RICHARD ATTENBOROUGH:
UN CABALLERO A AMBOS LADOS DE LA CÁMARA

Attenborough actuó en la producción "Parque Jurásico".
Richard Attenborough, 1923-2014

Por Natalia Trzenko / LA NACIÓN


Para muchos, Richard Attenborough, fallecido anteayer a los 90 años en Londres, será siempre el tierno abuelito de las dos primeras Jurassic Park. Para otros quedará en el recuerdo por haber dirigido Ghandi, el film que contó la vida del líder pacifista hindú que resultó un éxito en todo el mundo y cosechó ocho premios Oscar, entre ellos dos como director y productor para el propio Attenborough. Y para algunos más siempre será el actor que debutó a principios de los años cuarenta y se convirtió en uno de los más respetados y prolíficos intérpretes de la escena británica, donde solía interpretar a matones y marginales que poco tenían que ver con sus orígenes.


El artista había nacido en Cambridge, donde su padre formaba parte de la dirección de la prestigiosa universidad y su madre se dedicaba a diversas causas sociales que años después su hijo citaría como inspiración para su trabajo filantrópico.
"No tengo interés en ser recordado como un cineasta de gran creatividad. Quiero ser recordado como un narrador de historias", dijo Attenborough hace unos años sobre su carrera como realizador.
"Dickie Attenborough era un apasionado sobre todo en la vida-su familia, sus amigos, su país y su carrera-. Le regaló al mundo la emocionante épica Gandhi y fue el perfecto maestro de ceremonias para revivir a los dinosaurios como el John Hammond de Jurassic Park. Era un querido amigo y me encuentro en una larga fila de personas que lo adoraban completamente", dijo ayer Steven Spielberg al enterarse del fallecimiento del actor, director y productor que trabajó como intérprete en el cine y el teatro durante más de 25 años antes de decidir pasar detrás de las cámaras. Claro que su nueva profesión nunca lo alejó del todo de la actuación de la que se había enamorado en los primeros años cuarenta cuando protagonizó la obra Brighton Rock, basada en la novela de Graham Greene que algunos años después se adaptaría al cine como El joven Scarface también con Attenborough como el temible gangster Pinkie Brown.
"Este actor merece ganarse la fama en una noche porque su estudio de la psicología patológica de su personaje es considerado, delicado y poderoso", decía una de las tantas críticas-citada ayer por el diario The Guardian-, que ponderaron su trabajo en aquella obra teatral que sentaría los cimientos para una trayectoria notable. Una carrera que cambió de rumbo a principios de la década del sesenta cuando un conocido del actor le propuso que dirigiera una película basada en la biografía de Mahatma Gandhi. Interesado y dispuesto a aprender sobre la vida del líder indú, Attenborough-nombrado caballero del reino en 1976-, puso en marcha un proyecto que le llevaría casi veinte años concretar. Mientras tanto aceptó el ofrecimiento de Hollywood y participó como actor de reparto -su estatura no le alcanzaba para protagonizar en la gran industria norteamericana- en El gran escape de John Sturges, El vuelo del Fénix con James Stewart y El cañoñero del Yangtze de Robert Wise, entre otras.
Después de realizar tres películas como director -Oh, qué bella guerra, El joven león y Un puente demasiado lejos- , y luego de hipotecar su casa, vender sus autos y empeñar su colección de arte además de trabajar en varios proyectos por debajo de su calidad como realizador e intérprete finalmente consiguió la financiación para poner en marcha Gandhi, el film que lo cambiaría todo. Con el reconocimiento crítico y de público llegarían otras películas que dirigió como A Chorus Line, Grito de libertad, Tierra de sombras , Chaplin y De amor y de guerra, su último trabajo tras las cámaras. Frente a ellas, apoyado en el reconocimiento que recibió por su trabajo en Jurassic Park, Attenborough regresó a la actuación con papeles en Milagro en la calle 34, el Hamlet de Kenneth Branagh y Elizabeth.


Fuente: lanacion.com

JULIO CORTÁZAR EN EL CORAZÓN:
LOS RECUERDOS DE QUIENES LOS CONOCIERON

Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del autor

Sara Facio, Juan Cruz y Sergio Ramírez entre otros, cuentan algunas de sus anécdotas con el gran escritor.
Postales. En 1984, poco antes de morir, Cortázar fue retratado por Dani Yako en Buenos Aires. / DANI YAKO.
Postales. En 1984, poco antes de morir, Cortázar fue retratado por Dani Yako en Buenos Aires. / DANI YAKO.


Bárbara Álvarez Plá

En 1914, Europa se convulsionaba con el estallido de la Primera Guerra Mundial; Juan Ramón Jiménez publicaba en España su Platero y yo y, el 26 de agosto, en Bruselas, Bélgica, nacía Julio Cortázar, que después se convertiría en uno de los autores más influyentes y transgresores de la literatura argentina. Este martes se cumplen, entonces, 100 años del nacimiento del autor de Rayuela, cuya publicación, en 1963, cambiaría para siempre los cánones de lectura de la literatura latinoamericana.
Ya pasaron cien años, pero Cortázar sigue siendo uno de nuestros escritores más universales y es por eso que en todo el mundo se lo recuerda de un modo especial –con homenajes, actividades y muestras– en este año en el que, además, se cumplen 30 años de su muerte. Afirmaba Cortázar que lo interesante de la literatura es “buscarse, y a veces encontrarse en ese combate con la palabra que después dará el objeto llamado libro” y a esa lucha dedicó su vida, dejando como resultado textos inolvidables.
Clarín habló con unas serie de escritores y artistas que lo conocieron o que analizaron su obra para pedirles que compartieran sus reflexiones y recuerdos acerca del autor de Historias de Cronopios y de Famas

Marcelo Cohen. Escritor.
Creo que leí Rayuela en el 67, 4 años después de que saliera. Uno ya venía viendo bastante gente con el libro abajo del brazo. El efecto inmediato en mí y la gente más cercana fue de pantomima, de imitación. No leímos una obra literaria sino algo que presenta modelos. También modelos literarios, pero eso lo entendimos más tarde. Nunca pude despegarme de Cortázar”.
(Testimonio para los videos de Clarin.com celebrando los 50 años de Rayuela en 2013, en la serie producida por Matilde Sánchez).

Sergio Ramírez Escritor.
En Costa Rica, en 1976, julio llegó para un ciclo de conferencias y Ernesto cardenal y yo lo invitamos a ir a Nicaragua, a Solentiname, donde Ernesto tenía su comunidad campesina. Fue un viaje bastante clandestino porque pasamos lejos de los puestos fronterizos de Somoza. Ese día tocaba el prendimiento de Jesús y Julio opinó y eso está recogido en el libro de las misas de Solentiname. Es curiosa esa conversación. El tema viene a ser el poder terrenal y el poder divino. Es extraño ver a Julio hablando de estos temas”.
(De la misma serie que el testimonio anterior.) 

Juan Cruz. Periodista.
Era 1973. Yo había leído Rayuela con la devoción de un boy scout, y paseaba absorto por las calles de Amsterdam. Un amigo fotógrafo, en ese momento sin cámara, me gritó desde un rincón de la plaza: “¡Juan, Julio!”. Julio era Cortázar, alto, pecoso, ese hombre que escribió Rayuela estaba allí. Hablamos con él un buen rato. Bromeó: no se olvidaría de mi nombre... porque era como el del gaucho Cruz del Martín Fierro. Sabía su dirección de París, le buscaría allí, él tenía prisa. En París busqué su teléfono en esa dirección, el 3 de rue l’Eperon; no había en la guía ningún Cortázar así que marcar todos los números, de cualquier apellido. Empecé con Monsieur DuPont, un médico interno de hospital. Sonó la llamada y una voz a la que le pregunté si era Cortázar dijo: “Oui, je suis meme”. Parecía un relato de Cortázar. Muchos años después, aún después de su muerte, estaba hablando por teléfono cerca de un restaurante que le gustaba a Neruda, y de pronto levantó la vista y ahí me fijé que estaba justo debajo del número de la rue l´Eperon. No he dicho a nadie que estuve a punto de llorar”.

Luisa Valenzuela. Escritora.
Poco antes de que muriese, lo vi en Nueva York y me contó que quería tomarse un año sabático para escribir una novela. Le pregunté si sabía de qué se trataba y me dijo que no sabía, pero que hacía tiempo que tenía un sueño recurrente en el que ya la había terminado y entregado a su editor. El editor le devolvía la novela ya impresa y al mirarla se daba cuenta de que no estaba escrita en palabras, sino en formas geométricas y entonces comprendía que por fin había logrado decir lo que siempre había querido decir. ‘Es la primera vez que de verdad consigo contar lo que quería contar’, dijo”.

Elsa Osorio. Escritora.
Decir sin exagerar que desde la adolescencia vivía –sigo viviendo– con Cortázar. Pero no lo conocía personalmente hasta 1983. Era junio, un calor agradable en el Barrio de Brera de Milano. Caminábamos por la calle de Fiori Chiari, cuando le confesé a Margherita Bernard: Quiero verlo. No necesitaba decirle a quién, Marghe había estudiado Letras conmigo en Argentina, y compartía esa pasión. ¿Qué excusa inventaría para que él me recibiera en París? De pronto, como saliendo de la nada, su enorme figura cruzó la bocacalle. Paralizadas, Marghe y yo nos miramos. ¿Era posible? Ella cree que fui yo, y yo, que fue ella quien tomó la iniciativa. Cortázar se sorprendió de que lo reconociéramos en Milano. Es difícil saber qué senderos recorrieron las palabras hasta llegar a contarle cómo Charly tocaba ahora en un bar del bajo de Buenos Aires, y esa pareja de los vientos alisios, que pude reconocer en el avión. Ya no era sorpresa sino placer cuando él nos contó que en verdad no todas las copias de Glenda habían sido eliminadas, que él conserva una muy especial. Sólo quedan los papeles desleídos de mi diario de entonces, y las muchas veces que quise escribirlo. El recuerdo del recuerdo, atravesado por la imaginación, y una certeza: el haber vivido una tarde que pudo ser un cuento de Cortázar”.

Liliana Heker. Escritora.
Lo conocí en Buenos Aires en 1973. Una vez fui a su casa a llevarle unas revistas y a leerle la crítica de El libro de Manuel. En el 78, fui por primera vez a París. No pude verlo el día que llegué porque él tenía que dar clase, pero quedamos para el día siguiente. La noche anterior, yo dormía en el hotel cuando sonó el teléfono. Atendí y era él para decirme que me abrigase bien, que hacía mucho frío en París. Es uno de esos recuerdos que atesoro como algo muy hermoso, fue de una ternura infinita. Esa fue la última vez que lo vi”.


"ESTABA TAN NERVIOSA, QUE SAQUÉ COMO DOS ROLLOS DE FOTOS"

    1914 - HOY SE CUMPLEN 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO - 2014

                                  
El primer trabajo que hice con Cortázar fue el libro ‘Buenos Aires, Buenos Aires’. El libro sale en el 68, pero, con mi socia Alicia D’Amico, estuvimos con él en París un año antes, cuando le hicimos esa foto.
El día que fuimos a conocer a Julio, él me tomaba el pelo porque yo estaba tan nerviosa que saqué como dos rollos de fotos, ahora es normal porque todo es digital pero en aquellos tiempos era una locura. Me decía: ‘no te van a salir, porque no hay luz’, y yo le respondía: ‘vos escribí que yo saco las fotos’. Por supuesto que salieron todas.
En el momento en que nos íbamos, me dijo: ‘¿No querés sacarme fotos con luz?’ Le dije que sí y nos dijo: ‘Vengan mañana a la UNESCO’ –donde trabajaba como traductor– ‘y les muestro el palacio, los jardines y comemos algo’.
Fuimos encantadas y ya sin nervios. Después de conocer todo, fuimos a un jardín a sacar fotos y yo lo veía a Julio como si fuera Horacio, el personaje de Rayuela.
Así que esa foto está hecha en los jardines de la UNESCO, él la vio tres meses después. Mandó una carta diciendo que las fotos le habían parecido magníficas.
Dijo que la que más le gustaba era esta, y que si algún día, cuando él ya no estuviera, salía algún libro sobre él, quería que esa foto fuera la tapa. La primera vez que se usó fue un domingo en La Nación, ahí me hice famosa.


Testimonio tomado para Clarin.com en 2013.

Fuente: clarin.com

GARIBALDI TAMBIÉN GENERÓ PELEAS

Igual que con el de Colón, el lugar del monumento fue discutido. Está en Plaza Italia.
En Palermo. La idea fue del Circulo Italiano en Buenos Aires. Al principio querían ubicarlo frente al río, pero ya había otra estatua de un prócer italiano.
En Palermo. La idea fue del Circulo Italiano en Buenos Aires. Al principio querían ubicarlo frente al río, pero ya había otra estatua de un prócer italiano.

Esta ahí desde hace 114 años. Y eso generó que la plaza, que hasta ese momento se conocía como “De los Portones”, cambiara su nombre por el de “Italia”. La modificación se realizó por una ordenanza municipal del 25 de mayo de 1904, casi un mes antes de que la gran estatua ecuestre de Giuseppe Garibaldi quedara inaugurada oficialmente, marcando así un cambio importante en ese entorno del barrio de Palermo, que todavía tenía más de arrabal que de conglomerado urbano. Desde ese momento, la imagen victoriosa del “héroe de dos mundos”, del “guerrero infatigable”, como definían a Garibaldi, se integró a la Ciudad como referente porteño de la comunidad italiana.
La idea de hacer un monumento en homenaje a Giuseppe Garibaldi (nacido en 1807) surgió en el Círculo Italiano de Buenos Aires al otro día de su muerte, ocurrida el 2 de junio de 1882, en Italia, donde pasó sus últimos años. Desde ese mismo momento, a propuesta del diario La Prensa (hizo el primer aporte de 1.000 pesos), se inició una colecta para solventar el gasto. Seis meses más tarde, en enero de 1883, el Círculo informaba que la suma había llegado a los 250.000 pesos. La piedra fundamental se colocó el 6 de noviembre de 1898. El trabajo del escultor Eugenio Maccagnini (había sido el ganador del concurso internacional) duró cinco años. Su boceto se basaba en otra obra similar que él mismo había realizado en la ciudad de Brescia, en la región de Lombardía.
La ubicación del monumento había sido tema de discusión. En un primer momento se pensaba colocarlo en la zona del Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem). Pero como allí ya estaba la estatua de otro prócer italiano (Giuseppe Mazzini, desde 1878 en la plaza Roma) algunos alegaron que no podía ser. Decían que al llegar a Buenos Aires por vía fluvial, lo primero que se iba a ver eran los dos monumentos de figuras italianas y ninguno de un argentino. Así surgió lo de la plaza De los Portones. El lugar se llamaba así porque a unos metros (actual avenida Sarmiento) estaban los grandes portones de hierro de entrada al Parque 3 de Febrero. Se sacaron en 1907. También allí había una estación central de tranvías conocida como “Portones”.
El monumento tiene 5 metros de altura. Garibaldi, sable en mano, aparece montado sobre un caballo de briosa figura. Esos bronces fueron fundidos en Berlín. A los costados del pedestal hay dos figuras femeninas que representan a la Victoria y la Libertad. Y aparecen dos relieves en bronce con escenas representativas de la vida del homenajeado. En el acto de inauguración participaron unas 50 bandas de música y entre los oradores estuvieron Alfredo Palacios y el escritor Belisario Roldán. También hubo quejas: había gente que no quería el homenaje porque decían que Garibaldi había peleado contra la Argentina. Inclusive, en una batalla naval en el Río de la Plata, había sido capturado por las fuerzas de Guillermo Brown. El famoso almirante se negó a fusilarlo, como había ordenado Juan Manuel de Rosas, y lo dejó escapar. Cuentan que alegó: “Garibaldi es un valiente y no merece morir así”.
Quizá lo más curioso del monumento sea el cerco de cadenas que lo rodea. Están sostenidas por bronces que representan el fascio, símbolo de la autoridad republicana de la antigua Roma. Aquello era un haz de palos de olmo o abedul, colocados alrededor de un hacha y atados con tres tiras de cuero. El significado literal de la palabra fascio (deriva de fasces) es el del haz de varas de madera, pero en sentido figurado se la considera como liga. Luego, con los años, quedó asociada a la ideología autoritaria del Partido Nacional Fascista, formado en 1921 por Benito Mussolini. Sus seguidores tomaron la palabra como símbolo de pertenencia. Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com

EL POEMA PERFECTO DE BORGES,
CONVERTIDO EN DESAFÍO VIRTUAL

Como homenaje y juego literario a la vez, un sitio web celebra al autor de El Aleph en el Día del Lector
Captura de pantalla de la web que invita a jugar  Foto: LA NACION
Captura de pantalla de la web que invita a jugar. Foto: LA NACIÓN

Había una vez un par de fanáticos de Borges, creativos publicitarios que ganan dinero haciendo cosas raras con el marketing -y lo pierden dirigiendo proyectos artísticos sin fines comerciales-, que pensaron seriamente en la posibilidad de homenajear al autor de El Aleph de manera virtual. Imaginaron que en la búsqueda del teórico poema perfecto podían desarrollar un juego y elaboraron una hipótesis. Se animaron.
Algunos años más tarde, resolvieron su propio intríngulis y encontraron el momento a la medida de la acción para compartir su propuesta: hoy, 24 de agosto, 115 aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges y, por lo tanto, Día del Lector.
La página web yoborges.com.ar es puro tributo y diversión. Una invitación original que promete viralizarse. Quien ingresa en la página web -en los primeros tres días lo hicieron unas 2271 personas- encuentra trece versos, ordenados en tres estrofas, y entre seis y diez opciones de texto para cada una de esas líneas (por default, en el remate se sugiere: Como el otro, este juego es infinito).
El participante -con mayor o menor dedicación, según sus posibilidades literarias- finalmente armará alguna de las 415.000.000.000 de combinaciones posibles para dar con el poema perfecto. O, simplemente, jugará a ser Borges.
"Es por amor a Borges, como humildes lectores de él que somos", asegura Sergio Rosemblat, de la agencia N3ctar, con bastante experiencia andada en comunicación desde lugares insospechados. "Por amor a hacer cosas copadas que ayuden a pensar" desarrollaron yoborges.com.ar, idea de otro creativo publicitario, conocido en las redes sociales como Diego de la Fuente, seudónimo que también usa en este proyecto.
Los muy curiosos pueden animarse a desenmarañar el resumen y la hipótesis elaborada detrás de este proyecto. Las razones matemáticas del caso, las citas borgeanas que fundamentan la dinámica. Nada muy claro, pero en apariencia bien sesudo.
Y si, finalmente, es preciso encontrarle una buena razón al asunto -más allá del argumento lúdico-, el lector y el usuario verán que, una vez completada la experiencia de crear el poema perfecto, cuando quiera compartirlo en Facebook, Twitter o por mail con algún amigo, será invitado a colaborar con la Fundación Huésped en la lucha contra el sida, que es la única posible beneficiaria de este insólito entretenimiento.


Fuente: lanacion.com

ARTE: LE PARC, EL ILUMINADO

Otro éxito anunciado
 
Más de 45.000 personas ya visitaron la exposición que reúne en Malba obras lumínicas y cinéticas de uno de los principales artistas argentinos del siglo XX, pertenecientes la colección suiza Daros Latinamerica

A los 85 años, Le Parc creó tres obras site specific para exhibir en Malba; una de ellas, Láminas reflectoras, se instaló en la terraza del museo  Foto: Gentileza Malba
A los 85 años, Le Parc creó tres obras site specific para exhibir en Malba; una de ellas, Láminas reflectoras,
se instaló en la terraza del museo. Foto: Gentileza Malba

Por Celina Chatruc / La Nación



¿Qué hay que hacer para no regresar? Hay que perderse. No sé hacerlo. Aprenderás. Quisiera alguna indicación para perderme. Hay que abandonar toda reserva mental, estar dispuesto a no saber nada de lo que antes se sabía, dirigir los pasos hacia el punto más hostil del horizonte, una especie de vasta extensión de ciénagas cruzada en todos los sentidos por mil taludes, no se sabe por qué."
Mientras Marguerite Duras escribía estas palabras, a mediados de la década del 60 en París, un argentino trabajaba en la misma ciudad con el mismo objetivo: derribar prejuicios, cruzar límites, buscar la libertad. Años antes del mítico Mayo del 68 que postuló "la imaginación al poder", Julio Le Parc invitaba participar de una experiencia transformadora. La interacción con sus obras, que potenciaban la luz y el movimiento con mecanismos simples para lograr grandes efectos, demandaba rebelarse contra el orden establecido y asumir la incertidumbre propia de la vida.
Décadas más tarde, esa premisa se expande por el mundo gracias a la perserverancia de Hans-Michael Herzog y Käthe Walser, de la Colección Daros Latinamerica, que rescataron aquellos trabajos e impulsaron la muestra itinerante Le Parc Lumière. Después de haberse exhibido en Suiza, Colombia, México y Brasil, diecisiete instalaciones lumínicas funcionan en Malba como pasajes a otra dimensión.

Luz y movimiento producen un efecto hipnótico en Le Parc Lumière  Foto: Gentileza Malba
Luz y movimiento producen un efecto hipnótico en Le Parc Lumière  Foto: Gentileza Malba

Una cortina negra obliga a tomar distancia de la luz que refleja el imponente móvil amarillo colgado sobre el hall, una de las tres instalaciones realizadas por Le Parc especialmente para esta exposición, a los 85 años. Adentro de las salas todo es negro, salvo los destellos que emiten las obras. Hay que perderse en la oscuridad y buscar a tientas el propio camino sin temor al error, porque en esta realidad paralela el público es tan importante como el artista, su creación, el crítico, el galerista, el curador, el coleccionista o el director del museo.
"Si un espectador se da cuenta de que es tomado en consideración por las obras expuestas, que le dan algo, quizá pueda decir después: ?Por qué en otros lugares no recibo esto'", opina este mendocino pícaro, elegante y seductor. Fundador del Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV) y ganador del Gran Premio Internacional de Pintura en la Bienal de Venecia (1966), defendió el valor de la interacción medio siglo antes del boom de las redes sociales.
Esa actitud antiautoritaria que acompañaba el proceso creativo impactó a Herzog. El director artístico y curador de una de las colecciones más prestigiosas dedicadas al arte contemporáneo latinoamericano, que el año pasado sumó a su sede central de Zúrich la Casa Daros en Río de Janeiro, se mostró igual de entusiasmado con el vínculo de colaboración iniciado con Malba.


Esfera amarilla recibe el público sobre el hall de Malba  Foto: Martín Felipe/AFV
Esfera amarilla recibe el público sobre el hall de Malba  Foto: Martín Felipe/AFV

Si bien las limitaciones del espacio obligaron a reducir la muestra original, con 32 instalaciones, la versión porteña de
Le Parc Lumière tiene un complemento único: tres obras curadas por Yamil Le Parc. El móvil sobre el hall, espejos que recrean las formas reflejadas y láminas que invitan a jugar con la luz en la terraza aportan, según el hijo de Le Parc, valores presentes en toda la carrera del artista: "Inestabilidad, participación e interactividad".
Yamil administra la agenda de su padre, homenajeado en arteBA 2012. Ambos viven en París, donde una exposición dedicada a Le Parc el año pasado en el Palais de Tokyo convocó a 170.000 visitantes en menos de tres meses. Luego siguieron las muestras en Casa Daros y en las galerías paulistas Carbono y Nara Roesler, además de su presencia en Art Basel, Frieze Masters, la FIAC, ARCO y el Pompidou-Metz.
Ahora, catorce años después de su última retrospectiva en la Argentina, Malba hace foco en uno de los aspectos más importantes de su producción: el trabajo con la luz en movimiento. El museo acompaña la muestra con otras actividades, como un curso dedicado al vínculo lúdico con la obra de Julio Cortázar o intervenciones sonoras que ambientan las salas con música grabada en el Instituto Torcuato Di Tella. El miércoles próximo se realizará una improvisación inspirada en estas investigaciones dirigidas por Alberto Ginastera, y el 22 de septiembre una performance de Rob Conlazo abordará la ancestral relación entre el hombre y la luz



Fuente: adn Cultura La Nación

EL MACBA CUMPLE DOS AÑOS: NUEVA ETAPA, MÁS PROPUESTAS

La directora Teresa Riccardi busca convertir el museo en un espacio abierto, no limitado a la abstracción geométrica.
Squilibri, Jorrit Tornquist, 2013
Squilibri, Jorrit Tornquist, 2013.







Por Delfina Helguera / Para LA NACIÓN

En coincidencia con su segundo aniversario, el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba) presenta varias novedades. Al frente de la nueva etapa está Teresa Riccardi, su nueva directora de gestión museística, que encara con entusiasmo una agenda de actividades para todo público con un equipo renovado. Riccardi y sus colaboradores organizaron cursos, visitas guiadas y ciclos inéditos en los cuales prima la idea del museo como foro, un lugar abierto y receptivo. El 1 de septiembre próximo los festejos del aniversario durarán todo el día, con una maratón de actividades gratuitas.
Hay un intento de dar a las muestras un perfil más global en sintonía con la colección permanente, centrada en la abstracción geométrica. En tres de las salas, la exhibición de los artistas ópticos-cinéticos europeos Alberto Biasi (Italia, 1937) y Jorrit Tornquist (Austria, 1938), curada por Micol Di Veroli, otorga una oportunidad de ver obras que no se suelen exhibir en Buenos Aires y que, al mismo tiempo, dialogan con las búsquedas de artistas locales como Le Parc, Brizzi, Vidal y Tomasello, entre otros.
Biasi es uno de los principales exponentes del arte óptico-cinético en Italia. Perteneció al Grupo Enne y fue incluido en la célebre exhibición de arte óptico The Responsive Eye en el MoMA en 1965. Sus trabajos reclaman un espectador activo y alerta: exploran las superficies en relación con el color y el movimiento aparente que se genera, el uso de materiales novedosos y la investigación científica sobre la percepción visual.
En tanto, el austríaco Tornquist vive y trabaja en Italia. Desde 1959 se centra en los estudios sobre el color, su interacción con la luz y las capacidades de expresión. Profesor de diseño industrial en Milán, es autor de libros sobre el color; divide su tiempo entre su quehacer artístico y la colaboración en proyectos industriales.


Dinámica visiva, Alberto Biasi, 1961-67
Dinámica visiva, Alberto Biasi, 1961-67

La exhibición De la luz a la imagen presenta un acotado aunque suficiente conjunto de obras de ambos artistas en diálogo. El montaje es limpio y espaciado y los trabajos se relacionan entre sí por períodos, color o estilo. Entre ellos, una instalación de luz y movimiento de Biasi original de 1962.
En la sala del segundo piso se exhibe Metamorfosis, muestra de Francesca Leone curada por Giacinto Di Pietrantonio que inaugura una nueva etapa en el museo, ya que no se trata de obras de abstracción geométrica. La obra de Leone parte de materiales orgánicos, plásticos, adhesivos, betún, aserrín y arena, con los que forma un paisaje en el que se advierte un cuerpo de mujer. Hay una ambivalencia deliberada para el espectador, al que también se le pide aquí una interacción con lo que ve. Por otra parte, se pone el foco en un tema muy actual: el cuerpo de la mujer como objeto a ser mirado y, a la vez, asociado con la Madre Tierra.
Leone es romana, proviene de una familia de artistas y expone desde 2007. Fue seleccionada para participar en el pabellón italiano en la Bienal de Venecia de 2011 y, dos años después, en un diálogo con artistas cubanos en la misma bienal.


Fuente: adn Cultura La Nación

KIRIN Y EL HILO DEL LABERINTO, EN JORGE MARA

Óleo y grafito sobre papel, 2013
Óleo y grafito sobre papel, 2013.

Hasta fin de mes se puede visitar Entrelíneas, la segunda exposición individual del artista bahiense Kirin en la galería Jorge Mara. En obras de mediano y gran formato que semejan laberintos observados desde una altura etérea, pentagramas dislocados o complejos experimentos con el material (grafito sobre tela y sobre papel, aplicado en ambos soportes antes de que seque una capa blanca de óleo), el trabajo de un artista "aforístico", no sólo por la capacidad de síntesis que logran sus imágenes sino también por la trascendencia que involucran, adquiere en el espacio de Paraná 1133 una locuacidad subyugada. En un salto de calidad en absoluto incidental -ya que si algo define la obra de Kirin (seudónimo de Carlos Dell'Agostino) es la perseverancia-, sus nuevos trabajos, elaborados entre 2012 y 2014, interpelan diversos aspectos del acto de mirar: la imagen como enigma, como signo heterogéneo, como hilo de una madeja de significados que avanzan sobre la abstracción.
Convencido de que el pasado pervive en una biblioteca, Mara acompaña una vez más la inauguración de una muestra con la edición de un catálogo de lujo, diseñado por Manuela López Anaya y con unas líneas verbales de Tununa Mercado y Noé Jitrik. A la manera de pocas galerías internacionales, sus publicaciones potencian la calidad del artista homenajeado (puede ser Ana Sacerdote, Horacio Coppola o León Ferrari). Basta comprobarlo con sólo hojear Fragmentos de un diario de Ricardo Piglia, con dibujos de Eduardo Stupía, o los volúmenes dedicados a Fernando Allievi (con poemas de Jorge Guillén) y a Alfredo Hlito, con haikus seleccionados por Arturo Carrera.



Fuente. adn Cultura La Nación