Los
elementos estatutarios dan significado al espacio público y también a
nuestras vidas. Pero en la Ciudad de Buenos Aires la mayoría está
deteriorado por el vandalismo y la falta de mantenimiento.
Para revertir esta situación, la primera medida es educar en las escuelas acerca de su valor.
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MONUMENTO. El traslado de la estatua de Colón, un debate que aún continúa (Pepe Mateos). |
Por Martha Levisman y Sonia Berjman*
Especial para ARQ
Un monumento es un elemento de la naturaleza o de la cultura cuya significación se ha constituido en la representación simbólica de una sociedad. Desde las Cataratas del Iguazú a la Novena Sinfonía de Beethoven, desde la Torre Eiffel al Quijote (incluidos en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO), todos representan las distintas culturas y momentos de la historia de la civilización. Hoy queremos llamar la atención hacia aquellas obras que conviven con nosotros, que nos parecen estáticas y mudas pero que nos hablan con otros lenguajes y acompañan nuestra cotidianeidad marcando nuestros caminos por la ciudad: las obras escultóricas que dan significado al espacio público y, por ende, un valor extra a nuestras vidas.
Por medio de sus valores estéticos y de emplazamiento urbano, sus voces nos cuentan nuestra historia, enaltecen a quienes fueron los héroes de distintas épocas, nos relatan las hazañas épicas o el acto de amor maternal; en fin, nos recuerdan que el arte embellece no solamente el espacio sino el alma.
Monumentos y esculturas representan la cultura de la sociedad en que vivimos y acumulan la historia del país. Confeccionados por las manos de artistas plásticos extranjeros y locales, tienen un valor económico que se suma al artístico: monumento es documento histórico, identidad, patrimonio.
Tan sólo en la Ciudad de Buenos Aires tenemos unos dos mil elementos estatuarios en las calles y plazas y la gran mayoría se encuentra con algún grado de deterioro causado por el vandalismo y la falta de adecuado mantenimiento.
¿Cuáles son las causas de este estado de cosas? La falta de educación de la población, la ignorancia y falta de acción gubernamental, el no castigo a los ladrones de bronce, la permisividad hacia los grafiteros… Nuestra propuesta es empezar por construir un inventario razonado de lo existente (no se cuida lo que no se conoce), dotar de personal especializado, instrumentos y materiales apropiados a los organismos competentes, vigilar y castigar (sí… a pesar de Foucault) a quienes transgreden las leyes y depredan lo que es de todos; intensificar la búsqueda de esculturas robadas con los especialistas de Interpol... Pero lo primero es la educación hacia el significado de las esculturas o estatuas que la Argentina tiene la suerte de poseer, de gran calidad y cantidad en todo el territorio del país.
Desde los primeros niveles educativos, en los colegios públicos y privados debieran existir salas con exposiciones didácticas mostrando maquetas y fotografías de los monumentos y sus significados. Allí debe difundirse qué representan las piezas en los países en los que se originaron, porqué fueron compradas o donadas, por qué se colocaron en un determinado sitio de la ciudad y no en otro.
Los valores de representación no cambian o se aggiornan, sino que es la evolución de los conocimientos lo que permite múltiples interpretaciones, motivo por el que los docentes de las escuelas debieran estar capacitados a enseñar como comprender el mensaje de la historia de la cultura.
Cada una de las estatuas que nos acompañan es un objeto indispensable de análisis e investigación, desde la estética hasta la tecnología de su producción.
Nuestro panorama actual es lamentable. Tan sólo nombraremos unos pocos casos: Canto al Trabajo intrusado y con familias viviendo bajo él, Monumento a la Cordialidad Rioplatense con peligro de colapso, Monumento a España con sectores faltantes, el Segador sin brazo derecho y sin guadaña, los Ciervos del Rosedal casi huéspedes a perpetuidad en el MOA (Monumentos y Obras de Arte), lo mismo que Alberdi y Castelli (Plaza Constitución) y ahora también el Intendente Alvear (Recoleta); ya no tenemos más al Niño y la Gallina de Plaza San Martín ni al Águila de Plaza Grecia, ni hablemos del Tótem de Plaza Canadá serruchado por orden del Ministro de Cultura y lo último … ¡adiós al Cristóbal Colón por caprichos presidenciales!
El mayor ejemplo actual de lo que no debe hacerse es el desmantelamiento -para su traslado- del monumento de Cristóbal Colón, que fue un regalo de la comunidad italiana inmigrante en la Argentina, la que ha dejado indelebles e importantísimas huellas de su cultura en nuestra tierra.
El Monumento a la Bandera de Rosario, proyecto de Bustillo-Guido, es un conjunto que obedece a un proyecto homogéneo ubicado en el sitio donde Manuel Belgrano presentó la Bandera Nacional. Sin embargo, hace pocos años se agregaron obras dispersas que la artista jujeña Lola Mora había creado para su propio proyecto de monumento, las que se ubicaron en un espejo de agua alterando el entorno del conjunto monumental original ganador del concurso, sumado a la falta de mantenimiento (se pueden ver las figuras inmersas en agua turbia con nidos de hornero que graciosamente se albergan en cuellos y brazos de las figuras).
Cuando voces profesionales solicitan acciones concretas de salvaguarda, como el traslado de El Pensador de Rodin a las escalinatas del edificio del Congreso Nacional, algunos trasnochados políticos rechazan de plano la idea por mezquinas razones de comité. Y mandan hacer copias de las esculturas de Lola Mora ubicadas en Jujuy como malísimo ejemplo de falso histórico y a un costo millonario. Mientras, el reciente cerco de blindex colocado a El Pensador de Rodin ya está astillado por piedrazos.
Finalmente, nuestro grupo ¡Salvemos las estatuas! ha sido alcanzado por el vandalismo de las ideas de uno de sus integrantes, y disuelto. Pero seguimos trabajando y pronto crearemos un nuevo grupo que dé forma a nuestros deseos de defender las obras de arte público que nos representan y que la sociedad debe aprender a cuidar.
Mientras tanto proponemos que el sitio de la estatua de Colón, ahora desmontada, pase a ser un nuevo monumento: la “Ruina arqueológica en representación del descubrimiento de América”, ya que en eso se ha convertido y será muy difícil –si no imposible– olvidar la imagen de Colón volando por los aires hacia su destierro más allá de los mares que lo trajeron al Nuevo Mundo; y este será desde ahora nuestro nuevo símbolo.
* Martha Levisman es arquitecta (UBA) y miembro de ICAM-Confederación Internacional de Museos de Arquitectura). Sonia Berjman es doctora en Artes (UBA-Sorbona).
Fuente: ARQ Clarín