"LA GLOBALIZACIÓN NO ES EL PRINCIPIO DEL FIN,
SINO UN NUEVO RENACIMIENTO"


Jack Lang
En una charla pública, se refirió a la cultura como una vía para salir de la actual crisis “económica, moral y social”.
Jack Lang. El ex funcionario francés, el viernes, al relatar su experiencia, en la Casa de la Cultura / JUANO TESONE.

Por Néstor Rivas

“Un buen ministro es un ladrón de ideas”, dice Jack Lang, el hombre que ocupó el Ministerio de Cultura durante la mayor parte de la presidencia de Francois Mitterrand. Fue el viernes pasado, cuando participó de la conferencia que cerró el ciclo Vivir y pensar el Siglo XXI: Miradas sobre el mundo actual , que, organizado por el ministerio de Cultura porteño, tuvo lugar en el Salón Dorado de La Casa de la Cultura.
El “botín” de este veterano político socialista volvió a posicionar a Francia como faro cultural de Europa y de buena parte del mundo en el último tramo del siglo pasado. Precursor del fomento de las industrias culturales y de la asociación de la economía con la cultura, sus ideas mantienen una influencia enorme en el campo de las políticas culturales y educativas a nivel global.
Fue el creador —entre otras cosas— de la ley que regula el precio fijo de los libros en Francia y de la popular Fiesta de la Música, dos ideas que luego se importaron a otros países.
“Hay una fascinación con Buenos Aires”, halagó Lang, antes de pedir disculpas “por no poder expresarme en su bella lengua” y rememorar su relación con tres de nuestros escritores más emblemáticos: Julio Cortázar (“lo conocí antes de ser ministro y le conseguí la nacionalidad francesa; impulsamos juntos la campaña a favor de Nicaragua”), Ernesto Sabato (“conocí al escritor y al hombre, dijo, y elogió su papel en la CONADEP) y Jorge Luis Borges (“controvertido por sus apoyos políticos, pero un gran escritor, a quien invitamos a visitar Francia y aceptó enviándonos una carta encantadora que aún conservo”). Tras una breve introducción, Lang dedicó respondió las preguntas del público.
Se definió como “un optimista inoxidable”, para quien la globalización “no representa el principio del fin sino un nuevo renacimiento”. “Mi convicción de que la cultura y el saber son la vía para salir de la crisis económica, moral y social en la que estamos metidos todos, se multiplicó por diez.
“Solo un ideal de belleza y saber puede movilizar a los jóvenes”, afirmó Lang, para quien “la educación ideal tiene dos componentes: la educación mental, conceptual, y la educación sensible”. “Es la puerta de acceso a otros saberes, una receta contra la violencia y una palanca para el desarrollo económico”.
“Cuando llegamos al gobierno, nos encontramos con un desierto cultural. Nuestra respuesta fue alentar el desarrollo cultural desde el Estado, con un presupuesto alto y una mayor descentralización”.
Durante su paso por el gabinete de los gobiernos socialistas, los presupuestos de educación y cultura se multiplicaron. Para ilustrar sus resultados, Lang citó el ejemplo de la fuerte inversión que promovió en el Museo del Louvre, que pasó “de dos a nueve millones de visitantes anuales”.
“En tres áreas la regulación estatal es imprescindible: la promoción de las industrias culturales, la preservación del patrimonio y el derecho a la educación artística”, señaló.
“Den a cada niño el derecho a la educación artística La alfabetización cultural y artística es igual de importante que la lingüística. Los príncipes tenían una gran formación artística y cultural, y hay que tratar a los niños como a principitos”.

Fuente: clarin.com

EL MUSEO DE BELLAS ARTES RENUEVA SU PRIMER PISO
Y LO DEDICA AL SIGLO XX

Se volvió al diseño arquitectónico que hizo Bustillo en los ‘30, con buena circulación. Y hay una sala dedicada a Antonio Berni.

Diálogo. La escultura “Las acróbatas”, de Curatella Manes y “María, la acróbata”, de Fernand Léger./MARCELO GENLOTE

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Muy pronto, el Museo Nacional de Bellas Artes –MNBA– será otro. Pasará cuando inaugure el primer piso con salas nuevas y luciendo también flamante guión curatorial. Se trata de un cambio mayor y con peso propio, ya que ese piso del MNBA está dedicado por entero al arte del Siglo XX de la Argentina y del mundo. ¿La fecha exacta de la inauguración de las reformas? “Todavía no se sabe”, comentaba ayer Guillermo Alonso, director ejecutivo del MNBA.
Fue él quien recibió a Clarín para hacer un recorrido por el primer piso y observar todas las renovaciones y cambios casi terminados. Sólo falta colocar las luces venidas de Italia –que son luces diseñadas especialmente para museos y recién fueron sacadas de la Aduana– y terminar de armar dos salas.
“Respecto a la restructuración del primer piso del edificio, se volvió al esquema del año 1930, a las salas originales diseñadas por el arquitecto Alejandro Bustillo”, explica Alonso. “Tiramos abajo el auditorio e hicimos que esa gran sala donde antes se nucleaba al arte argentino del Siglo XX no estuviera más, para así poder mezclarlo con los relatos del arte internacional . También sacamos de este piso la sala de arte precolombino, que va a estar ubicada, en el futuro, en el segundo nivel. Y dedicamos una sala entera a la obra de quien es uno de los mayores artistas del arte argentino : Antonio Berni. A partir de ahora, el MNBA va a ser el mejor museo para observar todo un conjunto de obras suyas (Ver Berni...) ”, comenta Alonso, entusiasmado.
Caminando por las salas, aparecen otros cambios grandes: la mayoría de las paredes son blancas, pero, de tanto en tanto, hay alguna de un color, ya sea estridente (amarillo), ya calmo (gris).

Cinética. Una sala para el arte que surgió a fines de los ‘50. A la derecha, una obra de Martha Boto./MARCELO GENLOTE
La altura de los techos se emparejó y se subió, lo que habilita la exhibición de obras que antes nunca hubieran podido ser expuestas en esta sección. También se recuperaron los ejes de circulación y los visuales: ahora hay inmensos pasillos que abarcan todo el largo de este lado del museo –más de cien metros– y que permiten ver, de un solo tirón, la gran escultura que recibe a los visitantes ni bien terminan de subir la escalera –un monumento fúnebre de Leonardo Bistolfi, de 1910, que indica el pasaje entre el Siglo XIX y el XX– la escultura de los años ‘20 Los equilibristas , de Pablo Curatella Manes, la obra de resina-símil-carne de Norberto Gómez, de fines de los ‘70 y El mudo, del escultor Juan Carlos Distéfano, de 1973. O sea que de un solo vistazo uno puede abarcar cincuenta, setenta, cien años de Historia, hecha arte. Esto, tal como estaban construidas las salas antes, era imposible.
“Lo interesante de esta reforma es que ahora también se puede hacer por el primer piso en un recorrido entero, de manera circular, sin tener que volver sobre los mismos pasos, como pasaba antes. En este sentido, el museo ganó en funcionalidad,” explica el director. “Además, construimos aquí dos baños, cosa que no existía”.
Alonso muestra con orgullo la obra, que se pagó con fondos públicos salvo la “colgada”, que pagó la Asociacion de Amigos. Sin embargo, su situación en el Museo es incierta. Hace días venció su período como director, que había ganado por concurso en 2007. La Secretaría de Cultura debió haber llamado a un nuevo concurso hace meses, pero no hizo nada. Y, ante la consulta de Clarín , la única respuesta de la Secretaría fue: “No hay nada que decir”.

Berni sólo Berni. Un espacio para el pintor que renovó la pintura argentina a nivel temático y formal. /MARCELO GENLOTE
Mientras tanto, la renovación avanza. Respecto al guión curatorial, los cambios son muchísimos: se sacó gran cantidad de las obras que estaban exhibidas, se pusieron otras que no fueron expuestas con anterioridad, se adquirieron algunas más, y se incorporaron donaciones. Pero la decisión de mayor peso es haber disuelto las barreras entre el arte nacional y el internacional del Siglo XX, y mezclar esas obras. ¿Cómo? Poniéndolas en diálogo.
Lo explica el historiador del arte Roberto Amigo, responsable del nuevo proyecto curatorial: “Decidimos poner en diálogo las obras de arte internacional con las de arte argentino. A partir de ahora podrá observarse Abstracción , una pintura de Juan Del Prete del año ‘32, al lado de Mujer acostada de Pablo Picasso, del año ‘31, y ver las diferencias y similitudes. Hay dos que se salen del esquema y no responden a una temporalidad; están consagradas a problemas genéricos. Una está dedicada a la violencia, y la otra, a la naturaleza americana (Ver... .” Echando un vistazo a todo el proyecto, da la sensación de que el espacio tiene el formato de un peine: un cuerpo largo, rectangular,y también varias salas iguales y paralelas, que se van sucediendo. Uno puede elegir si entrar a todas ellas, o si seguir por el pasillo y visitar solamente en algunas.
Lo que sí es vital es lo que estos cambios –arquitectónicos, curatoriales– nos están proponiendo: otra lectura de la Historia. Y ya era hora de que el arte nacional comenzara a estar expuesto, en diálogo de par a par, junto a los relatos internacionales, en nuestro museo más emblemático. Eso es reconocer a nuestros artistas, y situarlos de otro modo: valorándolos, valorándonos.

Fuente: clarin.com

LO QUE EL MUNDO CULTIVA, COME Y DESECHA

La muestra "Nuestra cocina global: Comida, naturaleza, cultura", que se exhibe en el Museo de Historia Natural de Nueva York, muestra la diversidad cultural del mundo de los alimentos, pero también saca algunas conclusiones contundentes sin pruebas suficientes.

Por EDWARD ROTHSTEIN - The New York Times


"Nuestra cocina global: Comida, naturaleza, cultura", que puede verse en el Museo de Historia Natural de Nueva York sin duda refuerza la necesidad de invocar metáforas culinarias. Pero para el momento en que se digiere la fascinante oferta y se llega al postre multicultural liviano ­una película sobre la forma en que las diferentes culturas combinan comida y festivales–, ya tenemos una actitud expansiva para interpretar el mundo y una comprensión más cabal de nuestro lugar en éste.
Nos enteramos de que todos los años se compran y se venden alimentos por valor de 4 billones de dólares: en 2010 se produjeron casi 2.000 millones de toneladas de maíz, arroz y trigo. La muestra abarca la inmensidad del tema, lo que comprende los desechos de alimentos (un 30% en el mundo) y su ausencia (870 millones de personas, una de cada ocho, padecen hambre).
Vemos erizos de mar salteados como se le habrían servido a Livia Drusila, la esposa del emperador Augusto, en la antigua Roma. En un elaborado diorama de un mercado azteca, se ofrece un cesto de langostas tostadas. Uno de los alimentos más importantes en las regiones tropicales, se nos informa, es la mandioca, cuyas raíces tuberosas saborean de forma periódica 900 millones de personas.
¿Qué les gusta desayunar a los australianos? Vegemite (una pasta para untar a base de extracto de levadura y verduras). ¿Cuál era la dieta de un hombre al que se halló momificado en los Alpes 5.000 años después de su muerte? Carne (probablemente íbice, a juzgar por el ADN de las fibras animales preservadas), trigo silvestre molido (una antigua variedad de trigo que todo indica se usaba en la preparación del pan) y, tal vez, fruta seca.
Se ha reunido una variedad maravillosa: a los gatos no les gustan los dulces y las aves no soportan los ajíes; se usa más azúcar brasileña para biocombustibles que para alimentos; y en Japón las sandías se cultivan en recipientes de vidrio que les dan forma de cubo. Hay un vívido modelo del tipo de desayuno que prefería en su adolescencia el campeón olímpico de natación Michael Phelps: un omelette de cinco huevos, una pila de panqueques con almíbar y más.
Y nadie que se entere de la existencia de las unidades Scoville, o SHU por la sigla en inglés, que "nos dicen cuánta azúcar y agua hay que agregar a un pimiento molido hasta que se lo pueda probar", volverá a insistir en que los jalapeños son picantes. Su SHU es de entre 2.500 y 5.000, pero en Trinidad hay una variedad de ají que registra hasta dos millones de unidades en la escala Scoville.
Detalles sorprendentes aparte, un tema mayor recorre la muestra: la forma en que las culturas transforman la naturaleza y cómo esas transformaciones pueden haber fracasado. Al principio nos enteramos de que casi ningún alimento que se cultiva de forma natural está del todo libre de la domesticación humana. Las frutas silvestres son mucho más chicas que las que comemos habitualmente porque, por lo general, las más grandes son las que se ha seleccionado para el cultivo.
Esa práctica de modificación genética selectiva es antigua. En el transcurso de los siglos se ha cultivado de forma selectiva una sola especie de repollo silvestre, Brassica oleracea, para crear repollitos de Bruselas, repollo crespo, brócoli, coliflor y colirrábano.

DESAYUNO DE CAMPEONES. En este caso del nadador olímpico Michael Phelps.
DESAYUNO DE CAMPEONES. En este caso del nadador olímpico Michael Phelps.

Las papas eran venenosas antes de que los pueblos de los Andes las transformaran en cultivos comestibles hace entre 7.000 y 10.000 años.
En la época actual, métodos similares han derivado en gallinas que ponen más huevos, tomates de piel más resistente para facilitar su transporte y un bacalao del Atlántico cada vez más chico. (Se desecharon los genes de los representantes de mayor tamaño para que sólo se reprodujeran los más chicos. A fines del siglo XIX los bacalaos tenían más de 1,8 metros de largo, mientras que en la década de 1980 ya no medían más de 45 centímetros.) Las tecnologías agrícolas prometen grandes oportunidades: la mitad de todos los peces y moluscos que se comen ahora es producto de la "acuacultura". Pero también se nos informa sobre los peligros de limitar la diversidad, lo que hace más vulnerables los cultivos. (Un solo hongo atacó una única variedad de papa y generó la hambruna devastadora del siglo XIX en Irlanda.) Ahora casi todas las bananas, "la fruta más popular del mundo", proceden de un mismo grupo genético, y también se ven amenazadas por un hongo. "¿Adiós, banana?" se lee en la etiqueta.
La diversidad no sólo se celebra en los alimentos, sino también en las culturas que los cocinan, sirven y modifican. Se puede ver la constancia con que se ha preparado algunos platos a lo largo de los siglos en países como China, Marruecos y Corea.
Pero esa diversidad cultural, se nos dice, también enfrenta momentos difíciles en la cocina global: un 26% de los alimentos envasados del mundo sale de las plantas de apenas diez compañías. Un enorme contenedor transparente lleno de lo que parece ser basura sugiere que la cantidad de comida que desecha una típica familia estadounidense de cuatro integrantes es de 750 kilos por año.
Al lado se compara lo que desechan los países de altos y bajos ingresos y se destacan curiosas diferencias.
Pero en líneas generales, nos enteramos de que los ricos descartan por la despreocupación de la abundancia (como desechar verduras imperfectas o mostrarse rígidos en cuanto a fechas de vencimiento) y los pobres lo hacen por ausencia de condiciones adecuadas (falta de refrigeración o de rutas en buen estado).
Tambien se presentan algunas conclusiones contundentes sin pruebas suficientes. En un breve video, "El futuro de los alimentos", científicos sugieren que la agricultura contemporánea contribuye al calentamiento global. La curadora, Eleanor J. Sterling, directora del Centro para la Biodiversidad y la Conservación del museo, dice (como lo hace la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y los Alimentos, FAO por la sigla en inglés) que el 18% del gas de invernadero del mundo procede de la cría de ganado para consumo.
Dos asesores del Banco Mundial van aun más allá y sostienen que la cifra es de 51%, lo que significaría que el Protocolo de Kioto debería haber tenido más en cuenta el vegetarianismo que los combustibles fósiles.
La exposición, sin embargo, que puede verse hasta el 11 de agosto de 2013, es demasiado diversa como para aspirar a un mensaje simple. 

Fuente: Revista Ñ Clarín

ARTISTAS DE LABORATORIO

El arte y la ciencia se cruzan en una muestra surgida de una investigación de la Universidad Maimónides.

Umbilical”: el arte tiene ahora forma de cordón animal, de órgano manipulado. Y se trata de un órgano humano. Teñido de rojo por las proyecciones, esta vez el cordón umbilical es la materia prima de la obra. Retorcido, en hélice, adquiere la forma de un ADN de escala media gracias a su despliegue prácticamente escultórico en el formol que lo contiene. Se lo puede ver actualmente en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, espiando por entre los agujeros de esa caja-relicario plantada en el espacio: no es uno, sino dos, cuatro, muchos fragmentos unidos de cordones umbilicales, hasta sumar, en total, 26 pedacitos formando un “collage” de información genética y arterias… Son parte de la muestra Recorridos , curada por Graciela Taquini y Rodrigo Alonso.
La exposición reúne un conjunto particular de trabajos, relacionados con el arte, la ciencia y la tecnología. Sobre todo esas obras vinculadas al bioarte, un área aún poco desarrollada en nuestro país.
Organizada por la Universidad Maimónides –donde funciona un laboratorio de bioarte perteneciente a la Escuela de Comunicación Multimedial– la muestra clarifica un poco el panorama de la relación entre arte, ciencia y tecnología. Es en ese laboratorio donde se realizó “Umbilical”, a través del colectivo de artistas Untitled, formado por docentes y directivos de la carrera, como Facundo Colantonio, Romina Flores, Guido Gardini, Alejandra Marinaro, Iván Moschcovich, María Eugenia Rodríguez, Robinson Soria, Alberto Varela y Daniel Wolkowickz.
“El laboratorio de bioarte se creó hace tres años, y el colectivo artístico, hace ocho”, explica Alejandra Marinaro, docente de Maimónides e integrante de Untitled. “Dentro del laboratorio desarrollamos obras en colaboración con otras áreas de la universidad. Por ejemplo, los cordones umbilicales que usamos para la obra los sacamos del laboratorio de Anatomía. Habitualmente se usan para investigación.” La exhibición comprende además una sección de obras históricas que dialogan con otras contemporáneas. Algunos diálogos son claros, como el que se establece entre “Umbilical” y “Hábitat para caracoles”, ese trabajo pionero –año 1970– de Luis Fernando Benedit, en el que investigaba el comportamiento animal a través de espacios construidos artificialmente. Volviendo del futuro, su “Biotrón”, de 1970, fue el envío de nuestro país a la Bienal de Venecia de ese año, el “Fitotrón”, de 1972, actualmente expuesto en comodato en el Malba, y el “Laberinto para ratones”, también de 1972, fueron primeros gestos en nuestro país de una acción rotunda en pro de unir arte y ciencia.
Untitled,  (colectivo de artistas). “Umbilical” (detalle).
Untitled, (colectivo de artistas). “Umbilical” (detalle).
Por su lado, en “Invasión instantánea”, fabulosa obra de Marta Minujín del año 1966 –que formó parte de la experiencia Simultaneidad en simultaneidad –, el espectador entra en la sala e inmediatamente es invadido por toda suerte de consecuencias de los medios de comunicación de masas: comienza a recibir llamados en teléfonos instalados allí, faxes (¡esa antigüedad!), mails, es filmado, le sacan fotos, su retrato es impreso, su voz es grabada y reproducida… “Velocidad, instantaneidad y demanda”, mencionan los curadores como características de esta obra, recreada ahora, en 2012, como contraposición a un mundo sereno y pausado.
En diálogo con ella, se encuentra el trabajo “Principio estocástico”, de Joaquín Fargas, una instalación interactiva que lleva la comunicación que planteaba Minujín a un plano extremo y actual, virtual. Uno puede, a través de esta obra, hacer varias cosas; la más interesante es la posibilidad de escanear el código QR –“Quick Response” (rápida respuesta)– con el celular (y para que esto ocurra hay que bajar en el smart phone una aplicación simple. Una vez bajada la aplicación y escaneado el QR, uno puede caminar veinte cuadras a la redonda del Centro Cultural Recoleta, y el celular reconocerá por sí solo puntos geográficos, e inmediatamente presentará videos y situaciones relacionados con el entorno, preparados por el artista, tales como conversaciones de los guardadores de tumbas del cementerio, o de una tarotista vecina.
“Rombo hidrolumínico”, de Gyula Kosice, y “Entre el cielo y la tierra” –los hologramas de Margarita Paksa– son otras de las obras históricas que se pueden ver.
Es importante mencionar que todos los artistas de la muestra –salvo los históricos– son docentes de la universidad Maimónides. De allí el recorte que expone este proyecto, una especie de homenaje a los pioneros del bioarte y del arte tecnológico en la Argentina.

Fuente: Revista Ñ Clarín

"CUANDO TENÉS HIJOS, EMPIEZAN A PULULAR
COSAS EXTRAÑAS EN LA CASA"

Liniers y Magdalena Okecki, autores de "Mamarracho", cuentan cómo crearon un hermoso libro para que los chicos jueguen sin reglas a ser artistas.
¿Bueno o malo?. A veces depende de los colores con que está pintado.

Por Antonela De Alva - Especial para Clarín

Una de las cosas geniales que te pasan cuando estás vivo es este tipo de entrevistas a uno de los mejores dibujantes del país, Liniers: nos abre las puertas de su casa-estudio; garabatea en la gran pared pizarrón de la cocina la palabra “Mamarracho”. Ese es el título del primer libro que lanza con Petit Común, el sello para libros infantiles-juveniles de su Editorial Común. Lo hizo junto a Magdalena Okecki –artista y directora de arte– y en él rompe todas las reglas de un libro para chicos y los invita a crear sin límites, y a ser artistas de pies a cabeza y de manos a pies.
–¿Cómo surgió este libro?
Liniers: –Cuando tenés hijos empiezan a pulular cosas extrañas en la casa. Con mi mujer, Angie Erhart Del Campo, les compramos a mis hijas muchos libros. Algunos las estimulaban a dibujar y las ayudaban a empezar desde chiquitas. Ahí se nos ocurrió que se podía hacer un libro con las cosas que a ellas les llamaban la atención. Y la contactamos a Maggie, la autora de las ideas con mis dibujos.
–La palabra Mamarracho, en el libro, está escrita por tu hija mayor. Pero ¿cómo se les ocurrió el título?
Liniers: –Mamarracho es la palabra favorita de Enriqueta, uno de los personajes de Macanudo. Cuando hice la historieta en la que Enriqueta lo anuncia, de alguna manera, se solidificó en mí esa palabra. Con Roberto Gómez Bolaños aprendimos que la ch queda simpática y, además, “Mamarracho” tiene en sí misma a “mamá”. El Edipo está presente.
–No es un libro que enseña a dibujar sino que apela a la libertad. ¿Qué buscaron como autores?
Liniers: –Queríamos un libro que fuera más allá de colorear princesas . Que tuviera rock and roll, porque para enseñarles están los libros de la escuela. Queríamos un libro subversivo.
M. O.: –Que rompiera las reglas. Por eso, sólo tiene consejos. Y si quieren pintar el cielo verde y el pasto azul, adelante, que lo hagan. Esa es la idea del arte, que es en libertad y acuerdo con uno mismo.
–¿Cómo rompieron ustedes esas reglas?
Liniers:–Macanudo rompió mucha reglas, y yo lo hago desde todos mis dibujos con pequeñas intervenciones. Romper las reglas genera indignación para muchos. Y resistencia. Picasso las rompió. Es, por ejemplo, pintar fuera de la línea y no adentro como te dicen todos los libros. Y eso es lo divertido de la niñez, también.
M. O: –Creo que en el arte, el acuerdo es con uno mismo. Es sacar lo que tenés adentro para conectar con el otro. Pero para romper las reglas, primero tenés que aprenderlas. En el arte, me parece, no hay un punto de comienzo particular: creás desde que sos chico.
–Estimularlos desde pequeños en el arte. ¿Cómo plantear eso en un libro sin imponer un camino?
Liniers: –Mis hijas, Matilda y Clementina, te pueden traer figuras sin pies y sin cabeza y ellas no piensan que les salió mal sino que están alegres por su dibujo, orgullosas. Y es admirable. No tienen miedo. Esa época es la de mayor libertad. Por eso lo hicimos pensando mucho las ideas, tratando de evitar ejercicios y sacando las reglas. Odio la subestimación de los niños. Maurice Sendak, en un documental, dijo que a los niños les podés decir cualquier cosa, sin mentirles. Me gustó esa idea de encarar el universo infantil y de zafarles la cabeza.

Fuente: Revista Ñ Clarín

GOOGLE HOMENAJEA A XUL SOLAR

El megabuscador dedicó su doodle de ayer al inclasificable pintor argentino, en el 125° aniversario de su nacimiento. Admirado por Borges, también sorprendió al mundo con sus raros inventos.
Google homenajea a Xul Solar
Con su costumbre de homenajear a grandes creadores e inventores en diferentes disciplinas, Google recuerda hoy en su versión local a Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, conocido artísticamente por su seudónimo Xul Solar.
Nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1887, Xul Solar cursa estudios de arquitectura que pronto abandona y se embarca a Europa en 1912, donde entra en contacto con las vanguardias artísticas del momento: cubismo, fauvismo, futurismo, expresionismo, surrealismo. De allí tomaría diferentes aspectos para crear un estilo muy personal caracterizado por colores vivos y por sus raros símbolos y figuras: soles, castillos, caminos, montañas, serpientes, horóscopos, laberintos, palabras y signos.
En 1924 conoce en París a Aleister Crowley, el ocultista más polémico del siglo XX, a quien la prensa inglesa llamaba “El hombre más malvado de la Tierra”. Este le transmitió la manera de sistematizar visiones místicas a través del I Ching, el libro de las mutaciones, y más tarde definiría al pintor argentino como “el mejor visionario que jamás he examinado”.
Con la intención de impulsar la vanguardia artística en la Argentina, retorna al país ese mismo año junto a Emilio Pettoruti. En su regreso colabora como ilustrador en la revista del grupo Martin Fierro y también ilustra El idioma de los argentinos de Jorge Luis Borges, con quien entablaría una larga amistad fortalecida por sus afinidades intelectuales. El mismo Borges contribuyó largamente con la fama de Xul Solar, a quien calificó de la siguiente manera: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época".
La vida de Xul Solar transcurre como una incesante búsqueda de correspondencias entre este mundo y el orden cósmico. Así es como se sumerge en la tradición del ocultismo, la astrología y la cábala, en corrientes espirituales y filosóficas y en las religiones orientales. A través de su obra trabaja por un “sistema de reformas universales” que lo lleva a la invención de nuevos lenguajes como el neocriollo, con el que buscaba una unificación de Latinoamérica, y la panlengua, que pretendía reflejar todas las lenguas de la Tierra. También se propuso otros inventos, como la modificación del piano y su notación musical, la incorporación de nuevos signos en las cartas del tarot, el panajedrez, religiones apócrifas, nuevas anatomías y ciudades de otro mundo.
Su talento fue inmortalizado en el cuento de Borges “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1940), donde aparece traduciendo al neo-criollo (“upa tras perfluyue lunó”) la frase en el idioma tlönés inventado por Borges “hlör u fang axaxaxas mlö” (Ascendiendo, detrás de la corriente, apareció la luna).
En 1954 compró una casa en el Tigre en la que fallecería a los 75 años de edad, el 9 de abril de 1963. Dejó una vasta producción, en su mayoría acuarelas de pequeño formato que alcanzaron el reconocimiento mundial.
 
Fuente: infobae.com

AVIDEZ DE BUENOS AIRES

Hubo épocas en que Aldo Sessa llegó a tomar dos mil fotos diarias de la ciudad. Hoy expone una selección de esas imágenes alimentadas por un fervor que compartió, entre otros, con Borges.

Por Marina Oybin

El edificio de la colección Fortabat es el sitio ideal para Aldo Sessa. Buenos Aires en cincuenta años. En el dique 4, en esa especie de loft vidriado de la moderna construcción de hormigón y acero diseñado por Rafael Viñoly, las imágenes que el fotógrafo viene tomando hace cincuenta años se mezclan con la vista privilegiada del paisaje de Puerto Madero. Se potencian. Mientras recorremos la muestra, que reúne un centenar y medio de fotografías, con curaduría del alemán Michael Nungesser, dejamos en suspenso que en las tardes el sol pega en este sector.
Cámara en mano, Sessa ausculta la city. Su pupila voraz va al acecho recorriendo La Boca, Constitución, Palermo, Avenida de Mayo, Plaza San Martín, y la lista sigue. Captura cúpulas, edificios, plazas, paseos, confiterías, personajes de la gran urbe. Uno se encuentra con el Riachuelo de barcos hundidos, la estación Constitución, medio siglo atrás,  envuelta en luz teatral, o con un silo arenero invadido por luces como chispas. Sus paisajes son híperpulcros, ordenados, hasta parecen silenciosos. Sessa es capaz de encontrar geometría en los sitios más inesperados: le gusta ese juego casual que puede darse entre la verticalidad de figuras y lámparas o en las ruedas de un mateo que por efecto de las sombras proyectadas se multiplican. Uno intuye que hay diversión en esos hallazgos.
En otras fotografías ocurre algo muy diferente: el reflejo de unas hamacas en un charco, una estatua escondida entre los árboles del Jardín Botánico o la usina de la Compañía Italo Argentina envuelta en humo como bruma, sólo por dar unos ejemplos, desatan el enigma. Está también el mismo río que ahora corre a unos pasos y en el que Sessa puso el foco cuando este mismo sitio era Puerto Nuevo y estaba prohibido tomar fotos en la zona.
Como hace cincuenta años, Sessa sigue recorriendo la polis. Cuenta que añora “las construcciones maravillosas que Buenos Aires ha perdido sin sentido”. Usa las mismas cámaras de siempre, y sólo una digital cuando se mete con el color. “El peor enemigo del arte es la pereza. Uno tiene que vivir el arte con una profundidad total. Hay que entregar todo: después, si es bueno o es malo no tiene importancia”. Y ahí está su descomunal archivo de aproximadamente un millón y medio de fotos que evidencia que Sessa nunca abandonó su pupila curiosa. Como un flâneur, le tomó el pulso a la city.
HAMACAS. 2001.
HAMACAS. 2001.

“Indudablemente, es un milagro en múltiples sentidos, Buenos Aires –escribe Ezequiel Martínez Estrada en La cabeza de Goliat–. Tan inconcebible en verdad que muchos de nosotros no tienen todavía idea clara del prodigio, y otros hemos perdido ya el asombro y la fe. Como con todo milagro que pasara al dominio público o que durase más de lo conveniente. Desde altura y distancia adecuadas, deja de ser un milagro edilicio, bancario o político y pasa a ser un problema espiritual que concierne a nuestro trascendental destino de pueblo.”
Después de ver la deslumbrante muestra de Sessa, nos encontramos con el artista en su estudio galería en barrio Norte, “Sessa photo gallery”. Es un golpe en el tiempo: hay que atravesar una mata de plantas colgantes para sumergirse en la única caballeriza en pie que queda en la zona. A unos pasos, una pila bautismal del Sagrado Corazón, dos laboratorios analógicos y un estudio para imprimir fotografías digitales.
El vínculo de Sessa con el arte viene desde hace tiempo. Su abuelo fundó los laboratorios Alex de cine. Sessa arrancó con la pintura, pero en los 80 colgó los pinceles para siempre: “Empecé a pintar –dice– a los siete años y a los diecisiete, a fotografiar. La pintura me ayudó a tener resueltos los temas de valor, composición y color. Pintar y fotografiar, para mí, eran complementos: lo llamaba estado cóncavo y estado convexo”.
Sessa conoció Buenos Aires de la mano de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Mujica Lainez y José María Peña: “Aprendí a ver lo que ellos veían y a sentir lo que ellos sentían: me hice más porteño”. Con Manuel Mujica Lainez, con quien hizo Letra e imagen de Buenos Aires (1977) y Más letras e imágenes de Buenos Aires (con José María Peña, 1979), entre otros libros, lo unió una fuerte amistad. “Nos deleitábamos pasándonos datos de los sitios que encontrábamos, fuimos recorriendo una Buenos Aires que nos gustaba”, recuerda Sessa.
Después de hacer Arboles de Buenos Aires, con poemas de Silvina Ocampo, empezó a armar árboles y flores y a convertir, en sus fotos, la flora en puro ensueño. “Silvina me introdujo en un mundo vegetal que yo desconocía. Me quedaron grabados en el corazón todos esos árboles que hoy sigo admirando”, dice el artista y agrega: “Las Ocampo tenían una obsesión por las flores, las dos sabían muchísimo, eran botánicas absolutas”.
REMOLCADOR. La Boca, 1980.
REMOLCADOR. La Boca, 1980.

Sessa ilustró Cosmogonía, libro de poemas de Borges. “Yo le comentaba mi interpretación de lo que él hacía: me desesperaba para que pudiera imaginar los dibujos. Borges me decía: ‘Aldo, cálmese, yo los veo. Yo los estoy viendo’. Era muy sensible”. Fue Borges el que le inspiró esa gran devoción por el trabajo: “Nunca más pude vivir un año de 365 días, siempre tuve años de 400, 500 o 600 días para aprovechar el tiempo”. Lo dice el fotógrafo que llegó a tomar unas dos mil fotos diarias.
Uno de los trabajos que más lo apasionó fue el del Teatro Colón. Durante cinco años Sessa fotografió sin respiro ensayos y funciones. Entre bambalinas, en los camarines, atrás del telón o colgado a más de veinte metros en la parrilla de iluminación. No se privó de nada: logró capturar un mundo fantástico, de ensueño, luces azuladas, poses que el espectador jamás hubiera podido ver.
Y hubo muchos libros más. Fantasmas para siempre fue el primer título que hizo con Ray Bradbury: “Lo conocí porque Borges había prologado Crónicas marcianas y yo lo había ilustrado; cuando Bradbury vio el libro en Los Angeles, me mandó un paquete con poemas y ensayos: me propuso hacer algo con ese material”, recuerda el artista. Trabajaron juntos: Sessa viajó varias veces a Los Angeles y surgió una fuerte amistad. Luego, vino Sesiones y fantasmas, su segundo libro con Bradbury: son fotografías misteriosas, bellas. Inolvidables.
Tenía razón Bradbury en eso de que Aldo Sessa “se las ha arreglado para encontrar y mantener la superficie y el espíritu detrás de la superficie”. Dijo el escritor: “Uno se lo puede imaginar en el cuarto oscuro llamando de la nada a sus imágenes para darles forma. Lo que no era, lentamente cobra vida. Es como mirar en un espejo empañado y, una vez frotado, ver una forma familiar que emerge. Un fantasma implícito, pero escondido. Debemos atrevernos a describir cómo un fotógrafo adivina lo que no se ve detrás de lo que se ve y atrapa ambos en un instante, congelando al fantasma”.
Sessa es capaz de encontrar fantasmas y sombras increíbles en un simple charco de lluvia. Recorre las dos ciudades que ama: Buenos Aires y Nueva York, donde pasa un mes al año. Leica en mano, ahí está el ojo ávido de Sessa, fotógrafo, dandy, flâneur.

FICHA
Aldo Sessa. Buenos Aires en cincuenta años.

Lugar: Colección de Arte Amalia Lacroze De Fortabat, Olga Cossettini 141.
Fecha: hasta 19 de marzo de 2013.
Horario: martes a domingos, 12 a 21.
Entrada: general $35; menores de 12 años, estudiantes, docentes y jubilados, $ 20


Fuente: Revista Ñ Clarín