MUJERES TACITURNAS, REFLEXIVAS Y HASTA AMENAZANTES EN LA OBRA DE DELIA CANCELA


La moda y el arte, una misma cosa. Cancela en su muestra. Trabajó con Saint Laurent y Kenzo./FERNANDO DE LA ORDEN
Por Lulia Villaro

Delia Cancela dibuja mujeres. Las primeras que encontramos al entrar en Galería Van Riel están solas: comparten con nosotros un momento de su intimidad, de introspección doméstica. Puertas adentro de casa, están detenidas, miran sin observar: su entorno de objetos familiares nos permite entenderlas como nuestras contemporáneas. Más adelante hay una segunda serie de dibujos. Damas antiguas, acaso abuelas de las de los primeros cuadros, estas mujeres son noche, bosque; sus cabelleras se confunden con el follaje de los árboles que las circundan; parecen vivir el amor y el desamor de una forma diferente: las primeras reflexionan; las segundas se desangran. Las mujeres de Cancela atraviesan todo el espectro de emociones: las hay tranquilas, taciturnas, nostálgicas e incluso amenazantes. En el medio de esta exploración emocional, la artista –que además de ser un referente del pop argentino y de la psicodelia del Instituto Di Tella en los ‘60, tiene tanto en el campo de la plástica como en el de la moda una trayectoria internacional– se permitió enamorarse: estas obras son también confesión de su amor por el color, por la pintura y por un artista tan íntimo y psicodélico como ella, a su manera: Pierre Bonnard (1867-1947). Esto es la muestra “Te odio, te amo-Te amo, te odio (y cómo llego a amarte a pesar de todo)”, que está presentando la artista –Las obras son por momentos apacibles pero también inquietantes… ¿Por qué esta tensión?
–Cuando dijiste apacible me acordé inmediatamente –riéndome porque yo no dejo de tener humor a pesar de todo, ahí está la risa, la vuelta de tuerca– de una película francesa que se llama La vie est un long fleuve tranquille (La vida es un largo río tranquilo). Justamente la película no es un fleuve tranquile y la vida es eso, lo que me lleva a esto es la vida… Yo amo la calma pero no soy una persona calma, amo la armonía pero no soy una persona armónica… Todos vivimos un poco así y eso es lo que me lleva. En esta muestra hay dos series. Trabajé todos estos años sobre la mujer y la condición femenina; en la primera serie tomé las mujeres en el siglo XIX , son como ilustraciones de mujeres que están o sufrientes o majestuosas pero nunca están como tienen que estar. Trabajé hasta el año pasado así y estaba muy embalada. Y en el medio me pasó algo: entré en una historia como de amor hacia el dibujo, la pintura, el arte y hacia (Pierre) Bonnard. Este amor a Bonnard empezó como este amor que tengo hacia la pintura. Entré en su mundo y me di cuenta de que era mi mundo también. El mundo de Bonnard es como un mundo de tiempo detenido. Su pintura está detenida. Yo también soy así. En los dibujos de la segunda serie están integrados todos los Bonnard en los que yo me inspiré, pero en I-pads, en computadoras, porque eso es el mundo de ahora… él los hubiese puesto también… –¿Qué le devuelve su experiencia en el diseño de modas y el contacto con la tela a la hora de concebir estas imágenes?
–Uno no tiene por qué encerrarse en una categoría y a mí la moda me emociona. Cuando trabajé haciendo ropa lo hice como artista. Lo que hago es trabajar con la imagen, no con la ropa. La creación de una colección es trabajar con la imagen total. Lo mismo que hacés con la pintura. Yo trabajo sobre telas, dibujo sobre telas en vez de papel. Lo que sí, en estos últimos trabajos no me interesó nada qué llevaban puestos mis modelos. Mis modelos fueron la gente que me rodeaba: así como Bonnard trabajaba con su mujer, yo trabajé con mis asistentes, con mis gatos y mis objetos. Quise ver cómo podía trasmitir en el dibujo mi amor hacia el color y la pintura. Creo que lo logré bastante bien, estoy contenta.
–Usted ha sido parte, en los años ‘60, de las experiencias del Instituto Di Tella, ¿qué persiste en sus obras y en sus búsquedas actuales de esos años?
–Hay un manifiesto que se llama “Nosotros amamos” que escribimos para uno de los premios Di Tella, ahí hablamos de lo que nosotros amábamos en ese momento y ahí está todo: hablamos del pelo, del color, de las camisas con flores, con rayas, de la moda, de Alicia en el país de las maravillas, y al final dice: “amamos los boy boys, los girl boys, las girl girls…” y es todo un juego de palabras donde decimos de alguna manera que estamos abiertos. Eso es lo que yo guardo. Para mí han sido muy importantes los años londinenses. Muy importantes. Los años de acá fueron el kindergarden , como un comienzo, yo era muy joven, muy tímida. Hay obras muy interesantes de acá, la instalación que hicimos con Pablo (Mesejean) Love and Life a mí me parece fantástica, estas cosas (señala una obra ubicada a sus espaldas, en la cual el dibujo cobra cuerpo y se continúa en la pared como un objeto) vienen de las pinturas que hacíamos, que salían del cuadro… Las cosas siguen, yo no creo que uno cambie, se va transformando pero no deviene otra persona. Todo lo que entra en “la computadora” está ahí, podés limpiarla, hacer todo lo que quieras, pero queda, ¿no? Te marca... Walter Benjamín decía “vivir es dejar rastros”. Y dejás y también te quedan…

Fuente: clarin.com

SOTHEBY'S VENDIÓ MÁS QUE NUNCA



Ya no es tan novedoso que una casa de remates supere el récord previo de artistas como Picasso, Warhol o Van Gogh. Sin embargo, esta vez el número es exorbitante: el martes, en Nueva York, Sotheby’s logró la mayor subasta de su historia, al vender obras por un total de 375.149.000 dólares, por un lote por el que estimaban obtener entre 277 y 374 millones de dólares, y con el que la casa supera los 1.000 millones en ventas durante 2012.
La punta de lanza fue el cuadro Rojo y azul , del artista abstracto Mark Rothko, vendido por 75,1 millones de dólares, que aún así no batió el récord del pintor letón, de 86,9 millones de dólares.
Jackson Pollock también protagonizó la jornada: su obra Número 4, 1951 se remató por 40,4 millones, superando el récord del artista, de 23 millones. Y, para completar, se vendieron pinturas de Andy Warhol y Francis Bacon. Ante el fin de año, el balance parece holgadamente positivo.

Fuente texto: clarin.com

YALE DEVUELVE A PERÚ
EL ÚLTIMO LOTE DE PIEZAS DE MACHU PICCHU


Este objeto pertenece a la primera entrega de la universidad estadounidense al país de origen del yacimiento, en un proceso que acabó el lunes con el último lote de piezas dado.

Por Ernesto Benavides

La universidad estadounidense de Yale devolvió este lunes a Perú el último lote de piezas de la ciudadela incaica de Machu Picchu, que mantenía desde hace más de un siglo, informó el ministerio de Cultura peruano.
El cargamento, que llegó a la ciudad surandina de Cusco, está compuesto por 35.000 fragmentos de cerámicas y piedras no 'museables' que se depositarán en la Casa Concha, un museo especialmente acondicionado que alberga otros dos lotes de piezas enviados por Yale el año pasado.
Blanca Alva Guerrero, directora de Fiscalización y Control del Ministerio de Cultura, subrayó en Cusco que con este envío se cumple el acuerdo de traslado establecido entre el gobierno peruano y la universidad estadounidense, señaló la agencia oficial Andina.
Dos representantes de Yale llegaron también a Cusco, quienes harán la entrega oficial de las piezas.
El primer lote conformado por piezas 'museables' llegó a finales de marzo de 2011 y el segundo lote se concretó en diciembre del mismo año, informó la funcionaria del ministerio de Cultura.
Las piezas forman parte de un total de unos 40.000 objetos que extrajo el explorador estadounidense Hiram Bingham de Machu Picchu y entregó a Yale hace un siglo en calidad de préstamo.
La ciudadela de Machu Picchu, que se ubica en la ceja de selva de Cusco, fue dada a conocer a la comunidad internacional por Bingham en julio de 1911. La edificación incaica ya había sido descubierta por el hacendado peruano Agustín Lizárraga nueve años antes, en julio de 1902, según historiadores.


Fuente: AFP

UNA COLECCIÓN DE WARHOLSUBASTADA EN NUEVA YORK
OBTIENE 17 MILLONES DE DÓLARES



La subasta de 354 obras del famoso artista pop Andy Warhol en Nueva York logró recaudar 17,07 millones de dólares, anunció la casa de remates Christie's.

Por Emmanuel Dunand

La subasta de 354 obras del famoso artista pop Andy Warhol en Nueva York logró recaudar 17,07 millones de dólares, anunció la casa de remates Christie's.
La venta de fotos y grabados el lunes por la noche fue realizada por la Fundación Andy Warhol, que prevé varias nuevas ventas en los próximos meses, algunas de ellas sólo por internet, a comienzos del próximo mes de febrero.
Algunas de las obras vendidas no habían sido mostradas nunca antes al público.
El lunes en Manhattan se subastaron en total 354 trabajos del artista, comenzando por 'Endangered species: San Francisco silverspot', que fue vendida por 1,26 millones de dólares cuando se encontraba en un precio estimado de entre 1 y 1,5 millones en la preventa.
'Endagered apecies: Bighorn Ram', cuyo precio de salida se había estimado en entre 700.000 y un millón de dólares, fue vendida por 842.500 dólares. La obra 'Jackie', en cambio, dobló las previsiones al ser subastada por 626.500 dólares, precisó Christie's

La Andy Warhol Foundation for the Visual Arts anunció en septiembre que iba a poner a la venta su colección a lo largo de varios años para impulsar su capacidad de becas y designó la casa de remates Christie's como su socio a largo plazo. Algunos de los trabajos del artista serán donados a museos.
"El lanzamiento de las ventas de la Fundación Warhol fue acogida con entusiasmo globalmente por parte de coleccionistas establecidos y de nuevos coleccionistas en China, Rusia, la Unión Europea, Oriente Medio y las Américas", se congratuló tras la venta Amy Cappellazzo, responsable de arte contemporáneo en Christie's.
La Fundación Warhol, creada en 1987 tras la muerte del artista (1928-1987) y según lo establecido en su testamento, tiene como misión hacer "avanzar las artes visuales". La venta de la obras responde a la necesidad de llevar a cabo su misión. "La comunidad artística lo necesita más que nunca", explicó.


Fuente: AFP


UNA EPIDEMIA, UN MONUMENTO


En donde en 1871 estaba el cementerio, se recuerda a las víctimas de la fiebre amarilla.


Parque Ameghino. Bajo el verde de Parque Patricios quedó sepultada una historia trágica que dejó unos 14.000 muertos. / JUAN JOSE TRAVERSO
Por Eduardo Parise

El monumento está en la gran plaza Ameghino, en Parque Patricios, a metros de la avenida Caseros y frente a la vieja cárcel. Y no es una casualidad. Porque en ese parque, hoy con mucho verde, quedó sepultada parte de una historia trágica: la brutal epidemia de fiebre amarilla que mató a más de 14.000 habitantes de ese Buenos Aires.
Ocurrió en 1871 y resultó devastadora. Napas contaminadas, poca provisión de agua potable, hacinamiento en algunas zonas, la contaminación que provocaban los saladeros y el calor agobiante fueron el caldo de cultivo propicio para que aquello pasara.
Los historiadores empiezan a registrar los primeros casos a fines de enero de 1871. En febrero habían muerto unas 300 personas. En marzo ya era incontrolable: morían cien personas cada 24 horas. Y como había sólo unos 50 coches fúnebres, muchos ataúdes quedaban en las esquinas esperando el traslado al cementerio del Sur, justamente donde está el actual Parque Ameghino. Aquel predio había sido comprado por la Municipalidad en diciembre de 1867.
Ante este desborde, el gobierno porteño decidió comprar siete hectáreas en la zona de la “chacrita de los colegiales”. Fue el primer cementerio del Oeste y ocupó lo que ahora es el Parque Los Andes, entre las calles Dorrego, Guzmán, Jorge Newbery y Corrientes. El actual cementerio de Chacarita, a unos metros de aquel, recién se habilitaría en 1886.
Pero volvamos al cementerio del Sur y al monumento que recuerda a aquellas víctimas. En esa obra hecha en mármol (se le adjudica al escultor Juan Ferrari) se sintetiza algo de lo que significó aquella tragedia. Por ejemplo, en uno de sus laterales, tallada sobre el mármol, hay una representación de la imagen que Juan Manuel Blanes pintó en un óleo y tituló “Episodio de la fiebre amarilla”. En aquella escena dramática se ve a unos médicos entrando a una habitación donde hay una mujer muerta y su bebé llorando junto al cadáver.
También hay listados con los nombres de sacerdotes, farmacéuticos, asistentes de la Comisión de Higiene y médicos que murieron contagiados mientras auxiliaban a las víctimas. Entre ellos está Francisco Javier Muñiz, el médico cuyo nombre lleva el Hospital de Infectología que hoy funciona sobre la calle Uspallata, frente al parque. Una frase grabada sobre el monumento rinde homenaje a aquellos héroes: “El sacrificio del hombre por la Humanidad es un deber y una virtud que los pueblos cultos estiman y agradecen”.
La epidemia de 1871 generó pánico y mucha gente decidió escapar de la Ciudad, algo que sugirieron y practicaron algunas autoridades. Pero hubo otros que también hicieron todo lo posible por ayudar. Ese fue el caso del ingeniero Augusto Ringuelet, presidente de la empresa Ferrocarril del Oeste. Como los cadáveres se amontonaban y no había carros para llevarlos hasta aquel nuevo cementerio, decidió instalar vías a lo largo de la avenida Corrientes. La obra costó más de dos millones pesos y se hizo en tiempo récord: menos de 30 días.
Se lo conoció como “el tren de los muertos”. Salía desde el cruce de la actual Jean Jaures (entonces se llamaba Bermejo) y tenía dos paradas: en Medrano y en Scalabrini Ortiz (conocida entonces como la calle del ministro inglés, por George Canning). Aquel tren cargado de cadáveres era tirado por la vieja locomotora “La Porteña” que todavía prestaba servicio. Los cuerpos eran dejados en unos galpones vecinos a la zona de Corrientes y Dorrego y luego enterrados en el cementerio. Cuentan que el maquinista de aquel tren era el ingeniero John Allan y dicen que después de realizar varios viajes también se contagió y fue otra víctima de la fiebre amarilla. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

MÉXICO DONA 51 ESTAMPAS Y UNA ESCULTURA
DE LEONORA CARRINGTON AL BELLAS ARTES



Por Mercedes Ezquiaga

El Museo Nacional de Bellas Artes anunció la incorporación a su colección de un conjunto de piezas donadas a la Argentina por el gobierno de México, integrado por 51 estampas y una escultura de bronce de la surrealista Leonora Carrington.
Este conjunto de piezas fue realizado especialmente en 2010 en el marco del proyecto “Estampas, Independencia y Revolución”, con motivo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, dos acontecimientos centrales en la historia del país azteca.
Una litografía de Francisco Castro Leñero, un fotograbado de Joy Laville, una aguatinta de Andrés Gloria Vázquez y un huecograbado de Boris Viskin son algunos de los papeles que se exhibieron hoy para la prensa, aunque por ahora no serán expuestos al público debido a las tareas de remodelación que lleva adelante el museo.
La donación quedó oficializada con un apretón de manos entre el director del museo, Guillermo Alonso y el embajador de México, Francisco del Río, quienes hablaron de “amistad fraternal” y “país amigo” en una acotada ceremonia para la prensa.
Alonso se refirió a esta donación como un “evento extraordinario en la vida del museo” y como “un momento destinado a trascender en su historia institucional” mientras que el embajador mexicano, por su parte, señaló el “orgullo de que el Bellas Artes sea depositario de este acto creativo” de su país.
Las obras ofrecidas por el Museo Nacional de la Estampa de México (MUNAE) -dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes- reflexionan sobre la revolución y el bicentenario mexicanos, pero también sobre el principio esencial que les dio origen: la lucha por la libertad.
Participan artistas de diversas generaciones desde Adolfo Mexiac y Arturo García Bustos -vanguardistas de la primera mitad del siglo XX- hasta Demián Flores y Alejandro Pérez Cruz, representantes de una corriente plástica “transcultural”, por mencionar algunos.
Otros artistas que conforman la donación son Francisco Castro Leñero, Cisco Jiménez, Boris Viskin, Rubén Maya, Andrés Vázquez Gloria, Luís López Loza, Eloy Tarcisio, Helen Escobedo, Moriyama Terumi, Roger von Gunten, Joy Lavilla, Manuel Felguerez, Alejandro Santiago, Luís Ricaurte y Per Anderson.
Esta iniciativa hace hincapié en la capacidad expresiva de la estampa para incidir en la sociedad, generar cambios, establecer vínculos y estimular la reflexión, sin contar que siempre fue una disciplina acompañada de un fuerte compromiso social.
Múltiples instituciones y talleres a lo largo de la geografía mexicana colaboraron con el proyecto, produjeron las placas y realizaron impresiones, trabajando directamente con los artistas.
Algunos de esos talleres de artes gráficas, son herederos de los históricos talleres en los que hace más de cien años, se producían grabados con dramáticas escenas de la Revolución, se criticaba al poder y se forjaba igualmente, una estética definitoria de lo que sería el arte moderno mexicano.
En total, se realizaron 100 carpetas de idénticas características, cada una integrada por 51 estampas en tres formatos de obra que los artistas eligieron (uno por cada artista seleccionado) numeradas y firmadas, además del vaciado de la obra “Sculture/Vulturel” de Carrington.
De las carpetas realizadas, aproximadamente la mitad se obsequiaron a colecciones públicas internacionales de diversas naciones con las que el Estado Mexicano mantiene relaciones diplomáticas, para promover y difundir el arte mexicano.
Como culminación de este proyecto se realizaron en 2010 exposiciones tanto en el Museo Nacional de la Estampa (MUNAE) como en las sedes donde se produjo la obra artística.
Asimismo, el MUNAE organizó mesas de trabajo, conferencias y talleres con la participación de los artistas convocados, investigadores y críticos, que reflexionaron sobre el papel de la estampa en la producción artística contemporánea.

Fuente: Télam

LA LUZ Y LA SOMBRA MÁS REALES


Ya se puede recorrer en el Museo de Bellas Artes una de las muestras más esperadas del año: siete pinturas de Caravaggio y quince de artistas que no pudieron escapar de su magia y su influencia.


Por ANA MARIA BATTISTOZZI


No son muchos los artistas anteriores al siglo XVIII que encarnan en vida y obra lo que Emanuel Kant definió como genio: aquél que no respeta las reglas sino que las hace. Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio es, sin duda uno de ellos. En él vida y obra conjugan audacia y ruptura con la norma. Quizás haya que rastrear allí el secreto de la fascinación que su figura ejerce en la actualidad, asociada en gran medida al ideal romántico que aún impregna el imaginario del presente. Su historia ha sido contada de infinitos modos y casi todos coinciden en subrayar el carácter radical que tuvo su irrupción en la filigrana de las relaciones políticas y religiosas de la Roma de la Contrarreforma.
Como bien señala Rosella Vodret, investigadora de la obra del artista y curadora de la muestra Caravaggio y sus seguidores , que puede verse hasta fin de año en el Museo Nacional de Bellas Artes, los años que transcurrieron desde la llegada de Caravaggio a Roma, durante el último decenio del siglo XVI hasta 1630, constituyen un momento irrepetible para la historia de la pintura italiana y europea, cuyos ecos se sienten en el desarrollo de las corrientes artísticas al menos hasta el siglo XVIII.
Su presencia, provocativa y a la vez seductora, cautivó como pocas a ese mundo refinado y ladino que el intercambio de favores entre las poderosas familias de la nobleza eclesiástica había puesto en crisis mucho antes que Michelangelo Merisi naciera en la modesta aldea lombarda de Caravaggio. En ese mundo que habían construido familias como los Medici, los Colonna, los Borghese y los Farnese, cuestionado por Lutero cuando hizo públicas sus tesis en 1517, el modesto Michelangelo Merisi representa las posibilidades de consideración social que se le abrían al artista que podía contribuir al brillo de la ciudad de los papas.
Su llegada a Roma se produce en un momento tan propicio como el del Jubileo del 1600, año en que la iglesia y las grandes familias romanas habían convocado a los grandes artistas de Italia para cumplir ese objetivo con toda pompa.
La oportunidad le llegó de la mano de su primer y más duradero protector, el cardenal Francesco María del Monte, amante del arte y político refinado que muy pronto advirtió el potencial de sus aptitudes para los objetivos de restauración que la iglesia se impuso a partir del Concilio de Trento. Así, su primera aparición pública en Roma tuvo lugar en 1599, con la “Vocación” y el “Martirio de San Mateo”, dos episodios de la vida de San Mateo que pintó para la Capilla Contarelli en la iglesia de San Luis de los Franceses. El desafío que le impuso este trabajo de dimensiones hasta entonces no frecuentadas por él, acabó por convertirlo en uno de los artistas privilegiados de la escena romana del 600. Su poderoso naturalismo, de impacto teatral, agrietó la aristocrática elegancia manierista de fin del siglo XVI.
Caravaggio se transformó así en uno de los pintores más celebrados del momento. Requerido por quienes encargaban las obras de arte como admirado por los jóvenes pintores. Su fama llegó a alcanzar los Países Bajos y los encargos se le acumularon al punto de que las principales familias de la nobleza laica y eclesiástica disputaran sus trabajos con las órdenes religiosas.
¿Cómo es que llegó a esto alguien que se aventuró de un modo casi grosero en la representación de los santos? ¿Cómo es que el mundo de la jerarquía eclesiástica se avino a que los hiciera descender ante las narices del espectador, con las uñas negras y los pies sucios de barro? Si nada de esto produjo un real conflicto es porque Caravaggio tuvo la inteligencia de interpretar, además de las exigencias iconográficas que pautaban sus comitentes, la sensibilidad social que estaban necesitando. Por otro lado, como bien señala Giorgio Agamben en El hombre sin contenido , ningún artista del siglo XVII llegó a considerar imprudente ni lesivo el hecho de que el comitente se inmiscuyera en su obra. Altos dignatarios eclesiásticos, como el Papa Julio II, mecenas de Miguel Angel, los cardenales del Monte y Giustiniani o el propio papa Scipione Borghese demostraron poseer en los hechos una excepcional comprensión de los procesos que los artistas estimaban.
Así, la producción de Caravaggio de esos años está integrada en su mayor parte por pinturas de grandes dimensiones y gran complejidad compositiva, realizada para palacios e iglesias. Y, a diferencia de la época de recién llegado a Roma en que, influenciado por el ambiente intelectual del cardenal del Monte, se interesó por jóvenes músicos y referencias mitológicas, las escenas que pinta en ese otro momento exaltan figuras clave para la Contrarreforma: la Virgen y los Santos penitentes que cumplían la función de mediadores de la gracia divina.
Estas son las principales referencias iconográficas que sobrevuelan tanto en las pinturas de Caravaggio como en las de sus seguidores, que se presentan ahora en el Museo de Bellas Artes.
La impactante “Medusa Murtola” constituye una excepción en este grupo y, como tal, asume una centralidad reforzada por el original diseño expositivo que permite al espectador contemplarla de frente y también de su reverso. Pintada entre 1597 y 1598, al óleo sobre tela, sobre un escudo convexo de madera, la obra pertenece al período considerado “juvenil” de Caravaggio y forma parte de una serie en la que afloran las situaciones de androginia y extrema tensión que tanto lo entusiasmaban. Una de ellas es la que se encuentra en Florencia en los Uffizzi. La obra fue encargo del cardenal Del Monte como regalo al gran duque Ferdinando de Toscana. En tanto la que se exhibe en Buenos Aires, pertenece a una colección privada y su nombre deriva del poeta Gaspare Murtola por el madrigal que le dedicó en 1604 y la documenta.
El resto de las obras que integran la exhibición del MNBA proceden de la Galería Borghese y el Museo de Arte Antiguo del Palacio Barberini de Roma; de los Uffizzi, de una colección privada de Malta y de Londres entre otras. Entre las obras de sus seguidores más estrechos puede verse la “Magdalena” de Orazio Gentileschi, padre de Artemisia, una de las grandes mujeres artistas del 600 que la historiografía crítica rescató recientemente. Magníficamente erótica es su “Magdalena desvanecida”. No es el único caso en que la hija compite en los mismos temas con el padre y se revela más intensa y audaz. En este caso, como en la representación de Judith y Holofernes de los Uffizzi, la pintura de Artemisia exhibe una mayor síntesis y dramatismo.
La disputa por las atribuciones que rodean a Caravaggio y su obra es otro tema que lo persigue. Como si la fatalidad de este artista, que encontró la muerte tratando de huir tras una pelea, no pudiera evitar ese sino que lo acosa sin tregua.

Fuente: Revista Ñ Clarín