Picasso solía regalar dibujos, pero, astutamente, no siempre los firmaba. Foto: AFP
Por Luisa Corradini
"La vida y el trabajo de Pablo Picasso están unidos a la historia del siglo XX. Yo no sé quién es el mejor pintor de nuestro tiempo. Pero sé que,
con sus cambios brutales y asombrosos, su pintura es la pintura de nuestro tiempo", dijo Octavio Paz, en vida del pintor. Lo que el Nobel de Literatura mexicano no podía saber en ese momento es que, con el tiempo, Picasso terminaría siendo el artista más prolífico y más caro de todos los tiempos, motivo de enconados odios familiares, víctima de
copistas y estafadores de toda laya.
Como tantas veces en el
pasado, la herencia de Picasso volvió a ocupar los titulares hace
escasas semanas. Tres meses después del proceso y la condena de su ex
electricista, acusado de haber robado centenares de sus obras, la
policía francesa abrió una nueva investigación y detuvo a un marchand d'art,
tras una denuncia formulada por Catherine Hutin-Blay, hijastra del
genio español. Hija de Jacqueline Roque, segunda esposa de Pablo
Picasso, Catherine Hutin-Blay radicó esa denuncia en marzo, después de
constatar que ciertas telas que le pertenecen habían aparecido en el
mercado. Algunas figuraban en fotos de la colección del magnate ruso
Dimitri Rybolovlev, presidente del club de fútbol AS Mónaco.
Como muchos herederos de obras de arte, Catherine Hutin-Blay había confiado esos cuadros al marchand Olivier
Thomas para ser transportados desde el sur de Francia y depositados en
cofres de seguridad en la región parisina. Respondiendo a la denuncia,
el tribunal de París abrió el 23 de marzo una información judicial por
"robo", "complicidad de robo" y "estafa".
El 13 de mayo, después
de allanar la sociedad de transportes y conservación de obras Art
Transit International en la capital francesa, los investigadores
detuvieron y trasladaron a su gerente, Olivier Thomas, a los locales de
la brigada de represión de la alta delincuencia (BRB, por sus siglas en
francés) de la policía judicial de París. Poco después, Thomas fue
dejado en libertad, pero la investigación sigue su curso.
Dos días antes de esa operación policial, Picasso se había transformado en el pintor más caro del planeta en Nueva York. Las mujeres de Argel (versión
0), una obra pintada en 1955, fue adjudicada por 179,4 millones de
dólares a un comprador desconocido. Esa cifra representa un récord
absoluto en la historia de la venta de cuadros. "Es una obra de arte del
nivel del Guernica o de las Señoritas de Aviñón, había
afirmado antes de la venta Loïc Gouzer, vicepresidente de Christie's.
Según la casa de subastas, también se trataba de uno de los últimos
grandes Picasso que aún quedaban en poder de un coleccionista privado. Las mujeres de Argel había sido vendido también por Christie's en 1997 por 32 millones de dólares.
Los
expertos de la venta habían estimado en 140 millones de dólares esa
tela de 1 m x 1,46 m, que representa una escena en un harén. Aunque el
precio de base fue fijado en 100 millones, el teléfono se encargó de
propulsar las ofertas hasta los 160 millones. Finalmente, integrando el
12% de comisión cobrado por Christie's, la venta final fue cerrada en la
astronómica suma de 179,4 millones de dólares.
Foto: GZA GALERÍA WITCOMB |
Esa
subasta dio un relieve especial a la extraña malversación de cuadros de
Catherine Hutin. Ni David Bitton, el abogado suizo del sospechado
Olivier Thomas, ni Catherine Hutin-Blay o sus representantes aceptaron
hablar con LA NACION sobre el caso.
"Por un lado, existe el
secreto del sumario. Por el otro, en este tipo de investigaciones lo
fundamental es la confidencialidad y la paciencia", afirmó una fuente
allegada a la investigación. "Todo aquel que se mueva por otra razón en
el mundo del arte sabe que la única manera de recuperar un cuadro robado
es actuar en el más absoluto secreto", agrega.
Los herederos de
Picasso lo saben mejor que nadie. Las obras del genio de la pintura son
objeto de todas las codicias. Y son muchos quienes no dudan en robarlas,
copiarlas o falsificarlas. "Aunque sea difícil de creer, en París hay
un especialista mundial capaz de desdoblar una hoja en dos", confió a LA
NACION un investigador de la Oficina Central de Lucha contra el Tráfico
de Bienes Culturales (OCBC).El falsificador que la OCBC intenta pescar
con las manos en la masa es "una persona, muy conocida por los expertos,
que ha desdoblado varios Picasso". A partir de un dibujo, el orfebre
produce una obra idéntica, cortando el espesor del soporte por la mitad,
probablemente con láser.
Foto: GZA GALERÍA WITCOMB |
"Esas
nuevas obras obtienen certificados de autenticidad y salen a la venta",
continuó. Para el vendedor, es pura ganancia: son dos obras a partir de
una. "Es una hazaña, pero existe. Y sí, es escandaloso. Es una
auténtica violación de la obra", comentó, por su parte, la Picasso
Administration. "¿Cuántos de esos desdoblamientos existen en el mercado?
Imposible de decir", aseguran en el organismo que representa a los
herederos del genio.
La herencia, fabulosa y codiciada
Al
morir a los 91 años, el 8 de abril de 1973 en su casa de Mougins, en la
Provenza francesa, Pablo Picasso no dejó ningún testamento. "Esas cosas
traen mala suerte", solía decir. Poco después, en sus numerosas
residencias, su familia -varias veces recompuesta- descubrió una
herencia fabulosa e insospechada: decenas de miles de obras de toda
naturaleza que el pintor más grande del siglo XX conservó durante toda
su vida. Desde sus primeros bocetos de niño superdotado en Málaga hasta
sus últimas telas y esculturas. Maurice Rheims, el experto que los
herederos escogieron para hacer el inventario, preveía varios meses de
trabajo. En realidad, demoró tres años para catalogar un total de
120.000 obras: croquis, bocetos, litografías, grabados, esculturas,
cerámicas y pinturas de todo formato. Pero también correspondencia,
colecciones personales, etcétera.
Esa sucesión inestimable dio
lugar a una extraordinaria dación al Estado francés -en virtud de una
ley concebida "a medida" por el ministro de Cultura de la época, André
Malraux-, que posibilitó la existencia del actual Museo Picasso, en
París.
La muerte del genio también abrió la puerta a una guerra
sin cuartel entre sus herederos: los legítimos contra los adulterinos.
Los primeros eran su hijo Paulo y su segunda esposa, Jacqueline. Los
ilegítimos, sus otras dos hijas y un hijo, que el artista nunca
reconoció (Maya, Paloma y Claude) y que recurrieron a la justicia para
obtener derecho a una parte de la fortuna estimada en poco más de 700
millones de euros actuales. Para complicar todo un poco más, Paulo se
suicidó menos de dos años después de la muerte de su padre, y dejó una
esposa, un hijo y una hija.
Al término de una feroz batalla
judicial, la fortuna de Picasso quedó dividida en seis partes: 300
millones de euros para su viuda, Jacqueline; 200 millones, para cada uno
de sus nietos Marina y Pablito (hijos de Paulo), y 85 millones, para
cada uno de sus hijos adulterinos.
El 15 de octubre de 1986,
incapaz de soportar la ausencia del hombre a quien dedicó su vida
durante 15 años, Jacqueline Roque se suicidó, y dejó como heredera de su
inmensa fortuna y de una colección de arte inestimable a su hija única,
Catherine Hutin.
Contrariamente a los hijos y nietos del pintor,
Catherine, que vivió con Pablo Picasso durante casi dos décadas, siempre
prefirió la sombra.
"No tengo nada para decir", afirmó en
numerosas ocasiones a LA NACION esa mujer cálida, que tiene ahora 65
años. "Soy heredera de mi madre, no de Picasso. Todo lo que concierne a
la familia, no me interesa. Soy sólo una «coleccionista» eternamente
agradecida a Picasso, gracias a quien puedo vivir y hacer vivir a mi
familia."
Las vidas de Jacqueline y de Paulo no fueron las únicas
que el egoísmo del genio español consiguió demoler. Incapaz de soportar
por más tiempo el recuerdo de una infancia marcada a fuego por la
indiferencia feroz de su abuelo, Marina -hija de Paulo- ha decidido
desprenderse poco a poco de su fabulosa herencia. El 26 de junio,
Sotheby's subastará en Londres 126 cerámicas que podrían superar los 4,5
millones de libras (casi 7 millones de dólares). "Es una forma de dar
vuelta la página de toda mi infancia. De niña y de joven sufrí
terriblemente siendo la nieta de Picasso", confiesa esa sencilla mujer
de 64 años.
Marina afirma que Picasso fue un "abuelo inexistente".
Una actitud agravada por la sobreprotección de Jacqueline, que
consiguió excluir a todos los demás de su vida.
"Cuando íbamos a
verlo con mi padre, nos hacían esperar en la calle durante cinco, seis
horas antes de entrar. Eso dejó un auténtico trauma en los niños de
cuatro y cinco años que éramos Pablito y yo", relata.
Pablito, el
hermano de Marina, también se suicidó a los 25 años, tras haber sido
excluido del funeral de Picasso. Bebió lavandina y padeció lo indecible
durante meses antes de morir. "Mi abuelo jamás nos dio nada, aun cuando
vivíamos al borde de la miseria. Tenía la costumbre de repartir bocetos a
su peluquero e incluso a su tintorero; pero, si alguna vez nos hacía un
dibujo durante una visita, teníamos que dejarlo antes de partir",
confiesa.
El relato de Marina confirma la costumbre de Picasso de
demostrar su agradecimiento ofreciendo muestras de su inigualable
talento. Pero quienes lo conocieron coinciden en que el genio tenía un
método particular: "Por un lado, conocía a la perfección el valor de lo
que ofrecía. Por el otro, en esos casos, casi nunca firmaba su obra",
asegura el experto Jacques Tajan, que frecuentemente subasta obras del
artista.
Una conocida anécdota lo demuestra. Nadie sabe muy bien
si el episodio transcurrió en el parisino café de La Coupole de
Montparnasse o cuando el artista vivía en la rue des Grands-Augustins,
donde pintó el Guernica, pero fue tras un opíparo banquete en
compañía de sus amigos habituales, entre los que se contaban Jean
Cocteau, Guillaume Apolinaire, Max Jacob, André Salmon, Georges Braque y
Juan Gris. Cuando llegó la cuenta con una cifra sideral, los comensales
miraron en silencio a Picasso, quien retiró de la mesa platos,
cubiertos y botellas, tomó un lápiz, hizo un dibujo en una servilleta y
llamó a la dueña para entregárselo como pago. La mujer aceptó encantada,
pero le pidió que lo firmara. "Señora, estoy pagando el almuerzo, no
comprando el restaurante", le contestó. Quizá fue entonces cuando la
leyenda de la "obra inagotable de Picasso" comenzó a tomar cuerpo en la
imaginación colectiva.
Entre tantas desgracias familiares, hubo
quienes lograron sobrevivir al "monstruo". Así lo llama justamente uno
de sus hijos ilegítimos, Claude, de 68 años, nacido de la unión del
pintor con Françoise Gilot.
Su hermana Paloma es más famosa,
conocida por su matrimonio con el argentino Rafael López Sánchez y sus
creaciones de alhajas y perfumes. Pero Claude se convirtió en el hombre
fuerte de la familia cuando la justicia le dio las llaves de la
indivisión Picasso, en 1989. Desde entonces, es el responsable del
nombre, la imagen, la obra y la firma del maestro.
El primer poder
de Claude consiste en otorgar certificados de autenticidad a las obras
que son presentadas a la Picasso Administration. Ese documento,
entregado gratuitamente, es indispensable para que una obra pueda ser
puesta en venta en una subasta o en una galería. "El mercado lo necesita
para estar seguro -afirman en la fundación-, pues las falsificaciones
son cada vez más frecuentes."
El público pudo hacerse una somera
idea de esas vastas redes de tráfico internacional durante el juicio al
ex electricista de Picasso, Pierre Le-Guenec, y su esposa, que durante
40 años guardaron en el garaje 271 obras del maestro y que, aseguran,
fueron un regalo de Jacqueline Roque, última esposa del pintor.
Los
septuagenarios fueron condenados a cinco años de prisión en suspenso,
aunque a juicio del fiscal, Laurent Robert, "nunca se conocerá la
verdad": "En el gigantesco desorden de las casas de Picasso había miles y
miles de obras, en todas partes la desaparición de una caja no tenía
que ser necesariamente evidente".
El proceso, en todo caso, sirvió para dejar al descubierto los numerosos artilugios que utilizan los marchands d'art inescrupulosos para apoderarse de obras de excepción.
Aunque
cueste creerlo, el tráfico de bienes culturales goza de excelente
salud. Interpol estima que esa actividad representa el tercer mercado
más importante del mundo, detrás de los tráficos de drogas y de armas:
el robo, falsificación y ventas de obras de arte mueve actualmente unos
7000 millones de dólares anuales, según Art Media Agency.
Pero
¿por qué robar obras de semejante valor que son prácticamente imposibles
de vender? En el momento exacto en que se señala un robo, las obras son
listadas en Francia en las bases de datos de la OCBC y de Interpol, que
-hasta el momento- ha censado más de 35.000 objetos robados en el
mundo.
Christie's afirma: "Es totalmente imposible que podamos
vender obras de arte robadas y listadas en esas bases". Pero nada impide
que las pequeñas casas de subasta lo hagan? "En la búsqueda
desenfrenada por la figuración, el hombre contemporáneo ha perdido
conciencia de todos los límites", señala el conocedor Jacques Tajan.
En
su apasionante estudio sobre Pablo Picasso, Octavio Paz escribió: "Todo
lo que, en otras épocas lo habría condenado al ostracismo social y al
subsuelo del arte, lo convirtió en la imagen cabal de las obsesiones y
los delirios, los terrores y las piruetas, las trampas y las
iluminaciones del siglo XX". Con el paso del tiempo, esa ajustada
definición parece volverse cada vez más pertinente.
Buenos Aires, otra tierra para el artista
Buenos
Aires tampoco es ajena a la oleada de novedades que envuelve a Pablo
Picasso, aunque en este caso no hay falsificaciones ni tragedias. Para
empezar, la galería Witcomb (Rodríguez Peña 1050) abre este lunes la
muestra Picasso erótico que reúne cien obras, entre dibujos y grabados,
del artista.
El origen de estos trabajos es diverso. Aquellos que
pertenecen a la Suite Vollard son de la Editorial Spadem de Francia, y
se publicaron en 1973 firmados en plancha y numerados a lápiz. En otros
casos, hay que hablar de tiradas numeradas o, como los carteles de
algunas galerías, edición de no más de 1000 ejemplares. Las tintas
originales pertenecen a una colección particular. Dominan aquí todas las
formas del sexo, visto desde la pasión hasta el humor. De este modo,
además, Witcomb recuerda y rinde homenaje a las exposiciones que Picasso
realizó en 1901, 1904, 1951 y 1953.
Además, hasta el 28 de junio,
el Municipio de San Martín presenta una muestra de grabados de edición
original. La curadora es Mariela Alonso y la exhibición está integrada
por 45 obras, incluidas litografías y linografías.
Fuente: lanacion.com
Fuente: lanacion.com