PARA NO PERDERSE:
ARTE ITALIANO, PREHISPÁNICO
Y EL GRAN CRUZ-DIEZ




Tiempo libre y poco tránsito: el período ideal para ver las mejores muestras en la Ciudad.

La tradición del arte, Italia en la colección del MNBA, 1860-1945

Si a usted le gusta el arte, esta es la temporada para gozar, sin las molestias del tránsito o de una gran cantidad de público, de las “exposiciones- estrella”. Hablamos de esas grandes muestras que no pueden dejarse de ver, como la de arte italiano en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), la de los dioses mexicanos en la Fundación Proa, o la del pintor venezolano Carlos Cruz- Diez en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).
Para organizarse mejor, puede ayudar que recorra las exposiciones siguiendo ciertos “ejes” dentro de la ciudad de Buenos Aires. Como por ejemplo en el “eje- sur”, se pueden ver dos muestras juntas, la de la FundaciónProa de La Boca y también la del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), en San Telmo. En cambio, siguiendo un “eje-norte”, usted podrá observar la muestra del Museo Nacional y también la del MALBA, ambos en el barrio de Recoleta.
Lo imperdible: “Dioses, ritos y oficios del México prehispánico”, en la Fundación Proa de la Boca. Son unas increíbles ciento cincuenta piezas arqueológicas,  traídas especialmente desde la zona del Golfo de México, algunas de más de mil años de antigüedad. Si usted las observa, podrá ver reflejadas en ellas las celebraciones de la fertilidad, la adoración que se le hacía al sol cada atardecer, los sacrificios humanos a través de los cuales se les rendía tributo a los dioses, y hasta a la impactante Mictlantecutli, deidad de la muerte. Todo esto, representado en figuras de barro, muchas de tamaño natural.
“La tradición del arte. Italia en la colección del MNBA, 1860- 1945”, en el MNBA: una exposición que muestra un tipo de arte poco conocido por nosotros, figurativo, realista, simbólico. Pone de manifiesto un pasaje histórico sufrido por Italia: los años que van desde la reunificación del país hasta el inicio de la posguerra. O sea, los años que van desde un arte narrativo –“Ottocento”, se le llama– hasta otro más internacional –“Novecento italiano”–. Si usted visita esta exposición, fíjese en las dos características que más expresan todo esto: cómo los artistas fueron manejando el verismo en las obras, y cómo, también, fueron pintando la luz.
“Carlos Cruz- Diez: el color en el espacio y el tiempo”, en el MALBA. Es la retrospectiva de uno de los artistas latinoamericanos más importantes. Para él, el manejo y estudio del color fueron temas vitales. Cruz- Diez siempre consideró al color como un “organismo vivo”. Por eso las ciento veinte obras que se exhiben ahora en el MALBA no se quedan quietas: pareciera que se salen de la pared, como si el color fuera virtual o estuviera proyectado. Pero no. Es sólo –y asombrosamente- pintura.


Fuente texto: clarin.com

DRAMA DE UNA ETNIA
AL BORDE DE SER VIOLENTADA POR EL ARTE





Meteorito El Chaco, de 37 toneladas, descubierto por William Cassidy en 1969.


Por Marcelo A. Moreno


A legar o sugerir que la reciente revuelta de los aborígenes de la etnia moqoit en el Chaco es culpa del extinto artista francés Marcel Duchamp resulta una temeraridad o una sofisticada exageración. Pero es cierto que si el inventor del arte conceptual – padre de Warhol, de Minujín, de numerosos artistas y de una inmensa catarata de porquerías que suelen habitar los museos bajo la coartada de “arte”- no se hubiera animado en 1917, en Nueva York, a colocar a un mingitorio en una galería como obra maestra, el escandalete entre el kirchnerismo chaqueño y la prestigiosa muestra “documenta”, de Kassel, Alemania, no hubiera ocurrido.
Sucedió que a los artistas Guillermo Faivovich y Nicolás Golberg se les ocurrió la peregrina idea de trasladar al mayor meteorito que hay en la Argentina -y segundo en el mundo- como parte de una instalación o váyase a saber qué para exhibir en la muestra internacional.
El 29 de diciembre el kirchnerismo chaqueño hizo aprobar en la legislatura, en medio de un paquete aluvional de normas, que se cediera en préstamo esta parte nada pequeña de patrimonio provincial.
Pero la etnia moqoit – llamada mocoví por los españoles- se considera depositaria ancestral de la custodia del meteorito. Y puso el grito allí de donde provino la pieza, es decir en el cielo . A los moqoit no sólo los asiste el peso de una tradición cultural de antigua data sino el espesor de la razón: los riesgos del traslado de la mole hasta Alemania son tantos como los peligros sobre su porvenir. Si bien Alemania es hoy de lo más civilizadita, no se ha caracterizado en su pasado colonial no tan lejano por hacerle asco a los tesoros culturales de otros pueblos que hoy se exhiben en numerosas vitrinas de numerosos museos de la potencia europea. Finalmente, colocar la mole en un espacio dedicado al arte y extraerla de su lugar en el “Campo del cielo” chaqueño, supone una descontextualización – por usar una palabra horrible- más o menos tremebunda.
Desde siempre lo que viene del cielo constituye una fuente de terror y reverencia entre los hombres.
Por algo los cielos fueron y son moradas de dioses y almas puras, lo seres alados pueblan las mitologías y las serpientes que se arrastran por la tierra suelen ser símbolos del Mal. Hasta los humildísimos OVNIS planean por entre las nubes y no se alucinan entre charcos y zanjas.
Mircea Eliade, historiador de las religiones, escribe en “Lo sagrado y lo profano”: “La simple contemplación de la bóveda celeste basta para desencadenar una experiencia religiosa.
El Cielo se revela como infinito y trascendente en comparación con esta nada que representa el hombre .” Juan Eduardo Cirlot en su “Diccionario de símbolos” esgrime que “la dureza y duración de la piedra impresionaron siempre a los hombres, quienes vieron en ella lo contrario de lo biológico, sometido a las leyes del cambio, la decrepitud y la muerte, pero también lo contrario al polvo, la arena y las piedrecillas, aspectos de la disgregación”. De allí que “las piedras caídas del cielo explicaron el origen de la vida”.
No muy lejos de esta explicación religiosa rondan hoy una cuantas hipótesis científicas.
Porque quizá la mayor violencia que se intentó ejercer con este desvarío no fue contra el patrimonio cultural argentino ni contra la cultura moqoit, sino contra el sentimiento religioso de una comunidad que ha sido ya profusamente devastada por españoles y argentinos con parecido ímpetu.
Mientras el gobernador Capitanich se declaraba neutral en esta contienda entre sus legisladores y l a parte no K de la etnia moqoit y antropólogos y científicos argentinos en montón reclamaban que no se tocara el meteorito, los alemanes cortaron por lo sano el disparate y renunciaron al pedido de préstamo de la mole.
El drama provincial terminó demostrando que, al contrario de lo proclamado por Duchamp, no sólo que n o cualquier cosa supone arte sino que hay cosas que lo trascienden y cómo.

Fuente texto: clarin.com

ASÍ SE VEN LAS NUEVAS SALAS DEL MAMBA




Un recorrido por el arte moderno y contemporáneo, a través de tres exhibiciones unidas por el relato de un guía, atrae a locales y extranjeros hacia el Mamba, recién restaurado en el corazón de San Telmo.

Por Victoria Reale

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires fue creado en 1956 y funcionó en diversas sedes hasta que, en 1989, se instaló en la avenida San Juan al 300. La institución alberga un patrimonio de siete mil obras, con lo más destacado del arte moderno y contemporáneo argentino, en el edificio de la vieja empresa tabacalera Nobleza Piccardo, construido en 1918 y recientemente restaurado.
En diciembre de 2010, después de casi tres años de obras de remodelación, reabrió sus puertas. “El año pasado se inauguraron dos nuevas salas y ahora se están haciendo obras de tipo inteligente: luces, regulación de temperatura y el depósito”, cuenta Laura Bucellato, directora del Mamba. “Este año es probable que se inaugure una nueva sala. En el futuro el museo va a tener 11 mil metros cuadrados”, adelantó.
“Desde su reapertura no habíamos podido venir, así que aprovechamos las vacaciones de verano para conocer las nuevas salas y exposiciones del museo”, cuenta Marcela (52) de Olivos junto a su hija Josefina (32); ambas inscriptas para la visita guiada.
Daniela Riva Rossi, guía del museo, invita a los visitantes a subir al primer piso donde se exhibe Jóvenes y Modernos de los años 50, en diálogo con la Colección Pirovano. Con obras del patrimonio del museo, esta muestra repasa el trabajo de los artistas que señalan los primeros quiebres con la tradición figurativa y la radicalización de la vanguardia concreta de los años 40. Durante el recorrido se despliegan diferentes interpretaciones del arte nuevo de los 50, junto con documentos y manifiestos de la época.
El diseñador y pintor Christian Bulmahn (30), llegado desde Münich, sigue atentamente al guía y relata que le atrae mucho el arte moderno, en su segunda visita a Buenos Aires. “La primera vez fue en diciembre de 2001, con las manifestaciones en la calle y los museos cerrados”, recuerda. Tampoco se pierden detalle una pareja de escultores. “Nos gusta mirar las obras de cerca, siempre hay algo que se puede aprender o copiar”, cuentan Guillermo y Carmen Vasapollo, de San Justo.
El recorrido continúa por la exposición Provocación del Blanco, que reúne un conjunto de obras que también pertenecen al patrimonio del Mamba. Su punto de partida son las implicancias del blanco en las diversas manifestaciones que puede asumir según los distintos tratamientos, formas y materias que ha hecho suyos el arte moderno y el contemporáneo. “Son tres momentos de diferentes generaciones, desde Aldo Paparella hasta Leo Battistelli, pasando por fotografías de los 60 y 70 que son totalmente experimentales. La gente puede encontrar desde una de las primeras obras de Kuitca, cuando tenía 19 años, hasta lo más lábil de la pintura óptica de Manuel Espinosa y Le Parc", asegura Bucellato, quien ideó la muestra.
En el mismo piso David Moody, de Brigthon, Inglaterra, se anima a entrar a una cabina de vidrio blindado y gritar. Así, en su primer día de paseo por Buenos Aires, queda grabada su participación en la instalación sonora progresiva El Grito, de Narcisa Hirsch y Jorge Caterbetti. Detrás, Dolores y Vanesa deciden entrar juntas y gritar varias veces. “Me gusta el aire decadente de Buenos Aires, la ciudad no tiene todo restaurado”, afirma Dolores (34) de Galicia, España, que hace tres meses recorre la Argentina con una amiga.
La visita termina en la cuarta sala del museo, la más grande, que fue inaugurada el año pasado. Allí se exhibe el quinto capítulo de la muestra Of Bridges & Borders, integrada por proyecciones y obras de arte contemporáneo de cuatro artistas internacionales. A esta altura del recorrido, el público podría confrontar el arte moderno de las exposiciones previas –siempre de acuerdo al guión de la visita guiada–, con el contemporáneo. Of Bridges & Borders invita a los espectadores a tocar y modificar las obras expuestas: una aproximación totalmente diferente al arte.

Mamba 

Av. San Juan 350
Visitas guiadas:
Lunes y jueves a las 12.30 y 16
Sábados y domingos a las 16 y 17.30
Más información www.museodeartemoderno.buenosaires.gob.ar/mam2.htm
Teléfono: 4300-9139


Fuente: Revista  Ñ Clarín

100 AÑOS
DEL NACIMIENTO DE JACKSON POLLOCK




El artista, famoso por su técnica de "dripping", fue el primer pintor estadounidense que influyó en el arte europeo. 
Su cuadro "N° 5", fue el mejor pago de la historia del arte.  
El próximo sábado se cumplen 100 años del nacimiento de Jackson Pollock, uno de los grandes exponentes del arte propiamente norteamericano del siglo XX. Famoso por su técnica de "dripping", ya que dejaba chorrear la pintura sobre una tela colocada en el suelo, se convirtió en el primer pintor estadounidense que influyó en el arte europeo. Pollock lo denominaba "Action Painting": la pintura se movía hasta que los colores quedaban tan superpuestos que el cuadro llegaba a parecer un relieve.
Pollock se crió en Cody, Wyoming, una pequeña ciudad de provincia en lo que se conoce como la Norteamérica profunda. Su padre era un granjero que puso todo su empeño en la educación y la cultura de su familia. Y dio sus frutos: el mayor, Charles, fue un famoso expresionista, y el más joven, Paul Jackson, dio vuelta el panorama artístico mundial. Sólo pintó durante unos años, hasta que el alcoholismo lo incapacitó. A los 40 años apenas pintaba, y en 1955 dejó definitivamente la pintura.
En agosto de 1956, Pollock conducía borracho y estrelló su Cabriolet. En el auto iba con su amante y una amiga. Pollock y su amiga murieron.
Medio siglo después, su cuadro "N° 5", pintado en 1948, se vendió por 140 millones de dólares, el precio más alto que se ha pagado por un cuadro en la historia del arte.

Fuente: Revista Ñ Clarín / DPA

SIQUIER, SIMPLE Y BARROCO


Arte / Palabra de artista


Días antes de inaugurar una muestra antológica en el Centro Cultural Recoleta, el pintor cuenta qué lo llevó a crear mundos complejos.


Pablo Siquier es un constructor de ideas. No dibuja objetos sino pensamientos. Logra mostrar la estructura de lo mental a través de un raro pasaje por la vacilación de lo sensible: parte de un dibujo digital complejo que realiza en la computadora y, a partir de su proyección en la pared o en el papel, realiza una copia en carbonilla. Vista de lejos, la obra se parece mucho a la que dibujó en la computadora, pero cuando la mirada se acerca se notan errores, vacilaciones, el temblor del trazo: se vuelve sensible. Se humaniza. El concepto encarna.
Siquier es un poeta que inventa mundos sin historia, sin relato: pura estructura. Es un minimalista barroco. El oxímoron lo define: esa contradicción entre dos términos que conviven y se potencian. A mediados de febrero, Siquier realizará una muestra antológica en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, en la que se verán cinco proyectos que recorren algunos de los momentos más significativos de su trayectoria. Habrá dos grandes murales de unos 75 m2 y una estructura en metal semejante a un laberinto que el espectador podrá cruzar. También una instalación en telgopor que recorrerá todo el perímetro (obra que rescata su primera muestra individual en Ruth Benzacar, en 1995, ya exhibida en el Reina Sofía, y se construirá por primera vez un proyecto de ambientación de 1987, compuesto por 10.000 maderas pintadas con 54 puntos de color cada una. Fiel a su estilo, será una muestra a la vez monumental y mínima. Discreta y enorme. Tan cerebral como sensible.
-Si bien comenzaste a exponer en los años 80, se puede decir que pertenecés al grupo de artistas de los 90.
-Comencé a mostrar mi obra de la mano de Jorge Glusberg y Laura Buccellato. En el ICI mostré en 1989, invitado por Laura, junto con Sergio Avello, Ernesto Ballesteros y Juan Paparella. También por esos años expuse con el Grupo de la X en el Museo Castagnino de Rosario. Y participé de una colectiva en Ruth Benzacar.
-Sin embargo, junto con Jorge Macchi, son los dos únicos artistas importantes de esa década que no estuvieron en el grupo del Rojas.
-Así es. Hay un equívoco en relación con el grupo del Rojas, del que yo no participé. Creo que el error surge porque Gumier Maier me incluyó en El Tao del Arte , que se exhibió en el Recoleta en 1997. También hubo obra mía cuando se mostró la colección Bruzzone en la galería del Rojas en 1999.
-La obra de 1987, que recién podés producir y mostrar ahora, ¿tenía originalmente estas dimensiones?
-Era así desde el principio. Más que en instalaciones, en esa época yo pensaba en ambientaciones. Me inspiraba en la música ambiental de Brian Eno. Con los cuadros me pasaba lo mismo. Pensaba en términos de lectura: el cuadro era como una página a ser leída de una manera retiniana, por los ojos y por el cerebro, y la ambientación era para ser percibida por el cuerpo. Se trataba de estar rodeado por colores como si fuera un olor o un sonido. Los cuadros eran más intelectuales y las ambientaciones, algo más sensuales.
-Tu idea de ambientación hace pensar en una especie de discoteca abstracta, en la que la ambientación rima con las experiencias electrónicas y aleatorias de John Cage.
-Más que con la obra de Cage, en los años 80 yo me sentía en contacto con el minimalismo musical de Steve Reich. La idea de repetición y la comprensión de que el error produce una forma nueva las tomé de Reich. Para completar el caldo de cultivo del que me alimenté, voy a agregar a Jean Dubufett. Su rescate del arte que no seguía los patrones establecidos fue muy inspirador para mí en esos años.
-¿Qué sentís ahora que tu obra está en el subte y es vista por miles de personas cada día?
-La repercusión que tiene el arte mural en un sitio de tránsito masivo es increíble. Mandé una obra a Miami y el funcionario de la aduana dijo al verla: "Este cuadro es del tipo que hizo el mural del subte". Hay varios murales míos en la ciudad: los dos del edificio Los Molinos, en Puerto Madero, el del nuevo espacio del Centro Cultural San Martín y el del Sanatorio Güemes; pero el del subte es el más visto. No es algo que busqué sino que se fue dando. El arte geométrico tiene una tradición de instalación pública. Al principio era su destino: la geometría utópica, el constructivismo, el urbanismo de la revolución rusa. Se lo imaginó para que estuviera en el lugar donde se vivía y trabajaba. Era producto de la creencia de que la geometría se oponía a la estética burguesa. Inclusive cuando la utopía revolucionaria cayó, la geometría siguió dando la batalla por estar en el espacio público. Pienso en la obra de Le Parc o de Vasarely, en los años 60.
-Cuando conocí tu obra, hace un cuarto de siglo, creí que eras arquitecto porque hay en tu abstracción una insistencia en la ciudad, los recorridos urbanos, las perspectivas edilicas, el diseño.
-Soy un apasionado de la arquitectura pero no tengo formación académica. La mayoría de los libros que están en esa biblioteca son de arquitectura.
-Hay rasgos arquitectónicos y urbanísticos en tus obras: noto un diálogo con los dibujos de ciudades utópicas, las plantas de los barrios obreros de la Bauhaus, hasta el clima opresivo de las cárceles de Piranesi.
-Algunos de mis dibujos en carbonilla parecen jaulas que dialogan con las prisiones de Piranesi. La serie de los cuadros grises son construcciones pensadas con una idea arquitectónica, con una misma idea estética. En cambio, la serie de los cuadros en blanco y negro son situaciones urbanísticas: las cosas quedan incompletas, los proyectos son truncos, mezclados, enfermos. Me parece que los cuadros grises se pueden relacionar con edificios y los cuadros blancos con ciudades.
-Tu obra pasó de lo fluyente, que era la música, a lo sólido de un proyecto arquitectónico de tinte moderno, aunque sin aceptar el ideal de hacer tabla rasa con el pasado y comenzar todo de nuevo.
-La idea del movimiento moderno fue arrasar con todo. Está en Le Corbusier y aún la sostiene Clorindo Testa. A mí me parece equivocada. La gente no se identificaba con esa nueva arquitectura sin ningún ornamento; quería caminar por las mismas calles por las que había caminado con sus padres. Creo que mi trabajo es producto de esa revisión del modernismo; combina lo de la tabla rasa con la situación afectiva. Se sostiene en esa tensión. En algún sentido mi trabajo es posmoderno, es una revisión de los postulados del modernismo recalcitrante.
-Hace 20 años abandonaste el color. ¿Por qué?
-No abandoné el color sino que respeté lo que los sistemas de representación me dictaban. En todas mis series trabajo con un sistema de representación estricto. En los cuadros en blanco y negro es sombra proyectada sobre el plano. Es un relieve blanco sobre fondo blanco: lo único que se ve es la sombra que proyecta una luz que está arriba. Con los dibujos en carbonilla pasaba lo mismo. Lo que importa es la línea y la expresividad de esa línea. Cualquier color es superfluo.
-Comenzaste a hacer cuadros blancos y negros, con sombra proyectada antes del uso de la computadora. ¿Qué te aportó pasar al dibujo digital?
-Podía hacer a mano las líneas rectas, con una regla, pero las curvas complejas surgieron de mi trabajo en la computadora. También me permitió trabajar la tridimensionalidad más compleja sin perderme. Y, por último, la cantidad de obras.
-Ese pasaje entre la idea elaborada en el mundo digital y la concreción al dibujar con carbonilla me parece que es una metáfora de la vida contemporánea: somos seres anfibios que vivimos entre el mundo de los átomos y el de los bits. Comunicación y fijación.
-Mi obra participa de esta vacilación completamente contemporánea entre esos dos mundos. Uno de los grandes murales que voy a dibujar a mano en la muestra del Recoleta luego será borrado. Lo que queda es el proyecto. Y en la producción digital del proyecto está mi placer, que es esencialmente mental, no sensual. Quizá eso sea lo contemporáneo.

Adn Siquier
Buenos Aires, 1961

Es uno de los artistas argentinos de mayor proyección internacional. Formado en la Escuela Prilidiano Pueyrredón y en el taller de Pablo Bobbio, desde 1991 realizó numerosas muestras individuales en galerías, museos (por ejemplo, en el Centro Reina Sofía, de Madrid), y bienales, como las de Porto Alegre y San Pablo. La muestra en el Centro Cultural Recoleta que se inaugura en febrero es su primera gran antológica en Buenos Aires.

Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN

EN EL CORAZÓN DE LA LUMINOSIDAD




Con una instalación, el artista estadounidense Doug Wheeler invoca una experiencia de la luz propiamente dicha, a la manera de una presencia casi táctil.


Por Randy Kennedy - The New York Times

El artista Doug Wheeler cuenta dos historias, ambas relacionadas con la luz, que contribuyen a explicar por qué es tan reverenciado por muchos de sus colegas artistas -­como visionario y como un perfeccionista incansablemente obstinado-- y también por qué su obra ha sido vista por tan pocos amantes del arte estadounidenses en estas últimas décadas.
La primera historia transcurre en el Museo Guggenheim de Bilbao, España, donde hace años Wheeler creó una compleja instalación definida por él mismo como "un entorno infinito", que presenta una sala redonda toda blanca, saturada de luz sin rincones ni ángulos agudos, lo cual hace que a los espectadores les resulte imposible fijar la mirada en una superficie. Invoca una experiencia de la luz propiamente dicha a la manera de una presencia casi táctil. Mientras Wheeler todavía estaba retocando la obra, un muchacho entró en la sala y dudó antes de ingresar, poniendo sus manos adelante porque sus sentidos le decían que la entrada cuadrada era una pared, no simplemente un muro de luz que inundaba su visión.
"Me dije a mí mismo: bueno, puedo dejar de preocuparme y de enojarme tanto porque permiten que la gente entre demasiado pronto", dijo Wheeler hace poco en la galería David Zwirner, en Chelsea, donde acaba de inaugurar su primera muestra individual en una galería de Nueva York a los 72 años, transformando un interior cavernoso en una especie de tubo de vacío blanco inmaculado ­el primer entorno infinito en la ciudad.
La segunda historia que cuenta ocurrió a fines de los años 1960, en el estudio que tenía en Venice, California, donde comenzó por primera vez a crear la obra etérea y experimental que lo convirtió en el fundador del movimiento llamado Luz y Espacio, junto con otros artistas de la Costa Oeste como Robert Irwin, James Turrell y Mary Corse. Una tarde, Wheeler recibió a un par de reconocidos marchands de una galería de Nueva York para presumir de un nuevo trabajo en el que había empleado pintura al fósforo y luces para crear la sensación de que un plano nebuloso bisecaba parte del estudio.
Los marchands pasaron al lado de la obra sin notarla, yendo directamente hasta algunas de sus populares obras de luz anteriores que colgaban de la pared como pinturas. "Pensé, qué idiotas eran que no la veían", dijo. "En realidad, tal vez no era suficientemente fuerte. Tal vez era sólo mi arrogancia". "Vieron lo que esperaban ver, y después se fueron", dijo. Los despidió amistosamente y nunca volvió a tratar con la galería.
Su carrera ha estado jalonada por estas negativas decorosas pero épicas. Dijo que no a exposiciones de museos importantes debido a sus dudas respecto de que las obras se mostraran tal como fueron pensadas.
Este enfoque de principios elevados ha tenido como consecuencia que su obra se viera sobre todo en la Costa Oeste y en Europa. Actualmente, hay trabajos de Wheeler en las colecciones del Museo Guggenheim de Nueva York y en el Hirshhorn de Washington, pero en la Costa Este las exposiciones han sido pocas y muy espaciadas, en parte debido a la complejidad que presenta su instalación.
Para los años ochenta, se había mudado de Los Ángeles a Santa Fe, New Mexico, donde trabaja hasta el día de hoy. Cuando David Zwirner incluyó una obra de Wheeler en una muestra hace varios años, dijo que consideraba a Wheeler "una especie de figura mítica".
"Y de pronto recibimos un e-mail de Doug Wheeler -¡existe!- y nos decía que habíamos expuesto mal la obra, que no era simplemente una pieza mural", recordó. "Metimos la pata". Pese a la infortunada presentación, él de todos modos empezó a perseguir a Wheeler y se ofreció a ayudarlo a crear un entorno infinito en Nueva York.
"Le dije: `Tendrás carta blanca. Es decir, tenemos que ver un presupuesto pero una vez que lo acordemos, es tu bebé’", contó Zwirner.
Desde hace ya varias semanas, esta instalación realizada con secciones curvadas y ajustadas con suma precisión de paredes de fibra de vidrio, pinturas especiales y resinas y una elaborada combinación de luces, viene creciendo dentro de uno de los espacios de Zwirner. Wheeler contó que lo primero que le dijo a Zwirner fue: "Sabés que es muy difícil hacer este tipo de obra, ¿no? Es muy difícil crear ausencia".
Podría afirmarse que más que en ningún otro artista de Luz y Espacio, para Wheeler el objetivo de crear una idea de ausencia ­permitir que la gente perciba el espacio y la luz de maneras que no puede hacerlo normalmente­ ha sido una obsesión primordial.
Obras como la sala infinita ­que va siguiendo gradualmente el ciclo de una luz que imita el amanecer hasta la plena luz del día y luego disminuye hasta el atardecer­ no están diseñadas con el objetivo final de crear ilusión o de desestabilizar la percepción. Las obras tratan, por el contrario, de utilizar esas cosas como herramientas para generar una experiencia de luz y espacio de una manera mucho más directa de lo que es posible normalmente, como escribió Wheeler, "sin el efecto reductor de una respuesta asociativa aprendida para explicar" la esencia de lo que se está viendo.
Experimentar ese cambio es siempre tan sobrenatural como difícil es lograrlo, al menos para alguien tan exigente como Wheeler. Este mes, uno de los días en que estaba supervisando a los pintores que poco a poco transformaban el interior de la instalación en un blanco cegador y prístino, se quejó seriamente de que el piso no estaba como él quería, diciendo, "lo siento, pero tengo una verdadera crisis en mis manos en este momento".
Zwirner tiene la esperanza de poder representar a Wheeler en forma permanente, pero dijo que no se permitirá abrigar ninguna expectativa firme al respecto hasta que termine la muestra y Wheeler esté contento. "Ando con mucho cuidado", dijo. "Me parece estar siempre a la espera de que pase algo malo".

Fuente: Revista Ñ Clarín

LA NATIONAL GALLERY DE EEUU
REABRE SU SALA IMPRESIONISTA





Un cartel anuncia una exposición del pintor impresionista francés Paul Gauguin fuera de la National Gallery of Art de Washington el 4 de abril de 2011

Por Mandel Ngan


Las 14 salas de la National Gallery of Art de Washington dedicadas al impresionismo francés y al post-impresionismo, el ala más visitada del museo, se reabrirán este sábado después de una renovación de dos años.
Las pinturas de artistas como Corot, Picasso, Monet, Cézanne y Renoir serán exhibidas de una manera diferente con el fin de que haya una "conversación" entre ellas, dijo a la AFP Mary Morton, directora del departamento de pintura francesa del museo.
Anteriormente, las pinturas estaban ordenadas cronológicamente.
"Si pones a Degas, Renoir, Monet y Mary Cassatt juntos, se puede ver que hay una coherencia real desde un punto de vista de los colores, la composición, las líneas, pero también en términos de motivos", dijo Morton. "Tienen bastante que decirse".
En el nuevo diseño, una de las salas se centra en los paisajes, mientras que otra muestra pinturas con escenas de París.
Las cerca de 150 pinturas de la colección fueron realizadas entre los años 1840 y principios del siglo XIX.
El museo -ubicado en el Mall, principal arteria de la capital estadounidense- tiene una colección que incluye obras como 'Niño con chaleco rojo', de Cézanne; 'El ferrocarril', de Manet; 'Autorretrato', de Van Gogh; 'La catedral de Rouen', de Monet; y 'Familia de acróbatas con mono', de Picasso.
El ala francesa del museo, que recibe unos 4 millones de visitantes al año, es "la parte más popular del museo", dijo Morton. "Es muy difícil tenerlo cerrado durante dos años", dijo. "La gente viene y por lo general pregunta por Monet, preguntan por el Impresionismo".
Un simposio sobre pintura impresionista francesa está previsto para el 27 y 28 de abril en Washington con representantes del Museo d'Orsay de París y los principales museos estadounidenses que tienen pinturas del siglo XIX francés.

Fuente: AFP