ARCO: LA CRISIS LE SIENTA BIEN






Por Guido Carelli Lynch

Es curioso, pero la peor crisis económica de España en décadas le sienta bien a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO), que ayer abrió sus puertas en Madrid.
El mercado de arte internacional sigue siendo refugio para inversores. Pero, además, varias de las 3 mil obras –pinturas, graffitis, videos, instalaciones– de las 215 galerías de 29 países que exponen en ARCO usan la crisis como tema.
Algunas no son nada sutiles, como los paneles del español Marlon de Azambja que escribe: No job. No money. No future. No fear (Sin trabajo. Sin dinero. Sin futuro. Sin miedo) en medio de una bandera española y otra de la Unión Europea. Los artistas jóvenes europeos son los más conmovidos por la crisis y por eso eligieron obras más concretas y narrativas, como la instalación de la holandesa Iris van Dongen, que reza: “ la crisis es estética ”. Todas están en venta, pero la obra más cara es un Francis Bacon de 11 millones de euros.
“Hay pinturas con más contenido social, pero tampoco son las predominantes ”, relativiza Jorge Mara, dueño de la prestigiosa galería porteña Jorge Mara La Ruche. Este año varias galerías argentinas participan de la feria. Ignacio Liprandi, Alberto Sendros, Ruth Benzacar, Vasari y Zavaleta Lab llevaron obras a las diversas secciones de ARCO.
“La primera impresión es muy positiva. Hay un nivel excepcionalmente bueno, de los mejores de los últimos años, con más pinturas y menos fotografías y videos”, señala Mara, que ha llevado obra de varios de sus artistas consagrados como Eduardo Stupía y Macaparana, pero se muestra sorprendido por la gran acogida de la joven Ana Sacardote. Doscientos ochenta compradores de arte de primera línea están en Madrid: en ARCO, por ahora, no hay crisis.

Fuente: clarin.com

EL MUSEO
EN LA ÉPOCA DE LA REPRODUCCIÓN INFINITA





El lugar del arte y su relación con el espacio fronterizo de la Nación atraviesa una serie de trabajos compilados por el filósofo Eduardo Rinesi que cruzan estética y política.


Incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra. En dicha existencia singular, y en ninguna otra cosa, se realizó la historia a la que ha estado sometida en el curso de su perduración”, decía Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Siete décadas más tarde, el debate sobre la pérdida del “aura” de la obra artística en las industrias culturales sigue vigente en Museos, arte e identidad, artesanías en la idea de Nación, editado por Gorla y compilado por el politólogo y filósofo Eduardo Rinesi, rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Así como Benjamin –hijo de la burguesía más acomodada de Alemania, pero ferviente crítico del Nazismo, al punto que le costó su propia vida–, los artículos reunidos en este libro analizan el surgimiento de los museos y sus formas de organizar y legitimar la memoria y lo hacen desde la perspectiva analítica del materialismo histórico: “Las naciones son siempre el resultado (desde ya provisorio, contingente, parcial, siempre abierto a las posibilidades que ofrece la renovación perpetua de las cosas –es por eso que hay política, política de la historia y política de la memoria) de una o una serie de batallas, y desnaturalizar el orden del presente es volver a oír y a hacer audible el rumor de esas batallas por debajo del silencio sepulcral que acompaña la imposición universal de la historia que se cuenta siempre después de que el ruido de esas batallas se ha acallado, volver a mostrar las heridas abiertas bajo la superficie lisa de los vencedores. La Nación –se lee en uno de los trabajos que estamos presentando– no es ni una mera categoría analítica ni la esencia ya dada de un pueblo, sino el resultado de una serie de perpetuas y complejas luchas materiales y simbólicas”, escribe en el prólogo Eduardo Rinesi. “El arte tiene un lugar fundamental en esas luchas, y por lo tanto la crítica del arte sólo puede ser, a su vez, crítica histórica y crítica política”, concluye el compilador en la antesala del libro.
El 11 de marzo de 1882, cuando en Argentina se consolidaba el modelo agroexportador, Ernest Renan daba su magistral conferencia “Qué es una Nación” en la Sorbona: “La nación, como el individuo, es el resultado de un largo pasado de esfuerzos, sacrificios y desvelos. El culto a los antepasados es, entre todos, el más legítimo; los antepasados nos han hecho lo que somos. Un pasado heroico, grandes hombres, la gloria (la verdadera), he ahí el capital social sobre el cual se asienta una idea nacional. Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho grandes cosas juntos, querer seguir haciéndolas aún, he ahí las condiciones esenciales para ser un pueblo”. Si la Nación necesita un mito fundacional para nacer, los museos deben su origen al surgimiento de los estados nacionales.
“El museo moderno se ha instituido, no sin tensiones y complejidades, como espacio de la memoria ‘legítima’. Podemos fechar su nacimiento cuando el Louvre abre sus puertas en 1793 exhibiendo al gran público las obras y bienes que habían pertenecido a la monarquía”, desarrolla en su trabajo “El museo moderno y las formas de la memoria”, Florencia Gómez. El pacto implícito –propio del museo moderno– que se establece entre el espectador y la obra de arte (el individuo debe asistir al museo que encierra entre sus paredes las obras a contemplar) responde a la matriz de pensamiento que se remonta al Renacimiento: “La pintura italiana, desde Alberti hasta Miguel Angel, concebirá el lugar del pintor como un punto de vista preexistente y externo y como medida para la representación del mundo, y definirá al cuerpo humano como proporción y escala para representar todas las cosas. El mundo será aquello que es visto desde la ventana donde se sitúa el ojo del pintor”.
Del otro lado del océano Atlántico, nacía en 1896 el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires cuando, según escribe en su trabajo “Ideas de Nación”, Alejandro Boverio, un “círculo de artistas plásticos argentinos intentaban crear un espacio en la nación para el arte, al mismo tiempo que procuraban un lugar en el arte para la nación”. La relación necesaria entre Nación y museo también estuvo presente en la formación del Estado argentino. “Y como retoma el autor al citar a Laura Malosetti Costa en su trabajo. Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX, esos mismos artistas “pretendieron con sus obras y sus exposiciones no sólo educar el gusto de ese público sino también transmitir valores e ideales que se relacionaban –de una u otra manera– con su idea de nación civilizada”. En ese sentido, en “Nacional(iz)arte: la querella nacional y el arte como artillería”, Sebastián Senle Seif analiza las manifestaciones artísticas hegemónicas del Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX a través de la litografía y su utilización política durante el período rosista.
Por otra parte, Luis Juan Guerrero se ocupa de “las claves para una teoría de la recepción en la filosofía argentina”, mientras que María Pía López detalla las razones que llevaron a la apertura del Museo del Libro y la Galería de la Lengua en la Biblioteca Nacional: “el libro como nudo de la cultura y, a la vez, como resultado de las fuerzas productivas. Hecho de ideas, hecho de tintas y papeles. Superficie de huellas y etéreo impulso. Pocas invenciones de la humanidad existen en ese borde en el que son otras cosas, partícipes necesarios de mundos diversos. El Museo no custodiaría la historia de sus reinvenciones sucesivas ni sería clasificador de sus cambios. Más bien, tratará de mostrar la magia de esa invención, sin aplastarla en secuencias ni atenuarla en cronologías”.

Fuente: Revista Ñ Clarín

FRANCIS BACON
SERÁ UNA DE LAS "ESTRELLAS" DE ARCO 2012




La obra Study from the Human Body. Figure in movement (Estudio desde el cuerpo. Figura en movimiento) de Francis Bacon, a la venta por 15 millones de dólares, será una de las piezas estrella de la feria internacional de arte contemporáneo ARCO, que mañana abrirá, en Madrid, sus puertas a coleccionistas y profesionales.


Pocas horas antes de su inicio, los responsables de las 215 galerías participantes en esta 31 edición ultiman los preparativos de sus espacios.
Con un precio de quince millones de dólares, la obra realizada por Bacon en 1982 luce ya en las paredes del expositor de la galería Marlborough.
Fernando Botero es otra de las apuestas de la galería con una pintura valorada en 1,7 millones de dólares, junto a artistas como Leiro, Abraham Lacalle o Claudio Bravo.
Si la obra de Bacon se convertirá en una de las protagonista de la feria, también lo hará la pieza en la que Eugenio Merino ha metido una escultura del dictador Francisco Franco en una maquina frigorífica de bebidas.
Rodeado de numerosos medios de comunicación, Merino ha logrado fijar la atención en la galería ADN de Barcelona, en la que se exhibe Always Franco, obra en la que comenzó a trabajar el pasado agosto y que se vende por unos alrededor de 46.917 dólares.
"Franco creo que es un tema del que se habla constantemente y no tratarlo es una forma de eludir algo importante para un artista", comentó Merino, para el que "Franco está vivo de una manera alegórica. En otra ocasión hice a Bin Laden y ahora le ha tocado Franco".
En 2008, Merino llevó a ARCO la obra Fidel zombi, en la que mostraba al presidente cubano como recién surgido de los muertos, y en 2010 fue Starway to Heaven la obra que suscito polémica e incluso la protesta de la Embajada de Israel.
La obra representaba a un musulmán orando arrodillado, con un sacerdote católico encima de él, también de rodillas, y sobre éste, de pie, un rabino.
En opinión de Eugenio Merino, un artista no debería tener problema en tratar cualquier tema "lo que pasa es que siempre surge la atención y la polémica. Yo trabajo con ideas, con la espectacularidad y creo que esta obra no hiere la sensibilidad de nadie".
Realizada en silicona, poliester y fibra de vidrio, la figura de Franco, introducida en la cámara frigorífica y de proporciones no reales, aparece vestida de militar.
A excepción de esta pieza y de alguna otra, la idea general de la feria, cuando todavía no se han desembalado todas las obras, es que es más contenida, seria y realista.
Así se expresaba la veterana Soledad Lorenzo en cuya galería luce una obra del recientemente fallecido Antoni Tàpies realizada en 2001.
"Tàpies era un artista muy presente y no ha necesitado morirse para seguir estándolo. El está vivo en su obra y en nuestra cabeza", señaló Lorenzo.


Fuente: Revista Ñ Clarín / Mila Trenas para Agencia EFE

ARQUITECTURA DEL HORROR




Un recorrido por las construcciones emblemáticas de estética monumental que condensaron los ejes de la mística y el sueño militarista del Tercer Reich.


Por Alberto Giudici

Disimulado en una espesa arboleda, en una tarde solitaria y lluviosa de octubre, con sus arcadas y columnatas estilo neogótico, la Ehrenhalle, o Hall de Honor, tiene la pátina decimonónica de tantos memoriales que rinden tributo a gestas, batallas, guerras. Y a los caídos, claro. Austeridad, sobriedad, cierta elegancia lejana, distante. Definitivamente otro tiempo. A ambos lados, una doble hilera de pesados pedestales de granito desciende cerrando el espacio adoquinado en una suerte de cubo virtual para dar sacralidad a este sitio que Adolf Hitler eligió para honrar a sus “mártires”, 16 en total, muertos en el frustrado putsch de 1923, en Munich.
Hay que hacer un click en la imaginación, traer a la memoria las imágenes heladas pero potentes de El triunfo de la voluntad, el documental de Leni Riefenstahl filmado en gran parte aquí, repensar todo lo que vino después para sentir, como un escalofrío, que precisamente en este lugar, en este parque, el Luitpold Arena, en las afueras de Nüremberg, tan apacible ahora, y al pie de este templete, tuvo lugar la milimétrica puesta en escena de las gigantescas concentraciones del Tercer Reich preanunciando lo que sería la mayor maquinaria de matar de la Historia.
En efecto, en 1933 Nüremberg fue oficialmente designada como “Ciudad del Día del Partido”. Con ello, Hitler buscó enhebrar el movimiento nacional socialista al gran pasado de la ciudad imperial, al esplendor de sus emperadores y ámbito de las Dietas imperiales medievales. Hasta 1938, allí tuvieron lugar los eventos centrales del nazismo con la presencia de Adolf Hitler y también la macabra tribuna donde se sancionaron las leyes raciales de 1935 para la “protección de la sangre alemana”. Eufemismo que con los años tuvo un nombre aterrador: Holocausto.
Una zona de parques de once kilómetros cuadrados al sureste de Nüremberg fue elegida por Hitler en 1934 para levantar una serie de edificios destinados a las distintas actividades y congresos del Partido y dar forma simbólica al sueño de una nueva Roma pensada para mil años, con sus coliseos, sus vías, su Campo de Marte. Estos ejes de la mística nazi se sustentaban en la arquitectura, la elegida entre todas las artes para dar materialidad al sueño milenarista del Reich. Una estética monumental sólidamente anclada sobre dos pilares que, ya en 1937, el académico Hans S. Schmid había resumido con mucha precisión: “Las columnas vuelven a ser un elemento fundamental; ya no son, como en los siglos XVII y XVIII, simples elementos decorativos, sino parte integral de la arquitectura. El ‘espíritu del gótico’ que vive en el carácter alemán, con su hincapié en lo vertical, se ha unido en matrimonio con la armonía horizontal griega. Verticalidad y horizontalidad se sientan en el mismo trono”.
El encargado de tallar ese trono fue Albert Speer, el elegido por Hitler: el único capaz de dar forma al sueño de una estética monumental jamás realizada. El primer paso fue crear un lazo visual con la silueta medieval del centro histórico y el Castillo imperial a través de la llamada Gran Vía de dos kilómetros de largo y 60 metros de ancho. En tanto, el conjunto proyectado, edificios y parques, debía glorificar los dos mitos centrales del Tercer Reich: el mito del Führer, enviado por la providencia como el salvador de Alemania, y el de la Comunidad Nacional (Volksgemeinschaft), para aglutinar las experiencias y sentimientos colectivos en un todo alrededor de la figura del Führer.
Así lo presentó Leni en su película cuando el avión que lo trae al Congreso del partido en 1935 se abre paso entre las nubes, como si fuera el descenso de un dios en el renacer de los antiguos mitos germánicos. Y el centro emblemático, el eje ritual para la glorificación y consagración de la sangre sería el Luitpold Arena, inmensa plaza seca de 84.000 metros cuadrados, donde la Ehrenhalle, el panteón de los héroes, era el punto de partida de un rito en donde la piedra, los hombres y la sangre se fundían en una única argamasa.
De allí arrancaba la Calle del Führer, camino de 240 metros de largo pavimentado con placas de granito que conducía al Ehrentribüne” (tribuna de honor) o tribuna principal, en forma de media luna, de 150 metros de largo, dos águilas de oro en sus extremos, realizadas por el escultor Kurt Schmid-Ehmen, una plataforma para un solo orador al centro, y al fondo, quebrando la horizontalidad, tres banderas de altura con la esvástica. El diseño de Speer era milimétrico. La Calle del Führer cortaba en dos el espacio y a ambos lados, como en un damero, podían ubicarse hasta 150.000 miembros del partido, las SS, la SA, las juventudes hitlerianas. La arquitectura de piedra y la arquitectura de las personas se fusionan así en un todo pétreo, helado, aterrador, que la cámara de Leni Riefenstahl capturó paneando sobre rostros sin identidad, como sacados de Metrópolis o de Matrix.
Y llegaba la ceremonia… Luego de colocar una corona conmemorativa frente al Ehrenhalle, Hitler, flanqueado por los jefes de la SS y las SA, Himmler y Lutze, recorría toda la longitud de la pista para honrar a la Blutfahne, la bandera de sangre presuntamente usada en el putsch de Munich y empapada por la sangre de uno de ellos. Era un rito iniciático: a su paso las banderas de las SS y las SA recibían su bautismo: el “Blutfahnenweihe”, consagración de sangre. Se empapaban de esa sangre para a su vez recorrer el camino del martirio.
A partir de 1944, los sucesivos bombardeos aliados convirtieron en una ruina el sueño pétreo de Hitler materializado por Speer en el Luitpold Arena. Sólo quedó en pie el templete, originalmente levantado para honrar a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. En 1946, Nüremberg fue elegida para otro rito de reparación: el proceso que condenó a muchos de los jerarcas nazis, Speer entre ellos. En prisión, tuvo tiempo de reflexionar. Leni se negó a enfrentar el horror. Ahora, bajo una fina llovizna, mirando las esbeltas columnas del Ehrenhalle parece que nada de eso sucedió. Pero pasó. Y es memoria.

Fuente: clarin.com

"ÉSTA ES UNA MUESTRA
QUE SE PERCIBE CON TODO EL CUERPO"



El artista, uno de los argentinos más reconocidos a nivel mundial, habla de las instalaciones y estructuras de la exhibición que inaugura en el Centro Cultural Recoleta el miércoles que viene.
Montando. Pablo Siquier, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

El pintor Pablo Siquier es uno de los artistas argentinos más reconocidos en el mundo. Construyendo su carrera paso a paso, Siquier tuvo su muestra consagratoria en 2005, cuando expuso en el mismísimo Museo de Arte Reina Sofía de Madrid. Para ese entonces, sus obras ya se habían mostrado en innumerables galerías y museos alrededor del mundo, y se vendían muy bien. Siquier ya era famoso.
Todo esto se lo debe, en parte, a su marca registrada: esos intrincados dibujos de laberintos abstractos, repletos de líneas que se cruzan, entremezclan, rotan y cortan. Algunas obras de este tipo son las que se podrán ver a partir del miércoles próximo en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, cuando el artista inaugure “Murales e instalaciones”, una muestra que tiene una particularidad: tendrá más instalaciones que pinturas, cosa rara en las exposiciones de Siquier. La muestra será una experiencia espacial.
En la previa de la inauguración, con cuarenta grados de térmica y todo su equipo de artistas asistentes trabajando a pleno, Siquier recibió a Clarín en su estudio, un exquisito departamento antiguo, escondido cerca de plaza Miserere. Telgopor, maderas, papeles y envoltorios volaban por todas las salas del taller, en pleno traslado de las obras a la Cronopios.
¿Qué se verá en su muestra de la sala Cronopios, Siquier? Mi trabajo siempre fue desarrollado en dos líneas, una más mental, con cuadros y dibujos, y otra más sensorial. Esta muestra abarca un recorrido por esa segunda línea, con ambientaciones, instalaciones y murales.
O sea que las obras se despliegan más en el espacio, no se “leen” como si fueran un libro.
Si, es otra escala. Es una situación visual-espacial que se percibe con todo el cuerpo.
¿Es verdad que decidió exhibir solamente cinco obras? ¿Por qué? Pensé, junto con Elio Kapszuk – el curador – que una muestra de cuadros mía no era muy interesante: ya se hicieron un montón y se vieron un montón de cuadros míos por todos lados. Una exposición que muestra diferentes momentos de mi producción extra-pictórica, es algo distinto.
Si son sólo cinco obras, deben de ser muy especiales. ¿Cómo son? Son dos murales, uno ubicado en la pared del fondo y otro en la de la entrada. Este en carbonilla, y el del fondo, en vinilo. Mientras que en las salas de la derecha e izquierda, al fondo de la Cronopios, habrá una instalación en telgopor, y otra instalación hecha de maderitas pintadas, que ya había realizado en el año 87 (sólo que entonces nadie le dio bola). En el medio de la sala va a estar lo que podríamos considerar “nuevo”: una gran estructura de hierro de 13 metros x 4 x 3 de alto y tres toneladas, que es como una construcción basada en mis dibujos en carbonilla. Para hacerla contratamos a una metalúrgica. Es la primera que hago, en metal. Y se puede pasar por dentro de la estructura.
Usted ya maneja al mundo del arte de taquito. ¿Qué podría decir de estos cuarenta, cincuenta años circulando a través de él? Le debo todo al arte. Allí conocí gente maravillosa, desde artistas y alumnos, hasta a mi propia mujer. El arte es mi hogar.
Nunca tuvo problemas … Tuve miles, aunque no tan grandes, quizás. Pero si estás hablando de dinero, siempre aparecen problemas. Aunque también, algunos problemas que ver con que los artistas creen que son todos Jorge Macchi – un artista argentino exitoso-. Todos creen que tienen que vender como él; y la verdad es que sobran, los artistas. Por ahí tendrían que tener un poco más de sentido común y no pelearse tanto con los demás, en especial con los que te tienen que comprar. 

Fuente: clarin.com

PALAZUELO Y ESTEBAN FRANCÉS,
ESTRELLAS DE LAS COMPRAS
DEL MUSEO REINA SOFÍA EN ARCO MADRID 2012




El Reina Sofía y Cultura invierten 800.000 euros en la feria.


Palazuelo y Esteban Francés, estrellas de las compras del Museo Reina Sofía en ARCOmadrid 2012

MADRID, 17
El Museo Reina Sofía ha adquirido 17 de obras en ARCOmadrid 2012 por un importe total de 700.000 euros, a los que se suman los 100.000 euros aportados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. La pieza estrella de la compras ha sido 'Temps Blanc' de Pablo Palazuelo y la obra "sorpresa', 'Arragez vous', del pintor catalán Esteban Francés, según ha explicado el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel.
Con estas adquisiciones, pasarán a formar parte de los fondos del Museo trabajos de artistas históricos y otros representativos de los años 60-70 como Alberto Greco, Sergio Ivekovic o Luis Camnitzer y artistas de generaciones más recientes, como Adrià Julià, Pep Agut, Leonor Antunes o Irene Kopelman, entre otros.
El gran núcleo de las compras son siete obras "históricas" y el resto de las obras son de artistas jóvenes actuales para subrayar el interés del Museo Reina Sofía en el "compromiso por la arte joven español" y por fomentar el tejido cultural", según ha indicado Manuel Borja-Villel.
Para el director del Museo Reina Sofía la adquisición de la obra de Palazuelo, fechada en el 1959, supone una "incorporación importante" ya que el museo carece de piezas de este periodo, y ha reconocido que llevaban tiempo siguiendo las pistas de esta pieza, que les ha vendido la Galería Elvira González.

ESTEBAN FRANCÉS, UNA SORPRESA

La "sorpresa" de esta edición viene de la mano de la galería Oriol que albergaba la obra 'Arrangez vous' (1939) del catalán Esteban Francés. En este sentido, Borja Villel ha destacado la importancia de los años 30 en la colección del Reina y ha recordado que en este año se celebrará una gran exposición sobre los años 30 y el exilio en el Museo Reina Sofía.
En el marco de las adquisiciones de obras de artistas jóvenes, Borja-Villel ha subrayado el interés de éstos por lo popular (como el cómic o el diseño), la arquitectura, el dibujo, la danza y todo lo que tenga que ver con las perfomances, aunque ha precisado que el arte contemporáneo está siempre en continua evolución. Con estas compras el Museo Reina Sofía afianza su interés por crear una "colección local" en la que también se incluyen los artistas latinoamericanos.

POLÉMICA CON FRANCO, EN ARTE TODO ES VÁLIDO

Preguntado por la polémica obra 'Always Franco' de Eugenio Merino expuesta en la galería ADN y sobre la que interpondrá una demanda civil la Fundación Francisco Franco, el director del Reina Sofía defiende la "libertad de expresión" y asegura que mientras no se contravenga el Código Penal, "todo es válido" en el arte. Por otra parte y cuestionado por los precios de las obras en el marco de la crisis económica, Manuel Borja-Villel ha señalado que los precios se mantienen o "bajan poquito", salvo excepciones de algunas obras que no están "lo suficientemente valoradas".
Por su parte, el director de ARCOmadrid, Carlos Urroz, ha destacado la importancia de estas adquisiciones "para mantener toda una red de galerías". "Aunque parezcan superfluas, si no hay compras desaparece todo el entramado de la creación", ha señalado el responsable de la Feria, para quien si las compras desaparecen de los presupuestos estatales, nunca volverán a formar parte de ellos.
Entre las obras adquiridas figuran también 'Que grande sos' de Alberto Greco; 'Structure' de Sergio Ivekovic o 'Masacre de Puerto Montt Luis Camnitzer. En cuanto a los jóvenes artistas, ha comprado obras de Adrià Julià, Pep Agut, la portuguesa Leonor Antunes o la argentina Irene Kopelman La cifra invertida este año en ARCO es algo superior a la del año pasado. En 2011, el Reina Sofía invirtió en Arco 680.260 euros.

Fuente: Europa Press

EUGENIO MERINO ADMITE
QUE LA OBRA 'ALWAYS FRANCO'
TIENE UN PUNTO DE HUMOR NEGRO.





No le preocupa la denuncia de la Fundación Francisco Franco.


BARCELONA, 17 
El artista Eugenio Merino, autor de la escultura 'Always Franco', que muestra un hiperrealista figura del dictador encerrado en un frigorífico de Coca Cola, ha reconocido que la escultura tiene un punto de humor negro, "pero no es ofensiva".
En una entrevista con RAC1 recogida por Europa Press, Merino ha confesado que no le preocupa que le denuncien desde la Fundación Francisco Franco, porque implica que esas personas "están muy fuera del mundo del arte y no tienen conocimiento de lo que se ha hecho en el arte español los últimos 10 años".
El autor ha protagonizado la principal polémica de esta edición de ARCOmadrid, y ha avanzado que hay gente muy interesada en la pieza y que seguramente la acabará vendiendo --cuesta 30.000 euros--.
Ha explicado que no ha recibido presiones, pero ha lamentado que alguien intente imponer la censura contra la libertad de expresión, algo que hace que "mucha gente se replantee qué tipo de cuestiones se deben debatir en el mundo del arte".
"La Fundación Francisco Franco le ha dado un carácter político a la obra.[...] ya no es un debate artístico, y eso me parece bien", ha zanjado satisfecho.


Fuente: Europa Press