Adriana Lestido muestra en Bellas Artes y en un bello libro buena parte de su producción. Son fotos que conmueven por sus luces y negros profundos pero, sobre todo, por su verdad.
El amor puede tener la forma de una mujer que nos recibe
–cálida– en su seno (¿Acaso existe una forma mejor de volver a
hamacarnos en el útero?). Podría ser, quizás, una madre. Pero el amor
también puede ser la pregunta por el otro. La compañía. Dormir, caminar o
reír con el otro. La comprensión. Los besos, el baile, los abrazos.
Cierto descanso. El desamor, en cambio, son estas espaldas solitarias;
la mirada alejada. La distancia. Un puño tenso, cerrado. El espacio
gélido que se mantiene entre uno y otro cuerpo cuando existe la
resistencia al roce. El desencanto hecho mirada.
Observo a esta
mujer mayor, de unos sesenta y pico de años, y a otra a su lado,
alrededor de los cuarenta. Son madre e hija. Las dos se miran fijamente,
ubicadas en línea recta, paradas más o menos a un metro de distancia.
Es noche cerrada. La madre observa a la hija con la boca cerrada hacia
abajo, un rictus duro, una mirada exigente, lapidaria. La hija le
devuelve la vista un poco más desarmada. Las dos están teñidas de rubio.
Entre ellas hay tendido un puente, un espacio común, lleno de preguntas
todavía sin respuesta, de reclamos, de demandas y reproches. Sin dudas,
la hija –ya grande– le reprocha a su madre a través de la mirada.
Esta
es una de las potentes fotografías de Adriana Lestido que forma parte
de la serie Madres e hijas . Se encuentra expuesta por estos días en la
muestra retrospectiva Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007 , en el
Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
“Había algo de la relación
entre madre e hija que necesitaba comprender, por eso hice estas fotos
–comenta Lestido– porque siento que es una de las relaciones más
complejas, difíciles y salvajes del ser humano. Ya desde su origen es
así: sabemos lo condicionante que es en la vida de toda mujer la
relación con su madre, y también, lo oscuro que puede llegar a ser, a
veces, ese vínculo. Al mismo tiempo, es la relación de amor por
excelencia.” Luego de hacer esta serie de fotos, ¿pudiste comprender eso
que buscabas comprender?
Sí, pude comprender mejor a mi madre y
relacionarme con ella como mujer. Pude entender algo que iba más allá de
su rol de madre. Pude verla como ser humano.
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Mujeres presas, 1991/1993, serie. |
Y recuperar el mucho amor
que le tengo. Fue como poder limpiarlo. Pasa que uno, muchas veces –por
su propia locura– parcializa los recuerdos; pero con estos trabajos pude
rescatar gestos de amor de ella que tenía tapados. Cuando mi madre
murió estábamos todavía en la tensión de la relación. Eso pasó en el año
84. Unos once años después hice esta serie.
Hay otras fotos de
parejas de madres con sus hijas dentro de esta serie. En todas, Lestido
–a la manera de Nan Goldin y de otros fotógrafos– hizo un seguimiento
íntimo, cercanísimo, cotidiano, de una madre con su hija en distintos
momentos del día, a lo largo de varias semanas. En las fotos se ven
madres jóvenes con sus nenas chiquitas: la beba está en la bañera. La
madre la observa cansada, ojerosa. La misma dupla dentro de un auto,
yendo a alguna parte: la beba profundamente dormida sobre el pecho
materno. La madre, intensamente dormida sosteniendo a la beba.
Entregadas la una a la otra. Otra: en la playa, la beba toma la cabeza
de la madre con fuerza, palpándola, abrazándola, como si se tratara de
un hermanito o de una extensión de sí misma.
“El nacimiento da
comienzo al proceso de aprendizaje de la separación. La separación es
difícil de aceptar o creer”. La cita es de John Berger y aparece en el
espléndido libro Lo que se ve, que Lestido presentó en el marco de la
muestra en el MNBA. En realidad, es difícil decidir si el libro acompaña
a la exposición o la exposición al libro; tal es el grado de cuidado y
elaboración de la publicación: una mirada retrospectiva a la vida de
Lestido como fotógrafa, pero también como mujer. Editado por Capital
Intelectual, realizado con apoyo de la Ley de Mecenazgo y del grupo
INSUD, el libro constituye una obra en sí misma.
Y comienza con
una foto emblemática de cuando la artista trabajaba como fotorreportera
en el diario La Voz. La foto –“Madre e hija de Plaza de Mayo”– es de
1982 y muestra a una mujer joven, con un pañuelo blanco y una niñita en
brazos, gritando en la plaza. Pero antes que eso, en la página previa,
la fotógrafa dedicó todo, libro y fotos: “A Guillermo Willy Moralli,
compañero de vida y de lucha, secuestrado y desaparecido por la
dictadura militar el 18 de julio de 1978. A su luz, bondad y belleza.” A
su luz, dice Lestido. Una fotógrafa que reconoce la luz de la persona
amada, a pesar de la noche tan negra en la que estaba viviendo: lo dice
una artista que define y comprende a través de la luz (eso es el
lenguaje fotográfico).
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Madres e hijas, 1995/1998, serie. Mary y Stella. |
“La lucidez es un don y es un castigo”,
cita la fotógrafa en su libro a la poeta Alejandra Pizarnik. “Está todo
en la palabra: lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio.
Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella,
la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y
Lucifer viene de lux y de ferre, que quiere decir el que tiene luz, el
que genera luz, el que trae la luz que permite la visión interior.
El
bien y el mal, todo junto. El placer y el dolor (…) En esto se van los
años, en esto se fue la bella alegría animal.” “Empecé a hacer fotos
poco después de la desaparición de Willy –agrega Lestido–. En el momento
no me di cuenta de la relación que teníamos. Y recién en 2008 noté que
comencé a hacer fotos un año después de su desaparición. A partir de ahí
la fotografía dirigió mi vida.” Un par de cosas me llaman la atención,
recorriendo tanto la muestra de Lestido como el libro: por un lado, casi
no aparece la figura del hombre. El universo que despliega la artista
fue creado –prácticamente en su totalidad–, en una profunda clave íntima
femenina. Se percibe en las series Mujeres presas , Madres adolescentes
y en la anteriormente mencionada Madres e hijas . Un par de sombras,
un solo perfil a contraluz –recortado por los rayos del sol penetrando
en la sala–, y unas poquísimas siluetas movidas, representan a un hombre
(en la serie El amor ). Esta gran y fuerte ausencia marca un
interrogante.
Por otro lado, la serie El amor tiene mucho de paisaje frío, de nube, neblina; de géiser amenazante, bullente pero solitario.
Otra
de las características de las obras de Lestido es el uso general del
blanco y negro, salvo en dos obras: un par de pequeñas Polaroids.
Muestran paisajes. Fueron sacadas el día de la muerte del padre de la
artista. Polaroid 1: el cielo -nublado- se incendia. Polaroid 2: el
tanque de agua ubicado en la nieve es atravesado por ciertas nubes. Está
levemente velada.
Esta muestra incluye todas tus series de fotos, Adriana. ¿Cuál dirías que es el eje común?
En el fondo, todo en estas fotos tiene que ver con lo difícil que es amar.
FICHA
Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007
lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Av Libertador 1473
Fecha: hasta el 14 de julio
Horario: mar a vier, 12:30 a 20:30; sab y dom, 9:30 a 20:30
Entrada: gratis
Fuente:Revista Ñ Clarín