imponía, por ejemplo, que no pudieran comer carne de ungulados (animales como la cabra) con pezuñas, usar el farro (un cereal)o cocer la carne en leche”. “Otro aspecto seguro es que aquella Jerusalén, bajo dominio romano, era una ciudad internacional, por lo que existiría una cocina con influencias” latinas. La última certeza: “El Cristianismo es la única religión monoteísta que no tiene prohibiciones alimenticias”. Pero, ¿por qué es importante saber qué incluía el menú de la Última Cena? “Se trató de un evento importante para la historia de la humanidad –responde Urcioli–, al cual sería importante para la historia dar profundidad y concreción. Porque no hay nada más concreto y cotidiano que la comida”.

Fuente: clarin.com

EL CHAMÁN DE LA VANGUARDIA

Retrospectiva. Llega a la Argentina la obra de Joseph Beuys, el hombre que revolucionó profundamente el arte visual y escénico del siglo XX y puso el cuerpo y la propia vida en el centro de su producción artística. Los lectores de Ñ, invitados a Proa.

Chamán de la vanguardia

Por Mercedes Pérez Bergliaffa


La revolución somos nosotros”: el hombre camina, se hace sacar una foto y decide su título. “La revolución somos nosotros”, pensaba Joseph Beuys (Krefeld, 1921- Düsseldorf, 1986), autor de la mítica y fundamental obra: una simple y potente fotografía. Heredero de la transformación artística, mental y objetual inaugurada a principios del siglo XX por Marcel Duchamp y el dadaísmo, y en sintonía con el clima político de la Europa de los 60 y 70 –específicamente con el de la Alemania de la guerrilla urbana, la de la Fracción del Ejército Rojo y su lucha antiimperialista–, Beuys no duda en autocrearse y erigirse como un mito,un artista extremo basado profundamente en la intensidad y la acción. Beuys no distingue entre arte y vida: es desplazamiento, la energía que lo genera y contagia, la provocación, el quiebre; y no una obra.   Este artista, que cambió la historia del arte mundial desde la segunda mitad del siglo XX, llega hoy a la Argentina con la apertura de la retrospectiva Joseph Beuys , curada por Silke Thomas y Rafael Raddi en la Fundación Proa. Son 100 piezas –trabajos, y sobre todo registros fotográficos y objetos que documentan acciones y performances realizadas por Beuys entre 1955 y 1985, es decir, prácticamente hasta su muerte, en 1986. Si bien el núcleo más importante de obras de Beuys se encuentra en las colecciones de los museos Hamburger Bahnhof (Berlín) y en el Schloss Moyland (Cléveris, cerca de Düsseldorf), los trabajos reunidos aquí provienen de colecciones privadas europeas. Esta es, en realidad, la mayor retrospectiva que se haya realizado en Argentina con sus trabajos, luego de otra importante exposición que le dedicó en 1993 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA). Se trata de un momento nuclear en la revolución artística de la segunda vanguardia europea, que de todos modos, por sus propias características –por la transformación del concepto de obra de arte en sí– requiere ser descifrado. En los trabajos de Beuys no hay cuadros, esculturas ni instalaciones: hay vestigios, índices, rastros y documentos. Todo en ella se relaciona con la acción, la performance y con la vida misma y su fuerza creadora. Quien espere ver en la exposición de Proa pinturas o vitrinas se verá decepcionado. Beuys y sus trabajos son especialmente intrigantes, provocativos, simbólicos. En la muestra habrá cajas, fotos, un pico, videos de performances extremas o raras, y sobre todo, historias que giran alrededor de ello… ¿Qué es lo que convierte esos objetos en arte?, se preguntarán muchos. Lo que Beuys buscaba instigar es exactamente esa pregunta e incluso que el espectador se sintiera atacado en su pasividad. No le importaban los juicios. Era un provocador.
Beuys tenía un concepto de arte expandido, ampliado, obras que buscaban indignar o desconcertar al público de museos, que presuponía que “eso” no podía ser arte. Cincuenta años después, siguen produciendo esas reacciones. Beuys sostenía que un remolino de agua o el latido de un corazón podían ser una escultura. Prestaba especial atención al concepto de energía: consideraba que las esculturas eran reservorios de calor.
Por eso solía trabajar con grasa animal, un material que se modifica con la temperatura, las condiciones ambiente, el paso del tiempo; que se altera. 


Sin título
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Su famosa “Fat Chair” (Silla de grasa) de los años 60 lo muestra: no es una forma rígida sino un proceso energético: huele mal, se derrite, se pudre. Para Beuys, la grasa y el calor fueron partes nucleares de sus obras, tanto como son partes centrales de los seres humanos. Con ello el artista expresa que el hombre y la obra deben tener la capacidad de transformarse para poder adaptarse a situaciones nuevas. El arte debe seguir a la realidad y por lo tanto, ser fluido.
Grasa, calor, fieltro y miel: estos fueron los elementos que, a los 19 años, le salvaron la vida al joven Beuys cuando su avión –un Stuka de la fuerza aérea alemana de la Segunda Guerra– cayó en la Crimea soviética. Cuenta la historia –que muchos consideran una leyenda inventada por él mismo– que unos lugareños tártaros lo encontraron y lo untaron con grasa, lo envolvieron con fieltro y lo alimentaron con miel. Estos materiales y procesos que le salvaron la vida aparecerán una y otra vez en sus trabajos hasta el fin de sus días. Con ellos –y con ese incomprobable relato de iniciación–, Beuys refuerza que la obra es inseparable del mito del artista.
En 1974 Beuys realiza una de sus performances más sorprendentes,  I like America and America likes me  (Me gusta América y a América le gusto yo). El artista llega a Nueva York en avión; en el aeropuerto lo espera una ambulancia que lo traslada inmediatamente hasta la galería René Block, donde se encierra con un lobo durante tres días. Sale y vuelve a subirse a la ambulancia, que lo lleva al aeropuerto y de allí, directo de vuelta a Alemania, sin tocar nunca suelo estadounidense. ¿La acción de un mistificador? ¿El acting secreto de un domador de fieras? ¿Una estrategia de marketing? ¿Los Estados Unidos son un lobo para un alemán? Simboliza el acercamiento entre las culturas originaria y occidental y la toma de posición del artista como un chamán dominador de la naturaleza y las energías.
Beuys también integró el desafiante y rupturista grupo Fluxus, que huía de las categorizaciones, dedicado principalmente al cruce de medios artísticos, los happenings y las acciones. Entre los 60 y los 70, compartió el grupo con Yoko Ono, George Maciunas, Allan Kaprow y Wolf Vostell, entre otros. En Fluxus los artistas –provenientes de todas las disciplinas, hasta había un economista– pretendían “purgar al mundo de la enfermedad burguesa, la cultura intelectual, profesional y comercial; purgar al mundo del arte muerto, de la imitación, del arte artificial, abstracto, ilusionista, matemático, purgar al mundo del europeísmo. Promover una inundación y una marea revolucionaria en el arte”.
El grupo adhería a ciertos postulados radicales: creía en el anti-arte, postulaba un arte anti-comercial y decía: “Fluxus es una actitud. Los creadores de Fluxus gustan de trabajar con la intersección de diferentes medios artísticos. Los trabajos de Fluxus son simples: el arte es de tamaño chico, los textos son cortos. Fluxus es divertido. El humor siempre fue una parte importante de Fluxus”. Beuys fue más lejos: se concentró en el poder de la creación, en el proceso creativo y en la inmensa capacidad que todo ser humano posee con su creatividad. Está esa obra de Beuys que postula: “Toda persona es un artista”. 


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El creía que la creatividad y el arte son herramientas potentes, capaces hasta de hacer una revolución. Influenciado por los poetas románticos Novalis y Friederich Schiller, así como por la antroposofía de Steiner– creó lo que llamó “escultura social”: la sociedad en su conjunto debía ser, según Beuys, considerada una gran obra de arte, a la que cada persona puede contribuir de forma creativa. Postulaba así, también, una democratización del arte: no es una práctica aislada, algo que pueden hacer sólo unos pocos elegidos.
Estas ideas tomaron forma de partido político: a fines de 1967 Beuys creó el Partido Alemán de Estudiantes –con el fin de educar a las personas en la madurez intelectual en el concepto ampliado de arte–, que en 1971 se convirtió en la Organización para la Democracia por Referéndum, que postulaba una democracia plebiscitaria directa, más allá del consumismo y del capitalismo.
En sus comienzos, Beuys hizo trabajos más ortodoxos –acuarelas y dibujos sobre papel, por ejemplo– muchos de los cuales pueden verse ahora en Proa. Decía sobre ellos el artista: “El dibujo es una forma especial de pensamiento llevada a una superficie plana o redondeada.” Beuys pensaba a través del dibujo. La ruptura, el gran cambio en sus obras, comenzó cuando empezó a utilizar para hacer sus obras  objets trouvés  (objetos encontrados), noción que heredó del dadaísmo y de Duchamp. Estas primeras obras realizadas con objetos fueron dispuestas más tarde en vitrinas de vidrio. Y aquí vemos manifestarse otros de sus intereses tempranos, convertido, de adulto, en código artístico: la zoología y la botánica. El artista cuando niño jugaba cerca de su ciudad natal, en Cléveris, a tener un zoológico de hormigas y abejas. Las vitrinas que utilizó ya mayor eran farmacológicas o de museos de ciencias. En este momento, los animales tenían para él un sentido mítico, especialmente la abeja (por su sentido de organización colectiva).
Pero Cléveris era, también, una región de pastoreo. Artista y adulto, Beuys se pensó a sí mismo como a un pastor, quizás, como un líder religioso seguido por un rebaño imaginario. De ahí la imagen del cayado –“cayado de Eurasia”, lo llamaba él– que aparece una y otra vez en sus trabajos, y la importancia, en el artista, de la infancia y del mito  como una gran fuente de experiencias e imágenes.
En Proa se expone también uno de sus famosos trajes de fieltro. El fieltro se crea prensando pelo animal, de liebre o de conejo. Pero en Beuys el fieltro puede tener dos sentidos: uno positivo, que remite a la conservación de calor y a la protección; y otro negativo, vinculado con la sensación de incomunicación y el aislamiento existencial. Beuys creó el traje que se exhibe en Proa pensando especialmente en este segundo sentido. Siendo uno de los múltiples del original usado en  Action the dead mouse-Isolation Unit  (Acción del ratón muerto- Unidad de aislamiento), en 1970 en Düsseldorf, es una vestimenta que tiene un sentido ritual, así como el sombrero que siempre llevaba puesto y tantos otros objetos y obras de Beuys, a quien muchas veces llamaron “chamán” debido a su impronta mística. (Proa hará un desfile de moda con prendas de fieltro al final de la exposición).
Trineos, cayados, abejas, palos, picos, papeles firmados, trajes, performances: las obras del artista deben ser vistas como índices, indicadores de experiencias y energías. Hay que comprenderlas simbólicamente. No son de fácil entrada; pero una vez que se logra traspasar por la puerta, el profundo, misterioso y excepcional mundo de Beuys se impone en toda su potencia; y es imposible permanecer al margen. Estas obras provocan, inmediatamente, una toma de posición, a menudo enfurecida. Son los rastros de un artista raro, de mirada casi animal, extraña y gris. Su amigo, el escritor Böll, lo definió bien: “Parece una figura salida de un cuadro de El Bosco.”  El pequeño, algo oscuro, creativo y arriesgado hombre que cambió el curso de la historia del arte del S XX, propuso, con la enorme fuerza de sus obras, algo tan controvertido e intrigante como la creación de una nueva libertad. 


La naturaleza, una preocupación compartida con Nicolás García Uriburu





Por Ana María Battistozzi


“Para 1981 el Rhin había llegado a convertirse en el río más contaminado de Europa”. Nicolás García Uriburu subraya ese dato al evocar las razones que lo llevaron a intervenir las aguas del río mítico de la cultura germana, tal como había hecho en junio de 1968 con el Gran Canal de Venecia durante el desarrollo de la Bienal de ese año. El objetivo fue llamar la atención sobre el alto grado de contaminación de las aguas. Pero, tratándose del Rhin y Alemania, la figura indicada para compartir una acción semejante no podía ser otra que Joseph Beuys. Ambos artistas compartían una preocupación fundamental por la desaprensión con que la modernidad había dispuesto de los recursos naturales en nombre del desarrollo industrial, la “civilización y el progreso”. Y, al mismo tiempo, la convicción de que la actividad artística sólo tenía sentido si apuntaba a trabajar sobre la conciencia. Llamar la atención sobre los daños a la naturaleza era un eje de coincidencia entre ambos. De la acción del Rhin quedaron como registro una serie de botellas con agua contaminada, una de las cuales se exhibe en Proa. Este fue el punto de partida de un vínculo que continuó al año siguiente en la Documenta 7 en Kassel. Fue entonces que Nicolás García Uriburu participó de otra acción de Beuys que devino célebre y que consistió en la propuesta de plantar siete mil robles. Uno por cada uno de los bloques de basalto de la montaña que el alemán descargó frente al Museo Fredericianum, espacio central de la Documenta . El mayor impacto de aquella acción que tardó cinco años en completarse y se extendió hasta 1987, un año más allá de su muerte, lo provocó la devastadora visión de aquella pila de bloques de basalto y una flecha que apuntaba al único árbol que el artista llegó a plantar en esa ocasión. La acción de los robles, que luego se prolongó en el tiempo y se trasladó a distintos lugares del planeta, fue uno de los tantos modos en que Beuys puso en práctica su concepto de escultura social, involucrando la participación de distintos actores a través del tiempo.
Cabe destacar por otro lado el momento de Documenta en que esta acción tuvo lugar. Desde que nació en 1955, en el marco de la recuperación alemana tras la guerra, esta exposición tuvo entre sus principales objetivos reconciliar al público y la sociedad alemana con el arte moderno y luego con el arte contemporáneo. Es decir: rescatarlo de la condena que le había infligido el aparato cultural de Hitler, que empujó al exilio a los mayores creadores alemanes de las primeras décadas del siglo XX. Estados Unidos y el MoMA de Nueva York tuvieron mucho que ver con esa reconciliación. Para los años 60 y 80, esa plataforma expositiva ya tenía una gran capacidad consagratoria en el mundo del arte a partir de la expectativa que creaban las novedades de sus presentaciones cada cinco años. Con todo, la participación de artistas que actuaban fuera del eje Europa-Estados Unidos era casi nula. En este marco, la presencia de Nicolás García Uriburu fue un hecho excepcional. A la luz de ese dato adquiere particular relevancia que el artista argentino también sumara a su presencia uno de sus mapas en que el Sur es el Norte.
De todos modos, la edición 1982 de la Documenta Kassel será recordada por dos hechos fundamentales: la acción de la plantación de robles de Beuys, por un lado y por otro lado la irrupción de los Neuen Wilden o los “Nuevos Salvajes” que desde el retorno a la práctica pictórica de algún modo contradecían los postulados de Beuys. Algunos como Jorg Immenforf, incluso habían sido discípulos suyos en la Kunstakademie Düsseldorf. Sin embargo, ambos remitían por distintas vías a una audaz afirmación de ciertos aspectos de la cultura germana que habían sido negados en los años de posguerra por culposas implicancias nacionalistas. La acción de Beuys, más allá de la impronta de participación colectiva que la distingue, de algún modo tributa a la tradición romántica alemana y la importancia que asume la naturaleza en ella. Y por sobre todo el protagonismo del bosque en sus poetas emblemáticos.

Investigador y docente, autor de “Otros mundos”


Por Gonzalo Aguilar

 

Después de la exhibición de Ron Mueck, llega a Buenos Aires Joseph Beuys. La contigüidad de ambas muestras puede funcionar como un tester del gusto contemporáneo ya que pocos artistas son tan antitéticos como Mueck y Beuys. Porque mientras Mueck atrajo al público por su habilidad artesanal y su figura de artista casi clásico, Beuys es un artista de vanguardia, que ha puesto el cuerpo en sus obras para conectar todos los saberes y todas las prácticas (participó en performances de galerías y museos, en partidos políticos y en colectivos de artistas, en proyectos educativos y ecológicos…).
La pregunta qué es el arte, sin ninguna pertinencia para Mueck, es central en la vida-obra de Beuys. No es que no haya habilidad artesanal en Beuys (se sabe que era un gran dibujante) sino que su creatividad no está tanto en el acabado técnico sino en la interacción experimental con el espacio, los materiales, el medio. También ambos se diferencian por su trato con los materiales: Mueck los elige por su potencia mimética; Beuys, por su potencia energética: la grasa (u otros como la manteca o la miel, que son afectados por el frío y el calor), el cobre (que conduce energía) y el fieltro (que la interrumpe y la conserva).

Mueck es silencioso (no al modo de Marcel Duchamp, sino como el artista que está totalmente concentrado en su metier) y Beuys, muy hablador, un maestro-charlatán que no deja de comunicarse con quienes lo rodean (aunque esa comunicación esté llevada permanentemente hacia lo incomunicable). Si Mueck establece una distancia a partir de su maestría técnica, Beuys no deja de poner el cuerpo. Con sus performances, se aventura hacia lo desconocido e invita a los demás a hacer su propio camino, porque, como dice su divisa, “todo hombre es un artista”.

Caminante, vanguardista, pedagogo, Beuys es un ícono del siglo XX con su sombrero de fieltro, su cazadora de aviador y sus zapatos de marcha. Según Thierry de Duve, bien puede ser considerado la última y trágica encarnación de la tradición romántica alemana que se propuso educar mediante el arte y disolverlo en la vida con un ímpetu utópico. De hecho, la frase “todo hombre es un artista” ya se encuentra en el poeta romántico Novalis. Beuys se propone superar el silencio de Duchamp y crear una comunidad de interlocutores en la que se potencie la creatividad. Para Beuys, la vanguardia no puede estrecharse al ámbito del arte y debe actuar en la vida en su conjunto. Tiene que desarrollar la capacidad creativa de las personas que se encuentra obstaculizada y disminuida por el capitalismo y las políticas estatales. No hay que leer entonces su divisa como una descripción de la realidad, sino la indicación de una potencia humano-animal que las acciones artísticas y pedagógicas pueden poner en acto. Por eso Beuys dialogó con una liebre, interactuó con un coyote, se disolvió en siete mil robles: frente al arte humanista de la forma al estilo de Ron Mueck, Beuys propone acciones –políticas, artísticas, educativas– que trabajen con las energías de la naturaleza, allí donde lo humano se abre a lo otro.

Los visitantes de la retrospectiva de Beuys en Proa tendrán que ser aventureros, experimentadores, dobles de riesgo. Abiertos a todas sus derivas estéticas, políticas y humanas; perceptivos a la singularidad de los materiales y los soportes; capaces de experimentar con performances de las que sólo quedan registros o restos. ¿Irá tanta gente a la exhibición de Joseph Beuys como fue a la de Mueck? No lo sabemos. Pero aquellos que asistan a la muestra de Beuys se encontrarán con dos desafíos: enfrentarse a la dificultad de una obra compleja que sólo puede considerarse hermética o inaccesible desde una concepción convencional del arte. El segundo desafío consistirá en reflexionar sobre la recepción actual de sus obras y el impulso utópico que las hizo posibles y que ya no existe. Es un esfuerzo pero no puede ser un impedimento, porque lo difícil siempre es estimulante. Quienes se aventuren en este desafío se encontrarán con un gran artista pero, sobre todo, con un educador.

 

A veces el teatro no alcanza

 


Por Emilio Garcia Whebi


Siento que con el teatro, paradójicamente, casi nunca alcanza a producirse el hecho teatral. Entonces recurro a la performance. Y ahí Joseph Beuys es una guía. En 2007 hice El Matadero.4: Respondez!
que buscaba releer una de sus acciones más conocidas: Cómo explicarle el arte a una liebre muerta . En esa performance de 1965 Beuys se exhibía paseándose por una galería de Düsseldorf ataviado con una máscara hecha de miel y polvo de oro, sosteniendo en su regazo a una liebre muerta mientras le susurraba al oído una “explicación” del arte moderno. En mi reenactment (el término inglés es más preciso que el español) ingresaba en escena vestido con un viejo pantalón pijama y una máscara de luchador mexicano. Luego entraban una enfermera y una asistente con una bandeja en la que transportaba un conejo blanco muerto y algunas agujas y catéteres. 


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La enfermera tomaba mi brazo, me colocaba una banda elástica de presión y me hacía una venopunción para luego introducir una aguja flexible en mi vena y provocar un desangrado controlado, conectando la aguja a una manguera plástica con una llave que gobernaba el flujo de sangre, y extendiendo la manguera por el brazo hasta pegarlo en mi pecho, en el lugar del corazón. Yo sostenía en alto el conejo muerto con el brazo que tenía la punción, de modo que exhibía al animal y lograba que la sangre manara por efecto de la gravedad y, así, “desangrar mi corazón”. La sangre fluía hasta manchar el pijama y mis pies descalzos, mientras leía el poema “Respondez!”, una bella diatriba de Walt Whitman contra el orden establecido, transposición metafórica de lo que Beuys le susurra al animal muerto, cuyo final era: “Vuestra vida anodina, tan lejos de lo bello. Vuestra vida de perros. Jamás podréis llegar a ser como una liebre muerta. Porque no sois capaces de ver que la obra de arte es la liebre, mi susurro, mi cojera y vosotros mirando”. Al finalizar mi acción, y más allá de las reacciones diversas del público, sentí que esta vez con el teatro sí había alcanzado: al dialogar con la performance había recuperado algo que aquel dejó abandonado: la idea de presencia (el aquí y ahora), para transformarse en un mero hecho de representación.




Fuente: Revista Ñ Clarín