Jacques Bedel muestra una serie de fotografías con efecto tridimensional, en las que la sombra estructura la imagen.
Ya hace más de cuatro décadas que la sombra es uno de los temas que apasiona a Jacques Bedel. “Funciona siempre como alter ego, es imposible despegarse de ella, si algo se ve, hay sombra: es una afirmación de la existencia”, dice el artista.
Elogio de la sombra, que por estos días se exhibe en el amplio espacio de la galería Sasha D., en Córdoba, lleva directamente al título del poema borgeano, y al del libro de Junichiro Tanizaki. Ensayo donde se va develando el lugar que luces y sombras ocupan en la cultura oriental, desde la sombra inscripta en el cuerpo hasta las que habitan en casas y templos. “En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra”. En Oriente, la oscuridad, la sombra, dirá Tanizaki, es la condición indispensable para apreciar la belleza. El autor bucea entre prácticas y cosmovisiones, se mete con el sentido que le atribuyen las diferentes culturas a la luz hasta preguntarse cuál puede ser el origen de una diferencia tan radical en los gustos. “Mirándolo bien, como los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como a algo inevitable: que la luz es pobre, ¡pues que lo sea! ¡Es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular!” La muestra de Bedel reúne una serie de fotografías en las que la sombra deviene central, estructura la imagen. Al iluminar las fotos, las sombras proyectadas en la pared provocan un potente efecto de tridimensión: y ahí nomás, uno se mete en esos bosquecitos o en ese mar revuelto, y hasta es posible acercarse a glaciares y témpanos que el artista capturó pensando, justamente, en esas sombras que luego se proyectarían en el muro.
Para lograr este efecto, Bedel superpone distintas impresiones digitales. Le interesa esa capacidad de la sombra de crear, desde la bidimensión, tridimensión. En ese camino de atracción hacia las paradojas, Bedel viene poniendo el foco en el horizonte: “Es la única recta –dice– que existe en la naturaleza, pero en la cual uno no puede colocarse”. Virtualidad pura y dura. Quienes vieron en 2008 su gran muestra Aproximaciones , en el MNBA, recordarán aquellos paisajes singulares, los horizontes sobre plástico transparente multilaminado estrujado. Una especie de nylon que no refleja la luz y que el artista creó a pura experimentación: ensayo y error hasta lograr esas superficies industriales, bellas, deslumbrantes.
Ahora, Bedel y procesó digitalmente las fotografías para que el efecto de la sombra surgiera al poner estratégicamente la luz focalizada; de lo contrario, serían fotos tradicionales. Trabajó con máquinas para impresiones industriales y usó photoshop, superponiendo distintas capas de color sobre esas grandes superficies de plástico multilaminado hasta lograr tonos soñados. Cuenta Bedel que le entusiasma meterse con todos los desafíos: “Para mí, un artista es un tipo que tiene que provocarte un pensamiento distinto”, dice.
Sus fotografías tienen un efecto de ensueño, de extrañamiento. Los colores son precisos, medidos, como si fuera posible manipular la naturaleza pictóricamente y extraer, por dar un ejemplo, sólo unos pigmentos dorados que flotan en el paisaje. De lejos, sus fotos parecen fuera de foco. Vistas difusas. Hay que acercarse para descubrir esas sombras en un mar embravecido o una ciudad enigmática, irreal. Capturan esas luces y sombras, extrañas alquimias. Intangible, inevitable, la sombra viene a revelarnos un mundo diferente.
FICHA
Jacques Bedel. Elogio de la sombra
Lugar: Sasha S. Espacio de Arte, Fray Luis Beltrán y M. Cardeñosa, Córdoba.
Fecha: hasta fin de enero.
Horario: lun a dom, 10 a 22.
Entrada: gratis.
Fuente: Revista Ñ Clarín