Estuvo al frente del museo de Castilla y León hasta 2013 y hoy asume como nuevo director artístico del Malba; lejos del arte masivo, dice que las muestras no deben estar al servicio del número de visitantes
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Pérez Rubio, nuevo director artístico del MALBA.. Foto: LA NACIÓN |
Por Violeta Gorodischer
El recuerdo es preciso: siete años, la tibieza del sol valenciano, la mano paterna, los pasos ansiosos hasta el quiosco de revistas. Allí, en ese terreno donde las historietas son el tesoro infantil más preciado, el pequeño Agustín observa en silencio. "Ésa", dice finalmente, y señala un ejemplar cuyo dibujo de tapa, tan extraño como cautivante, le interesa más que cualquier otro. El padre, perito mercantil, lo mira sin comprender nada: ni la elección del hijo ni esas figuras indescifrables que tanto le fascinan. Duda, pero accede. "Resulta que era un fascículo de Miró", detalla hoy el español Agustín Pérez Rubio, 42 años, recién llegado a la Argentina para asumir como el nuevo director artístico del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Al Miró siguió un Tàpies, y al Tàpies varios artistas más que, con el paso de los años, fueron construyendo una base sólida desde la cual Pérez Rubio se licenció en historia del arte, descolló como curador joven y pudo lucirse como director del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) hasta febrero de 2013. A partir de hoy, podrá agregar una línea más a su CV: esta vez, estará a cargo de la colección y las nuevas adquisiciones, el programa de exposiciones y la supervisión general de publicaciones, educación y extensión cultural, cine y literatura del Malba.
La anécdota con la cual se presenta es una suerte de parábola: la curiosidad como uno de los baluartes más preciados del arte, ahí donde entra todo menos las certezas. "Si crees que sabes todo, eres pedante y te puedes morir mañana, pues ya tienes tus problemas resueltos y tus preguntas contempladas".
-¿Con qué muestra inaugurás tu cargo?
-Desde hace unos meses ya estoy trabajando en futuros proyectos. Me incorporo con la exposición Le Parc Lumière, que estará hasta el 6 de octubre, con una selección extraordinaria de sus piezas lumínicas de los años sesenta, y donde el montaje en las salas de la primera y segunda planta es extraordinario.
-¿Cuáles son los planes para este nuevo rol?
-Mi nombramiento viene junto con el de un director ejecutivo. Y se refuerza con el de un comité científico-artístico para las cuestiones dentro de la programación y la curaduría. Es decir, habrá una serie de curadores nacionales e internacionales que formarán parte de este comité, que se apoyará a su vez en alianzas y proyectos de otras instituciones. El Malba, así, queda mucho más reforzado a ese nivel. Para nosotros es muy importante la Asociación de Amigos de Malba, que ya existe, pero vamos a intentar, junto con el director ejecutivo, que se forme un board de patronos que realmente aporten, no sólo económicamente, sino en cuanto a relaciones institucionales. Que puedan donar piezas a la colección, que estén en relación con otros coleccionistas y otras instituciones. Lo artístico y lo ejecutivo-administrativo va a estar reforzado con estas alianzas.
-¿Es una práctica común en los museos de Europa?
-Sí, los latinoamericanos tienen una estructura más parecida a los museos americanos, es decir, la financiación es privada, de fundaciones o de dinero privado. En Europa, ese dinero es público. De todas formas, es más manejable a nivel administrativo un dinero que viene de manos privadas. Son métodos diferentes, pero los fines son muy parecidos.
-Al menos en Buenos Aires, cambió el concepto de museo de un tiempo a esta parte: tiendas, propuestas pluralistas, el museo como una salida? ¿Qué opinión tenés al respecto?
-Yo creo que es importante atraer al público, siempre y cuando se le den los resortes críticos a nivel de la muestra y de los contenidos. Por supuesto que el museo contiene una serie de conocimientos que se pueden transmitir a través de la experiencia: es muy importante que cada persona que venga se lleve algo. Pero cuidado, no se trata de una experiencia de entretenimiento: puede ser una visita placentera, hasta divertida, pero un museo no es un parque de atracciones. Si alguien quiere eso, o un balde de pochoclo, sabe adónde ir. Al contrario, el museo debe ser consumido desde un lugar reflexivo. Tú tienes que estar abierto, registrar los diferentes públicos, y darle a cada uno la atención que necesita, la manera de entendimiento que demanda. Que esto sea un intercambio intelectual y estético.
-¿Cómo se le dan esas herramientas al público con muestras masivas, de hasta tres cuadras de fila?
-Bueno, apuntando a eso. Yo estoy seguro de que la gente se ha llevado algo de la experiencia de Kusama: esa pérdida del ser en los espejos, esa cuestión casi física de ese tipo de experiencia. Y luego, es importante hacer un display formativo y pedagógico a través de los textos, las guías y las visitas guiadas. El público va a apropiarse de una serie de cosas. El museo debe ser abierto, pero también debe profundizar en los contenidos, que no sea una batida rápida de información cultural. Cada uno se va a llevar lo que quiera. Por mucho que le pongas, si alguien tiene tres minutos, se va a llevar lo que quepa en ese tiempo; pero si alguien quiere profundizar, hay que ofrecerle esas capas de conocimiento.
-¿Cuál es el perfil que querés darle al museo de aquí en más?
-A ver, yo no hago una muestra para traer público. Nunca sabes por qué ni cuándo una muestra va a tener éxito; uno no hace una muestra pensando en cuánta gente va a venir. Un museo tiene un discurso. Todo esto de la masividad pertenece a una etapa anterior, yo daré un giro. Una muestra no es mejor que otra por tener más público. Hay muestras que no han tenido grandes cantidades de público, pero que, en 50 años, habrán pasado a la historia como parte de un museo. Tienes que estar para la mayoría y para la inmensa minoría. Para eso hay que balancear las programaciones, no estar al servicio de los números de visitantes, sino del discurso de aquello que el museo quiere narrar. En este sentido, mi papel como director artístico no es hacer una buena exposición o traer gente, sino hacer que todo el museo se unifique en un mismo discurso. Incluso abarcar dudas curatoriales: ¿hacia dónde va lo latinoamericano?; ¿qué sentido tiene hacer esto?
-O sea que la idea no es focalizar únicamente en las obras?
-Es que la obra no es autónoma, responde a inquietudes de un momento y de un proceso histórico. Hay que situar al museo en el discurso que quiere dar, cuál es la imagen de contemporaneidad que quiere dar.
-¿Y cómo se mide el éxito de una muestra?
-Es imposible de medir. A corto plazo, puedes decir que algo ha sido popular, que ha sido bien tomado por la crítica, pero en realidad no sabes, porque eso se tiene que ver en perspectiva histórica. Y nosotros no la tenemos ahora, para medir nada. Por eso trabajar en arte contemporáneo es arriesgarse. Cuando seleccionas un joven artista, no sabes qué va a ser mañana de él. Para ti representa esa contemporaneidad y ese paso adelante, pero en verdad no lo sabes. El éxito puede ser que vengan 100.000 personas o que a partir de una exposición surja una nueva cátedra que haga repensar determinado tipo de arte en la Argentina.
-Para terminar, ¿podrías nombrar tres artistas contemporáneos que te desvelen?
-Voy a responder teniendo en cuenta mi día a día ya que estos artistas ocupan actualmente mi energía por proyectos específicos, como por ejemplo: Rosangela Rennó, con quien estoy finalizando la edición de un libro de un proyecto conjunto que hicimos. Carlos Garaicoa y Sophie Calle, con quienes estoy trabajando en dos proyectos diferentes, el primero para noviembre en el CA2M en Madrid, y el segundo en febrero para el Centre de L'Imatge La Virreina de Barcelona. Pero también sigo investigando sobre Anne Marie Heinrich, fotógrafa que me parece interesante por su temprana visión feminista de algunas de sus imágenes, o Mirtha Dermisache, a quien le profeso un interés extraordinario y de quien el público en general desconoce gran parte de su obra.
Agenda de exposiciones
Las actividades previstas hasta fin de año
Le Parc Lumière
Hasta el 6 de octubre en las salas 5 (nivel 2) y 3 (nivel 1). Selección de obras históricas de Julio Le Parc (Mendoza, 1928).
C-32 Sucursal. La Ene en Malba
Del 8 de agosto al 13 de octubre en el nivel 1. Nueva edición del programa dedicado al arte actual. Esta vez, dedicada a La Ene, Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo.
Berni. Juanito y Ramona
Del 31 de octubre al 22 de febrero en las salas 5 (nivel 2), 3 (nivel 1) y 1 (nivel -1). Exposición centrada en sus célebres series de Juanito Laguna y Ramona Montiel..
Fuente: lanacion.com