En las primeras décadas del Siglo XX, el artista encontró belleza en chimeneas, obreros y edificios en Construcción.
Paisajes en la sala. Los cuadros ayer, en Bellas Artes. La señora mira el del frigorífico “La Blanca”./EMILIANA MIGUELEZ |
Fue el primer pintor en darse cuenta de que la cosa no pasaba más por el campo ni por los gauchos, sino por una Buenos Aires que empezaba a despuntar –allá por el 1900– como un floreciente nodo de grandes edificios construyéndose, con grandes frigoríficos –como “La Blanca”, ubicado a la rivera del Riachuelo– trabajando las 24 horas seguidas con el sistema de “cama caliente” y con el nacimiento de industrias y usinas gigantes multiplicándose por doquier (de hecho, la gran Usina Eléctrica de la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad, construida en Dock Sud en 1910, llegó a ser por esa época la más grande del mundo).
Se trata del artista Pío Collivadino,
también conocido como el primer paisajista urbano y moderno de los
barrios marginales porteños. Y desde hoy podrá verse una gran exposición
suya, con más de cien obras, en el Museo Nacional de Bellas Artes
(MNBA).
Collivadino: Buenos Aires en construcción, se llama la muestra.
Para
que se dé una idea de la importancia de este artista a nivel histórico,
una pequeña anécdota basta: Collivadino fue anterior a otro pintor
probablemente mucho más conocido, Benito Chinchella –luego él comenzó a
firmar “Quinquela”– Martín. Fue él quien le dio el espaldarazo a
Quinquela Martín, al ayudarlo a realizar su primera exposición en 1918.
Así, Collivadino, con sus acciones y sus pinturas, fue construyendo de a
poco una identidad, una iconografía de las barriadas humildes de la
Boca del Riachuelo y Barracas, con su enorme cantidad de inmigrantes
italianos recién llegados a nuestro país, laburantes, anarquistas.
Por
todo esto, si usted se da una vuelta durante los próximos días por la
muestra del pintor, verá toda una sección de pinturas en la que aparecen
esquinas de calles de barro iluminadas a gas (serían las últimas),
caseríos, puentes, masas de obreros al costado de barcos gigantes o
almorzando durante su descanso. Y ahí está, ahí aparece esa increíble
pintura, La hora del almuerzo, de 1903, que fue su segundo envío a la Bienal Internacional de Arte de Venecia.
Modernidad. “El Banco Boston o la Diagonal Norte”, una obra de 1926. |
Sí,
fue Collivadino, el primer artista argentino en representar a nuestro
país en el evento –por entonces llamado “Exposición Internacional”–y se
puede entender el por qué: el pintor era una de las personas más
influyentes en la escena artística local.
Después de vivir 16
años en Italia –se había ido a los 19–, volvió a la Argentina y fundó,
en 1907, el grupo Nexus. También fue director de la Academia Nacional de
Bellas Artes durante más de 30 años. Allí creó el Taller de Grabado,
crucial para los artistas del “Grupo de Barracas”, posteriormente
conocidos como los “Artistas del Pueblo”: el grabado sería para ellos
una herramienta fundamental a la hora de difundir la vanguardia
política.
“Collivadino tenía una sensibilidad argentina fuerte, en
relación no a la Buenos Aires monumental sino a sus puentes,
riachuelos, frigoríficos, trenes”, comenta la curadora de la exhibición,
la historiadora del arte Laura Malosetti Costa. “Pintaba las calles de
La Boca, sus escenas nocturnas, el barrio de la Quema… Tenía la mirada
puesta sobre los barrios marginales. Este era, además, un momento en que
todo estaba en construcción; entonces en las pinturas se ven
andamios, caballos, elevadores del puerto. Se ven escenas de un paisaje
industrial”. Como escribió la historiadora: “El artista construyó un
paisaje urbano allí donde hasta entonces sólo se percibía fealdad industrial, pobreza y pérdida de los estilos de vida de la vieja aldea ”.
Un
datito: cuando visite la muestra, preste especial atención a los
grabados, fotografías y películas de la época que acompañan a las
pinturas; son un rico material histórico.
Fuente: Revista Ñ Clarín