LA TRANSFORMACIÓN DEL PUNK CULMINA EN LA ALTA COSTURA

El disfraz de la anarquía llegó con su propio reglamento. El Met de Nueva York exhibe "Del caos a la alta costura", una muestra que conecta los puntos entre las innovaciones del punk contra todo lo formal y los elementos que la alta moda tomó ­o directamente copió­ del movimiento.
Por Jon Caramanica
The New York Times


En Inglaterra, en los años 1970, todos ­skinheads, teddy boys, mods, rockers­ tuvieron una apariencia coherente y comprensible. Los punks mezclaron lo que encontraron, lo cortaron en pedazos y lo cosieron de otras maneras. Fue un corte de manga al prolongado legado del uniforme ­salvo por el hecho de que, obviamente, a su modo también lo era. El uniforme contra lo uniforme se convirtió en el legado estético más estentóreo y perdurable, probablemente en su detrimento.
Fue una caricatura fácil, una expresión fácilmente reproducible de la angustia de la clase trabajadora. Punk: Chaos to Couture (Del caos a la alta costura), la exposición del Metropolitan Museum of Art en Nueva York que se inauguró el 9 de mayo, conecta los puntos entre las innovaciones del punk contra todo lo formal y los elementos que la alta moda tomó ­o directamente copió­ del movimiento.
El título es, de todos modos, un poco engañoso. Ciertamente, la decadencia y el desorden fueron centrales en la ideología del punk, pero el caos fue siempre controlado y el caos fue siempre "couture". El punk podrá haber sido una de-construcción pero no fue un accidente. Yuxtaponer las viejas prendas con los tributos, como hace la exposición, pinta los artículos del punk como piedras preciosas rescatadas y resucitadas por diseñadores de mirada muy afilada con habilidades tradicionales ­una erupción de casualidad en la corriente dominante.
Sin embargo, en el reglamento del punk ­su disfraz de anarquía­ era muy potente aun antes de que alguien lo mirara. La profanación de logos e imágenes, la construcción deliberadamente harapienta, la mezcla de referencias, el énfasis en lo duro como también en lo blando ­fueron principios claves del estilo que exigía adhesión. Eran estilos para usar, y también modelos para vivir. Y estas visiones avanzaron rápidamente, creando apariencias que se establecieron con diferentes niveles de intensidad a ambos lados del Atlántico.
En Nueva York, los modelos dominantes fueron el taciturno corte sartorial de Richard Hell, que reprodujo la frase "Mátenme por favor" en una camiseta, o el chic gastado de los Ramones, con sus camperas de cuero negro y los jeans ajustados rotos. Discretos y harapientos, eran sorprendentemente elegantes y comunicaban una plétora de cosas con unos pocos gestos apenas.
El punk como expresión espectacular prendió más en Inglaterra, en gran medida con Malcolm McLaren de los Sex Pistols y la diseñadora radical Vivienne Westwood en su influyente tienda en King’s Road que en un momento se llamo Sex, y después, Seditionaires, entre varios otros nombres. Tomaron algunos de los gestos de desdén del estilo de Nueva York y los hicieron estallar, imprimiéndoles una actitud rutilante. De golpe, el punk se transformó en un conjunto de elementos incendiarios diseñados para generar una provocación máxima.
Las remeras, en su mayoría moderadas para los criterios modernos, eran rabiosas y caprichosas, llenas de ataques a distintos logos e imágenes: la Reina de Inglaterra, cowboys desnudos, Jesús, esvásticas y cruces de hierro. McLaren y Westwood demostraron que la historia estaba para ser reinterpretada. Pero la legibilidad y la coherencia eran la clave de esa propuesta. Por eso, el punk se convirtió fácilmente en marca y en producto ­divorciado de su ideología original, sin duda, pero reproducible para siempre.
Transcurridas casi cuatro décadas, el punk evolucionó ­como palabra, como género, como estilo. En la moda, es simplemente una referencia más en la cual abrevar, tan válida en su negación de la estructura como cualquier otra cosa fundada en la estructura. El punk moderno, si es que todavía existe, quedó osificado en las remeras ajustadas y el pelo con laca; debe muy poco a sus antepasados. De todos modos, el género se individualiza por la profundidad de su influencia en la alta moda.
El hip-hop también dejó una marca, aunque ha sido poco uniforme y débil. El grunge tuvo sus momentos a lo largo de los años, pero fue menos una cosmovisión que una protección. Si hay acaso un movimiento musical con el potencial de sostener una exposición como ésta en el Met después de varios decenios, tal vez sea la cultura rave y sus numerosos afluentes, con sus ideas sobre silueta, sobre estructura, sobre tamaño, sobre color que son a la vez sui generis y virales. El rave sabe lo que sabía el punk: la ropa siempre fue para mostrar.
El hecho de que las prendas de vestir pudieran alguna vez ser consagradas ­¿enclaustradas?­ en el mismo museo que también alberga colecciones apiladas de obras de arte del Renacimiento, objetos egipcios y demás, constituye probablemente el final lógico de la ideología nihilista de Hell, el sueño de la insistencia vendedora de McLaren.
Una exposición así no sería posible sin el desmantelamiento sistemático de las murallas que rodean la cultura alta y la cultura baja que el punk contribuyó a derribar con más fuerza todavía que sus predecesores, sin hablar del turismo cultural al que inevitablemente lleva.
Gritar tan alto como el público y ser escuchado ­ése fue, todo el tiempo, parte del objetivo. Y da lugar, como mínimo, a una fértil renovación del debate: ¿la infiltración corrompe o los corruptos se infiltran?

Fuente: Revista Ñ Clarín


AUTORRETRATO FUSILADO, CON DISPAROS Y OTRAS FORMAS DE LA MEMORIA

Fotografías de Marcelo Brodsky, registros de El Siluetazo y una selección de obras de las colecciones del Castagnino-Macro con foco en la memoria se exhiben hasta el 21 de mayo en el museo de Rosario.
Un grupo de pescadores conversa. Desde Parque España es posible caminar por la costanera, atravesar senderos, entre sauces y palmeras, y llegar al Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), un antiguo silo, a orillas del Paraná.
El museo tiene una estructura que incluye ocho cilindros que originariamente se usaban para el almacenamiento de granos. Cuenta con diez pisos, una explanada, un túnel, además de depósitos de obras, y una tienda de venta de libros.
Por estos días el híper colorido Macro está copado por tres muestras que ocupan los siete pisos del museo. Arbol/Archivo + Polípticos reúne fotografías de Marcelo Brodsky. “La mirada se va construyendo en relación con lo real y con lo vivido. Arbol /Archivo es la constatación de la relación de mi mirada con la naturaleza a través de ese itinerario visual”, dice el artista.
Ese camino comienza en el exilio en Barcelona, en 1979, con su autorretrato fusilado en la Plaza de San Felipe Neri, en la que el régimen franquista llevó a cabo innumerables ejecuciones en la Guerra Civil Española, y termina en el mismo sitio veinticinco años después, con otro autorretrato frente al mismo árbol.   
Brodsky seleccionó fotos de toda su vida y desató un diario íntimo paradojal que va de la muerte a la vida. Desde ese primer “Autorretrato fusilado” que tomó el joven Brodsky después de abandonar el país cuando intentaron secuestrarlo en 1977, y antes de la desaparición de su hermano Fernando, hasta la última toma frente a ese árbol, hay un proceso que el artista denomina de sanación. Una especie de catalizador para elaborar dolores y pérdidas. Cuenta el artista que junto con la naturaleza, su mujer, a quien conoció en el exilio, y su hijo, serán parte de la “reconstrucción de la vida”.
En esta intensa crónica visual uno se encuentra con el reflejo del edificio Le Parc que se desvanece por efecto del viento en esa fotografía que es la que inició la intensa conversación visual entre Marcelo Brodsky y Manel Esclusa. Algunos árboles parecen fugar al cielo, otros tienen protuberancias, extrañas malformaciones. Cerca está el río de los vuelos de la muerte, devenido en “tumba inexistente”, como lo llamó el artista en su libro Buena memoria.
EL SILUETAZO. Una acción colectiva de arte, el 21 de septiembre de 1983. (Foto:Alfredo Alonso. Archivo Cedinci)
EL SILUETAZO. Una acción colectiva de arte, el 21 de septiembre de 1983. (Foto:Alfred)o Alonso. Archivo Cedinci

Están los árboles que plantaron los familiares de desaparecidos en el Bosque de la Memoria, en la Universidad de Tucumán. “Este árbol crecerá, dará flores, en sus ramas mil aves trinarán. Hijo mío, eternamente vivís en el corazón de tu madre, tu hija y tus hermanos”, dice un papel, ya casi deshecho por la lluvia, que cuelga de uno de los árboles.
Uno intuye que para el artista seleccionar imágenes de su archivo implicó encontrarse con la mirada de ese joven que fue. Hay que animarse a darse una vuelta por el pasado. Es que desde su serie Buena memoria, en sus fotografías siempre está en carne viva su propia historia de vida. Resulta difícil olvidar aquella imagen con sus compañeros de clase del Colegio Nacional de Buenos Aires, los círculos rojos sobre los que ya no están vivos. Esa foto, que acaba de comprar la Galería Tate de Londres para su colección, y las que integran ese fotorreportaje que termina con un capítulo dedicado a su hermano, son estremecedoras. Desde las fotos familiares hasta la última de Fernando en la ESMA.
Dos muestras con obras de la colección del museo acompañan a la de Brodsky. Con documentos, fotografías y textos, El Siluetazo recuerda la gran acción colectiva que arrancó aún en democracia, un 21 de septiembre de 1983, por iniciativa de los artistas Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel. Participaron agrupaciones estudiantiles de centros universitarios (todavía prohibidas) como la de la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, la de Arquitectura, Filosofía y Letras, Sociología y Farmacia, y todos los que fueron a la movilización convocada por Madres de Plaza de Mayo. Aquella intervención urbana se propuso “reclamar por la aparición con vida de los desaparecidos, darle a la movilización otra posibilidad de expresión y perdurabilidad temporal, crear un hecho gráfico que golpee al gobierno a través de su magnitud física y desarrollo formal, y por lo inusual, renueve la atención de los medios de difusión y provoque un aglutinante que movilice muchos días antes de salir a la calle”.
En Legajos se exhibe una selección de 16 obras de las colecciones del Castagnino - Macro. “Se buscó poner el foco en la memoria de las piezas” dice Nancy Rojas, del equipo curatorial del museo. Cada obra va acompañada por su correspondiente legajo técnico que integra el archivo del museo. En el séptimo piso uno se encuentra con el inolvidable video “Granada” de Graciela Taquini. A partir del relato videográfico de la artista Andrea Fasani, secuestrada durante la dictadura militar, Taquini desata una obra potente.

CRONICA VISUAL. El reflejo del edificio Le Parc se desvanece por efecto del viento en esa fotografía de Marcelo Brodsky.
CRONICA VISUAL. El reflejo del edificio Le Parc se desvanece por efecto del viento en esa fotografía de Marcelo Brodsky.

Recuerdo y olvido se alternan en un sino tortuoso. ¿Por qué es tan atrozmente selectivo el recuerdo?
En otra sala, está uno de los músicos de espuma de poliuretano de León Ferrari. Hay textos, poesías, libros y carteles postales de Mirtha Dermisache. Su invención de una forma de escritura provoca un efecto de extrañeza: crea un lenguaje que es pura forma vaciado de contenido. Está también el anteproyecto de cárcel subterránea para la ciudad de Buenos Aires y el de cárcel flotante para el Río de la Plata de Horacio Zabala. Hay, entre otras, obras de Víctor Grippo, Feliciano Centurión, Egar Murillo y Oscar Bony.
De las obras de esta última muestra, una en particular lleva de nuevo al autorretrato fusilado de Brodsky. Las esquirlas del díptico “El asesino” de Oscar Bony quedan clavadas en la retina. Provocan una impresión de desgarro tan intensa como ese fusilamiento en la Plaza de San Felipe Neri. Bony sabía acribillar a balazos. Destrozó certezas: miró y pensó la obra en el entramado político y social. Estaba convencido: “El artista asume una responsabilidad: la de redefinir cada vez la naturaleza del arte teniendo en cuenta su tiempo”. Y no dudó: expuso en vivo “La familia obrera” ante los ojos incrédulos de la familia clase media. Y, entonces, disparó una vez más: hizo estallar alusiones políticas, estéticas, de relaciones de explotación y sujeción. Tras presentarla, tuvo una crisis profunda: comenzó a indagar acerca del rol social del arte, y decidió abandonar la producción artística durante años.
Es curioso: su primera serie de fotografías baleadas se llamó “Obras de amor y violencia”. Se entiende: ira de amor, la más pasional, irracional y, acaso, justificada de todas. Su figura acribillada irrumpe en el límite difuso entre fusilamiento y suicidio. Bony tensó el dispositivo estético: convirtiéndose en víctima y victimario; verdugo y fusilado. Los suyos son suicidios heroicos. Más aún: irrumpe desafiante. 
Esos retratos perforados con envidiable pasión son actos de resistencia. Le daba miedo la muerte a Bony. Y a quién no. Difícil olvidar su furiosa conjura, en su sótano-taller, con su revólver Smith & Wesson 32 en mano.

FICHA
Arbol/Archivo + Polípticos
El Siluetazo
Legajos
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO)
Estanislao López 2250 (Bv. Oroño y el Río Paraná, Rosario)
Fecha: hasta el 21 de mayo
Horario: jueves a martes de 14 a 20; miércoles cerrado
Entrada general: $5; menores de 12 años, gratis.

Fuente: REvista Ñ Clarín

LA FRACTURA SOCIAL ARGENTINA
RECORRE EL MUNDO EN IMÁGENES

"Fractura Expuesta 2001-2011", la selección de trabajos del fotógrafo Pepe Mateos se pueden ver en estos días en Instituto Iberoamericano de Berlín, para después trasladarse a Barcelona. Un documento inquietante, ahora expuesto a los ojos extranjeros.



Los programas culturales rescatan datos quizás obvios. Para el Instituto Iberoamericano de Berlín, donde se inauguró el 14 de mayo pasado Fractura Expuesta 2001-2011, la exhibición es un documento del clima social y político en la Argentina después de la crisis de 2001, que comenzó "tras la renuncia de Fernando de la Rúa" y a la que le siguió "una fase de pérdida de fe en el liderazgo político e inestabilidad económica". El fotógrafo estuvo presente y escuchó atento las palabras de la antropóloga Bárbara Gobel, que contextualizaron para el público presente el trabajo de Mateos, bien arraigado en una realidad extraña a la mirada alemana. En el edificio ubicado en la zona más nueva de la ciudad, rodeada de rascacielos espejados, destacó en las imágenes una visión objetiva de los hechos y a la vez intervenida por la subjetividad del fotógrafo.

ANIVERSARIO. Frente al mural que homenajea a Kosteki y Santillán, víctimas de la represión.
ANIVERSARIO. Frente al mural que homenajea a Kosteki y Santillán, víctimas de la represión.

Hasta junio podrán verse en Berlín las escenas más escalofriantes de violencia, los piquetes y la huella que deja la exclusión, a través de la mirada de Mateos, reportero gráfico de Clarín y distinguido en 2003 con el Premio Internacional Rodolfo Walsh de Periodismo por la cobertura de estas mismas protestas. Tras el 2001 –dice el programa– surgieron diversas formas de protesta social, como los llamados cacelorazos (ruidosas manifestaciones golpeando cacerolas), pero esta situación cambió con las elecciones nacionales de 2003", agrega. Los estados de ánimo y los acontecimientos en las calles de Buenos Aires aparecen con igual intensidad en las fotografías de Pepe Mateos, que participa de la acción pero en simultáneo mira con distancia, casi con ironía, como queda de manifiesto en la imagen de las señoras que toman el té de las cinco ante la mirada de los que quedaron del otro lado del vidrio.

AL CALOR DE LA PROTESTA. Una impactante imagen tomada el 19 de diciembre de 2001.
AL CALOR DE LA PROTESTA. Una impactante imagen tomada el 19 de diciembre de 2001.
Desde el 28 de mayo, el centro cívico Pati Limona de Barcelona recibirá a la exhibición itinerante, con el título Fractura expuesta. Fotografías de una década. Esta vez, el programa rescata en las imágenes, más que su contexto, los detalles. "Es una serie de fotografías de Pepe Mateos con escenas y personajes situados en los márgenes de los eventos que habitualmente cubre un fotoperiodista”. La realidad más conocida, la de la crisis, da paso a la interpretación: se percibe el recorte, con cierto escepticismo, en las imágenes que expresan visualmente la complejidad de las situaciones en las que fueron capturadas, unas veces de forma ambigua, otras explícitas. Son todas imágenes que consiguen inquietar aunque no siempre explican por sí mismas todo, aunque sea un argentino conectado con la realidad el que las mira. “En el estilo personal que ha desarrollado –describe el programa en catalán–, el registro crudo de los hechos, convive con imágenes que ofrecen diferentes lecturas, siempre cruzadas por un clima de tensión, desesperanza y violencia".

EN BERLIN. Pepe Mateos junto a Bárbara Gobel, directora del Instituto Iberoamericano de esa ciudad.
EN BERLIN. Pepe Mateos junto a Bárbara Gobel, directora del Instituto Iberoamericano de esa ciudad.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EL LIBRO DE ARTISTA YA TIENE SU SEDE EN LA ARGENTINA

La primera muestra de un centro dedicado a esa disciplina se realiza en Santa Fe, con obras de 60 artistas de todo el país.
Por Marina Oybin

Hay que caminar por una gran sala en cuyo centro hay una fuente para llegar a ver los sesenta libros de artistas de nuestro país que integran la muestra inaugural del Centro Argentino del Libro de Artista (C.A.L.A.), en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, en Santa Fe. Pelusa Borthwick es la directora y curadora del flamante C.A.L.A, un emprendimiento patrocinado por el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, que apunta al federalismo.
Los antecedentes del libro objeto, escribe Graciela Marotta, en El libro del libro de artista, hay que buscarlos en la Columna de Trajano, en los libros célticos de Irlanda y en el Libro de las Horas del Duque de Berry, luego, la lista sigue, entre otras, con las propuestas dadaísta y surrealista.
En las salas del museo, hay obras de artistas consagrados y emergentes. Las técnicas y soportes son variados: desde papel hasta libros-video; desde grabado y fotografía hasta vidrio o tejidos endurecidos en azúcar; desde dibujo, pintura y escultura hasta objetos e intervenciones.
Guantes en mano, es posible mirar, tocar y hojear los libros. Con tiras de papel con litografías, “Ríos de leche”, de Silvia Brewda, es una bella forma ondulante que el espectador va modificando. Matilde Marín, que viene fotografiando faros (“Pharus”, en griego: luz que guía el destino de los hombres) desde que leyó en el diario que “todos los faros del mundo se desconectarían por los GPS”, presenta “Mitos de creación”.
Diego Melero resignificó dos libros subrayándolos del mismo modo que muchos lo hacemos naturalmente para remarcar frases importantes. Eligió dos íconos: Facundo. Civilización y Barbarie, de Sarmiento, y Dogma Socialista, de Echeverría.
A unos pasos, uno se encuentra con una caja forrada con terciopelo rojo de Margarita Paksa que lleva sin escala a las experiencias visuales del Di Tella en 1968. “Comunicaciones” se presentó con un arenero con dos siluetas humanas. Dos tocadiscos reproducían un disco titulado “Comunicaciones”. Con auriculares, se escuchaba “Santuario del sueño”, descripción repetitiva de un ambiente y “Candente”, la respiración de una pareja haciendo el amor.

MARGARITA PAKSA. "Comunicaciones", 1968/2008, caja que contiene el disco Comunicaciones y 4 impresos enmarcados.
MARGARITA PAKSA. "Comunicaciones", 1968/2008, caja que contiene el disco Comunicaciones y 4 impresos enmarcados.

En tres salas se proyectan videos en loop con libros de artista. “Parahereges” se llama el de León Ferrari. En bellos collages, mix de grabados de Durero e imágenes eróticas orientales, Ferrari vuelve a interpelar sobre religión, arte, política, sexo y goce.
Se exhiben, entre muchos otros, libros de Gyula Kosice, Rodolfo Agüero, el Grupo Escombros, Carlos Gómez Centurión, Gabriela Aberastury, Estela Pereda, Pedro Roth, Mónica Goldstein (con un libro-video) y de los fotógrafos Oscar Pintor y Alejandro Montes de Oca.
El libro de Ataúlfo Pérez Aznar es una joyita. Se trata de una selección de 160 fotos de Todos somos argentinos, que se publicará este año. Es un vertiginoso caleidoscopio social que incluye marchas contra el divorcio, personajes pura fauna del hipódromo, gitanos, los primeros travestis que salieron a reivindicar sus derechos en La Plata, el circo y las vacaciones en Mar del Plata. Ataúlfo ausculta y retrata, con precisión de cirujano, a la clase media y los sectores populares de la sociedad argentina. Su cámara captura miradas y cuerpos que lo dicen todo.
“El desnudo me parece fascinante porque es donde se evidencia la problemática que le tocó vivir a nuestra generación”, dice Ataúlfo. Nada de modelos. Sus personajes son de carne y hueso: mujeres simples, en casa, en el living, en un cuarto precario, junto a la heladera. Son desnudos con efecto paradojal: hay en esos cuerpos, que se escapan de la pose tradicional y que por la forma de pararse parecen estar vestidos, algo provocador. Hay allí una reivindicación orgullosa, y acaso no buscada, ante el espectador: “Esto es un desnudo, ¿y qué?” parecen gritar esos cuerpos.
Seguimos. Mireya Baglietto invita a soplar unas plumas en una hermosa caja espejada para generar un océano magenta. Algunos libros tienen algo de diario íntimo: como si el artista se animara a contar de manera más explícita una experiencia de vida, acaso compartida con el espectador. “Area restringida”, de Alicia Díaz Rinaldi, es un libro clausurado con candado, con tapa de corazón de cerámica de tamaño natural, cubierto con alambres.
CAMILA VALDEZ. "Bombonita", telgopor, fibra de vidrio, resinas epoxi, pintura.
CAMILA VALDEZ. "Bombonita", telgopor, fibra de vidrio, resinas epoxi, pintura.

Con una mezcla de imágenes que incluye clásicos, folletines y óperas con tramas kitsch, Ana Tarsia desata la fotonovela “Mentir por amor”, basada en La dama de las camelias. Osvaldo Borda cuenta que hizo dibujos en marcador sobre papel mientras acompañaba a su esposa gravemente enferma: “Son pequeñas obras que nunca usaré como bocetos”, cuenta el artista.
Diana Chorne se mete con “Lo indecible”. José Berni, hijo de Antonio Berni, presenta un libro con fotos que ponen el foco en el espacio público, con textos de Luisa Futoransky. “Más allá de las trampas de la luz y del olvido contamos con atrapar lo no dicho, residencia principal de la emoción”, señalan. Es posible encontrar en esas imágenes la palabra “amor” estampada en una hoja de aloe vera peligrosamente pinchuda y sanadora.
Hay desde libros de vidrio soplado hasta otros con plumas que se vuelven, tan sólo con un suspiro, océano magenta. Algunos libros de artista surgieron de cuentos de Borges o de poemas de Baudelaire. Los hay inspirados en viajes, mitos, en el mundo del trabajo… O en el inconfundible universo Kosice que desata inolvidables sitios “para la evocación paralela del verbo amar con el fulgurante hidroamor correspondido” o espacios “para establecer coordenadas sentimentales, corporales, copulativas, sexuales y eróticas en levitación sublimada” y otros lugares “para chapotear en la espuma del lenguaje”, “dirigir ideogramas multicolores visualizables por inmersión” y “empaparse de poesía por simple impresión digital de años luz”.

FICHA
Muestra fundacional

Lugar: Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, 4 de enero de 1510.
Fecha: hasta 12 de mayo.
Horario: lun a vier, 8 a 12; 16 a 19; sáb y dom, 16 a 19.
Entrada: gratis.

XUL SOLAR, EL ALIADO CÓSMICO DE BORGES

Curiosamente, Xul Solar es quien ocupa el lugar más destacado en "Xul Solar y Jorge Luis Borges: el arte de la amistad", una exposición en la Americas Society de Nueva York.

El tablero de "pan-ajedrez" de Xul Solar, expuesto en Nueva York, permitía la creación de palabras en un lenguaje inventado por él.
El tablero de "pan-ajedrez" de Xul Solar, expuesto en Nueva York, permitía la creación de palabras en un lenguaje inventado por él.

Por LARRY ROHTER
The New York Times


Jorge Luis Borges estaba destinado a convertirse en una de las figuras literarias más influyentes del siglo XX, pero recién ahora su aliado más cercano, el excéntrico pintor Oscar Schulz Solari, está empezando a recibir el reconocimiento que Borges siempre propugnó para él.
Curiosamente, es Solari, cuyo nombre profesional fue Xul Solar, quien ocupa el lugar más destacado en Xul Solar y Jorge Luis Borges: el arte de la amistad, una exposición en la Americas Society de Nueva York.
La muestra se centra en las acuarelas de Xul Solar, pero incluye manuscritos de ambos hombres, documentos, fotografías y primeras ediciones de obras que crearon juntos, material que es poco conocido fuera de su Argentina natal. "Borges nunca dejó de expresar su admiración por Xul Solar, a quien consideraba un ciudadano del cosmos", dijo Gabriela Rangel, principal curadora de la muestra. "Se trata de un diálogo intelectual muy profundo y amplio entre dos personas pero que todavía no ha sido plenamente valorado".
Borges y Xul Solar, que también fue poeta, traductor, inventor y astrólogo, se conocieron en 1924, poco después de que ambos regresaran a Buenos Aires luego de largas estadías en Europa. Comenzaron a trabajar juntos. Xul Solar realizaba ilustraciones para los libros que Borges escribía y las revistas que editaba, una relación simbiótica que continuaría hasta la muerte de Xul Solar en 1963, a los 75 años.
Borges era doce años menor que Xul Solar, y tomaba claramente a su amigo mayor como referente. "Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época", escribió una vez en un ensayo cuyos extractos aparecen en el catálogo de la exposición de las Americas Society. "Un hombre versado en todas las disciplinas, curioso sobre todos los arcanos, padre de escrituras, lenguajes, utopías, mitologías, huésped de infiernos y de cielos".
En ese mismo ensayo, escrito para una muestra de la obra de Xul Solar en Buenos Aires en el año 1949, Borges caracteriza sus pinturas como "documentos del mundo extraterrestre". Esa descripción ayuda a explicar las afinidades intelectuales y la visión del mundo asombrosamente similar que compartían ambos hombres y que constituye el punto central de esta exposición. "Para los dos, la relación entre realidad y sueño era porosa y el mundo material y el texto escrito fluían entre sí", señala una nota en la pared.
"Rechazaban el realismo bajo todas sus formas: Borges en su ficción, creando laboriosamente mundos fantásticos herméticos, y Solar en la ejecución de sus pinturas metafísicas que se esforzaban por atisbar más allá de lo cotidiano y ver una realidad más verdadera". Varias pinturas en la muestra, que continuará hasta el 20 de julio y luego se trasladará al Phoenix Art Museum de Arizona, evocan universos alternativos o recurren a letras, banderas o símbolos arcanos.
Rangel comentó que Borges tuvo en su poder durante un tiempo una de esas acuarelas, "Tlaloc", que emplea imágenes inspiradas en los aztecas y fragmentos de palabras. Otras obras incorporan palabras de dos lenguajes que inventó Xul Solar: el "Neo-Criollo" y la "Pan-Lengua".
Hay, inclusive, un tablero de "pan-ajedrez" que creó Xul Solar, donde las piezas representan letras y símbolos y los cuadrados sílabas; juntos crean nuevas palabras en las lenguas inventadas. Es difícil determinar en qué medida el pintor influyó en los escritos de Borges, dijo Rangel.
Pero como señala la exposición, Xul Solar aparece como un personaje en uno de los cuentos más complejos e influyentes de Borges, "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", que aplica algunas de las teorías esotéricas del pintor.
Al igual que Borges, Xul Solar no encaja en las narrativas convencionales de la creatividad artística del siglo XX y parece cerrado en sí mismo. Rangel sugiere que por eso el pintor fue hasta ahora pasado por alto. Dijo: "Es un verdadero místico, y ese es un aspecto de la vanguardia que los historiadores no quieren tener que reconocer".



Fuente: Revista Ñ Clarín

UN SISTEMA DE AFINIDADES

Con 370 obras pertenecientes a tres colecciones privadas, Proa revela hilos no siempre visibles que unen a artistas, coleccionistas y espacios de reflexión en el arte local de las últimas décadas.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

La exhibición expone no sólo un recorte de la producción artística local de los últimos veinte años, sino también una selección de trabajos con un origen muy particular: todos provienen de colecciones privadas. Pero además de integrar esas colecciones personales a las que muy rara vez tiene acceso el público, estos trabajos pertenecen a tres coleccionistas argentinos muy particulares: Gustavo Bruzzone, Esteban Tedesco y Alejandro Ikonicoff. Ellos se ajustan a un determinado perfil de coleccionista.
Quizá sea el momento oportuno para mencionar que la idea de “coleccionismo” excede, en mucho, a la sola compra de obra y armado de una colección: ser un coleccionista hoy en día significa, muchas veces, acompañar a los artistas en sus búsquedas y en sus carreras, entrar en una esfera social distinta, descubrir un nuevo campo de sensibilidad y conocimiento, y asumir el riesgo de una aventura ligada al ejercicio de la libertad (como puede llegar a ser, a veces, el arte y todo lo que toca, lo que irradia). En suma, estamos hablando del coleccionismo como un ejercicio ligado a la atracción por lo extraordinario, a la urgencia por poseerlo y a una fuerte inmersión en el cosmos social y cognitivo que se genera desde los propios creadores de “eso extraordinario”: los artistas.
Puede ser difícil de comprender cómo una persona invierte enormes, medianas y pequeñas sumas de dinero en actividades y objetos muchas veces no rentables materialmente; pero pasa. “Tienes que sentirlo, tienes que oír su voz llamándote”, decía respecto de su relación con el arte y los artistas, y también de su actividad como coleccionista, Louisine Havemeyer, esa norteamericana que donó cuatrocientas obras –compradas bajo el consejo de la pintora Mary Cassatt– al Museo Metropolitano de Nueva York.
La anécdota puede ser una ayuda interesante para comprender, en el marco de esta exhibición, al coleccionismo como un ejercicio objetual, plástico, social, espiritual. 
La muestra de Proa se relaciona más con la dinámica, organización y características del coleccionismo argentino contemporáneo,  que con las obras que expone. En este sentido, las obras casi podrían leerse en clave de anécdota; la verdadera trama que subyace a la exposición, su eje rector, es una invitación a la reflexión sobre la situación del coleccionismo local y sus diversos actores.
BENITO LAREN. “Pasillo”, óleo s/ tela. Ambos, Col. G. Bruzzone.
BENITO LAREN. “Pasillo”, óleo s/ tela. Ambos, Col. G. Bruzzone.

Todo lo demás contribuye a la discusión acerca de ese punto. Demuestro: por ejemplo, las tres colecciones se muestran por separado, una por sala, aun cuando hay obras en cada una de ellas que podrían convivir; no hay un guión curatorial general ni tampoco un curador –los trabajos fueron elegidos por cuatro “seleccionadores”, la artista Ana Gallardo eligió las obras de la colección de Esteban Tedesco; Rafael Cippolini, las de Gustavo Bruzzone, y los artistas Gastón Pérsico y Cecilia Szalkowickz, las de Alejandro Ikonicoff.
La primera sala es el único espacio en el que trabajos de las distintas colecciones se mezclan; y funciona como una especie de “tarjeta de presentación” de los coleccionistas y sus colecciones. En este lugar hay un retrato de cada uno de los coleccionistas, ubicado junto a las obras de los artistas que sienten más cercanos o que creen que los representan mejor: en el caso de Bruzzone, su retrato lo hizo el grupo Mondongo y está rodeado de las obras de Sebastián Gordín y del colectivo Ramona. El retrato de Tedesco fue realizado por Rosana Schoijett y tiene cerca los trabajos de Ernesto Ballesteros y Jorge Macchi. El de Ikonicoff fue hecho por Carlos Herrera y a su lado se ubica una obra de Sandro Pereira. Una relación de afecto, pensé, es la que se fue tejiendo entre estos coleccionistas y algunos de sus artistas; y cierta afinidad estética, un aprendizaje.
En la segunda sala de Proa se pueden ver las obras de la colección de Bruzzone. Muchas de ellas son obras icónicas del arte argentino: “Los 60 no son los 90”, de Rosana Fuertes (1994); “Yo tengo SIDA”, de Roberto Jacoby (1990); los pequeñísimos perros de papel maché del búlgaro Freisztav (1995); el “Autorretrato con río seco”, de Miguel Harte (1992); las pinturas de Sergio De Loof, Marcia Schvartz, Gachi Hasper, Fabián Burgos, las pinturas-objeto de Jorge Gumier Maier, los relieves de Martín de Girolamo, el inmenso panel con las fantásticas obras de Benito Laren (1998- 2005), todo da cuenta de una parte importante de la producción plástica local de los años 90 y principios de los 2000, en gran parte vinculada al Centro Cultural Rojas.
Esta colección se centra en esto: no comprende otras producciones que circulaban, quizá sin tanta visibilidad, durante la misma década, por circuitos como la Fundación Banco Patricios, las Bienales de Arte Joven, Buenos Aires no duerme… Muchas de las obras de la Colección Bruzzone son históricas, otras son los primeros trabajos de artistas ahora consagrados; y es una preciosa sorpresa, entonces, reencontrarse con ellos en vivo y en directo, después de un largo tiempo de verlos sólo online o en papel.
JORGE MACCHI. “Los puntos sobre las íes”, 2001.
JORGE MACCHI. “Los puntos sobre las íes”, 2001.

Sala tres: se exponen los trabajos de la Colección Tedesco. Antiguas obras sobre papel de Pablo Siquier y Jorge Macchi (1987), de la época en que formaban parte del “Grupo de la X”, creado a instancias de Enio Iommi. También pueden verse treinta y cinco dibujos de Ernesto Ballesteros (realizados entre 2006 y 2010), el collage de Marina de Caro (2008), la fotografía de Marcelo Grosman (“Masculino 31-35”, 2009), la “Puerta”, de Adrián Villar Rojas (2006-2007) y la delicada obra de Eduardo Basualdo, entre muchas otras. 
En la última sala se muestra la selección de trabajos de la colección de Ikonicoff. Escondida detrás de un panel, apartada, se encuentra la increíble instalación “Ambar” (2006) de Juliana Iriart, y “La Montagne”(video-escultura de Max Gómez-Canle).
“Hay un silencio. Hay otro silencio. El primero es más profundo. El segundo es más largo”, dice el trabajo de Luciana Lamothe (“Sin título”, 2005). También hay, en esta sala, pinturas de Fernanda Laguna, Mariela Scafati y Valentina Liernur.
Pero nada de lo que pasaba en la calle a fines de la década del 90  o principios de los 2000, puede verse aquí, en las salas de las colecciones Tedesco e Ikonicoff: no hay obras de arte explícitamente político, de arte “callejero” ni de colectivos formados por obreros y artistas. Acá la selección pasa por otras coordenadas. Y toca una época de las galerías Apettite y Belleza y Felicidad. Toca, también, a artistas locales con proyección internacional.
Esta muestra es una selección de obras y también de colecciones. Y señalan un cierto ecosistema amoroso, creado entre las obras, los artistas y los coleccionistas. Las preguntas en torno a ellos cobran sentido mientras se recorre el espacio. Allí, de tramo en tramo, todo es celebración.

FICHA
Algunos artistas
Arte argentino 1990 - Hoy

Lugar: Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoiza 1929.
Fecha: hasta julio de 2013.
Horario: mar a dom, 11 a 19.
Entrada: $ 15; jub, doc y est, $9.

Fuente: Revista Ñ Clarín

MAYA LIN Y UNA REFLEXIÓN SOBRE EL HURACÁN SANDY

La artista y arquitecta estadounidense, autora del monumento a los caídos en Vietnam, mostró su compromiso con las consecuencias del temporal que afectó Manhathan desde una perspectiva reflexiva y crítica. 
Por Carol Kino
The New York Times
 
El objetivo era que hablara sobre su nueva muestra en la Pace Gallery de Nueva York, pero Maya Lin pronunció en cambio un discurso apasionado sobre el medio ambiente. "No sólo necesitamos cambiar de conducta", dijo Lin, caminando junto al Hudson River Park una mañana. "Tiene que haber una legislación. El Estado debe estar presente." Sin que mediara demasiado tiempo, su atención se centró en el suelo y su recuerdo de las crecidas salobres que lo inundaron en octubre pasado durante el huracán Sandy. "Creo que Sandy fue una verdadera señal de alarma", dijo Lin, que es artista y arquitecta.
"La naturaleza avanzará, lo observemos o no. Vendrá a decirnos: aquí estoy." Este fervor evidencia un verdadero contraste con la figura dueña de un discurso elaborado que Lin ha mostrado al mundo desde 1981, cuando su diseño ganador para el Monumento Conmemorativo de los Veteranos de Vietnam en Washington la convirtió en una celebridad internacional estando todavía en el último año de la Universidad Yale en Connecticut.
Anteriormente, dijo Lin, su actitud consistía en "mantenerme al margen, enumerar los hechos y dejar que cada uno sacara sus conclusiones por mí" ­partiendo del objetivo de reelaborar sutilmente un punto de vista conocido. Un enfoque similar recorre, asimismo, trabajos como "Wave Field", una obra de arte de la tierra de 2009 en el Storm King Art Center de Mountainville, Nueva York, que cubre un valle de cuatro hectáreas con montículos de tierra que parecen dibujar ondas como olas en el océano.
De alguna manera, el huracán Sandy despertó a Lin. Cuando el agua de las inundaciones se retiró, Lin decidió al poco tiempo que su muestra en Pace ­la primera pensada específicamente para una galería comercial­ debía concentrarse en Manhattan y su paisaje circundante, su historia ambiental y sus vías fluviales.
"Quería que la gente entendiera mejor qué hay literalmente debajo de sus pies", dijo. "Quería centrarme en aspectos reveladores de Nueva York, en los que quizá no estemos pensando desde un punto de vista natural, topográfico y ambiental." Con el nombre de "Here and There", la muestra permanecerá abierta hasta el 22 de junio.
Entre los puntos más destacados figuran tres de los "ríos de alfileres" que Lin viene haciendo desde 2006, parte de una serie que a la larga incluirá a todos los ríos y estuarios importantes del mundo. Usando millares de alfileres de acero inoxidable y las sombras que éstos proyectan, crea relieves en las paredes que sugieren planos aéreos acotados.
Uno sigue el Río Hudson y sus principales afluentes; otro detalla algunos de los numerosos torrentes que todavía recorrían el centro de Manhattan hace apenas un siglo. El más grande marca los límites de la llanura aluvional de Sandy ­un tema que, como señala Lin, es aún más difícil de representar que un arroyo urbano sobre el que se ha construido por demás.
"Una inundación no existe, excepto en nuestros bancos de memoria", dijo. "Es un hecho temporario. No es el río y no es la tierra.
No es aquí ni allá." Lin desarrolló su pasión por la naturaleza cuando vivía en la ciudad de su universidad, Athens, en Ohio. Con su hermano, jugaban constantemente en los bosques y los arroyos que rodeaban su casa. Ya en ese momento, dijo, "Me preguntaba muy seriamente cómo una especie tiene derecho a avasallar el planeta." Lin también siente fascinación por los mapas. Suele jugar con ellos en su taller del SoHo en Lower Manhattan, trazando a menudo nuevos lagos y cráteres en las páginas de viejos atlas, o redibujando los canales en impresiones cartográficas de computadoras, que sus asistentes arman con los montones de datos topográficos que intervienen en sus proyectos más amplios. A este proceso lo llama en broma "dar paseos por el mundo".
Muchas de sus obras, como los ríos de alfileres y "Wave Field" evolucionaron directamente a partir de estos supuestos paseos.
Lin también lleva a cabo una investigación exhaustiva para cada obra, y desarrollarlas puede llevar años.
La principal motivación que tiene es su intensa curiosidad. Al final, admitió que mientras caminaba bordeando el Hudson ­inclusive mientras hablaba sobre sus miedos con respecto al medio ambiente­ en realidad había estado estudiando la superficie del agua.
"¿Cómo se forma una ola?" dijo.
"¿Cómo se disipa? Quiero visualizarlo, porque no lo entiendo."

Revista Ñ Clarín