Una vasta exhibición,
que reúne obras de formato pequeño de artistas de varias galerías
porteñas, destaca líneas y temáticas narrativas en el arte argentino.
Agrupadas por autor y por galería -participan con sus artistas,
invitadas por Rubbers, Gachi Prieto, Dacil Art, Aldo de Sousa y Elsi del
Río-, las diferentes visiones de Historias mínimas rondan sin embargo
algunas constantes: el paisaje (Sonia Etchart y, de manera original,
Teresa Pereda), la sociedad y la vida urbana (Liliana Golubinsky y
Daniel Corvino), el cuerpo (en todo el conjunto escultórico
seleccionado, de Tulio Romano a Alexis Minkiewicz), las fantasías
animadas (Benito Laren, Carolina Antoniadis, Mariana Vidal y Fabio
Risso, entre otros) y los relatos encriptados de las variaciones
abstractas (Carolina Cerverizzo y Tulio de Sagastizábal). Rubbers aporta
además obras de grandes maestros: bocetos teatrales de Xul Solar, un
retrato de Antonio Berni, los trabajos de Luis Felipe Noé sobre Las
venas abiertas de América Latina, y otros de Lino Spilimbergo, Ary
Brizzi, Juan Doffo y Manuel Álvarez. Mención aparte merecen los óleos
esmaltados de Tito Pérez, docente de artistas cuya obra, de resonancias
poéticas y filosóficas, encuentra en el recorrido una hondura
inesperada.
El título de la muestra -que no en vano evoca el film
homónimo de Carlos Sorín, ya que permite que los espectadores hagan foco
en situaciones formuladas plásticamente, como en una escena, a través
de personajes y circunstancias cotidianas o recortes ópticos- también
propone una revisión de las historias del arte nacional. ¿La opción por
lo mínimo responde a un contexto "débil" (en proyectos, en movimientos,
en ventas)? ¿Imitan en la actualidad las galerías tradicionales las
estrategias de las galerías alternativas? ¿En qué medida un guión
curatorial es eficaz? Éstas y otras cuestiones -además de un paseo que
establece diversos atajos y giros (incluso algunos cul-de-sac) en la
producción visual local- resuenan en la colectiva ideada por Mariana
Povarché.
Un poco de pasto vale oro en el cielo, de Azul Caverna.
Con
un repertorio exiguo de segmentos y grafismos, más una paleta sedosa y
vital, la primera muestra individual de Azul Caverna (seudónimo de un
artista mendocino nacido en 1979) no parece la de un aficionado sino la
de alguien que hubiera alcanzado, durante el acto de pintar, un estilo
propio. Sus conjuntos de barras, que semejan lomos de libros en una
frágil biblioteca o teclas negras de un piano desarticulado e invisible,
se imponen al espectador como textos de una escritura incipiente.
Pulidos, precisos, insistentes, sus trabajos en óleo en
barra y crayón sobre papel modulan deconstrucciones morfológicas -como
el tríptico Desarrollo en negro- o cromáticas, como Lo que va a suceder.
Integran la muestra dibujos en tinta que repiten hasta el infinito un
patrón minúsculo, semejante a una letra desconocida; otros con
torbellinos de signos sobre aparentes capas de moho -producto del
frotado del óleo- y una obra conjunta con su pareja, Martina Quesada
(Houston, 1987), también artista de Van Riel. En Le feu, el fuego, the
Fire, Caverna rellena el par de figuras geométricas fracturadas de
Quesada con un laberinto de trazos candentes e incombustibles. Fuente: ADN Cultura La Nación
Varios
artistas argentinos contaron a adncultura cómo viven en la capital
alemana, que convoca a colegas de todo el planeta con su estilo bohemio y
su bajo costo de vida. Entre ellos, se destacan el tucumano Tomás
Saraceno y el danés Olafur Eliasson, creadores de megainstalaciones de
espíritu universal inspiradas en este clima cosmopolita
BERLIN.-Se promociona
como la "ciudad del cambio". Y lo es. Después de las profundas heridas
que dejó la Segunda Guerra Mundial, resurgió de las cenizas y se
reinventó a sí misma, hasta convertirse en uno de los principales
centros de arte del planeta.
Atraídos por la libertad creativa, la infraestructura y
el bajo costo de vida de la capital alemana, donde se puede conseguir
un departamento de tres dormitorios por 500 euros por mes, aquí conviven
cientos de artistas de los cinco continentes. Entre ellos, muchos
argentinos, como Tomás Saraceno, Charly Nijensohn, Edgardo Rudnitzky,
Miguel Rothschild, Manuel Esnoz, Marula Di Como, Celina González Sueyro,
Dolores Zinny, Juan Maidagán, Eva Pedroza y Ariel Lo Manno. En diálogo
con adncultura , varios de ellos coincidieron en que Berlín cambió en
forma radical en esta última década.
Lo confirmó luego Abaseh Mirvali, curadora de los
espacios U-Turn en arteBA y LUPA en ArtRio, durante una cena en un
exclusivo restaurante de la ciudad. Mientras pedía un schnitzel
, plato típico idéntico a la porteña milanesa, la ex directora de la
Fundación/Colección Jumex de México confesó que decidió radicarse en
esta capital porque aquí vive gran parte de los artistas que le
interesan.
En Berlín tiene su principal taller el danés Olafur
Eliasson, uno de los artistas contemporáneos más reconocidos. En una
antigua fábrica de cerveza montó un estudio donde trabajan unas
cincuenta personas -artesanos, arquitectos e historiadores del arte- y
forma a las nuevas generaciones en colaboración con la Universidad de
Arte de Berlín (ver recuadro).
Admiradora de la educación alemana, Celina González Sueyro está haciendo una residencia en Berlín: Foto: LA NACIÓN
También
aquí crea sus megainstalaciones el tucumano Tomás Saraceno,
representado por la galería Esther Schipper, que luego de haber expuesto
sus trabajos en la 53a Bienal de Venecia en y en el MET neoyorquino
acaba de sorprender en Düsseldorf con su obra En órbita , por la que se puede caminar a 20 metros del piso.
Bajo perfil
Pese a la espectacularidad de estos proyectos de
trascendencia mundial, Berlín cultiva el bajo perfil. Aunque tiene
decenas de galerías de arte -varias internacionales-, muchas de ellas no
dan a la calle. O no tienen un cartel que las identifique, como es el
caso de Johann König, donde semanas atrás se inauguró una muestra de la
argentina Amalia Pica. Lo único que se puede ver en la página web de
Neugerriemschneider ( www.neugerriemschneider.com
), representante de Eliasson, Ai WeiWei, Tobias Rehberger y Rirkrit
Tiravanija, es el siguiente mensaje: "Si quiere contactarnos, por favor
mándenos un mail".
Compositor polifacético, Edgardo Rudnitzky colabora con Jorge Macchi.
Una gran vidriera
"A mí me atrajo el espíritu bohemio de Berlín. Su
variedad me inspira", dice Esnoz, que llegó por primera vez a esta
ciudad en 2004, con un grupo de más de veinte colegas argentinos que
participaron de los festejos del décimo aniversario de la hermandad
Berlín-Buenos Aires (ver recuadro). "Por otra parte, Berlín es una gran
vidriera: está absolutamente proyectada hacia el exterior", agregó el
pintor, representado por la galería neoyorquina Kravets/Wehby.
Esta ciudad concentra a creativos de todo el planeta,
que suman aportes de distintas disciplinas. El escultor Ariel Lo Manno
llegó a la ciudad hace cinco años y al poco tiempo comenzó a trabajar
con artistas de Japón, China, Estados Unidos. Tres años más tarde, el
grupo reunía a casi cien colegas de distintos países.
En su taller, Manuel Esnoz escucha hablar a los vecinos en varios idiomas.
"Berlín
es multicultural", coincide la joven Eva Pedroza, hija de la pintora
Ana Eckell, que estudia becada en una universidad. "Es una ciudad
cosmopolita, donde hay mucho diálogo", agrega Celina González Sueyro,
que está participando de una residencia y expuso en la galería Kwadrat,
de Martin Kwade.
La diversidad étnica se nota especialmente en el barrio
de Kreuzberg, el preferido por los artistas, que huyeron de Mitte
cuando subió el precio de los alquileres. Por el mismo motivo, las
galerías se reagruparon en torno a la calle Potsdamer... Hasta nuevo
aviso.
"Berlín estalló en los últimos años. Es una ciudad muy
dinámica", observa Rudnitzky, compositor devenido artista y radicado
aquí desde hace más de una década. Además de realizar sus propias
instalaciones colabora con Jorge Macchi, con quien produjo la obra La ascensión para la 51a Bienal de Venecia.
"Acá la escena es enorme: si no te llevás bien con uno,
te llevás bien con otro", observa Rothschild, que participó en junio en
Art Basel representado por la porteña Ruth Benzacar.
¿Se puede vivir del arte en Berlín? El sí es unánime.
Si no alcanza con la venta de obras, otra opción es integrarse a una
estructura universitaria que, según ellos, es "incomparable". Di Como,
por ejemplo, además de impulsar el proyecto Migrantas, da charlas en
instituciones y obtuvo varias becas desde que se instaló en Berlín, en
2002. En ese sentido, según González Sueyro, Berlín es "otro planeta".
Datos y pistas
Exhibición. Lo más parecido a una feria de arte en la capital alemana es Art Berlin Contemporary ( www.artberlincontemporary.com
), que exhibe en septiembre solo projects de artistas representados por
130 galerías internacionales. En abril se realizan los Gallery Weekends
( www.gallery-weekend-berlin.de
), en los cuales unas cincuenta galerías -muchas de ellas agrupadas en
torno a la calle Potsdamer- inauguran muestras con invitados
internacionales durante tres días y tres noches. Entre los principales
espacios de exhibición de arte contemporáneo se cuentan los museos
Hamburger Bahnhof y Martin Gropius Bau, así como las colecciones
privadas de Christian Boros -alojada en un antiguo búnker-, Thomas
Olbricht, Arthur De Ganay y Erika Hoffmann. <br>
Educación. El prestigioso artista danés Olafur
Eliasson forma a las nuevas generaciones en el innovador Instituto de
Experimentación Espacial, en colaboración con la Universidad de Arte de
Berlín (UDK). Junto con la Kunsthochschule Weißensee (KHB), son las dos
principales universidades para estudiar arte en Berlín. Sobre becas de
estudios en Alemania se puede consultar al Servicio de Intercambio
Académico Alemán ( www.daad.org.ar) . <br>Ciudades hermanas. El año próximo se cumplirán
veinte años del acuerdo de colaboración entre Berlín y Buenos Aires.
Para celebrarlo, Dudu von Thielmann impulsa la segunda edición del
festival "Diálogo Cultural Berlín-Buenos Aires". La primera edición, en
2004, incluyó una muestra en la capital alemana del Movimiento Notango,
con obras de 24 artistas argentinos.
En el centro del mundo: Rothschild produce en Berlín y exhibe en Art Basel.
Los grandes cráneos de cristal de cuarzo han suscitado gran interés y
fascinación desde que comenzaron a verse en las colecciones públicas y
privadas durante la segunda mitad del siglo
diecinueve. Algunos fueron atribuidos a escultores aztecas, mixtecas e
incluso mayas. Otros, se cree, son ejemplos del arte colonial mexicano
para su utilización en las iglesias, tal vez como bases para crucifijos.
El Departamento de Investigaciones Científicas del British Museum ha
llegado a la conclusión de que el cristal de cuarzo empleado en la
realización de este ejemplar de cráneo probablemente haya provenido de
Brasil. Además, se advierten indicios del uso de un torno de joyería,
una herramienta desconocida en América hasta la llegada de los europeos.
Estas marcas, sumadas al pulido de su superficie, indican que el cráneo
fue tallado mediante técnicas tradicionales europeas. Se cree
que el cráneo de cristal proviene de México y fue traído a Europa por un
funcionario español antes de la ocupación francesa. Más tarde, fue
vendido a un coleccionista inglés y, tras la muerte de éste, fue
adquirido por el anticuario francés Eugène Boban. Luego pasó a manos de
la casa Tiffany & Co. de Nueva York, donde fue adquirido por el
British Museum. Boban pudo haber adquirido el cráneo en Alemania, donde
se enviaron grandes cantidades de cristal de cuarzo a principios del
siglo diecinueve.
A los niños elegidos les daban coca y chicha durante meses para que fueran más dóciles.
La doncella. Es una de las 3 momias halladas en Salta. El estudio reveló que tenía 13 años y no 15, como se creía.
Washington. Dpa. -
30/07/13
Los incas preparaban a los niños que elegían para sus sacrificios administrándoles alcohol y hojas de coca durante meses.
Así lo revela una investigación de la universidad británica de
Bradford. Tras estudiar las tres momias de niños de más de 500 años, que
fueron halladas en los Andes argentinos, los expertos llegaron a la
conclusión de que el consumo de ambas sustancias era parte del ritual
del sacrificio. Y que tenía un sentido espiritual, pero también
práctico: volverlos más dóciles. Los resultados se publicaron en la revista “Proceedings” de la Academia estadounidense de las Ciencias.
El
equipo liderado por el arqueólogo Andrew Wilson investigó entre otros
aspectos, el cabello de las tres momias infantiles halladas en 1999
cerca de la cumbre del volcán Llullaillaco, en Salta. Las tres momias
(“El Niño” “la Doncella” y “la Niña del Rayo”), que se encontraban en
muy buen estado debido a las gélidas temperaturas en las que fueron
conservadas, se exponen en el Museo de Arqueología de Alta Montaña
(MAAM).
Aunque ya se sabía que el alcohol y la coca eran
determinantes en los sacrificios humanos de los incas, los restos
hallados en los cabellos permiten ahora deducir nuevos detalles sobre
cómo se preparaban estos rituales.
Así, un año antes de morir, la
alimentación de “la Doncella” –la mayor de los niños– cambió
drásticamente. Al parecer, en ese momento habría sido elegida para el
sacrificio y desde entonces mucho mejor alimentada. Según el estudio, “la Doncella” tenía unos 13 años (hasta ahora se creía que había muerto a los 15).
El
alcohol que consumían era chicha, una bebida derivada de la
fermentación del maíz. Las hojas de coca producen entre otros un efecto
calmante al masticarlas mezcladas con ceniza. Los incas creían que los estados de embriaguez permitían acceder al mundo de los espíritus.
“La
coca y el alcohol eran sustancias que provocaban un estado de cambio
considerado sagrado”, señala el estudio. Los autores de la investigación
apuntan a que estas drogas también contribuían a que los niños fueran más dóciles de cara a los rituales.
Los
sacrificios humanos en el imperio inca se conocen con el nombre de
“copacocha”. Los niños elegidos recorrían normalmente largas distancias y
participaban en ceremonias en la capital inca, Cuzco, antes de
dirigirse a la cumbre del volcán, a cientos de kilómetros de distancia,
donde finalmente eran sacrificados.
El niño. La momia, de un nene de 7 años, tiene más de 500 años y se conserva en gran estado. /FOTOS: AP Y AFP
Los enterraron vivos en un volcán
La investigación de la Universidad de Bradford coincide con
estudios previos de especialistas argentinos. “A los tres niños incas,
no caben dudas que le dieron de tomar chicha cuando fueron enterrados
vivos en los santuarios de la cumbre del Volcán Llullaillaco”, explica
Mario Lazarovich, asesor en Patrimonio Cultural de Salta. Sobre el
vestigio del consumo de hojas de coca, Lazarovich explica que “no es
fácil permanecer tantos días a más de 4.000 metros de altura, y ahí es
donde la hoja de coca, mitiga la sequedad de la boca, controla la falta
de oxígeno, atenúa el mal de altura y sirve como anestésico”. La doctora
en Arqueología de Alta Montaña, Constanza Ceruti, que participó en el
desentierro de las momias, escribió en su libro “Llullaillaco” que “en
las tomografías computadas realizadas a los cuerpos (...) quedaron
descartados los golpes en las cabezas como causal de muerte”.
“Sacrificios alternativos, según fuentes etnohistóricas, son la asfixia y
el entierro de niños aún vivos en estado de semiinconsciencia, tras la
ingesta de una bebida embriagante como la chicha” detalló Ceruti. Jesús Rodríguez (Salta)
”Mi Buenos Aires querido”, de Páez Vilaró, cumple 25 años pero su actualidad es notable.
Carlos Gardel. El ícono rioplatense, junto a bailarines de tango,
Maradona, el Obelisco un canillita, el puerto y las dos orillas. /
FERNANDO DE LA ORDEN
Por Eduardo Parise
La imagen tiene tanta actualidad que parece hecha el mes pasado.
Pero está en ese lugar desde hace casi un cuarto de siglo. Su autor,
Carlos Páez Vilaró, la tituló “Mi Buenos Aires querido”. Es obvio que
alude a Carlos Gardel, símbolo rioplatense por excelencia, y a su famoso
tango. Pero la dedicatoria no es exclusiva porque además homenajea
explícitamente a esta ciudad que también tiene a Páez Vilaró como
símbolo, aunque él haya nacido en Uruguay, del otro lado de ese río
ancho y marrón al que, en 1516, Juan Díaz de Solís y sus aventureros
acompañantes llamaron “mar Dulce”. El mural está sobre la pared de
un edificio de departamentos, a metros de avenida Figueroa Alcorta y
Tagle, casi una puerta de entrada a lo que se conoce como Barrio Parque,
uno de los sectores más exclusivos de Buenos Aires. Fue pintado en 1989
por una sugerencia que el entonces intendente Carlos Grosso le hizo al
artista. Es que sabía que, desde hacía un tiempo, Carlos Páez Vilaró
venía pensando en algo semejante: un trabajo que mostrara una síntesis
de esta ciudad que ya tiene 433 años, desde su segunda fundación. Y
aunque se trate de un lugar exclusivo, en la imagen hay elementos tan
populares y representativos de nuestra cultura como podría serlo un buen
asado. La figura central, está claro, es Carlos Gardel. La pintó
gente especializada que, colgada en silletas, reprodujo la
obra-homenaje. Para el trabajo se usó pintura acrílica. Eran tiempos en
que no existía todavía la tecnología que se aplica actualmente: las
imágenes se hacen con un plóter, una especie de gran impresora pero con
características especiales y propias, que está conectada a una
computadora. Pero volvamos al mural. A partir de la figura de
Gardel se van agregando elementos que son íconos fuertes de la Ciudad.
Por ejemplo el dibujo que está en la corbata del cantor y que muestra al
Obelisco porteño. Esa imagen es la que, según el autor, lleva después a
“leer” el resto de la obra. Hacia el lado izquierdo aparece el puerto
de Buenos Aires, un lugar que une ambas patrias de quien firma el mural a
cada lado del Río de la Plata. Y también se puede ver una pareja que
está bailando un tango. Cuentan que Páez Vilaró la incluyó como una
manera de homenajear a su amigo Astor Pantaleón Piazzolla, bandoneonista
genial que puso a nuestra música en la galería de los clásicos
universales. Hacia el lado derecho también la simbología es muy
clara: están el histórico edificio del Cabildo, una suerte de “casa
paterna” de nuestro comienzo como nación libre; Diego Armando Maradona
con su camiseta argentina con el diez en la espalda, un número que no
sólo lo ubicaba en el campo de juego sino que también era su
calificativo como futbolista, y hasta algo muy popular entre los
habitantes porteños como lo son las carreras de caballos. Para
rematar la obra, además el artista puso la imagen de un personaje clave
en la cultura popular: el vendedor de diarios, al que el dramaturgo y
periodista Florencio Sánchez (Montevideo, 17 de enero de 1875 / Milán,
Italia, 7 de noviembre de 1910; murió a los 35 años) definió como
“canillita”. La designación tenía que ver con el personaje de su
sainete, estrenado en 1903, que llamaba así a un chico de pocos recursos
económicos que vendía diarios por las calles para ganarse unos centavos
y ayudar a su familia. Aquel “botija”, como hubiera dicho Sánchez,
había pegado un estirón y su pantalón remendado le había quedado
bastante corto. Por eso, las canillas de sus piernas estaban a la vista,
dejando al aire esas flacas extremidades. Aquello generó el bautismo
para representar a los vendedores de diarios y revistas, algo que la
tradición popular de las dos orillas todavía mantiene. Pero esa es otra
historia.
Cenizas encontradas en la casa de la madre de un rumano acusado de un espectacular robo de lienzos de Picasso, Monet y Gauguin en un museo de Holanda contienen "fragmentos típicos de cuadros de óleo quemados", indicó el jueves a la AFP el museo encargado del análisis
Por Robin Utrecht
Cenizas encontradas en la casa de la madre de un rumano acusado de un espectacular robo de lienzos de Picasso, Monet y Gauguin en un museo de Holanda contienen "fragmentos típicos de cuadros de óleo quemados", indicó el jueves a la AFP el museo encargado del análisis.
"Descubrimos pigmentos especiales, muy caros, que ya no son utilizados desde la segunda mitad del siglo XX", declaró el director del Museo Nacional de Historia de Rumanía, Ernest Oberländer-Tarnoveanu.
El director del museo añadió que los pigmentos identificados en las cenizas, a base de estaño, plomo y zinc, eran utilizados desde el período del Renacimiento, pero ahora están prohibidos.
El análisis reveló "restos de cuadros, uno o varios, con restos de pintura azul, amarillo y rojo (...) y clavos".
Sin embargo, el director del museo no quiso decir si los lienzos robados --entre ellos uno de Picasso, dos de Monet y uno de Gauguin-- fueron quemados.
Son los investigadores quienes tienen que determinarlo", añadió. La fiscalía que sigue el caso (DIICOT) indicó "que no se puede sacar ninguna conclusión" antes de que termine la investigación.
La madre de Radu Dogaru, uno de los presuntos autores del robo, declaró a los investigadores que quemó los lienzos para destruir las pruebas, según un documento de la fiscalía citado por la agencia Mediafax.
Antes, los había enterrado en el jardín de unacasa abandonada en el este de Rumanía, y luego en un cementerio.
Seis rumanos, entre ellos Radu Dogaru y su hijo, serán juzgados a partir del 13 de agosto en el caso del "robo del siglo".
La fiscalía evalúa el perjuicio representado por ese hurto en 18 millones de euros.
Si los cuadros fueron quemados "pienso que se trataría de un crimen monstruoso, de un acto de barbarie y de un crimen contra la humanidad", estimó Oberländer-Tarnoveanu.
Para celebrar sus 20 años, el museo Kunsthal de Rotterdam exponía las 150 obras de la colección de la Fundación Triton.
Siete lienzos de grandes maestros fueron robadas en menos de 90 segundos durante la noche: "Cabeza de Arlequín", de Pablo Picasso, "La lectora en blanco y amarillo", de Henri Matisse, el "Waterloo Bridge" y el "Charing Cross Bridge" de Londres, firmados por Claude Monet, y "Mujer ante una ventana abierta", de Paul Gauguin. El botín incluía también "Autorretrato", de Meyer de Hann, y "Mujer con los ojos cerrados", de Lucian Freud.
Una comerciante de arte que supuestamente engañó a dos importantes
galerías de Nueva York en la compra de cuadros falsificados, presentados
como obras de maestros modernistas, fue acusada de fraude, lavado de
dinero y evasión fiscal
Por Emmanuel Unand
Una comerciante de arte que supuestamente engañó a dos
importantes galerías de Nueva York en la compra de cuadros falsificados,
presentados como obras de maestros modernistas, fue acusada de fraude,
lavado de dinero y evasión fiscal.
Los fiscales dijeron que Glafira Rosales, de 56 años, será procesada
en un tribunal de Manhattan el viernes, por vender más de 60 obras de
arte falsas entre 1994 y 2009 por un total de 33,2 millones de dólares.
Rosales también está acusada de ocultar el producto de sus ventas,
habiendo enviado la mayor parte del dinero a cuentas bancarias en el
extranjero y presentado declaraciones de impuestos falsas.
La mujer enfrenta hasta 20 años de prisión si es declarada culpable
de fraude y lavado de dinero, los cargos más graves de los siete en su
contra.
"La acusación muestra un círculo completo de fraude perpetrado por
Glafira Rosales: pinturas falsas vendidas por cuenta de clientes
inexistentes y dinero depositado en una cuenta bancaria oculta", dijo
Preet Bharara, el fiscal estadounidense a cargo del caso.
Según los fiscales, Rosales logró convencer a las galerías
neoyorquinas de que algunas de las obras previamente desconocidas
provenían de dos clientes -uno en Suiza y otro en España- donde ella
había creado cuentas bancarias para recibir los pagos.
Los fiscales dicen que el cliente suizo, presentado como un individuo
rico que había heredado las obras de arte, era "pura ficción", mientras
que el español era un coleccionista de arte real pero que nunca había
poseído las pinturas que supuestamente ella ponía a la venta o tenido
algún negocio con Rosales.
El éxito más espectacular de Rosales fue la venta de una supuesta
pintura de Jackson Pollock conocida como "Sin título 1950" a la galería
Knoedler and Company, en ese momento la galería más antigua de Nueva
York.
En 2007, la entonces presidente de Knoedler, Ann Freedman, vendió la
obra a un coleccionista de Londres, Pierre Lagrange, por 17 millones de
dólares.
Lagrange descubrió posteriormente que dos pinturas utilizadas en la
obra habían sido inventadas después de la muerte de Pollock y demandó a
Knoedler y Freedman en mayo.
Días después de que se presentara la demanda, Knoedler quebró después
de 165 años a la vanguardia en el mercado de arte de Nueva York.
Además de la demanda de Lagrange, al menos otros cinco juicios fueron
iniciados por compradores que sospechaban que vendían falsificaciones,
motivando una investigación de la policía federal estadoundiense FBI.
Otras obras proporcionadas por Rosales fueron vendidas por Julian
Weissman, un importante comerciante de arte que representó al artista
Robert Motherwell. Rosales está acusada de haber suministrado al menos
siete obras falsas de Motherwell, así como otras presentadas como obras
de Mark Rothko y Willem de Kooning.
Rosales, quien niega los cargos en su contra, ha estado bajo custodia desde que fue detenida en mayo.
Las autoridades federales consideran que existe un riesgo de fuga debido a sus importantes fondos en el extranjero.