ZUMBIDOS EN LA OSCURIDAD



SILVIA RIVAS - Imagen de su videoinstalación.

Por Diana Fernández Irusta
De la Redacción de LA NACIÓN


Son moscas; así se las ve, así se las escucha. Sin embargo, en la limpia superficie de la videoinstalación Dinámicas, presentada la semana pasada en el Malba, Silvia Rivas transforma el registro cotidiano y la posible repulsión asociada a ciertos gestos -una mano que expulsa un insecto, la obstinación del bichito por volver y volver, la pesadillesca opción de que retorne convertido en enjambre- en una estilizada coreografía que atraviesa tres enormes pantallas. Con un registro que, en una asociación muy libre, por momentos podría evocar Los pájaros de Hitchcock, la serie Zumbido convoca, sin ser precisamente tenebrosa, los temores más básicos y más laboriosamente sepultados por el sentido común urbano: el miedo a la naturaleza desatada, a los insectos, a la oscuridad (este último, en la videoinstalación Trama incesante, que suma a las moscas y su perseverante sonido la casi total ausencia de luz en el espacio donde está emplazada).
La austeridad cromática de las imágenes en movimiento de Rivas contrasta con los coloridos universos plásticos de Alfredo Prior. Un verde pensar bajo una sombra verde es el bello título, tomado de un verso del poeta inglés Andrew Marvell, que el artista eligió para la muestra que también presenta en el Malba: superficies abstractas que, como océanos de color, invitan a la inmersión; texturas rugosas, nunca plácidas, en las que el brillo de la técnica también es vocero de una soterrada oscuridad. "Prior ensalza su pacto con la cosa mental, médula de su hacer", escribe Eva Grinstein. Habituado a la palabra escrita tanto como a las formas visuales, en obras como Ciervo cegado por Beuys o Hugo y yo, el autor (que el miércoles inauguró otra muestra en Nueva York) insiste en articular ambos mundos y lograr que el color sea también pensamiento.

Fuente: LA NACIÓN

MATRIZ GEOMÉTRICA


La Daimler Art Collection, una de las colecciones corporativas más importantes y antiguas de Europa, presenta en el Malba un centenar de obras abstractas que dejaron huella en el siglo XX

ZINNY/MAIDAGAN. Estudio para escenario Gwangju N°1, 2007. Foto GALERIE SABINE KNUST, MUNICH. © THE ARTISTS AND THEIR LEGAL SUCCESSORS/GENTILEZA MALBA

Por Daniel Molina
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010


"La historia la escriben los vencedores": un lugar común, pero no por eso es menos cierto. En el campo del arte contemporáneo, "los vencedores" (los que escriben la historia) son las principales instituciones artísticas estadounidenses. Desde la Segunda Guerra, cuando Nueva York desplazó a París como capital internacional del arte, el núcleo duro del arte contemporáneo surge en Estados Unidos, desde allí se proyecta y desde allí se lo cuenta. Lo que Nueva York no ve no lo ve tampoco el resto del mundo. Si bien esto surgió ya a fines de los años 20 con la fundación del MoMA, y se consolidó con el expresionismo abstracto a comienzos de los años 50, se tornó irreversible a partir del minimalismo. A mediados de la década de 1960, los muy jóvenes Barnett Newman, Donald Judd, Sol LeWitt o Frank Stella declaraban que no les interesaba en lo más mínimo el arte europeo.

CUADERNO DE TRABAJO. Con preguntas y reproducciones de las obras, se entrega a los estudiantes que visitan la exposición.

Incluso consideraban el arte producido en la Europa de aquella época la mirada nostálgica de un pasado esplendor. La muestra Geometría en el siglo XX en la Daimler Art Collection es la respuesta europea a esa visión yanqui.
El relato que sostiene la curadora Renate Wiehager se opone simétricamente (como en un espejo que invierte las imágenes) al que se desarrolló en Estados Unidos. La muestra de la colección de la Daimler narra la historia desde el punto de vista europeo. Según se puede leer en el texto que Wiehager escribió para el catálogo, fueron los grandes maestros de la abstracción europea -el alemán Josef Albers y el suizo Max Bill (de la Bauhaus) junto con el belga Georges Vantongerloo (del movimiento concreto)- los que impulsaron el surgimiento del arte geométrico en Estados Unidos. Sugiere que sin la activa presencia que estos artistas tuvieron, desde 1933, en los grandes centros estadounidenses, es impensable el surgimiento del minimalismo y de las corrientes posteriores.

CAMILLE GRAESER. Harmonikale Konstruktion, 1947-51 . Foto © 2010 CAMILLE GRAESER-PROLITTERIS, SUIZA.

La muestra comienza con un par de obras figurativas de Adolf Hölzel y Oskar Schlemmer, que fueron -según la curadora- los primeros maestros de la modernidad alemana que asociaron arte abstracto, diseño y nuevas corrientes estéticas (el núcleo estético-ideológico que interesa a la colección Daimler). Según este relato, Hölzel no sólo se anticipó más de una década a la Bauhaus, sino que sus ejercicios con la abstracción de 1905 fueron los que inspiraron las primeras pinturas absolutamente abstractas que, en 1910, realizó Kandinsky (quien, a pesar de trabajar en Alemania, era irremediablemente ruso). En este relato alemán, el centro excluyente de las vanguardias geométricas estuvo en el triángulo que dibujan Múnich, Berlín y Stuttgart. La versión estadounidense es muy diferente: ya en 1928 -es decir, cinco años antes del exilio de los artistas que Wiehager considera fundadores de la corriente geométrica en Estados Unidos-, el MoMA había adquirido y exhibido muchas de las más importantes obras de los constructivistas rusos -de Malevich a Rodchenko, pasando por El Lissitzky-, que son el pilar de las corrientes minimalistas.

JOHANNES ITTEN. Barras y superficies, 1955 . Foto © 2010 JOHANNES ITTEN-PROLITTERIS, SUIZA-SAVA, BUENOS AIRES-GENTILEZA MALBA

La muestra Geometría en el siglo XX en la Daimler Art Collection es una de las más valiosas que se han visto en Buenos Aires en estos últimos años. Por la calidad excepcional de las obras seleccionadas, la exhibición, que no puede ni quiere sustraerse al debate por la hegemonía cultural entre Estados Unidos y Europa, se encuentra más allá de las desavenencias entre esos dos relatos. Todos los artistas que están presentes son imprescindibles para comprender esa gran aventura estética que es la abstracción geométrica. No sólo es una gran muestra desde el punto de vista de las discusiones teóricas sobre el arte contemporáneo, sino que ofrece una intensa experiencia con la belleza.
Presenta 100 obras pertenecientes a unos 70 artistas que abarcan un amplísimo registro de todas las corrientes geométricas: desde las épocas heroicas de la abstracción, como Johannes Itten, hasta trabajos conceptuales de los rosarinos Dolores Zinny y Juan Maidagan, pasando por Jean Arp, Are You Meaning Company, Daniel Buren, Enrico Castellani, Dadamaino, María Freyre, Liam Gillick, Mathias Goeritz, Joseph Kosuth, Richard Paul Lohse, Julio Le Parc, Mathieu Mercier, Giulio Paolini, Charlotte Posenenske, Peter Roehr, Robert Ryman, Pietro Sanguineti, Jesús Soto, Klaus Staudt, Jean Tinguely, Simone Westerwinter y Andrea Zittel, entre varios otros. Muchos de estos artistas se exhiben por primera vez en la Argentina.

MATHIEU MERCIER. Drum and Bass 2, 2002 . Foto © 2010 MATHIEU MERCIER-BILD KUNST.

La muestra se organiza en torno a cuatro ejes temáticos: el modernismo clásico, la vanguardia Zero, el minimalismo y forma, línea y espacio. Lo más interesante de la presentación es que, además de reunir las obras según estos núcleos, se establece un diálogo abierto entre ellos. No sólo por proximidad física, sino también por cierto eco formal, las obras de la vanguardia Zero entran en contacto con las que se organizan en torno a la descendencia de Max Bill, por ejemplo.
A pesar de que, a veces, la geometría puede ser críptica para un público no especializado, ya que es una apuesta militante en contra de los relatos externos a las artes visuales, esta muestra no resulta para nada inaccesible, aun para un público poco informado. Debe esa cualidad a la especial vibración formal de las obras seleccionadas, capaces de expresarse por sí mismas, más allá de todo discurso teórico. No es necesario saber que las obras de Mathieu Mercier sostienen un diálogo irónico con los cuadros suprematistas de Mondrian para disfrutarlas.

VISTA DE SALA. Colección Daimler . Foto JENS SIEHE, BERLÍN © VG BILD-KUNST BONN.

Quizá por eso, esta muestra nos permite interrogarnos si es posible que hoy exista un público completamente desconocedor de lo más básico del arte abstracto. La respuesta no puede ser más que negativa: casi cualquier lector habitual de un medio gráfico moderno, así como el caminante acostumbrado a convivir con la arquitectura racionalista, ya tiene sus ojos entrenados para descubrir en estas obras la matriz creativa del mundo modular que habitan.


MATHIAS GOERITZ. Las puertas a la nada, 1971 . Foto HANS-GEORG GAUL, BERLÍN © THE ARTISTS AND.

Aunque se postuló hace años que el arte geométrico no tenía un gran futuro, ya que una vez descubiertos ciertos principios no le quedaba más que repetirse, la muestra de la coelcción Daimler pone en escena que sus posibilidades (tanto formales como conceptuales) son prácticamente infinitas. Estas bellísimas obras funcionan a la manera de complejos mandalas: guían nuestro entendimiento más allá del conocimiento racional.

MAX BILL. Quince variaciones sobre un mismo tema, 1935-38.

FICHA.
Geometría del siglo XX en la Daimler Art Collection (hasta el 25 de octubre); Silvia Rivas (hasta el 22 de noviembre), y Alfredo Prior (hasta el 1º de noviembre), en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires)

Fuente: LA NACION

LA CURADURÍA Y EL ARTE POR ENCARGO



RENATE WIEHAGER. Curadora de la muestra. Foto Maxie Amena

Para las grandes corporaciones, el arte ofrece -además de una excelente imagen corporativa- la posibilidad de interactuar con uno de los sectores más creativos del mundo contemporáneo; de allí que varias de las más importantes colecciones de arte en manos privadas pertenezcan a las mayores empresas. Entre las alemanas, se destacan las colecciones de la Daimler (que posee unas 1800 obras, casi todas ellas de primer nivel) y la del Deutsche Bank (que este año presentó en Buenos Aires un pequeño recorte de su acervo en la muestra El arte de enseñar, en el Recoleta).
No sólo de geometría vive la colección de arte de la Daimler. En el Malba se pueden ver varias obras que han sido comisionadas especialmente por el Departamento de Arte y que no pertenecen a ese universo estético. Poner en diálogo ambas secuencias es un logro de la curadora Renate Wiehager, que nació en 1959 en Bremen, Alemania. Wiehager se formó en varias disciplinas: historia del arte, literatura, teología y filosofía. Wiehager se doctoró en 1988 y desde entonces estuvo a cargo de importantes museos alemanes. Ha escrito y compilado 200 libros y catálogos sobre arte del siglo XX. Desde 2000, es la curadora de la colección de arte Daimler.
Andy Warhol fue el primer artista que comprendió que la antigua separación entre arte y mercado había dejado de funcionar: hoy no hay arte sin mercado (sencillamente porque no hay nada fuera del mercado). Su obra es una puesta en escena, de diversas y complejas maneras, de la intensa relación que existe entre el sentido y el dinero. La colección Daimler comprendió bien esta apuesta de Warhol y desde hace décadas viene comisionando a los más importantes artistas contemporáneos.
En los pasillos del segundo piso del Malba se pueden observar varias de estas obras realizadas por encargo de la Daimler: además de varios trabajos de Warhol, hay una obra de David Hockney y una serie realizada por Sylvie Fleury. La artista suiza condensa la visión profundamente misógina del mundo del automovilismo. Casi como una metáfora crasa, las mujeres han sido reducidas (en las revistas y almanaques) a las "gomas". Meras portadoras de pechos y nalgas, las mujeres que aparecen en el mundo del automóvil son una metonimia del deseo masculino reducido a su expresión más simplista.

Fuente: LA NACIÓN

COLORES Y TEXTURAS DESLUMBRANTES:
UNA NUEVA MUESTRA DE ALFREDO PRIOR



“Un verde pensar bajo una sombra verde” evidencia el brillo del pintor.

Por Marina Oybin

POR EL AMOR DE ZEUS. “DANAE” SE LLAMA ESTA OBRA, COMO LA FECUNDADA POR ZEUS CONVERTIDO EN LLUVIA DE ORO.

Un universo soñado, matérico. Es Un verde pensar bajo una sombra verde, la muestra de Alfredo Prior que inauguró el jueves en el Malba y que reúne sus últimas obras. De gran tamaño y con colores, brillos y texturas deslumbrantes, se revela su pintura más abstracta.
Entrañable, agudo, Prior es un artista ecléctico. Fue, junto con Kuitca, figura clave de los años ochenta. Sus perturbadores osos, sus muñecos de nieve, gnomos, conejos y figuras de Napoleón marcaron una imagen muy suya, que luego abandonó para reinventar su obra. Es escritor, poeta, autor de artículos de arte, integra, con el músico Alan Courtis y el escritor Sergio Bizzio, entre otros, el grupo de música experimental “Súper Siempre”, que arremete a pura improvisación. Y hasta se transformó en personaje de varias novelas de su amigo César Aira, a quien conoció en su paso por la Facultad de Filosofía y Letras.
Representó a la Argentina en la Bienal de San Pablo en 1985. Expuso en nuestras pampas y en el exterior. Y hay obras suyas en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el Museo de Arte Moderno y en museos y espacios de arte de Italia, EE.UU., Brasil y Australia. Prior es inclasificable y prolífico. Un dato sirve para ilustrar su devoción por el trabajo: no tiene celular y pasa el día pintando en su taller, donde sólo contesta el portero eléctrico cuando suena la clave acordada.
Para titular la exposición, eligió un verso de Andrew Marvell. Y a la hora de definir su obra, le dice a Clarín que “es un campo de batalla entre distintos estilos, materiales y personajes”. En ese espacio poético, Prior es capaz de incluir desde elementos del impresionismo, pasando por el postimpresionismo, el manierismo hasta la abstracción norteamericana de los años 60 y 70. Y logra que su pintura ejerza una atracción magnética: la mezcla de materiales acuosos con otros grasos crea un universo orgánico, cósmico. Y las formas y colores, que va de los tierras hasta pinceladas magentas o plateadas, son tan fascinantes que el verde intenso con el que se pintaron varias de las paredes donde cuelgan las obras no las opaca.
Es una marca Prior: sus trabajos incluyen un desfile inagotable de guiños a la historia del arte, citas bíblicas y mitológicas, y homenajes a artistas conocidos y otros más ocultos. La serie de pinturas “Hugo y yo” alude a la pintura, para muchos desconocidas, de Víctor Hugo, que arrancó bien romántico y terminó en la abstracción. Prior imagina obras hechas a dúo con el poeta, de quien cuenta “que no dejó de pintar un solo día”.
Está su increíble políptico “Dánae”, que fecundada por Zeus convertido en lluvia de oro, en su obra deviene un estallido de color saturado, vibrante. Y sus singulares visiones de Orfeo, Mercurio y Estigia, la laguna que llevaba al mundo de los muertos.
Prior sabe bucear en el límite difuso entre la figuración y la abstracción: “hay pinturas que siendo abstractas pueden sugerir una ilusión figurativa o siendo figurativas son prácticamente una abstracción”, dice el artista. Siempre los títulos, que en sus obras son fundamentales, habilitan múltiples lecturas. A veces, cuenta, el título surge como un generador de imágenes, antes de hacer la obra, y en otras ocasiones, aparece cuando ya la terminó “como un marco lingüístico o textual”, dice. “Noé en el Hudson”, por ejemplo, remite a la conocida leyenda –desmentida por el protagonista de la historia– de las obras que Yuyo Noé habría arrojado al río Hudson y, al tiempo, provoca con la idea de un Noé bíblico posmoderno en una nueva tierra prometida. Cuesta abandonar la sala del Malba y alejarse del mundo exuberante y conmovedor de Prior.

Fuente: Clarín

UN ARTISTA ARGENTINO
ESTÁ "QUEMANDO" EL COLISEO DE ROMA

Un espectacular incendio virtual envolverá en llamas desde hoy y hasta el domingo el Coliseo de Roma. (EFE)

Por Patricia Kolesnicov

La conversación, por teléfono, tiene que ser veloz: en unos minutos Pío Díaz saldrá por la puerta del hotel, en Roma, y se irá a quemar el Coliseo. O bueno, a “quemar” el Coliseo de manera virtual. Con una videoinstalación, desde ayer a la noche y hasta mañana, el artista argentino Pío Díaz y su compañera, la danesa Thyra Hilden, juegan a destruir Roma. “Mientras el Coliseo exista –dice una cita con la que el curador presenta este trabajo– existirá Roma; cuando caiga, Roma caerá; pero cuando caiga Roma, lo hará el mundo”.
Gran responsabilidad, así que Pío Díaz (1973) explica con detalle: ”Trabajamos con la destrucción artificial de instituciones y monumentos. Lo que queremos es hacer la pregunta de cuáles instituciones, cuáles monumentos deben existir y cuáles no. Como sociedad, a veces destruimos cosas importantes. ¿Cómo se elige qué tiene que sobrevivir?”.
No es la primera vez que lo hacen: en 2007, no faltaron llamados a los bomberos cuando los habitantes de la ciudad danesa de Aarhus vieron quemarse su flamante museo de arte. Era una obra de Hilden y Díaz.SClB“En Argentina pasa todos los días –dice Díaz, que se fue en 1998, pero dejó sus lazos afectivos bien atados–; destruimos cosas sin saber por qué. Cuando vas a una ciudad pequeña están la casa de gobierno, la plaza, el centro cultural, ¿qué pasa si se destruyen? ¿Construimos instituciones nuevas? ¿Las nuevas serán mejores?”
No fue fácil financiar la “quema” del Coliseo e hicieron falta cuatro años de gestiones para que la ciudad de Roma les diera permiso.
Mostrar la fragilidad, dice Díaz. De eso se trata. “A veces perdemos la prudencia por la fragilidad de las cosas. Con estas imágenes, dan ganas de esperar, de reflexionar antes de destruir... ¡y a veces será mejor destruir!
¿Qué sigue? Hilden y Díaz planean por un lado un castillo de arena que no se deshaga: “Para hablar de los sueños que se destruyen, acá planteamos un castillo que dure para siempre”. Pero el gran proyecto es una burbuja de jabón gigante, “que pueda durar un período largo”. Es decir: en lugar de un monumento que se quema, una burbuja, el colmo de lo efímero, que permanezca. En definitiva, dice Díaz, siempre lo mismo: “Qué debe permanecer, qué es lo frágil”.
Dice. Y se va a quemar el Coliseo. Sin fuego, con ideas.

Fuente: Clarín

INESPERADO GIRO EN EL CASO DEL COROT
PERDIDO EN NUEVA YORK






El extraño caso del lienzo de Corot desaparecido durante una noche de borrachera dio un giro inesperado al saberse que la valiosa pieza permaneció todo un mes en la conserjería de un edificio de Manhattan. Fue el portero quien lo encontró entre unos arbustos y decidió guardarlo hasta que alguien preguntara.
Todo empezó cuando James Carl Haggerty, un marchand de Nueva York, aseguró a los propietarios del cuadro que lo había perdido tras llevarlo a un hotel donde se lo mostró a un comerciante británico dispuesto a comprarlo. Su única explicación fue que “esa noche había bebido demasiado”.
Pero la extraordinaria historia del Corot perdido no termina aquí, porque la Fiscalía de Nueva York ha decidido presentar cargos contra Tom Doyle, uno de los dos propietarios de la pieza, a quien se acusa de conspiración para cometer fraude. Según el fiscal, Doyle habría engañado a una compañera de trabajo con el fin de que invirtiera 700.000 euros en la compra conjunta de un lienzo que él ya tenía en su poder, y que sólo le costó 600.000 euros.

Fuente: arteselección.com

ESCULTURAS CONTEMPORÁNEAS
INVADEN EL JARDÍN DE LOS DEVONSHIRE



La residencia de los duques de Devonshire, en el norte de Inglaterra, vuelve a ser lugar de peregrinación para miles de personas deseosas de contemplar las gigantescas esculturas contemporáneas que se exponen en sus jardines cada año por estas fechas. Es la quinta edición de lo que comenzó siendo una iniciativa comercial de la casa Sotheby’s, y que va camino de convertirse en cita cultural de primer orden.

Fuente: arteseleccion.com