LA OBRA DE MILHAZES VISTE DE COLORES EL MALBA

Arte
La muestra de la artista carioca, una de las más cotizadas de su país, puede verse hasta el 7 de diciembre

Adiestrado en detectar arte de calidad, Eduardo Costantini recorría en 2004 galerías en Chelsea, Nueva York, cuando una vorágine de audaces formas multicolores, yuxtapuestas en un gran lienzo, le cambió el humor: el ánimo se le encendió, sintió alegría. El influjo de la composición le contagiaba goce y belleza. Quiso comprar aquel lienzo hechicero, pero ése y todos los demás de la carioca Beatriz Milhazes ya estaban vendidos. Un freno impensado a su júbilo; efímero como el regodeo de su mirada con aquellos colores sinfónicos.
El desquite llegó en Londres cuatro años después. Cuando El Mago, una implosión floral y colorística de hipnóticas formas inventadas, se alzó sobre el estrado de Sotheby's, el cuadro de casi 3 metros de largo por dos fue suyo: pagó US$ 1 millón y les arrebató el objeto de deseo a otros oferentes europeos de la sala. Tres años después, la marca de Milhazes trepó a los US$ 1,6 millones, ubicándola como la segunda más cara de su país, detrás de Adriana Varejäo.
Al contemplar ahora la última producción de la brasileña Milhazes, 30 grandes telas que azuzan las paredes blancas del Malba y son un imán indiscutido para las retinas, se entiende muy bien aquel afán de Costantini por poseer alguna de sus obras: reavivan el ánimo, contagian alegría. Incitan, luego, a rastrear "la salida" para esos laberintos de color en los que quedan atrapadas un sinfín de formas excelsas. Pero no la hay. Como tampoco un sosiego de blanco o de tonos apagados. Bienvenidos a la pintura de una de las mayores y mejor cotizadas artistas de Brasil.
Panamericano. Beatriz Milhazes. Pinturas 1999-2012, la exposición orquestada por Costantini para mostrar por primera vez en América latina esa euforia de color y abstracción, es una de esas muestras que los connaisseurs de la pintura contemporánea celebran. Hay dos gemas prestadas por el Guggenheim y otras dos de la colección personal de Costantini. Otra viajó del Museo de Arte Moderno de San Pablo y la mayoría proviene de colecciones privadas europeas.
El Malba se lleva un laudo al introducir a la artista a la cultura porteña, con la edición, además, de un catálogo con textos de referencia para su obra. ¿Por qué es tan buena? Por su singularidad compositiva y su insolencia en el color, en cada lienzo conviven más de un centenar de tonalidades en armonía; por el laberinto caótico de formas yuxtapuestas que crea, que parecen azarosas, pero que ubica con racionalidad cartesiana en el lienzo; porque dota al color de movimiento, y porque aun desde el lenguaje de la abstracción transmite la cultura brasileña en clave universal.
En su pintura asoman la fusión de las fuentes populares de Brasil con la lección colorística de Matisse, la geométrica de Mondrian y la desmesura surrealista de Tarsila do Amaral. Un mismo lienzo atrae y dispara infinidad de percepciones, coincide la crítica internacional.
Milhazes, de 52 años, no pinta directamente sobre la tela. Usa la técnica del collage pictórico: pinta cada motivo sobre una hoja de plástico, que luego imprime sobre la tela. Al retirarlo, el motivo se adhiere como una calcomanía. Su gramática abstracta colosal y a veces asfixiante supone el encastre de cada una de las formas por separado y luego la "construcción" de capas. Así, logra la densidad de figuras y cimentar cierta profundidad de campo.
Las formas pueden ser flores y frutas, mariposas y pájaros, arabescos, rosetones, la trama de un encaje o de un cotillón de carnaval, líneas sinuosas o figuras geométricas, formas de fantasía. Cada motivo cobra vida y dispara su misterio.
El curador de la muestra, el francés Frédéric Paul, ve en ese conjunto de formas una deuda al sincretismo de culturas de Brasil, el modernismo de los años 30, además de la cita al carnaval y la bossa nova.
"Siempre le temo a la rapidez de mis pensamientos y de las imágenes que se me aparecen", cuenta Milhazes a LA NACION, que confiesa tener una necesidad compulsiva de contacto físico con su telas. "Sin embargo, mis obras están ejecutadas con mucha lentitud y reflexión sobre dónde va cada cosa", confía sobre su producción, de diez o doce cuadros por año. ¿Qué dispara su pintura? "Todo empieza y culmina en el color", confía. "Pero mi búsqueda en definitiva se relaciona con lo que esconde la belleza del arte: pinto para descubrir por qué las personas tenemos la necesidad de la belleza."
Fuente: lanacion.com

EL "HOSPITAL"
DONDE SE RECUPERAN LAS ESTATUAS DE LA CIUDAD

Patrimonio / Consecuencias del vandalismo
Unas 25 obras al mes llegan al taller de restauradores y artesanos; se gasta un millón de pesos en reparar destrozos.



Algunos llegan sin manos, otros con la nariz rota o sin pies. Otros pierden sus armas en "batallas" en las que ni siquiera dan pelea. Es que los monumentos porteños son blanco del vandalismo sin tregua que los mutila y pinta una y otra vez. Y todos llegan allí, a ese taller escondido en los bosques de Palermo que funciona un singular "hospital" de estatuas.
Media docena de figuras blancas exhiben sus heridas en el jardín del departamento de Monumentos y Obras de Arte de la Ciudad (MOA). Sin dedos, sin brazos, con sus animales cercenados, muestran sin pudor un deterioro que nadie se explica.
No sólo el hecho de estar a la intemperie deja sus huellas. Estas estatuas son la imagen de un vandalismo que no se detiene y que le cuesta a la Ciudad un millón de pesos cada mes. "En 2011, tuvimos que gastar 14 millones de pesos para reparar los destrozos que dejó el vandalismo y este año, por cómo venimos, esa cifra podrá ser superada. Es mucha plata que podría ser destinada para otras cosas, pero lo más importante es fomentar un cambio cultural y que todos empecemos a cuidar lo nuestro", se quejó el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli.
El MOA funciona en un predio lindante al Jardín Japonés desde 1956 y depende de la dirección general de Espacios Verdes de ese ministerio. Allí ocho escultores y restauradores hacen un puntilloso trabajo artesanal para devolverles el esplendor a las estatuas porteñas. Sin importarles que, quizás a los pocos días, regresen dañadas.
El taller recibe un promedio de 25 obras al mes, dijo su coordinador, Jorge Zakkur, que precisó que Buenos Aires cuenta con 2482 monumentos entre estatuas, bustos, placas, mástiles, fuentes y monolitos.
"El cazador de águilas" es una de las tres estatuas que estaba en Constitución, aunque ahora se mudó al jardín del taller. Llegó sin nariz, sin una oreja, su águila no tenía pico y le habían robado la cría. La realizó Eugene Guillot en 1899. Además de limpiar, los estragos del esmog y las palomas, hubo que quitarle grafitis de toda clase. Y devolverle los pichones perdidos.
"Aquí se hace un doble trabajo. Además de restaurar las obras que llegan, se las registra por si hay que reconstruirlas más adelante", explicó a LA NACION la directora de Espacios Verdes, Florencia Scavino. Es así que el MOA guarda una especie de "historia clínica" de cada obra con fotos y datos que permitirá restaurarla y dejarla lo más parecida posible a la pieza original. "Algunas estatuas están irreconocibles. Cuando podemos le hacemos un hidrolavado y las restauramos en el lugar. Si eso no es posible o va a demandar muchos días de trabajo, las trasladamos aquí", señaló Gabriel Palacios, escultor y restaurador que trabaja en el MOA hace más de 20 años.
Hay obras "recurrentes", según el restaurador. Como Diana cazadora, originalmente ubicada frente al edificio de la Aduana, en Paseo Colón y Belgrano, pero que vive largas estadías en el MOA. Tanto ella como su ciervo son presas frecuente del vandalismo. "Llegó sin manos, el ciervo sin patas ni cuernos", detalló Palacios.
Con esta estatua, reproducción de la del Louvre en París, tienen una anécdota ilustrativa. Después de remozarla en su sitio, los escultores estaban guardando los materiales cuando vieron que una señora subía a su hijo al ciervo. "Los cuernos sirven para hacer gimnasia o atar perros", señaló el restaurador. "Queremos que sean lo suficientemente firmes como para que no se rompan, pero a la vez frágiles para que rompan siempre las mismas partes, así no seguimos perdiendo piezas", confesó Palacios.
No es la única pieza con propósitos "múltiples": los balaustres de las Barrancas de Belgrano eran utilizados por karatekas para entrenar.
Otras sufren los avatares de los grafitis "temáticos". Sentada a los pies de la romántica escena entre los legendarios amantes Leandro y Hero, la restauradora Inés Giuliano contó: "No se le veía el blanco. Además de que a él le faltaba un pie y a ella la mano, estaba llena de mensajes de amor. ¡Mucho romanticismo, pero nadie sabe el trabajo que da sacarlos!".
La estatua es de 1913 por Tasq y estaba erigida a orillas del Lago de Regatas, en el Rosedal. La primavera y sus impulsos la destruyeron y terminó en el MOA.
"Algunas estatuas se pasan más tiempo acá que en sus lugares de origen, pero a veces tienen que esperar hasta que se acondiciona el lugar donde estaban", detalló el director del MOA, Mariano Vanecek.
La vida, del parque Lezama; Niña adolescente, de la plaza Emilio Mitre; La sorprendida, de Sarmiento y Casares, son algunas de las que esperan volver sus destinos.
Uno de los soldados del grupo escultórico de la plaza San Martín espera el turno para ser reparado. Perdió la vaina y la espada.
"No damos abasto", sintetizó Zakkur, antes de recordar el trabajo que les dio despintar la estatua de mármol de Caperucita Roja, que algún gracioso pintó con esmalte rojo.
 
Inés Giuliano trabaja en el pie de Leandro, el mítico amante de Hero, ambos tatuados con mensajes de amor. Foto: Maxie Amena

Mármol y bronce

  • 2480
    Monumentos
    La ciudad atesora esa cifra de estatuas, bustos, placas, fuentes y monolitos
  • 14 millones
    De pesos
    Es lo que se gastó en 2011 para reparar los destrozos que dejó el vandalismo

Un predio que será puesto en valor

"Uno ve la lista de gastos que tenemos por el vandalismo y es tremenda. Una verdadera lástima, que esperamos cambiar con educación y con concientizar que si dañamos al espacio público nos hacemos daño a nosotros mismos", aseguró Santilli. Durante la visita de LA NACION, el ministro prometió que las instalaciones del MOA serán remodeladas y puestas en valor el año próximo. Los monumentos más atacados son el de Julio Argentino Roca, el Obelisco, cuya base ya fue pintada en cuatro ocasiones en lo que va del año. El Quijote, que tuvo que ser pintado en seis oportunidades y el de Roque Sáenz Peña, que es grafitado todas las semanas. También sufren roturas y robos las obras de arte del Rosedal, las estatuas de Parque Chacabuco, las figuras del parque Lezama y las piezas del parque Rivadavia.

Del editor: por qué es importante.

Forman parte del patrimonio cultural de la ciudad. Protegerlas del vandalismo es tarea de todos.


Fuente:lanacion.com

EL MUSEO RUSO DEL HERMITAGE
ABRIRÁ UNA FILIAL EN BARCELONA

Vista del interior del museo Hermitage de San Petersburgo (Rusia). EFE/Archivo

Moscú, 1 - El museo del Hermitage de San Petersburgo, una de las principales pinacotecas del mundo, abrirá una filial en Barcelona, anunció hoy el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas.
"Hemos firmado un acuerdo de intenciones firmes para que en los próximos dos o tres años se lleve a cabo la instalación estable y permanente del Hermitage en Barcelona", aseguró hoy Mas a la prensa española en Moscú.
Mas realizó este anunció tras firmar un convenio de colaboración con la viceministra de Cultura de Rusia, Alla Manílova, en el legendario edificio Ucrania de la capital rusa.
Este proyecto "reforzará de una forma muy clara la capitalidad económica, turística y cultural tanto de Barcelona, como de Cataluña", dijo Mas, que inauguró hoy en Moscú un Foro Empresarial Rusia-Cataluña.
Mas destacó que la presencia de una sede del Hermitage "complementará la tradicional muestra museística y cultural de la capital catalana".
"Tenemos museos tan importantes en Cataluña como el Dalí, el Picasso y el Miró. Tenemos monumentos de primera fila de la época modernista, de la época romántica y también de la época gótica", dijo.
En su opinión, el hecho de que "el Hermitage, que es uno de los museos más grandiosos del mundo, piense en instalarse de manera permanente en Barcelona nos va como anillo al dedo".
El presidente de la Generalitat aludió a la importancia de que "todos esos millones de visitantes que ya vienen a Cataluña, incluidos los turistas rusos, vayan viendo en Barcelona y en Cataluña esa oferta de primer nivel y de gran calidad".
Precisamente, Mas destacó hoy que más del 65 por ciento de los turistas rusos que han visitado España este año eligen Cataluña como su destino de vacaciones.
El Hermitage, que cumplirá 250 años en diciembre de 2014, ha sido descrito por el presidente ruso, Vladímir Putin, como el "el orgullo de Rusia".
Considerado uno de los principales museos del mundo junto al Louvre parisino y El Prado madrileño, el Hermitage acoge, entre otras obras, pinturas de Leonardo da Vinci, Picasso, Goya, Rafael, Velázquez, Miguel Ángel, Manet, Mattisse, esculturas de Rodin e innumerables iconos.

Fuente: EFE

CLAES OLDENBURG EN EL GUGGENHEIM BILBAO


El Museo Guggenheim Bilbao con el patrocinio de la Fundación BBVA acoge la exposición Claes Oldenburg: los años sesenta, la muestra más amplia hasta la fecha dedicada a la obra temprana, innovadora y emblemática realizada en los años sesenta por Claes Oldenburg (Estocolmo, Suecia, 1929), uno de los artistas más influyentes en el desarrollo del arte desde la década de los cincuenta.Con sus irónicas y agudas representaciones de objetos cotidianos de los años sesenta, Oldenburg contribuyó enormemente a la renovación de la escena artística norteamericana siendo clasificado como un artista fundamental de la performance, el arte de la instalación y el Arte Pop. Sin embargo, su obra polifacética y heterogénea va mucho más allá. Un ejemplo de ello son sus proyectos de gran escala, realizados junto a Coosje van Bruggen. Estos gigantescos monumentos de objetos consumo, ubicados en importantes ciudades de todo el mundo, han ejercido una gran influencia en el arte para espacios públicos.Una magnífica selección de cerca 300 obras, que comienza por la instalación La calle (The Street ) y sus representaciones de la vida moderna en la gran ciudad inspiradas en los grafitis; y continúa con los famosos artículos de consumo de La tienda (The Store) y con los espectaculares objetos de uso cotidiano del "hogar moderno".

Claes Oldenburg


LO QUE ÉL PREFIERE:
QUEDARSE EN CASA TRABAJANDO CON ORO

El artista Daniel Brush fundió sus primeros trabajos y empezó de nuevo.


SECRETOS DE LA ÓPERA:
REMATAN LA COLECCIÓN DE ARTURO TOSCANINI



Son manuscritos, cartas y otros objetos del legendario director de orquesta italiano.
La casa de subastas Sotheby’s sacará a remate una colección de manuscritos, cartas y otros objetos del legendario director de orquesta italiano Arturo Toscanini (1867-1957), cuya venta se estima en más de un millón y medio de dólares .
Se trata de un total de 88 lotes, que incluyen un manuscrito firmado por Giuseppe Verdi (1813-1901), que saldrá a la venta el próximo 28 de noviembre en la sede de la tienda en Londres. El material que ahora será vendido al mejor postor está en poder de los herederos de Toscanini, uno de los directores de orquesta más destacados del siglo XX. Es el legado del artista que heredó primero su hijo, Walter, y finalmente su nieto, Walfredo.
El manuscrito de Verdi contiene tres borradores de la ópera “Falstaff”, cuyo precio de salida está fijado en entre 80 mil y 100 mil libras –equivalente a 128 mil y 160 mil dólares– , mientras que también se venderá un manuscrito del “Ave María” para coro, con un precio similar de puja. El borrador de “Falstaff” muestra las primeras composiciones de la ópera, con tres oberturas, material que fue entregado a Toscanini por la sobrina de Verdi, informó la casa de remates.
En otro de los lotes hay un telegrama enviado por Verdi a Toscanini después de la primera actuación de “Falstaff” en La Scala de Milán en 1899, que puede alcanzar un precio de 1.500 libras. Otro de los objetos que se destacan es un valioso manuscrito de Mendelssohn, correspondiente a la obertura “Die Schone Melusine”, que fue entregada al director de orquesta por el pianista Rudolf Serkin y cuyo precio puede llegar a las 600 mil libras, equivalente unos 962 mil dólares.
El director del Departamento de Libros y Manuscritos de Sotheby’s, Stephen Roe, dijo ayer que esta venta es de “suma importancia” puesto que mucho de los artículos fueron adquiridos por Toscanini directamente a los compositores, a sus familias o amigos. El director nacido en Parma era particularmente famoso por sus interpretaciones de Beethoven y Verdi, y en los Estados Unidos fundó la Orquesta Sinfónica de la NBC, con la que actuó con regularidad hasta mediados de los años 50.

Fuente: clarin.com

EL BAJO DE LA RECOLETA


Esquina de Vicente López y José Evaristo Uriburu, Recoleta, donde hoy está el Village Recoleta. Foto de Adolfo Bioy Casares, tomada circa 1960.

Por Ricardo de Lafuente Machain
   
Entre el camino del  Bajo y el río se extendían zonas más o menos vastas, según la fuerza de las crecientes, tan variables como frecuentes y rápidas.
Allí señoreaban las lavanderas mientras realizaban su tarea en los pozos de la playa, que les servían de  bateas.
Su trabajo era animado por cantos, bromas, gritos y peleas, sin contar las corridas e insultos cuando, por cualquier circunstancia, un chiquillo, una persona distraída o mal intencionada o algún perro, llegaba a pisar la ropa que se asoleaba sobre las toscas, obligándolas a rehacer, por lo menos, una parte del trabajo.
Según fama que nadie discutía, allí se comentaban todos los secretos de las familias porteñas, y a esto se refieren los conocidos versos: “Quien quiera saber de vidas ajenas,/ que vaya a las toscas con las lavanderas/ que allí se murmura de la enamorada,/ de la que es soltera, de la que es casada,/ que si tiene mantas y tiene colchón/ o cuja labrada con su pabellón”.
Pasando el Pobre Diablo, hacia la derecha, comenzaba la arboleda “del Bajo” propiamente dicho, donde se escondían algunos ranchos. Por ahí, a fines del siglo XVIII, se estableció un puesto de parada para las carretas que venían de los pagos de la Costa, con grandes protestas por parte de los vecinos que tenían quintas en la Recoleta.
Recurrieron éstos al Cabildo, quien trató el asunto y no hizo lugar al pedido de remoción, considerando que era un mal necesario, y sería peor llevarlo a otro sitio, por lo cual no había más remedio que tolerarlo.
Esos terrenos, sin destino fijo, se utilizaban para los más variados destinos. Así, en 1842, el gobernador Rosas ordenó se enterrara en ese lugar a tres indios chilenos que fueron fusilados en el cuartel de Cuitiño.
Cuando aumentó la población de la parte alta, mucha gente, más o menos vagabunda, buscó refugio en los terrenos del Bajo, cuya zona recibió el nombre popular de “Tierra del Fuego”. Después, el ferrocarril y la urbanización volvieron a desalojarlos, desplazándolos hacia el bosque de Palermo, de donde el progreso también los sacó.
Entre los ocupantes de los ranchos primitivos, era muy conocido un inglés que se decía soldado de Beresford durante la invasión de 1806, el cual atraía visitantes con relatos de ese acontecimiento militar, y lo refería con prodigalidad de anécdotas y detalles.
En dicha parte se veía un precioso grupo de ombúes, “árbol que por lo haragán e inútil nos representa…, fanfarrón y plebeyo”, según dicho de Sarmiento, resto tal vez de los que dieron nombre a la chacra originaria del capitán Valdez e Inclán y de doña Gregoria de Herrera.
Por allí cruzó más tarde el Ferrocarril del Norte y quedó instalada la estación Recoleta, que rodeó de jardines. En su proximidad hubo una “montaña rusa” que alcanzó gran éxito entre la gente menuda y algunos que ya no pertenecían a ella.
En los terrenos inmediatos, hacia Palermo, se formó la quinta del canónigo doctor Santiago Figueredo, rector de la Universidad, y después, en el mismo sitio, hacia 1861, se inauguró el Buenos Aires Cricket Club, cuyos socios, casi todos ingleses, para facilitar el acceso al mismo, arreglaban personalmente los pantanos próximos, suscitando con esto comentarios y bromas, hasta en los periódicos.
Más tarde, en el mismo lugar, se construyó la primera casa para la máquina del servicio de aguas corrientes, obra ampliada con las bombas y filtros que proveyeron de agua potable al vecindario de la Capital, en reemplazo de los antiguos pozos y aljibes caseros. También terminaron ellos con los carritos aguateros, tan típicos de las calles porteñas, que distribuían a domicilio el agua del río, vendiéndola por canecas.
A propósito de aguateros, parece haber sido este gremio un buen aliado de Eros, pues se citan casos de enamorados a quienes sus futuros suegros no miraban con simpatía, que se valieron del traje y la tarea de los aguateros para comunicarse con la interesada sin despertar sospechas.
Se cuenta que, en su origen, se anunciaban a los clientes con un estridente pregón, prohibido luego por la autoridad, la que ordenó su substitución por una campanita de bronce, para que lo hicieran en forma menos ruidosa. No obstante lo conveniente de la medida, se le opuso resistencia, y sólo pudo imponerse después de disputas y grescas.
Debíase esto, en parte, a que los muchachos, siempre prontos para cuanto importe bromas, y encontrar el lado humorístico de las cosas, perseguían a los aguateros, preguntándoles: ¿quién está en capilla?, aludiendo con esto a la costumbre de pedir limosna callejera para el sufragio del alma de los condenados a muerte, pues en esa circunstancia, los peticionantes recorrían las calles haciendo sonar la campanilla. Los aguateros, fastidiados con la burla, provocaban incidentes. Pero como todo tiene fin, el público se acostumbró y dejó tranquilo al gremio.  
El Bajo terminaba en la playa, amplia en épocas de sequía, donde durante las bajantes  quedaban numerosos peces muertos, atrayendo bandadas de gaviotas que los devoraban, después de aproximarse describiendo rápidas curvas y certeras picadas para apoderarse de ellos.
También servía en esa época como teatro para animadas guerrillas de pilletes o rabonas de muchachos, prácticos en tirar con la honda o en arrojar piedras, de donde no faltaba alguno que se retirara con un chichón, lastimadura o, por lo menos, con la ropa desgarrada.
Las crecientes, por su parte, deparaban otras sorpresas, pues traían camalotes arrastrados por las aguas del Paraná, y sobre ellos, viajeros involuntarios, animales de toda especie, que luego eran motivo de sustos y cacerías, como sucedió con un tigre, que llegó hasta la plazuela de la Recoleta, donde le dieron muerte.
El suceso hizo vivir las impresiones de una cacería en la “jungle”, desarrollada en un arrabal de Buenos Aires, con el pintoresco final de un pleito respecto a la propiedad de la piel del tigre, sostenido por quienes se atribuían el mérito de su muerte y no pudieron establecer sus derechos de común acuerdo ni mediante una memorable gresca que no hizo sino enredar más el asunto entre los protagonistas de la jornada cinegética, cuyos incidentes recuerdan numerosos cronistas narrándolos según su fantasía.

Fuente: "El barrio de la Recoleta", libro de Ricardo de Lafuente Machain