Las imágenes con las que Carlos Alonso recreó tres grandes obras de la literatura se exhiben en una muestra en Santiago del Estero.
UN ARTISTA, TRES LIBROS. Tres ilustraciones sin título de la serie de la Divina comedia de Dante.
Una bacanal de pasión que reúne sesenta fabulosas ilustraciones de La Divina Comedia, El matadero y Romances del Río Seco. Eso es Carlos Alonso ilustrador , la exposición que puede verse por estos días en el Centro Cultural del Bicentenario, en Santiago del Estero. Son obras que pertenecen a la Fundación Alon para las Artes, presidida por Jacobo Fiterman.
El Centro Cultural del Bicentenario es bello,
ultramoderno. Aquí funcionó la antigua Casa de Gobierno y, luego, hasta
hace pocos años, la Jefatura de policía. Conserva parte de la estructura
original neoclásica afrancesada. En una superficie de diez mil metros
cuadrados, el Centro Cultural reúne el Museo Histórico Dr. Orestes Di
Lullo, el Museo de Ciencias Antropológicas Hermanos Emilio y Duncan
Wagner, el Museo de Bellas Artes Ramón Gómez Cornet, y un salón de
exposiciones (actualmente, se exhibe el Premio Braque).
Alonso
ilustró Don Quijote de La Mancha , el Martín Fierro , Mademoiselle Fifi ,
de Guy de Maupassant; Romances del Río Seco , de Leopoldo Lugones y, de
Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
Crepusculario , El hondero entusiasta y Tercera residencia . Y sigue la
lista con más de treinta títulos. Para ser precisos, hay que decir que
Alonso más que ilustrar reactualiza los relatos con intensidad. Su
anclaje es el tiempo que le tocó vivir. Así como la tradición pictórica
le sirve para auscultar el presente, se mete con El matadero y la Divina
Comedia para contar el mundo actual. Es capaz de trasladar el infierno
dantesco a nuestros días y recordarnos que la violencia ensañada es
atemporal. En ese mundo de tripas y sangraza, carniceros y achureros
devienen torturadores.
Escrito por Esteban Etcheverría entre 1838
y 1840 en su exilio en Montevideo, El matadero permaneció inédito por
mucho tiempo. Su escritura, el estilo naturalista, iba a contrapelo de
la época. Recién se publicó en 1871, veinte años después de la muerte de
su autor. Juan María Gutiérrez escribió una advertencia al lector que
evidencia la mirada sobre aquel cuento. Si bien caracteriza al escrito
como “una página histórica, un cuadro de costumbres y una protesta que
nos honra”, aclara que “estas páginas no fueron escritas para darse a la
prensa tal cual salieron de la pluma que las trazó, como lo prueban las
precipitaciones y el desnudo realismo con que están redactadas”.
De
ese submundo de la mazorca rosista, Alonso hará surgir estancieros
matarifes, clérigos, hombres desencajados de maldad que habitan nuestras
pampas. Allí la difunta esposa del Restaurador es patrona de los
carniceros. Ese sitio huele a sangraza reseca, a visceras y a carne y a
cebo. Allí los hombres se golpean a vejigazos o con bolas de carne.
Corre sangre. Se viola y se picanea para luego matar, rueda la cabeza de
un niño por impericia del enlazador. Los asuntos se resuelven a “verga y
tijera”. Todo es violencia alienada, verbal y física, al límite de lo
decible. Y los dibujos de Alonso, bellos, monstruosos, deslumbrantes,
dan una vuelta de tuerca, y lo dejan a uno entre las cuerdas.
Otras formas del relato |
En
1976, más de una década después de hacer la mayoría de los trabajos de
El matadero , señaló Alonso sobre su muestra Lo ganado y lo perdido :
“He tratado de reflejar todos esos personajes, todo ese mundo ligado a
una economía que también está ligada a una forma cultural. Allí estaban
desde la Sociedad Rural hasta las carnicerías, achicando los espacios,
mezclándolos casi con los mataderos (…) donde la anatomía humana y la
anatomía de la vaca, y la sangre de la vaca y la sangre del hombre están
a veces a un mismo nivel de mercado y de precio.” Y se metió con la
violencia ilimitada de ganaderos matarifes en “Hay que comer”, “Diván
vaca”, en el tríptico “Carne congelada”, “Carne fresca”, “Carne de
primera”.
Alonso mostró la maldad del matadero y, más tarde, la
de nuestra dictadura, al degradar los cuerpos a su forma más elemental
de puros colgajos de carne. “De repente caía un bofe sangriento sobre la
cabeza de alguno, que de allí pasaba a la de otro, hasta que algún
deforme mastín lo hacía buena presa, y una cuadrilla de otros, por si
estrujo o no estrujo, armaba una tremenda de gruñidos y mordiscones.
Alguna tía vieja salía furiosa en persecución de un muchacho que le
había embadurnado el rostro con sangre, y, acudiendo a sus gritos y
puteadas los compañeros del rapaz, la rodeaban y azuzaban como los
perros al toro y llovían sobre ella zoquetes de carne, bolas de
estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes (…)”.
Ahí
está el pobre infeliz unitario temblando de furia, de impotencia: “Sus
fuerzas se habían agotado. Inmediatamente quedó atado en cruz. Y
empezaron la obra de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó
borbolloneando de la boca y las narices del joven, y, extendiéndose
empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa.” En Romances del
Río Seco , de Lugones, Alonso se mete con el paisaje: cuando irrumpe
con las manchas sus obras son pura potencia. La de los Lugones es una
historia trágica. Leopoldo se suicidó el 19 de febrero de 1938 en una
habitación de El Tropezón, un recreo del Tigre. Tomó un vaso de whisky
con cianuro. “No puedo terminar el libro sobre Roca. Basta”, decía en
una carta.
Romances del Río Seco , editado póstumamente, centrado
en el pueblo natal del autor, pone el foco en las luchas entre unitarios
y federales. “Y en la claridad serena/ le oían con sobresalto/ gritar:
‘¡Ramírez! ¡Ramírez!’/ sacudiendo un bulto en alto./ No sujetó hasta la
plaza/ esa disparada a fondo./Allá mismo, sin resuello, /cayó el alazán,
redondo/ El jinete decidido,/ de un tirón abrió el costal,/ y del pelo
alzó en el aire/ la cabeza federal.”
Otras formas del relato |
Algunos asocian el suicidio de Lugones a una pena de un amor oculto con una joven estudiante. Su hijo, Leopoldo Lugones, Polo, durante la presidencia de Alvear fue director del Reformatorio de Menores de Olivera. Fue procesado por el delito de corrupción y violación de menores. En el gobierno de Uriburu, fue nombrado comisario inspector de la Policía. Inventó la picana eléctrica. En el sótano de la antigua penitenciaría de la calle Las Heras, implementó una sala de interrogatorio y tortura. Susana Lugones, Pirí, hija de Polo y nieta de Leopoldo, militó en Montoneros. Acida, se presentaba: “Pirí Lugones, nieta del poeta, hija del torturador”. Ella murió en manos de los militares de la última dictadura. Su hijo se suicidó en Tigre.
Cuando le encargaron las ilustraciones para la
Divina comedia, Alonso viajó a La Toscana para recorrer los paisajes y
escenarios del Dante. Luego, claro, volverá sobre la tortura y la
muerte. En ese viaje por los reinos de ultratumba, a veces el propio
Alonso deviene Lucifer monstruoso en un juego que incluye la viñeta de
cómic con figuras híper expresionistas. Espantado, Dante se tapa los
ojos ante la guerra, los campos de concentración, y el crimen racial:
“Il diabolico uomo bianco”, dice el texto de una de las ilustraciones. O
mira absorto a hombres y mujeres, mix de cómic y aire goyesco, que se
hunden en mar de lava carmín, perseguidos por bellos diablillos alados
que atacan con tridentes en constante suplicio. Locura, tormentos.
“Sobre los pies los intestinos vierte; /enseña el corazón, y el triste
saco/ que cuando traga en fetidez convierte./ Mientras le observo entre
el ambiente opaco/ me mira, y con las manos se abre el pecho:/ Ve a
Mahoma –diciendo–; así yo aplaco/ mi destrozo y dolor, y a corto
trecho,/ y con el cráneo hasta la nuca hendido, va Ali delante en
lágrimas deshecho (…)” El infierno de Alonso es terreno, se encarna en
el otro, aquí y ahora. Cuando ya no queda nada en pie, Lucifer se abre
el pecho y exhibe orgulloso las entrañas: “…Mira cómo me desgarro…”,
dispara con cruel ironía.
Tunuyán, Mendoza, 1929. Artista plástico
Alonso básico
Tunuyán, Mendoza, 1929. Artista plástico
Es uno de los artistas más importantes de la Argentina. Desde
1949 sus pinturas, acuarelas, tintas y grabados se exhiben en museos y
galerías del país y de Londres, Nueva York, Madrid, Florencia, Roma,
Milán, Viena, Tokio, Kyoto, entre otros sitios. Expone desde 2001 en RO
Galería de Arte. Desde finales de la década del sesenta venía siendo
víctima de la censura. En 1976 se exilia en Roma después de que su
muestra “Lo ganado y lo perdido” recibiera una amenaza de bomba. En 1977
desaparece su hija Paloma. En 1982 vuelve al país y poco después se
instala en Unquillo, Córdoba, donde actualmente vive y trabaja.
Fuente: Revista Ñ Clarín