CLAES OLDENBURG EN EL GUGGENHEIM BILBAO


El Museo Guggenheim Bilbao con el patrocinio de la Fundación BBVA acoge la exposición Claes Oldenburg: los años sesenta, la muestra más amplia hasta la fecha dedicada a la obra temprana, innovadora y emblemática realizada en los años sesenta por Claes Oldenburg (Estocolmo, Suecia, 1929), uno de los artistas más influyentes en el desarrollo del arte desde la década de los cincuenta.Con sus irónicas y agudas representaciones de objetos cotidianos de los años sesenta, Oldenburg contribuyó enormemente a la renovación de la escena artística norteamericana siendo clasificado como un artista fundamental de la performance, el arte de la instalación y el Arte Pop. Sin embargo, su obra polifacética y heterogénea va mucho más allá. Un ejemplo de ello son sus proyectos de gran escala, realizados junto a Coosje van Bruggen. Estos gigantescos monumentos de objetos consumo, ubicados en importantes ciudades de todo el mundo, han ejercido una gran influencia en el arte para espacios públicos.Una magnífica selección de cerca 300 obras, que comienza por la instalación La calle (The Street ) y sus representaciones de la vida moderna en la gran ciudad inspiradas en los grafitis; y continúa con los famosos artículos de consumo de La tienda (The Store) y con los espectaculares objetos de uso cotidiano del "hogar moderno".

Claes Oldenburg


LO QUE ÉL PREFIERE:
QUEDARSE EN CASA TRABAJANDO CON ORO

El artista Daniel Brush fundió sus primeros trabajos y empezó de nuevo.


SECRETOS DE LA ÓPERA:
REMATAN LA COLECCIÓN DE ARTURO TOSCANINI



Son manuscritos, cartas y otros objetos del legendario director de orquesta italiano.
La casa de subastas Sotheby’s sacará a remate una colección de manuscritos, cartas y otros objetos del legendario director de orquesta italiano Arturo Toscanini (1867-1957), cuya venta se estima en más de un millón y medio de dólares .
Se trata de un total de 88 lotes, que incluyen un manuscrito firmado por Giuseppe Verdi (1813-1901), que saldrá a la venta el próximo 28 de noviembre en la sede de la tienda en Londres. El material que ahora será vendido al mejor postor está en poder de los herederos de Toscanini, uno de los directores de orquesta más destacados del siglo XX. Es el legado del artista que heredó primero su hijo, Walter, y finalmente su nieto, Walfredo.
El manuscrito de Verdi contiene tres borradores de la ópera “Falstaff”, cuyo precio de salida está fijado en entre 80 mil y 100 mil libras –equivalente a 128 mil y 160 mil dólares– , mientras que también se venderá un manuscrito del “Ave María” para coro, con un precio similar de puja. El borrador de “Falstaff” muestra las primeras composiciones de la ópera, con tres oberturas, material que fue entregado a Toscanini por la sobrina de Verdi, informó la casa de remates.
En otro de los lotes hay un telegrama enviado por Verdi a Toscanini después de la primera actuación de “Falstaff” en La Scala de Milán en 1899, que puede alcanzar un precio de 1.500 libras. Otro de los objetos que se destacan es un valioso manuscrito de Mendelssohn, correspondiente a la obertura “Die Schone Melusine”, que fue entregada al director de orquesta por el pianista Rudolf Serkin y cuyo precio puede llegar a las 600 mil libras, equivalente unos 962 mil dólares.
El director del Departamento de Libros y Manuscritos de Sotheby’s, Stephen Roe, dijo ayer que esta venta es de “suma importancia” puesto que mucho de los artículos fueron adquiridos por Toscanini directamente a los compositores, a sus familias o amigos. El director nacido en Parma era particularmente famoso por sus interpretaciones de Beethoven y Verdi, y en los Estados Unidos fundó la Orquesta Sinfónica de la NBC, con la que actuó con regularidad hasta mediados de los años 50.

Fuente: clarin.com

EL BAJO DE LA RECOLETA


Esquina de Vicente López y José Evaristo Uriburu, Recoleta, donde hoy está el Village Recoleta. Foto de Adolfo Bioy Casares, tomada circa 1960.

Por Ricardo de Lafuente Machain
   
Entre el camino del  Bajo y el río se extendían zonas más o menos vastas, según la fuerza de las crecientes, tan variables como frecuentes y rápidas.
Allí señoreaban las lavanderas mientras realizaban su tarea en los pozos de la playa, que les servían de  bateas.
Su trabajo era animado por cantos, bromas, gritos y peleas, sin contar las corridas e insultos cuando, por cualquier circunstancia, un chiquillo, una persona distraída o mal intencionada o algún perro, llegaba a pisar la ropa que se asoleaba sobre las toscas, obligándolas a rehacer, por lo menos, una parte del trabajo.
Según fama que nadie discutía, allí se comentaban todos los secretos de las familias porteñas, y a esto se refieren los conocidos versos: “Quien quiera saber de vidas ajenas,/ que vaya a las toscas con las lavanderas/ que allí se murmura de la enamorada,/ de la que es soltera, de la que es casada,/ que si tiene mantas y tiene colchón/ o cuja labrada con su pabellón”.
Pasando el Pobre Diablo, hacia la derecha, comenzaba la arboleda “del Bajo” propiamente dicho, donde se escondían algunos ranchos. Por ahí, a fines del siglo XVIII, se estableció un puesto de parada para las carretas que venían de los pagos de la Costa, con grandes protestas por parte de los vecinos que tenían quintas en la Recoleta.
Recurrieron éstos al Cabildo, quien trató el asunto y no hizo lugar al pedido de remoción, considerando que era un mal necesario, y sería peor llevarlo a otro sitio, por lo cual no había más remedio que tolerarlo.
Esos terrenos, sin destino fijo, se utilizaban para los más variados destinos. Así, en 1842, el gobernador Rosas ordenó se enterrara en ese lugar a tres indios chilenos que fueron fusilados en el cuartel de Cuitiño.
Cuando aumentó la población de la parte alta, mucha gente, más o menos vagabunda, buscó refugio en los terrenos del Bajo, cuya zona recibió el nombre popular de “Tierra del Fuego”. Después, el ferrocarril y la urbanización volvieron a desalojarlos, desplazándolos hacia el bosque de Palermo, de donde el progreso también los sacó.
Entre los ocupantes de los ranchos primitivos, era muy conocido un inglés que se decía soldado de Beresford durante la invasión de 1806, el cual atraía visitantes con relatos de ese acontecimiento militar, y lo refería con prodigalidad de anécdotas y detalles.
En dicha parte se veía un precioso grupo de ombúes, “árbol que por lo haragán e inútil nos representa…, fanfarrón y plebeyo”, según dicho de Sarmiento, resto tal vez de los que dieron nombre a la chacra originaria del capitán Valdez e Inclán y de doña Gregoria de Herrera.
Por allí cruzó más tarde el Ferrocarril del Norte y quedó instalada la estación Recoleta, que rodeó de jardines. En su proximidad hubo una “montaña rusa” que alcanzó gran éxito entre la gente menuda y algunos que ya no pertenecían a ella.
En los terrenos inmediatos, hacia Palermo, se formó la quinta del canónigo doctor Santiago Figueredo, rector de la Universidad, y después, en el mismo sitio, hacia 1861, se inauguró el Buenos Aires Cricket Club, cuyos socios, casi todos ingleses, para facilitar el acceso al mismo, arreglaban personalmente los pantanos próximos, suscitando con esto comentarios y bromas, hasta en los periódicos.
Más tarde, en el mismo lugar, se construyó la primera casa para la máquina del servicio de aguas corrientes, obra ampliada con las bombas y filtros que proveyeron de agua potable al vecindario de la Capital, en reemplazo de los antiguos pozos y aljibes caseros. También terminaron ellos con los carritos aguateros, tan típicos de las calles porteñas, que distribuían a domicilio el agua del río, vendiéndola por canecas.
A propósito de aguateros, parece haber sido este gremio un buen aliado de Eros, pues se citan casos de enamorados a quienes sus futuros suegros no miraban con simpatía, que se valieron del traje y la tarea de los aguateros para comunicarse con la interesada sin despertar sospechas.
Se cuenta que, en su origen, se anunciaban a los clientes con un estridente pregón, prohibido luego por la autoridad, la que ordenó su substitución por una campanita de bronce, para que lo hicieran en forma menos ruidosa. No obstante lo conveniente de la medida, se le opuso resistencia, y sólo pudo imponerse después de disputas y grescas.
Debíase esto, en parte, a que los muchachos, siempre prontos para cuanto importe bromas, y encontrar el lado humorístico de las cosas, perseguían a los aguateros, preguntándoles: ¿quién está en capilla?, aludiendo con esto a la costumbre de pedir limosna callejera para el sufragio del alma de los condenados a muerte, pues en esa circunstancia, los peticionantes recorrían las calles haciendo sonar la campanilla. Los aguateros, fastidiados con la burla, provocaban incidentes. Pero como todo tiene fin, el público se acostumbró y dejó tranquilo al gremio.  
El Bajo terminaba en la playa, amplia en épocas de sequía, donde durante las bajantes  quedaban numerosos peces muertos, atrayendo bandadas de gaviotas que los devoraban, después de aproximarse describiendo rápidas curvas y certeras picadas para apoderarse de ellos.
También servía en esa época como teatro para animadas guerrillas de pilletes o rabonas de muchachos, prácticos en tirar con la honda o en arrojar piedras, de donde no faltaba alguno que se retirara con un chichón, lastimadura o, por lo menos, con la ropa desgarrada.
Las crecientes, por su parte, deparaban otras sorpresas, pues traían camalotes arrastrados por las aguas del Paraná, y sobre ellos, viajeros involuntarios, animales de toda especie, que luego eran motivo de sustos y cacerías, como sucedió con un tigre, que llegó hasta la plazuela de la Recoleta, donde le dieron muerte.
El suceso hizo vivir las impresiones de una cacería en la “jungle”, desarrollada en un arrabal de Buenos Aires, con el pintoresco final de un pleito respecto a la propiedad de la piel del tigre, sostenido por quienes se atribuían el mérito de su muerte y no pudieron establecer sus derechos de común acuerdo ni mediante una memorable gresca que no hizo sino enredar más el asunto entre los protagonistas de la jornada cinegética, cuyos incidentes recuerdan numerosos cronistas narrándolos según su fantasía.

Fuente: "El barrio de la Recoleta", libro de Ricardo de Lafuente Machain


LA BASÍLICA COMO LIBRO DE HISTORIA

Es Nuestra Señora de la Merced. De las Invasiones Inglesas a la Batalla de Tucumán.

Figuras. En la fachada, la imagen de Belgrano le ofrenda a la virgen el bastón de mando del Ejército del Norte. La obra es de Buschiazzo. / EMILIANA MIGUELEZ

Por Eduardo Parise



Su ubicación es casi contradictoria. Se trata de una de las iglesias católicas más antiguas de Buenos Aires. Es decir: un lugar donde prima la fe y la mística por encima de lo material. Y sin embargo está en el corazón de la city, donde bancos y entidades financieras reinan con sus números y sus valiosas monedas. Claro que en 1580, cuando don Juan de Garay le asignó esos terrenos a la orden de los dominicos, allí no había tesoros sino mucho horizonte. Nueve años después, con la llegada de los mercedarios, el lugar cambió de manos y empezó otro rumbo histórico que hoy, 422 años después de ese desembarco, sigue como referencia religiosa de la Ciudad.
La Basílica de Nuestra Señora de la Merced está en Reconquista 207. El proyecto se realizó en 1721, una parte se habilitó en 1733 y se inauguró en 1779. Aquella obra fue pensada y dirigida por los arquitectos italianos Andrea Bianchi (o Blanqui, como se lo conoció aquí) y Giovanni Battista Primoli, dos jesuitas que diseñaron muchos de los templos porteños. Pero su gran remodelación, incluyendo su monumental fachada, tiene como año clave a 1894. La tarea estuvo a cargo de Juan Antonio Buschiazzo, un arquitecto nacido en 1846 en Italia, pero que llegó a la Argentina cuando tenía 4 años. Era hijo de un maestro mayor albañil. Y en 1878 fue la segunda persona en recibir el título de arquitecto en estas tierras. El primero fue Ernesto Bunge. El trabajo de remodelación de la Basílica de la Merced llevó seis años y se inauguró en abril de 1900, cuando empezaba a rodar el siglo XX.
Más allá de los valiosos elementos interiores, la Basílica tiene un referente curioso incluido en la remodelación propuesta por Buschiazzo: un frontis con un grupo escultórico que alude a un hecho histórico y clave en la lucha por la liberación del imperio español. En ese trabajo se ve a Manuel Belgrano ofrendando a la Virgen de la Merced el bastón de mando del ejército del Norte (que él comandaba) y dos banderas capturadas a los realistas.
Eso tiene una explicación. El 24 de septiembre de 1812 (acaban de cumplirse 200 años) las fuerzas patriotas derrotaron a los españoles que los superaban ampliamente en número y armamentos. Fue en la Batalla de Tucumán y allí se decidió la suerte de las Provincias Unidas del Río de la Plata que pugnaban por afianzar su revolución. Esa mañana, antes del combate, Belgrano había estado rezando en aquella provincia ante el altar de la virgen. Era el día de su veneración. Y puso a su ejército bajo aquella protección. El resultado del combate convirtió el triunfo en milagro y desde entonces Nuestra Señora de la Merced es patrona y generala de nuestro ejército.
Hoy la Basílica que está en Buenos Aires es Monumento Histórico Nacional. Y entre 2001 y 2007 se hizo una última restauración para conservarla como corresponde. Es que el lugar es una referencia para muchos hechos importantes de la Ciudad. Por ejemplo, durante las invasiones inglesas, fue el lugar desde donde Santiago de Liniers dirigió el asalto a la Plaza Mayor para reconquistar Buenos Aires. En ese atrio, dicen, pronunció una emotiva arenga a sus tropas, atrincheradas allí. También los estudiosos recuerdan que en ese templo, el 12 de septiembre de 1812 (ya también se cumplió el bicentenario) el sacerdote y educador Luis José de Chorroarín bendijo el matrimonio de un joven teniente coronel de Caballería (tenía 34 años) y una adolescente de 15 años. Eran José de San Martín y María de los Remedios Escalada. Los testigos fueron Carlos de Alvear y su esposa María del Carmen Quintanilla. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

MONEO DICE QUE SU PREMIO ES UN MENSAJE
DE ESPERANZA PARA MUCHOS ARQUITECTOS


El arquitecto Rafael Moneo, que el viernes recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, a su llegada a Oviedo. EFE

Oviedo - El arquitecto Rafael Moneo, Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012, considera que este reconocimiento puede servir como un mensaje de esperanza para muchos colegas que en esta época de crisis están pasando por malos momentos.
"Los arquitectos españoles están pasando por una época y periodo tan malo que puede que al distinguirme con este premio hayan querido abrir una puerta de esperanza", ha señalado Moneo nada más llegar a la capital asturiana, donde el viernes recogió su galardón de manos de don Felipe.
A las puertas del Hotel de la Reconquista, que hospeda y concentra buena parte de la actividad de los premios Príncipe de Asturias, Moneo se ha referido así al mensaje que el jurado quizá quiso dar al concederle este galardón la pasada primavera.
El jueves y el viernes, Moneo compartió protagonismo con el resto de los galardonados con los Premios Príncipe 2012, unos galardones y actividades de los que siempre le han dicho que "son hermosos y tratan bien a los premiados".
"Considero que es una fortuna este premio", ha afirmado Moneo, que dictó una conferencia en Gijón, donde inauguró también una exposición sobre su obra.
Una de sus primeras actividades fue la visita a Santa María del Naranco, uno de los monumentos prerrománicos asturianos que en opinión del galardonado es una "pieza única de la arquitectura española y europea", y donde impartió una lección magistral.
De hecho, este arquitecto navarro que ha firmado la ampliación del Museo del Prado o la catedral de Los Ángeles, ha reconocido que Santa María del Naranco fue siempre, desde el inicio de su carrera, una de las obras que más le han "atraído e intrigado".

Fuente: EFE

NUEVA YORK EXPONE LA VERSIÓN DE 'EL GRITO' DE MUNCH QUE BATIÓ EL RÉCORD MUNDIAL.


La versión de 'El grito', cuadro del pintor noruego Edvard Munch, que se encuentra fuera de Noruega, durante la subasta del 2 de mayo pasado en la galería Sotheby's de Nueva York, donde se vendió por la cifra récord de 119,9 millones de dólares.

Por Mario Tama

La única versión de 'El grito', cuadro del pintor noruego Edvard Munch, que se encuentra fuera de Noruega y fue subastada en mayo pasado por la cifra récord de 119,9 millones de dólares comenzó a ser exhibida el miércoles en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
Esta versión de 'El grito', realizada en 1895 y que representa a un hombre vestido de azul agarrándose la cabeza sobre un trasfondo de cielo rojizo, será expuesta en el quinto piso del gran museo neoyorquino hasta el 29 de abril de 2013.
La obra está acompañada de otras dos pinturas de Munch, así como de litografías. La obra fue prestada al MoMA por el comprador, cuya identidad no fue revelada, en la subasta de mayo pasado en Nueva York. Según varias fuentes, se trata del multimillonario empresario y financiero estadounidense Leon Black.
Este es el único de los cuatro ejemplares de la obra aún en manos de un particular y asimismo la única que se encuentra actualmente afuera de Noruega, ya que de las versiones restantes una pertenece a la galería nacional de Oslo y dos al Museo Munch en Oslo.
Entre 1893 y 1910, el pintor expresionista Edvard Munch (1863-1944) realizó cuatro versiones de 'El grito', que se convirtió, con el paso del tiempo, en símbolo de la angustia universal. La seguridad del MoMA fue reforzada, aunque no de manera exagerada durante la muestra, a pesar de los antecedentes de dos espectaculares robos de versiones de la pintura en los últimos quince años en museos de Noruega.
"La instalación está situada en las galerías de la colección de pintura y escultura del quinto piso, que ya cuenta con considerable tecnología" de seguridad, dijo el miércoles a la AFP Margaret Doyle, responsable de prensa del MoMA. "El único elemento adicional para 'El grito' es el agregado de una cobertura de plexiglás", señaló.

Fuente: AFP