UN MES EN EL MUSEO

Las instalaciones con materiales de descarte que Luis Terán hizo en un mes de trabajo en el MAMBA recuperan fragmentos de la sensibilidad moderna para jugar con el deterioro posmoderno. 

BOSQUES DE TOTEMS. Restos y fragmentos de botellas de plástico y envases.

Hay que subir al primer piso del Museo de Arte Moderno, acertar los peldaños de la gran escalera de hierro, que la intervención de andamios de Luciana Lamothe ha logrado entreverar. Pero se llega al fin y una vez allí, el visitante tendrá su primera perspectiva de la serie de intervenciones que realizó Luis Terán en su estadía de un mes de trabajo en el museo.
A su frente, un recorte neto y profundo en la pared habilita una visión del interior de la primera sala, en un encuadre que pareciera evocar un auténtico “Brancusi de exposición”. A su derecha, un conjunto de piezas en el suelo, recuerda por su forma, color e inscripciones lápidas o estelas conmemorativas. Mientras, en el techo, una suerte de dragón chino hecho de madera, gasa y yeso describe un itinerario ondulante. Hay más. Pero la percepción, cuidadosamente dosificada, le reserva al visitante un hiato antes de la poderosa estructura helicoidal de madera rústica que lo espera como un monstruo agazapado en el tramo final de la sala.
No es posible reconocer en este conjunto –que lleva el inquietante título de Ultimos recursos – ninguna unidad de estilo que no sea la que le da la sencillez de materiales que utiliza. Integrado por núcleos de formalización y materialidad diversa, tiene la virtud de desplegar distintas vertientes de la experimentación que el artista ha llevado a cabo en los últimos años. Algunas se relacionan con las expansiones espaciales que pudieron verse en el Centro Cultural San Martín (2010) o en la Fundación Proa ( Oxímoron, en 2011) y en el Faena Art Center en 2012. Pero otras guardan relación con el registro experimental, que distinguió a la producción del artista más cerca de la muestra que realizó el año pasado en Sendrós. En ella volvió sobre el principio de ilusión, que ha cautivado desde siempre a los seres humanos a la hora de enfrentar las crudezas de este mundo y ha sido clave en la obra de Terán.
A comienzos de 2000 este artista empezó a perforar pequeñas latas de cerveza y envases de cartón, convirtiéndolos en finísimas filigranas que, atravesadas por la luz, pasaban sin escala a alimentar universos de ilusión. Desde entonces su obra parece empeñada en darles a los materiales de descarte un destino más noble que el que les suele reservar el mundo del consumo habitual. Desde ese prolongado empeño, el artista arriba ahora a la curiosa cruza de materiales de descarte y memoria de la escultura moderna que exhibe una de sus instalaciones site-specific del MAMBA. Casi como un niño que juega con ejércitos de botones, arma familias de formas y bosques de tótems con fragmentos de envases de plásticos superpuestos. Algunos le sirven de moldes, otros son las estructuras que sostienen las formas en su interior. Curiosamente, Terán recupera fragmentos de la sensibilidad moderna –cuyo programa teórico apuntó a revelar la verdad de los sistemas de representación– para arropar al deterioro posmoderno, rescatándolo de su horizonte de desechos. Como en las filigranas de los envases que realizó hace una década, vuelve aquí con otra de sus estrategias de ilusión, que al cabo tal vez se revelen imperfectas pero para entonces, ¿quien se habrá animado a cuestionar el encanto de su seducción?
Es evidente que el artista muestra una inclinación especial por ciertos materiales que son los propios y básicos de la construcción: el cemento, el yeso, la arena o la madera rústica. Pero es el modo instantáneo, que sus cualidades ponen de maniiesto, lo que le ejerce especial fascinación.
“Siempre me interesó sacar lo mejor de lo peor; lo que más puede dar un material humilde, descartable y en última instancia depreciado”, confiesa el artista. En ese territorio de preferencias se inscriben los carteles con textos, que se apoyan como en el suelo como lápidas a la entrada. Suerte de diario de producción de esa residencia de un mes de trabajo en el museo que ha sido congelado en un instante. Hay en ellos una ambigua pretensión de provisoriedad y eternidad cimentada en el cruce de textos azarosos y cualidad material. En ellos se lee una sucesión de enigmáticas frases: “todos nuestros muertos queridos”, “un abanico de posibilidades” “Dios está aquí” o simplemente “Ayer”.
Pero el punto culminante es la gran espiral de madera que alimenta una interesante tensión entre formas orgánicas y abstractas. Lo más atractivo de esta obra, que surge de la articulación precisa de una serie de rectángulos, no es la escala sino las múltiples perspectivas que ofrece. De pronto es una escalera, una estrella o un remolino que absorbe al visitante, y lo incorpora a su juego de estructuras complementarias y opuestas, con materiales tan plebeyos que por sí mismos podrían definir los rasgos sustantivos de la estética inaugural de 2000.

FICHA
Luis Terán, Últimos recursos

Lugar: Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA); Av. San Juan 350.
Fecha: hasta el 2 de marzo.
Horario: mar a vier, 11 a 19; sáb y dom, 11 a 20.
Entrada: $10; martes, gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín

VINICIUS DESENFADADO: 200 IMÁGENES DE UNA VIDA INTENSA

Fotografías del archivo personal de quien fue su pareja argentina y de un fotógrafo cazafamosos de la Buenos Aires de bohemia y la tertulia, junto a otros materiales, se pueden ver en la muestra homenaje Vinicius saravá, hasta el 16 de febrero en el CC Recoleta
Vinicius en el restaurante del hotel Antiguo Monasterio, Salvador de Bahía, septiembre de 1976; en una foto de su mujer Marta Rodríguez Santamaría. Cuenta Renata Schussheim. "Lo conocí porque Daniel Divinsky me ofreció hacer la tapa de Para una muchacha con una flor (1973; Ediciones de la flor), y cuando vino a Buenos Aires fuimos a buscarlo al puerto, porque venía en barco por su miedo a los aviones. Ahí entablamos una entrañable relación amistosa. Para mí él fue un maestro de la vida, en la intensidad con que vivía las cosas, las charlas de literatura, su sentido del humor".

 Por Marcela Mazzei

Saravá decía al saludar, copa en mano y la otra lista para una muestra de cariño. La palabra se usa en Brasil, más bien al norte, para expresar buenos deseos y Vinicius de Moraes la dedicaba a todo el que lo cruzaba en alguna tertulia. Vinicuis habría cumplido 100 años y esa palabra que repetía como un mantra le dio nombre a Saravá Vinicius, la muestra homenaje que hasta el 16 de febrero se puede visitar en el Centro Cultural Recoleta, con entrada gratis.
“Fue una propuesta de Marta Santamaría, que fue su pareja argentina”, cuenta Renata Schussheim, gran amiga de Vinicuis y creadora del concepto de la muestra. “Pero yo tenía una meta muy clara: era no hacer nada solemne, porque él no lo era. La idea era hacer algo con cariño... pero no daba ni para poner los cartelitos en las fotos”, dice a propósito de las casi 200 imágenes, del archivo personal de Santamaría y del fotógrafo Gianni Mestichelli, que están identificadas en las paredes de la sala Cronopios con flechas en marcador negro a los nombres de los protagonistas, a veces con revelaciones, otras redundantes dada su celebridad.
Puente entre la alta cultura y la cultura popular, su bossa nova y su poesía destilaban esa elegancia que ahuyenta los fantasmas de lo popular atado al barullo; y convirtieron a la cultura carioca en arte universal. “Era un hombre fantástico, libra como yo, y muy divertido hablar con él. Llegaba a Buenos Aires y todos corríamos atrás del él, como la miel a las moscas”, rememora Schussheim al personaje vivo más allá del legado, el hombre que se casó siete veces y no se cansó de disfrutar de la vida, que murió la madrugada del 9 de julio de 1980 en la bañera de su casa en Gavea, a los 66 años.

Vinicius, Toquinho y Marilia Medalha, en una imagen del fotógrafo Gianni Mestichelli. "Él estuvo en el lugar justo en el momento indicado, porque era el fotógrafo del sello que grabó el disco de La Fusa (junto con Toquinho y María Creuza), y a él le gustaba, como a muchos, estar ahí. El tenía mucha documentación de los encuentros con Piazzolla, con Ferrer, y de esa Buenos Aires que ya no existe, porque uno tenía tiempo que perder en un bar juntándose con amigos".

Vinicius con María Creuza. "Esta foto la sacó Marta Santamaría en Uruguay; a Creuza la traho él, y cómo la presentaba!, era muy generoso".



"Organizaba feijoadas que tardaban muchísimo en cocinarse, porque él era muy divagado, pero dirigía como un capitán a toda esa gente que comenzaba a tomar caipirinha sin nada en el estómago, hasta las siete de la tarde cuando estaba cocinado. siempre generó muchos encuentros, le encantaba presentar gente y armar proyectos todo el tiempo. Creo que en eso también, ahora me doy cuenta, aprendí de él".

En la muestra se podrá apreciar una selección de sus mejores poemas, se proyectarán videos y el documental “Vinicius”, de Miguel Faría Jr. y Susana de Moraes, también habrá instalaciones, libros y cartas del poeta. "Se nota mucho el cariño de él para con la gente, pero además de fotos hay música (seleccionda por el músico Damián Laplace), y una videoinstalación que es una playa, un lugar de felicidad pensando en él".

Vinicius: la poesía, la música y la vida como si se acabara el tiempo

La muestra incluye videos, cartas, objetos, libros, poemas y un documental sobre la vida del poeta brasileño.

Al fondo está el mar, la arena blanca reconocible de las playas brasileñas. Suena la música de Vinicius, su voz se transforma en poema. Sólo falta una caipirinha y una sombrilla para no moverse más de la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. La videoinstalación, con arena incluída, es parte de la muestra Vinicius… saravá! La vida, amigo, es el arte del encuentro, cuyo concepto artístico y estético está a cargo de Renata Schussheim.
La exposición es una celebración que procura, como dice la artista argentina a Clarín, “recordar a Vinicius con la energía maravillosa y solar que él desplegó en su vida. Eso tratamos de reproducir. Para mí fue mi maestro”.
El pasado 19 de octubre se cumplió el centenario del nacimiento de Marcus Vinícius da Cruz de Melo Morais, cuyo libro de poemas O Caminho para a Distancia le allanó el camino de la fama.
Al contrario de lo que su imagen bohemia “vendía”, Vinicius fue un erudito. Estudió literatura inglesa en Oxford y tenía una carrera como diplomático de la que fue expulsado por no adecuarse a los estándares que esa carrera exigía.
A un mes de la efemérides de su nacimiento, Buenos Aires le rinde homenaje en Recoleta. Al diálogo con Schussheim se suma una figura central en esta “movida” que permanecerá hasta el 16 de febrero: Marta Rodríguez Santamaría, la mujer argentina que Vinicius enamoró cuando él superaba los 50 y ella apenas se subía a los 22 años. Vivieron juntos tres años.
Multifacético. Todas las caras del músico a lo largo de los años. AP
Multifacético. Todas las caras del músico a lo largo de los años. AP

“Nuestra relación fue un acto de inspiración y de libertad. Hoy, creo que nuestro encuentro fue inevitable, quizá kármico. Era una época opresiva e intolerante. Hablo de 1975 y Vinicius me abrió el pensamiento. El representaba la libertad, el fuir, y te invitaba a que dejaras aflorar tu creatividad. Para estar a su lado hacía falta sensibilidad”, cuenta Marta.
Al año de conocerse en Punta del Este, ya compartían la vida en Salvador de Bahía. Ella se sumó a sus giras y los amigos de Vinicius fueron sus amigos: Toquinho, Joao Gilberto, María Bethania...
Renata y Marta coincidieron en el concepto de rescatar, para esta exposición, “la idea de Vinicius de vivir cada momento como si fuera el último”.
Hay 90 fotografías que lo inmortalizan, divididas en dos partes. Una con imágenes de la colección personal de Marta: situaciones familiares, amigos, viajes, un Vinicius más íntimo. La otra, con fotos de la colección de Gianni Mestichelli que registró al autor de Garota de Ipanema en sus shows en Buenos Aires, en la grabación del disco “La Fusa”, con Toquinho y María Creuza, entre otros. La muestra incluye el documental Vinicius, de Miguel Faría Jr. y Susana de Moraes, instalaciones, libros, cartas, videos y una selección de poemas.
Hubo un tiempo en que la tendencia en este país era andar por la calle con un libro de poemas de Vinicius bajo el brazo. Y además de sus libros, que fueron furor en la Argentina de principios de los 80, compuso más de 400 canciones.
Renata y Marta recuerdan que el lugar predilecto de Vinicius para recibir gente era la bañera. “Podía pasar largos ratos adentro, con una tablita apoyar su vaso de whisky mientras desfilaba la gente que quería hablar con él”, cuentan.
La canción favorita de Renata Schussheim es “Venite a perder en este torbellino”. Marta dice: “Me la dedicó a mí”. Ambas se ríen. Pero la musa argentina de Vinicius se queda con “Agua de beber”.

Fuente: Revista Ñ Clarín

OTROS TIEMPOS, OTRAS REALIDADES

El nuevo libro de Eduardo Longoni, “Destiempos”, reúne series de fotos que revelan con belleza universos casi secretos de distintos puntos del país. 

SUBASTAN EN NUEVA YORK
DOS PINTURAS DE LA COLECCIÓN DEL NAZI GÖRING

Se trata de dos obras del pintor francés Jean-Baptiste Pater, "La cueillette des roses" y "Le musicien", estimadas entre 300.000 y 500.000 dólares. Las pinturas fueron recuperadas por el grupo "Monuments Men", que trabajaron para recuperar más de cinco millones de obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.


Cuatro pinturas robadas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, dos de las cuales fueron a parar a la colección personal del jerarca Hermann Wilhelm Göring, serán subastadas esta semana en Nueva York, anunció el lunes la casa de remates Sotheby's.
"Como muchos de los tesoros saqueados durante la Segunda Guerra Mundial, las obras provienen de famosas colecciones europeas y dos ellas fueron elegidas por el lugarteniente de Adolf Hitler y jefe la fuerza aérea, Hermann Wilhelm Göring, para su colección privada", dijo Sotheby's en un comunicado.
Las pinturas que salen a subasta fueron recuperadas por el grupo "Monuments Men", formado por más 345 expertos de 13 países que trabajaron para recuperar más de cinco millones de obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Las más importantes de las telas que serán rematadas son dos obras del pintor francés Jean-Baptiste Pater (1695-1736), "La cueillette des roses" (La recolección de rosas) y "Le musicien" (El músico), estimadas entre 300.000 y 500.000 dólares, ambas halladas en la colección de Göring.
Los cuadros pertenecían al barón James Mayer de Rotschild, que las había adquirido en el siglo XIX y a cuyos descendientes fueron restituidas tras la guerra antes de ser vendidas a su actual propietario.
El remate en Sotheby's tiene lugar una semana antes de la salida en Estados Unidos el 7 de febrero de la película del actor y director George Clooney sobre el grupo "Monuments Men".

Fuente: Revista Ñ Clarín

DESCUBREN VERSOS DE SAFO,
UNA DE LAS PRIMERAS POETAS DEL MUNDO

Los textos estaban en un papiro que un coleccionista le mostró a un experto de la Universidad de Oxford.

Musa. La artista griega vivió entre los siglos VII y VI antes de Cristo y enseñó a recitar poesía. / WWW.SARASUATI.COM



Por Charlotte Higgins

Safo es una de las poetas más misteriosas –también una de las más amadas– de la Grecia antigua. Sólo uno de sus poemas, de un total calculado en nueve volúmenes, ha sobrevivido completamente intacto. Por lo demás, se la conoce por fragmentos y retazos de versos, y aun así se la adora por sus delicadas composiciones de amor, añoranza y deseo.
Pero ahora se han descubierto dos obras desconocidas de la poeta lírica de Lesbos que vivió en el siglo VI a.C. Una es un poema prácticamente completo sobre sus hermanos; la otra, una pieza sumamente fragmentaria que aparentemente habla de un amor no correspondido.
Los poemas salieron a la luz cuando un coleccionista anónimo de Londres le mostró un trozo de papiro al Doctor Dirk Obbink, papirólogo de la Universidad de Oxford. Según Obbink, en un artículo que se publicará en los próximos meses, los poemas, conservados en lo que probablemente sea un papiro del siglo III d.C., “indudablemente” son de Safo.
No sólo los elementos del poema más largo se relacionan con fragmentos ya atribuidos a ella sino que además el metro y el dialecto en que están escritas ambas composiciones apuntan a la poeta griega.
El dato decisivo es la referencia a uno de sus tres hermanos, llamado Caraxo, cuya existencia merece dudas desde hace mucho, ya que nunca se lo menciona en fragmentos de Safo descubiertos con anterioridad.
Sin embargo, Herodoto, el historiador del siglo V a.C., nombró a ese hermano al describir un poema de Safo que cuenta una historia de amor entre Caraxo y una esclava en Egipto.
En este poema –aunque no es precisamente el que menciona Herodoto–, la escritora se dirige a sus oyentes al parecer para amonestarlos por dar por sentado el regreso de Caraxo por barco de un viaje de negocios.
Récenle a Hera, dice el narrador, “para que Caraxo pueda regresar aquí con su nave intacta; que lo demás quede en manos de los dioses, porque a menudo la calma rápidamente sigue a una gran tempestad”.
El poema luego dice que aquellos a quienes el dios Zeus elige salvar de las grandes tormentas están verdaderamente bendecidos y gozan de “una suerte sin par”. Y termina con la esperanza de que otro hermano, Larico, llegue a ser un hombre, “librándonos de una gran preocupación”.
Según Tim Whitmarsh, profesor de lenguas antiguas de la Universidad de Oxford, el poema puede leerse como un juego que trabaja sobre la Odisea de Homero y la idea de Penélope, que espera pacientemente en su casa el regreso de Odiseo. Safo con frecuencia reelaboraba temas homéricos en sus poemas.
Safo, que nació alrededor de 630 a.C., es famosa por sus poemas líricos de añoranza, a menudo dirigidos a mujeres y niñas.
La mención de sus hermanos Caraxo y Larico por nombre es un agregado importante a un conocimiento muy fragmentario de la vida de la poeta.

Fuente: clarin.com

"LA BUENOS AIRES POP NO EXISTE, PERO ESTÁ LA GENTE"

Ciudades
Marcó el arte en los 60 desde el Instituto Di Tella. Dice que esa huella la ve en el público de los museos y exige mejor programación.
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Rodeado. Junto a las figuras de Borges y Bioy, en La Biela. “La vocación la tuve clara de chico”, cuenta. / LUCÍA MERLE


Por Einat Rozenwasser

 

Edgardo Giménez dice que fue importante venir de una familia que no tenía planes para él. “No querían que fuera médico o abogado y eso me acortó los tiempos porque tenía una vocación clara desde chiquito”, explica. A los cinco años, cuando copiaba al gnomo Pimentón de la revista Patoruzito, pidió ayuda a su mamá. “Dibujaba mejor que ella. Y ahí me di cuenta de que los grandes no saben todo”, simplifica. Del dibujo al diseño gráfico, y de ahí a la publicidad, el arte, las instalaciones, las escenografías, la arquitectura y todo lo que haría después.
Era chiquito cuando su familia se mudó de Santa Fe a la Ciudad, y pronto empezó a trabajar en la ferretería de Puán y Directorio. “Necesitaban un chico para los mandados y me dejaban hacer las vidrieras. A los nueve años hice mi primera exposición en la vidriera de Caballito, muy festejada por las doñas que iban a comprar a la feria. Era sobre insecticidas, entonces expuse todos los envases, hice un rosal con rosas y hojas de papel crepé y hormigas de cartón con patitas de alambre: las que subían no llevaban nada y las que bajaban tenían pedazos de las rosas. Fue un gran suceso”, recuerda.
A los 13 pasó a trabajar como cadete en una agencia de publicidad y descubrió que existía el sector “arte”. “Como cadete fui un fracaso total, pero me sirvió porque cuando iba a los medios de comunicación para entregar las piezas recorría el centro de la Ciudad y visitaba todas las galerías”, sigue. A los seis meses formaba parte del equipo de arte. Otra vez, el recorrido es larguísimo e incluye hitos como la vaca de los caramelos Mu Mu o afiches de artistas de todos los rubros que tuvieron repercusión en Alemania y Suiza.
-Para ese momento ya formabas parte del Instituto Di Tella...

-Un lugar con un empresario joven como Guido Di Tella, que se animaba a ser criticado de manera fatal. Esos “disparates”, como llamaban a lo que pasaba ahí, después de 50 años siguen siendo considerados hitos culturales del país. Nada de lo que existe ahora se parece: y no es una cuestión de plata, es una cuestión de cabeza.
Para hablar de Jorge Romero Brest (director del Instituto, con quien siguió trabajando en Fuera de caja) cita el diálogo que tuvo con la madre de Di Tella en el debut de La Menesunda (la instalación de Marta Minujín). “Ella salió espantada y le dijo: ‘Pero Romero, es un parque de diversiones’. Y él respondió: ‘¿Quién dijo que un parque de diversiones está mal?’”, se ríe.
-¿Y qué pasaba alrededor?

-El pop se adueñó de todo. La gente de las oficinas del centro iba al Di Tella antes de volver a su casa para “ver qué estaba pasando”. Eso no se vio nunca más. Que existiera ese lugar en un momento donde todo estaba prohibido y todo era pecado era una cosa milagrosa. A nosotros nos llamaban como modelos para revistas de moda.
-Con Dalila Puzzovio y Charlie Squirru hicieron aquel afiche de “¿Por qué son tan geniales?”...

-Yo trabajaba en publicidad y conocía los medios. Un día les dije que sería interesante, dado que a las galerías de arte iba siempre el mismo público, promocionarlas de una manera publicitaria. Pensé que era un cartel que se iba a ver por dos meses y punto, pero se transformó en una especie de ícono de los 60. Y lo sigue siendo.
-¿Existe una Buenos Aires pop?

-Creo que no existe, pero hay cantidad de cosas donde sí se nota que eso ha pasado por el país. Lo descubrí por el público, por la gente que va a los museos.
Se refiere al fenómeno que causó el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, donde expone una estatua de diez metros de Moria Casán: Monumental Moria.
-Ese tipo de eventos mueve mucha gente pero eso no siempre se refleja en la convocatoria de los museos, ¿por qué?

-La gente no se acerca porque no es interesante. En la época de Glusberg (dirigió el Museo Nacional de Bellas Artes de 1994 a 2003) había un millón y medio de visitas anuales. Te seduce la programación.
-¿Cuál es la vanguardia actual?

-Dejar de romper cosas. La vanguardia es crear un nuevo orden, una nueva manera, y estamos esperando que llegue.


Fuente: clarin.com

EL POETA CON MÍSTICA TANGUERA

Evaristo Carriego describió como pocos en sus versos al barrio, los cafés y los guapos.
Su mirador en Palermo. La casa en la calle Honduras, entre Bulnes y Mario Bravo, donde Carriego vivió. Hoy es una biblioteca pública.
/GERMÁN GARCÍA ADRASTI



Por Eduardo Parise

Es curioso y llama la atención. El hombre nunca escribió un tango pero en su obra siempre aludió a elementos muy tangueros como el barrio, las novias solas, los hombres con secretos llenos de tristezas… Por eso se lo menciona como “el primer espectador de nuestros barrios pobres”, según definición de Jorge Luis Borges. Y hay otra curiosidad: a pesar de haber pintado en sus escritos la vida y las cosas de la Ciudad, ni siquiera había nacido en Buenos Aires. Su nombre completo era Evaristo Francisco Estanislao Carriego. Sin embargo, en sólo 29 años de vida, se convirtió en Evaristo Carriego, de profesión poeta.
Había nacido en Paraná, Entre Ríos, el 7 de mayo de 1883. Cuatro años después, la familia se mudó a La Plata. Y cuando el chico ya había cumplido los 6, hubo otro cambio, esta vez para siempre: se instalaron en Honduras 84 (hoy 3784, entre Bulnes y Mario Bravo). En aquel barrio, Evaristo iba a encontrar el atalaya, ese mirador especial, que lo conectaría con la vida en los suburbios de una ciudad que se llenaba de inmigrantes y mezclaba idiomas en una Babel rioplatense. Si La Boca y Barracas eran el Sur del arrabal, Palermo y el vecino arroyo Maldonado, lo eran en el Norte. Sólo alcanzaba con mirar.
Después de la primaria y algunos años de secundaria, lo orientaron para que hiciera una carrera militar. Pero, por suerte, su miopía le jugó en contra y el adolescente cambió el destino de la espada por el de las palabras. Además, en 1906, se hizo masón ingresando a la Logia Esperanza.
Ya la vida bohemia se había convertido en su razón de ser y empezó a frecuentar redacciones anarquistas como la de “La Protesta”. Después publicaría en “Ideas” y “Caras y Caretas”. También estaban los cafés inspiradores como “Los Inmortales”, donde imponía sus versos. Para entonces ya estaba fascinado con el nicaragüense Rubén Darío y con el argentino Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte). Y amaba la historia, en general, y la vida de Napoleón Bonaparte, en especial.
En 1908, Carriego publicó su primer libro de poemas. Se titulaba “Misas herejes”. Las “misas” eran mensajes y eran “herejes” porque estaban fuera de lo que se consideraba rectitud. En aquellos cinco “sectores” que formaban el libro (“Viejos sermones”; “Envíos”; “Ofertorios galantes”; “El alma del suburbio” y “Ritos en la sombra”) estaba lo que después se conocería como “la mística tanguera”. Algo que se acentuó con los poemas póstumos publicados en 1913 (Carriego murió en octubre de 1912) bajo el título “La canción del barrio”, donde estaban los guapos, el café, el barrio y hechos cotidianos como, por ejemplo, un casamiento o un velorio.
“El libro sin abrir y el vaso lleno/ Con esto para mí nada hay ausente/ Podemos conversar tranquilamente:/ La excelencia del vino me hace bueno” , escribió alguna vez ese poeta que siempre vestía de negro o azul oscuro. También escribió: “Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos / reviven en las noches de verano!.../ Se queja una guitarra allá a lo lejos/ y mi vecina hace reír al piano” .
Para algunos murió por una peritonitis; para otros, por algo más acorde con un poeta como él: tuberculosis. Lo cierto es que Evaristo Carriego caló hondo en la historia bohemia y la literatura popular de Buenos Aires. Su influencia se iba a reflejar después en otros poetas y escritores.
Entre ellos un muchacho que tampoco era de la Ciudad (había nacido en Añatuya, Santiago del Estero) y sin embargo también se mantiene como uno de sus referentes literarios y culturales más preciados. En los registros aparece bajo el nombre Homero Nicolás Manzione, aunque en la memoria se lo recuerda solamente como Homero Manzi. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com