GUALICHOS POPULARES Y TRANS:
MARCIA SCHVARTZ DESLUMBRA OTRA VEZ

En la muestra "Zoolatrías y entidades extrañas", en la UCA, la artista profundiza su apuesta por lo marginal y por la pintura.
Sólo alguien que la tiene muy clara con la pintura puede hacer lo que está haciendo ahora Marcia Schvartz en el Pabellón de las Artes de la UCA, con su muestra Zoolatrías y entidades extrañas (“el título lo sacamos de un libro junto a mi compañero, no sabemos bien lo que quiere decir pero nos gustó”, explicará más tarde, divertida, la pintora).
Para un desprevenido, hasta pueden desconcertar estas obras: desfile kitsch de pachamamas, recuerdos de Mar del Plata, de caracoles, ovejas de cerámica, el reconocido “hombre-cangejo” –deidad de la cultura Moche–, juguetes, latas, ceniceros, espejos, cartones, ruleros, posters venidos a menos, un mate, y eso que en Perú llaman “CHI-CHO-CHU”: “CHIno, CHOlo y CHUcha tu madre” –con un lenguaje bien de la calle–, todo pintado. Y después, están los personajes, esos grandes y exquisitos retratos: Nelba –gran figura, diosa estelar del universo Marcia–, morocha formoseña, destella en muchas de las obras: “Bailanta top”, “La sonrisa de Nelba”, “Constitución”. “Es la chica que cuida a la mamá de Levinas, la conocí en su casa”, me explica Schvartz. “Pasa que cada tanto me ocurre una especie de enamoramiento con un modelo y me pasó eso con Nelba. Y también con “el Buda” (Pablo, asistente de plomero, de familia boliviana de Laferrere, fue a la casa de Marcia un día a arreglar unos caños y, a partir de ahí, la artista lo empezó a pintar). “El Buda” aparece en dos grandes retratos.
–¿Qué es lo que te llama la atención de las personas que retratás? ¿Cómo los elegís?
–Bueno, son gente que se toma la vida de otra manera, orgullosamente de ser quienes son y de lo que hacen, y viendo a Buenos Aires como lo que es: una selva. Creo que el pintor tiene el ojo desarrollado para registrar gente que vive con otra intensidad. Es un ojo especial, que te permite encontrar eso en el otro y establecer un vínculo; y que la otra persona te permita acceder a ella.
En la sala de la UCA hay cuatro series de obras: las naturalezas muertas con objetos kitsch –la pintora las llama “repisitas”–; los retratos; unas “pinturas instalaciones” en volumen; y unas magníficas y delicadas pinturas-experimentos realizadas sobre arpilleras que llevan del título de “Fanfarrias” (sí, como las piezas musicales de viento pero no tienen nada que ver con eso, a la artista sólo le gustó la palabra).
“Chuchuguaza”. Técnica mixta.

También está “el pozo”: una zanja de 70 kilos y 40 centímetros de ancho hecha con huesos, resina, caracoles, maderas, arena… Es el fondo de un mar o de un río. Oscuro, tenebroso. Es la única obra de este tipo en la exposición y es la que recibe al visitante ni bien entra. Todas los demás trabajos aquí son festivos, satíricos, ácidos, con una gran dosis de humor y fruto de un poder de observación ejercitadísimo, incisivo.
Dentro del conjunto de pinturas más pequeñas –las “repisitas”– están “La pata loca”, “El nabo”, “Yaguar fiesta” y sobre todo, el “Impenetrable”: un cocodrilo hamacando a un bebé-delfín, junto a una india-diosa desnuda y un pato, todos del mismo color en distintos tonos. Adornan dos flores, ellas sí, bien distintas. “Señalamientos”, los llama Coco Bedoya en el texto de sala, a este tipo de apariciones temáticas, “señalamientos llenos de rumores y latidos”. Encuentros fortuitos que se producen en cualquier cómoda o mesita de luz.
Las “pinturas-instalaciones” son interiores, puestas en escena de situaciones bien concretas: la secretaría de Cultura de El Impenetrable, la mujer preparándose –encremada– para ir a la inauguración de la feria de arte “Arteva” (sic, con “v” corta, sí); y el “Mate con galletas” de la china con el control remoto en la mano.
Si visita el increíble mundo de la artista, fíjese en cómo usa la pintura: las “repisitas” están cargadas de óleo, son medio barrocas, demuestran placer por el aceite y la acumulación de color. Los retratos tienen base de carbonilla –entonces, el dibujo de Schvartz aparece–, y algo de óleo. Las instalaciones, objetos y collage.
Pero las “Fanfarrias” son puro riesgo y placer: el óleo rasposo, el nacimiento –delicado, sutil– de otros materiales, la línea pintada… Todo marca cierto estado de concentración distinto al resto.
¿Cómo definir, entonces, a este conjunto de pinturas tan distintas que son el juego de Schvartz? Son populares, son trampas, son gualichos. Son trans.

Fuente: Revista Ñ Clarín

FIGURAS VIVAS, PLANOS, TRANSPARENCIAS Y COLOR


Por María Luján Picabea



“El color es para mí muy importante. Yo siento que con el color estoy hablando, armando frases”, dice el artista plástico, curador y músico uruguayo Santiago Tavella de pie junto a la obra “Cravo-Ton, robot-tótem-ídolo de la esterilidad” (Foto II), en la que anida –contará luego– el germen de esta muestra, Vivir el plano , en exhibición hasta el 28 de agosto en la sala 12 del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). Las obras que la componen forman parte de una exploración de los elementos técnicos utilizados en el diseño arquitectónico pero con una mirada centrada en la estética. Tavella –que es miembro fundador del grupo El cuarteto de Nos– estudió arquitectura en los 80 y en los últimos años volvió a los libros con los que se formó en la universidad para darles una vuelta de página. “Eran cosas que me estaban dando vueltas. Una de las primeras imágenes que aparecieron fueron dos planos, el de la intendencia de Montevideo y otro que el mismo arquitecto proyectó para el Hospital de Clínicas. Superpuestos me inspiraban cosas, veía cosas, me parecía un robot. Empecé a jugar con esta cuestión de mirar los planos no pensando en la finalidad que tienen, sino desde su punto de vista puramente estético. Hay algunos elementos figurativos reconocibles veladamente puestos y por otro lado está el lenguaje del color”, cuenta el artista. Eso del color, dice, tiene que ver con su primera formación artística junto al maestro Miguel Angel Pareja, que había sido alumno de Guillermo Laborde, miembro del planismo. “Empecé a estudiar con el viejo Pareja a los 13 años y fue una formación muy moderna, de color potente”, dice Tavella. De modo que en estas obras, realizadas entre 2011 y 2012, vuelve sobre sus primeros lenguajes expresivos, rinde homenaje a sus maestros, se permite una cita a Clorindo Testa en “Té de Testa” (al trabajar sobre su proyecto para el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo) y hasta “un saludito”, tal y como lo expresa él, a Joaquín Torres García en las obras “Homme universal internacional constructif rationnel” (Foto I) y “Poisson universal internacional constructif rationnel”.


Fuente: Revista Ñ Clarín

PHILIP LARRAT-SMITH:
"SOY JOVEN, PERO TENGO ALGO SÓLIDO PARA DECIR"

Curador y responsable de la exitosísima muestra de Yayoi Kusama en el Malba, admite no tener formación en artes plásticas


De ayer a hoy durmió tres, cuatro horas. Su insomnio es cíclico y, cada vez que lo asalta, se queda viendo películas hasta que el sol asome o el sueño lo sorprenda. Lo hace tanto en su departamento de Buenos Aires, donde vive tres meses al año, como en el de Nueva York, donde pasa el resto del tiempo. Aun así, Philip Larratt-Smith (34), franco-canadiense, flamante vicecurador en jefe del Malba, está fresco como una lechuga. El fenómeno Kusama estalló bajo su curaduría (el último fin de semana, más de 5000 personas fueron a la apertura de "Obsesión infinita", la primera gran retrospectiva de la artista japonesa en América latina) y él es una de las figuras del momento. Ya venía haciendo ruido desde 2009, cuando aterrizó como curador invitado del Museo en la muestra "Bye Bye American Pie" y más tarde en la de Tracey Emin, "How It Feels". Pero lo cierto es que con el buzo gris, los rulos despeinados y cierta seriedad provocadora ("no me gusta sonreír", dice en español cuando el fotógrafo intenta aflojarlo), Larratt-Smith tiene un aire de enfant terrible que rompe el molde del arte ortodoxo. "No me importa que digan que soy demasiado joven. Para mí la edad no importa, no es necesario tener 50 años y haber hecho training en muchos sitios, porque soy joven, pero tengo algo sólido para decir", dispara.
Estudió filosofía, latín y griego en Harvard, pero al egresar viajó a Nueva York, cansado de ese ambiente que define como "una mezcla de reality y campamento de niños ricos". Fue así, sin trabajo ni planes, vagando por Manhattan, como llegó por casualidad al mundo del arte. Una salida con amigos, un encuentro casual en un restaurante con la asistente de la artista Louise Bourgeois y un ofrecimiento que, a los veintipico, apareció como solución a sus problemas: "Buscaban un pasante, alguien que tirara la basura en los tachos, y yo era el candidato ideal", cuenta Philip.
-¿Y cómo se llega de pasante a curador?
-Bueno, además de tirar la basura, empecé a trabajar como el archivista de Bourgeois. Ordené sus papeles, que eran un desastre: ella tenía 90 años y ningún sistema de clasificación de sus cosas. De a poco fui conociéndolas a ella y a su asistente, empecé a viajar con ellas y todo creció de manera orgánica. Luego comencé a tener ideas: me dieron ganas de escribir y de comentar las cosas que Louise hacía. A los 26, curé una muestra suya, en La Habana, y así empecé. Pero yo no tengo formación en artes plásticas.
-¿No?
-Estudié filosofía, latín y griego en Harvard. Me gustó hacerlo, me formó, me inculcó las ideas que tengo sobre la cultura y el ciclo de la historia. En una exposición como "Bye Bye American Pie", por ejemplo, el tema del imperio y la decadencia de los Estados Unidos no hace más que retomar a los clásicos, lo que pasó con el Imperio Romano.
-¿Cuántas veces por día escuchás la frase "qué joven sos"?
-¡Muchas, un montón! En Buenos Aires es mucho más fuerte que en Nueva York: ahí no es tan insólito ver a alguien de mi edad en un puesto similar al mío. Aquí pasa otra cosa porque la cultura de los museos es bastante joven, no hay tantos trabajadores culturales y menos extranjeros, como yo.
-¿Agota vivir en dos lugares?
-No, al contrario. Desde 2011 vivo tres meses en Buenos Aires y el resto en Nueva York, y me encanta. Pero también creo que Buenos Aires es fascinante y frustrante a la vez.
-¿Qué te frustra?
-Es una ciudad muy caótica. Hay mucho drama; en Nueva York es todo business, business, business . Buenos Aires es onírica, irreal. Nueva York es lo concreto: si no tenés plata, chau; si no tenés talento, chau. Acá todo es más flexible. Hay una organización, pero en el caos. Cuando vengo, tengo que ajustar mi cabeza. No todo sucede now .
-¿Y tu familia?
-Mi madre sigue viviendo en Toronto; mi padre, en el estado de Utah. Soy el más grande de 6 hijos. Mi hermanito de 25 vive en Nueva York y trabaja en publicidad. Lo veo cada tanto.
-Sos bastante desapegado...
-En un sentido sí. Me interesa la idea de estar desconectado, salir de la alienación. Cuando era chico nos mudábamos una vez al año, así que me acostumbré a no echar raíces, a recoger mis cosas en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Salís mucho? ¿Qué cosas te divierten?
-En Buenos Aires salgo a toda hora, como FlechaBus, según dijo el poeta. Voy al cine, al mercado de pulgas, compro fotos online compulsivamente, en eBay. También me gusta la música electrónica, Kompakt, Small People, Monkeytown, Thrill Jockey, Sub Rosa.
-¿Tus amigos pertenecen al "mundillo" del arte?
-Y, en general, me relaciono con artistas, sean artistas visuales, escritores, cineastas o músicos.
-¿En Nueva York qué hacés?
-Ahí mi vida está consumida por el trabajo, y está bien, porque a Nueva York la gente va a trabajar.
-Alguna vez dijiste que ser curador es como ser DJ.
-Sí, porque trabajo con obras de otros, con fragmentos de otros. Combino para hacer algo nuevo.
-Tanto en la muestra de Kusama como en las de los artistas anteriores, recurrís al psicoanálisis para explicar sus obras...
-Sí, porque el trasfondo teórico de las exposiciones que hago es siempre el psicoanálisis. Lo que más me interesa en la obra de un artista es el lado psicológico, y para entender la relación entre el artista y su arte, el instrumento más fino, para mí, sigue siendo el psicoanálisis. Sé que hay mucha gente que no está de acuerdo con esta forma de entender el arte, que muchos prefieren algo más distanciado o teórico. Pero para mí el arte trata sobre el mundo de la emoción, y no sobre el de las ideas. Los artistas sobre los que trabajé, además, son artistas en los que la línea entre la vida y la obra no es tan clara.
-¿Hacés terapia?
-Sí, me analizo, pero sólo en Nueva York; aquí, en la Argentina, no, por una cuestión de lenguaje, básicamente, ya que no manejo tan bien el idioma. Pero me gustaría hacerlo en el corto plazo.
-¿Qué te imaginás a futuro?
-No pienso, no planeo. Todo es por casualidad, aunque no creo en las casualidades como destino, ni en la astrología. Soy muy determinista. Pero lo cierto es que hace tres o cuatro años no me imaginaba que estaría trabajando en un museo en Buenos Aires. El señor Costantini me contactó a partir de la muestra de Warhol, y yo, simplemente, le dije sí. Así soy con todo.

Con impronta argentina

Para acompañar la charla, Philip eligió un vino tinto, pero no cualquiera, sino el Amalaya, de la provincia de Salta, lugar que aún no conoce pero que pronto, asegura, tiene pensado visitar. Lo que más le gusta es el equilibrio en su composición: 75 por ciento de malbec, 10 de cabernet sauvignon, otro 10 de syrah y 5 de tannat. Y un sabor suave pero persistente, como una sutil obra de arte.
Fuente: lanacion-com

PROMESA A YAYOI

Cuando visité por primera vez a Yayoi Kusama en su estudio de Tokio para invitarla a hacer una retrospectiva histórica de su trabajo, se mostró inicialmente reticente a incluir cualquier cosa que no fuera las nuevas pinturas en las que estaba trabajando. Más tarde, cuando le mostré el catálogo de la muestra en la Tate de los últimos trabajos de Donald Judd, famoso escultor y viejo amigo suyo de su época en Nueva York, preguntó si podía hacerla tan famosa como a él. Le prometí que lo haría sólo si me daba libertad para hacer una retrospectiva de su obra… Muchos meses después y a juzgar por los miles de jóvenes que hicieron cola frente al Malba el sábado pasado por la noche, mi promesa a Kusama se ha cumplido largamente. Más famosa que Donald Judd, más famosa –escuché decir a muchos– que Andy Warhol.


Fuente: Revista Ñ Clarín

EL UNIVERSO DE LA ARTISTA,
EN DOS RELATOS Y UNA NOUVELLE



Por Mercedes Urquiza

El último viernes de junio, en el Malba se hacía la presentación de la muestra de Yayoi Kusama. Mientras tanto, en las calles del centro porteño atronaba el ritmo festivo-reivindicativo de la ya tradicional marcha del día internacional del Orgullo Gay. La coincidencia tuvo un simbolismo muy particular.
Lo que se recuerda en las marchas del Orgullo Gay son hechos ocurridos el 28 de junio de 1969 en Nueva York. Aquel día –aquella noche, para ser precisa– la policía de Manhattan realizó una redada en el Stonewall Inn, un bar de la comunidad gay neoyorquina. La violencia empleada por los policías derivó en una sucesión de disturbios que dieron visibilidad global a los reclamos de esta comunidad, que desde entonces tiene a los sucesos de Stonewall como su mayor efemérides.
Kusama vivía en Nueva York. Estaba inmersa en el universo artístico-gay que afloraba en el barrio de Greenwich Village, cuyo ambiente influyó notablemente en su formación como creadora. Un ambiente que Kusama capturó con nitidez y crudeza en relatos como “El escondite de prostitutos de la calle Christopher”, uno de los cuentos que publican el Malba y Editorial Mansalva en el marco de la magnífica muestra. La calle Christopher está en el Village. Y allí había un bar –hermano mellizo del Stonewall Inn–, el escenario que Kusama elige para narrar las peripecias de Henry y Yanni, personajes que buscan destino en la dura Nueva York de aquellos años. Llegado desde Nueva Orleans a los 17 años, Henry es joven y tiene un cuerpo que le permite ejercer la prostitución y con eso pagarse clases de economía en la New York University. Una estrategia de ascenso social que colapsa cuando comienza a consumir heroína.
Yanni es una madama que escoge chicos guapos y necesitados de efectivo en las distintas universidades de la ciudad, para abastecer su red de prostitutos de alto nivel. Entre ella y Henry se establece una relación que va más allá de lo laboral, que podría parecerse al amor. Kusama, artista plástica al fin y al cabo, no deja en ningún momento de resaltar los contrastes cromáticos entre ambos: nacido en Hong Kong, Yanni tenía la piel ámbar y Henry es de un intensísimo negro, casi azulino.
El relato es al mismo tiempo delicado y morbosamente explícito. Está plagado de referencias estéticas, poéticas imágenes y situaciones llenas de descripciones visuales, cargadas de colores y formas plásticas. Escenas dominadas por los destellos de luces estroboscópicas y alucinaciones. El relato también describe desde adentro la escena del arte pop y plantea, al pasar, las relaciones entre artistas, galeristas y críticos.
Pero, por sobre todo, su relato es una vívida crónica de aquella Nueva York, retratada en toda su belleza y decadencia. Una ciudad en la que Kusama conoció a referentes de la vanguardia artística local como Donald Judd, Andy Warhol, Claes Oldenburg y Joseph Cornell. Allí pasó de la práctica pictórica a las esculturas blandas conocidas como Accumulations y luego a performances en vivo y happenings. En 1973 volvió a Japón y en 1977 se instaló voluntariamente en una clínica psiquiátrica, en la que reside desde entonces.
En “El escondite de prostitutos de la calle Christopher”, Kusama despliega de forma literaria muchos de los elementos y obsesiones que dan sentido a su obra como artista plástica, indivisible de los avatares de su vida personal. A lo largo de su carrera Kusama realizó instalaciones que parecen performances y performances que son instalaciones. Ella misma se definió como “una adicta al suicidio”, y hoy a los 84 años ha llegado con obras de lo más consistentes, además de acumular incontables proyectos innovadores y alucinantes en distintas disciplinas que parecen surgir de la mente más jovial.
“La peculiar condición que la ha llevado a sufrir durante toda su vida, la ha empujado a un mundo simbólico creado por ella. Ha concebido espacios que nos permiten experimentar los contradictorios mecanismos que se funden en su inconsciente”, explica Philip Larratt-Smith, curador junto con Frances Morris, de la muestra de Kusama en el Malba.
Junto con “El escondite de prostitutos de la calle Christopher” se publican otros dos relatos de Kusama: “Acacia, olor a muerte”, y la nouvelle “Suicidio doble en el monte de los cerezos”, traducidos por primera vez al español por la escritora Anna Kazumi-Stahl y su madre, Tomiko Sasagawa Stahl.

Ficha
Acacia olor a muerte
Yayoi Kusama
Trad. Ana Kazumi Stahl
y Tomiko Sasagawa Stahl
Mansalva

Fuente: Revista Ñ Clarín

RETIRO, BAJO PROTECCIÓN HISTÓRICA

La Legislatura porteña declaró área de protección histórica a las plazas Libertador San Martín y Fuerza Aérea Argentina, y su entorno inmediato. Dentro de esa zona está el edificio Kavanagh, la Cancillería y la Basílica del Santísimo Sacramento.

UNA VISTA AÉREA DE LA PLAZA CON EL MONUMENTO AL GENERAL SAN MARTÍN. ALREDEDOR, DE IZQUIERDA A DERECHA SE DISTINGUEN AMERICAN EXPRESS, EL EDIFICIO KAVANAGH Y EL HOTEL PLAZA, EL NACIMIENTO DE LA CALLE FLORIDA, PARQUES NACIONALES, LA CALLE MAIPÚ, CORTADA POR LA PLAZA, Y EL PALACIO PAZ, QUE FUE MANDADO A HACER POR JOSÉ C. PAZ, FUNDADOR DEL DIARIO LA PRENSA, Y HOY EN DÍA ES SEDE DEL CÍRCULO MILITAR Y DEL MUSEO DE ARMAS DE LA NACIÓN.

Por Dardo Villafañe

El hotel Sheraton, el tránsito incesante de la avenida del Libertador y las imponentes torres de Catalinas se imponen en el paisaje de Retiro, casi que hacen perder de vista los sitios y las áreas fundacionales del barrio. Pero sus verdaderos pilares arquitectónicos se mantienen como símbolos de la evolución histórica ciudadana. Éstos ahora pasarán a conformar el patrimonio histórico luego de la sanción por parte de la Legislatura porteña de una ley que protege a las plazas San Martín y Fuerza Aérea Argentina, y al entorno edilicio que las circunda. Entre ellos, el edificio Kavanagh, la Basílica del Santísimo Sacramento y los edificios de las cabeceras ferroviarias de la estación Retiro.
Sobre el extremo sur de la plaza San Martín, sobre Florida y Marcelo T. de Alvear, se levanta el mítico Edificio Kavanagh. Inaugurado a principio de la década de 1930, fue proyectado por el ingeniero Gregorio Sánchez y los arquitectos Ernesto Lagos y Luis M. de la Torre. Con sus 33 pisos y 110 metros de altura fue el rascacielos más alto no sólo de la ciudad sino también de América Latina. Sus reminiscencias náuticas se perciben en los volúmenes ascendentes y sucesivos, y se realza por su implantación en un borde de la barranca.
Más hacia el sur, sobre Marcelo T. de Alvear y San Martín, se levanta la Basílica del Santísimo Sacramento, inaugurada en 1916 tras ocho años de construcción. Obra de los arquitectos franceses, Coulomb y Chauvet, se trata de un conjunto ecléctico con elementos neorrománticos, conformado por cinco torres, tres de las cuales pueden observarse en su fachada central. Una de las iglesias más lujosas de la ciudad, fue y es elegida por las clases altas para celebrar casamientos y bautismos.
Bordeando la plaza en dirección oeste, el actual Círculo Militar, ex Palacio Paz, proyectado por Luis María Sortais en Francia y adaptado aquí por los arquitectos argentinos Carlos Agote y Alberto de Gainza. De carácter monumental –tiene 12.000 m2 de superficie-, fue inaugurado en 1912. Su composición volumétrica es típica del Beaux Arts, con alusiones formales al Palacio del Louvre y al Castillo de Chantilly.
A un par de cuadras de allí, hacia el noroeste, se sitúa el edificio de ceremonial de Cancillería: el Palacio San Martín, del arquitecto Alejandro Christophersen. Inaugurado en 1909, se caracteriza por sus pórticos y fachadas tratadas escultóricamente, típicos rasgos del clasicismo francés combinados con elementos de Art Nouveau.
El recorrido se cierra con dos exponentes de la arquitectura industrial de principios de siglo, con los edificios que albergan a las dos cabeceras ubicadas frente a la plaza Fuerza Aérea Argentina (de las líneas de ferrocariles San Martín y Mitre), fue incluida en la norma por su valor histórico-testimonial y su calidad ambiental, debido a las especies arbóreas y vegetales circundantes. En el centro de la plaza, se levanta la mítica Torre Monumental, más conocida como Torre de los Ingleses. Otros edificios protegidos son el Hotel Plaza, la plaza Canadá y las plazoletas Teniente de Navío Cándido de Lasala y Juvenilia.

Video sobre el tema:

http://www.clarin.com/arq/urbano/Recorrida-Plaza-San-Martin-Legislatura_3_949735039.html

Fuente: Arq Clarín.

"¿TE ACORDÁS, HERMANO, LA RUBIA MIREYA,
QUE QUITÉ EN LO DE HANSEN AL LOCO CEPEDA?"


El viejo Restaurante del Parque Tres de Febrero, conocido como "Lo de Hansen".



                             TIEMPOS VIEJOS - Tango, 1926

                                       ¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!
                                       Eran otros hombres más hombres los nuestros.
                                       No se conocían cocó ni morfina,
                                       los muchachos de antes no usaban gomina.
                                       ¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!
                                       ¡Veinticinco abriles que no volverán!
                                       Veinticinco abriles, volver a tenerlos,
                                       si cuando me acuerdo me pongo a llorar.

                                       ¿Dónde están los muchachos de entonces?
                                       Barra antigua de ayer ¿dónde está?
                                       Yo y vos solos quedamos, hermano,
                                       yo y vos solos para recordar...
                                       ¿Dónde están las mujeres aquéllas,
                                       minas fieles, de gran corazón,
                                       que en los bailes de Laura peleaban
                                       cada cual defendiendo su amor?

                                       ¿Te acordás, hermano, la rubia Mireya,
                                       que quité en lo de Hansen al loco Cepeda?
                                       Casi me suicido una noche por ella
                                       y hoy es una pobre mendiga harapienta.
                                       ¿Te acordás, hermano, lo linda que era?
                                       Se formaba rueda pa' verla bailar...
                                       Cuando por la calle la veo tan vieja
                                       doy vuelta la cara y me pongo a llorar.


Letra: Manuel Romero

Música: Francisco Canaro