ARTISTAS DE LABORATORIO

El arte y la ciencia se cruzan en una muestra surgida de una investigación de la Universidad Maimónides.

Umbilical”: el arte tiene ahora forma de cordón animal, de órgano manipulado. Y se trata de un órgano humano. Teñido de rojo por las proyecciones, esta vez el cordón umbilical es la materia prima de la obra. Retorcido, en hélice, adquiere la forma de un ADN de escala media gracias a su despliegue prácticamente escultórico en el formol que lo contiene. Se lo puede ver actualmente en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, espiando por entre los agujeros de esa caja-relicario plantada en el espacio: no es uno, sino dos, cuatro, muchos fragmentos unidos de cordones umbilicales, hasta sumar, en total, 26 pedacitos formando un “collage” de información genética y arterias… Son parte de la muestra Recorridos , curada por Graciela Taquini y Rodrigo Alonso.
La exposición reúne un conjunto particular de trabajos, relacionados con el arte, la ciencia y la tecnología. Sobre todo esas obras vinculadas al bioarte, un área aún poco desarrollada en nuestro país.
Organizada por la Universidad Maimónides –donde funciona un laboratorio de bioarte perteneciente a la Escuela de Comunicación Multimedial– la muestra clarifica un poco el panorama de la relación entre arte, ciencia y tecnología. Es en ese laboratorio donde se realizó “Umbilical”, a través del colectivo de artistas Untitled, formado por docentes y directivos de la carrera, como Facundo Colantonio, Romina Flores, Guido Gardini, Alejandra Marinaro, Iván Moschcovich, María Eugenia Rodríguez, Robinson Soria, Alberto Varela y Daniel Wolkowickz.
“El laboratorio de bioarte se creó hace tres años, y el colectivo artístico, hace ocho”, explica Alejandra Marinaro, docente de Maimónides e integrante de Untitled. “Dentro del laboratorio desarrollamos obras en colaboración con otras áreas de la universidad. Por ejemplo, los cordones umbilicales que usamos para la obra los sacamos del laboratorio de Anatomía. Habitualmente se usan para investigación.” La exhibición comprende además una sección de obras históricas que dialogan con otras contemporáneas. Algunos diálogos son claros, como el que se establece entre “Umbilical” y “Hábitat para caracoles”, ese trabajo pionero –año 1970– de Luis Fernando Benedit, en el que investigaba el comportamiento animal a través de espacios construidos artificialmente. Volviendo del futuro, su “Biotrón”, de 1970, fue el envío de nuestro país a la Bienal de Venecia de ese año, el “Fitotrón”, de 1972, actualmente expuesto en comodato en el Malba, y el “Laberinto para ratones”, también de 1972, fueron primeros gestos en nuestro país de una acción rotunda en pro de unir arte y ciencia.
Untitled,  (colectivo de artistas). “Umbilical” (detalle).
Untitled, (colectivo de artistas). “Umbilical” (detalle).
Por su lado, en “Invasión instantánea”, fabulosa obra de Marta Minujín del año 1966 –que formó parte de la experiencia Simultaneidad en simultaneidad –, el espectador entra en la sala e inmediatamente es invadido por toda suerte de consecuencias de los medios de comunicación de masas: comienza a recibir llamados en teléfonos instalados allí, faxes (¡esa antigüedad!), mails, es filmado, le sacan fotos, su retrato es impreso, su voz es grabada y reproducida… “Velocidad, instantaneidad y demanda”, mencionan los curadores como características de esta obra, recreada ahora, en 2012, como contraposición a un mundo sereno y pausado.
En diálogo con ella, se encuentra el trabajo “Principio estocástico”, de Joaquín Fargas, una instalación interactiva que lleva la comunicación que planteaba Minujín a un plano extremo y actual, virtual. Uno puede, a través de esta obra, hacer varias cosas; la más interesante es la posibilidad de escanear el código QR –“Quick Response” (rápida respuesta)– con el celular (y para que esto ocurra hay que bajar en el smart phone una aplicación simple. Una vez bajada la aplicación y escaneado el QR, uno puede caminar veinte cuadras a la redonda del Centro Cultural Recoleta, y el celular reconocerá por sí solo puntos geográficos, e inmediatamente presentará videos y situaciones relacionados con el entorno, preparados por el artista, tales como conversaciones de los guardadores de tumbas del cementerio, o de una tarotista vecina.
“Rombo hidrolumínico”, de Gyula Kosice, y “Entre el cielo y la tierra” –los hologramas de Margarita Paksa– son otras de las obras históricas que se pueden ver.
Es importante mencionar que todos los artistas de la muestra –salvo los históricos– son docentes de la universidad Maimónides. De allí el recorte que expone este proyecto, una especie de homenaje a los pioneros del bioarte y del arte tecnológico en la Argentina.

Fuente: Revista Ñ Clarín

"CUANDO TENÉS HIJOS, EMPIEZAN A PULULAR
COSAS EXTRAÑAS EN LA CASA"

Liniers y Magdalena Okecki, autores de "Mamarracho", cuentan cómo crearon un hermoso libro para que los chicos jueguen sin reglas a ser artistas.
¿Bueno o malo?. A veces depende de los colores con que está pintado.

Por Antonela De Alva - Especial para Clarín

Una de las cosas geniales que te pasan cuando estás vivo es este tipo de entrevistas a uno de los mejores dibujantes del país, Liniers: nos abre las puertas de su casa-estudio; garabatea en la gran pared pizarrón de la cocina la palabra “Mamarracho”. Ese es el título del primer libro que lanza con Petit Común, el sello para libros infantiles-juveniles de su Editorial Común. Lo hizo junto a Magdalena Okecki –artista y directora de arte– y en él rompe todas las reglas de un libro para chicos y los invita a crear sin límites, y a ser artistas de pies a cabeza y de manos a pies.
–¿Cómo surgió este libro?
Liniers: –Cuando tenés hijos empiezan a pulular cosas extrañas en la casa. Con mi mujer, Angie Erhart Del Campo, les compramos a mis hijas muchos libros. Algunos las estimulaban a dibujar y las ayudaban a empezar desde chiquitas. Ahí se nos ocurrió que se podía hacer un libro con las cosas que a ellas les llamaban la atención. Y la contactamos a Maggie, la autora de las ideas con mis dibujos.
–La palabra Mamarracho, en el libro, está escrita por tu hija mayor. Pero ¿cómo se les ocurrió el título?
Liniers: –Mamarracho es la palabra favorita de Enriqueta, uno de los personajes de Macanudo. Cuando hice la historieta en la que Enriqueta lo anuncia, de alguna manera, se solidificó en mí esa palabra. Con Roberto Gómez Bolaños aprendimos que la ch queda simpática y, además, “Mamarracho” tiene en sí misma a “mamá”. El Edipo está presente.
–No es un libro que enseña a dibujar sino que apela a la libertad. ¿Qué buscaron como autores?
Liniers: –Queríamos un libro que fuera más allá de colorear princesas . Que tuviera rock and roll, porque para enseñarles están los libros de la escuela. Queríamos un libro subversivo.
M. O.: –Que rompiera las reglas. Por eso, sólo tiene consejos. Y si quieren pintar el cielo verde y el pasto azul, adelante, que lo hagan. Esa es la idea del arte, que es en libertad y acuerdo con uno mismo.
–¿Cómo rompieron ustedes esas reglas?
Liniers:–Macanudo rompió mucha reglas, y yo lo hago desde todos mis dibujos con pequeñas intervenciones. Romper las reglas genera indignación para muchos. Y resistencia. Picasso las rompió. Es, por ejemplo, pintar fuera de la línea y no adentro como te dicen todos los libros. Y eso es lo divertido de la niñez, también.
M. O: –Creo que en el arte, el acuerdo es con uno mismo. Es sacar lo que tenés adentro para conectar con el otro. Pero para romper las reglas, primero tenés que aprenderlas. En el arte, me parece, no hay un punto de comienzo particular: creás desde que sos chico.
–Estimularlos desde pequeños en el arte. ¿Cómo plantear eso en un libro sin imponer un camino?
Liniers: –Mis hijas, Matilda y Clementina, te pueden traer figuras sin pies y sin cabeza y ellas no piensan que les salió mal sino que están alegres por su dibujo, orgullosas. Y es admirable. No tienen miedo. Esa época es la de mayor libertad. Por eso lo hicimos pensando mucho las ideas, tratando de evitar ejercicios y sacando las reglas. Odio la subestimación de los niños. Maurice Sendak, en un documental, dijo que a los niños les podés decir cualquier cosa, sin mentirles. Me gustó esa idea de encarar el universo infantil y de zafarles la cabeza.

Fuente: Revista Ñ Clarín

GOOGLE HOMENAJEA A XUL SOLAR

El megabuscador dedicó su doodle de ayer al inclasificable pintor argentino, en el 125° aniversario de su nacimiento. Admirado por Borges, también sorprendió al mundo con sus raros inventos.
Google homenajea a Xul Solar
Con su costumbre de homenajear a grandes creadores e inventores en diferentes disciplinas, Google recuerda hoy en su versión local a Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, conocido artísticamente por su seudónimo Xul Solar.
Nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1887, Xul Solar cursa estudios de arquitectura que pronto abandona y se embarca a Europa en 1912, donde entra en contacto con las vanguardias artísticas del momento: cubismo, fauvismo, futurismo, expresionismo, surrealismo. De allí tomaría diferentes aspectos para crear un estilo muy personal caracterizado por colores vivos y por sus raros símbolos y figuras: soles, castillos, caminos, montañas, serpientes, horóscopos, laberintos, palabras y signos.
En 1924 conoce en París a Aleister Crowley, el ocultista más polémico del siglo XX, a quien la prensa inglesa llamaba “El hombre más malvado de la Tierra”. Este le transmitió la manera de sistematizar visiones místicas a través del I Ching, el libro de las mutaciones, y más tarde definiría al pintor argentino como “el mejor visionario que jamás he examinado”.
Con la intención de impulsar la vanguardia artística en la Argentina, retorna al país ese mismo año junto a Emilio Pettoruti. En su regreso colabora como ilustrador en la revista del grupo Martin Fierro y también ilustra El idioma de los argentinos de Jorge Luis Borges, con quien entablaría una larga amistad fortalecida por sus afinidades intelectuales. El mismo Borges contribuyó largamente con la fama de Xul Solar, a quien calificó de la siguiente manera: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época".
La vida de Xul Solar transcurre como una incesante búsqueda de correspondencias entre este mundo y el orden cósmico. Así es como se sumerge en la tradición del ocultismo, la astrología y la cábala, en corrientes espirituales y filosóficas y en las religiones orientales. A través de su obra trabaja por un “sistema de reformas universales” que lo lleva a la invención de nuevos lenguajes como el neocriollo, con el que buscaba una unificación de Latinoamérica, y la panlengua, que pretendía reflejar todas las lenguas de la Tierra. También se propuso otros inventos, como la modificación del piano y su notación musical, la incorporación de nuevos signos en las cartas del tarot, el panajedrez, religiones apócrifas, nuevas anatomías y ciudades de otro mundo.
Su talento fue inmortalizado en el cuento de Borges “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (1940), donde aparece traduciendo al neo-criollo (“upa tras perfluyue lunó”) la frase en el idioma tlönés inventado por Borges “hlör u fang axaxaxas mlö” (Ascendiendo, detrás de la corriente, apareció la luna).
En 1954 compró una casa en el Tigre en la que fallecería a los 75 años de edad, el 9 de abril de 1963. Dejó una vasta producción, en su mayoría acuarelas de pequeño formato que alcanzaron el reconocimiento mundial.
 
Fuente: infobae.com

AVIDEZ DE BUENOS AIRES

Hubo épocas en que Aldo Sessa llegó a tomar dos mil fotos diarias de la ciudad. Hoy expone una selección de esas imágenes alimentadas por un fervor que compartió, entre otros, con Borges.

Por Marina Oybin

El edificio de la colección Fortabat es el sitio ideal para Aldo Sessa. Buenos Aires en cincuenta años. En el dique 4, en esa especie de loft vidriado de la moderna construcción de hormigón y acero diseñado por Rafael Viñoly, las imágenes que el fotógrafo viene tomando hace cincuenta años se mezclan con la vista privilegiada del paisaje de Puerto Madero. Se potencian. Mientras recorremos la muestra, que reúne un centenar y medio de fotografías, con curaduría del alemán Michael Nungesser, dejamos en suspenso que en las tardes el sol pega en este sector.
Cámara en mano, Sessa ausculta la city. Su pupila voraz va al acecho recorriendo La Boca, Constitución, Palermo, Avenida de Mayo, Plaza San Martín, y la lista sigue. Captura cúpulas, edificios, plazas, paseos, confiterías, personajes de la gran urbe. Uno se encuentra con el Riachuelo de barcos hundidos, la estación Constitución, medio siglo atrás,  envuelta en luz teatral, o con un silo arenero invadido por luces como chispas. Sus paisajes son híperpulcros, ordenados, hasta parecen silenciosos. Sessa es capaz de encontrar geometría en los sitios más inesperados: le gusta ese juego casual que puede darse entre la verticalidad de figuras y lámparas o en las ruedas de un mateo que por efecto de las sombras proyectadas se multiplican. Uno intuye que hay diversión en esos hallazgos.
En otras fotografías ocurre algo muy diferente: el reflejo de unas hamacas en un charco, una estatua escondida entre los árboles del Jardín Botánico o la usina de la Compañía Italo Argentina envuelta en humo como bruma, sólo por dar unos ejemplos, desatan el enigma. Está también el mismo río que ahora corre a unos pasos y en el que Sessa puso el foco cuando este mismo sitio era Puerto Nuevo y estaba prohibido tomar fotos en la zona.
Como hace cincuenta años, Sessa sigue recorriendo la polis. Cuenta que añora “las construcciones maravillosas que Buenos Aires ha perdido sin sentido”. Usa las mismas cámaras de siempre, y sólo una digital cuando se mete con el color. “El peor enemigo del arte es la pereza. Uno tiene que vivir el arte con una profundidad total. Hay que entregar todo: después, si es bueno o es malo no tiene importancia”. Y ahí está su descomunal archivo de aproximadamente un millón y medio de fotos que evidencia que Sessa nunca abandonó su pupila curiosa. Como un flâneur, le tomó el pulso a la city.
HAMACAS. 2001.
HAMACAS. 2001.

“Indudablemente, es un milagro en múltiples sentidos, Buenos Aires –escribe Ezequiel Martínez Estrada en La cabeza de Goliat–. Tan inconcebible en verdad que muchos de nosotros no tienen todavía idea clara del prodigio, y otros hemos perdido ya el asombro y la fe. Como con todo milagro que pasara al dominio público o que durase más de lo conveniente. Desde altura y distancia adecuadas, deja de ser un milagro edilicio, bancario o político y pasa a ser un problema espiritual que concierne a nuestro trascendental destino de pueblo.”
Después de ver la deslumbrante muestra de Sessa, nos encontramos con el artista en su estudio galería en barrio Norte, “Sessa photo gallery”. Es un golpe en el tiempo: hay que atravesar una mata de plantas colgantes para sumergirse en la única caballeriza en pie que queda en la zona. A unos pasos, una pila bautismal del Sagrado Corazón, dos laboratorios analógicos y un estudio para imprimir fotografías digitales.
El vínculo de Sessa con el arte viene desde hace tiempo. Su abuelo fundó los laboratorios Alex de cine. Sessa arrancó con la pintura, pero en los 80 colgó los pinceles para siempre: “Empecé a pintar –dice– a los siete años y a los diecisiete, a fotografiar. La pintura me ayudó a tener resueltos los temas de valor, composición y color. Pintar y fotografiar, para mí, eran complementos: lo llamaba estado cóncavo y estado convexo”.
Sessa conoció Buenos Aires de la mano de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Mujica Lainez y José María Peña: “Aprendí a ver lo que ellos veían y a sentir lo que ellos sentían: me hice más porteño”. Con Manuel Mujica Lainez, con quien hizo Letra e imagen de Buenos Aires (1977) y Más letras e imágenes de Buenos Aires (con José María Peña, 1979), entre otros libros, lo unió una fuerte amistad. “Nos deleitábamos pasándonos datos de los sitios que encontrábamos, fuimos recorriendo una Buenos Aires que nos gustaba”, recuerda Sessa.
Después de hacer Arboles de Buenos Aires, con poemas de Silvina Ocampo, empezó a armar árboles y flores y a convertir, en sus fotos, la flora en puro ensueño. “Silvina me introdujo en un mundo vegetal que yo desconocía. Me quedaron grabados en el corazón todos esos árboles que hoy sigo admirando”, dice el artista y agrega: “Las Ocampo tenían una obsesión por las flores, las dos sabían muchísimo, eran botánicas absolutas”.
REMOLCADOR. La Boca, 1980.
REMOLCADOR. La Boca, 1980.

Sessa ilustró Cosmogonía, libro de poemas de Borges. “Yo le comentaba mi interpretación de lo que él hacía: me desesperaba para que pudiera imaginar los dibujos. Borges me decía: ‘Aldo, cálmese, yo los veo. Yo los estoy viendo’. Era muy sensible”. Fue Borges el que le inspiró esa gran devoción por el trabajo: “Nunca más pude vivir un año de 365 días, siempre tuve años de 400, 500 o 600 días para aprovechar el tiempo”. Lo dice el fotógrafo que llegó a tomar unas dos mil fotos diarias.
Uno de los trabajos que más lo apasionó fue el del Teatro Colón. Durante cinco años Sessa fotografió sin respiro ensayos y funciones. Entre bambalinas, en los camarines, atrás del telón o colgado a más de veinte metros en la parrilla de iluminación. No se privó de nada: logró capturar un mundo fantástico, de ensueño, luces azuladas, poses que el espectador jamás hubiera podido ver.
Y hubo muchos libros más. Fantasmas para siempre fue el primer título que hizo con Ray Bradbury: “Lo conocí porque Borges había prologado Crónicas marcianas y yo lo había ilustrado; cuando Bradbury vio el libro en Los Angeles, me mandó un paquete con poemas y ensayos: me propuso hacer algo con ese material”, recuerda el artista. Trabajaron juntos: Sessa viajó varias veces a Los Angeles y surgió una fuerte amistad. Luego, vino Sesiones y fantasmas, su segundo libro con Bradbury: son fotografías misteriosas, bellas. Inolvidables.
Tenía razón Bradbury en eso de que Aldo Sessa “se las ha arreglado para encontrar y mantener la superficie y el espíritu detrás de la superficie”. Dijo el escritor: “Uno se lo puede imaginar en el cuarto oscuro llamando de la nada a sus imágenes para darles forma. Lo que no era, lentamente cobra vida. Es como mirar en un espejo empañado y, una vez frotado, ver una forma familiar que emerge. Un fantasma implícito, pero escondido. Debemos atrevernos a describir cómo un fotógrafo adivina lo que no se ve detrás de lo que se ve y atrapa ambos en un instante, congelando al fantasma”.
Sessa es capaz de encontrar fantasmas y sombras increíbles en un simple charco de lluvia. Recorre las dos ciudades que ama: Buenos Aires y Nueva York, donde pasa un mes al año. Leica en mano, ahí está el ojo ávido de Sessa, fotógrafo, dandy, flâneur.

FICHA
Aldo Sessa. Buenos Aires en cincuenta años.

Lugar: Colección de Arte Amalia Lacroze De Fortabat, Olga Cossettini 141.
Fecha: hasta 19 de marzo de 2013.
Horario: martes a domingos, 12 a 21.
Entrada: general $35; menores de 12 años, estudiantes, docentes y jubilados, $ 20


Fuente: Revista Ñ Clarín


SANGRE, ORNAMENTO Y ARMAMENTO

Con obras realizadas con cápsulas de bala, municiones y un reactivo para detectar sangre, Karina El Azem vuelve sobre el tema de la violencia subyacente en la sociedad.


Por Mercedes Pérez Bergliaffa


Trabaja con plomo. Con balas de plomo. Con cápsulas vacías, usadas, y también de siliconas. Las consiguió codeándose con los habitués de los clubes de balística de la provincia de Buenos Aires. Y resulta raro el contraste: una chica de apariencia especialmente delicada, jugando con plomo. Y ahora también con luminol, el reactivo que usan los forenses para detectar sangre en las escenas del crimen. Pinta sus obras con eso: con luminol. Y previamente, con sangre (es que el compuesto sólo reacciona cuando se lo aplica sobre sangre). Se trata de Karina El Azem y de las obras de su exposición, Una certeza persiste.
¿Cuál es esa certeza? “Que más de una vez no es la Historia la que se repite, sino las certezas que no dejan de persistir en ella. –responde la artista. Como la incorporación del delito a la ornamentación y a la belleza. Esa es mi propia provocación”.
Esa es la relación especial que se establece en esta muestra y en la obra de Karina El Azem: el vínculo entre ornamentación, delito y violencia. Con una lectura compleja de lo violento, evidente a través de los temas pero sobre todo, en la elección de los materiales, nada artísticos y directamente vinculados con la muerte, los asesinatos y lo forense.
La artista también se posiciona en una lectura velada de lo delictivo: se refiere, de manera permanente, no sólo a lo social, sino también a Delito y ornamentación , el texto que escribió Adolf Loos en 1908. En él, Loos decía que veía en todo exceso de ornamentación un síntoma de vulgaridad. Identificaba el ornamento con la barbarie y el crimen. El Azem crea patrones decorativos y ornamentos –“adornos, composturas, atavíos que hacen vistosa una cosa”– sobre toda superficie que toca. Por todos lados arma patrones con sus cápsulas, sus municiones y su luminol.
Por último, están los temas que El Azem elige. Por ejemplo, escenas de la guerra de Irak. Y sobre todo en esta exhibición, los retratos de presos condenados a la cárcel injustamente. Veintitrés retratos de presos inocentes.
“Vi, en una edición del domingo del diario El País, una nota donde había veintitrés retratos de presos acusados de asesinatos que eran, en realidad, inocentes. Eso me conmovió. Personas que pasaron veinte, treinta años presas injustamente… 

Detalle de una obra hecha con moldes de bala en poliéster.
Detalle de una obra hecha con moldes de bala en poliéster.
Fueron declaradas inocentes después de tanto tiempo de cárcel, gracias a la acción de The innocence Project, una asociación de abogados neoyorquinos que trabaja ad honorem.
¿Cómo descubrieron los abogados de la asociación la inocencia de los acusados presos…? Gracias al luminol. Por eso Karina decidió aplicarlo en sus obras. 
Así explica la artista cómo trabaja con esa sustancia: “Dibujo los retratos de una forma muy sintética, y luego los pinto con sangre. Lo intenté con todo: con sangre de vaca, con un bife… Porque el compuesto reacciona solamente sobre sangre. Y a eso le aplico el luminol. Siempre, haciendo todo sobre papel. El luminol reconoce la sangre aunque hayan pasado años. Y no importa con qué la limpies: siempre donde hubo sangre, el luminol lo va a sacar a la luz. Pero claro, esa reacción química que produce el luminol dura muy poco, quizás sólo unos segundos. Así que las fotos –son ellas el resultado de todo el proceso, son ellas las obras que se exponen– las saqué con un fotógrafo forense, con una cámara y una velocidad especiales. Y se hacía difícil. Tuvimos que intentar varias veces. Porque para que salga bien, el lugar tiene que estar absolutamente oscuro y hay que aplicar esta suma de compuestos que genera el luminol en su justa medida. Si eso falla, no se produce la reacción. Y las fotos –es decir, los retratos pintados–, no salen”.
¿Cómo descubriste el luminol? ¿Leyendo noticias policiales?
No, creo que me enteré mirando CSI , la serie policial. Siempre seguí el tema criminalístico porque me interesó. De Bellas Artes me acuerdo que en la clase de Cívica habíamos estudiado un caso local, de un tipo que había salido en los diarios: él había estado como veinte años preso injustamente. Y ya me había impresionado. Había quedado preso porque nunca había llegado a ser juzgado. 
Por desbole administrativo. Eso era todavía peor que estos casos de Estados Unidos... Como que el legajo había quedado ahí, medio olvidado.
Hay artistas que crean con pintura, otros con yeso; otros, con acero. Vos creás, sobre todo, con balas. ¿De dónde las sacás?
A veces las traigo de viajes. Por ejemplo, éstas (dice, señalando una enorme fotografía mural con la escena de la guerra de Irak intervenida con imágenes de balas) las traje de Israel, vacías. Me las dieron unos soldados. 

Este es el día. Still de video, con música de Roberto Pettinato.
Este es el día. Still de video, con música de Roberto Pettinato.

Pero tengo un montón más, ya que en un momento me encomendaron diseñar el premio del club de tiro, a cambio de balas. Y lo hice. Fue una estatuilla, algo así como el obelisco de una bala calibre 22. A cambio, me dijeron: bueno, tenemos balas para que te lleves, unos 500 kilos… Yo les dije: ¡Tanto no, que se me va a desfondar el taller...! Esto pasó en 2004; y esas son las balas que todavía uso para las obras.
En el pasillo que complementa la sala principal de la exhibición, hay colgadas tres obras bellas, seductoras, aparentemente “decorativas”, realizadas con pintura de autos y… con balas Mauser: las que se usaban en Malvinas.
Karina, ¿de dónde sacaste las balas de la Guerra de Malvinas?
También del club de tiro. Las usé en estas obras siempre de culata, de frente y vacías.
¿Cómo vinculás, a través de tus obras, violencia y ornamentación?
Son dos temas que fusiono. En el rescate de la ornamentación vi traducidas un montón de cosas que yo pensaba. Por ejemplo, muchos de los motivos ornamentales que usaba para componer partían de azulejos que, aunque los veamos en una casa del Gran Buenos Aires, tienen su origen en la Alhambra. Son motivos que, medio bastardeados, llegaron hasta la actualidad. Pasa lo mismo con las jarras con cabeza de animal, que vienen de Nueva Guinea, existían en el México precolombino y nosotros las tenemos todavía presentes en el pingüino (la jarrita para servir vino). Es como que hay todo un recorrido de los motivos formales. Ellos generan cierta adicción, o encajan en ciertas disposiciones psicológicas del hombre. Muchos autores dicen que el ser humano necesita de esos motivos, necesita de ciertos patrones que se reproducen y que te provocan un estado mental especial, una tranquilidad. Esto siempre me fascinó. Y está muy presente en mis trabajos.
Lo vemos aquí, en la exposición, aplicado en el azulejo de acrílico ubicado en la entrada, formado por patrones hechos con perlas y municiones. Formas rítmicas. Belleza creada con materiales bélicos. O la canción bonita de la Historia encapsulada.

Fuente: Revista Ñ clarín

UNA PALETA CARGADA DE LUZ

El blanco como soporte. En eso, dice Gachi Hasper, se sostienen sus pinturas exhibidas en Zavaleta Lab.


Por Cristina Civale


Feliz de haber inaugurado con su muestra el nuevo espacio de Zavaleta Lab (que dejó su espacio de San Telmo para mudarse a uno muy cerca de Plaza de Mayo), Gachi Hasper cierra el año con dos tipos de trabajo: acrílicos de gran formato y acuarelas pequeñas y frágiles. Cada soporte con un relato similar, cada soporte ocupando cada una de las dos salas de la galería. Obra abstracta de pura cepa. Para ella pintura y abstracción son lo mismo y lo explica con mucha claridad: “Son fundamentales los conceptos que envuelven la conflictiva capacidad de la pintura para representar, por un lado la perspectiva visual y por otro lado, servir como herramienta de aprendizaje y acción. Veo a la abstracción como un proceso de reducción del arte a su esencia de conceptos y sistemas”.
Esta nueva exhibición, curada por Roberto Amigo, nos presenta a una Hasper muy madura en su trabajo con la pintura. Le dice a Ñ : “La pintura, creo, es la manera más descarnada y demodé de presentar los problemas de la representación del espacio. Me gusta cuando la manera en que se presentan los problemas y las hipótesis tiene forma de diagramas. Los significados varían en los casos”.
La muestra compuesta impacta con sus acrílicos de gran formato, todas derivadas de acuarelas previas, algunas exhibidas en la misma muestra; dibujos que sirven a Hasper como bocetos para las nuevas obras inmensas que luego construirá con la obstinación y precisión de una arquitecta. Es difícil imaginarla trabajando sola, quizá por la propia fragilidad que transmite su cuerpo, pero es lo que hace siempre en el arranque de estas obras de gran tamaño; luego sí puede sumar dos o tres colegas que aprendieron a pintar con ella y termina la obra, siempre desde su diseño inicial, realizándola a cuatro o seis manos. 

Sín título, 2012, acrílico sobre tela 200x300 cm.
Sín título, 2012, acrílico sobre tela 200x300 cm.
En esas últimas instancias a Hasper no le va la soledad y cuando termina y tiene que armar la muestra prefiere recurrir a un curador. El trabajo del otro sobre su obra la enriquece al igual que caminar junto a él, esta es la segunda muestra que cura Roberto Amigo y Hasper está segura de que el resultado hubiese sido diferente, y probablemente más pobre, sin su aporte tanto en el despliegue como en el texto que acompaña la muestra. Dice Amigo sobre Hasper: “La tradición de la abstracción periférica distancia a la pintura de Hasper de la posibilidad de su interpretación desde la simulación, la parodia, la anulación crítica de la tradición moderna, la sublimación esteticista, lo decorativo, lo neo o el diseño. Su acción es dentro de una modernidad artística inconclusa, que maneja sus propias temporalidades, que ha aceptado lo lúdico de la forma generada sobre la lectura crítica, el misticismo, la racionalidad, la cita a los movimientos eruditos del pasado. Por ello la relevancia de las acuarelas de Hasper como el territorio de la intuición donde la idea de forma se materializa”.
Así sucede y todo termina de cerrar (o quizá empieza a tomar forma) con su particular paleta de colores, no se puede hablar ni de pasteles ni de flúo, lo colores de Hasper parecen inventados por ella, no vistos previamente en otras pinturas, son su gran creación y su gran distintivo y, si uno le pregunta, Hasper simplemente constesta: “Eso que vos llamás la paleta Hasper es simplemente la luz”. Y es una definición rotunda que parece humilde pero conlleva toda la soberbia ganada en una batalla por alcanzar un objetivo preciso y la vanidad no se impugna en este punto porque está arraigada en ese derecho de haber conquistado lo soñado. 

Una paleta cargada de luz
Una paleta cargada de luz
Así piensa Hasper el color y así logra sus colores: “Mucho de mi trabajo en la pintura se basa en el blanco como soporte de la misma forma que el papel de la acuarela. Reconozco una predilección por los pigmentos donde se establecen con más claridad la temperatura de los colores y no trabajo con la paleta primaria, sino con una paleta muy ampliada. Mucho color estimula el movimiento y eso me interesa; además el color está bastante desvalorizado desde los neoplatónicos para acá y se presenta en cadena asociativa como algo menor, eso también me interesa”.
Segura y contenida en el nuevo espacio, Hasper –que fue artista de la galería Ruth Benzacar– se anima a hablar sin tapujos de la relación artista-galerista: “Las galerías también incorporan y dejan caer artistas todo el tiempo y los artistas que parecería que formamos un gran harén tenemos que ver si se ocupan de nosotros o no. La relación galerista -artista es una relación fluctuante que incluye la química, el éxito de la obra, los celos, la amistad y el dinero. O sea: no es simple. Me siento muy apoyada por Zavaleta en esta nueva etapa”.
Como dice Amigo, es una alegría esta soltura en el armado de lo que se ve en Zavaleta, tan carente de impronta de querer decir con empecinamiento forzado: “Las obras exhibidas, datadas en diferentes años de este siglo comenzado, no han sido exhibidas con anterioridad en Buenos Aires. Su reunión es caprichosa, no conforman una serie, ni una etapa cerrada de la producción de Hasper. Simplemente, están aquí, carentes de toda aspiración redentora, pero refugio para nuestra angustia”.

FICHA

Graciela Hasper
Lugar: Zavaleta Lab, Defensa 269, piso 2,
tel. 4589 5314 / 5315
Fecha: hasta el 28 de diciembre
Horario: lunes a viernes, 12 a 19
Entrada: gratis


Fuente: Revista Ñ Clarín

DOS AÑOS DE CÁRCEL PARA EL JOVEN QUE DAÑÓ UNA OBRA DE ROTHKO EN LA TATE MODERN


Un polaco de 26 años que dañó con pintura negra el pasado mes de octubre una obra del cotizado artista estadounidense Mark Rothko, en la Tate Modern de Londres, fue condenado este jueves a dos años de cárcel, en una vista.


Por Emmanuel Dunand

Un polaco de 26 años que dañó con pintura negra el pasado mes de octubre una obra del cotizado artista estadounidense Mark Rothko, en la Tate Modern de Londres, fue condenado este jueves a dos años de cárcel, en una vista celebrada en un tribunal de la capital británica.
Wlodzimierz Umaniec, alias 'Vladimir Umanets', se había declarado culpable de ocasionar "daños criminales por valor de más de 5.000 libras", que es el nombre del delito, aunque se estima que la reparación del lienzo costará en torno a las 200.000 libras (247.000 euros).
La Tate Modern descubrió los daños el pasado 7 de octubre en una de las esquinas del monumental cuadro, perteneciente a la serie 'Seagram de Rothko' (1903-1970) y con un valor estimado entre cinco y nueve millones de libras.
El joven reivindicó horas más tarde en varios diarios británicos la autoría de la inscripción realizada en el monumental cuadro: "Vladimir Umanets, una obra potencial de Yellowismo".
Umaniec se declara el fundador de ese movimiento, que según su página web no es "ni arte, ni antiarte", sino "un elemento de cultura contemporánea visual".
"No soy un vándalo, soy un 'Yellowista'. Creo en lo que hago y me gustaría que la gente empezara a hablar de ello, era como una tribuna", dijo entonces, señalando que su acción podría llegar incluso a aumentar el valor de la obra.
La serie Seagram fueron unos cuadros monumentales que le encargaron a Mark Rothko en 1958 para un restaurante situado en un rascacielos neoyorquino. Pero el cotizado pintor expresionista de origen soviético anuló finalmente el pedido y donó varios de ellos a la Tate Gallery en 1970.
El pasado mes de mayo, un cuadro de Mark Rothko titulado 'Orange, Red, Yellow' estableció un nuevo récord mundial para una obra contemporánea, al alcanzar los 86,9 millones de dólares en una subasta organizada por Christie's en Nueva York, donde la casa rival Sotheby's vendió el mes pasado otro cuadro del artista, 'No. 1 (Royal Red and Blue)', por 75,1 millones de dólares.

Fuente: AFP