DOS ARGENTINOS EN PARÍS:
BORGES Y VICTORIA OCAMPO JUNTOS EN UN LIBRO

“Diálogo con Borges” es una reedición, con textos e imágenes inéditas, del libro que Ocampo publicó en 1960.
1930. La foto fue tomada en la casa de Ocampo en Barrio Parque que hoy es sede del Fondo Nacional de las Artes.
Por Susana Reinoso







El Salón del Libro de París tendrá, el mes próximo, una novedad que reunirá, sin tiempo, pero en un mismo espacio, a Victoria Ocampo y a Jorge Luis Borges.
El volumen titulado Diálogo con Borges es una reedición aumentada con materiales inéditos por Sur, la editorial que timonea Juan Javier Negri, presidente de la Fundación Sur. El libro contendrá nuevos documentos y cartas hasta ahora inéditos.
Publicado en los años 60 por la propia mecenas argentina, el volumen contenía un rico intercambio con el autor de El Aleph, a partir de un recurso interesante que Ocampo aplicó: en distintos encuentros le mostró a Borges fotos de sus ancestros británicos y criollos, obteniendo una narración apasionante que conforma un retrato fresco y a su vez profundo del argentino más universal. De allí que la nueva edición contenga información adicional surgida de aquellas grabaciones que Victoria hizo con Borges sobre sus antepasados.
La edición que se presentará en París tiene además otra sorpresa: serán dos libros en lugar de uno. Un volumen en castellano, el otro en francés.
Textos inéditos y fotos desconocidas hasta ahora son parte de los nuevos volúmenes que verá nla luz próximamente. Para ello, dice Negri a Clarín, “estamos trabajando contrarreloj”. Una de las dificultades la ofrece el cúmulo de imágenes antiguas y borrosas, un obstáculo que se está resolviendo en estos días.
Entre la correspondencia que Ocampo y Borges intercambiaron hay muchas que Victoria mantuvo con Leonor Acevedo de Borges, una vez q el autor de El libro de los seres imaginarios perdió la visión.
Una perla entre esas cartas es la versión de la propia Victoria Ocampo sobre la pelea a los gritos que tuvo con el escritor José “Pepe” Bianco, quien durante un cuarto de siglo fue secretario de redacción de la revista Sur. Aquella memorable discusión, que mantuvo alejados durante un tiempo a ambos y terminó en reconciliación hacia finales de los años 60, nació al calor de la revolución cubana.
Por primera vez, la entrañable amistad y gustos culturales comunes entre Ocampo y Bianco se vieron interrumpidos por un motivo político: un viaje de Bianco a Cuba como jurado del Premio Casa de las Américas.
En varias cartas, Leonor Acevedo le agradeció a Victoria los esfuerzos realizados por ésta en la difusión de la obra de su hijo Jorge Luis Borges, tanto en Europa como en Estados Unidos.
Negri comparte la reflexión que María Esther Vázquez en su biografía sobre el autor de Ficciones, en el sentido de que no siempre Borges fue agradecido con los esfuerzos de Victoria Ocampo. De todos modos, destaca que “Cuando en 1979 Victoria murió, Borges escribió sobre ella uno de los más bellos textos que se hayan publicado.” Otro interesante texto, localizado en una biblioteca francesa y traducido al español, es un prólogo que Victoria Ocampo escribió para Cahiers de L’Herne, en un número que fue un homenaje a la literatura latinoamericana. Borges fue el primer escritor cuya obra fue reconocida por la muy importante revista francesa.
El volumen Diálogo con Borges tendrá entre 150 y 200 páginas, dos ediciones en español y francés respectivamente y una presentación especial a cargo de María Kodama, que se llevará a cabo en el Salón del Libro de París en marzo próximo.
Victoria Ocampo sostenía con amigos y colaboradores de la Revista Sur una correspondencia frecuente, así como la tenía con algunas de sus hermanas. Eran tiempos en que todo aquello que tuviera un valor testimonial se volcaba en cartas, una forma de comunicación hoy prácticamente extinguida.
Fuente: clarin.com

JESUITAS E INDÍGENAS, UNIDOS POR LA MÚSICA

Modelo único

   Por Mario Vargas Llosa / Para LA NACIÓN

 
SANTA CRUZ.- Los primeros jesuitas que llegaron a este lejano rincón del Oriente boliviano vieron que las viviendas de los indígenas tenían puertas tan pequeñas que bautizaron a toda la comarca con el nombre de Chiquitos.
El padre José de Arce y el hermano Antonio de Rivas pisaron por primera vez estas selvas a fines de 1691. En vez de armas, traían instrumentos de música; sus experiencias en Perú y Paraguay les habían enseñado que el lenguaje de las flautas, los violines o las cítaras facilitaban la comunicación con los naturales del nuevo mundo. Pero aquellos primeros misioneros nunca pudieron imaginar la manera como los pueblos chiquitanos se apropiarían de aquellos instrumentos y de la música que acarreaban desde Europa, incorporándolos y adaptándolos a su propia cultura. Al extremo de que cuatro siglos después se puede decir que la Chiquitania (o Chiquitanía: se acentúa de las dos maneras) es una de las regiones más melómanas del mundo, donde la música barroca sigue tan viva y actual como en el siglo XVIII, matizada y coloreada de sabor local por unas comunidades cuya idiosincrasia concilia, de manera admirable, lo tradicional y lo moderno, lo artístico y lo práctico, el español y la lengua aborigen.
Esto ha sido para mí lo más sorprendente en este recorrido de pocos días por la vasta región que separa la ciudad de Santa Cruz de la frontera brasileña: descubrir que, aquí, a diferencia de otros lugares de América donde florecían importantes culturas aborígenes, los 76 años de evangelización -hasta 1767, cuando la expulsión de los jesuitas- habían dejado una huella muy profunda, que seguía fecundando de manera visible a aquellas comunidades a los que los antiguos misioneros ayudaron a integrarse, a defenderse de las incursiones de los "bandeirantes" paulistas que venían a cazar esclavos, y a modernizar y enriquecer, con aportes occidentales, sus costumbres, sus creencias, su arte y, sobre todo, su música.
A partir de 1972 comenzó la rehabilitación de los templos de Concepción, San Javier, San Ignacio, Santa Ana, Santiago y San José -son los que visité pero entiendo que hay otros- con sus preciosos retablos barrocos, sus gallardos campanarios, sus tallas, frescos y enormes columnas de madera, sus órganos y sus recargados púlpitos. La labor que llevaron a cabo el arquitecto suizo Hans Roth, quien dedicaría treinta años de su vida a esta tarea, y sus colaboradores, ha sido extraordinaria. Las iglesias, bellas, sencillas y elegantes no son museos, testimonios de un pasado escindido para siempre del presente, sino pruebas palpables de que, en Chiquitania, aquella antigua historia sigue vivificando el presente.
No sólo la música que venía de allende los ríos y los mares impregnó y pasó a ser parte indivisible de la cultura chiquitana; también el cristianismo llegó a constituir la esencia de una espiritualidad que en todos estos siglos se ha conservado y ha sido el aglutinante primordial de unas comunidades que manifiestan su fe volcándose masivamente a todos los oficios, con sus caciques, cabildos y "mamas" al frente, bailando, cantando (¡a veces en latín!) y cuidando los lugares y objetos de culto con celo infatigable. A diferencia de lo que ocurre en el resto de América Latina y el mundo, donde la religión parece ocupar cada vez menos la vida de la gente y el laicismo avanza incontenible, aquí sigue presidiendo la vida y es, como en la Europa medieval, el medio ambiente en el que los seres humanos nacen, viven y mueren. Pero sería injusto considerar que esto ha mantenido a los chiquitanos detenidos en el tiempo; la modernidad está también en estas aldeas, por doquier: en los colegios, en sus talleres, artesanías, las técnicas para trabajar la tierra, la radio, la televisión, los celulares e Internet. Y principalmente en la destreza con niños y jóvenes aprenden en las escuelas de música locales a tocar el contrabajo, la guitarra o el violín, tan bien como la tambora y la flauta tradicionales.
En los años en que el arquitecto Hans Roth trabajó aquí fue encontrando más de cinco mil partituras de música barroca que, luego de la expulsión de los jesuitas, los chiquitanos preservaron en polvorientos arcones o cajas que languidecían entre las ruinas en que se convirtieron sus iglesias. Todo ese riquísimo acervo está ahora, clasificado, digitalizado y defendido con aire acondicionado en el Archivo de Concepción, donde, desde hace muchos años, un religioso polaco, el padre Piotr Nawrot, los estudia y publica en volúmenes cuidadosamente anotados que son, al mismo tiempo, una minuciosa relación de la manera como la música barroca arraigó en la cultura chiquitana.
Las melodías y composiciones que contenían aquellas partituras venidas del fondo de los siglos se escuchan ahora en todas las aldeas de la región, interpretadas por orquestas y coros de niños, jóvenes y adultos que las tocan y entonan con la misma desenvoltura con que bailan sus danzas ancestrales, añadiéndoles una convicción y una alegría emocionantes. Creyentes o agnósticos sienten un extraño e intenso cosquilleo en el cuerpo cuando, en las estrelladas y cálidas noches de la selva cruceña, donde todavía quedan jaguares, pumas, caimanes y serpientes, advierten que Vivaldi, Corelli, Bach, Chaikovsky, además de italianos, alemanes o rusos, también son chiquitanos, pues las grandes creaciones artísticas no tienen nacionalidad, pertenecen a quien la ama, las adopta y expresa a través de ellas sus sufrimientos, anhelos y alegrías. Varios de estos jóvenes han obtenido becas y estudian ahora en Buenos Aires, Madrid, París, Viena, Berlín.
Hay una abundante bibliografía sobre las misiones jesuíticas en Bolivia, donde, parece evidente, el esfuerzo misionero fue mucho más hondo y duradero que en el Paraguay o Brasil. Para comprobarlo nada mejor que el libro de Mariano Baptista Gumucio, "Las misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos. Una utopía cristiana en el Oriente boliviano". Es un resumen bien documentado y mejor escrito de esta extraordinaria aventura: cómo, en un rincón de Sudamérica, el encuentro entre los europeos y habitantes prehispánicos, en vez de caracterizarse por la violencia y la crueldad, sirvió para atenuar las duras servidumbres de que estaba hecha allí la vida, para humanizarla y dotar a la cultura más débil de ideas, formas, técnicas, creencias, que la robustecieron a la vez que modernizaron.
Baptista Gumucio no es ingenuo y señala con claridad los aspectos discutibles e intolerables del régimen que los jesuitas impusieron en las reducciones donde la vida cotidiana transcurría dentro de un sistema rígido, en el que el indígena era tratado como menor de edad. Pero, señala, con mucha razón, que ese sistema, comparado con el que reinaba en los Andes, donde los indios morían como moscas en las minas, o en Brasil, donde los indígenas raptados por los "bandeirantes" eran vendidos como esclavos, era infinitamente menos injusto y al menos permitía la supervivencia de los individuos y de sus culturas. Una de las disposiciones más fecundas, en las misiones, fue la obligación impuesta a los misioneros de aprender las lenguas nativas para evangelizar en ellas a los aborígenes. De esta manera nació el chiquitano, pues, antes, las tribus de la zona hablaban dialectos diferentes y apenas podían comunicarse entre ellas.
Ningún país que, como muchos latinoamericanos, tiene en su seno culturas distintas, una moderna, poderosa y occidentalizada, y otra u otras más primitivas, ha sido capaz de establecer un modelo que permita a estas últimas desarrollarse y modernizarse sin perder los rasgos que la constituyen: sus costumbres, sus creencias, sus lenguas, sus mitos. En todos los casos -los más flagrantes son los de Estados Unidos, Japón y la India- el desarrollo ha significado la absorción -y a veces la extinción- de la más débil por la más poderosa, la occidental. Desde luego que hay una injusticia terrible en estos procesos; pero ninguna sociedad ha sido capaz todavía de establecer un sistema en el que una cultura pequeña y antigua puede acceder a la modernidad sin renunciar a esa suma de factores materiales y espirituales que la definen y diferencian de las otras. En América Latina, donde el problema se vive dramáticamente por lo menos en media docena de países, tenemos la obligación de encontrar un modelo en el que aquel acto de justicia sea posible en términos prácticos. ¿Dónde buscar ejemplos que nos orienten? En las aldeas chiquitanas hay enseñanzas provechosas para quienes quieren ver y oír. Las mujeres y los hombres de esta tierra no han perdido eso que se llama la "identidad", tienen vivo su idioma, sus danzas, sus atuendos; y sus costumbres y creencias han ido evolucionando de modo que pueden participar de las oportunidades de la vida moderna, sin dejar de ser lo que fueron, lo que siguen siendo en ese marco multicultural que son Bolivia y todos los pueblos andinos. Visitar la Chiquitania muestra a los visitantes que Beethoven y los taquiraris, o la silueta del jaguar y los arpegios de una cítara, pueden entenderse, coexistir y transubstanciarse. Eso han hecho los chiquitanos y por eso hay que aplaudirlos e imitarlos.
Fuente: lanacion.com

¡MUY FELICES 140 AÑOS, MAR DEL PLATA!



Se cumplen hoy 140 años desde que Patricio Peralta Ramos fundara la ciudad de Mar del Plata el 10 de febrero de 1874.
Es increible todo lo que ha crecido la ciudad en ese tiempo y todo lo que ha ido pasando y a diario pasa en ella desde entonces.
Justamente por éso, por todo lo que ocurre en ella desde el punto de vista social, económico, turístico y cultural, Mar del Plata muy merecidamente se ha ganado un lugar entre las más importantes ciudades balnearias de América y del Mundo.
Tuvo un pasado grande, tiene un presente muy rico y variado y su futuro es muy promisorio, con infinitas posibilidades.
Mar del Plata ya es mayor de edad y se mantiene muy joven y actualizada.
Y es una muy linda ciudad no sólo para veranear, sino para vivir y trabajar en ella durante todo el año.
La cantidad de atractivos que tiene en las cuatro estaciones la consagran sin ningún tipo de lugar a dudas como uno de los destinos turísticos preferidos por los argentinos.
Todo nació hace poco más de 140 años cuando en la mente inquieta de ese creador que se llamó Patricio Peralta Ramos empezó a rondar cada vez con mayor insistencia la idea de fundar una población dentro de los campos que le pertenecían.
En esas ideas iniciales, fundadoras, se originó esta gran realidad actual que es la Mar del Plata de hoy.
¡Muy felices 140 años, Mar del Plata!



EL MONUMENTO QUE RECUERDA AL FUNDADOR DE LA CIUDAD DE MAR DEL PLATA EL 10 de FEBRERO de 1874, PATRICIO PERALTA RAMOS. ESTÁ EN LA PLAZA COLÓN, ENFRENTE MISMO AL CASINO.



PATRICIO PERALTA RAMOS, UN VISIONARIO. LE VIÓ PROPIEDADES ESPECIALES AL CLIMA DE LA ZONA Y FUE QUIEN DIJO QUE LA GENTE QUE VIVIERA EN ESA ZONA SERÍA FELIZ. JUAN DE GARAY, AL NAVEGARLA EN EL SIGLO XVI, HABÍA DICHO QUE ERA ÉSA UNA GALANA COSTA.


EL MONUMENTO A PATRICIO PERALTA RAMOS A CONTRALUZ.


LA CAPILLA SANTA CECILIA, ERIGIDA POR PATRICIO PERALTA RAMOS EN RECUERDO DE SU MUJER, CECILIA ROBLES DE PERALTA RAMOS, EN 1873. FUE LA PRIMERA CONSTRUCCIÓN RELIGIOSA DE LA INCIPIENTE POBLACIÓN Y FUE DECLARADA MONUMENTO HISTÓRICO NACIONAL EN 1971 PORQUE EL AGRIMENSOR CHAPEAUROUGE TOMÓ SU FRENTE COMO REFERENCIA PARA TRAZAR LA CUADRÍCULA DE LA CIUDAD.
 
LA PRIMERA MUNICIPALIDAD, EL 1ro. DE ENERO DE 1881. MÁS ATRÁS, EN LA LOMA, SE VE LA CAPILLA  SANTA CECILIA.


TRAZADO URBANO DISEÑADO POR EL INGENIERO CARLOS DE CHAPEAUROUGE

RAMBLA LA PERLA - 1930.


RAMBLA BRISTOL - 1930




RAMBLA BRISTOL, 1935. DE IZQ. A DER., JOSEFINA DORADO, ADOLFO BIOY CASARES, VICTORIA OCAMPO Y JORGE LUIS BORGES.


RAMBLA BRISTOL


PUBLICIDAD DE VENTA DE LOTES EN EL BARRIO LOS TRONCOS.


 
RAMBLA VIEJA.


HOTEL DEL MAR - 1935





UNO DE LOS CÉLEBRES LOBOS MARINOS HECHOS POR EL ESCULTOR ARGENTINO JOSÉ FIORAVANTI RECORTADO CONTRA PARTE DE LA IMPONENTE OBRA DE ALEJANDRO BUSTILLO.
JUNTO A ELLOS, SE HAN SACADO LA FOTO PARA LA POSTERIDAD MILLONES DE ARGENTINOS.



EL PARQUE SAN MARTÍN VISTO DESDE LA ARENA DE PLAYA GRANDE.
EL CASINO DE NOCHE. EL IMPONENTE CONJUNTO DE EDIFICIOS QUE INTEGRAN EL CASINO Y EL HOTEL PROVINCIAL, FUE PROYECTADO POR EL ARQUITECTO ALEJANDRO BUSTILLO. SE LLEVA A CABO AHÍ EL TRADICIONAL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA.


UNO DE LOS DOS FAMOSOS LOBOS MARINOS HECHOS EN PIEDRA DE LA ZONA POR EL ESCULTOR ARGENTINO JOSÉ FIORAVANTI.




UNA IMPONENTE PANORÁMICA DE LA PUJANTE CIUDAD.

LA REDUCCIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR.


EL FARO DE PUNTA MOGOTES.






FAUSTO ELISEO COPPINI

MILÁN, 7 DE JUNIO DE 1870 - BUENOS AIRES, 1945
MAR DEL PLATA DE 1861 a 1873
NOTA: ESTE MURAL DEL PINTOR SUIZO-ITALIANO FAUSTO ELISEO COPPINI, DE 1913, ESTABA EMPLAZADO EN UN MURO DE LA CASA DE LURO Y LA RIOJA, CONSTRUIDA POR EDUARDO PERALTA RAMOS, HIJO DEL FUNDADOR DE MAR DEL PLATA, EN 1888.
LA CASA FUE DEMOLIDA EN LOS AÑOS 80 PARA DAR PASO A LA CONSTRUCCIÓN DE UN BANCO. EL TAMAÑO ERA APROXIMADAMENTE DE 420 x 274 CM.


ANTONIO ALICE
ESCUELA ARGENTINA, 1866-1943
PLAYA GRANDE, 1941
ÓLEO SOBRE TABLA, 12 x 17 cm
TITULADO ABAJO A LA IZQUIERDA.
FIRMADO Y FECHADO ABAJO, A LA DERECHA.

LEONIE MATTHIS
ESCUELA ARGENTINA, 1883-1952
LA RAMBLA, GOUACHE, 30 x 43 CM
FIRMADA ABAJO, A LA DERECHA






















BENITO QUINQUELA MARTÍN
ESCUELA ARGENTINA, 1890-1977
PLAYA DE MAR DEL PLATA
ÓLEO SOBRE TABLA 40 X 48,5 CM
FIRMADO, FECHADO 1920 Y DEDICADO ABAJO, A LA IZQUIERDA
DEDICADO A LA SRA. E. DE WITCOMB
EX COLECCIÓN WITCOMB




FRANCISCO VILA Y PRADES
ESCUELA ESPAÑOLA, 1873-1930
PLAYA BRISTOL, MAR DEL PLATA
ÓLEO SOBRE TELA
FIRMADO ABAJO, A LA DERECHA.


FRANCESCO PAOLO PARISI
ESCUELA ITALIANA
TARANTO, 1857 - BONASSOLA, 1948
PLAYA CHICA, MAR DEL PLATA
ÓLEO SOBRE TELA
OBRA EXPUESTA EN EL SALÓN NACIONAL DE BELLAS ARTES DE 1918 - NRO. 173 DEL CATÁLOGO-
FRANCESCO PAOLO PARISI  NACIÓ EN TARENTO, EN LA REGIÓN DE APULIA, ITALIA.
REALIZÓ ESTUDIOS ARTÍSTICOS EN LA ACADEMIA DE SAN LUCAS DE ROMA.
EN 1889 SE RADICÓ EN BUENOS AIRES, DONDE FUNDÓ UNA ACADEMIA DE PINTURA.


EUGENIO ÁLVAREZ DUMONT
TÚNEZ, 1864 - BUENOS AIRES, 1927
LA RAMBLA LASALLE EN 1912
NOTA: EL HOMBRE VESTIDO DE BLANCO, SENTADO DE ESPALDAS, TIENE UN EJEMPLAR DEL DIARIO MARPLATENSE LA CAPITAL Y AL FONDO, A LA DERECHA SE VE UN LOCAL DEL DIARIO LA NACIÓN DE BUENOS AIRES.
ÁLVAREZ DUMONT LLEGÓ A LA ARGENTINA EN 1906. EXPUSO OBRAS SUYA EN LA IV EXPOSICIÓN DE ARTE ESPAÑOL DEL MARCHANTE BONAERENSE PINELO.
EN 1910 ES INVITADO A PARTICIPAR EN LA EXPOSICIÓN DE ARTE ESPAÑOL EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO. LOS RESULTADOS ECONÓMICOS NO FUERON TODO LO PROVECHOSOS QUE HUBIERA DESEADO.

FRANCESCO PAOLO PARISI
ESCUELA ITALIANA
TARANTO, 1857 - BONASSOLA, 1948
CASILLAS DE LOS PRIMEROS PESCADORES DE LA PLAYA BRISTOL - CA. 1905


JOSÉ LUIS MENGHI
ESCUELA ARGENTINA, 1904-1985
INTERIOR
ÓLEO SOBRE CARTÓN, 33 x 23 cm
FIRMADA ABAJO, A LA DERECHA


CLETO CIOCCHINI
ESCUELA ARGENTINA, 1899 - 1974
REGRESO DE PESCADORES
ÓLEO SOBRE TELA, 50 X 40 CM


Nació en San Vicente, Buenos Aires, el 23 de abril de 1899. Realizó sus estudios artísticos en Buenos Aires y en la Escuela de Bellas Artes de La Plata. En 1919 viajó a Europa para perfeccionar sus conocimientos en Roma, Florencia, París y Madrid. En 1920 realizó una muestra individual en el Liceum de Florencia y en 1922 expuso en el Salón de Otoño de Madrid. En 1927 regresó a la Argentina y expuso en el Salón Nacional, obteniendo el Premio Estímulo. También obtuvo el Primer Premio de pintura en el Salón Municipal de La Plata (1930), el Segundo Premio Nacional (1943) y el Premio adquisición en 1947, 1949 y 1950. Llegó a ser reconocido con el Gran Premio de Honor del Ministerio de Educación en 1951.
La vida portuaria, sus personajes y los típicos paisajes del puerto marplatense han quedado fielmente reflejados en su obra. La ciudad de Mar del Plata, en donde vivió por unos 40 años, lo homenajeó bautizando con su nombre el Museo del Hombre del Puerto. Cleto, junto a Quinquela Martín, Antonio Alice, Bernaldo de Quirós y otros, integró en 1961 la embajada de pintores argentinos a Europa, que fuera enviada en esa oportunidad para difundir en los medios especializados, el arte en el viejo continente. Falleció en la Ciudad de La Plata el 20 de Noviembre de 1974, a los 75 años. Sus obras se encuentran en los museos de Córdoba, Santa Fe, Salta, San Juan, Mendoza, La Plata y en el Pedro de Mendoza de Buenos Aires.

ÉRASE UNA VEZ EN GALICIA

Santiago de Compostela, La Coruña, Pontevedra. Las rías y los acantilados. La gastronomía. Los peregrinos. Crónica de un viaje al corazón de esta región del noroeste de España.
 
De cara al horizonte infinito del océano Atlántico, el Cabo Fisterra ofrece excelentes panorámicas. En la Antigüedad se creía que allí terminaba el mundo /
Turismo de Galicia.









Por Grisel Isaac

Todo comenzó en A Estación, un exquisito restaurante que invita a comer en un salón con diseño y decoración que recuerdan a un vagón de tren. Es que, justamente, este restaurante con una estrella Michelín –comandado por Beatriz Sotelo y Xoán Crujeiras– se encuentra emplazado en la vieja estación de ferrocarril de Cambre, en Galicia, junto a las vías. Todo empezó aquí, les decía, con un surtido de aceitunas, ajos confitados, pan de pimientos, crema de caldo gallego con chorizo y pan de broa, trozo de empanada de xouba (sardina pequeña), longueirones (marisco) a la plancha con aceite de cítricos, un jurel con trocitos de frutillas –cada bocado de este pescado resulta perfecto, el paladar se estremece y por dentro rogamos que la porción no se termine–, lubina (róbalo) con salsa de vino blanco preparada con agua de mejillón y una cigala arriba y, último plato, cochinillo celta. Y los vinos, como el albariño, y los postres, como esa torrija de pan de mantequilla gratinada, helado de piña, coulis de zanahoria, mango y piña y una galleta de almendra.
Todo empezó aquí, sí, porque este fenomenal banquete, este sublime desfile de platos representó nuestra puerta de entrada –más bien un portón gigante, inmejorable, potente, sabroso– a la gastronomía gallega.
Así, entre pescados, mariscos, cochinillos y vinos deliciosamente ensamblados, empezamos a recorrer los sabores de Galicia y, junto con ellos, los caminos de esta región del norte de una España pintada con esos verdes profundos y diversos que trae la lluvia, fenómeno meteorológico que es, definitivamente, parte de su identidad.
En el noroeste de la península ibérica, ahí donde el mar Cantábrico se diluye en el océano Atlántico, Galicia se define por sus colinas de minifundios en donde cada casa tiene su huerta y su hórreo –pequeño granero construido sobre pilares, para evitar la humedad del suelo y la depredación de los animales–, por los versos de Rosalía de Castro y los escritos de Valle Inclán; por los peregrinos que van a Santiago de Compostela; por la herencia celta; por esa bella costa de abruptos acantilados, desgajada en rías, esn brazos inundados de mar.

Los antiguos castros dan cuenta de la herencia celta / Turismo de Galicia.
De rituales y acantilados
 
Galicia está llena de magia, misterio e intensas geografías. Allí está Carnota con uno de los hórreos más largos (35 metros); la Torre de Hércules –faro de origen romano, construido entre los siglos I y II dC, que aún cumple su función de guía en A Coruña (La Coruña)–, el centro histórico de Pontevedra, la Plaza del Obradoiro en Santiago, la Costa da Morte con sus acantilados de cara a las olas bravías del Atlántico. ¿Qué otras palabras sino hechizo, encanto, secreto podríamos usar para definir sitios como Santo André de Teixido donde están los acantilados más altos de Europa, donde hay una capilla y santuario que recoge ofrendas que buscan protección y muestran agradecimiento, donde venden figuritas hechas con migas de pan y te regalan hierbas para enamorar, donde no se puede pisar ni un insecto por si es alguien reencarnado (dicen que si a Teixido no se va en vida, habrá que ir muerto)? ¿Cómo perderse, en agosto, la romería de la Virgen de la Lanzada, en las Rías Baixas, cuando cientos de mujeres se meten en el mar a medianoche siguiendo un ritual de la fertilidad, esperando que nueve olas golpeen sus vientres y las ayuden a concebir?
A sí, tras la magia infinita de Galicia, aprendimos a convivir con la lluvia y la niebla, a reconocer los cruceiros (cruces de piedra plantadas por el cristianismo en antiguos lugares de culto) a la vuelta de cada esquina –en Galicia hay alrededor de 12.000 cruceiros–, a escuchar historias de bruxas y meigas (brujas buenas y hechiceras que hacen el mal) y componedoras (curanderas). Nos sumergimos en calles donde la música de la gaita es un sello, tanto como las construcciones de granito, las mansiones señoriales llamadas pazos y el trabajo de las marisqueras adecuado a los caprichos de las mareas. Así es Galicia.

El fin del mundo
 
“Esto es lo más cerca que estarán de casa”, nos dice Gabriel, nuestro guía quien, curiosamente, hizo el viaje inverso al de nuestros abuelos: nació en el Río de la Plata, en Montevideo, y de niño emigró a España. Estamos en el Cabo Fisterra, ahí donde en la Antigüedad se creía que se acababa el mundo conocido y también a donde llegaban los peregrinos –muchos lo hacen hoy– tras haber visto el sepulcro de Santiago.
Además de bellas vistas panorámicas y la necesidad de otear el horizonte sabiendo que, detrás de esa abrumadora masa de agua está América, en Fisterra hay un faro construido en 1853 y la Plaza de la República Argentina, con homenajes al General San Martín. También hay un restaurante y un hotel, considerado el hospedaje más occidental de la España peninsular.
Frente a la inmensidad del océano, hoy sabemos que este lugar no es el fin de la tierra, pero sí, para muchos peregrinos, el fin de su camino. Allí, entonces, no son pocos los que deciden quemar los zapatos con los que llevaron a cabo su caminata, su promesa convertida en proeza. Un ritual que han tratado de erradicar por peligroso y contaminante, pero que aún sigue vigente. 

Hay más de 12.000 cruceiros en toda la región / Daniel Rodríguez.
Hay que llegar a Santiago
 
Llueve. Que la “lluvia es arte” y que “tanto verde tiene su precio”, dirán. Llueve y también le dirán que es chuvia , choiva o chuva. Si es fuerte y breve, será chuvascada, chuvieira . ¿O será basto o chaparrada? A la lluvia menuda le dicen chuviñada, babuxa, barruzo, lapiñeira, orballo o zarzallo. Si se trata de un golpe de lluvia fuerte, abundante y de poca duración, será un ballón o balloada. Y hay más, hay muchos, demasiados sinónimos para designar a esto que pasa en Santiago, en todo Galicia a repetición: llueve. Lo mismo con la niebla: es néboa; pero si es baja y húmeda, le dirán mera, borraxeira, neboeira o neboeiro.
La lluvia ha inspirado a cientos de artistas gallegos y no tanto. Fascinado con su visita a esta tierra Federico García Lorca le dedicó unos versos a Santiago de Compostela y su clima: “Llueve en Santiago / mi dulce amor / camelia blanca del aire / brilla oscurecido el sol”.
Y sigue: “Mira la lluvia por la rúa / lamento de piedra y cristal / mira el viento descolorido / sombra y ceniza de tu mar...” .
Galicia embrujó al poeta. Alguna vez declaró que las fuerzas del paisaje y de Compostela “se apoderaron de mí en forma tal que también me sentí poeta de la alta hierba, de la lluvia alta y pausada... Me sentí poeta gallego”.
Vital y emotiva, Santiago de Compostela es una ciudad de universitarios y peregrinos. Una vez que la conocés, sea con lluvia o con sol, ya no querés irte.
Las gaitas suenan bajo el Arco del Palacio, en la Plaza del Obradoiro e invitan a perderse en las calles cuyos nombres ayudan a imaginar la movida medieval, entre oficios y costumbres. La rúa del Preguntorio marca la zona a donde llegaban los peregrinos y consultaban “¿Dónde está la Catedral?”; la rúa de las Trompas señala por dónde pasaban los trompeteros y la rúa de los Gramáticos haría referencia a los profesores universitarios.
Hay tiendas de souvenires con dedales que marcan el camino de Santiago o dijes de plata con forma de vieiras (el símbolo del Camino). En la puerta de la confitería Casal Cotón (hay varias sucursales en rúa do Franco) te convidan con un “capricho de Santiago”, una galleta de pasta de almendra crujiente (ideal para traer a amigos y familiares). Los restaurantes tienen sus peceras a la vista con los mariscos que podrás degustar en sus mesas. Y la gente circula. Turistas, peregrinos y locales van y vuelven como una marea, entrando y saliendo de bares, negocios, librerías, museos, construcciones históricas –como el arco de Mazarelos, única puerta que todavía queda en pie de la muralla primitiva–, conventos, iglesias.
Con sus ocho pabellones, el Mercado del Abasto es donde los campesinos venden su mercadería. Flores, pescados, carnes, frutas, hortalizas. Si se tienta, el restaurante Marisco Manía le propone lo siguiente: compre los productos que le interesan en el mercado y ellos se lo cocinan. “Por el 10 por ciento de tu compra y 3 euros por persona, cocinamos para ti. Trae tu marisco, pescado o chuleta a partir de medio kilo por especie. No se admite pan, bebida, verduras ni postre y es imprescindible presentar ticket de compra”, dice el cartel.
No hay como ver la Plaza del Obradoiro envuelta en una bruma, caminarla bajo una llovizna suave, recorrer las callecitas que la rodean entre sombras nocturnas. La Plaza, la imponente fachada de su Catedral –donde se encuentra el sepulcro del apóstol Santiago– y, el Hostal de los Reyes Católicos –antiguo Hospital Real, inaugurado en 1499 y hoy alojamiento insignia de la red Paradores– se conjugan en una postal que es pura emoción. Van llegando los peregrinos, se reencuentran unos con otros, se abrazan, se recuestan en el centro de la plaza, se toman fotos, lloran, rezan, ríen, suspiran. Cada día llegan 800; en Año Santo se habla de 1.000.
Pasan las horas y la Plaza acumula una carga emocional potente para los protagonistas, para los caminantes que llegan persiguiendo un sueño, una convicción, una promesa, un desafío. Y para nosotros, los espectadores.
Son las 12 de un viernes y empieza la Misa del Peregrino. Hay mucha expectativa, como en todas estas misas. Pero Gabriel, nuestro guía, nos anticipó que probablemente hoy saquen el botafumeiro, ese incensario enorme que con la fuerza de ocho hombres oscila, como un péndulo, de un lado al otro de la Catedral. Gabriel tenía razón. Y cuando el botafumeiro se balancea sobre las cabezas, créanme, hasta el más escéptico se estremece.

Peregrinos, estudiantes universitarios y viajeros circulan por las calles de Santiago de Compostela, con su célebre catedral como centro / AFP.
Tiempo de nostalgia

Irene y Laura están sentadas en la vereda, junto a la puerta de sus casas. Una buganvilla (Santa Rita) cierra el decorado perfecto en el que esas dos señoras se sientan a charlar y mirar pasar a los turistas. Ahí nomás hay un cruceiro. A seis kilómetros de Pontevedra, llegamos a Combarro en busca de una postal muy típica –tres hórreos juntos, uno de madera, uno mixto y el tercero de cemento– y nos entusiasmamos con sus casas marineras, sus balcones floridos, sus tiendas de recuerditos que venden caracoles, meigas y licor de orujo. Junto a una puerta, una placa señala que allí nacieron y vivieron los antepasados del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Llegamos a Pontevedra, uno de los puertos más importantes de Galicia. Las calles del casco histórico muestran doble nombre. Conviven las placas con los antiguos nombres y los más modernos, del siglo XIX y XX: Rua Sor Lucía era la Rua Do Peso Do Farina; Rua Alta solía ser la Rua Das Ovellas; la Rua Princesa era la Rua Da Pichelería (porque allí se hacían los picheles, tipo de jarra). No tardan en hacerse notar los carteles con proclamas en contra de la planta de celulosa y en defensa de la ría.
Tras pasar por el Mercado Municipal, una serie de tiendas vintage, el bello Santuario de la Virgen Peregrina de fachada curva, la escultura de Valle Inclán y una magnolia florida de 300 años, recalamos en la Plaza de la Leña. La plaza es pequeña, coqueta, acogedora y resguarda uno de los cruceiros más antiguos de Galicia. Bueno, no sé si la palabra “resguarda” es adecuada viendo a todos estos niños que trepan y se cuelgan de este monumento de piedra mientras los padres almuerzan. Es aquí donde conocemos al chef Iñaki Bretal y la gastronomía vuelve a sacudirnos en el restaurante Eirado da Leña, una antigua casa de piedra cuya cocina es innovadora y de técnicas modernas.

En Pontevedra, el Santuario de la Virgen de la Peregrina se destaca por su fachada curva / Turismo de Galicia.

Vinos, castillos y playas

A la ciudad de Baiona llegó la carabela La Pinta en 1493 y se difundió la noticia del “descubrimiento del nuevo continente”. En el puerto hay una réplica de la carabela y cada 1 de marzo se recrea el regreso de la embarcación.
Baiona es famosa por su costa, por su castillo devenido en el Parador Conde de Gondomar, por las famosas playas de las Islas Cíes –a media hora en lancha y consideradas entre las mejores del mundo– y por su casco histórico en el que ya bien entrada la tarde, la gente se junta a tomar vino, comer unas tapas y charlar animadamente. Así, de pie o acodados en las barras de restaurantes y bares. Adentro y afuera.
Dejamos Baiona, dejamos la ría de Vigo.

La Guardia
 
Es el último pueblo marinero del sur. Del otro lado están el río Miño y Portugal. El Monte de Santa Tecla propone una buena despedida para este viaje con los restos arqueológicos de un castro, el museo celta y las vistas de la desembocadura del río Miño en el Atlántico.
Con el final de los días en estas tierras de donde partieron muchos de nuestros abuelos, empezamos a entender el significado de la morriña. Tuvimos nostalgia por Galicia; comenzamos a extrañarla aun antes de partir.

MINIGUÍA

Cómo llegar
 
Iberia vuela desde Buenos Aires hasta Santiago de Compostela y el pasaje cuesta desde $ 15.903, con tasas. El pasaje hasta La Coruña cuesta, desde $ 15.884 (informes: www.iberia.com).

Dónde alojarse
 
A Coruña. Hotel Hesperia Finisterre, hotel cinco estrellas recientemente renovado y muy cerca de los atractivos principales de la ciudad como el centro de convenciones, el puerto y el centro histórico. La habitación doble cuesta desde 71 euros por noche (hotel@hesperia-finisterre.com).
Santiago de Compostela. Hay muchas opciones de alojamiento, pero si puede, dése el gusto de hospedarse en el Hostal de los Reyes Católicos, de la red Paradores de Turismo de España. Cuesta 155 euros la habitación doble con desayuno (www.paradores.es).
Sanxenxo. En el Hotel Carlos I Silgar, cuatro estrellas, la habitación doble cuesta 55 euros. Con desayuno, la tarifa es de 70 euros, mientras que con media pensión cuesta 106 euros (www.hotelcarlos.es).
Baiona. La habitación doble en el castillo reconvertido en el Parador Conde de Gondomar, un hotel es un lujo, cuesta 90 euros. Con desayuno, 120 euros y con media pensión, 180 (www.paradores.es).


Los soportales marineros de las casas –espacio cubierto, recova– son un sello de la localidad de Muros / Turismo de Galicia.

Dónde informarse

Oficina Española de Turismo en Buenos Aires: Paraná 1159, teléfono 4811-5989, buenosaires@tourspain.es. Horario de atención al público: lunes a jueves de 9 a 15 y viernes de 9 a 14.
www.spain.info
www.turgalicia.es
www.turismocoruna.com
www.concellofisterra.com
www.santiagoturismo.com
www.sanxenxo.es
www.baiona.org
www.riasbaixas.depo.es
www.concellotui.org
www.turismodevigo.org
www.cambre.es
www.concellopoio.com
www.concellomuxia.com


Fuente: clarin.com

MINIATURAS, FANTASÍA Y ABSURDO:
CUANDO EL ARTE NOS LLEVA DE VUELTA A LA INFANCIA

Las obras de Sebastián Gordín se inspiran en el cine clase B y en folletines de ciencia ficción de los años veinte.

El libro de oro de Scoop. Un robot emerge con violencia de una de las páginas de un texto imaginario. / MAMBA.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa








Un extraño efecto en el cielo: lo ven los personajes del artista Sebastián Gordín cuando están sentados, solitarios, en medio de paisajes de árboles desnudos; cuando son transportados en andas por una morsa gigante (es un autorretrato); o cuando miran televisión en lo alto de una obra en construcción.
Un extraño efecto en el cielo: ese es el título de la muestra retrospectiva de uno de los artistas argentinos contemporáneos más originales. Y ésa será nuestra guía para recorrer su exposición, recién inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA): cierta sensación de extrañeza reinando en el ambiente. Porque si usted va a la muestra, se encontrará con escenas –construidas a través de maquetas medianas, pequeñas y grandes– que narran situaciones fantásticas, cómicas, absurdas, algunas sacadas de cuentos infantiles y otras hasta terroríficas. “Pero cuando planteo una situación límite o de espanto, siempre hay una salida, un suspiro leve”, se preocupa en aclarar Gordín. Las escenas –el imaginario de Gordín– están inspiradas en el cine clase B, en las revistas y folletines de ciencia ficción, de terror y de fantasía pulp de los años 20.
Pero en esta muestra hay varias series diferentes de las obras del artista. Se trata de una retrospectiva, abarca toda su carrera. Están sus primeras pinturas, las de los años 80, cuando imaginaba escenas raras, ancladas en la realidad pero fantásticas. También hay trabajos –maquetas– que muestran íconos de la arquitectura del Siglo XX, como el Luna Park o el Gran Rex (pequeñas construcciones abstraídas, solitarias, realizadas a pura manualidad, milímetro y ahínco). Y resulta raro el cambio de escala, ver esos edificios inmensos en su versión pocket .
Hay un conjunto de cajas con agujeritos: asómese a mirar por allí, son los “Gordinoscopios”. Descubrirá paisajes inesperados. Y luego esa serie alucinante, hipnótica, de cajas con lluvia permanente. “Aguanieve”, las llama el artista. Son cajas de vidrio y dentro de cada se desarrolla una escena, generalmente con un solo personaje. Hubo tres cambios importantes, a partir de esta serie, en la carrera de Gordín: uno es que comenzó a utilizar el vidrio para “encerrar” sus escenas, y esto le permitió jugar con el reflejo, multiplicar algunas partes de las historias que contaba hasta el infinito. Otro es que dejó de utilizar materiales más irregulares y, a partir de aquí, fue exigiéndole al material ser cada vez más nítido, más exacto, más pulcro: ahora los árboles invernales son de metal, los pisos y paredes son de plástico. Y lo tercero es su gran interés: la luz. Este es el elemento que define, en todas las obras de Gordín de todas las épocas, el clima, que es su gran potencia. La luz indica qué tipo de tema está tratando; y es la que crea, en definitiva, esa “sensación de extrañeza”.
“Pienso que sigo siendo un pintor, a pesar de construir todo esto”, explica el artista, “porque trabajo con las mismas inquietudes de un pintor, con las mismas cuestiones plásticas. Me considero un artista plástico, aunque esta parezca ya una palabra vieja, en desuso”.
Todas las obras mencionadas hasta ahora, “La pileta de la calle Pontoise”, ”Vavonia”, “El niño”, “La muerte”, “El libro de Oro de Scoop” (del que emerge un robot), están en la planta baja del museo. Pero usted tiene que tomar ese ascensor que está en el pasillo y vivir la experiencia que lo aguarda en la segunda sala de la muestra, en el subsuelo: ahí sí que Gordín da todo lo que tiene para dar, de una forma perfecta, contundente, exquisita. Porque sí, su tema es la luz. Y en ese subsuelo, nada la interrumpe. Entonces los climas fantásticos de sus preciosas, pequeñas y delicadas escenas extrañas emergen en la oscuridad como agujeros en la noche; o intrigas. Y uno se acerca a ver qué es eso. Hay micro-salas de bibliotecas y museo solitarios, creados en deliciosa micro-marquetería. En una obra crece el pasto entre el encastre de la madera del piso: desolación. En otra, los libros se suceden lomo para arriba, uno tras otro: Gordín los construyó con madera de raíz. “Tiene otro movimiento”, dice. Todo, todo en esta exposición, teletransporta a un mundo muy lejano: aquél donde todo es posible. El que nace en la infancia.

Fuente: clarin.com