Retrospectiva. La figura de Raquel Forner se recorta en las obras y documentos exhibidos en el Muntref.
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"El encuentro" de Raquel Forner. 1975, óleo sobre tela, 160 x 200 cm.
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Por Marina Oybin
Raquel Forner: presagios e invenciones de la modernidad , en el Museo de la Universidad de Tres de Febrero (Muntref), reúne más de medio centenar de deslumbrantes pinturas, dibujos y grabados en los que Raquel Forner, una de las artistas más destacadas del arte argentino del siglo XX, desata su singular, potente, cosmogonía. Hay también un gabinete con documentación y libros de la biblioteca de la artista que evidencia diversidad de intereses e inquietudes pictóricas. La de Forner fue una mirada atenta tanto a los debates de la historia del arte como a los de su tiempo. Heterodoxa, inquieta, Forner transitó con comodidad por todos los ismos. Pasó por el surrealismo, deconstruyó la figuración con el expresionismo abstracto y el informalismo.
Los caballos huyen espantados, un templo se hunde rodeado de lava, las columnas antiguas se quiebran como ramas, los personajes femeninos, que evocan la pérdida de los sentidos, sufren enlazados por una macabra serpiente. Es “Presagios”, una pintura de 1931 basada en alegorías que Forner hizo cuando viajó a Italia. La posible erupción del volcán Vesubio queda en segundo plano: la imagen desoladora deviene una prefiguración del mundo contemporáneo, donde avanza sin pausa el fascismo.
“Mujeres del mundo” es una obra de la serie España , con eje en la Guerra Civil española. “La figura central es América, inclinada a la tierra con un haz de espigas. América está en paz, pero a ella llega el clamor del mundo”, señaló Forner sobre su obra. Con este lienzo, comenzó un ciclo de obras dramáticas en las que la artista puso el foco en la fragilidad y el dolor humanos. El interés por la guerra civil remite a su propia vida. Su padre era valenciano. Forner llegó a decir: “Comencé a pintar realmente cuando estalló la guerra en España”.
La retrospectiva, que no sigue un orden cronológico, incluye una serie de pinturas y dibujos sobre diálogos realizados en distintos períodos. Son intercambios imposibles. En “La conferencia”, la palabra está obturada por la condición inanimada de los personajes pétreos. “Forner está pensando los diálogos como continuidad de los conflictos humanos”, explica Diana Wechsler, curadora de la muestra.
En la sombría pintura “Amanecer”, de la serie El drama , entre ahorcados, calaveras, serpientes y cuerpos que emergen de la tierra seca, la figura que representa a la Humanidad ocupa el centro de la escena. Protege un manto con imágenes que aluden al trabajo y la familia. Cerca, acechan las figuras de la muerte, el hambre y el dictador. “A la derecha, los prisioneros, las víctimas, con las manos atadas. Detrás, los criminales de guerra caen en el abismo. Un ahorcado en el páramo y, en el fondo, paracaidistas, símbolo de la agresión, que se hunden en un lago tenebroso. Un espectáculo de verdad dantesco a pesar de lo promisorio del título”, señaló el crítico Guillermo Whitelow en su libro Raquel Forner.
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"Estudio para el retablo del dolor" de Raquel Forner. 1943, lápiz sobre papel, 45 x 30 cm. |
En ese submundo con guiños a la tradición clásica que la artista despliega con exuberancia, hay enjuiciamientos, ahorcados, serpientes como engendros del mal y calaveras. Entre la destrucción, la mujer es símbolo de salvación. La sangre y la estética del fragmento irrumpen en las atroces escenas de su serie del dolor, ligada a la Segunda Guerra Mundial. “Esta corporeidad que Forner mantendrá a lo largo de sus primeras series confiere a sus personajes cierta majestad estatuaria”, escribió Whitelow.
Desde los años cincuenta, y hasta su muerte, Forner dio un cambio drástico en su producción: empezó a trabajar desde la gestualidad. Disparó sus maravillosas series del espacio: la serie de la Luna, de los Laberintos, de los Terráqueos, de los Mutantes. Buscó nuevos seres que habitaran un universo bello, alejado de la guerra, el desamor y la crisis de Occidente.
En una foto de la muestra se ve a la artista junto a la figura de un astronauta de la NASA. Raquel Forner saltó al vacío: se reinventó como artista. Con procedimientos ligados al surrealismo, creó personajes lúdicos, pura gestualidad y formas orgánicas. Para ella, la epopeya espacial ayudaría a humanizar al hombre que desató la destrucción en la Tierra. En ese mundo de colores fulgurantes, habitado por astroseres, astrominotauros, engendros de la astrofauna y lunas fulgurantes, también hubo sombras.
Prodigiosa capacidad de barajar y dar de nuevo la de Forner. Intensidad para volver a pensar sus propias creaciones. Libre, indómita, inclasificable, se definió a sí misma como “pintor” y se negó a que la llamaran pintora, en una época en que las mujeres de la alta sociedad se dedicaban a las naturalezas muertas.
Forner miró la realidad de su tiempo. Lo social nunca le pasó por el costado: disparó pesadillas y visiones apocalípticas. “Siempre traté de dar en mis cuadros algo más que una intención plástica. Hasta algunas de mis naturalezas muertas quisieron reflejar, en los momentos en que las componía, un sentido cósmico. Entonces la realidad no era tan apremiante. Luego vino a mí el clima del mundo. De ahí que haya necesitado renovarme, o más bien dicho, completarme. Es común oír hablar mal de la pintura anecdótica; yo misma lo haría, cuando en esa pintura no existe más que el tema sin dársele perdurabilidad plástica. (…) Como mujer y como pintora he tratado de unir al tema que más me angustia lo más puro de mis experiencias de artista. Mi lenguaje es el del arte, pero mi corazón es de la vida”, dijo la artista en una entrevista, en 1938.
Forner desató un universo de símbolos nutridos, intensos. “Siento un mundo de realidades metafísicas que escapan a mi inteligencia y quiero expresarlas con mi pintura. Un mundo de magia y misterio que aterra mi alma y quiero captarlo y liberarme por mi arte”, confesó.
Sus obras producen en el espectador un efecto hipnótico. Imposible olvidarse de las miserias inenarrables o de esas mujeres con sus sentidos adormecidos o muertos. Y, ya en su última etapa, del renacer de la humanidad. Porque, desde sus distintas series y personajes, desde los más doloridos hasta aquellos seres del futuro, Forner pone el foco en la condición humana. En sus pliegues más profundos, se hunde en heridas trágicas y anhelos de felicidad en otro mundo.
Raquel Forner básico
Nació en Buenos aires en 1902 y falleció en 1988.
Se graduó en la Academia Nacional de Bellas Artes. En Francia se vinculó al Grupo de París, integrado por Butler, Basaldúa, Bigatti, Berni y otros.
Fundó los Cursos Libres de Artes Plásticas junto a Guttero, Domínguez Neira y Bigatti, con quien se casó.
Sus obras integran las colecciones de importantes museos del mundo como el MoMA de Nueva York y el Museo de la NASA de Washington, donde realizó un mural para el nuevo edificio de la OEA en 1982.
FICHA
Raquel Forner
Presagios e invenciones de la modernidad
Lugar: MUNTREF, Valentin Gómez 4838, Caseros.
Fecha: Hasta el 15 de diciembre.
Horario: Lunes a domingos, 11 a 20.
Entrada: Gratis.