OTROS TIEMPOS, OTRAS REALIDADES

El nuevo libro de Eduardo Longoni, “Destiempos”, reúne series de fotos que revelan con belleza universos casi secretos de distintos puntos del país. 

SUBASTAN EN NUEVA YORK
DOS PINTURAS DE LA COLECCIÓN DEL NAZI GÖRING

Se trata de dos obras del pintor francés Jean-Baptiste Pater, "La cueillette des roses" y "Le musicien", estimadas entre 300.000 y 500.000 dólares. Las pinturas fueron recuperadas por el grupo "Monuments Men", que trabajaron para recuperar más de cinco millones de obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.


Cuatro pinturas robadas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, dos de las cuales fueron a parar a la colección personal del jerarca Hermann Wilhelm Göring, serán subastadas esta semana en Nueva York, anunció el lunes la casa de remates Sotheby's.
"Como muchos de los tesoros saqueados durante la Segunda Guerra Mundial, las obras provienen de famosas colecciones europeas y dos ellas fueron elegidas por el lugarteniente de Adolf Hitler y jefe la fuerza aérea, Hermann Wilhelm Göring, para su colección privada", dijo Sotheby's en un comunicado.
Las pinturas que salen a subasta fueron recuperadas por el grupo "Monuments Men", formado por más 345 expertos de 13 países que trabajaron para recuperar más de cinco millones de obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Las más importantes de las telas que serán rematadas son dos obras del pintor francés Jean-Baptiste Pater (1695-1736), "La cueillette des roses" (La recolección de rosas) y "Le musicien" (El músico), estimadas entre 300.000 y 500.000 dólares, ambas halladas en la colección de Göring.
Los cuadros pertenecían al barón James Mayer de Rotschild, que las había adquirido en el siglo XIX y a cuyos descendientes fueron restituidas tras la guerra antes de ser vendidas a su actual propietario.
El remate en Sotheby's tiene lugar una semana antes de la salida en Estados Unidos el 7 de febrero de la película del actor y director George Clooney sobre el grupo "Monuments Men".

Fuente: Revista Ñ Clarín

DESCUBREN VERSOS DE SAFO,
UNA DE LAS PRIMERAS POETAS DEL MUNDO

Los textos estaban en un papiro que un coleccionista le mostró a un experto de la Universidad de Oxford.

Musa. La artista griega vivió entre los siglos VII y VI antes de Cristo y enseñó a recitar poesía. / WWW.SARASUATI.COM



Por Charlotte Higgins

Safo es una de las poetas más misteriosas –también una de las más amadas– de la Grecia antigua. Sólo uno de sus poemas, de un total calculado en nueve volúmenes, ha sobrevivido completamente intacto. Por lo demás, se la conoce por fragmentos y retazos de versos, y aun así se la adora por sus delicadas composiciones de amor, añoranza y deseo.
Pero ahora se han descubierto dos obras desconocidas de la poeta lírica de Lesbos que vivió en el siglo VI a.C. Una es un poema prácticamente completo sobre sus hermanos; la otra, una pieza sumamente fragmentaria que aparentemente habla de un amor no correspondido.
Los poemas salieron a la luz cuando un coleccionista anónimo de Londres le mostró un trozo de papiro al Doctor Dirk Obbink, papirólogo de la Universidad de Oxford. Según Obbink, en un artículo que se publicará en los próximos meses, los poemas, conservados en lo que probablemente sea un papiro del siglo III d.C., “indudablemente” son de Safo.
No sólo los elementos del poema más largo se relacionan con fragmentos ya atribuidos a ella sino que además el metro y el dialecto en que están escritas ambas composiciones apuntan a la poeta griega.
El dato decisivo es la referencia a uno de sus tres hermanos, llamado Caraxo, cuya existencia merece dudas desde hace mucho, ya que nunca se lo menciona en fragmentos de Safo descubiertos con anterioridad.
Sin embargo, Herodoto, el historiador del siglo V a.C., nombró a ese hermano al describir un poema de Safo que cuenta una historia de amor entre Caraxo y una esclava en Egipto.
En este poema –aunque no es precisamente el que menciona Herodoto–, la escritora se dirige a sus oyentes al parecer para amonestarlos por dar por sentado el regreso de Caraxo por barco de un viaje de negocios.
Récenle a Hera, dice el narrador, “para que Caraxo pueda regresar aquí con su nave intacta; que lo demás quede en manos de los dioses, porque a menudo la calma rápidamente sigue a una gran tempestad”.
El poema luego dice que aquellos a quienes el dios Zeus elige salvar de las grandes tormentas están verdaderamente bendecidos y gozan de “una suerte sin par”. Y termina con la esperanza de que otro hermano, Larico, llegue a ser un hombre, “librándonos de una gran preocupación”.
Según Tim Whitmarsh, profesor de lenguas antiguas de la Universidad de Oxford, el poema puede leerse como un juego que trabaja sobre la Odisea de Homero y la idea de Penélope, que espera pacientemente en su casa el regreso de Odiseo. Safo con frecuencia reelaboraba temas homéricos en sus poemas.
Safo, que nació alrededor de 630 a.C., es famosa por sus poemas líricos de añoranza, a menudo dirigidos a mujeres y niñas.
La mención de sus hermanos Caraxo y Larico por nombre es un agregado importante a un conocimiento muy fragmentario de la vida de la poeta.

Fuente: clarin.com

"LA BUENOS AIRES POP NO EXISTE, PERO ESTÁ LA GENTE"

Ciudades
Marcó el arte en los 60 desde el Instituto Di Tella. Dice que esa huella la ve en el público de los museos y exige mejor programación.
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Rodeado. Junto a las figuras de Borges y Bioy, en La Biela. “La vocación la tuve clara de chico”, cuenta. / LUCÍA MERLE


Por Einat Rozenwasser

 

Edgardo Giménez dice que fue importante venir de una familia que no tenía planes para él. “No querían que fuera médico o abogado y eso me acortó los tiempos porque tenía una vocación clara desde chiquito”, explica. A los cinco años, cuando copiaba al gnomo Pimentón de la revista Patoruzito, pidió ayuda a su mamá. “Dibujaba mejor que ella. Y ahí me di cuenta de que los grandes no saben todo”, simplifica. Del dibujo al diseño gráfico, y de ahí a la publicidad, el arte, las instalaciones, las escenografías, la arquitectura y todo lo que haría después.
Era chiquito cuando su familia se mudó de Santa Fe a la Ciudad, y pronto empezó a trabajar en la ferretería de Puán y Directorio. “Necesitaban un chico para los mandados y me dejaban hacer las vidrieras. A los nueve años hice mi primera exposición en la vidriera de Caballito, muy festejada por las doñas que iban a comprar a la feria. Era sobre insecticidas, entonces expuse todos los envases, hice un rosal con rosas y hojas de papel crepé y hormigas de cartón con patitas de alambre: las que subían no llevaban nada y las que bajaban tenían pedazos de las rosas. Fue un gran suceso”, recuerda.
A los 13 pasó a trabajar como cadete en una agencia de publicidad y descubrió que existía el sector “arte”. “Como cadete fui un fracaso total, pero me sirvió porque cuando iba a los medios de comunicación para entregar las piezas recorría el centro de la Ciudad y visitaba todas las galerías”, sigue. A los seis meses formaba parte del equipo de arte. Otra vez, el recorrido es larguísimo e incluye hitos como la vaca de los caramelos Mu Mu o afiches de artistas de todos los rubros que tuvieron repercusión en Alemania y Suiza.
-Para ese momento ya formabas parte del Instituto Di Tella...

-Un lugar con un empresario joven como Guido Di Tella, que se animaba a ser criticado de manera fatal. Esos “disparates”, como llamaban a lo que pasaba ahí, después de 50 años siguen siendo considerados hitos culturales del país. Nada de lo que existe ahora se parece: y no es una cuestión de plata, es una cuestión de cabeza.
Para hablar de Jorge Romero Brest (director del Instituto, con quien siguió trabajando en Fuera de caja) cita el diálogo que tuvo con la madre de Di Tella en el debut de La Menesunda (la instalación de Marta Minujín). “Ella salió espantada y le dijo: ‘Pero Romero, es un parque de diversiones’. Y él respondió: ‘¿Quién dijo que un parque de diversiones está mal?’”, se ríe.
-¿Y qué pasaba alrededor?

-El pop se adueñó de todo. La gente de las oficinas del centro iba al Di Tella antes de volver a su casa para “ver qué estaba pasando”. Eso no se vio nunca más. Que existiera ese lugar en un momento donde todo estaba prohibido y todo era pecado era una cosa milagrosa. A nosotros nos llamaban como modelos para revistas de moda.
-Con Dalila Puzzovio y Charlie Squirru hicieron aquel afiche de “¿Por qué son tan geniales?”...

-Yo trabajaba en publicidad y conocía los medios. Un día les dije que sería interesante, dado que a las galerías de arte iba siempre el mismo público, promocionarlas de una manera publicitaria. Pensé que era un cartel que se iba a ver por dos meses y punto, pero se transformó en una especie de ícono de los 60. Y lo sigue siendo.
-¿Existe una Buenos Aires pop?

-Creo que no existe, pero hay cantidad de cosas donde sí se nota que eso ha pasado por el país. Lo descubrí por el público, por la gente que va a los museos.
Se refiere al fenómeno que causó el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, donde expone una estatua de diez metros de Moria Casán: Monumental Moria.
-Ese tipo de eventos mueve mucha gente pero eso no siempre se refleja en la convocatoria de los museos, ¿por qué?

-La gente no se acerca porque no es interesante. En la época de Glusberg (dirigió el Museo Nacional de Bellas Artes de 1994 a 2003) había un millón y medio de visitas anuales. Te seduce la programación.
-¿Cuál es la vanguardia actual?

-Dejar de romper cosas. La vanguardia es crear un nuevo orden, una nueva manera, y estamos esperando que llegue.


Fuente: clarin.com

EL POETA CON MÍSTICA TANGUERA

Evaristo Carriego describió como pocos en sus versos al barrio, los cafés y los guapos.
Su mirador en Palermo. La casa en la calle Honduras, entre Bulnes y Mario Bravo, donde Carriego vivió. Hoy es una biblioteca pública.
/GERMÁN GARCÍA ADRASTI



Por Eduardo Parise

Es curioso y llama la atención. El hombre nunca escribió un tango pero en su obra siempre aludió a elementos muy tangueros como el barrio, las novias solas, los hombres con secretos llenos de tristezas… Por eso se lo menciona como “el primer espectador de nuestros barrios pobres”, según definición de Jorge Luis Borges. Y hay otra curiosidad: a pesar de haber pintado en sus escritos la vida y las cosas de la Ciudad, ni siquiera había nacido en Buenos Aires. Su nombre completo era Evaristo Francisco Estanislao Carriego. Sin embargo, en sólo 29 años de vida, se convirtió en Evaristo Carriego, de profesión poeta.
Había nacido en Paraná, Entre Ríos, el 7 de mayo de 1883. Cuatro años después, la familia se mudó a La Plata. Y cuando el chico ya había cumplido los 6, hubo otro cambio, esta vez para siempre: se instalaron en Honduras 84 (hoy 3784, entre Bulnes y Mario Bravo). En aquel barrio, Evaristo iba a encontrar el atalaya, ese mirador especial, que lo conectaría con la vida en los suburbios de una ciudad que se llenaba de inmigrantes y mezclaba idiomas en una Babel rioplatense. Si La Boca y Barracas eran el Sur del arrabal, Palermo y el vecino arroyo Maldonado, lo eran en el Norte. Sólo alcanzaba con mirar.
Después de la primaria y algunos años de secundaria, lo orientaron para que hiciera una carrera militar. Pero, por suerte, su miopía le jugó en contra y el adolescente cambió el destino de la espada por el de las palabras. Además, en 1906, se hizo masón ingresando a la Logia Esperanza.
Ya la vida bohemia se había convertido en su razón de ser y empezó a frecuentar redacciones anarquistas como la de “La Protesta”. Después publicaría en “Ideas” y “Caras y Caretas”. También estaban los cafés inspiradores como “Los Inmortales”, donde imponía sus versos. Para entonces ya estaba fascinado con el nicaragüense Rubén Darío y con el argentino Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte). Y amaba la historia, en general, y la vida de Napoleón Bonaparte, en especial.
En 1908, Carriego publicó su primer libro de poemas. Se titulaba “Misas herejes”. Las “misas” eran mensajes y eran “herejes” porque estaban fuera de lo que se consideraba rectitud. En aquellos cinco “sectores” que formaban el libro (“Viejos sermones”; “Envíos”; “Ofertorios galantes”; “El alma del suburbio” y “Ritos en la sombra”) estaba lo que después se conocería como “la mística tanguera”. Algo que se acentuó con los poemas póstumos publicados en 1913 (Carriego murió en octubre de 1912) bajo el título “La canción del barrio”, donde estaban los guapos, el café, el barrio y hechos cotidianos como, por ejemplo, un casamiento o un velorio.
“El libro sin abrir y el vaso lleno/ Con esto para mí nada hay ausente/ Podemos conversar tranquilamente:/ La excelencia del vino me hace bueno” , escribió alguna vez ese poeta que siempre vestía de negro o azul oscuro. También escribió: “Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos / reviven en las noches de verano!.../ Se queja una guitarra allá a lo lejos/ y mi vecina hace reír al piano” .
Para algunos murió por una peritonitis; para otros, por algo más acorde con un poeta como él: tuberculosis. Lo cierto es que Evaristo Carriego caló hondo en la historia bohemia y la literatura popular de Buenos Aires. Su influencia se iba a reflejar después en otros poetas y escritores.
Entre ellos un muchacho que tampoco era de la Ciudad (había nacido en Añatuya, Santiago del Estero) y sin embargo también se mantiene como uno de sus referentes literarios y culturales más preciados. En los registros aparece bajo el nombre Homero Nicolás Manzione, aunque en la memoria se lo recuerda solamente como Homero Manzi. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

ENTRE EL ABSURDO Y EL ESPANTO:
ASÍ ESPIABA LA STASI

Después de años de revolver los archivos abiertos con la caída del Muro de Berlín, el fotógrafo Simon Menner compiló en un libro un registro visual inédito de la vigilancia en Alemania Oriental, que es también una oportunidad para reflexionar sobre cómo el mundo entero, aún hoy, opera en secreto.

Por Marcela Mazzei

 

Cuando cayó el Muro de Berlín –hace ya casi 25 años–, quedaron al descubierto los archivos de la antigua República Democrática Alemana (RDA) y, entre ellos, los del Servicio de Seguridad del Estado, también conocido como la Stasi. Años de llenar solicitudes le permitieron a Simon Menner acceder y descubrió allí las increíbles fotografías que recopiló en Top Secret. Imágenes del archivo de la Stasi (Hatje Cantz), un libro que tiene el mérito de ser el primer registro fotográfico publicado de los archivos de la policía secreta de Alemania del Este.
Entre una enorme cantidad de imágenes –en la Stasi trabajaban casi 300.000 personas, muchas más en proporción que en la CIA o la KGB–, Menner hurgó durante más de dos años y armó varias series que hacen cortes transversales y apuntalan la reflexión. Porque además del registro visual de la historia alemana, emerge un estudio sobre la vigilancia incluso en la actualidad, y también es un porfolio muy peculiar y divertido de recorrer.
Ahí están los francotiradores ocultos entre los árboles, los funcionarios poniéndos trajes oficiales, pegándose bigotes postizos y haciéndose señas, las fiestas de disfraces, las polaroids de casas particulares para revisarlas en ausencia de sus ocupantes y dejar luego todo en su lugar, los agentes occidentales capturados por fotógrafos amateur y las cafeteras como prueba del vínculo con el otro lado del conflicto. Pero incluso las fotos de personas felices forman parte del corpus por razones de espionaje.
Puesto bajo la lupa, el caso de Alemania Oriental es también paradigmático en la apertura y difusión de sus archivos, aunque con permisos y burocracia. Porque aunque solicitó autorización, Simon Menner hasta ahora no pudo acceder a las fotos de la misma época de los servicios secretos británicos o alemanes federales. ¿Serían muy diferentes las imágenes del la CIA?



El Ministerium für Staatssicherheit (Departamento de Seguridad del Estado) de la antigua República Democrática Alemana fue uno de los mayores aparatos de vigilancia de la historia y su registro de la vida íntima de los ciudadanos era minuciosa y siniestra. La historia y las prácticas de la Stasi han sido bastante bien documentadas, en los últimos 25 años. El libro de Menner viene a reponer un registro visual claro de los métodos, tácticas y accesorios utilizados por los agentes de espionaje. 


Algunas de las fotos más interesantes son de seminarios destinados a enseñarle a los recién ingresados a la Stasi cómo disfrazarse solos.


El hombre de la foto muestra un sombrero de piel bien calzado, lentes de sol con montura dorada y un bigote falso. El mismo hombre, al lado, aparece en otra fotografía con una peluca y un conjunto de camisa y cardigan al estilo de 1970. ¿Casi irreconocible? 


Esta foto fue tomada en la fiesta de cumpleaños de un oficial de alto rango, donde los invitados tenían que ir vestidos como miembros de grupos demográficos bajo vigilancia de la Stasi, como los atletas, bailarines, académicos, activistas por la paz y religiosos. 


Aunque parecen absurdas, incluso divertidas, estas fotografías documentan las medidas represivas adoptadas por un Estado totalitario con el fin de crear el terror y el miedo entre la población. Dan testimonio de una invasión de privacidad. Al hacerse públicas en un libro y exhibiciones, se planteó la cuestión de si no había una doble invasión de la privacidad. Consciente de este problema, Simon Menner considera que es más importante mostrarlas para estimular el debate público. La discusión no incluye sólo a las actividades de la Stasi sino que debe tratar de responder a cuestiones más amplias sobre la vigilancia y la privacidad.


La foto de este joven que hace dedo y sostiene una botella de cerveza proviene de un manual de disfraces de la policía secreta de Alemania Oriental. 
 

Quizás las fotos más desconcertantes que Menner encontró durante su investigación fueron aquellas que no siquiera tenía idea que existían: eran las fotografías de espías de la Stasi fotografiando otros espías. Entre las potencias aliadas había pequeñas unidades a las que se les permitió moverse libremente entre Alemania Oriental y Occidental: las Misiones Militares de Enlace (MLM). Ambas partes consideran estas "misiones" una oportunidad ideal para espiar a la otra. Cada vez que una unidad de soldados de MLM viajó a través de Alemania Oriental, la Stasi hizo todo lo posible para observarlos. Cada lado estaba muy consciente del hecho de que la otra parte sabía lo que estaban haciendo . Y eso es exactamente lo que vemos en estas fotos: un círculo interminable de conocimiento recíproco. Según Menner, esta es una imagen típica de la Guerra Fría. Y es por eso que el artista está investigando si las fotografías comparables se conservan en los archivos de los aliados occidentales. 


Fuente: Revista Ñ Clarín
Lafoto de este joven que hace dedo y sostiene una botella de cervezaproviene de un manual de disfraces de la policía secreta de AlemaniaOriental.

EL MUSEO SE CONVIERTE EN UN SET DE FILMACIÓN

El MAMBA sigue así consolidándose como un novedoso centro de arte. Y es gratis.


Artistas trabajando. Uno de los artistas durante la filmación en vivo adentro del museo. /RODRIGO COCIÑA








Por Mercedes Pérez Bergliaffa
“Aquí en el sur los gigantes eran hermafroditas. Se escondían en la cordillera. Debes seguir su sangre: ella es condensación de luz”. Las palabras –misteriosas, dichas por una voz en off, casi un murmullo– marcan el ritmo de “Los Andes”, una de las animaciones que desde el miércoles se pueden ver en La bella y la bestia, la exposición que los artistas chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña inauguraron en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA).
Todo en esta muestra adquiere la forma de un cuento. Pero éstos no son ni cuentos de hadas infantiles, ni tienen un final feliz. Son cuentos que rozan la Historia, los sueños y las pesadillas, y la forma y los contenidos que poseen ciertas leyendas. A veces hasta tienen un costado epopéyico. Por eso también aparecen en ellos personajes monstruosos, escenas imposibles y, de repente, objetos o muñecos con cierto aire heroico (pero de héroe triste, denso, gris, casi marginal).
En los cuentos, narrados mediante animaciones realizadas en stop-motion, es decir, hechas en una de las técnicas posibles para hacer animaciones, mediante la cual los objetos estáticos van adquiriendo vida a través de la sucesión rápida de innumerables fotografías en las que ellos mismos van cambiando de posición o movimiento (algo parecido a lo que ocurrió, allá lejos y hace tiempo, con los viejos fotogramas utilizados en los comienzos del cine, o con algunos pioneros de la animación como James Stuart Blackton, el gran Segundo de Chomón y hasta el propio George Méliès y ya después de los años 50, con las animaciones de bajo costo de los países socialistas liderados por la Unión Soviética (URSS), en los que el Estado fomentó fuertemente –en tiempos previos a la caída del Muro– la animación). Las formas se deshacen, los colores cambian, los objetos se desintegran: estas animaciones tienen mucho de dibujo y de pintura, mucho del lenguaje plástico en su veta más artesanal y menos digital.
Pasa que los cuentos de León & Cociña no fueron contados a través de filmaciones de la realidad lisa, pura y llana, sino que, al contrario, en ellos toda realidad fue inventada a golpe de manualidad, oficio y edición. Usted mismo lo podrá ver claramente si va a la exposición, porque los artistas decidieron instalar en medio de ella el set de filmación de “La casa lobo”, la animación que están realizando en la actualidad. 


“La casa lobo” (en proceso). Una de las impactantes imágenes de esta muestra. / LEON & COCIÑA.

En la obra, cuentan la historia de una joven alemana que cada vez que quiere irse de su casa, ésta toma vida propia y la atrapa. Los artistas decidieron instalar el set en el MAMBA para poder ir mostrando en vivo y en directo todos los pasos del proceso de realización de sus animaciones, y posibilitar, así, que el público pueda hacer preguntas.
“Hicimos una experiencia parecida en el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile”, comenta Cociña, mientras camina por la muestra junto a su curador, Javier Villa. “Ahora vamos a estar trabajando también dentro de un museo, continuando la realización de nuestro primer largometraje (“La casa lobo”), del cual sólo hay hechos 20 minutos. Cada tres días mostraremos los adelantos de la filmación en un monitor.” En la exposición también se muestran tres cortometrajes previos de los artistas. Se trata de “Lucía” y “Luis” –que junto con “La casa lobo” forman una trilogía–, y “Los Andes”, una obra de tres minutos de duración, de oscuro encanto. “Esta animación trata sobre ciertas líneas esotéricas que sostuvo el nazismo en la Patagonia chilena”, explica Cociña, “sobre el mito del origen de América explicado desde la óptica del escritor nazi chileno Miguel Serrano. El sostenía que en el origen del continente existían unos gigantes albinos, y que los mapuches se relacionan con eso.” Puede verse, en la filmación, cómo unos muñecos –con algo de marioneta hecha de papel, alambre y cinta scotch, a tamaño casi natural– van moviéndose por la escena, cambiando de forma, fundiéndose de repente con las paredes, con un reloj, con las ventanas y con el propio suelo.
Estas animaciones no son graciosas, estos cuentos no son románticos. Aquí no hay princesas, dragones, ni zapallos convertidos en carrozas. Sí aparece un mundo que se podría definir como pesadillesco o mágico, donde lo grave y lo grotesco ocurre. Y siempre está esa voz en off, que nos va contando un relato, que nos seduce suavemente. Ella –marcando el ritmo, el tiempo–, nos acuna igual que cuando eramos chicos, mientras los personajes van saltando por las pantallas, por las proyecciones, transformándose. El efecto es embriagador. Dicen que quien escucha un cuento cae encantado. En la exposición de León y Cociña, parece que es así.

Fuente: clarin.com