TRAS UNA LARGA ESPERA,
REABRE EL PRIMER PISO DE BELLAS ARTES

Estuvo cerrado desde 2011.

Allí se mostrarán obras del Siglo XX, cruzando arte nacional e internacional.
También habrá un espacio para obras de los 90.


Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote




Después de casi tres años de misterio y clausura, abren al público el 21 de julio –¡por fin!– las salas del primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes. Recordemos: las salas -cerradas por reformas desde 2011- estaban prácticamente listas en diciembre de 2012, cuando el museo estaba dirigido por Guillermo Alonso. Pero su inauguración fue misteriosamente suspendida. Las fuentes oficiales del MNBA informaron que se debía a que los equipos de aire acondicionado eran “inadecuados” para el área. Esta cronista accedió en diciembre de 2012 a las salas: se encontraban prácticamente terminadas, con las obras ya sobre las paredes, iluminadas, las luces generales colocadas, y las paredes pintadas. Sólo faltaba terminar de armar una sala y los baños (que eran exteriores). Al suspenderse la inauguración por –según sostuvieron desde el MNBA– “lo inadecuado de los aires acondicionados”, Clarín pide ver los planos de ingeniería y de las obras para poder verificar el estado de las salas. Esta información, que debiera ser pública, nunca fue brindada. Sin embargo, Clarín pudo saber que la licitación original fue anulada y tuvo que hacerse otra. Eso también llevó tiempo.
Sigamos recordando: en abril de 2013, Alonso fue removido de manera abrupta. Su mandato había terminado en diciembre de 2012, aunque no se sabe bien por qué se mantuvo en su cargo hasta abril de 2013, pero la forma de su salida fue polémica. Se presentaron en el MNBA, sin previo aviso, Alberto Petrina (entonces Director Nacional de Patrimonio y Museos) y Marcela Cardillo (desde ese momento y hasta hoy, directora interina del MNBA), pidiéndole que se retirara de la oficina. Alonso había sido concursado como director en 2007. Desde ese abril de 2013 se vienen esperando dos cosas: que se inauguren las salas del primer piso del MNBA, y un nuevo concurso que recién el lunes 13 se volvió a abrir, a meses de las elecciones presidenciales.
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote

Volviendo a la inauguración de las salas del primer piso, allí se planeó, durante la gestión de Alonso, contar la historia del arte del siglo XX de otra manera: mezclando las obras de arte nacionales con las internacionales, con un guión curatorial que posicionara el arte nacional y el internacional en un mismo nivel. Cuando esta cronista vio esas salas en diciembre de 2012, las obras ya estaban montadas de esta manera. Y la sala especial dedicada a Antonio Berni, dispuesta.
Lo que sí es una novedad es la incorporación –dentro de este guión– de obras fotográficas: la fotografía pasará a ser una obra de arte más, entre pinturas, esculturas y dibujos. El espacio hasta ahora dedicado a la fotografía en el MNBA exhibirá las adquisiciones que el museo realizó durante los últimos años: obras de Marcelo Pombo, Graciela Hasper, Gumier Maier y Daniel García, entre otros. Son trabajos comprados bajo la guía de Fernando Farina –funcionario de la dirección del Fondo Nacional de las Artes– y Roberto Amigo –contratado por el MNBA para ejecutar múltiples tareas–.
Otro cambio dentro de la museografía del MNBA será la exhibición en las salas 1 y 2 de la colección de arte precolombino, inaugurada en 2005 bajo gestión de Alonso, siendo Secretario de Cultura José Nun, y removida del guión en 2010, también bajo la dirección de Alonso pero con Coscia en la cartera de Cultura. En diez días, se mostrará en el hall de ingreso una maqueta con el plan: allí donde ahora puede verse arte europeo del siglo XII al XVI, esta gestión planea exponer la colección precolombina y todas las Tablas de la Conquista.
Sólo esperemos poder ver, nuevamente, las obras que desde 2012 no se exhiben: son patrimonio de todos nosotros.
Fuente: Revista Ñ Clarín

DE HOMBRECITOS Y OTROS DEMONIOS

Acaba de inaugurarse una gran restrospectiva de su obra en el Museo de Soissons. Antes recibió a Ñ en su refugio de Arcueil.
Un aroma a Villa Allende en un delicioso y bien cuidado jardín de Arcueil, en los suburbios del sur de París. Las hortensias, la caída del agua de la fuente, le recuerdan al pintor cordobés Antonio Seguí su provincia y especialmente, su infancia. A pesar de sus 60 años en Francia, Córdoba vive en el Maestro Seguí todos los días. Y también su relación constante con el presente argentino: es el único artista que integra el Jurado para el Concurso que elegirá al próximo director del Museo Nacional de Bellas Artes, organizado para dos meses antes de que finalice la gestión kirchnerista. La diferencia es que detrás está su otra vida: la mansión de cinco pisos donde vive y que alberga una colección precolombina y africana que Seguí comenzó a reunir en las calles polvorientas de los pueblitos de Sudamérica, y que perfeccionó en París hasta tener en su museo personal una de las más originales colecciones de arte africano del mundo.
Al fondo, “el galpón”. Un atelier luminoso y ordenado, cubierto de bastidores prolijamente acomodados y un enorme cuadro con fondo azul, en el que Antonio Seguí lleva tres días trabajando. Estuvo terminando de preparar una retrospectiva que recorre toda su obra que acaba de inaugurarse en el Arsenal del Museo de Soissons, un lugar que quiere y respeta.
“El taller no es tan fantástico, pero es un galpón donde yo trabajo, que quiero mucho. Por este lugar ha pasado mucha gente. Porque es grande, amplio. Me dio la oportunidad de poder compartirlo con muchos artistas que han pasado por París y que no tenían lugar en ese momento para trabajar tranquilos. Voilà, estamos acá”, dice Seguí, a modo de bienvenida.
–Es un atelier que tiene una larga historia. ¿Cómo llegó hasta Arcueil?
–Llegué con las llaves del atelier de Antonio Berni, que muy generosamente me lo prestó hasta que yo consiguiera algo. Trabajé en su atelier durante tres o cuatro meses, hasta que un buen día me avisó que volvía a París a trabajar. Tuve que salir a buscar rápidamente un lugar. Alguien me informó que había un depósito que se alquilaba en Arcueil, un lugar que me sonaba por dos razones: primero porque yo sabía que Berni había venido por acá a hacer paisajes al exterior, y además porque era el lugar donde había hecho toda su obra Erik Satie, por quien tengo una enorme admiración. Llegué a este lugar e inmediatamente lo alquilé y lo compartí.
–Lentamente fue progresando, y compró esta casa maravillosa, que perteneció a Raspail.
–Exactamente. Era la casa de François Raspail, un médico y político republicano muy influyente a mediados del siglo XIX. Cuando llegué la casa era compartida con mucha gente joven que se hospedada temporalmente. Luego la municipalidad quería comprarla pero no tenía los medios, entonces me la ofrecieron. Hubo que refaccionarla toda, los techos se estaban cayendo, y trabajamos cinco años para restaurarla y dejarla tal como estaba cuando la habitaba Raspail.

Todas sus series
–Se acaba de inaugurar una gran retrospectiva suya en el Museo de Soissons, en el Arsenal, a una hora de París. ¿Cuál fue el criterio de selección de las obras?
–Es una invitación que me hace el Museo de Soissons, que tiene una gran tradición y tiene un espacio en el Arsenal St-Jean-Des-Vignes. La idea era mostrar los primeros cuadros que hice cuando llegué a Francia, en el 63, hasta las obras últimas, que estoy haciendo en este momento. Ese fue el criterio. No es la primera retrospectiva que hago: en París, en el 79, hubo una con toda mi obra gráfica en el Museo de Arte Moderno de la ciudad.
–¿Han elegido una selección por períodos, por concepto? ¿Cómo ha trabajado con el curador Roussel?
–Yo siempre he trabajado por series, y he tenido la costumbre de guardar siempre algún cuadro de cada una. Aunque de algunas ya no tengo ninguno, porque un buen día llegan de algún museo y me los compran. Prefiero que estén en un museo y no tenerlos yo. Pero para esta exposición hemos podido reunir varias series y la muestra se armó sólo con cuadros que tengo en mi poder. No he pedido prestado nada a ninguna institución ni a ningún coleccionista. Y son setenta cuadros del 63 hasta hoy, casi todos de grandes dimensiones, dos por dos, tres por dos ...
–Usted es pintor, escultor, hace grabados. ¿Esta diversidad está reflejada en esta muestra?
–Son acrílicos, óleos, dos o tres esculturas. Hay objetos de una serie que hice, que se expusieron en París en el año 67, y que son relieves en madera pintada. Esas cosas también están expuestas. Que son un poco la recuperación de cuando yo era chico en Córdoba, en la época de la guerra. Yo era propietario de todos los juguetes más modernos que se hacían. Mi abuela me los compraba. Y en un momento dado, por la guerra, desaparecieron todos esos juguetes japoneses y alemanes. Aparecen en la feria los juguetes hechos en madera, pintados, que son muy divertidos y muy ingeniosos, y yo me inspiro en eso para hacer toda una serie de trabajos entre el 66 y el 68, que luego expuse en París en dos galerías, en Jeanne-Bucher y Claude Bernard. Algunos están en esta muestra.
–Usted siempre ha dicho que su obra tiene raíces en su infancia, desde los sombreritos de su abuelo y su papá, hasta los hombrecitos ...
–Yo creo que una gran parte de mi trabajo es un poco la reconstrucción histórica de mi infancia. Sí, los sombreritos ... Yo no me acuerdo haber visto a mis tíos ni a mi abuelo sin sombrero. Y me preguntan muchas veces por qué hay tan pocas mujeres en mis cuadros. Es porque en esa época la mujer estaba en la casa. Se ocupaba de la casa y no salía. Y si salía poco, es que no salía toda entera. Salía un pedazo. Y de ahí viene que me pregunten a veces “¿Por qué están de la cintura para abajo?”. Y bueno, era parte de lo que yo me acordaba de cuando era muy chico.
–¿Cómo fueron cambiando sus temas, sus materiales, sus texturas, desde el 63 hasta ahora?
–Creo que llegué acá con una pequeña experiencia. Ya había empezado a hacer mi carrera en la Argentina, y luego en México, donde hice una pintura bastante de ruptura. Llegué allá pensando que los pintores revolucionarios todavía tenían vigencia, y era lo que yo estaba buscando. Pero cuando llegué a México fue una gran desilusión, porque eran todos pintores académicos. Por supuesto, en el momento de los cambios políticos en México, ellos cumplieron un rol muy importante. Pero yo llegué a mediados de los 50 ...
–Ya habían pasado Kahlo, Rivera …
–Exacto, y lo que llegaba no me interesaba para nada. Eran los momentos en que uno pensaba que la pintura tenía que ser latinoamericana o no ser nada. Y me dije: ¿por qué no buscar una pintura que sea realmente latinoamericana, pero eliminando algunos personajes, haciendo desaparecer los indicios y la pintura con carácter político, pero muy superficial y sin ninguna carga ni poética ni política? Fue en ese momento que hice una pintura abstracta y con una coloración que, evidentemente, era latinoamericana. Con esa pintura llegué a Buenos Aires. Fui cambiando porque no tuve más necesidad de hacer una pintura no figurativa, e inmediatamente recuperé la figura. Con la carga que yo tenía de muy joven, que era el expresionismo, que fue lo que más me tocó cuando empecé a trabajar. Sobre todo el grupo de los expresionistas alemanes, como George Grosz y toda esa línea que tenía un carácter evidentemente social y muy influenciado políticamente.

Los “bichos”. Así llama Seguí a las figuras de su enorme colección de arte mumuye africano.
Los “bichos”. Así llama Seguí a las figuras de su enorme colección de arte mumuye africano.

“No puedo vivir sin estos bichos”
–Usted no sólo es pintor, sino que es un gran coleccionista de arte precolombino y africano, una faceta suya que no todo el mundo conoce. ¿Cómo empezó esa pasión suya por las piezas de América Latina y por Africa, especialmente por la cultura mumuye de Nigeria?
–Comencé en América Latina, porque cuando llegué a Perú, en los caminos cerca de Lima, vendían piezas y pedazos de tejido precolombino por nada. Cuando llegué a Ecuador y a Colombia me pasó lo mismo. Llegué a México con un pequeño cargamento, que era parte de mi pequeña colección. Y bueno, cuando uno empieza en esas cosas, no para más.
–Y ahora es uno de los grandes coleccionistas de arte africano del mundo.
–No, yo tengo una linda colección, bastante loca, de cosas que me gustan.
–Este interés por los mumuye ya ha invadido su casa –ocupa el salón, la antesala, hasta su dormitorio–. ¿Cómo es el vínculo con lo que usted llama “los bichos”?
–Es una cultura que está instalada en las montañas de Nigeria. Y recién empezaron a circular a fines de los 60. Uno de los grandes coleccionistas de esto era un amigo que ya me vendió algunas piezas. Después, dos o tres africanos que le traían cosas a él, venían primero a traérmelas a mí porque yo les pagaba mejor. Y así fui acumulando todas estas piezas. Debo tener cerca de doscientas.
–Pero además hay otras cosas. Tiene los elefantes, las máscaras. Aparentemente se usan en las ceremonias y después se tiran, ¿no?
–Pero esos son de diferentes etnias. Eso viene de Camerún. Y todavía se hacen ceremonias con esas máscaras. Son parte de los rituales. Son años de ir descubriendo, y encontrarlas en algún remate, o en alguna galería ... La colección es como los jardines, no se hacen en dos meses. Yo hace cincuenta años que vengo juntando cosas.
–Muchas de esas máscaras representan ritos funerarios fuertes. ¿No lo perturba convivir con los bichos? ¿No tuvo que exorcizar la casa, por ejemplo?
–Bueno, en una época pasaban cosas muy raras y por consejo de alguien lo tuve que hacer. Se me inundó el atelier, y no había ningún caño roto, ni pasaba nada. Y empezamos a encontrar montañitas de sal cerca de la puerta. Yo nunca creí demasiado en esas cosas, pero vino un exorcista, que era un sacerdote que está en Normandía, muy simpático. Yo tenía todas estas piezas y dije: “Uy … lo que va a decir este señor”. Y fue exactamente lo contrario. Dijo que la carga que había en la casa era perfecta, que nada de eso molestaba. Lo que molestaba era un señor que alquilaba una pieza acá todavía, y que se iba a mudar muy pronto. Y pasó así.
–Qué historia …
–Es una anécdota de hace mucho tiempo. Esto me pasó hace como treinta años …
–Entonces volvamos una vez más al presente. Usted será uno de los Jurados del Concurso para la direccion del Museo de Bellas Artes. El único artista. A pesar de que los Jurados son figuras incuestionables, ¿usted está al tanto del rechazo que despierta este concurso de último minuto, cuando pudo hacerse en estos años de gestión kirchnerista sin concursar?
–Después de que terminara su mandato el anterior director de Bellas Artes, Guillermo Alonso, el concurso para elegir a su sucesor era una cuestión pendiente. Se ha efectivizado recién en estos meses, y siempre que el procedimiento sea democrático, voy a estar de acuerdo en participar, si ello puede ser útil.
–¿Cuál quiere que sea su contribución personal a la hora de decidir quién quedará al frente del Bellas Artes durante el próximo gobierno?
–El Jurado debe poder elegir a la persona más idónea para la función, que no debe estar atada a los cambios políticos del país.

Los hombrecitos y él

–Usted habla siempre del humor, del sarcasmo en su obra. ¿Qué rol juega? ¿Usted puede pintar sin humor?
–No, pero tampoco es una cosa muy reflexionada. El humor siempre me ha salido de adentro. Es parte de pertenecer a ese lugarcito del mundo que es Córdoba. Pero creo que uno puede decir con el humor cosas mucho más serias de las que a veces tienen ese aire de trascendencia. Creo que el humor es clave para la vida y es una de las cosas que puede salvarnos de muchos horrores.
–En sus cuadros siempre aparece el hombrecito. Por todos lados. ¿Quién es el hombrecito? Uno tiene la sensación de que está ahí rígido, encuadrado, aunque esté en movimiento.
–Bueno, yo podría decir que es un elemento plástico, como podría ser un arbolito … Muchos me preguntan si el hombrecito soy yo.
–Exacto. Yo le iba a preguntar eso …
–Y yo digo, de repente también, que en cierta parte puedo ser yo. Pero no sé. Tiene mucho que ver también con la incomunicación. Cierta angustia por la vida, por el mundo … Pero con una carga de humor que te puede dejar seguir viviendo.
–Porque usted cuando pinta no se angustia. Es como una liberación.
–Para mí el trabajo es como una liberación. Es el acto cotidiano primario. Yo lo primero que hago a la mañana es poner la computadora y ver qué pasó en la Argentina. Y después me vengo acá, al taller.
–También en su obra hay algo de dibujo animado, ¿no es cierto?
–Y sí, porque hay una influencia también. Más que el dibujo animado, la tira cómica. Cuando digo que los recuerdos de mi infancia tienen un rol importante en mi trabajo, también pienso en todas las revistas que había en la Argentina y que estaban en mi casa.
Leoplan , Patoruzú , Billiken … Hay muchas cosas que hago, que las reveo y digo: “Pero esto estaba en Billiken ”. Yo nunca hago un trabajo preparatorio cuando hago un cuadro. Me gusta que siempre tenga un color de fondo. El blanco blanco me da miedo. Pero bueno, a veces lo dejo. Pero casi nunca. Hay un fondo, y sobre ese fondo trabajo.
–Ahora está pintando un cuadro con un fondo azul electrificante, extraordinario, vivo, energético …
–Es un azul cobalto.
–Exactamente, pero … Yo diría que es un fondo feliz, Seguí.
–¿Sí? Bueno…
-¿Usted está feliz? ¿Es muy importante el estado de ánimo cuando pinta?
–Y … sí. Por sobre todo, salen cosas distintas de acuerdo a los estados de ánimo de cada uno. No sé, yo llego acá y, cuando entro a mi taller, empiezo a respirar. Siempre ha sido así.



Pinceladas cordobesas en las afueras de París


Retrospectiva. Setenta obras de Antonio Seguí, que van desde los años 60 hasta la actualidad, ocupan los dos enormes salones del Museo de Soissons.

Roussel dice que Seguí es un gran artista francés y muy cercano a Soissons, un pueblo encantador destruido durante la Gran Guerra de 1914, y mucho antes, durante la Revolución Francesa en el siglo XVIII, a tal punto que de la bellísima abadía de Saint Jean sólo quedó la fachada en pie, gracias a la intervención de destacados escritores de su tiempo, entre otros Víctor Hugo, que impidieron que la borraran de la faz de la tierra. El resto de la piedra de la abadía se convirtió en paredes de casas de los revolucionarios.
La retrospectiva está curada por Roussel y Clelia Taricco, durante años curadora en el Centro Recoleta, la persona más cercana al artista y la que conoce en profundidad su vida personal. En diálogo con Ñ, en su histórica casona de tres plantas y dos subsuelos ubicada en un pueblo cercano a París, Clelia dice: “Decidimos que el hilo curatorial fuera cronológico. Las rupturas no son abruptas. Hay una continuidad en su obra. Pero como Antonio trabaja en series, se fueron armando núcleos temáticos”.
La recorrida por la exhibición que ocupa dos plantas de inmensas dimensiones, divididas en paneles que agrupan la obra por períodos desde los años 60 hasta hoy, permite apreciar que la preocupación de Seguí en relación con el hombre adquiere hondura y agudiza la crítica a medida que su producción madura. La última obra de las 70 expuestas llega hasta 2014. La producción de 2015 quedó fuera La voz de Seguí introduce al visitante en el quid de su obra: “La pintura es el más genuino espacio de libertad. Sin ella yo no podría ni pintar ni vivir. Arte, libertad y ética son palabras que encajan entre sí. El arte es una moral de la vida en una mayor libertad. Y como un buen argentino con añoranzas a cuestas, la primera pintura de la exposición es Villa del Lago, Córdoba , de 1969.
"Te fuiste sin que nos diéramos cuenta” (1977), uno de los cuadros de la serie sobre Gardel que integran la muestra. “Nunca pinté el tango. Pinté un personaje. A mí Gardel siempre me pareció un tipo sensacional, un ser fuera de serie. Y su vida y su fin y su muerte y todo forman parte de una historia. La desmitificación del personaje fue una buena excusa para hacer una serie”, explica Antonio Seguí.
"Te fuiste sin que nos diéramos cuenta” (1977), uno de los cuadros de la serie sobre Gardel que integran la muestra. “Nunca pinté el tango. Pinté un personaje. A mí Gardel siempre me pareció un tipo sensacional, un ser fuera de serie. Y su vida y su fin y su muerte y todo forman parte de una historia. La desmitificación del personaje fue una buena excusa para hacer una serie”, explica Antonio Seguí.

Las obsesiones del creador
Esta exhibición es un homenaje que emociona a Seguí. En 2014 se montó otra retrospectiva en Split, Croacia, y en 2007 había sido una doble en el Centro Cultural Recoleta y el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires. Un poco antes, en 2004, Atenas lo había recibido con los brazos abiertos. Ese mismo año, una retrospectiva de sus trabajos en papel, que rebasan un cajón de un amplio mueble en su casa, fue montada en el Centro Pompidou.
Si bien lleva un tiempo sin exponer en Francia, y su más vasta retrospectiva en París data de finales de los años 70, la obra de Seguí se ha movido sin pausa por toda Europa, a través de galerías y museos, y su obra se cotiza en miles de euros.
Pintura, óleo, carbón, papel de diario, cortes de madera dan forma a su técnica tan característica. Del hombrecito solo y con sombrero hasta las multitudes ruidosas, desde los años 70 a la actualidad, sus personajes parecen tener vida propia en una obra creada a lo largo de más de medio siglo, donde el humor y su mirada en perspectiva son parte inescindible de sus trabajos. Así se reconoce en el diario de la exposición.
Como parte de la muestra del Arsenal, antiguo predio del Ejército francés que Roussel hizo restaurar y acondicionar como espacio de exhibición hace 20 años, hay un documental en video para acercarse al atelier del maestro, observar su colección de arte africano y escuchar de boca propia sus conceptos sobre el arte contemporáneo. Y una vitrina con libros sobre él y su obra. Artistas franceses, húngaros y otros argentinos como Pablo Reinoso y Leopoldo Torres Agüero también tuvieron sus exhibiciones en el Arsenal de Soissons.
La exposición, que es también un reconocimiento afectuoso a Seguí, recoge la complejidad de la obra del artista argentino-francés, su extenso trabajo en las series y, debajo del humor made in Córdoba, el sentido de la pintura con mayúsculas. Los textos de la muestra son de Daniel Abadie, especialista en la obra de Seguí, ex curador del Museo Nacional de Arte Moderno y director del Museo Jeu de Paume de París. Es autor de la primera biografía de Antonio Seguí.
La contemporaneidad del maestro está en sus obsesiones y en los personajes que su obra retrata, de inserción real en la sociedad actual. Los argentinos podemos reconocernos en algunos de ellos. Desde el teatro social de sus inicios a la representación de la sociedad de consumo, Seguí fue descubriendo una forma propia de expresión que queda materializada en la selección de obras expuestas en Soissons.
Desde hace cinco años la serie de multitudes en colores más saturados le confieren a su trabajo una dimensión diferente. Trabajados en caballete de abajo hacia arriba o del centro hacia arriba, según el artista trabaje sentado o de pie, los personajes de esas muchedumbres son parecidos pero diferentes. Dice Daniel Abadie, en el diario de la muestra, que Fernando Pessoa inventó sus dobles con distintas identidades ficticias, pero todos fueron su portavoz y co-autores de su obra. En igual sentido, Antonio Seguí crea personajes parecidos pero diferentes en cada nueva obra, pero todos ellos son parte de un cuerpo único de su pintura.



Antonio Seguí básico

Córdoba, 1934. Pintor, escultor, grabador.


A los 19 años viajó a Europa y estudió Bellas Artes en París. Luego de vivir tres años en Buenos Aires, en 1964 se radicó definitivamente en Francia. Sus pequeños personajes, múltiples universales y anónimos, representan una humanidad encerrada en el absurdo de su existencia. En 1984, Antonio Seguí representó a la Argentina en la Bienal de Venecia. En 1989 obtuvo el Premio Di Tella a las Artes Visuales y en 1990 fue el primer artista vivo en exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes.


Fuente: Revista Ñ Clarín

EL MUSEO DEL BARRO YA LLEGÓ PARA CUESTIONAR EL CANON

La muestra, con piezas del singular museo de Asunción, busca zanjar la distinción clásica entre arte y artesanía.
http://www.revistaenie.clarin.com/arte/Madera_CLAIMA20150714_0191_15.jpg

Por Mercedes Perez Bergliaffa

Folklore y arte: ¿cuál es la diferencia? ¿La hay? La exposición Tekoporã: Arte indígena y popular del Paraguay –que abre hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes– pone esta cuestión en primer plano. Son más de 220 obras procedentes en su mayoría del Museo del Barro de Asunción, a cargo no de los considerados artistas contemporáneos sino de quienes algunos llaman artesanos (¿habrá alguna diferencia?). La exposición se abre a la cultura popular y su relación con la alta cultura. Su curador es el crítico paraguayo Ticio Escobar, fundador y director de este singular e innovador museo de Paraguay.
 Escobar dice: “La cultura popular comprende las prácticas, discursos y figuras particulares de sectores ubicados desfavorablemente en la escena social, marginados del acceso a diversas instancias de decisión en asuntos que involucran sus intereses”. El arte popular se relaciona con los “sin-parte”, los excluidos de participación y representación en el espacio donde se ejerce el poder, como, por ejemplo, los grandes museos. Sin ir más lejos, el mismo MNBA no tiene más antecedente de esta exposición que las salas de arte precolombino inauguradas en 2005 y luego cerradas en 2010.
Pero ahora, con Tekoporã, las preguntas empiezan a rodar: ¿un arte popular (considerado por algunas personas artesanías) debería exponerse en un museo nacional de Bellas Artes? ¿Se trata de artistas o de artesanos, de arte contemporáneo o folklore? Estas preguntas se cuelan a través de toda la exposición que, desde el primer momento, ya con el mismo nombre, sienta una posición: Tekoporã es una palabra guaraní compuesta, en realidad, por dos palabras, Tekó (modo propio de ser) y porã (belleza, bien).
Tekoporã nombra, entonces, algo así como el buen vivir colectivo, el convivir con belleza. Es un ideal ético guaraní extendido entre las diversas etnias, pero que también subraya –en la muestra– la expectativa de vivir mejor que subsiste en los pueblos originarios pese a los despojos. Las culturas populares no aíslan el momento estético: tampoco despojan de belleza los objetos utilitarios, sino al contrario.
En la muestra se aprecian máscaras – usadas para los rituales, por los penitentes para cumplir una promesa pero también en la festividad de los santos patronos–, vírgenes y Cristos de síntesis entre la imaginería cristiana y la americana (extraña mezcla de esculturas misioneras jesuíticas y franciscanas, que luego dieron origen a las imágenes de los santos populares y mestizos, también expuestos), conviven junto a disfraces de yacaré hechos en madera –entran en ellos dos niños que los articulan–, vestuario plumario, testimonios de la Guerra Guasú (o “Guerra Grande”, la Guerra de la Triple Alianza), y esas magníficas coronas rituales de plumas: ellas iluminan la fuerza del chamán. Hay un corredor que une diferentes salas y presenta, de alguna manera–, la selva en medio del museo. Hay pinturas, una práctica transcultural de adopción reciente en distintas comunidades paraguayas. Y se expone también un espectacular traje ritual de la etnia ishir.
Hay una serie de esculturas talladas en madera con representaciones de la Virgen (Tupãs) y Dios (Ñanderú) desnudos y con sus genitales especialmente remarcados: son metáforas de la abundancia, en madera de cedro (un árbol que en la cultura guaraní tiene implicancias mítico-religiosas).  
En la última parte de la exposición puede verse el “Cabichuí” (“Avispa”, en guaraní), el periódico editado desde las trincheras de la Guerra de la Triple Alianza, ilustrado por los soldados. A su lado, las vainas de bronce de las balas de mortero, tiradas durante la guerra, muestran dibujos grabados por los soldados. Mensajes amorosos, corazones, flores, lazos. A 150 años de la guerra, son el pedido de amor en medio de los cañones.   


FICHA
Tekoporã: Arte indígena y popular del Paraguay

Dónde: MNBA (Av. Del Libertador 1473).
Cuándo: Hasta el 13/9. Martes a viernes, de 12.30 a 20. Sábados y domingos, de 9.30 a 20.
Entrada: Gratis. Más info: www.mnba.gob.ar  
   

Fuente: Revista Ñ Clarín

"LAS ROBÉ EN 1995 Y NO ME HAN TRAÍDO MÁS QUE PROBLEMAS"

Israel.

El ladrón las dejó dentro de una bolsa, en el patio de un museo. Dejó una nota escrita en hebreo en la que finalmente pide: "¡Por favor, no roben antigüedades!".
Las piedas devueltas por el ladrón 20 años después. (EFE)
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No fue la culpa. Tampoco un súbito deseo de hacer las cosas bien. Fue la suerte o, más bien, la mala suerte la que hizo que un ladrón devolviera su botín. Un hombre devolvió dos piedras milenarias que había robado de una ciudad antigua de Israel, tras padecer dos décadas de infortunio.
El curioso hecho ocurrió en Israel. La semana pasada, las autoridades del Museo de las Culturas Islamica y de Próximo Oriente de la ciudad de Beersheba hallaron en el patio de la institución una bolsa que contenía dos piedras. Las rocas tenían unos dos mil años de antigüedad y eran bolas de balista (un arma similar a una ballesta).
Junto a la bolsa, había una nota escrita en hebreo. “Estas son dos bolas de balista romanas de Gamla, procedentes de un barrio residencial a los pies de la colina. Las robé en julio de 1995 y desde entonces no me han traído más que problemas”, confiesa el ladrón anónimo que concluye su escrito con un pedido: “¡Por favor, no roben antigüedades!”.
La Autoridad israelí encargada de las Antigüedades detalló que en Gamla se hallaron unas 2.000 piedras de ese tipo, que solían ser usadas por los romanos contra los judíos que intentaban evitar la conquista de esa ciudad.
 AFP

Fuente: clarin.com

AZURDUY NUEVA POR COLÓN USADO

Inauguran el monumento a Juana Azurduy detrás de la Casa Rosada. (Juano Tesone)


Ricardo Roa

Es una historia donde se cruzan personajes y fechas. Un 15 de junio de 1921 se inauguró el monumento a Cristóbal Colón, a espaldas de la Rosada. Y hoy, 15 de julio de 2015, Cristina completará su desalojo: inaugurará en ese lugar un monumento a Juana Azurduy, con show revisionista incluido.
Hay otro cruce que tiene que ver con el comienzo de la historia. Fue en 2011. Estaba Hugo Chávez en el despacho de Cristina y al ver la estatua de Colón le dijo: “¿Qué hace ahí ese genocida? Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza sino un genocidio. Ahí hay que poner a un indio”.
En estos días se cumplen 20 años de la matanza de Srebrenica. Tropas serbias masacraron a unos 8.000 musulmanes bosnios, todos varones, que se habían refugiado en ese enclave creyéndose protegidos por las Naciones Unidas.
Ahora el Consejo de Seguridad quiso condenar lo que la Corte de Justicia Internacional calificó de genocidio, el mayor desde la segunda guerra mundial. Se lo impidió Rusia. Cuatro países la acompañaron. Entre ellos Venezuela, donde Maduro sigue siendo Chávez. Para el chavismo no todos los genocidios son genocidios.
Cristina mandó voltear a Colón para llevarlo a Mar del Plata. Tenía todo planeado. Hasta envió más de 11 millones para costear el traslado que hoy son el centro de una denuncia por corrupción: no fue Colón ni tampoco volvió la plata.
La plaza no era el patio trasero de la Casa de Gobierno ni el monumento era de su propiedad. Las dos cosas eran y son de la Ciudad, que intentó trabar la mudanza con un amparo judicial y el apoyo de la comunidad italiana.
Con el pretexto de que la estatua debía ser reparada, el capricho de la Presidenta la desmontó igual. Fue hace dos años. Al final negoció con el macrismo dejar los restos de Colón en el piso hasta encontrarles un destino a cambio de permitirle a la Ciudad abrir el espacio para tres demorados kilómetros de autopista sobre terrenos ferroviarios. Autopista por estatua y estatua por revolución bolivariana.
Colón dejó de mirar al río. Ya no está a la vista del despacho de Cristina. Subido a un camión de mudanzas, marchó rumbo a la Costanera Norte. Juana Azurduy ocupa su lugar. Un trueque de estatuas innecesario y también banal.
En esta historia armada con héroes y villanos late una ideología rudimentaria. Si uno profundizara la iniciativa chavista de Cristina habría que borrar a Colón del mapa. Y por lo que le toca a Juan Azurduy, hay quienes dicen que no fue todo lo que dicen que fue. La historia es lo que es. Compleja. Y no lo que cada cual quiere que sea.


Fuente: clarin.com

AZURDUY, AHORA ZURDA O DIESTRA CONTRARIADA

En toda la iconografía anterior de Juana Azurduy, la Coronela siempre fue diestra - siempre se la vio empuñar la espada con su mano derecha - y a partir de este monumento, pasa a llevarla en su mano izquierda. ¿Habrá algún significado o simbolismo ocultos detrás de ese repentino, arbitrario cambio de mano?
Esta gente, acostumbrada a los cambios drásticos y a llevarse puestos cualquier escollo como la Historia, las leyes, usos y costumbres, tradición y la Justicia, para hacer lo que sea por decreto... ¿sabrá que uno es diestro o es zurdo no porque sí nomás, sino que la conformación morfológica de los hemisferios cerebrales de un diestro y de un zurdo son totalmente diferentes y que eso viene así de fábrica, de origen? ¿Sabrán que a eso no se lo puede cambiar por un antojo, por una preferencia, por un decreto caprichoso o por la voluntad de un artista?
Dice el escultor Andrés Zerneri, autor del monumento a Juana Azurduy de Padilla que quiso que Juana Azurduy sostuviera la espada con su mano izquierda “para quitarle rigor bélico; la espada como una guía, no sostenida por la mano que mata".
Tengo la impresión de que para esta gente, pesa siempre más el relato que el rigor histórico y el efecto plástico: ¿mata sólo la espada empuñada por la mano derecha? ¿Por la izquierda, no?
El pintor mexicano Rufino Tamayo decía algo así como que el arte es demasiado grande, que hacerlo panfletario, ponerlo al servicio de una idea, era menoscabarlo, empequeñecerlo y conspirar contra él.
Zerneri, es también autor del monumento al Che Guevara de Rosario, y del monumento a la mujer originaria, con el que la presidenta y sus acólitos y aplaudidores de siempre pretenden reemplazar al Monumento a Roca de la Diagonal Sur y Perú.
Después de Colón, el primer genocida al que condenaron al destierro sin ni siquiera juzgarlo, el Roca de Zorrilla, para ellos el otro gran genocida, es el próximo foco de conflicto.
En vez de ser el monumento a los pueblos originarios, como la presidenta es mujer, el nuevo monumento con el que se pretende reemplazar al Roca de Zorrilla - de paso, cañazo – viene con reivindicación feminista incluida.
Pan y circo para la gilada. ¿En un país con tantas necesidades básicas insatisfechas no hubieran sido lo esperable ejemplos de austeridad, de cordura y prudencia en la asignación de los recursos públicos desde su más alta magistratura y en vez de haber generado enormes gastos en alquiler de grúas para destruirlo, trasladarlo y ahora tener que restaurarlo y rearmarlo a Colón en la Costanera, haber destinado esas sumas a dotar de agua potable, comida, salud, educación y de un mínimo bienestar a las comunidades aborígenes que el gobierno dice que le interesan pero que ni siquiera se digna a recibirlos y a escucharlos?
Como pasaba con el de Colón, el Poder Ejecutivo Nacional no tiene jurisdicción sobre el Monumento a Roca.
El Monumento a Roca, es obra del brillante escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, hijo de Juan Zorrilla, autor de "Tabaré" y padre de la actriz y directora Concepción "China" Zorrilla.
Y ese lindisimo monumento ecuestre, tiene toda una historia atrás: Zorrilla de San Martín, ganó el concurso nacional e internacional al que se llamó cuando se decidió rendirle un homenaje a la figura del gran estadista argentino. Zorrilla trasladó su taller de escultor desde Montevideo a Buenos Aires y lo hizo a Roca in situ.
Espero que esta vez, se lo defienda a Roca a capa y espada, como corresponde, hasta llegando, si fuera necesario, a llevar el tema ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En nuestra Ciudad, deberían poder convivir el Roca de Zorrilla y la mujer originaria como debieron poder convivir Cristóbal Colón y Juana Azurduy. Ya sabemos que el gobierno, como es su costumbre, siempre plantea las cosas como si la única posibilidad fuera "Tal o cual", con esa "o" que resta, divide y excluye y no como "Tal y además cual", con esa "y" que suma y multiplica.
Mientras, el jolgorio nac y pop para recibir a la reemplazante del descubridor de América, parece hecho especialmente para combinar con los tonos fucsia iridiscentes de la ex Casa Rosada y de un conocido hotel por horas de la Panamericana.


P.L.B.                                               

EL DÍA DEL CAPRICHO DE ESTADO

Inauguran el monumento a Juana Azurduy detrás de la Casa Rosada. (Juano Tesone)

Alfredo Leuco

Y finalmente, Cristina se salió con la suya. Le importó un rábano el sentido común, el dinero de todos los argentinos y los 11 millones de pobres que dice defender. Si yo fuera diputado propondría declarar a este miércoles 15 de junio de 2015 como el Día del Capricho de Estado. Hablo de la inauguración por parte de Cristina y Evo Morales de la hermosa estatua de Juana Azurduy que donó el gobierno de Bolivia. Antes, ahí estuvo erguido Cristóbal Colón. Es casi una metáfora de la fractura social expuesta que este gobierno instaló. Nosotros o ellos.
Nada le importó a la presidenta de la Nación que se subió arriba de la topadora pese a los problemas legales, jurisdiccionales y a la ofensa que su actitud implica hacia la colectividad italiana que donó el monumento. Sus seguidores dirán que eso demuestra su capacidad de conducción y liderazgo. Logra todo lo que se propone. Por el contrario, yo tengo una certeza: esto confirma que se perpetró un capricho autoritario de Cristina.
El viejo marino y comerciante genovés fue destituído por el oficialismo nacional con la complicidad del gobierno de Mauricio Macri que cedió a las presiones de Cristina sin explicar los motivos a los vecinos. Es la imagen viva del despilfarro de estado. El último viaje de Colón hacia la Costanera Norte costó una verdadera fortuna de 25 millones de pesos. ¿Escuchó bien? Cristina quemó 25 millones de pesos para darse un gusto personal. Pero no le prendió fuego a sus billetes negros que cosechó en estos años. Utilizó nuestros ahorros, los pesos de todos los argentinos.
Fue muy triste ver a Colón marchando al destierro arriba de un camión, cruzado por cables de acero, como si se tratara de un preso. Dicen que emplazarlo en su pedestal frente al Aeroparque va a tardar más de un año. Mientras tanto va a estar allí, en el llano, sin rumbo y a la deriva que es lo peor que le puede pasar a un navegante.
Esta situación bizarra comenzó porque Cristina decidió que Colón era un personaje nefasto y que ese lugar debía ser ocupado por Juana Azurduy, la gran patriota, como un homenaje a los pueblos originarios. La presidenta avanzó a paso redoblado y a tambor batiente y como suele ocurrir, lo hizo de prepo, sin escuchar a nadie y sin respetar las leyes.
Le dijeron que podían convivir los dos. Era un buen símbolo de la mixtura de lo que somos. ¿Por qué siempre esa letra “o” que divide y nunca la letra ” y” que suma? ¿Porque Cristina no aceptó que convivieran Colón y Juana Azurduy? Esa escultura de Arnaldo Zocchi, ese Colón de 26 metros de alto que pesa 623 toneladas estaba allí desde 1921. Juana fue una valiente heroína que luchó por la emancipación junto a Manuel Belgrano y Güemes. Su escultura la muestra con una espada en la mano y un bebe en su espalda sostenido por un aguayo.
Pero nada frenó a Cristina. Ella ordenó que desarmaran la obra de arte con los riesgos graves que se corrieron de que se rompiera en mil pedazos. Hugo Chávez fue el autor intelectual. Miró por la ventana del despacho de Cristina y le preguntó : “¿Como tienen a ese genocida de Colón tan cerca? Nosotros lo colgamos de un árbol hace mucho”. Eso empujó a Cristina a convertirse en la autora material del derrocamiento de quien fuera el descubridor de América. Hasta le cambió el nombre a uno de los salones de la casa de gobierno. Ahora se llama “Pueblos Originarios” y ya Colón quedó en el pasado. Sugerencia para la presidenta: No se quede a mitad del río, doctora. Vaya a fondo, vaya por todo. ¿Qué le parece rebautizar el teatro Colón como auditorio Hugo Chávez?
¿O mejor, Néstor Kirchner como el Centro Cultural?
Vaya por todo presidenta. La intolerancia gratuita habla de quien la ejerce.
¿No hay otra forma de dialogar con Cristina que ceder a sus órdenes totalmente arbitrarias? Nadie es capaz de decirle a la presidenta que ella es una inquilina y no la dueña de la Casa Rosada. Nadie se atreve a decirle que con su misma actitud, dentro de pocos meses si gana Scioli o Massa podrían resolver instalar a Juan Domingo Perón o si triunfa Macri tal vez prefiera poner a Arturo Frondizi en ese lugar o Margarita colocar a Alfredo Palacios o si gana Sanz, podría poner a don Hipólito Yrigoyen en ese espacio privilegiado? ¿O a Raúl Alfonsín? ¿Por que, no? Es el padre refundador de la democracia.
Esos delirios de que la patria empieza cuando llega el kirchnerismo, esa arbitrariedad prepotente es parte del cansancio que produjo Cristina en la mayoría de los argentinos. Por actitudes como estas, llenas de altanería, entre otras cosas, es que aumentó tanto su imagen negativa y no pudo conseguir un heredero político de su riñón. Colón descubrió América. Yo no descubro nada si digo que el monumento a Colón hoy se transformó en el monumento al capricho, al despilfarro y a la fragmentación. Cristina lo hizo. Un capricho de estado de 620 toneladas. Cristina volteó a Colón. Ella fue la destituyente.



Fuente: Radio Mitre








Inauguran el monumento a Juana Azurduy detrás de la Casa Rosada. (Juano Tesone)
Inauguran el monumento a Juana Azurduy detrás de la Casa Rosada. (Juano Tesone)



Inauguran el monumento a Juana Azurduy detrás de la Casa Rosada. (Juano Tesone)

UNA BATALLA DE PRÍNCIPES POR UN REINO QUE NO EXISTE

 Foto: intermicronational.com/long-live-hrh-stanislas-i.html
       Foto: intermicronational.com/long-live-hrh-stanislas-i.html
 
Por Matt Moffett / The Wall Street Journal Americas
 
PARÍS - En 1860, el abogado francés Orélie Antoine de Tounens se aventuró en la zona salvaje del sur de Chile en busca de gloria. Se encontró con los feroces indios mapuche y, de alguna forma, convenció a los líderes tribales de nombrarlo rey de una nueva gran nación indígena, el Reino de la Araucanía y la Patagonia.
Poco más de un año más tarde, el hombre que se hacía llamar rey Orélie Antoine I fue capturado por tropas chilenas, quienes lo declararon demente y lo expulsaron del continente.
De vuelta en Francia, De Tounens insistió en que poseía un reino en América del Sur, incluso después de ser reducido a trabajar como farolero y vivir con su sobrino, un carnicero. El reino nunca fue reconocido por nación alguna y su territorio sigue siendo parte de Chile y Argentina. No obstante, la casa real -sustentada por nobles, asesores y miembros de un gabinete- sigue en pie, a pesar de que ya no reclama ningún territorio.
Los miembros de la corte se reúnen periódicamente para celebrar el brío del primer rey, promover los derechos indígenas y otorgarse impresionantes medallas y títulos.
Ahora, una amarga batalla ha estallado en el liderazgo de un reino que sólo existe en los libros de historia. En enero del 2014 murió el líder del reino, Philippe Boiry, tras 62 años de reinar como el príncipe Philippe, lo que abrió las puertas a un peculiar juego de tronos.
Un consejo especial se movió rápidamente para alzar a Jean-Michel Parasiliti di Para, un confidente de Boiry de 73 años, como el príncipe Antoine IV. El consejo asegura que la elección se ciñó estrictamente a las reglas.
No todos en el reino quedaron conformes. Dos caballeros de la orden de la Estrella del Sur, la máxima distinción del reino, se quejaron de que la elección se hizo demasiado rápido y que Parasiliti no era un candidato elegible. Los caballeros iniciaron una revuelta para instalar en el trono al hijo de uno de ellos, Stanislas Parvulesco, de 20 años.
 Foto: intermicronational.com/long-live-hrh-stanislas-i.html
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La entidad es liderada por el pastor presbiteriano Daniel Morrison, que también edita The Steel Crown, una revista conocida por sus artículos sobre temas como los instrumentos de percusión mapuche y la Constitución Araucana, que consta de 66 artículos. La edición más reciente de la publicación, no obstante, cambió drásticamente de tono y se dedicó a despotricar contra Parvulesco y sus partidarios.
"Engaño y Traición en una Farsa Medieval", rezaba el titular sobre la investidura de Parvulesco. La publicación se burlaba de Parvulesco, al que caracterizó como el "niño príncipe" y asemejó a sus seguidores a Judas Iscariote. Los defensores de Parvulesco, dijo, son "renegados de derecha" que se oponen a los intentos de incluir a los mapuches en puestos de liderazgo, que, desde hace tiempo, están en manos de franceses.
Parvulesco dice que sus opiniones políticas no se pueden caracterizar de una manera tan simple, pero niega que quiera marginar a los mapuches. Cuenta que organiza un viaje a Patagonia para reunirse con los indígenas.
François d'Arboussier, el ahijado de Boiry que heredó la casa de De Tounens, apoya a Parvulesco. "Parece lógico elegir a alguien joven que represente algún tipo de continuidad", observa.
Parasiliti, por su parte, dice que quiere bajar el nivel de pompa y enfocarse en el brazo de derechos humanos del reino, Auspi-ce Stella, que intenta generar una mayor conciencia sobre las tierras indígenas y sus conflictos legales.
Muchos mapuches en América del Sur no conocen la historia del breve reinado, a pesar de representar un hito de cómo se construye una nación indígena, dice Reynaldo Mariqueo, un seguidor de Parasiliti y uno de los cuatro mapuches miembros del consejo gubernamental araucano.
De Tounens obtuvo el respaldo de los mapuches en parte gracias a una leyenda indígena de un visitante blanco que aparecería para ayudarlos a defender tierras nativas, dicen los historiadores.
"Ahora dicen que ese rey estaba loco", recordó años después un mapuche que fue guía de De Tounens. "Tal vez. Vivía solo. No le gustaban las fiestas (...) llevaba ropa de mapuche y se dejó crecer el pelo largo, como los indígenas".
Después de su expulsión de Chile, De Tounens intentó financiar su retorno emitiendo bonos en Londres y acuñando monedas araucanas. Regresó en tres ocasiones a América del Sur, pero jamás pudo superar la resistencia de las fuerzas armadas de Chile y Argentina.
De Tounens también sufrió otras desilusiones. Buscando una reina que le diese un heredero, colocó un anuncio en busca de "una doncella que esté dispuesta a compartir el destino". No tuvo suerte. "Se mofaron de él sin cesar porque no podía encontrar una esposa", cuenta Parvulesco.
 Foto: intermicronational.com/long-live-hrh-stanislas-i.html
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De Tounens acabó nombrando como sucesor a un mercader de champaña que gobernó como el rey Achille I. El poder fue transferido cuatro veces más en los siguientes años hasta llegar a la actual controversia.
Parvulesco dice que encuentra consuelo en el hecho de que De Tounens también sufrió a consecuencia de sus convicciones.
Parasiliti se pregunta por qué Parvulesco simplemente no lo deja tranquilo.
"Dos o tres personas que le apoyan lo llaman su Alteza Real, eso lo debe satisfacer para seguir insistiendo", señala..


Fuente: lanacion.com