EL PAPEL REIVINDICA SU PROTAGONISMO EN LA MOVIDA,
DE LA CARÁTULA AL FANZINE

Una mujer contempla varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFEPablo Sycet,

Una mujer contempla varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFE

Por Pilar Salas

Madrid - La Movida tuvo en el papel uno de sus soportes: el usado para escribir canciones y guiones, para dibujar, para fotografiar, para carátulas, para carteles que anunciaban conciertos y películas, para fanzines y novelas. Aunque no se había reivindicado hasta ahora, con la exposición "El papel de la Movida".
Casi 500 obras, muchas inéditas, muestran desde mañana hasta el 22 de septiembre, el protagonismo del papel en esta revolución cultural y social en el tránsito de los años setenta a los ochenta del siglo pasado, en el Museo ABC de Madrid, ciudad en la que tuvo su epicentro.
"Nunca en Madrid se consumió tanto papel", asegura el comisario de la muestra, el pintor y productor musical Pablo Sycet, activista de este movimiento transgresor que impuso una libertad que "llevó a los artistas a ponerse el mundo por montera y saltar de una disciplina a otra".
Ejemplo de ello con los cuadros firmados por Alaska, Tino Casal o Carlos Berlanga, mucho más conocidos por sus canciones. Y también la sección "Gente y aparte" que desde 1987 se incluyó en la edición sabatina de ABC y en el que los protagonistas mostraban su manejo de otras disciplinas artísticas.
Carlos Berlanga es precisamente, por su carácter multidisciplinar, uno de los protagonistas de la exposición, ya que ejerció como cantante y compositor de Pegamoides y Dinarama, pintor, ilustrador, escritor y dibujante de cómics, y de él se exhiben algunas de sus creaciones en estas distintas facetas.
Una mujer contempla varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFEPablo Sycet, comisario de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC en Madrid, posa junto a una de las obras. EFEUna mujer pasa antes varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFE

Pablo Sycet, comisario de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC en Madrid, posa junto a una de las obras. EFE


Dividida en seis capítulos, la muestra arranca con una bienvenida de Fabio McNamara, icono de esos años y musa de Pedro Almodóvar, y un "incunable" del artista callejero Muelle, ya que "es de lo poco que se conserva en papel" de quien llevó su arte a las calles madrileñas, ha explicado el comisario.
En "Pintura e ilustración", se muestra el auge de la obra seriada en esas dos décadas, con originales de colecciones periódicas de litografías, grabados y serigrafías y el renacimiento de la pintura de la mano de Carlos Alcolea, Miquel Barceló o Juan Uslé y bajo la estela pionera del sevillano afincando en Madrid Luis Gordillo.
El apartado "Fotografía" recoge algunos de los retratos de personajes emblemáticos de la Movida y testimonia además cómo el fotógrafo empezó a tomar protagonismo y a ponerse también delante de la cámara, con Pablo Pérez-Mínguez, Alberto García-Alix y Ouka Leele.
"Diseño gráfico y música" se centra en las icónicas carátulas de discos que marcaron la memoria musical de toda una generación, una selección de una exposición anterior en la que varios artistas diseñaron su portada de discos ideal, y en letras y melodías autógrafas de canciones, escritas por sus autores en hojas de libretas, como las de Alaska, Luz Casal o Gabinete Caligari.

Una mujer contempla varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFEPablo Sycet, comisario de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC en Madrid, posa junto a una de las obras. EFEUna mujer pasa antes varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFE

Una mujer pasa antes varias de las obras de la exposición "El papel de la movida. Arte sobre papel en el Madrid de los ochenta", presentada hoy a los medios en el Museo ABC, en Madrid. EFE

Una futurista peineta diseñada para Martirio por Jesús Sánchez y Manuel Salas preside el área dedicada a la "Moda", con bocetos y figurines de Sybilla, Agatha Ruiz de la Prada, Francis Montesinos o Antonio Alvarado, quien se unió a la popularización de las artes llevando un desfile de moda a la mítica sala de conciertos Rock-Ola.
En "Cine" se reúnen carteles de películas como "Matador", de Almodóvar, obra de Juan Gatti y Carlos Berlanga, y "¿Qué hace una chica como tú en un lugar como éste?", de Fernando Colomo y con música de Burning. También se exhiben guiones originales y programas de mano.
Unos carritos distribuidos por la sala acogen ejemplos de fanzines que proliferaron en la Movida, así como revistas que informaban de este movimiento, como La Luna de Madrid, Dezine y Madrid me mata.
Forman parte de la sección "Letras y prensa", que también recoge los efectos de la Movida en la literatura de esos años y posteriores, con obras como "Una mala noche la tiene cualquiera", de Eduardo Mendicutti o "Los padres viudos", de Vicente Molina Foix, de algunas de las cuales se muestran los manuscritos originales.
Completa "El papel de la Movida" una selección de carteles, ya que fue entonces cuando la música destronó a la política, que invadió las paredes callejeras con propaganda electoral durante la Transición. Rostros de políticos pidiendo el voto fueron sustituidos por anuncios de conciertos en ese frenesí musical.

Fuente: EFE

EQUIPO INTERNACIONAL DE ARQUEÓLOGOS
DESCUBRE NOTABLE CIUDAD MAYA EN MÉXICO


Parte del sitio arqueológico de Chichen Itza en el estado de Yucatán, México, en diciembre pasado
Un grupo internacional de arqueólogos descubrieron en Campeche, un estado del este de México, una antigua ciudad maya que habría sido el centro rector de una vasta región hace 1.400 años, informó este martes el mexicano Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Por Pedro Pardo

Un grupo internacional de arqueólogos descubrieron en Campeche, un estado del este de México, una antigua ciudad maya que habría sido el centro rector de una vasta región hace 1.400 años, informó este martes el mexicano Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). La ciudad "permaneció oculta en la selva" durante siglos, hasta que hace dos semanas fue descubierta por un grupo de arqueólogos que la bautizó como Chactún, que quiere decir "Piedra Roja" o "Piedra Grande" en maya, informó el INAH en un comunicado. La misión de búsqueda fue financiada por la estadounidense National Geographic Society, una institución sin fines de lucro, así como por la empresa austriaca Villas y la eslovena Ars longa.
[Relacionado: El simbolismo de la Piedra del Sol] La milenaria metrópoli maya, ubicada entre las regiones Río Bec y Chenes, abarca más de 22 hectáreas y tuvo su esplendor entre los años 600 y 900 D.C. Es definitivamente uno de los sitios más grandes de las Tierras Bajas Centrales" de la civilización maya, aseguró Ivan Sprajc, un arqueólogo del Centro de Investigaciones Científicas de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes, quien dirigió la expedición. Son las estelas y altares -algunos de los cuales aún conservan restos de estuco- los que mejor reflejan el esplendor de la ciudad" contemporánea de urbes mayas como Calakmul, Becán y El Palmar, explicó el INAH.
[Más: La falta de lluvia pudo provocar el fin de los Mayas]
Las leyendas grabadas en una de esas estelas cuentan que el gobernante K'inich B'ahlam "clavó la Piedra Roja (o Piedra Grande) en el año 751 después de Cristo", y fue por esto que los científicos decidieron darle al sitio el nombre de Chactún. Según Octavio Esparza, arqueólogo y epigrafista de la Universidad Nacional Autónoma de México, las estelas y altares de esa ciudad fueron reutilizados en épocas posteriores. Estas personas tal vez desconocían el significado de los monumentos, pues algunas de las estelas fueron encontradas de cabeza, sin embargo sabían que eran importantes y les rendían culto, pues se encontraron ofrendas de cerámica al frente de algunas de ellas", explicó. Por otro lado, el sitio cuenta con numerosas estructuras de tipo piramidal y palaciego de hasta 23 metros de altura, así como dos canchas de juego de pelota, patios, plazas, monumentos esculpidos y áreas habitacionales. Gracias a fotografías aéreas de gran escala "examinadas estereoscópicamente, encontramos muchos rasgos que evidentemente eran vestigios arquitectónicos. A partir de ahí tomamos las coordenadas y el siguiente paso fue localizar los antiguos callejones" con la ayuda de pobladores, explicó Sprajc. Según el científico, este hallazgo podría esclarecer la relación entre las regiones Río Bec y Chenes, así como su vínculo con la dinastía Kaan establecida en Calakmul. Chactún es uno de los cerca de 80 sitios que han sido detectados por el Proyecto de Reconocimiento Arqueológico en el Sureste de Campeche, que comenzó en 1996.


Fuente: AFP

CERRAR LOS OJOS PARA DESCUBRIR OTRA FORMA DE VER ARTE

Experiencias


Una recorrida por el Malba utilizando todos los sentidos, con una única excepción: la vista
Por Loreley Gaffoglio / La Nación

Cada vez que visitaba París, Borges repetía el mismo rito. Del brazo de María Kodama, con su voz como interprete visual susurrada en su oído, se adentraba en el Louvre hasta situarse frente a La Victoria de Samotracia: la diosa alada del triunfo, Niké, cercenada en su sensual humanidad marmórea desde su hallazgo por un cónsul francés, aficionado a la arqueología, en una isla del Egeo. En la contemplación casi litúrgica de ese ícono del arte helenístico entronizado en lo alto de la majestuosa escalera Daru, Borges se reblandecía. Permanecía inmóvil. En silencio y en llanto.
Habrán pasado casi 20 años desde que Kodama me confió esa escena de la intimidad borgeana. Esa imagen de comunión con el arte, la sensibilidad a flor de piel de ese ciudadano del cosmos, argentino ciego e inmortal, me acecha y me maravilla desde entonces. De un modo tan sorprendentemente ambiguo como la exaltación y el gusto borgeanos por la paradoja.
Rehén de una lógica ignorante recuerdo haberme preguntado entonces la razón por la cual un ciego visitaría un museo. Sólo me animé a indagar en el porqué del llanto de Borges. Intuyo ahora, casi con certeza, que tenía calcados en su tiniebla los rasgos de la belleza.
Con esa imagen de un Borges delatado por su gusto y la del escritor que en declarada insubordinación a su ceguera continuaba prologando catálogos de artistas en sus muestras, llegué al Malba. Esperaba mezclarme entre el grupo de no videntes y disminuidos visuales que ese día visitaría el museo, para sumarse a una actividad inclusiva en la que el Sívori fue pionero. Del menú de propuestas para personas con diferentes capacidades -hay para sordos, gente con limitaciones motrices e intelectuales- me interesaba especialmente el recorrido para no videntes: ¿cómo se explica un color a alguien que no lo vio jamás? ¿Cómo un ciego llega al regocijo estético en las "artes visuales"?
De paso, quería explorar junto a ellos esa puerta alternativa de entrada a la apreciación del arte. Incorporar esa perspectiva. Entender cómo en esta latitud sur, al igual que en las grandes ligas (MoMA, Met, Louvre, British Museum), hay instituciones que piensan en mejorar la calidad de vida de todas las personas. El arte es eso, después de todo.
Supe ni bien ingresé que el grupo había cancelado su visita. Con Diego Murphy y María José Kahn, del departamento de Educación del Malba, convinimos que, a pesar de la pérdida de riqueza en la interacción, el recorrido debía hacerse igual. En el hall de ingreso, entonces, sin otros preámbulos, cubrí mis ojos. Es llamativo cómo se exacerban los demás sentidos al anular la visión. Uno en especial me expulsaba del relato que Diego hacía: la descripción minuciosa de la arquitectura espacial del museo y de donde yo me hallaba. En alta fidelidad y como por canales diferenciados, escuchaba una artillería de sonidos. Retumbaban en mis tímpanos simulando una proximidad que no era tal. Podía hasta clasificarlos, distinguir qué los producía.
"Estamos en pleno montaje -dijo María José-. Se están corriendo y abriendo grandes cajas de madera que contienen las obras de Yayoi Kusama, la artista japonesa, célebre por su compulsión de cubrir con lunares de colores las superficies. Por eso, como anticipo de su retrospectiva, el Malba luce ahora sus paredes de vidrio y acero como si tuvieran sarampión."
Para entrar en contacto con las obras de la colección, debí elegir entre subir por las escaleras mecánicas o el ascensor. La voz cálida y pausada de Diego actuó como un bálsamo, una certidumbre en medio de lo incierto. Opte por moverme con libertad en el espacio. Claro como un GPS, Diego me anticipó el recorrido. Coloqué mi mano sobre su hombro y me dejé guiar. Al desplazarme, paradójicamente, mi cuerpo se alivianó de peso. Se volvía etéreo como una mariposa en vuelo. Me sobresalté al arribar a la primera obra. Alguien había tocado mal un botón: como en un recital estalló una melodía a todo volumen. "Son las pruebas de sonido para la muestra de Kusama", previno María José.
"Esta es una intervención realizada especialmente para el museo. Podés palpar donde se inicia y culmina", me alentó Diego y guió mis manos hasta el objeto. "¿Podrás decirnos luego de qué material y forma se trata?", continuó, disparándome otra andanada de preguntas, precedidas con algo de información. Inspeccioné al tacto la superficie. Debí inclinarme y sentí mis manos deslizarse por barras, que intuí de madera, de temperatura cálida. Eran bloques delgados en líneas rectas. Paralelos en gran parte de una superficie en ele y enmarañados, con curvaturas pronunciadas, en el extremo opuesto. Sentí el frío de una cabeza de metal redondeada. Supuse que era un remache. Y María José me invitó a sentarme en Enredamaderas , de Pablo Reinoso: un banco de plaza, cuyos extremos se prolongan indómitos y trepan intrincados por los muros del museo. Llegan, "como infinitos espaguetis", me apuntaron, hasta el piso siguiente para unirse con otro banco similar. Pude recrear esa obra en mi imaginación.
En la segunda parada sentí un cambio radical en la acústica, frío en la sala, madera en el piso y un techo mucho más bajo. Sobrevino en voz femenina una descripción taxativa de un lienzo de los años 20.Desde el objeto más alejado al más cercano de la composición. Cada palabra significó la deconstrucción de esa pintura y la dibujó en las sombras: congregación de gente de color -escuché-, trajes coloridos de contornos difusos, cantidad de óleo aplicado con espátula... La melodía de un candombe sonó después. Pensé en el amigo charrúa de Borges. En cómo le había dedicado su mejor prosa en Martín Fierro y me sonreí. El anuncio vino después: "Se trata de Pedro Figari y la obra es Candombe , de 1921".
Estaba ahora sentada frente a un óleo alto como yo. La descripción de un morro enseguida me situó en el Brasil. Un caserío al atardecer, mujeres con canastos en sus cabezas, hombres con leños, morteros en el piso, mástiles y un cofre cerrado y azul. "¿Qué puede contener?", disparó mi guía. Semillas, arriesgué. Me entregaron un cofre igual y su contenido al sacudirlo sonaba a arroz. Al abrirlo olí granos de café. La explicación sobre Fiesta en San Juan y quién había sido Cándido Portinari, que nació en una hacienda de café y se abocó a plasmar las ocupaciones campesinas vinculadas con la producción de cacao, azúcar y café, vino después.
Quedé desconcertada con la última obra. Tras la descripción y algunos datos de época, me acercaron tres cilindros para palpar en su interior. Detecté texturas y materiales diversos: plumas, madera dispuesta como un serrucho, chapitas de gaseosa, y algo hirsuto: la cabellera de una muñeca vieja. Fueron esos los disparadores para ingresar en la obra de Berni y su collage de los años 60, La gran tentación . La prostituta, Ramona Montiel, sus sueños en la gran ciudad y las andanzas de un tal Juanito Laguna entre los rezagos recrearon con las licencias de mi imaginación la escena del lienzo.
Me contaron que cuando se estrenó el programa, en 2005, lo táctil tenía un valor capital. Se hicieron réplicas de obras para poder palpar y escudriñar. Pero esa metodología de interacción con la pieza que no es la real rápidamente quedó en desuso. Me parecieron más interesantes las alternativas creativas del abordaje multisensorial.
Al ingresar intuía que los ciegos "veían" con algo más que las manos. No sabía, sin embargo, de la importancia que adquiere el lenguaje. La modulación, la cercanía de la voz, la destreza del interlocutor al transmitir la palabra justa, la narración precisa. Fue a partir del lenguaje, en mi caso, que pude esbozar en mi imaginación el esqueleto de un cuadro. Y hablo de un bosquejo, porque el detalle, la nitidez de las pinceladas finales, se incorporaron con los demás sentidos. Pero hay algo en la apreciación de la obra de arte que no cambia: su misterio y con él, la reacción que es capaz de provocarnos..

Fuente: lanacion.com

DE CORREO A MULTIESPACIO CULTURAL

Patrimonio / Una obra del Gobierno nacional por $ 925 millones

Avanza la construcción de las salas principales del Centro Cultural del Bicentenario; prevén el estreno para fines de 2014 o principios de 2015; estiman que 5000 personas podrán visitarlo en simultáneo.


Por Ángeles Castro / La Nación

En el núcleo del antiguo Palacio de Correos y Telégrafos, en el Bajo porteño, crece una ballena azul con costillas metálicas y músculos de hormigón armado. Sobre ella cuelgan como estalactitas las vigas que servirán de esqueleto a un enorme candelabro vidriado. No se trata de una escena surrealista, sino de cómo se va plasmando la obra de ingeniería y arquitectura para convertir al tradicional edificio en el futuro Centro Cultural del Bicentenario.
Con fecha de finalización prevista para fines de 2014 o principios de 2015, los trabajos marchan a ritmo acelerado en la manzana delimitada por Alem, Corrientes, Bouchard y Sarmiento. Es habitual escuchar las máquinas en plena labor incluso hasta la medianoche: suman 700 las personas abocadas a la obra.
Dentro del edificio, los resultados saltan a la vista. Las dos estructuras que serán el emblema del centro cultural ya se perfilan en el corazón del palacio originalmente habilitado en 1928 y que albergó la Secretaría de Comunicaciones y dependencias del Correo Argentino. Ambas van emplazadas en el sector que ocupaban el viejo patio central y su entorno, que fue demolido.
La primera es "La Ballena Azul", una imponente sala para conciertos con capacidad para 2000 personas, construida en forma de óvalo sobre tres patas y con un desarrollo vertical de cuatro pisos. "Todavía no está definido el material que servirá como revestimiento para darle el color azul. Hay varias propuestas", dijo a LA NACION Alejandro Sánchez, gerente comercial de la UTE, que integran Esuco SA y Riva SA, las empresas que ganaron la licitación por 925 millones de pesos.
Además, esta sala será la sede oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional. La equiparán con un órgano único en América latina, de 3500 tubos y 46 registros, que confecciona especialmente en Alemania el fabricante Klais.
La segunda es "El Chandelier" (candelabro, en inglés), en los pisos sexto y séptimo, que quedará conformada por varios volúmenes colgantes de paredes translúcidas iluminadas, destinados a salas de exposiciones permanentes y temporarias de arte moderno.
A la par de la gran sala de conciertos, en tres niveles de subsuelos construidos especialmente funcionará, sobre Corrientes, una sala para música de cámara con capacidad para 600 personas.
La oferta para actividades culturales, públicas y privadas, se complementará con seis auditorios con 104 butacas cada uno, distribuidos en los pisos cuatro, cinco y seis. El diseño de los auditorios respetó la parte externa de las habitaciones y principalmente modificó el interior, ya que están situados en el sector histórico del palacio, bautizado como "área noble", que mira hacia la calle Sarmiento. En este frente, explicó Sánchez, prácticamente no se realizó obra nueva, sino trabajos de "restauración conservativa" y puesta en valor tanto sobre las paredes como sobre todos los revestimientos y carpinterías, así como de unos 250 muebles de estilo.
El "área noble" -que acogerá los museo Postal y Telegráfico y de las Telecomunicaciones- comunica con el sector modernizado ("área industrial") por medio de un espacio de transición que, entre otros elementos, contiene escaleras mecánicas y ascensores para que el público pueda recorrer fácilmente los nueve pisos y subsuelos del futuro Centro Cultural del Bicentenario (CCB).
Algunos puntos destacados del sector histórico lo constituyen los señoriales salones Eva Perón, De los Escudos y del Honor. El primero, en el cuarto piso, sirvió en el década del 40 como despacho de la esposa del entonces presidente Juan Domingo Perón; en el mismo nivel, pero sobre el ala industrial, una plaza seca coronará la Ballena Azul.
Otra plaza seca se abrirá debajo de la estructura, en la planta baja. En sus dos laterales, junto a Alem y a Bouchard, funcionarán dos restaurantes. El CCB no sólo fue pensado para actividades culturales, sino también para momentos de ocio y recreación. "Los porteños especialmente van a interactuar con este edificio, que quedará como legado a la ciudad. Calculamos que puede haber simultáneamente en el interior 5000 personas", detalló la arquitecta Lina Maccaferro, encargada de la inspección de la obra por el Ministerio de Planificación Federal.
Un tercer restaurante y un bar abrirán sus puertas en la terraza del edificio, en el piso nueve, que se transformará en un mirador público privilegiado de la ribera porteña, como pudo constatar LA NACION. En el mismo nivel ya fue refaccionada la cúpula del palacio: las pizarras originales que la cubrían fueron retiradas y reemplazadas por 550 paneles de vidrio que, conectado cada uno a un led, pueden ser iluminados con motivos diversos.
El interior de la cúpula, destinado a espectáculos, contará con escenarios móviles y capacidad para 265 personas sentadas.

El desafío de modernizar un edificio protegido

Le sumarán escaleras mecánicas, ventilación y un sistema antiincendio


Diseñado por el arquitecto francés Norbert Maillard e inaugurado en 1928, el Palacio de Correos fue declarado monumento histórico nacional en 1997. Esta catalogación complicó la obra para transformarlo en el Centro Cultural del Bicentenario Presidente Néstor Carlos Kirchner, nombre aprobado por una ley del Congreso Nacional.
Las intervenciones no debían alterar la imagen externa del edificio ni la interna de los sectores con mayor grado de protección (vestíbulos, escaleras, salones, galerías). Pero, además, demandaron prácticas constructivas y operativas singulares.
Por ejemplo, la entrada y salida de materiales y escombros no pudo hacerse a través de las aberturas (portones y ventanas). Por eso, las constructoras trajeron una grúa desde Pamplona, España, de 80 metros de altura y otros tantos de brazo, para introducir y extraer los elementos por arriba del edificio. Además, trabajan otras tres grúas en el lugar.
La estructura tampoco podía sufrir grietas ni desplazamientos durante la tareas de demolición del entorno del patio central y de excavación de los subsuelos. Todo el proceso fue, y es, supervisado por la Comisión Nacional de Monumentos.
Otro desafío fue incorporar, en una estructura de principios del siglo XX, servicios y dispositivos exigidos por la normativa reciente. Hoy, el palacio ya cuenta con dos pares de escaleras de emergencia y más ascensores. También, con servicios antiincendio, de aire acondicionado, calefacción y suministro eléctrico.
Detrás del edificio, en lo que era la Plazoleta del Tango, se observa una fosa gigante que alojará toda un área de servicios para abastecer la demanda del futuro centro cultural. El espacio volverá a ser techado y arriba parquizado.

Fuente: lanacion.com


BUENOS AIRES TENDRÁ UNA BIENAL
PARA PROMOVER EL ARTE JOVEN

Pueden inscribirse artistas de entre 18 y 32 años, con obra terminada o en desarrollo, hasta el 30 de junio.
Otro espacio, en 1998. En los años noventa, “Buenos Aires no duerme” fue escenario para jóvenes. / GRACIELA MENACHO
Otro espacio, en 1998. En los años noventa, “Buenos Aires no duerme” fue escenario para jóvenes. / GRACIELA MENACHO

Por Julieta Roffo


Después de más de veinte años, la Ciudad de Buenos Aires vuelve a organizar una Bienal de Arte Joven que abarcará artes escénicas, visuales, audiovisuales y música, y de la que podrán participar quienes tengan entre 18 y 32 años y se inscriban hasta el 30 de junio.
La iniciativa es de la Dirección General de Políticas de Juventud del gobierno porteño, y el objetivo, explica Luciana Blasco, titular de esa dependencia, es “recuperar un espacio destinado al arte joven que alguna vez existió y que es recordado con cariño, no sólo para la exposición, sino para la formación y el desarrollo de obra nueva”.
Es que en 1989 y 1991 se realizaron bienales (Ver Antecedentes). Esta edición premiará no sólo obra terminada sino proyectos a desarrollar. De aquí hasta noviembre, asegura Blasco, las ideas que resulten seleccionadas contarán con el apoyo de los miembros elegidos para los comités de selección, premiación y seguimiento. Entre ellos, hay nombres como Javier Daulte y Maruja Bustamante para el área escénica, Márcos López y Jorge Macchi para artes visuales, Lucía Puenzo y Juan Taratuto para las audiovisuales, y Leo García y Mariano del Mazo para la música.
El derrotero difiere entre las obras terminadas y los proyectos a desarrollar. Los autores de los trabajos terminados que sean finalistas, entre agosto y noviembre participarán en seminarios y clínicas. Los proyectos serán desarrollados durante esos meses y la reunión será entre el 13 y el 17 de noviembre cuando las obras ganadoras sean exhibidas. El Centro Cultural Konex será el punto neurálgico de la Bienal, pero también habrá obras en el Borges y las escénicas se presentarán en siete salas de teatro independiente del Abasto. La elección de espacios que no pertenecen a la Ciudad, explicó Blasco, “es una alianza estratégica con un circuito ya consolidado por el que circulan jóvenes”.
Se seleccionará a algunos ganadores con obras terminadas para que participen de becas de formación: algunas son en Buenos Aires, otras en Rosario, Nueva York, Barcelona y Medellín, entre otros destinos, y tendrán lugar en 2014.
En el caso de los proyectos a desarrollar, la financiación será la arista más visible del premio. Hasta 6 proyectos visuales recibirán un máximo de 50 mil pesos cada uno; hasta 7 proyectos teatrales, entre 60 mil y 100 mil pesos cada uno; hasta 3 series web, 120 mil pesos cada una; y se producirán y promocionarán hasta 4 discos, aunque el presupuesto aún no está estipulado. Y esos proyectos, ya convertidos en obra, serán exhibidos en el circuito local durante 2014.
“Necesitamos la expresión de los jóvenes, en pleno momento de experimentación, de arte despojado; una Bienal puede dar como fruto una forma de ver la vida más fresca”, dice Leo García, y asegura que como jurado le prestará atención a “aquello que conmueva”. Bustamante asegura que “contar con la contención y el apoyo económico es una buena oportunidad para hacer las cosas con tranquilidad, que cuando tenés veintipico de años y sos un estudiante, o un soñador, necesitás”.
Quedan diez días –fin de semana largo mediante– para completar la obra o afinar el proyecto, y enviar el formulario.

Fuente: Revista Ñ Clarín

UNA FOTO CONMOVEDORA SE VA A LONDRES

La Tate Modern compró un trabajo del argentino Marcelo Brodsky.

Cuando el fotógrafo Marcelo Brodsky, (Buenos Aires, 1954), volvió de su exilio en España, comenzó una campaña de denuncia contra el terrorismo de Estado. Ahí nació la muestra multimedia Buena memoria.
Una de sus imágenes, Primer año, Sexta división, foto de clase 1967 (conocida como “La clase”), fue comprada recientemente por la Tate Modern Gallery, un importante museo de Londres. Se trata de la foto de su división en el Nacional Buenos Aires. Sobre ella el autor escribió, en 1996, textos que indicaban cuál había sido el destino de sus compañeros. Frases como “A Claudio lo mataron en un enfrentamiento”, o “Martín fue el primero que se llevaron. No llegó a conocer a su hijo” o “Ana se fue a vivir a Israel hace 20 años”.
La obra formó parte este año de una muestra sobre guerra y conflicto social en la Tate. Ante la noticia, Brodsky decidió donar el video El puente de la memoria, que hizo con Rosario Suárez, y que forma parte del mismo conjunto. Allí recoge el momento en que se lee, por primera vez, en el Aula Magna del Colegio Nacional de Buenos Aires, la lista de estudiantes del colegio desaparecidos durante la represión militar.


Fuente:Revista Ñ Clarín

LESTIDO: LO DIFÍCIL QUE ES AMAR

Adriana Lestido muestra en Bellas Artes y en un bello libro buena parte de su producción. Son fotos que conmueven por sus luces y negros profundos pero, sobre todo, por su verdad.

El amor puede tener la forma de una mujer que nos recibe –cálida– en su seno (¿Acaso existe una forma mejor de volver a hamacarnos en el útero?). Podría ser, quizás, una madre. Pero el amor también puede ser la pregunta por el otro. La compañía. Dormir, caminar o reír con el otro. La comprensión. Los besos, el baile, los abrazos. Cierto descanso. El desamor, en cambio, son estas espaldas solitarias; la mirada alejada. La distancia. Un puño tenso, cerrado. El espacio gélido que se mantiene entre uno y otro cuerpo cuando existe la resistencia al roce. El desencanto hecho mirada.
Observo a esta mujer mayor, de unos sesenta y pico de años, y a otra a su lado, alrededor de los cuarenta. Son madre e hija. Las dos se miran fijamente, ubicadas en línea recta, paradas más o menos a un metro de distancia. Es noche cerrada. La madre observa a la hija con la boca cerrada hacia abajo, un rictus duro, una mirada exigente, lapidaria. La hija le devuelve la vista un poco más desarmada. Las dos están teñidas de rubio. Entre ellas hay tendido un puente, un espacio común, lleno de preguntas todavía sin respuesta, de reclamos, de demandas y reproches. Sin dudas, la hija –ya grande– le reprocha a su madre a través de la mirada.
Esta es una de las potentes fotografías de Adriana Lestido que forma parte de la serie Madres e hijas . Se encuentra expuesta por estos días en la muestra retrospectiva Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007 , en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
“Había algo de la relación entre madre e hija que necesitaba comprender, por eso hice estas fotos –comenta Lestido– porque siento que es una de las relaciones más complejas, difíciles y salvajes del ser humano. Ya desde su origen es así: sabemos lo condicionante que es en la vida de toda mujer la relación con su madre, y también, lo oscuro que puede llegar a ser, a veces, ese vínculo. Al mismo tiempo, es la relación de amor por excelencia.” Luego de hacer esta serie de fotos, ¿pudiste comprender eso que buscabas comprender?
Sí, pude comprender mejor a mi madre y relacionarme con ella como mujer. Pude entender algo que iba más allá de su rol de madre. Pude verla como ser humano.
Mujeres presas, 1991/1993, serie.
Mujeres presas, 1991/1993, serie.

Y recuperar el mucho amor que le tengo. Fue como poder limpiarlo. Pasa que uno, muchas veces –por su propia locura– parcializa los recuerdos; pero con estos trabajos pude rescatar gestos de amor de ella que tenía tapados. Cuando mi madre murió estábamos todavía en la tensión de la relación. Eso pasó en el año 84. Unos once años después hice esta serie. 
Hay otras fotos de parejas de madres con sus hijas dentro de esta serie. En todas, Lestido –a la manera de Nan Goldin y de otros fotógrafos– hizo un seguimiento íntimo, cercanísimo, cotidiano, de una madre con su hija en distintos momentos del día, a lo largo de varias semanas. En las fotos se ven madres jóvenes con sus nenas chiquitas: la beba está en la bañera. La madre la observa cansada, ojerosa. La misma dupla dentro de un auto, yendo a alguna parte: la beba profundamente dormida sobre el pecho materno. La madre, intensamente dormida sosteniendo a la beba. Entregadas la una a la otra. Otra: en la playa, la beba toma la cabeza de la madre con fuerza, palpándola, abrazándola, como si se tratara de un hermanito o de una extensión de sí misma. 
“El nacimiento da comienzo al proceso de aprendizaje de la separación. La separación es difícil de aceptar o creer”. La cita es de John Berger y aparece en el espléndido libro Lo que se ve, que Lestido presentó en el marco de la muestra en el MNBA. En realidad, es difícil decidir si el libro acompaña a la exposición o la exposición al libro; tal es el grado de cuidado y elaboración de la publicación: una mirada retrospectiva a la vida de Lestido como fotógrafa, pero también como mujer. Editado por Capital Intelectual, realizado con apoyo de la Ley de Mecenazgo y del grupo INSUD, el libro constituye una obra en sí misma.
Y comienza con una foto emblemática de cuando la artista trabajaba como fotorreportera en el diario La Voz. La foto –“Madre e hija de Plaza de Mayo”– es de 1982 y muestra a una mujer joven, con un pañuelo blanco y una niñita en brazos, gritando en la plaza. Pero antes que eso, en la página previa, la fotógrafa dedicó todo, libro y fotos: “A Guillermo Willy Moralli, compañero de vida y de lucha, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar el 18 de julio de 1978. A su luz, bondad y belleza.” A su luz, dice Lestido. Una fotógrafa que reconoce la luz de la persona amada, a pesar de la noche tan negra en la que estaba viviendo: lo dice una artista que define y comprende a través de la luz (eso es el lenguaje fotográfico).

Madres e hijas, 1995/1998, serie. Mary y Stella.
Madres e hijas, 1995/1998, serie. Mary y Stella.

“La lucidez es un don y es un castigo”, cita la fotógrafa en su libro a la poeta Alejandra Pizarnik. “Está todo en la palabra: lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y Lucifer viene de lux y de ferre, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz, el que trae la luz que permite la visión interior.
El bien y el mal, todo junto. El placer y el dolor (…) En esto se van los años, en esto se fue la bella alegría animal.” “Empecé a hacer fotos poco después de la desaparición de Willy –agrega Lestido–. En el momento no me di cuenta de la relación que teníamos. Y recién en 2008 noté que comencé a hacer fotos un año después de su desaparición. A partir de ahí la fotografía dirigió mi vida.” Un par de cosas me llaman la atención, recorriendo tanto la muestra de Lestido como el libro: por un lado, casi no aparece la figura del hombre. El universo que despliega la artista fue creado –prácticamente en su totalidad–, en una profunda clave íntima femenina. Se percibe en las series Mujeres presas , Madres adolescentes y en la anteriormente mencionada Madres e hijas . Un par de sombras, un solo perfil a contraluz –recortado por los rayos del sol penetrando en la sala–, y unas poquísimas siluetas movidas, representan a un hombre (en la serie El amor ). Esta gran y fuerte ausencia marca un interrogante.
Por otro lado, la serie El amor tiene mucho de paisaje frío, de nube, neblina; de géiser amenazante, bullente pero solitario.
Otra de las características de las obras de Lestido es el uso general del blanco y negro, salvo en dos obras: un par de pequeñas Polaroids. Muestran paisajes. Fueron sacadas el día de la muerte del padre de la artista. Polaroid 1: el cielo -nublado- se incendia. Polaroid 2: el tanque de agua ubicado en la nieve es atravesado por ciertas nubes. Está levemente velada.
Esta muestra incluye todas tus series de fotos, Adriana. ¿Cuál dirías que es el eje común?
En el fondo, todo en estas fotos tiene que ver con lo difícil que es amar.

FICHA

Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007
lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Av Libertador 1473
Fecha: hasta el 14 de julio
Horario: mar a vier, 12:30 a 20:30; sab y dom, 9:30 a 20:30
Entrada: gratis

Fuente:Revista Ñ Clarín