PRUEBAN QUE HAY UN VÍNCULO ENTRE LA CREATIVIDAD Y LAS ENFERMEDADES MENTALES

Según un estudio realizado durante 40 años, la gente que trabaja en profesiones creativas padece enfermedades mentales con más frecuencia que la población en general.




Una pluma genial. Al borde de la locura. Esa parece ser la regla. Al menos, es lo que se desprende de un estudio realizado por investigadores del Instituto Karolinska y publicado por el Journal of Psychiatric Research y que sostiene que las personas que tienen profesiones creativas son más propensas a padecer enfermedades mentales.
El año pasado, el equipo de científicos suecos había demostrado que entre las familias donde había casos de trastorno bipolar y esquizofrenia también había un mayor número de artistas y científicos, en comparación con la población en general.
Ahora, los investigadores ampliaron sus estudios e incluyeron más diagnósticos psiquiátricos como el trastorno esquizo-afectivo, la depresión, el síndrome de ansiedad, el abuso de alcohol, la adicción a las drogas, el autismo, el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), la anorexia nerviosa y hasta el suicidio. Y confirmaron lo que habían prbado antes.
El estudio, realizado durante 40 años, siguió a casi 1,2 millones de pacientes y sus familiares, identificados hasta el grado de primos segundos, y es el más extenso puesto en marcha hasta el momento.
Los resultados confirman las conclusiones del estudio anterior: el trastorno bipolar es más frecuente entre personas con profesiones artísticas o científicas como bailarines, investigadores, fotógrafos y autores.
Por otra parte, según informó el instituto sueco, determinaron que los escritores padecen con más frecuencia otras enfermedades psiquiátricas (incluida la esquizofrenia, la depresión, el síndrome de ansiedad y el abuso de sustancias) y son casi un 50 por ciento más propensos a cometer suicidio que la población general.
La lista de casos de escritores y artistas que sufrieron trastornos mentales es amplia. La novelista Virginia Woolf, por poner un ejemplo, sufría una depresión crónica y acabó suicidándose lanzándose al río. Hans Christian Andersen, autor de El patito feo y La sirenita, también padecía depresión, o Ernest Hemingway, que decidió acabar con su vida de un tiro con una escopeta.
Los investigadores también observaron que las profesiones creativas fueron más frecuentes entre los familiares de pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar, anorexia nerviosa y, en cierta medida, el autismo. Según Simon Kyaga, consultor en psiquiatría y estudiante de doctorado en el Departamento de Servicios Médicos de Epidemiología y Bioestadística, los resultados dan pie a reconsiderar los enfoques sobre las enfermedades mentales.
"Si se tiene en cuenta que ciertos fenómenos asociados con la enfermedad son beneficiosos, se abre el camino para darle un nuevo enfoque al tratamiento", aseguró el científico, investigador principal del trabajo. "En ese caso, el médico y el paciente deben llegar a un acuerdo sobre lo que se va a tratar, y a qué costo. En psiquiatría y en medicina en general, tradicionalmente se veía a la enfermedad (mental) en términos de blanco y negro y se esforzaban en tratar al paciente eliminando todo lo negativo". Ahora, con estas nuevas conclusiones, el futuro de los pacientes podría llegar a nuevos horizontes.
Po otra parte, el especialista Beth Murphy dijo que es importante no idealizar a las personas con problemas de salud mental, que con demasiada frecuencia son presentados como "genios creativos".
El estudio fue financiado por diferentes entidades como el Consejo de Investigación sueco, la Fundación de Psiquiatría Sueca, la Fundación Bror Gadelius, el Centro de Estocolmo para Investigación Psiquiátrica y el Consejo Sueco para la Vida Laboral e Investigación Social.

Fuente: Karolinska Institutet y La Vanguardia

Fuente texto: clarin.com
Imágenes: Exhibición El Greco,
Los Apóstoles. Santos y "locos de Dios"


PARÍS SE CONVIERTE EN EL CORAZÓN DEL ARTE MUNDIAL
CON SU 39 FIAC


Vista general de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC) en el Grand Palais en París, Francia, hoy, miércoles 17 de octobre de 2012. La FIAC se celebra del 8 al 21 de octubre. EFE

París, 17- La inauguración de la 39 Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC), que mañana y hasta el próximo 21 de octubre mostrará al público las propuestas de 182 galerías de 25 países, comenzó hoy a convertir París en el centro del arte más actual.
Francia con 66 galerías, Estados Unidos con 34, Alemania con 29 y Bélgica con 19 son los países mejor representados en este salón, seguidos de Reino Unido (15), Italia (14) y Suiza (10).
España concurre con tres galeristas: las madrileñas Elvira González y Guillermo de Osma y la barcelonesa Projecte SD; al igual que México, con Gaga Contemporary, Kurimanzutto y Jan Mot, mientras que Brasil cuenta con dos: Raquel Arnaud y Luciana Brito Galeria, de Sao Paulo.
En declaraciones a Efe, el marchante de arte latinoamericano residente en Nueva York Charles Conkright, dijo tener la sensación de que este año el arte moderno, en el que está especializado, era más abundante en la FIAC que en ediciones anteriores y consideró que el arte iberoamericano, con obras, entre otros, de Millares, Tapies, Chillida y Dalí, estaba muy bien representado.
La efervescencia artística de la FIAC no sólo ocupa el monumental Grand Palais, su cuartel general, sino que consolidó este año sus espacios oficiales en las Tullerías, el Jardin des Plantes, los Inválidos y, por primera vez, la Plaza Vendôme.
En ella, el escultor catalán Jaume Plensa reina en solitario con tres obras monumentales, mientras que en la Explanada de los Inválidos el británico Jeremy Deller presenta su particular recreación del templo megalítico de Stonehenge, en versión hinchable y apta para todos los públicos, titulada "Sacrilège".
Al mismo tiempo, en los jardines de las Tullerías, se exponen una veintena de obras monumentales y, por segundo año consecutivo, el Jardín de Plantes y el vecino Museo de Historia Natural se apuntaron a la experiencia con obras de diferentes autores.
Además, el arte palpita en espacios adyacentes como la sede de Christie's, que hoy presentó una veintena de obras maestras de arte contemporáneo de la posguerra, de Warhol, Basquiat, Hopper, Currin, Calder, Klein o Lichtenstein, valoradas en cerca de 130 millones de dólares (99 millones de euros). nstalación óptica y mecánica titulada "Réplica" del francés Bertrand Lamarche en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo el 12 de octubre de 2012 en París

Instalación óptica y mecánica titulada "Réplica" del francés Bertrand Lamarche en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo el 12 de octubre de 2012 en París. AFP

Procedentes de Londres, donde se expusieron durante la feria de arte Frieze, podrán verse juntas por última vez en Nueva York, antes de ser subastadas el 14 de noviembre, por lo que es un "verdadero acontecimiento" para la casa tenerlas en París, dijo a Efe Edmond Francey, especialista de su departamento de arte contemporáneo.
Dos grandes galeristas internacionales aprovecharon igualmente el 'momento' FIAC para lanzar sus nuevos espacios de exposición.
El marchante estadounidense Larry Gagosian, que a pocos metros del Grand Palais acaba de inaugurar una monográfica del italiano Rudolf Stingel (1956) eligió Le Bourget, al norte de la capital, para estrenar mañana un nuevo y monumental espacio, a dos pasos del aeropuerto del mismo nombre, creado en un antiguo hangar por el arquitecto Jean Nouvel.
El artista inaugural es el alemán Anselm Kiefer (1945), quien con el título "Morgenthau plan" resucita el plan no realizado de convertir a Alemania en un Estado agrícola y preindustrial tras la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, propuesto en 1944 en EEUU.
El austríaco Thaddaeus Ropac eligió a Anselm Kiefer y Pantin, también al norte de París, para inaugurar el pasado domingo una nueva sede, con las exposiciones "Die Ungeborenen" (Los no-nacidos), del artista alemán, e "Iphigénie", de Joseph Beuys (1921-1986).
Ambas muestras podrán verse hasta el próximo 27 de enero en una antigua fábrica de 4.700 metros cuadrados, de ellos 2.000 de superficie de exposición.

Fuente: EFE

ERNESTO MALLO Y ALBERTO BALI,
UN ENCUENTRO LUMINOSO EN PARÍS

De paso por la ciudad, el escritor Ernesto Mallo visitó el taller parisino del artista rosarino Alberto Bali. Una cámara los acompañó y registró un diálogo cómplice entre amigos, plagado de referencias: del Martín Fierro a Courbet.

Por ALEJANDRO DE NUÑEZ

En una tarde lluviosa no muy lejos del Canal Saint-Martin, en el barrio once de París, se encuentra el taller de Alberto Bali. Radicado en Francia en 1976, hijo de padre indi y de madre italiana, Bali trabaja tanto la pintura, la escultura como el diseño gráfico y ha forjado a través de los años una amistad con Ernesto Mallo, escritor. El autor de Los hombres te han hecho mal, además del director del Ban! Buenos Aires negra, el festival de novela policial que en junio pasado tuvo su exitoso debut, con auspicio de la Revista Ñ, también ha escrito catálogos para muestras del rosarino, revela durante el encuentro.
En la amplitud de la sala iluminada, el artista espera la visita con su último cuadro, ya vendido: “Me va costar separarme de él”, dice rápidamente. Mallo comenta que “se puede percibir una singular combinación de todos esos orígenes y pertenencias” de su amigo. “Bali parece expresar diversas nostalgias con inquietante objetividad, como si hubiera un intento no deliberado de vencer el olvido”.
Pero antes de llegar a la tela Sala de espera, un curioso ballet toma forma frente a la mirada indagadora de Ernesto Mallo: “Ser escritor es más práctico, mover un texto no lleva tanto esfuerzo”, reflexiona frente a las pinturas que entran en movimiento de la mano del artista.
“Estas son mis mitologías”, explica Bali refiriéndose a una serie de cuadros a la vista. “Por supuesto, están Adán y Eva, Abel y Caín y otro por ahí que es Escila y Caribdis, cosas que saqué de la cabeza”, enumera, hasta que aparece Martín Fierro desnudo. “También tengo una pequeña sorpresa, un homenaje a Courbet: El origen del mundo...”, explica evocando las aventuras de la obra y a su último dueño, nada menos que Jacques Lacan, quien lo mantuvo siempre escondido detrás de una cortina. Desde 1995 el público puede admirar el famoso cuadro en el Museo d’Orsay que aloja la colección más grande de obras impresionistas del mundo.

Fuente: Revista Ñ Clarín

UN PUENTE ENTRE LA ESTEPA Y LA PAMPA

Juan Doffo dialoga desde la pintura y la fotografía con el universo poético del cineasta ruso Andrei Tarkovski. La naturaleza da sustancia a la conexión espiritual y estética entre los dos creadores.

Por Marina Oybin

Cómo condensar ejes temáticos, estructuras narrativas, climas y ritmos cinematográficos en una imagen fija? ¿Cómo lograr que esas fotos o pinturas no obturen la potencia original de las películas que les dieron impulso? Eso es lo que uno se cuestiona en Cuando Tarkovski plantó un árbol en mi casa, la deslumbrante muestra de Juan Doffo en la galería Rubbers, que reúne pinturas de gran formato y fotografías que van desde 1989 hasta hoy, todas inspiradas en filmes de Andrei Tarkovski. 
En sala, una proyección nos sumerge en fragmentos de películas de Tarkovski: al recorrer la muestra es posible viajar de la gélida Infancia de Iván (1962) a la Mechita desértica. O del fuego y el agua de cristal de las performances de Doffo hasta las llamas que queman cuerpos y casas en El espejo (1975) y en la belleza trágica, conmovedora, de Nostalgia (1983) y El sacrificio (1986).
¿Quién se anima a ir más allá de ese espacio que es puro enigma y acaso belleza? Quién se atreve a quebrar esa confortable quietud, nos preguntamos en esa bacanal visual hecha a golpe de detalles que es Stalker (1979). Un submundo con poco artificio donde sólo un chico conserva la huella de su paso por ese espacio enigmático que es “La Zona”. “En el amor y en el arte –dice el artista– siempre jugás con fuego: terminás en la locura o en la maravilla”. “La Zona” de Doffo nos lleva a un cruce infinito de vías del ferrocarril en Mechita, su pueblo natal que creció a la par del tren y con el menemismo quedó detenido en el tiempo.
Avanza en pantalla el globo aerostático de cuero y trapos, casi una mortaja, de Andrei Rublev (1966), filme épico amputado y censurado por las autoridades soviéticas, basado en el mítico pintor ruso de íconos de principios del siglo XV. Aquí Tarkovski indaga en la posibilidad de relaciones armónicas entre hombres, entre arte y vida, tiempo e historia. Consumido por la tristeza, el monje duda: cómo pintar una iglesia entre tanto dolor.
¿Cómo plantar un ícono entre masacre, violaciones y humillación? No importa: el maestro finalmente va a pintar: el pueblo quiere su ícono. Y ahí nomás, como conjura a la barbarie, estampa su tacho de pintura Jackson Pollock en las impecables paredes. Desconfía del sentido del arte en esa sociedad: se sumerge en el mutismo y no vuelve a pintar. Deambula. Descubre el deseo, la sexualidad y la bajeza del hombre hasta el punto de asesinar. Descubre también la belleza del agua que inunda y estalla, conoce al hijo del que fue el gran constructor de campanas, y a los adoradores del fuego.

EL SENTIDO DEL ARTE, 2012. Acrílico sobre tela, 150 x 250 cm.
EL SENTIDO DEL ARTE, 2012. Acrílico sobre tela, 150 x 250 cm

A unos pasos las imponentes, fabulosas, pinturas de Doffo “El sentido del arte” y “Forjando en el tiempo” nos trasladan al mundo de Mechita en mix con el de Andrei Rublev. “Me pregunté muchas veces por qué me conmovían tanto las ideas de Tarkovski, sus imágenes y el clima poético resultante. Tal vez lo asocié con la condición rusa de habitar esos enormes espacios, semejantes a las grandes extensiones silenciosas de mi llanura pampeana, o a lo mejor, por esa sensación metafísica que me despertaron sus paisajes y sus personajes que intentan ir más allá de los límites humanos. Personajes muchas veces de espaldas al espectador interrogando el universo, semejante a la pintura del romántico alemán Friedrich. Todo ello se asemeja a mi percepción del vivir. Del micro y macrocosmos que nos atraviesa”, escribe Doffo en el catálogo de la muestra.
Hay contrapuntos elocuentes: al blanco y negro y al color imperceptible y esporádico de los filmes de Tarkovski, Doffo contrapone los tonos más fascinantes y sutiles que las pupilas puedan captar. Es que Doffo no se mete con la forma, sino que captura la potencia conceptual del director de cine ruso. Y llega a esos caminos laterales que en Tarkovski devienen fundamentales. A veces el director de cine pone el foco en un perro tomando leche densa y luminosa o en un caballo recostado que rueda una y otra vez sobre sí mismo en cámara lenta: extasiado de placer, se acaricia el lomo contra la tierra seca.
Acorralado por los lineamientos del Partido Comunista de la Unión Soviética, Tarkovski tuvo que seguir filmando fuera de su país. Y vino Nostalgia (rodada en Italia) donde la belleza de Florencia deviene angustia, bruma. Y el espanto se hace carne en ese hombre que interpreta Erland Josephson, el gran actor fetiche de Ingmar Bergman, ahora redentor suicida que se prende fuego ante la mirada pasiva de todos. Otro hombre, en ritual, tratará de que su pequeña vela no se apague. Es una escena que modela el tiempo hasta petrificarlo en la retina como si fuera una pintura y que evidencia el deseo de Tarkovski: para él, el oficio de hacer cine era esculpir en el tiempo. A unos pasos, conmueve “El intento”, una serie de fotografías potentes, bellas y despojadas. En “Nada es simétrico” el fuego de una impresionante performance en Mechita invade la escena para pasar a otra fotografía, casi una miniatura, en la que la mano de Doffo protege la llama de una vela. “Este es el fuego que logramos frágilmente preservar: nada es simétrico a nuestros sueños”, dice el artista.

ESCULPIR EN EL TIEMPO, 2012. Acrílico sobre tela, 150 x 250 cm.
ESCULPIR EN EL TIEMPO, 2012. Acrílico sobre tela, 150 x 250 cm.

Y están esos paisajes imposibles que Tarkovski plantó dentro de catedrales, resignificados ahora en las bellísimas pinturas “Nostalgia”, “Catedral”, “Suspensa eternidad que cae”, con luz barroca, teatral, y “Dualidad”, con maravillosas catedrales donde habitan pampas desoladas con el sello Doffo de espirales de fuego. Esas espirales ardientes de inolvidables performances en las que el artista se metió mientras los vecinos controlaban contrarreloj las llamaradas que se desbocaban. Hubo riesgo y miedo.
El entrañable Iván irrumpe en la galería. Se lee en pantalla uno de los pocos textos que Doffo dejó en los fragmentos de películas seleccionadas: “Se puede ver una estrella en el día menos soleado”, dice la madre de Iván. El ríe, y hasta puede rozar las estrellas en el fondo del pozo de agua. Acto seguido, los nazis asesinan a su madre. Los abedules de ese bosque de La infancia de Iván que la cámara recorre zigzagueante se meten en “Lo espiritual vive en lo material” en Mechita: el humo negro, como salido de árboles quemados, invade ahora el parque de nísperos y cerezos de la casa de Juan con el mismo movimiento vertiginoso de la cámara.
Sin respiro, nos topamos con el abrazo intenso entre padre e hijo que es al tiempo casi una imploración en Solaris (1972), respuesta soviética a la emblemática 2001: Odisea del espacio, de Kubrick. La cámara se aleja hasta hacer foco en el hogar devenido una especie de átomo. “La memoria” de Doffo nos lleva a otro hogar, acaso el suyo, envuelto en magma: afuera, todo es incierto.
Cautiva en El sacrificio el hombre sufriente y la virgen sexuada abrazados, que levitan intentando amarse. Y está ese árbol que Doffo plantó en su Mechita, ese sitio simbólico y al tiempo real que condensa el vínculo entre naturaleza y cultura, entre lo infinito y lo terreno. En esas pampas, Doffo se trepó a avionetas para tomar fotografías que luego usó en sus obras. En “Esculpir en el tiempo”, un desfile inagotable de imágenes de las películas de Tarkovski conviven en el pueblo de Doffo. Una nueva ficción las ubica sobre un paisaje pampeano verdoso. “Uno va tallando paso a paso su vida, su cuerpo, sus pensamientos”, dice el artista, y agrega: “Es lo que Tarkovski va esculpiendo en su historia, pero también lo puedo reemplazar por mis vivencias”.
En la cosmogonía con sello singular que Doffo esculpe con maestría hace tiempo, el fuego, el agua, los paisajes infinitos son símbolos centrales. En esas deslumbrantes pinturas y fotografías, donde habita mucho del cine de Tarkovski, Doffo condensa experiencias intensas de su vida, de esas que el director de cine ruso definió como intransferibles.

FICHA
Juan Doffo. Cuando Tarkovski plantó un árbol en mi casa

Lugar: Galería Rubbers, Av. Alvear 1595.
Fecha: hasta el 31 de octubre.
Horario: lunes a viernes, 11 a 20; sabados. 11 a 13.
Entrada: gratis.

Fuente: Revista Ñ Clarín

TODOS QUIEREN SER ARQUITECTOS


Del aniversario del nacimiento del genial Le Corbusier a las reflexiones acerca de una profesión sobre la que muchos creen saber.

Le Corbusier. En el Borges lo homenajean con una muestra sobre su obra.

Por Miguel Jurado*

La semana pasada cumplió ciento veinte años Le Corbusier (bueno, “cumplió” es una forma de decir porque el famoso arquitecto suizo-francés murió en 1965). El asunto es que, el 6 de octubre, Le Corbusier hubiera cumplido años y en el Centro Cultural Borges se organizó una muestra homenaje que todavía sigue. Allí, entre vino y vino, Raquel (una señora de cincuenta y pico), me dijo sin sacar los ojos de una foto de la Casa Curutchet de La Plata: “¡Qué maravilla! ¡Cuánta creatividad! ¡Cómo me hubiera gustado ser arquitecta! Ahí caí en la cuenta que a mucha gente le pasa lo que a Raquel: tienen a la arquitectura como su vocación frustrada, fueron profesionales del diseño y la construcción en una vida pasada o quieren serlo en una vida futura. El asunto es que, quién más, quién menos, todos tienen en su corazón un pequeño arquitecto esperando la oportunidad para salir del closet.
La principal causa de la popularidad de la arquitectura es que, vista de afuera, parece una profesión divertida, pura creación del espíritu. Creo que la culpa de eso la tenemos los arquitectos que mostramos cierta suficiencia frente a nuestras propias obras. Lo cierto es que detrás de esa imagen de suficiencia implacable y optimismo todo terreno que mostramos los arquitectos, muchos sufrimos algunas cosas de la profesión.
Para empezar, frente a las opiniones de médicos y abogados, lo que diga un arquitecto siempre es discutible, sobre todo porque no hay ningún riesgo. A ningún paciente se le ocurriría pelearse con su doctor en medio de la operación, y menos que menos, con su abogado. Además, los fracasos de los arquitectos quedan a la vista de todo el mundo. El famoso estadounidense Frank Lloyd Wright decía: “Un médico puede enterrar sus errores, un arquitecto sólo puede aconsejar a sus clientes que planten una enredadera”.
En arquitectura, la relación cliente-profesional puede describirse como la de una pareja. El primer momento es el noviazgo, los clientes ven al arquitecto como si fuera un mago, todo lo que hace y dice es creativo, divino, sorprendente, genial. Después (casi siempre durante la obra) es la etapa del matrimonio. Los trucos del arquitecto se acaban, o lo que es peor, se repiten. El cliente ya le sacó la ficha y aunque todavía le parece un mago, sabe que la magia la hace con su plata. Así, la buena onda se termina rápido. Después viene el divorcio: la obra se termina y los dos están aliviados de que así sea. De vez en cuando se produce el reencuentro, y hasta hay reconciliaciones, siempre y cuando el arquitecto siga en su papel de simpático de tiempo completo. Otro estadounidense, Philips Johnson decía: “Los arquitectos somos como prostitutas de clase alta. Nosotros podemos rechazar algunos proyectos de la manera en que ellas pueden rechazar algunos clientes, pero los dos tenemos que decir que sí a alguien de vez en cuando si queremos permanecer en el negocio”. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo, las prostitutas cobran por adelantado y a los arquitectos, muchas veces, nos cuesta demasiado cobrar por nuestros servicios. No por nada, el fallecido Mario Roberto Alvarez solía alentar a sus colegas diciendo: ”¿Usted quiere ganar plata con la arquitectura? ¡Olvídese!
Otro tema peliagudo de la profesión es que, como todos los clientes tienen un arquitecto en algún lugar del corazón, tienden a pensar que lo que hacés es fácil. “Haceme un dibujito de esos que hacen ustedes”, te dicen, y dan la primera señal de que el trabajo va a terminar mal. Por la misma razón, el cliente tiene tendencia a pensar que todo lo que sale bien se le ocurrió a él y los errores son del arquitecto.
En realidad, el problema de la arquitectura es que es una profesión hermosa, llena de posibilidades. Eso alienta a que la idealice mucha gente. Para empezar, estudiar arquitectura es como jugar a ser arquitectos, y con los mejores proyectos del mundo: en primer año proyectás casas y pequeños conjuntos de viviendas; en segundo, edificios; en tercero, centros culturales o grandes teatros; en cuarto, centros deportivos, y en quinto, pedazos enteros de ciudad. Pocas carreras suelen ser tan divertidas. El tema es que cuando salís de la facu hecho un titán hay pocos clientes para hacer un centro cultural. Resulta que los primeros trabajos son el garaje de una prima o la cocina de tu tía. Y claro, vos lo podés hacer pero te sentís como un cirujano al que le piden que corte un bifecito. Todo bien, el famoso alemán Mies van der Rohe decía: “No importa el qué, sino el cómo”. Es decir, no importa si es un garaje o una palacio, el tema es que lo hagas bien. Bueno, en eso estamos.

* Editor adjunto de ARQ

Fuente: clarin.com

GOLPE MILLONARIO EN HOLANDA:
ROBAN OBRAS DE PICASSO, MATISSE Y MONET

Ocurrió ayer en el museo Kunsthal de Rotterdam. Se llevaron siete cuadros de autores reconocidos, valuados entre 150 y 200 millones de euros en total. Eran parte de una colección privada, que se exhibía por primera vez.

Buscando pistas. El museo ayer permaneció cerrado. Los ladrones habrían ingresado por una puerta lateral. /EFE

Por Fernando Soriano


No pasa sólo en las películas. Y aunque por el grado de prestigio (y valor en el mercado) de los artistas involucrados pareciera una misión imposible, no lo fue. Ocurrió y generó un estruendo en el mundo del arte: de un museo holandés se robaron ayer siete cuadros firmados por verdaderos maestros de la pintura, entre los que están Picasso, Matisse, Monet y Freud .
Se trata sin dudas de un robo multimillonario. Ocurrió en la madrugada de ayer en el Centro de Arte de Rotterdam (Museo Kunsthal). Los delincuentes aprovecharon la exposición que celebra los 20 años del lugar y que muestra la colección particular Tritón, entre cuyas obras contiene la de algunos de los pintores más conocidos del planeta. Para peor, sus propietarios, el matrimonio holandés Willem y Marijke Cordia, exponía su tesoro al público por primera vez .
Los lienzos que figuran como robados, según informó la policía holandesa, son: “Cabeza de arlequín”, que Pablo Picasso pintó en 1971, dos años antes de morir; “Mujer ante una ventana abierta”, de Paul Gauguin (1888); “Autorretrato”, de Meyer de Haan (entre 1889 y 1891); “El puente de Waterloo, Londres” y “El puente de Charing Cross, Londres”; de Claude Monet (ambas de 1901); “La lectora en blanco y amarillo”, de Henri Matisse (de 1919); y “Mujer con los ojos cerrados”, del alemán Lucian Freud (2002). Y de acuerdo con estimaciones tendrían en total un valor de entre 150 y 200 millones de euros .
La Policía local fue alertada ayer por una empresa de seguridad privada que detectó el aviso de las alarmas de la sala –diseñada por el reconocido arquitecto holandés Rem Koolhaas–. Pero cuando los efectivos llegaron al museo sólo quedaban los clavos que sostenían a los cuadros. “Fue una operación bien planificada”, dijeron las fuentes policiales, reconociendo, de alguna manera, la astucia, sutileza y guantes blancos de los ladrones.
El impacto para los organizadores y los dueños de las obras fue como una piña inesperada de Sergio Maravilla Martínez. Al punto que la directora del Kunsthal, Emily Ansenk, calificó el robo con una sola y definitiva palabra: “tremendo”. El presidente del consejo del museo Kunsthal, Wim van Krimpen, señaló que la colección está “muy bien documentada”, por lo que estimó muy poco probable que los cuadros puedan ser vendidos.
Como es extremadamente difícil vender una obra robada de semejante calibre y trascendencia, los investigadores creen que tal vez podría pedirse un rescate, y apuntan a la modalidad de “secuestro”, tal como lo explica Mario Gilardoni en su columna en esta misma página (ver “Son obras...” ).
Ayer el Kunsthal estuvo cerrado durante todo el día, mientras se hacían pericias referidas a la investigación, que enfocaban las claves del ingreso de los ladrones en el tejado y en una puerta lateral, que podrían haber sido rotos para entrar al museo.
Mientras tanto, los que no paran de lamentarse son los Cordia.
Su colección privada es una de las 200 más importantes del mundo . Para la muestra en Rotterdam fueron sido seleccionadas de ésta, 150 pinturas de su propiedad, entre las que se destacan, además de las ya nombradas, obras de Marcel Duchamp, Piet Mondriaan e Yves Klein.

Son cuadros imposibles de comercializar

Por Mario Gilardoni Periodista*


Este tipo de obras, de artistas de primera línea, son imposibles de comercializar, porque se trata de cuadros conocidos que están documentados en los museos. La fantasía de la gente es que un coleccionista loco las manda a robar para mirarlas en solitario en su habitación a oscuras. No conozco ningún caso, y aunque siempre puede haber alguien medio chiflado, no es lo común. Este tipo de robos puede estar vinculado al narcotráfico. Para esta mafia, manejarse con dinero resulta complicado. Se han dado casos en los que la obra de arte –sobre todo si es importante– termina siendo una moneda de pago entre ellos (o para otras operaciones en negro). Mover 50 millones de dólares en un cuadrito no es lo mismo que moverlo en billetes de 10 y 20. También es posible que se trate de un robo para pedir rescate. Como estas obras están aseguradas, puede ocurrir que aparezca un extorsionador que pida a las aseguradoras un dinero a cambio de ahorrarse la plata que tendrían que pagar. Sería como un secuestro.

*Especialista en mercado de arte

Fuente: clarin.com

EL OJO MODERNO DE BUENOS AIRES

Sociedad
Horacio Coppola

En los años 30, con tecnología y estética nuevas, retrató esta ciudad y otras. Mostró un mundo que cambiaba.

París, los duros años 30. El cartel dice: “Tenga piedad de un ciego”.
Por Julieta Roffo


Hay tiempo hasta el 10 de noviembre para recorrer la antología de fotos de Horacio Coppola que se montó en la galería Jorge Mara para homenajear al artista fallecido el 18 de junio, a los 105 años. Y hay que apurarse: el año que viene, las fotos del artista volarán al norte, para exponerse en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Pero ahora están acá. Son 84 fotografías, entre postales de Buenos Aires y de París, Londres, Berlín y Río de Janeiro. Muchas de ellas, inéditas.
“Es un homenaje a un gran artista, uno de los mayores fotógrafos de Latinoamérica, para dar cuenta de la modernidad de su obra ”, explica en su galería Jorge Mara, que se ocupa de la obra de Coppola y de su primera mujer, la fotógrafa Grete Stern, desde el año 2000.
En las tomas se adivina el derrotero del artista. En 1931 viajó por primera vez a Europa y de allí trajo su cámara Leica, que revolucionaría su trabajo: la portabilidad de su nuevo equipo, estrenado en el barco de vuelta –desde el que retrató a marineros cariocas en su escala en Brasil– le iba a permitir ser un fotógrafo de la cotidianidad urbana.
Otra vez en Europa, en 1933, hace dos tipos de trabajos: en unos juega con las luces, las sombras y los contrastes para sus clases. En los otros hace retratos de la entreguerra : hombres durmiendo a la intemperie y mendigos pidiendo limosna en Londres y en París.
De vuelta en la Argentina, 1936 sería un año de recorridas porteñas, un poco por gusto, otro poco por trabajo, ya que Coppola había recibido el encargo de retratar la ciudad para la Municipalidad.

La calle Florida en 1936. Luces, una librería, el estudio de fotos Witcomb.
Buenos Aires está bajo su lente : los tranvías, el flamante Obelisco, construido ese año, la vida nocturna de la avenida Corrientes, con sus vendedores ambulantes y las largas colas para ver Tiempos Modernos en el cine, los carteles luminosos conviviendo con almacenes de barrio en La Boca o un grupo chicos, guardapolvo mediante, yendo o volviendo de la escuela, en un barrio de techos bajos.
“Muchas de las personas que retrata están de espalda y eso crea un clima intrigante”, explica Mara: allí van dos mujeres paseando por el centro, un hombre que toma sol en la Plaza San Martín y, en una de sus fotos más reconocidas, otro que lee el diario La Prensa justo en la puerta de sus oficinas.
Otro rasgo del trabajo del artista –el menor de seis hermanos de una familia de buen pasar– fue trabajar temas similares a los que aparecían en las grandes ciudades del mundo: las vidrieras –de una quesería, de una casa de sombreros y, sobre todo, aquellas con maniquíes– atrajeron su lente. También las tomas en picada, desde cierta altura , como las que hizo en la calle Florida, con negocios de ropa, cafés y librerías. O las del transporte público y los carros que vendían fruta y verdura. Para Mara, “se trataba de un artista moderno , con tópicos que interesaban a los más grandes fotógrafos”.
Es otra Buenos Aires, la de las fotos, y asoma la de hoy, sin embargo. Es la obra de un artista que nutrió sus paseos con amigos como Jorge Luis Borges y Xul Solar, con quienes conversaba mientras miraban la ciudad y el mundo con un ojo distinto.

Fuente: clarin.com