¿Podríamos entender un meteorito como una obra de arte? Sin
duda, podríamos: sería una cuestión de que alguien lo suba al pedestal
indicado. Y eso es lo que pretenden los artistas Guillermo Faivovich
(Buenos Aires, 1977) y Nicolás Goldberg (París, 1978), invitados a
participar de la próxima Documenta, una de las exposiciones de arte
contemporáneo más importantes del mundo, que se hace en Kassel,
Alemania. Pero claro, no es tan simple. Si no, preguntarles a los
diputados chaqueños que debieron retrasar sus vacaciones para
presentarse hoy a una sesión extraordinaria en la que debatirán si
permiten –o no– que El Chaco , un meteorito de 37 toneladas, el segundo
más pesado de los que se conocen, salga de la provincia rumbo a Alemania
a mediados de febrero.
Pasemos por alto algunos años luz y
empecemos esta historia con la fabulosa lluvia de meteoritos caída en la
sabana chaqueña hace cuatro milenios. Tomemos de referencia las
leyendas aborígenes que narran el fenómeno y las crónicas militares de
principios del siglo XIX, que pensaron que el hierro provenía de la
mismísima tierra. Tratemos de imaginar este paraje achaparrado y
polvoriento, conocido como Campo del Cielo, donde con solo escarbar un
poco se encuentran pedacitos de estrellas. Tengamos en cuenta las cuatro
campañas que financió la NASA y otras clandestinas que se llevaron de
contrabando algunas de las mejores piezas. Finalmente consideremos que
todos los años, en el mes de septiembre, la gente de la región se junta
alrededor de la roca extraterrestre a bailar chamamé y comer suculentos
asados.
El proyecto de Faivovich y Goldberg consiste justamente en
recopilar todos estos fragmentos orales y escritos, místicos,
científicos y judiciales para reinterpretar la historia , y luego, en
una segunda instancia, completar la obra con una serie de acciones
poéticas que –como señalan los artistas– involucran a países e
instituciones y tienen el propósito de reflexionar sobre el impacto
cultural de este fenómeno cósmico. En 2007, por ejemplo, consiguieron
que el Correo Argentino emitiera una estampilla 3D –con anteojitos y
todo– que reproduce al meteorito El Chaco. El año pasado, en el marco de
la Feria de Frankfurt –el gran encuentro anual de la industria
editorial– lograron reunir las dos mitades de El Taco, un meteorito que
había sido cortado al medio en 1967 y que desde entonces permaneció
dividido: una de las piezas en la recepción del planetario de Buenos
Aires, la otra en una bóveda de los Estados Unidos.
Hasta ahí
todo aceitado, pero la maquinaría institucional que Faivovich-Goldberg
ponen a andar en cada uno de estos actos simbólicos, esta vez comenzó a
echar humo. Muchos diputados chaqueños y buena parte de la ciudadanía no
quieren saber nada con que el meteorito se mueva. Que no esta claro qué
tipo de seguro se irá a contratar. Piden una póliza mínima de 33
millones de dólares. Que quién se hace cargo de la logística. Quieren
garantías de la Presidencia. Que todo es muy engorroso. “¿Cómo
garantizamos que en el traslado no se descascare y pierda peso, y pierda
el segundo puesto? ¿Qué pasa si los acreedores alemanes con bonos
argentinos en default piden que lo embarguen?, se pregunta el legislador
radical Livio Gutiérrez que descree de los réditos que podría traer a
la provincia “la muestra de estos dos fotógrafos”, y remata: “Si quieren
verlo que se vengan al Chaco”.
Del otro lado, Theresa Durnbek,
secretaria de Asuntos Internacionales de la provincia, cree que la
tradición del Kassel garantiza estas cuestiones y que en esto se esta
jugando una gran oportunidad para fomentar el parque provincial donde
descansan los meteoritos, que en realidad, se trata de cien hectáreas de
monte seco, casi sin infraestructura ni medidas de seguridad, ni guías
especializados. Ella está a cargo de las gestiones y se lamenta:
“Pensaba esto como una hazaña: una cadena de manos allende el mar para
poner al Chaco en el centro de las miradas, pero parece que no pasa de
una riña de gallinero”.
Y sí, si la convocatoria de Documenta hace
foco en las preguntas “¿Dónde estamos?”, ¿De dónde venimos?”, y “¿A
dónde podríamos estar yendo?”, el meteorito viene a poner en escena las
mezquindades políticas, la burocracia estatal, el mercado negro de
bienes patrimoniales y sobre todo el recelo de un pueblo olvidado que
históricamente fue rapiñado por los que venían de afuera.
Historia de un botín en tierras cálidas
Transcurría la siesta del 21 de enero de 1990 y el agente
Chaparro, el héroe Chaparro, habrá estado sufriendo mucho, muchísimo
calor, un calor difícil de imaginar para quienes no conocen ese puesto
fronterizo entre las provincias de Chaco y Santiago del Estero.
Seguramente Chaparro habrá estado maldiciendo su suerte cuando en un
control rutinario detuvo al camión en el que el cazador de meteoritos,
Robert Hagg, se llevaba de contrabando el segundo meteorito mas grande
de los que se conocen. Haag estuvo preso varios años. Y a partir de este
hecho la legislatura Chaqueña sancionó la ley 3563 que entre otras
cosas prohíbe su salida de suelo chaqueño. Podría parecer extremo, pero
es que la historia de los meteoritos de Campo de Cielo es extrema. Solo
hay que ver en internet como todavía hoy se ofrecen a la venta aerolitos
originales del Chaco. Desde los propietarios de los campos donde fueron
encontrados, hasta coleccionista y museos argentinos como el Museo de
la Plata, y del primer mundo, como el Observatorio Astronómico de León,
España, que exhibían piezas provenientes del mercado negro, se han visto
atrapados en procesos judiciales que inició el estado chaqueño por la
posesión de estos bienes que son patrimonio de todos.
Fuente: Revista Ñ Clarín