RECUERDAN A BORGES CON ESCULTURAS, CHARLAS Y UN DIBUJO EN GOOGLE



A 112 años de su nacimiento / Homenajes al escritor.

María Kodama cerrará mañana los actos en la Biblioteca Nacional, de la que fue director.




A 112 años del nacimiento de Jorge Luis Borges, la Biblioteca Nacional -que fue dirigida por el escritor-, el gigante de Internet Google y el artista plástico Raúl Farco, entre otros, rindieron homenaje ayer al autor de El Aleph, al recordar de diversas formas su monumental legado al mundo de las letras.
Farco presentó su escultura El libro de la vida, en la Casa de la Cultura de la ciudad (Avenida de Mayo 575), un árbol de corteza metálica de 6,5 metros de altura, integrado por 25 libros de piedra grabados con frases de Borges. "La correspondencia que establecen estas piezas confluye en una relación que implica vida, infinitud y eternidad, en un homenaje al escritor universo y uno de los mayores referentes de la literatura argentina", dijeron los organizadores del homenaje. Además, se entregaron las obras completas de Borges a lectores de entre 6 y 21 años de edad que más libros consultaron en las bibliotecas del gobierno porteño.
En tanto, en la Biblioteca Nacional comenzaron las Jornadas Internacionales "Borges lector", que se extenderán hasta mañana y que cerrarán el director Horacio González y la viuda del escritor, María Kodama. Hoy y mañana, en la sala Leopoldo Marechal, habrá actividades desde las 9 hasta las 19, con personalidades nacionales e internacionales. El programa de charlas incluye expertos como Daniel Balderston, Alfonso de Toro, Guillermo Martínez, Alberto Rojo, Carlos García, Iván Almeyda, Edgardo Dobry, Mireya Camurati, Silvia Magnavacca y Rafael Olea Franco, entre otros invitados. Ezequiel Grimson, director de Cultura de la Biblioteca, fue quien ayer abrió las jornadas, con un resumen sobre la obra El libro de arena.
Por su parte, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) organizó para el lunes, a las 18, la conferencia "Jorge Luis Borges. Nuevas inquisiciones". La disertación se realizará en el Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas de la facultad, en 25 de Mayo 217.
En tanto, Google transformó el tradicional logotipo en la página de inicio del buscador (llamado "doodle") en un dibujo inspirado en dos de los cuentos de Borges: "La Biblioteca de Babel" y "El jardín de senderos que se bifurcan", que muestra la imagen de un anciano vestido de traje y con bastón, que mira a través de un laberinto de escaleras, edificios y bibliotecas. Con sus originales "doodles", Google ya recordó, entre otros, a la escritora Astrid Lindgren, al escritor Robert Louis Stevenson, al músico Manuel de Falla y a la pintora Frida Kahlo.
Borges fue también ayer "trending topic global" en Twitter, es decir, uno de los temas del día en la red social a nivel mundial.

Fuente. lanacion.com

SÁBAT: EL FILO MÚLTIPLE DE UN ARTISTA,
REVELA UN MUNDO

 
 
 
Se inaugura hoy en la Fundación Unión de Montevideo la exposición “Héroes de la dependencia”, en la que pueden verse más de ochenta cuadros del gran artista de Clarín.


Por Jorge Abbondanza CRITICO DE ARTES, DIARIO “EL PAIS” DE MONTEVIDEO
    Conocí a Hermenegildo Sábat hace 46 años, cuando ingresé a la redacción del diario El País y me encontré con ese individuo de actitud grave y voz profunda, que nunca dudaba al lanzar sus opiniones. Cerca de cumplirse medio siglo de aquel primer contacto, sigue siendo el mismo, con su talento confiado diariamente a la hoja de papel, su gesto ceñudo, su velada cordialidad, su palabra sonora y su humor subterráneo.
    Algunos lenguajes artísticos crecen igual que los terrenos aluvionales, donde la materia va depositándose lentamente y de paso enriquece el campo que la recibe.
    En la obra de Sábat han ido sedimentándose no sólo la experiencia profesional o las lecciones que deja la vida, sino también su visión del mundo y de la fauna que lo puebla , de modo que a esta altura de su trayectoria esa visión se ha vuelto más perforadora y a la vez más ancha, como si a través de la pintura de hoy el trazo de sus antiguos dibujos hubiera echado raíces que multiplican su alcance representativo y las referencias que traslucen.
    Porque los héroes de la dependencia que ahora retrata no son individuos con identidad personal, sino con rasgos genéricos que se funden en ellos como denominadores comunes, insinuando de cuántas maneras la huella de la realidad y el paso de los años imponen a esos rostros un sello igualador, una mirada turbia o alucinada y un gesto a menudo agrio, en medio del desfile donde las escasas sonrisas compiten desventajosamente con las bocas contraídas o con algunos gritos, sombreados por el rastro de una decrepitud no sólo externa. En las buscadas notas de fealdad y ocasional grotesco, en los indicios de una deformidad que Francis Bacon aprobaría muy complacido, hay reflejos de la observación penetrante, la sagacidad y la perversa distorsión facial que son los acentos de la caricatura, un género en el que Sábat se ha ejercitado victoriosamente durante décadas.
    La suma de esa frecuentación se vuelca ahora en este friso dejando allí la impresión digital del artista, desembocando en otros encarnizamientos (a veces burlones, a veces malvados) sobre los cuales pesa la carga de intenciones que está implícita en el vocablo que define al género. La diferencia consiste en que estos héroes ya no encarnan a un ejemplar de la especie sino a muchos , son depositarios de caracteres compartidos y producto de esa superposición que opera como los trucos digitales donde numerosos semblantes se suceden velozmente sobre la misma silueta, hasta que el resultado final parece la mezcla de todos ellos. Aquí esa mezcla alude a los seres anónimos que pueden cruzarse en la calle o integrar una muchedumbre, acaso también a una casta dirigente en cuya fachada asoman otros rasgos interiores más descompuestos o quizás al ojo desencantado que se ha detenido sobre ese prójimo durante más tiempo del que cabe sobrellevar con piedad o con indulgencia.
    Entonces, lo que el artista hace cantar aquí no es una voz sino todo un coro, y esa opción es similar a lo que ocurre cuando al impulso de un escritor no le basta con la medida de un cuento y tiene que expandirlo en el espacio de una novela, o cuando la necesidad de un compositor desborda el marco de una sonata para internarse en la clave mayor de una sinfonía. Porque esta muestra de Sábat tiene una fecundidad narrativa y por otro lado también tiene una complejidad sinfónica , al lograr un acuerdo para que todas sus voces (es decir, todas sus máscaras) canten a la vez.
    En esa ojeada se cuela además la forma en que ha ido girando la mirada del pintor sobre sus congéneres, los estados de espíritu con que él mismo se sumergió durante buena parte de la vida en su tarea gráfica y las conclusiones que ha extraído de ella, cuando esa mirada finalmente trasciende el dato concreto – una celebridad popular, un mandatario, una figura histórica – para abrirse como si remontara un delta hasta desaguar en la cara de nadie, que es la cara de todos. Esa amplitud y esa diversidad atrapadas por Sábat en su catálogos de monstruos deben leerse igual que placas radiográficas cuyo valor consiste en transparentar lo que va por dentro , desde la pesadumbre o la ferocidad hasta el abatimiento o el ridículo, pasando por muchas sensaciones regocijantes o sombrías .
    El resultado que obtiene descansa en la maestría con que esgrime sus recursos manuales, una paleta de la que puede llover un tonalismo frío o que a veces puede estallar en un empaste de cromatismo brillante, siempre controlada por una búsqueda donde el color funciona igual que el altibajo de las emociones o el contraluz del sosiego y la violencia.
    Los héroes de Sábat habilitan así un triple disfrute: el de ironizar junto con él sobre la dependencia que en tantos sentidos desmiente la celebración de los bicentenarios emancipadores, el de recorrer los virtuosismos de formulación y el de palpar por debajo de todo ello el filo múltiple con que los retratos se internan en la faz verdadera de los hombres y de la realidad.
    Nada menos.

    Fuente: clarin.com

    UNA VISITA AL INCREIBLE PALACIO PAZ,
    LA RESIDENCIA MÁS GRANDE DE LA CIUDAD



    Tiene 140 ambientes y perteneció a José C. Paz, dueño de La Prensa, quien nunca llegó a habitarlo. 


    UNA VISITA AL INCREIBLE PALACIO PAZ, LA RESIDENCIA MÁS GRANDE DE LA CIUDAD


    El Palacio Paz es una de las joyas ocultas de la Ciudad. No lo es por su ubicación –frente a Plaza San Martín y a metros de edificios históricos como el Kavanagh y la Cancillería– sino porque en su interior guarda una sucesión de magníficos salones y la historia de una familia que invirtió doce años, de 1902 a 1914, en la construcción de lo que fue la residencia más grande de la Ciudad, pero cuyo dueño no llegó a habitar.
    Fue José Camilo Paz el ideólogo de este palacio que tiene 140 ambientes, 40 baños y 12.000 metros cuadrados de superficie cubierta. Hacendado, diplomático y dueño del diario La Prensa (para el que construyó el emblemático edificio de Avenida de Mayo, ejemplo de la arquitectura de fin de siglo, hoy Casa de la Cultura), el hombre tenía puesta la vista en lo que sucedía en Europa. Desde allí hizo traer todas las piezas que se ven en el palacio: mármoles, herrería, arañas, ornamentos, muebles, pisos y faroles, entre muchas otras cosas. También el descomunal portón de cuatro puertas que da la bienvenida al palacio. Quizá el detalle más llamativo, porque la fachada del edificio, más bien sencilla, no se condice con su interior.
    Se cree que José C. Paz tenía aspiraciones presidenciales. Pensó que el palacio podía transformarse en residencia oficial, cuando aún los presidentes de la Nación no contaban con una. Si bien no existen fuentes históricas que confirmen la versión, la grandilocuencia de los salones hace pensar que esta fue la idea primigenia. Y lo que refuerza esta pretensión es el Gran Hall de Honor, el lugar que termina por dejar boquiabiertos a todos los visitantes. Y también a los famosos, que lo eligen como puesta en escena (ver Ricky Martin...).
    De arriba a abajo, el Gran Hall de Honor derrocha grandilocuencia. Tiene 21 metros de alto y el piso está conformado por mármoles y mosaicos italianos. La cúpula es un vitral que en el centro tiene la imagen de Luis XIV, el “Rey Sol”, como lo llamaban en Francia. Y algunos detalles dejan en claro lo minucioso del diseño: los mármoles que rodean las puertas que permiten el ingreso a las áreas privadas, en el primer piso, tienen vetas naturales que simulan cortinados.
    Pero la muerte sorprendió a José C. Paz en el Principado de Mónaco en 1912, y el Gran Hall de Honor quedó inconcluso: los óvalos que rodean la cúpula quedaron vacíos, cuando los lineamientos de la época sugerían que allí debería haber un fresco.
    Una serie de tragedias ensombreció la vida en el palacio. Al poco tiempo falleció también la viuda de Paz, Zelmira Díaz, y luego su yerno, que vivía en un ala del edificio junto a su hija, Zelmira, y cuatro nietos. Su hijo, Ezequiel, no tuvo descendientes. 


    LA JOYA. EL GRAN HALL DE HONOR, CON 21 METROS DE ALTO Y PISO DE MÁRMOLES ITALIANOS.

    Para los años en los que fue construido, el palacio aportó algunas innovaciones constructivas. Tiene 10 ascensores, tres de ellos en lo que eran las cocheras y las caballerizas (la única ala del edificio que fue derribada por el Círculo Militar, que lo compró en 1938 e instaló allí los espacios deportivos). Toda las áreas contaban con conexión eléctrica y calefacción central.
    El Gran Hall de Honor es el último salón de la visita, coordinada por la guía Alicia Merlicco Pallarés. La anfitriona solo aporta datos útiles, lo demás queda librado a la imaginación de cada uno. Como qué haría doña Zelmira Díaz de Paz en una habitación de 146 metros cuadrados, o cómo convivirían las nueve personas que habitaban el palacio con las 70 que se ocupaban del mantenimiento.
     
    Un escenario usado por varias estrellas


    Ricky Martin grabó “Frío”, su último video, en el palacio. Al puertorriqueño se lo ve recorrer las escalinatas y la balconada del Gran Hall de Honor.
    Los Babasónicos también lo usaron de escenario para uno de sus videos.
    Y Susana Giménez grabó allí el musical de apertura de su programa.
    Los salones también se pueden alquilar para eventos privados, como casamientos y bautismos y otros.

    Fotos: Vea la galería completa en www.clarin.com

    Fuente: clarin.com

    COSTANERA SUR:
    VANDALISMO Y OLVIDO DE UN MONUMENTO

    DESDE LEJOS NO SE VE. A LA DISTANCIA, CUANDO LOS CAMIONES DEJAN ESPACIO PARA VERLO, SE APRECIA LA GRANDILOCUENCIA DEL MONUMENTO, CON MÁRMOL ROJO Y SUS FIGURAS DE BRONCE.


    Aunque está compuesto por más de treinta figuras talladas en bronce, montadas sobre una gran estructura de mármol rojo, es difícil distinguirlo. Decenas de camiones –que esperan para descargar en el puerto– lo rodean y socavan su grandilocuencia. Se trata del monumento que el Estado argentino mandó a construir en honor a España para los festejos del Centenario de la Patria, en 1910.
    Vandalizado y en estado de abandono, quedó relegado casi en un rincón de la Ciudad: el más extremo de la Costanera Sur, frente a la ex Ciudad Deportiva de Boca, muy cerca del ingreso al asentamiento “Rodrigo Bueno”.
    El conjunto escultórico Monumento a España es obra del artista plástico argentino Arturo Dresco (1875–1961). Talló 31 figuras humanas que representan el espíritu conquistador del pueblo español en otros tiempos: “A España fecunda, civilizadora eterna”, dice una frase en el centro. Pero la mayoría de las tallas han perdido ya su fisonomía original.
    En un extremo, a una figura masculina que yace junto a un cántaro, le cercenaron parte de sus brazos y las piernas, por encima de las rodillas. Y en el extremo opuesto, otra figura corrió la misma suerte: le cortaron la pierna izquierda y los dedos de pies y manos. Además, a otro grupo conquistadores le faltan los sables, y también se destacan los que “perdieron” los instrumentos musicales originales.
    En definitiva, el monumento fue pensado para otro momento de la Ciudad. Aunque su construcción fue encargada para los festejos del Centenario de la Patria, en 1910, se inauguró 26 años después, cuando se pensó en esa zona de la Costanera como un paseo público de excelencia . A principios del 1900 se construyeron las avenidas y boulevares, para 1916 llegó la obra cumbre de Lola Mora –la Fuente de las Nereidas, muy cerca de allí– y en 1927 el complejo de cinco edificios del arquitecto húngaro Andrés Kálnay, entre ellos, el de la cervecería Munich (actual sede de la Dirección General de Museos de la Ciudad).
    El contexto, ahora, es muy diferente. El conjunto monumental quedó en un rincón que casi no es transitado por los habitantes de Buenos Aires: rodeado por decenas de camiones que pueden esperar durante días para ingresar al puerto y descargar. Por eso, muchos choferes se reúnen alrededor de las tallas y pasan allí muchas horas. Hay restos de comida , hasta se ven utensilios de cocina y muchas veces olor a orina. “Hace cuatro años que descargo en esta zona del puerto.
    Nunca vi que nadie lo limpiara, ni cortara el pasto de la plazoleta. A veces limpiamos nosotros, porque no nos gusta comer entre la basura y con olores”, contó Daniel, un camionero.

    DESDE CERCA SÍ. A VARIAS DE LAS FIGURAS QUE INTEGRAN EL COMPLEJO MONUMENTAL LES FALTAN LOS BRAZOS Y LAS PIERNAS.

    A pocos metros del monumento se encuentra el Observatorio Naval, un Centro de Inclusión Social porteño y la villa “Rodrigo Bueno”, que en los últimos años se extendió y su ingreso ya llega hasta la vereda del murallón de la Costanera.
    “Está previsto un plan integral de recuperación y puesta en valor para el área. Pero para llevarlo a cabo hay que resolver el grave problema de inseguridad que se vive cotidianamente en la zona”, le dijo a Clarín el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santilli. En 1992, el entonces presidente Carlos Menem había prometido mudarlo a la 9 de Julio y Avenida de Mayo. Pero el Monumento a España sigue olvidado, en el extremo Sur de la Ciudad.

    Fuente: clarin.com

    LAS DIAGONALES QUE FALTAN ESTÁN EN PARÍS



    En Buenos Aires hubo un furor de proyectos para hacerlas a principios del siglo XX, sin atender al desarrollo urbano.


    Por Miguel Jurado * * EDITOR ADJUNTO ARQ

    Si te digo que Buenos Aires estuvo a punto de tener más diagonales que París no me vas a creer, pero fue así. Lo único que salvó a la ciudad de convertirse en un laberinto de calles torcidas fue que, acá, los planes urbanos se abandonan apenas empiezan.
    Hace 150 años (sí, 150 años), los urbanistas deliraban por hacer diagonales: la reforma urbana de París, de mediados del siglo XIX, las había puesto de súper moda. Pero aquí se copia todo y tarde, para los festejos del Centenario (1910), el entonces intendente Carlos de Alvear contrató a Joseph Antoine Bouvard para que organizara la Exposición en Palermo. Más francés que una croissant, Bouvard estaba lleno de ideas y era una especie de topadora. Su primera acción como funcionario parisino había sido construir, en seis meses, 56 escuelas en distintos barrios de la capital francesa. Encima, acá llegó con todos los galones: exposiciones en París, Bruselas, Amsterdam, Chicago y Melbourne.
    Alvear, fascinado con el franchute, le dio carta blanca. Por suerte, estuvo poco tiempo aquí, pero le alcanzó. En seis meses dejó listos los proyectos para la Exposición del Centenario, la futura Plaza del Congreso, un hospital de 2 mil camas y el desarrollo urbano de la Quinta de Hale, lo que hoy es la exclusiva zona de La Isla, entre Libertador, Las Heras y las calles Agüero y Agote. De paso, cañazo, antes de irse le tiró al intendente un par de ideas para una reforma integral de Buenos Aires, con un plano con 32 diagonales que tapizaban toda la Capital y hasta inventó diagonales para Rosario.
    El plan fue de 1907 pero acá recién lo largaron para festejar el Centenario ¡Para qué! Fue un escándalo. A unos les parecía bárbaro: querían que Buenos Aires perdiera definitivamente el aire español de las manzanitas cuadradas para ganar ese perfume francés tan chic de las diagonales. Otros acusaban a Bouvard de improvisado y al plan de ser una especie de cosmética capilar ejecutada a golpes de piqueta.
    Parece que ninguno de los grupos se equivocaba demasiado. Bouvard había colaborado con el ingeniero Jean-Charles Adolphe Alphand, encargado de los paseos y jardines de la reforma urbana de Georges-Eugène Barón Haussmann, el verdadero creador de la París que todos conocemos por las postales y las películas. Brazo ejecutor del Emperador Napoleón III, sobrino del Bonaparte original. En fin, Bouvard era la línea más directa del urbanismo de Napoleón que llegaba a Buenos Aires.
    Por otro lado, el plano del francés hacía caso omiso de la topografía y de la historia porteña y sólo se concentraba en unir nudos focales embellecidos con monumentos y palacios. De hecho, la Diagonal Sur, que se basó en sus ideas, le sacó un pedazo al Cabildo sin ningún problema. Claro que antes, la Avenida de Mayo se había cargado el otro extremo.
    El asunto es que el francés encendió un debate sobre cómo y dónde se debían hacer diagonales. Todo un disparate: la ciudad crecía al galope y nadie se ocupaba del desarrollo de los nuevos barrios. En 1904, tenía 900 mil habitantes, era más chica que la Rosario de hoy. En los seis años siguientes, la población aumentó un 50 por ciento ¿Te imaginás? Al mismo tiempo que los “geniales” urbanistas se divertían con cómo remodelar el Centro, al agrónomo Benito Carrasco le preocupaba el crecimiento planificado. Es que en esa época, el límite urbano eran las avenidas Callao y Entre Ríos: afuera había un gran campo con pueblos dispersos, como Flores y Belgrano, que se iban poblando.
    Así es que los piolas del urbanismo perdían tiempo, tinta y saliva discutiendo si diagonales sí o diagonales no. Y Carrasco les decía: muchachos, no es por ahí. Hay que ocupar el verdadero centro, llevar los edificios de Gobierno de la Plaza de Mayo al corazón del territorio (para Carrasco, lo que sería hoy Parque Centenario). Nadie le dio bolilla. Era más bonito pensar en la París de Sudamérica. Bueno, ahí tenés, Buenos Aires explotó. Algunas diagonales se hicieron, otras ¡chau, pichu! Y el debate urbano se distrajo en otras cosas. El Centro se convirtió en un verdadero quilombo y si alguien te dice que esto se parece a París es porque no estuvo en París o porque quiere mucho a Buenos Aires.

    Fuente: clarin.com

    UNA ENTRAÑABLE MUESTRA
    DEL MAESTRO SPILIMBERGO



    Son grandes óleos, pasteles y obra sobre papel, que hasta ahora estaban en poder de la familia.


     

    Por Mercedes Pérez Bergliaffa, ESPECIAL PARA CLARÍN

    Despiertan amor, las obras del gran artista argentino Lino Enea Spilimbergo que se mostrarán al público a partir de hoy en la galería Coppa Oliver. Porque son humanas, porque son aparentemente sencillas y porque generan una fuerte sensación de proximidad. Pero sobre todo porque son sorprendentes, de un inmenso valor histórico. Hasta cuesta creer que todavía no pertenezcan a algún gran museo.
    “Son pinturas importantes, que hasta ahora estaban en poder de la familia”, explica el galerista Ricardo Coppa Oliver.
    Grandes óleos, grandes pasteles, y varias joyas sobre papel o bastidor que conforman un verdadero rosario de obras de arte. De entre ellas se distingue el desnudo femenino en tiza que Spilimbergo realizó en el taller de uno de los padres del Cubismo, André Lothe, cuando el argentino estudiaba con el francés en París, allá por 1925.
    “El desnudo es un obra que hizo mi abuelo en el atelier de Lothe, donde estudiaba y trabajaba”, detalla el nieto del pintor, Leonardo Spilimbergo. “Mi abuelo era el único artista del grupo de París que no estaba en ese momento becado. Por eso por las tardes, tenía que trabajar para poder aprovechar al máximo su estadía en Europa. Al final terminó siendo una especie de ayudante de Lothe.” ¿Recuerda cuándo vio a su abuelo por última vez? Sí, fue cuando él volvió de París por un viaje corto (Spilimbergo estaba viviendo en Francia junto con su mujer). Un domingo de esos, fui con mi hermano a su taller y él nos sentó en el patio, con unas maderas y unas herramientas. Pero a mi hermano lo dejaba martillar y a mí no. Me enojé, porque yo quería usar el martillo.
    La versión familiar del traslado del pintor a Unquillo dice que unos químicos con los que se limpió el atelier le hicieron mal. “El era asmático y tuvo entonces un ataque. Los médicos le dijeron que no estaba en condiciones de volver a Europa; en cambio, le recomendaron que se fuera a Unquillo, donde tenía una casita”.
    La casita de Unquillo hoy es santuario obligado de todos los estudiantes de arte del país. Porque también se sabe que Spilimbergo se dedicaba al arte con todas sus fibras, de una manera exigente y severa, pero que de igual manera ejercía la docencia.
    Por eso esta exhibición es, también, un reconocimiento a un maestro entrañable del arte nacional. Si la visita, usted podrá ver que él, Spilimbergo, desde su Autorretrato de verdes ojos italianos, parece estar interrogándolo todo, midiendo el mundo. Y a usted también. A usted.

    Agenda:

    Dónde: Galeria Coppa Oliver, Talcahuano 1287, “A”
    Cuándo: Lun-vier de 10.30 a 19. Sáb. de 10:30 a 13.
    Entrada: Gratis.

    Fuente: clarin.com

    EL QUIÉN ES QUIÉN DE LAS ESTATUAS

     
    Secreta Buenos Aires


    CIENCIA. SEIS PERSONALIDADES DE DISTINTO ORDEN, EN EL FRENTE DE LA SEDE CONSTRUIDA EN 1946.

    Por Eduardo Parise

    Si uno se guía estrictamente por los límites establecidos, las figuras están en Recoleta, el barrio que, según los que saben, es el que tiene más estatuas en la Ciudad. Pero si es por definición popular, la zona es parte del inexistente (para el catastro) Barrio Norte o bien integra el área del viejo Hospital de Clínicas. Como quiera que sea y se lo guste llamar, lo concreto es que las seis tallas están allí desde hace más de sesenta años y muchos nunca las vieron.
    El edificio pertenece a la Universidad de Buenos Aires y alberga a la Facultad de Odontología. Fue construido en 1946, igual que varios de los que están en el sector. La entrada principal está en la calle Marcelo Torcuato de Alvear 2142 y allí es donde están las seis estatuas destinadas a recordar a personalidades de la ciencia. Pero como no están a ras del piso, suelen pasar totalmente desapercibidas.
    Se cree que las colocaron en 1950 y, si se las mira de frente y de izquierda derecha, recuerdan a Galeno de Pérgamo, William Harvey, Wilheim Conrad Röntgen, Paul Ehrlich, Horacio Wells y Pierre Fauchard, figuras importantes para la historia, aunque poco conocidas entre los que cada día trajinamos Buenos Aires.
    Y aunque no hay demasiados datos sobre los autores de esas estatuas, lo que sí abunda es la información sobre quiénes eran estos personajes y sus obras vinculadas con la ciencia. Veamos: Galeno de Pérgamo (130/200) fue un médico griego y se lo considera figura clave. Seguidor de la obra de Hipócrates de Kos, su obra más conocida ( El arte de la curación ) influyó durante siglos en la formación profesional. Su nombre es sinónimo de médico.
    William Harvey (1578/1657), fue un médico inglés conocido por sus estudios sobre el sistema circulatorio y las propiedades de la sangre en todo el cuerpo. Se basó en las ideas de René Descartes y del español Miguel Servet.
    Wilhelm Conrad Rötgen (1845/1923) fue un físico alemán que ganó el premio Nobel de Física en 1901. En 1895, trabajando con rayos catódicos, descubrió los Rayos X. Nunca quiso que llevaran su nombre, por cuestiones éticas rechazó patentes y donó el importe de su premio a la universidad donde trabajaba.
    Paul Ehrlich (1854/1915) fue un importante bacteriólogo alemán quien en 1908 ganó el premio Nobel de Medicina. Realizó descubrimientos sobre la teoría de la inmunidad y en el campo de la quimioterapia.
    Horacio Wells (1815/1848), fue un odontólogo estadounidense quien, en 1844, desarrolló el uso del óxido nitroso como gas anestésico para sacar las piezas dentales. Pero el fracaso de una prueba en 1845 le generó una gran depresión y dejó la odontología. Un año después, comenzó una disputa con otros profesionales por la patente del invento y en 1848 se suicidó.
    Pierre Fauchard (1678/1761) fue un profesional francés a quien se considera el padre de la odontología moderna. Se formó como cirujano militar y su libro “El cirujano dentista; tratado sobre los dientes”(1728), se cataloga como el más importante de la especialidad.
    Las estatuas en altura que recuerdan a estos científicos no son las únicas en Buenos Aires. Sin ir más lejos, en la Facultad de Medicina (Paraguay 2157) están las de Hipócrates, Bernard, Pasteur y Paracelso. Pero lo más curioso es el frente de la actual Facultad de Ciencias Económicas, sobre Córdoba. La escena representa a los médicos en medio de una intervención quirúrgica, algo extraño para la actividad que se desarrolla allí. Pero eso ya es en otro barrio (Balvanera) y esa es otra historia.

    Fuente: clarin.com