COMPLEJO DE LOFTS,
LA TRANSFORMACIÓN DE UN EDIFICIO EMBLEMÁTICO
DEL BARRIO


Ex Alpargatas. Tendrá viviendas, oficinas y un espacio abierto al público.

Una vez más, Casa FOA tiene su sede en un edificio industrial: la fábrica de Alpargatas, ubicada entre la Avenida Patricios y las calles Olavarría, Hernandarias y Aráoz de Lamadrid, en el límite entre los barrios de La Boca y Barracas.
En 1883, el vasco Juan Echegaray, que fabricaba calzado de lona con suela de yute, y el escocés Robert Fraser, productor de máquinas y telas, comenzaron a trabajar juntos. Así sentaron las bases de Alpargatas, con el objetivo de profesionalizar la fabricación de ese calzado. En 1928, la empresa instaló la planta de su división de indumentaria, Alpargatas Textil, en la avenida Patricios. Y allí funcionó hasta fines de la década del 90 . La planta cuenta con 54.877 m2 y se levanta sobre un terreno de 11.214,3 m2.
La antigua fábrica ahora fue transformada en Molina Ciudad, un complejo de lofts para uso residencial , estudios, locales comerciales y oficinas. El proyecto pertenece al estudio Dujovne Hirsch, conocido por el reciclaje de los Silos de Dorrego o el edificio de La Algodonera. En la ex planta de Alpargatas, recuperan la planta baja para un Grand Atrium Central, que será un espacio urbano abierto al público, con locales comerciales y confitería. Y preservan la chimenea original de la fábrica, que es parte de la identidad del barrio .
Casa FOA ya hizo otras muestras en edificios industriales. La edición de 1992 se hizo en el Molino Minetti; la de 2005 en la antigua fábrica textil Barracas Central, ubicada en el Pasaje Lanín; y en 2006, en la ex fábrica de Canale.

Fuente: clarin.com

UNA CONSTELACIÓN SIN ESTRELLAS PERO LLENA DE LUZ:
30a BIENAL DE SAN PABLO


La curaduría de esta edición prefirió la intimidad de la experiencia estética antes que la espectacularidad.

Largada. El pabellón, que diseñó Niemeyer, antes de la inauguración de la Bienal que dura hasta el 9 de diciembre.
Por Ana María Battistozzi
San Pablo. ENVIADA ESPECIAL




Una constelación sin estrellas. Tal la conclusión entre quienes tuvieron la oportunidad de visitar esta trigésima Bienal antes de su apertura al público. Básicamente porque lo que fue presentado como una articulación constelar de diversos núcleos de sentido ha prescindido deliberadamente de las grandes estrellas que suelen dar brillo a este tipo de encuentros internacionales.
Esta vez el curador venezolano Luis Pérez Oramas y el equipo que integran los jóvenes Tobi Maier, André Severo e Isabella Villanueva, se han propuesto rescatar el carácter intimista y sensible de la experiencia estética, cada vez más extraviada en este tipo de encuentros crecientemente signados por la espectacularidad.
Así, esquivaron deliberadamente lo que en palabras de Pérez Oramas constituye “la visión del curador consumista que anda por los pasillos del gran supermercado del arte buscando lo último para sorprender”.
El giro es importante y el desafío enorme. No sólo porque debieron trabajar con extremo esmero la selección de los 111 artistas, sino porque debieron replantear el modo de mostrarlos. No a partir de una sola obra, como es habitual, sino a través de conjuntos representativos de cada artista. También fue necesario adecuar el fascinante pero complicado pabellón Bienal que diseñó el célebre arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, con mucha pared vidriada, para fundir el verde del parque Ibirapuera con el interior, para acoger más de tres mil obras. El diseño es un acierto del joven arquitecto rosarino Martín Corullon, quien trabajó en colaboración con el equipo curatorial. Y sin duda es una de las principales marcas de esta edición. No hay aquí grandes espacios dedicados a grandes instalaciones, sino una organización espacial compartimentada para favorecer la experiencia íntima que persigue la idea de constelaciones y “La inminencia de las poéticas”, que rige esta edición. Este concepto vector remite a lo que está apunto de aflorar. O bien lo que el curador Pérez Oramas percibe tal vez como punto de inflexión. Un momento en que la experiencia sensible y lo poético empiezan a ser una demanda del artista y también del público. Así también rescata la imaginación al borde de la obsesión, al límite de lo inconsciente. Y especialmente la “invención de lo cotidiano” un concepto que evoca a Michel Certau, importante referencia en la formación de Pérez Oramas, que tomó licencia en el MoMA de Nueva York para hacerse cargo del diseño de esta bienal.
Casi como consecuencia lógica, su selección se apoya en artistas sensibles y austeros. Muchos de ellos desaparecidos, como Gego o August Sander, o maduros que han permanecido buena parte de sus vidas concentrados en una producción relativamente escondida. Tal el caso de Eduardo Stupía, quien presenta aquí cuarenta y cinco trabajos realizados entre los años 90 y el último año que permiten una idea acabada de su producción. O del colombiano Roberto Obregón (1946- 2003), que dedicó toda la vida a reflexionar sobre el tiempo a través de las distintas formas de la rosa como símbolo de la fragilidad.
Hay históricos como Allan Kaprow (1927-2006), conocido por sus happenings de los 60, y figuras extremas como el alienado Bispo do Rosario, que se vio hace unos años en la Fundación Proa y tiene aquí un lugar central.
Una refinada trama articula la importante producción del presente que dialoga con los artistas del pasado en similar registro reflexivo y sensible.
En ella se inscriben las obras cuidadosamente elegidas de Leandro Tartaglia, Martín Legón y Pablo Accinelli, los otros tres argentinos aquí presentes y a quienes se les ha abierto la posibilidad de ofrecer una visión representativa de sus respectivas obras. Tanto Accinelli, que ha podido desplegar su refinada indagación de mecanismos lingüísticos y expresivos, como Legón, que muestra tres instancias de una indagación de comportamientos humanos, cuentan con generosos espacios. La noción de archivo abarca en muchos sentidos esta muestra que incluye entre otras cosas más de 600 retratos realizados por August Sander.
Otro principio vincular es el de deriva y una de las formas que asume es el fino recorrido de Tartaglia por la ciudad que cruza experiencias visuales y auditivas.


Eduardo Stupía, el gran invitado argentino


Artista ampliamente reconocido en su medio pero ausente hasta ahora de los grandes circuitos internacionales, Stupía fue invitado por Pérez Oramas mismo a presentar un conjunto vasto de su obra. Mientras recorre la bienal confiesa que entendió más claramente la razón por la que fue convocado a partir de verla en su conjunto. Pero sobre todo al poder conocer a los artistas con los cuales le toca convivir. “Inclusive, llegué a comprender cosas de mi propio trabajo que yo no había visto”, explica. Y sigue: –Para mí es un doble efecto muy fuerte. En especial lo que tiene que ver con esa noción de catalogación que sobrevuela la bienal, como si el mundo fuera un gran catálogo. Esa acumulación más o menos ordenada o desordenada que remite también a la idea de clasificaciones, de rótulos, de archivos. Es allí que pienso que Pérez Oramas percibió en mi trabajo una especie de catalogación de signo gráfico, sólo que disimulada y presentada como lenguaje o al revés. Un lenguaje que se despliega pero al mismo tiempo se muestra como un entretejido de signos interrelacionados entre sí. Como si cada obra fuera la puesta en escena de un orden posible. Creo que vio eso en mis trabajos y es algo que yo pude haber pensado pero nunca lo había visto tan claramente así.
–Más allá de esa experiencia personal ¿qué impresión tenés?
–Diría que es una bienal que permite leer artista por artista y al mismo tiempo la lógica heterogénea que los agrupa, los justifica y de algún modo le da sentido a todo. Creo que la idea de constelaciones que amplía el título de la exhibición, “La Inminencia de las poéticas” lo expresa bien, porque uno puede pensar que el curador revela, por ejemplo, que cada obra es una constelación en sí misma.
-¿Qué definiría esa idea de constelación?
-Puntos aparentemente azarosos que unidos hacen una figura. Es decir que, aunque inconexos en apariencia, pueden definir una figura. En ese sentido diría también que la Bienal es una constelación en sí misma y los artistas esos puntos que el curador vincula. Siendo uno mismo artista, uno de esos puntos, se ve a sí mismo como una parte integral de ese todo. Un tipo de relación que también define la propia.
–¿Y qué sentís con relación al título “La inminencia de las poéticas” que opera de manera tan amplia que abarca un amplio rango de cosas?
–Me da la impresión de que es como si hubiera trabajado sobre lo no consagrado de manera espectacular y no sólo en el sentido de tamaño. Sino que se dirige a lo que está por venir. Algo que apunta a un estado de atención sobre lo que vendrá.

Fuente: clarin.com

INSÓLITO:
PAGÓ 50 DÓLARES POR UN SUPUESTO CUADRO DE RENOIR

Una mujer fue de compras a un mercado de pulgas en Virgina y encontró la obra del pintor francés que, de comprobarse su autenticidad, valdría entre 75 y 100 mil dólares.
Crédito foto: Gentileza: potomack


En el Valle de Shenandoah, en el estado de Virginia, Estados Unidos, una mujer –que decidió permanecer en el anonimato- compró un lote de objetos en un mercado de su ciudad. Ni imaginó que se estaba llevando una obra de arte del reconocido artista francés Pierre-Auguste Renoir, valorada en miles de dólares.
Según BBC, en esa ocasión -que ocurrió hace un año y medio-, pagó menos de US$50 por una caja en la que había un muñeco de Paul Bunyan, una vaca de plástico y un cuadro. Ahora, esa compra puede valer entre 75.000 y 100.000 dólares
La señora dijo que en realidad lo que más le llamó la atención fue el muñeco y respecto al cuadro confesó que se había fijado sólo en el precioso marco que tenía, al que luego pensaba darle otro uso.
Juntó todos los objetos y los metió en una bolsa de plástico. Durante meses la trasladó de un lado a otro entre el garaje, la cocina y el auto sin saber qué hacer con esa “basura”. Hasta que un día, decidió separar el lienzo del marco y su madre le pidió que esperara y que la llevara a un experto para ver si tenía valor.
El cuadro terminó en una casa local de subastas, Potomack Company, donde Anne Norton Craner, especialista de la empresa en arte y antigua investigadora del Museo Metropolitano de Arte, señaló que la pintura era un trabajo original de Renoir llamado “Paysage Bords de Seine” (Una escena del río) y que data, aproximadamente, de 1879.
“La mujer trajo el cuadro, estaba muy emocionada, pero no sabía lo que tenía en sus manos. Abrió la bolsa e inmediatamente me pareció una obra auténtica”, explicó Craner, quién sintió que era auténtico de forma instintiva.
“Es decir, lo sé por el color, ese color brillante, los rosas y los púrpuras. Además, Renoir es conocido por sus rápidas pinceladas. Y el color es muy importante tratándose de Renoir”, agregó.
Sin embargo, analistas explicaron que hay que ser cauteloso ya que los mercados de pulgas pueden convertirse en el escenario ideal para que los falsificadores de obras de arte pongan en práctica sus trucos.
Craner buscó por el título y encontró un cuadro con el mismo nombre en el catálogo de la obra del impresionista francés. Además, un estudio realizado en la Galería Nacional de Arte de Washington DC y la confirmación de un experto en Renoir, dejaron satisfecha a Craner.
El marco del cuadro es una pieza de los años 20 y se cree que el último dueño conocido fue Herbert May, esposo de Sadie May, una coleccionista de arte de Maryland, benefactora del Museo de Arte de Baltimore.
La subasta tendrá lugar el 29 de septiembre y la dueña del cuadro ni ha pensado en quedarse con él. Lo único que quiere hacer  es, si todo sale bien, invitar a su madre a viajar por Francia y visitar el Museo del Louvre.

Fuente: infobae.com

INCREIBLES RÉPLICAS DE LIBROS DE HORAS MEDIEVALES


NOVIEMBRE, REGRESO DE LA MONTERÍA, F. 28V


La pintura principal del folio 28v. representa el regreso de la cacería. Como en el caso de la del mes de julio (f. 24v.), la escena situada en primer plano –el retorno del grupo de cazadores– está enmarcada por una serie de labores agropecuarias que contrastan con el carácter aristocrático de la práctica cinegética. Asimismo, la composición es prácticamente idéntica, sólo que invertida, a la de la partida para llevar a cabo la caza con halcón: en el centro, el señor, cabalgando sobre un caballo, con las manos enguantadas y con una fina jabalina o verduguillo que toma con la izquierda; junto a su montura, otra con un venado muerto; flanqueándolo, sus sirvientes, que debían acosar y atacar al animal: el de delante, el montero mayor, con una lanza apoyada sobre su hombro izquierdo, un gran cuchillo enfundado colgando y un cuerno de caza colgando a cada lado de su cintura, sujeta una correa con dos lebreles; del que cierra el grupo sólo se percibe la lanza apoyada sobre el hombro derecho. Los siguen dos parejas de perros. La comitiva pasa delante de una propiedad campesina; en las distintas construcciones que la componen tienen lugar diversas tareas: a la izquierda, junto a tres gavillas de cereal atadas, un hombre criba el cereal con un harnero –de forma similar a como aparece en la orla que bordea la segunda parte del mes de agosto del Libro de Horas de Croÿ–, cayendo a sus pies residuos vegetales, como cascabillo, briznas de paja o polvo; en el interior de un cobertizo, un campesino maja con un mayal y otro remueve la parva con una horca de dos gajos. Fuera, gallinas picoteando y cerdos buscando comida; a la derecha, la vivienda campesina y, debajo, una mujer pone alimento a la piara cobijada en otro cobertizo. El fondo muestra un paisaje de finales de otoño, con árboles casi desnudos y, quizá, un campesino dedicado a la caza menor con un bastón al hombro y un zurrón lleno de piezas, como atributos de la estación otoñal.
En la parte inferior de la orla del folio 28v., aparecen unos muchachos jugando a la petanca –juego, conocido desde la Antigüedad–.

Carlos Miranda García-Tejedor (Doctor en Historia)

BERLÍN:
EL ARTE ALTERNATIVO PERDIÓ UNA SEDE EMBLEMÁTICA

Adiós a la galería "okupa" Tacheles. Desalojaron ayer el espacio, central para la cultura libre durante más de 20 años.

Una joven ciudadana del mundo toca la melodía triste de la película Amélie en un piano de cola en una sala que da a la calle de la famosa galería okupa Tacheles del barrio Mitte de lo que fuera hace 23 años Berlín Oriental. Poco después, ayer, la policía alemana clausuraba este símbolo del arte alternativo surgido poco después de la caída del Muro, que durante más de dos décadas albergó a pintores, escultores, fotógrafos, músicos, bailarines, djs y artesanos alemanes y globales.
El edificio se inauguró en 1909 como un símbolo de una Alemania desafiante. Un amplio espacio de oficinas del sector agrícola. Años después sería utilizada por el régimen nazi y después de la guerra devino en un gran almacén de materias primas del agro. Luego de la unificación, en febrero de 1990, un grupo de artistas lo “ okupó ” y se organizó para dividir el edificio de seis plantas en un ámbito de trabajo, creación, estudio, y también de venta de obras, donde hubo lugar para un cine, un teatro, el bar Zapata, y una disco.
El tercer piso fue, hasta ayer, conocido como el espacio latinoamericano porque allí vivían y trabajaban artistas y artesanos de Chile, Bolivia, Perú, México entre otras nacionalidades. Por allí pasaron las cámaras que filmaban la película Good bye Lenin y fue visitada por artistas consagrados.
A comienzos de los 90, Berlín estalló en todos los sentidos imaginables y se convirtió en una meca de turistas, artistas, intelectuales y bohemios. Pero también, la ingenuidad de este barrio, Mitte, recibió en ayunas la avalancha de inversores que comenzaron a transformar esa parte de la ciudad en un mundo de construcción permanente y de globalización alocada que enfrenta a Armani con las ruinas del Muro.
La noticia del desalojo comenzó a conocerse en febrero. Desde entonces se realizaron algunas protestas: performances que nunca alteraron el ritmo de la conocida avenida Oranienburger. En junio, el colectivo de artistas envió a las autoridades de Berlín las llaves del edificio junto a una carta abierta al alcalde-gobernador de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, al que acusaron de ser el responsable del cierre. “El centro artístico Tacheles deja así definitivamente de funcionar, de lo que únicamente usted es responsable. Habría sido fácil salvar el centro creativo de Berlín del desmantelamiento y la destrucción especulativa. Usted conscientemente no ha cumplido esta tarea”.
La otra cara del “enemigo” es el HSH Nordbank y Anno August Jagdfeld que reclaman la propiedad del lugar. Debido a su estado ruinoso, en 1998 los artistas del Tacheles firmaron un acuerdo para permanecer en el lugar durante diez años más, a cambio de reformar el edificio y ocuparse de su mantenimiento con sus propios ingresos. Una vez finalizado ese contrato, la situación del Tacheles empeoró, ya que el propietario de los terrenos quebró y su principal acreedor, el HSH Nordbank, reclamó la casa y el valioso terreno.
Ayer a las ocho en punto de la mañana los aproximadamente cincuenta artistas que continuaban en el edificio entregaron voluntariamente las llaves al agente judicial, tras lo cual entró un grupo de policías aburridos que dejaba una pila de puchos humeante sobre la vereda de enfrente. “Rechazamos la violencia. Hemos llegado al límite de nuestras fuerzas”, declaró la artista Linda Cerna en nombre de los últimos que allí estaban ante una treintena de periodistas.
El cierre de Tacheles dispara muchos debates. Uno es el de la construcción y reconstrucción desmedida de la que los berlineses se quejan. Pero también inaugura el debate sobre los subsidios a la llamada cultura independiente: los artistas pierden su lugar de trabajo pero no su actividad, gracias al apoyo económico que recibieron antes de abandonar el lugar.
Es la ciudad la que pierde un espacio de la cultura libre que pronto albergará, con seguridad, a las marcas más chics del planeta.

Fuente: Revista Ñ Clarín

PASIÓNPOR PICASSO EN OLAVARRÍA

Más de 160 piezas de una colección privada nunca exhibida en el país reúne la muestra itinerante “El lenguaje gráfico de Picasso”, que acaba de inaugurar su primera escala.

"Yo hago lo imposible porque lo posible lo hace cualquiera”. El hombre que desató la gran acción de ruptura en la historia del arte moderno estaba convencido.
Con más de 160 deslumbrantes litografías y linografías, El lenguaje gráfico de Picasso ocupa cinco grandes salas y el auditorio del Centro Cultural Municipal Hogar San José, en Olavarría. Inaugurado en 2010, el centro cultural es una bella construcción de 1913 donde funcionó un hogar para niñas huérfanas, y conserva la capilla de época, impecable y los bancos de piedra hechos a pico y pala por los penados en Sierra Chica. Las amplias salas, que para la exhibición se pintaron de distintos colores y están ambientadas con música inspirada en Picasso, dan a un increíble parque. Allí, entre el perfume de pinos y la embriagadora música flamenca, la noche de la inauguración fue pura alegría. No faltó nadie en Olavarría.
Con curaduría de Mariela Alonso, la muestra, que luego se verá en distintas ciudades de la Argentina y de América Latina, reúne un conjunto de obras que se exhiben por primera vez; todas pertenecen al grupo de coleccionistas argentinos Ví + Arte. Son grabados que integran una colección mayor y que en esta ocasión fueron bellamente enmarcados.
Pintor, escultor, ceramista, Picasso se metió también con el grabado: desde los inicios de su carrera hasta la última etapa, llegó a hacer dos mil estampas. Si bien muchas veces su obra gráfica se complementa con la pintura y la escultura, en general es bien particular: esta técnica le permitió celeridad, experimentación, una expresión inmediata.
La muestra, que integra obras de los años 40 hasta sus últimos grabados eróticos, y que incluye “Muchacha según Cranach”, su increíble debut en linografía, es un recorrido gráfico por la vida de Picasso, que compartió con devoción sus pasiones en el lienzo y en el papel: nunca dejó de ser autobiográfico. Sus obras son un singular diario íntimo.
Con linografías y litografías realizadas desde 1960, en una sala pintada a puro carmín y en la que suena el lamento inconfundible de El Cigala, avanza la tradición taurina que marcó vida y obra de Picasso. En esa arena manchada, donde conviven espectáculo, alegría y sufrimiento, sus toros y toreros condensan violencia y crueldad en la lucha por la supervivencia. Están los picadores que hieren y zahieren al toro hasta debilitarlo. Eso sí, jamás darán la estocada final: ese gesto de poder del hombre sobre la naturaleza queda en manos del matador. Entran también en el gran espectáculo popular las ecuyeres, amazonas avezadas, y los manolos y manolas. Se sienten las palpitaciones del gran artista malagueño. Estremece el lamento de El Cigala. En ese mundo de arena carmín, Picasso tuvo grandes amigos toreros, como Luis Miguel Dominguín, a quien le dedicó uno de los grabados que está en sala. “Los toreros nos permiten hablar de la primera etapa de la vida de Picasso: su primer óleo, a los 8 años de edad, y su primer grabado, a los 15, son picadores. Para él, el torero es la metáfora de la vida: representa la persona que se enfrenta a la tragedia de la vida. El toro es esa fuerza incontenible que tenemos que enfrentar en la vida cotidiana”, dice la curadora.
Irrumpe el minotauro que escapó del mito para meterse con fuerza en sus obras entre 1933 y 1937 (gran parte de las series impresas en este período integran la Suite Vollard). Extraño Asterión que recorre caminos sinuosos, ambiguos, que lo guían por los laberintos picassianos: el minotauro es desde personaje macabro, al punto de convertirse en algunas obras en violador, hasta criatura híper frágil que agoniza en el ruedo o, como en la peor pesadilla de un artista, se vuelve ciego.
Están los grabados que hizo Picasso en homenaje a sus talleres, casas, sitios que amó, y a algunos amigos como Paul Eluard, el gran artista de la resistencia francesa (Picasso ilustró muchos libros de poemas suyos). Se expone la bellísima litografía “Desnudo acostado y gato. Homenaje a Georges Braque” (1964), que hizo cuando su amigo, su gran compañero de aventuras en el cubismo, cumplió 80 años. Con él llegó a firmar obras a dúo. La fragmentación de los objetos, para ellos nunca fue un alejamiento de la realidad sino todo lo contrario: la forma en que el ojo captaba todo lo que veía. Fueron aliados en un momento en que ni las vanguardias comprendían el cambio radical que empujaba Picasso. 

CIRCUS RIDER II. Litografía color de la serie "Picasso y la comedia humana o los avatares de Gros".
CIRCUS RIDER II. Litografía color de la serie "Picasso y la comedia humana o los avatares de Gros"
Con figuras atormentadas que recuerdan a las del “Guernica”, símbolo de resistencia contra el fascismo, la impresionante litografía “La guerra” (1954), evidencia su visión antibélica. En contraposición, “La paz”, con iconografía de esta temática, es etérea: madres con bebés, chicos jugando y caballos alados parecen flotar. Están también esas palomas picassianas, símbolo de la paz y la libertad, temas centrales en su obra.
En enero de 1937, antes de empezar a trabajar en el Guernica, Picasso arrancó con “Sueño y mentira de Franco”, que incluyó un texto escrito por él. El producto de la venta de los grabados se destinó a un fondo para ayudar a los republicanos en España. Son dos fabulosos aguafuertes, con nueve escenas cada uno, en las que ridiculiza al general Franco. En la primera, creó una tira cómica, bien ácida, que narra las aventuras de un Franco representado como pervertido caballero cristiano, en parodia a los héroes legendarios españoles. Picasso se ríe de su supuesta virilidad y pone blanco sobre negro la violencia y la destrucción de la cultura y el arte en manos del general. En la segunda lámina, que es trágica, ya aparecen imágenes que retomará en el “Guernica” como una mujer llorando, desgarrada, con su hijo muerto, y el caballo agonizante –el propio Picasso, esquivo en general a hacer interpretaciones de sus obras, dijo que en el “Guernica” representa al pueblo.
Esperanzadora, alegre, con colores luminosos, como su recordado óleo “La alegría de vivir”. Así es la serie que pintó a partir de 1946, cuando se fue a vivir a la Costa Azul: su lugar en el mundo. Si bien viajó algunas veces a España para ver a sus amigos y familiares y para disfrutar de las corridas de toros, Picasso prometió no volver definitivamente hasta que terminara el franquismo, pero murió antes.
En la serie de grabados realizados tras la Segunda Guerra Mundial, vuelve sobre algunos tópicos del período rosa. Están sus deslumbrantes “Bacanal con pareja de amantes” y “Bacanal con cabra”, con personajes que se retuercen de placer entre el azul cerúleo más bello que usted jamás se haya podido imaginar. “La temática del 20, del 30, e incluso de los inicios del 40, es muy dramática. Cuando termina la guerra el estilo sigue siendo picassiano, pero los temas se transforman completamente: recupera personajes como los pierrots, saltimbanquis y los acróbatas de la época circense de la etapa rosa y, al tiempo, se reencuentra con la mitología mediterránea”, dice Alonso.
El circo se transforma en comedia humana y sus personajes son representados por Picasso: se vuelve simio, deforme, enano, infeliz clown, gnomo. Como un Pigmalión redimido, Picasso pone el foco sobre su propia figura envejecida, en contraposición a bellas modelos, amazonas, y bailarinas. Además, recupera los temas mitológicos, que ya había abordado, por ejemplo, en las ilustraciones de la metamorfosis de Ovidio, pero ahora lo hace con sello báquico. Y hay fiesta dionisíaca con mujeres desnudas en medio de bucólico campo. En un clima idílico, avanza un desfile inagotable de faunos que llevan mujeres, amazonas, pierrots, enanos panzones, cabras y, desde luego, toros. Porque el toro, a veces, también es el propio artista. En escenas amorosas simboliza la figura masculina: es energía reproductiva, fuerza irrefrenable, pasión.
“El arte no es nunca la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el instinto y el cerebro pueden concebir independientemente de ese canon. Cuando se ama a una mujer, no se toman instrumentos para medir sus formas, se la ama por el deseo que nos provoca y, sin embargo, se ha hecho todo lo posible para introducir el canon incluso en el amor”, sostuvo Picasso en 1936. Sus grandes amores fueron también sus modelos. En sala, una serie de retratos nos acerca a Jacqueline Roque, su última mujer: musa inspiradora a la que siempre pintó bella, angelical. Pero no todas tuvieron la misma suerte. Françoise Gilot, su pareja durante diez años, fue inmortalizada por Picasso como “La Femme-Fleur” pero después llegó a representarla como un frío caballero medieval con armadura, una mujer a la defensiva, que uno descubre en uno de los grabados en sala. Para Gilot, todas las pinturas de Picasso son un diario de su vida: “Aunque Picasso estaba pintando el retrato de una mujer, siempre se trataba de su propio autorretrato”, sostuvo Gilot, a sus 90 años, en una entrevista con el diario australiano The Sydney Morning Herald, en 2011. “Les mentía a todas para mantenerlas a su alrededor”, dijo. “La forma que tenía Picasso de eliminar una mujer tras otra era retratarlas. Cuando perdía el interés por una mujer, pintaba retratos despiadados: por ejemplo, Olga con dientes de navaja, vagina con filo de sierra, cuerpo retorcido”, señaló la otrora Femme-Fleur, quien lo describe como “un poderoso minotauro capaz de fulminar a sus mujeres, un gran río que arrastraba en su corriente restos y esqueletos y que necesitaba mucho sexo”. 

SERIE. Toros y toreros.
SERIE. Toros y toreros.
Sus relaciones amorosas y familiares son un capítulo trágico. Fernande Olivier, Eva Gouel, la bailarina Olga Khokhlova, Marie-Thérèse, Dora Maar (fotógrafa vinculada al movimiento surrealista), Françoise Gilot y Jacqueline Roque fueron sus amores. Cuando en 1964, Gilot publicó La vida de Picasso, que ponía el foco en sus relaciones y amantes, Picasso, como represalia, cortó el vínculo con Claude y Paloma, los hijos que había tenido con ella. Nunca más volvió a verlos ni a responder llamados y cartas, y avanzó en un juicio por el libro, pero lo perdió. Gilot inició otro juicio para convertir a Paloma, Claude y Maya (la hija de Marie-Thérèse) en herederos legales de Picasso. “A Picasso lo enfureció –dijo Gilot– pero había dado su palabra de que amaría y protegería a sus hijos, y no cumplió su promesa”.
La relación de Jacqueline con los hijos de Picasso fue tensa, cuando murió no dejó que Claude, Paloma, Paulo Picasso (hijo de Olga, la única mujer con la que se casó) y Pablito (hijo de Paulo) se despidieran de Picasso. Pablito volvió a su casa y se tomó una botella de lavandina; Paulo murió alcohólico a los 54 años. Sus mujeres tuvieron un destino trágico. Dora Maar (que fotografió el proceso de creación del “Guernica”) terminó en un manicomio después de que él la abandonara. Tras la muerte de Picasso, Marie Thérèse se ahorcó y Jacqueline se pegó un tiro.
Una sala reúne fotos de Picasso más íntimo tomadas por David Douglas Duncan. A Picasso le fascinaban las fotos y Duncan le tomó más de 25.000. “Era un hombre bajito, pero su mirada lo hacía enorme. No estoy seguro de haber podido capturar todo el significado de esa mirada. No era algo intimidatorio. Era algo misterioso e indescriptible”, dijo el fotógrafo. En sala, hay una serie de fotos del libro Goodby Picasso. Ahí está, en slip, bata en mano, Picasso junto a su perro Kabul. En otra imagen, mira con ternura a Sylvette, la modelo de cabello recogido que pintó con fruición. Más allá Picasso hace pasos de danza, divertido, junto a Jacqueline. La cámara lo sigue y pone el foco en papá Picasso jugando a la cuerda con Claude y Paloma, en el Castillo de Vauvenargues, donde vivió. Hay una imagen extraña: se lo ve con una especie de gran plumero junto al “Guernica”. Hay también una hermosísima producción de fotografías estroboscópicas de la revista Life: Picasso dibujando con la luz de una linterna vuelve la escena fantástica. A unos pasos, de espaldas al mar, el artista deviene minotauro: lleva una cabeza de toro sobre la suya que oculta el misterio de su mirada.
Picasso consideraba que “el arte que era casto no era arte”. El principal enemigo de la creatividad, decía, era ese denominado buen gusto. Si bien es un tema constante en su obra, los grabados de su última época ponen el foco con mayor intensidad en el erotismo. Se exhibe una selección de los 20 grabados eróticos (de la Suite de 347) que fueron editados en 1970 con seis obras de John Lennon, en un libro que buscó iniciar una serie de publicaciones sobre las relaciones entre erotismo, belleza y arte. “Integrar las imágenes de Lennon a las de Picasso fue una manera de rendir homenaje al arte como espacio de libertad”, explica la curadora.
Son grabados amorosamente eróticos que dialogan con las seis litografías originales que hizo Lennon con Yoko Ono como modelo, que fueron confiscadas por Scotland Yard, y luego recuperadas (editadas por el Fondo Editorial Buenos Aires en 1970). Esa serie de obras integran el proceso creativo que el músico desató con su famosa performance “Bed in for peace”, como un grito de libertad contra la guerra de Vietnam.
Entrañable minotauro. Para Picasso, la vida fue una corrida, una sangrienta lucha contra la muerte. Prolífico, hipnótico, revolucionario, único, siguió trabajando hasta sus últimos días. Nunca dejó de experimentar, desde que, apenas a los 15 años, su pintura “La Primera Comunión”, que cumplía con todos los requisitos de la exigente academia, fue seleccionada para la Tercera Exposición de Bellas Artes, en Barcelona. “Pintar como los pintores del Renacimiento me llevó años, pintar como un niño me llevó toda la vida”, afirmó. Y no paró. Cuando la muerte le pisaba los talones, como una conjura imposible, se apuró a crear cada vez más.

FICHA
El lenguaje gráfico de Picasso

Lugar: Centro Cultural Municipal Hogar San José, Olavarría.
Fecha:  hasta 23 de septiembre.
Horario: lun a vier, 9 a 20; sáb, dom y feriados, 15 a 21.
Entrada: $10; estudiantes y jubilados, $5; miércoles, gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín

HALLAN RESTOS DE CULTURA PREHISPÁNICA
EN UNAS ALCANTARILLAS DE PERÚ


Una tumba de la cultura pre-inca Sican de hace 1.200 años descubierta por un grupo de arqueólogos en la región de Lambayeque, en el norte de Perú, el 10 de julio.

Restos arqueológicos de la cultura Lambayeque (800-1400 d.C) fueron hallados durante las excavaciones para el cambio de redes de agua y alcantarillado en el distrito de Motupe, en la Región Lambayeque (norte), sorprendiendo a la población y a los arqueólogos.
Se encontraron osamentas, huacos y otros objetos durante los trabajos para el cambio de redes de servicios básicos, informó la emisora RPP.
El arqueólogo Walter Alva, descubridor del Señor del Sipán y un especialista de las culturas del norte de Perú, dijo que los restos encontrado son de la cultura Lambayeque y que los trabajos de alcantarillado deben paralizarse para que expertos del ministerio de Cultura realicen una evaluación.
Los restos fueron recogidos por personal del Instituto Nacional de Cultura, órgano del ministerio de Cultura para su estudio, que ordenó que la zona sea vigilada para evitar eventuales hurtos de restos.
La cultura de Lambayeque o Sicán, una de las más importantes del norte de Perú, llegó a extenderse por casi toda la costa peruana en su periodo de apogeo (Fase Intermedia 900 -1100). Esta cultura se desarrolló a partir de la decadencia de la cultura Mochica (200 a 700 d.C), asimilando gran parte del conocimiento y tradiciones culturales de ésta.

Fuente: AFP