FRANZ MARC, 1880-1916
El color que se llevó la guerra



DESNUDO CON GATO
ZORROS, 1913
FRANZ MARC POR AUGUST MACKE, 1887-1914
MARÍA Y FRANZ MARC POR AUGUST MACKE, 1887-1914
PAISAJE CON PERSONAJES
ELEFANTE, CARBONILLA
CARELSCHOUTEN.
GATO DURMIENDO
CABALLOS AMARILLOS
LA VACA DEL MUNDO
EL TORO ROJO
LA VACA AMARILLA
TORO ACOSTADO
EL CABALLO AZUL
CABALLO BLANCO
CABALLOS AZULES
CABALLO MIRANDO EL CAMPO
LA VACA AZUL
ZORRO DURMIENDO

GACELAS
OVEJAS
EL CORDERO

EN ESTA CASA VIVIÓ LA ARMONÍA.
Güemes 2902, y Agüero, Buenos Aires

A TITA LE ENCANTABAN LAS CALAS, COLECCIONABA CUADROS DE CALAS, CON CALAS.
Y SIEMPRE USABA NADA MÁS QUE FLORES BLANCAS, ADENTRO Y AFUERA, VIVAS Y CORTADAS.

LA CASA DE GÜEMES Y AGÜERO: CRÓNICA DE UNA SEÑORA QUE SE RODEÓ DE ARMONÍA.
 









LAS FLORES DE LA VIEJA GLICINA SEGUIRÁN PERFUMANDO LA TERRAZA SOBRE EL JARDÍN EN LAS TARDES DE PRIMAVERA.










































                                                                                                                   TITA TAMAMES

 












 LA AMPELOPSIS
EN ARMONÍA CON LA ARMONÍA.




















LOS ZORZALES DE PECHO COLORADO
SEGUIRÁN TENIENDO ESTE REFUGIO.

   CANTARÁN Y CONVIVIRÁN EN ARMONÍA.
FOTO LOLI GALLARDO




Se publicó en el Boletín Oficial del 28 de mayo del corriente año la Ley 3040, que protege como edificio catalogado con valor patrimonial al petit hotel construido hacia 1918 por los reconocidos arquitectos Arnold Jacobs y Rafael Giménez en la esquina de Agüero y Güemes, del barrio de la Recoleta.
Sus primeros propietarios fueron Eugenio F. Lynch y señora. En 1941 el petit hotel fue adquirido por el músico y compositor argentino Rafael Girondo y su esposa.
En 1983 fue adquirido por Miguel Marcos Norberto de Riglos y Marta Juana Rosa del Carril de Mesía de Tamames, conocida como la duquesa Tita Tamames.
Reconocida gestora cultural de nuestro país produjo la primera versión de la Señorita de Tacna, que dirigió Emilio Alfaro, el Drácula de Sergio Renán y Camino negro de Oscar Viale. También produjo el film La Tregua en 1974 y Crónica de una señora, entre otras películas.
Su casa fue el punto convocante de numerosas reuniones en las que se gestaron los proyectos culturales que luego llevaba a cabo. Cuidaba con esmero la añosa enredadera que cubre sus muros exteriores y los muros que dan al jardín interior con una bella galería.
Fallecida en el año 2004 los vecinos se preocuparon por el destino del edificio ya que se hablaba de un grupo de inversionistas que querían construir una torre.
Luego de múltiples reuniones se acercaron a la Legislatura.
La entonces legisladora María Eugenia Estenssoro se interesó en el tema y antes de terminar su mandato presentó el proyecto de catalogación.
Pasaron casi dos años y los vecinos seguimos los pasos del proyecto, asistimos a la audiencia pública y finalmente se logró la ley.
Para todo el barrio “la casona” como habitualmente es nombrada es un hito que le otorga importancia a la zona y jerarquiza el inicio de la calle Güemes, creando una atmósfera de jardín verde irrepetible en ninguna de las manzanas aledañas.
No sólo se protegió la casona, sino también las casas que continúan sobre la calle Güemes hasta el número 2938, que conforman una tipología única en estilo, en altura y en detalles de las fachadas.
El tramo de esta calle preservará una Buenos Aires de comienzos del siglo XX que día a día se va perdiendo bajo la piqueta. Nos hace muy felices contribuir con nuestro granito de arena en la defensa del patrimonio y de nuestra historia urbana.

Dra. María del Carmen Magaz

María del Carmen Magaz es doctora en Historia con orientación en Artes por la Universidad del Salvador y Master en Cultura Argentina por el Instituto Nacional de la Administración Pública. Fue becaria post-doctoral en Dumbarton Oaks (Washington D.C., Trustees for Harvard University) y becaria Fulbright en la George Washington University. Asimismo se desempeñó como asesora en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Es directora de la carrera “Gestión e Historia de las Artes” (USAL) y profesora titular del Instituto Universitario Nacional de las Artes (IUNA). Especialista en arte público, ha dictado conferencias y cursos y realizado numerosas publicaciones. Su último libro es Escultura y Poder en el espacio público (2007).

HÉCTOR ALTERIO Y ANA MARÍA PICCHIO EN UNA ESCENA DE LA TREGUA


Discreto adiós
La empresaria, productora y diseñadora teatral y cinematográfica falleció de cáncer el lunes, a los 82 años.
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Marta,Tita, del Carril Aldao, duquesa de Tamames, murió de cáncer el miércoles a la tarde, a días de su cumpleaños número 83 y en el marco de la discreción que, en cuestiones privadas y de fuerte implicancia emocional, suele cultivar la gente de abolengo.
Productora teatral y cinematográfica, a la viuda de José de Mesía y Lesseps, duque de Tamames le incomodaba secretamente que se aludiera al título nobiliario. Fiel a su estilo, eludía el tema con ironía. La misma que utilizaba para contar que no había terminado el secundario "porque de chica vivíamos viajando de un país a otro y era más cómodo tener profesores particulares; y además, porque en familias como la nuestra, las chicas no necesitaban un título para progresar en la vida". Fue siempre una gran lectora pero le encantaba mostrarse políticamente incorrecta.

De padres argentinos, había nacido en París en 1921, por lo que fue bilingüe desde la primera infancia. Tuvo tres hijos y cinco nietos. Junto a su último marido, el hacendado Miguel Marcos "Mosca" Riglos, fallecido hace dos años, viajaban por el mundo y tenían una casa en Biarritz, adonde iba con una frecuencia por lo menos anual. En sociedad con Rosita Zemborain concretó importantes producciones teatrales y cinematográficas. Entre las primeras se le deben la primera versión de La señorita de Tacna, que dirigió Emilio Alfaro en 1981, el Drácula de Sergio Renán o Camino negro, de Oscar Viale. También produjo el exitoso filme La Tregua, Crónica de una señora y Heroína entre otras películas.
Mujer bella, de grandes ojos verdes y gustos refinados, tuvo condiciones naturales para la gestión cultural, que empezó a ejercer cuando la mayoría de las mujeres ya sueña con jubilarse. Durante seis años se desempeñó como directora artística del teatro Blanca Podestá y durante otros diez condujo la Fundación Amigos del Teatro San Martín.
Cultivó afectos duraderos. Entre sus amigas entrañables, además de Rosita Zemborain y María Luisa Bemberg se contaban Susana Giménez y China Zorrilla. Decía que no le temía a la muerte pero se reconocía supersticiosa. Se declaraba incapaz para las tareas domésticas y, aunque siempre lucía elegantísima, mostraba indiferencia ante los dictados de la moda. Eso sí, coleccionaba zapatos. De porcelana y también de los del mejor cuero. Veía mucho cine y teatro y llegó a diseñar escenografía y vestuario para varios espectáculos.

 
Fuente texto: clarin.com

LOS CARDENALES DE LA PLAZA SAN MARTÍN


SAN MARTÍN, DESDE EL BRONCE, SEÑALA HACIA CHILE. ÉSTE FUE NUESTRO PRIMER MONUMENTO ECUESTRE. EL CABALLO, IDEALIZADO, DISTA MUCHO DE LOS CRIOLLOS QUE USÓ EL LIBERTADOR EN SUS CAMPAÑAS: ES MEDIO ÁRABE Y TRATADO DE UN MODO TOTALMENTE EUROPEIZANTE. PARECE INSPIRADO EN UNA PINTURA DE THÉODORE GÉRICAULT.

CARDENAL COMÚN, PAROARIA CORONATA. Foto Pablo Rodríguez

UNA VISTA AÉREA DE LA PLAZA. DE IZQUIERDA A DERECHA SE DISTINGUEN AMERICAN EXPRESS, EL EDIFICIO KAVANAGH Y EL HOTEL PLAZA, EL NACIMIENTO DE LA CALLE FLORIDA, PARQUES NACIONALES, LA CALLE MAIPÚ, CORTADA POR LA PLAZA, Y EL PALACIO PAZ, QUE FUE MANDADO A HACER POR JOSÉ C. PAZ, FUNDADOR DEL DIARIO LA PRENSA, Y HOY EN DÍA ES SEDE DEL CÍRCULO MILITAR Y DEL MUSEO DE ARMAS DE LA NACIÓN.

EL MONUMENTO A SAN MARTÍN. FUE INAUGURADO EN 1862.


AVENIDA DE TIPAS. ESTOS ÁRBOLES, ORIGINARIOS DEL NORTE ARGENTINO, EN VERANO ESCUPEN COMO REACCIÓN A UN PARÁSITO QUE TIENEN.


GENTE TOMANDO SOL, AL FONDO EL PALACIO PAZ , SEDE DEL CÍRCULO MILITAR Y DEL MUSEO DE ARMAS DE LA NACIÓN.


COMO SI FUERA EL COLOSO DE RODAS, EL KAVANAGH ASOMA MAJESTUOSO POR ENCIMA DE LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES DE LA PLAZA SAN MARTÍN.


 
  LA CANTIDAD DE GENTE USA LA PLAZA HA AUMENTADO MUCHÍSIMO. ÉSTO AUYENTA BUENA PARTE DE      LOS PÁJAROS DEL LUGAR.

UNA MUY LINDA VISTA DE LA PLAZA VISTA DESDE LA TORRE DE LOS INGLESES. EL FOTÓGRAFO HA CAPTADO JUSTO EL MOMENTO EN QUE EL SOL ILUMINA LA ENORME BANDERA DEL CENOTAFIO DE LOS CAÍDOS EN LA GUERRA DE LAS MALVINAS.


LOS CARDENALES DE LA PLAZA SAN MARTÍN


La República Argentina puede sentirse una verdadera privilegiada por la variedad, cantidad y belleza de las especies que integran su avifauna.
Creo que empezaron a gustarme los pájaros cuando descubrí al cardenal, seguramente porque me llamó la atención su copete colorado cuando, siendo yo muy chico, me llevaban a la Plaza San Martín de Buenos Aires a jugar, desde nuestra casa en Maipú 975, donde está hoy en día la Galería del Este.
La Plaza San Martín fue para mí un lugar que detonó varios amores, curiosidades y fascinaciones tempranos que después me acompañarían a lo largo de toda mi vida.
Fue en esa plaza donde creo que descubrí a la Naturaleza y donde creo haber tenido mi primer contacto, marcador diría, con ella.
Era común ver a varios cardenales alegrando en forma simultánea la Plaza San Martín por aquella época. Unos comían semillas y bichitos entre brincos por el pasto. Otros volaban y saltaban de rama en rama por los jacarandás, tipas y magnolias del lugar.
Me animaría a decir que no creo que hoy se pueda encontrar ni un solo cardenal en la plaza, lugar donde San Martín fundó su originario Cuartel del Retiro.
Los grandes cambios que han habido en el modo y el ritmo de vida en la Ciudad de Buenos Aires, han traído aparejados, entre muchas otras cosas, una contaminación ambiental y sonora alarmantes y un mucho mayor movimiento de gente en la plaza en cuestión.
Cada vez más gente cruza por la plaza a horas en que la inseguridad actual lo permite. Muchos oficinistas de los alrededores aprovechan la hora del almuerzo para escaparse a la plaza a comer al aire libre las viandas que llevan preparadas desde sus casas o que compran en los alrededores.
Todos esos factores van auyentando a los pájaros de la plaza y de la Ciudad. O los corren hacia zonas menos urbanizadas como la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, el Parque Tres de Febrero, en Palermo, etc..
Pero volvamos a la Plaza San Martín: entre tantas impresiones y recuerdos indelebles de aquella época, llevo todavía muy grabados los gritos de un hombre ya viejo, muy alto, así lo veía yo desde mi nivel casi a ras del piso, que iba a pasear una nieta que, versión femenina aumentada y desmejorada de Judas Iscariote, le sacaba canas verdes. Esa chica tenía su pelo casi tan colorado como el copete de mis admirados cardenales. Cuando su abuelo la perdía de vista, cosa que pasaba varias veces durante el largo rato diario que compartíamos en la plaza, empezaba a llamarla, gritando fuerte y sonoramente su nombre: "¡¡¡Zulema!!! ¡¡¡Zulema!!! ¡¡¡Zulemaaaa!!!". Y ese grito rezongón retumbaba en todos los rincones de la plaza y quedaba como colgado de los árboles. Cuando, entre resignada y protestona, Zulema se dignaba a someterse a la autoridad de su abuelo y a volver al redil, el viejo gruñón, aliviado se sentaba a reponer las energías que le había consumido la búsqueda. Y estando ya más tranquilo, se dedicaba a tomarle el pelo a ese chico que parecía hipnotizado por los cardenales de la plaza. Un día, guiño cómplice mediante con algún adulto que también lo escuchaba, me preguntó si sabía cómo hacer para cazar el cardenal que yo tanto deseaba tener conmigo. Tan fascinado me vio tratando de atraparlo, que me preguntó si sabía cómo tenía que hacer para lograrlo. Yo, con la lógica ingenuidad y pureza que tenía por entonces, presté muchísima atención a la receta que el viejo se ocupó de promocionar como absolutamente infalible. “Mañana - me dijo - cuando vengas a la plaza tenés que pedir en tu casa un poco de sal fina en un papelito. Y, para atrapar a uno de esos cardenales que tanto te gustan, tenés que ponerle un poco de esa sal en la cola.” Y concluyó: “Sólo con un poquito basta.” Al otro día, siguiendo al pie de la letra las indicaciones del abuelo de la rebelde Zulema, fui a la plaza con un prolijo paquete de papel que escondía la que prometía ser mi arma secreta para atrapar por lo menos un cardenal. Corrí inútilmente atrás de muchos cardenales con la intención de poner en práctica la infalible receta del viejo. Y, cuando no pude atrapar ni siquiera uno, le presenté una protesta formal al viejo. Como cuando nuestros ministros de Relaciones Exteriores citan a algún embajador extranjero a la vecina Cancillería y le presentan alguna queja específica por algún tema puntual que los irrita.
Con el tiempo tomé conciencia de que otro gran amor que, como el que siento por la Naturaleza, en mí se había encendido en la Plaza San Martín, era el que tengo por la Escultura, sobre todo por los bronces fundidos con la técnica de la cera perdida. Y me ocurrió casi sin darme cuenta, entre juegos, alrededor del monumento al Libertador de Argentina, Chile y Perú. Todas esas historias y batallas de la epopeya sanmartiniana, plasmados en esos relieves tan dinámicos de la parte inferior - eran lo único que estaba materialmente a mi alcance - y como me pasó con los inasibles cardenales, ejercieron sobre mí una rara fascinación casi hipnótica que me dura desde entonces.

P.L.B.