Al contrario de lo que pasa con las grandes figuras del arte  internacional, al australiano Ron Mueck (Melbourne, 1958) no le gusta el  llamado “mundillo del arte” y tampoco hablar sobre su obra. “Lo único  que quiere respecto al arte es estar en su taller trabajando”, explica  amablemente Grazia Quaroni –curadora italiana de la Fondation Cartier de  París y de la muestra que Mueck inaugurará el sábado en la Fundación  Proa. Allí se expondrá la espléndida Ron Mueck; y será la primera vez que sus trabajos se muestren en América del Sur. 
En  Proa, las nueve esculturas de Mueck  (lleva hechas nada más que 40)  representan figuras de personas, salvo una que es la de un pollo a medio  degollar y desplumado y se llama Naturaleza muerta,  igual que el género típico de la historia del arte. La diferencia es que  está presentado de forma insólita: a escala gigante, en formato  escultura y con detalles innumerables. 
Más tarde la curadora dirá  que, para un artista como Mueck, que presta tanta atención a las  pieles, que trabaja con un nivel de observación extremadamente incisivo,  poder realizar la piel de un pollo a una escala tan grande es una  celebración. Y justamente lo que intriga, impresiona e interpela en esta  muestra es el nivel de detalle extremo. Las obras de personas  parecen más reales que la realidad misma: tienen canas, grosores y  pesos; las pieles tienen venas, arrugas y callos, y hasta cierta  rosácea, ojeras, colgajos que demuestran el paso del tiempo y pliegues  nada compasivos. “Claro que esto no se trata de hiperrealismo, no tiene  que ver con esa corriente artística. Para eso, las esculturas deberían  tener una escala 1 a 1; y éstas no la tienen”, explica Quaroni. Pero si  esto no es hiperrealismo, ¿entonces qué es? “Es una forma de realismo  muy rara que pocos artistas en el mundo realizan”, explica la curadora.  Sus primeros trucos los aprendió con su familia, tradicionales  fabricantes de muñecas. 
Ahora, sus muñecos son más grandes y la  escala es precisamente un aspecto fundamental de su obra. Sus hombres y  mujeres son, o gigantes, o muy pequeños: uno –parado al lado- puede ser  una hormiga o lo opuesto, un Goliat. 
El primer trabajo de la exposición es Máscara II;  y es una de las obras más antiguas del artista. Fíjese que tiene un  solo costado y que además, está hecha en resina –una materia dura–  mientras que para el resto de las obras Mueck usó silicona –un material  mucho más flexible, semejante a una goma. “Esa primera máscara de Mueck  podría ser un autorretrato, aunque el artista no lo considera así”,  explica Quaroni. “En realidad, ninguno de los personajes de la  exposición son una persona determinada sino alguien que el artista  imaginó. Aunque a veces pueden estar basados en la realidad”.
El hombre en el bote – Deriva – pareciera ir hacia el fin de todo lo existente. La pareja anciana, gigante, ubicada en medio de la sala – Pareja debajo de una sombrilla  –, no se abraza: se agarran por el brazo. Ella tiene anillo, él no.  “Estas esculturas actúan como disparadores de historias: significan todo  lo que cada uno de ustedes se imagine”, cuenta Quaroni. La mujer con el  bebé: ella mira al frente; y el bebé la mira a ella, sin respuesta. 
Muy  pocas veces –o quizás, nunca más– podrá ver una exposición tan  movilizante e impresionante como ésta. Vaya a Proa. Reconózcase a sí  mismo en estas personas supra-reales . Y observe un detalle que  no es nada menor: ninguna de ellas, nunca, a pesar de toda su realidad,  lo mirará directamente a los ojos.
Agenda
Ron Mueck
Cuándo: Hasta el 23 de febrero, de martes a domingo, de 11 a 19.
Lugar: Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929)
Entrada: Público general $15. Docentes y estudiantes $10. Jubilados $5. Martes, gratis. 
      
Fuente: Revista Ñ Clarín